Partida Rol por web

A Sangre y Fuego (Conan RPG)

Yermos pictos

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27/08/2011, 14:06
Director

Entre el último fuerte de Aquilonia y el mar occidental se extiende la más basta jungla de Hyboria. Docenas de clanes de salvajes viven en estos espesos bosques húmedos donde las antiguas ruinas de Aqueron descansan bajo las raíces de los árboles mientras los terrores que esconden duermen. Por Ahora.

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08/09/2011, 09:50
Aukan

 El pikto avanza como un depredador más en territorio. Silencioso, acechante, atento a su entorno, pero seguro de sus capacidades.

 Ya hace varios meses que dejó atrás las tierras que le vieron nacer y crecer, la piel había dejado cicatrices allí donde fue herido en la batalla contra Makuto.

 Desde aquella batalla, el joven que ya contaba con dieciocho primaveras, había recorrido incontables millas de tierras, subido y bajado montañas, cruzado llanuras y bosques, cruzándose en ocasiones con otros cazadores o comerciantes y cambiando pieles a cambio de lo que le hacía falta.

 Avanzaba furtivamente, portando a su espalda una pequeña mochila que se había confeccionado con cuero, en el interior de la cual portaba su escaso equipaje. De su cintura colgaban una espada y un hacha, que había adquirido no hacía mucho inercambiándolas por unas pieles de lobo que había curtido semanas atrás. En sus manos portaba la lanza que hacía tanto tiempo que portaba y le acompañaba en las cacerias. Un puñal de hueso descansaba en una funda cosida en el tirante izquierdo de su mochila.

 

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21/09/2011, 13:32
Director

Ya se lo advertiste, los muy ilusos no quisieron hacerte caso.

La jungla no es lugar para caballeros.

Pero ahora ya era tarde y pronto lo pagarían desde el infierno. Ese no iba a ser tu problema e igualmente, ese contratiempo no te iba a privar de tu recompensa.

Hacía mucho tiempo que dejaste atrás tu aldea arrasada y quemada, y buscaste tu propio camino, sirviendo aquí y allí como guía o mercenaria, dependiendo de la ocasión, ambas, pero nunca te había llegado una oferta tan sugerente como esta: Dos semanas de trabajo, una bolsa llena de plata y venganza. No era un plan al que uno suela decir que no.

Recordaste como habías conocido a Ser Lordan y Ser Wilther mientras caminabais por la selva.

Se presentaron ante ti en una posada de Tarantia hace una semana, acompañados por el Canónigo Paoul·le, del culto de Mitra, un señor calvo y avanzado en edad. Iba bien afeitado, por lo que recuerdas con claridad su escuálido cuello de pollo y como la nueñ se le marcaba al hablar bajo las arrugas y las venas marcadas. Su voz sonaba como el pergamino viejo frotado con un cepillo de metal.

-Tu debes de ser la joven guía, verdad? Si no estoy equivocado, procedes de Tiurana... Qué me dirías si te explico por que tu aldéa fue arrasada?

Nunca se te había ocurrido pensar que hubiese algún motivo. Los Pictos son salvajes... Pero el viejo continuó.

-No siempre la jungla estuvo habitada por salvajes, el mundo es mucho mas antiguo de lo que piensas, y hay muchas más fuerzas en él de las que ningún hombre puede entender.  Quiero que lleves a estos dos a Tiurana, y luego más allá, hasta las montañas que los salvajes llaman "Jauta-Gutanuk".

El sacerdote quería alguna reliquia antigua, que aseguraba hallarse hace años en Tiurana. Recuperarla fue siempre una cuestión importante para los Pictos pero tu no recordabas haberla visto nunca allí.

La primera parte fue fácil, lo mas complicado fue aguantar las bromas recurrentes de aquellos dos, siempre con su sonrisa estúpida, la armadura chirriante y sus chistes machistas, desde el linde de la jungla podías ver la enorme montaña que se elevaba entre la espesa vegetación a lo lejos. Una cima rocosa con la cumbre nevada y humeante por algún volcán dormido.


Jungle mountain range, Guatemala - Honduras por chinkon, en Flickr

Pero cuando tocó internarse en la jungla se volvió mas complicado.

Barro, maleza, bichos, calor... Tu estabas acostumbrada pero aquellos dos no y sus armaduras los hacían lentos y pesados. Era cuestión de tiempo que os encontraran...

Te aliviaste un segudo al ver que quien os descubrió era solo un pequeño grupo de caza, del clan de los lobos, como denotaba su indumentaria y pinturas, cargando jabalinas y arcos cortos. -Al menos no nos atacarán, no es una patrulla de guerra pudiste pensar justo antes de que Ser Wilther disparara con su ballesta hundiendo un virote en el pecho del mas adelantado.

-JA! Toma ya! le he dado! Gritó el Aquilonio mientras los demás cazadores huían.

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21/09/2011, 14:31
Director

Todo está borroso en los últimos dos días.

Lo único que recuerdas con claridad es la emboscada en aquellas ruinas, junto al arroyo. Todos estaban allí, el caballero aquilonio, el sabio, el bárbaro... Los pictos cayeron sobre todos vosotros, gritando y chillando como salvajes que son, dando golpes y sajando con sus hachas de piedra y cuchillos de hueso. Recuerdas combatir contra ellos, lanzar algunas flechas... Y lo recuerdas a él, el salvaje de más de dos metros y medio, de enormes brazos largos y gruesos, calvo y con los dientes afilados, con casi toda la piel cubierta con tatuajes y pinturas de guerra, vestido solo con un taparrabo.

Recuerdas un pinchazo en la nuca, como las fuerzas te abandonaron y como caíste al suelo, justo a tiempo para ver como el lider de los salvajes te golpeaba con tronco de árbol en la cabeza.

-Jiofert wukafa-tio'kha ... Galau mutu rit-ani...

Las palabras se desvanecieron en la oscuridad al igual que tu consciencia. Recuerdas moverte, estar mojado, pasar frío, el viento, voces a tu alrededor... No sabes durante cuantos días estuviste así.

Poco a poco abriste un ojo, luego otro... Estabas en una cabaña, parecía de madera y no había nadie más, pero estabas demasiado oscuro para estar seguro. Tenías mucho frío, estabas desnudo y cubierto de sudor tendido en el suelo. Al tratar de levantarte casi te desmayas. Tu estómago rugía de hambre y tenías mucha sed.

 

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21/09/2011, 15:18
Kirún

La cabaña, o lo poco que veo con esta luz, se vuelve aún más borrosa cuando me mareo. Hubiera jadeado, pero no tengo fuerzas ni para eso.

Con calma, me siento y observo mi alrededor. Dándome tiempo a tener una respiración constante y que la cabeza se me siente, busco cualquier recipiente que pueda contener líquido.

La barriga aprieta fuerte.

Notas de juego

MASTER: Inerpreta una mica mes que fins que no acabi amb els altres no actualitzo lo teu

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21/09/2011, 15:24
Director

Tus pasos errantes te guían en busca de una presa herida. Lograste alcanzarla con una flecha en el vientre, morirá pronto, pero debes encontrarla antes de que  otro lo haga.

Los yermos son tu hogar, los conoces a la perfección, desde las altas montañas nevadas hasta los profundos cañones de caudalosos ríos, pasando por la jungla y los manglares. Sabes como moverte, que comer y como evitar que te coman a ti.

La vida desde que Makuto dejó este mundo volvió a la normalidad. No es una tranquilidad fácil, es la vida salvaje, pero es lo que tu siempre has conocido. Puede que algún día te unas a otro clan, o que conozcas que hay mas allá de las murallas de piedra que hacen los hombres de hierro. Quién sabe lo que espera el futuro?

Viste a tu presa, estaba tumbada en el suelo sobre húmedo y cubierto de hojas, agonizando antes de morir. Te arodillaste para acabar con el sufrimiento del animal y comenzar tu festín cuando viste algo extraño. El animal tenía una pequeña joya enganchada en uno de sus colmillos.

Conocías bien esa joya, era un collar de oro y jade tallado trenzado con cuero de tapir. La única persona que podía llevar aquellos símbolos fue enterrada con ellos hace años. Makuto.

Los enigmas empezaron a surgir en tu cabeza, ¿podría ser verdad?, ¿o solo una casualidad? El recuerdo de aquel cacique era demasiado duro para ti como para ignorarlo.

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22/09/2011, 23:37
Anathema
Sólo para el director

La mujer se giró pálida observando al noble iluso. ¿De dónde lo habían sacado? Se suponía que el Canónigo Paoul•le había reunido a gente capaz.

Durante unos instantes le pareció aceptable la opción de rajar a Ser Wilther, pero se controló: Los pictos ya les darían ocasiones para desfogarse con la espada y Anathema esperaba que los dos idiotas supieran defenderse.
Además, el cadáver de un noble aquilonio era la mejor pista que les podían dejar a los rastreadores salvajes.

-¡Estúpido! ¿Todavía no te has dado cuenta que por aquí no patrulla nuestro ejército? Ahora tendremos que dar un rodeo, porque si el Clan de los Lobos adivina nuestro destino ninguno de nosotros tres volverá nunca. –Se relajó y cambió el tono de su voz. Como si el incidente no hubiese ocurrido- Mejor que comamos algo ahora, hoy tendremos que caminar durante más horas que los otros días.

Se giró y avanzó hacia el muerto. En parte para no dar ocasión a réplicas de los dos caballeros y en parte para intentar ocultar su identidad a ojos de los pictos.
Con el cuchillo en la mano sacó cuidadosamente la saeta clavada en el cazador: Ningún picto tiene una ballesta.

Se guardó cuidadosamente el cuchillo y la saeta y también comió algo. En breve se pondrían en marcha, pero no hacia la maldita montaña. Primero tendrían que gastar un par de días en una dirección diferente.

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26/09/2011, 22:24
Aukan

 El cazador saca la pieza de metal de entre las fauces de la criatura muerta, le limpia la baba y rsetos de sangre para poderlo mirar con mayor detalle. Ese metal amarillento y esa piedra translúcida, la fina piel curtida y el entremado que configura toda la pieza en sí. Una pieza excepcional, de una habilidad en la orfebrería a un nivel inalcanzable por parte de los artesanos que él conocía, todos ellos meros talladores de piedra, madera y hueso.

 ... mas no era la primera vez que apreciaba un objeto de esta condición. En la mente del joven un neblinoso recuerdo se remueve, escenas de caos, dolor y sangre. Hombres matando hombres. Y en medio de esa vorágine, Makuto... el diez veces diez maldito. Maldito él y su estirpe... su estirpe.

 ¿Acaso alguien de su estirpe andaba cerca? ¿Un hijo de ese hombre despiedado?

 Ante el rugido de su estómago, decidió guardarse el extraño objeto entre sus pieles y degollar a la presa antes no llegara algún otro depredador en busca de carroña fresca y fácil.

 Con la habilidad que da el haberlo praticado innumerables veces, el cazador quitó la piel a la bestia, así como los dientes peligrosos, y las mejores partes de su carne. Así como el corazón que empezó a engullir ahora que estaba caliente aún, crudo, embadurnándose su menton y la parte superior del pecho. Adquiriendo la fuerza y el poderoso espíritu del deprededor, para que no estuvier asolo la próxima vez que emprendiera una nueva caza.

 Pronto partió, dejando detrás de sí los restos de la bestia, y de haber redibujado de nuevo los dibujos de poder en sus brazos, con la tívia sangre de la bestia.

Notas de juego

 ¿Por curiosidad, que presa he cazado con dientes de carnívoro?

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22/10/2011, 18:39
Director

Haciendo un esfuerzo para sacar tu espíritu superviviente de tu cuerpo que agonizaba, lograste desplazarte en cuclillas por la habitación. Era una pequeña cabaña de madera, y a juzgar por la escasa luz que entraba por las ranuras que dejaban los troncos entretejidos, debía de ser de día, pero no sabrías decir el momento.

El suelo estaba cubierto precariamente por hierva seca, pero agradecías su presencia, pues el suelo de tierra estaba mas frío de lo que podrías esperar en los Yermos.

Tras rebuscar un poco lentamente, al fin encontraste un montón de tarros cerámicos colocados junto la pared circular de la cabaña. Te dolía la cabeza a horrores, como si un herrero estuviese martilleando tu cerebro contra un yunque que era tu cráneo, te costaba respirar, puede que tuvieses alguna costilla rota, pero era mas que eso, como si el aire no fuera suficiente para tus pulmones, pero eso no era nada comparado con el hambre y la sed que tenías.

Con los dedos temblorosos quitaste la tapa de madera y piel animal que protegía en cuenco para descubrir su líquido interior. Reconocías su interior, pero no te lo pensaste dos veces y diste un gran trago. El sabor a hierro entró en tu boca y se escurrió por tu garganta. Era sangre, pero no te importaba que fuera aquello, cualquier veneno sería mejor que morir de sed, y había cosas peores que beber sangre.

Con mas cama registraste los otros tarros, sin dejarte llevar por el miedo y los horrores. Primero encontraste un tarro lleno de insectos negros y brillantes que parecían estar muertos. En los otros había pastas espesas de color verdoso en la oscuridad y polvos rojizos.

Mientras aun estabas debatiéndote sobre qué hacer, pudiste escuchar voces en el exterior. Tu primer instinto fue esconderte, pero eras muy lento en tu estado y complacido te diste cuenta de que las voces no se acercaban a las pieles que hacían las veces de puerta a modo de cortina en la cabaña.

-...

-Fertu napr'keto wukafa-tio.

-Yama-henu tre'ameto  pru te maka. !Pe lata wukafa tu pretu!

-...

El sonido del fuerte viento no te permitía escuchar con claridad y la lengua de aquellos salvajes aun te sonaba mas gutural y bestial en el estado en el que estabas, pero reconociste que se trataban de dos hombres adultos, hablando entre ellos a una distancia de unos veinte pasos en dirección contraria a la entrada de la tienda.

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22/10/2011, 22:03
Director

Te subiste a un árbol con la agilidad de una pantera, con la confianza que da haber hecho lo mismo centenares de veces. ayudándote de las lianas y de las nudosas ramas que se entretegían en aquella altura para trepar, y cortando con tu hacha de mano algunos brotes problemático para poder segur subiendo.

Mientras tanto, Ser Lordan y Ser Wilthen esperaban junto la base de aquel enorme tronco, con las espadas en la mano, preparándose para un posible ataque. Harían falta doce hombres para rodear aquella superficie leñosa y nervuda cubierta de helechos y hongos, pero cada uno vigilaba en una dirección, esperando que aquello fuese suficiente.

Concentrada en tu ascenso, trataste de no pensar demasiado en aquellos dos patanes. Esperabas que el rodeo que habíais dado durante horas fuese suficiente como para despistar a aquella patrulla de caza que os habíais encontrado esa mañana. Tu mano de pronto se detuvo en seco al escuchar un tenue siseo entre los crujidos de las ramas.

A solo unos centímetros de tu mano una liana se deslizaba en tu dirección. Solo los dos dos brillantes ojos negros y la lengua rosada que sacudía en latigazos el aire diferenciaba una liana corriente de lo que realmente era aquello. Conocías esa tipo de serpientes y sabías que su picadura era mortal. Por suerte no la habías llegado a molestar y poco después el reptil siguió su propio camino.

Alcanzaste la copa del árbol. Habías escogido uno grande, y te encontrabas ahora a diez metros por encima de la copa de los demás. Desde allí viste la montaña a la que os dirigíais, por primera vez, desde otro ángulo. La "Jauta-Gutanuk", como la llaman los salvajes estaba apenas a unas dos horas de camino. Podríais llegar allí antes de que anocheciera, pero su ascenso os llevaría varios días.

Las diferentes capas se mezclaban a medida que la montaña ascendía. Los densos y húmedos bosques de la base poco a poco se iban convirtiendo en pequeños grupos de matorrales y helechos, que mas arriba dejaban paso a una basta extensión de roca gris y tierra marrón árida y traicionera. La parte superior de la montaña, a unos pocos miles de metros de altura, estaba cubierta de nieve, que en su deshielo, nutría los rápidos riachuelos que bajaban por la ladera en forma de barrancos y cascadas, y en la cima, una larga chimenea de humo delataba la presencia de un volcán que fundía lentamente la nieve.

Te permitiste el lujo de contemplar el paisaje, y escuchar los gritos de los simios y el graznido de las aves salvajes cuando un aullido rompió la armonía natural del momento

-AAAhhuuuuuuuuu...

Otros tantos le siguieron.cuatro, seis, diez... Hacia varios kilómetros que habíais dejado los bosques espesos para adentraros en la auténtica jungla. Allí aún podría haber lobos pero... no tantos. No, aquellos no eran lobos de cuatro patas.

Trataste de descender tan rápido como pudiste con el corazón acelerado pensando en lo estúpidos que habían sido, al dejar un rastro que pudieran seguir los salvajes. No llevabas cuerda, y sabías que una caída desde esa altura significaba una muerte tan segura como la que les esperaba a los otros dos caballeros, así que el descenso se hizo mas largo de lo que pudiera ser útil.

Los aullidos se convirtieron en alaridos, y los alaridos en gritos de dolor. Aunque la maleza te tapaba la vista, era casi como si pudieras ver lo que estaba pasando. Sesenta metros mas abajo Ser Lordan y Ser Wilthen recibían una lluvia de flechas finas y delgadas con puntas de silex. La mayoría de ellas se estrellaron sin éxito en la armadura de acero que protegía a los caballeros, pero mas de una encontró hueco entre las articulaciones, clavándose en las rodillas, ingles, brazos y cuello. Un instante después, una decena de salvajes vestidos apenas con un taparrabo de piel de lobo, pero con la piel cubierta de pinturas de guerra se lanzaron sobre ellos.

Los caballeros trataron de defenderse, parando algunos golpes con sus espadas y abriendo en canal a dos de los salvajes mientras gritaban y maldecían luchando con la espalda apoyada en el árbol, pero inevitablemente, sucumbieron ante la superioridad tanto de combate como numérica.

Uno de los guerreros del clan del lobo reventó la  parte lateral de la cabeza de Ser Wilthen de un mazazo dado con una clava reforzada con cuero y piedras. Su cuerpo cayó inerte al instante en el suelo.

Ser Lordan corrió pronto la misma suerte, un salvaje se consiguió aferrar a él como un mono por la espalda, rodeándole la cintura con las piernas y sugetándole el brazo de la espada en un ángulo antinatural mientras encontraba un hueco entre la cota de malla donde clavar un puñal de piedra tallada, haciendo brotar una fuente de sangre que lo inundó todo mientras lo apuñalaba repetidamente gritando como un loco poseído por algún demonio.

Nadie pareció percatarse de tu presencia en el árbol, ya no podías hacer nada por ellos, así que esperaste. Oíste como hablaban entre ellos, como Ser Lordan gemía, aun vivo, tendido en el suelo y finalmente, como se marchaban, llevándose los cuerpos de sus compañeros caídos.

Descendiste a tiempo para ver como uno de aquellos salvajes, que llevaba los antebrazos envueltos en pieles, el pelo pargo y encrespado y un collar de colmillos de lobo se marchaba hacia el oeste con un puñal de piedra ensangrentado en una mano y las cabelleras de los dos caballeros en la otra.

En el suelo. Los cuerpos inmóbiles de los dos caballeros reposaban junto al árbol sobre un charco de loo sanguinoliento, se habían llevado sus armas y algo de comida, pero habían dejado todo lo demás. Sus cráneos blancos manchados en sangre eran visibles después de que les cortaran el cuero cabelludo. El de Wilthen estaba hecho añicos, con grietas que lo recorrían entero, pero Ser Lordan aun respiraba.

Demasiado débil para hablar o moverse, se moriría dentro de poco tiempo, pero tenía sus ojos vidriosos clavados en ti, como pidiéndote ayuda, auque no podías apartar la mirada de la sangrante herida que le recorría desde la frente hasta el cogote y la repugnante visión de su cráneo sangrante.

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22/10/2011, 22:04
Director

Los sonidos propios de tu hábitat te rodeaban mientras tu, confuso, caminabas por las sendas de la jungla que ya conocías, sin poder apartar la mirada del pedazo de metal, más pendiente de él que de seguir el camino. 

Lo habías escondido entre tus pieles, peor no pudiste evitar sacarlo de nuevo para examinarlo de nuevo. A cada paso que dabas los rayos de luz que atravesaban el espeso follaje de la selva arrancaban brillantes destellos del metal, y hacían que las gemas relucieran iluminando su verde interior.

Tratabas de no pensar mas en ello. Podría responder a cualquier motivo, tal vez solo fuera un objeto robado, o de algún familiar, pero aquel talismán tenía una belleza extraordinaria que hacía que tus ojos se fijaran en él continuamente, y el extraño poder de obsesionar tu mente.

Un gruñido te despertó de tu ensoñación. Un ruido gutural que procedía de alguno de los rincones de aquella jungla espesa y húmeda. Al primero le siguieron dos mas, luego se escucharon pasos, follaje en movimiento y ramitas secas que se rompían. No lo dudaste un instante y te escondiste bajo unas matas de helechos cercanos. Ya habías cometido el error de no estar atento a lo que te rodeaba, así que no querías arriesgarte a encontrarte un grupo hostil, o aun peor, en aquella jungla había depredadores mas peligrosos que los hombres.

Una ágil pero fornida silueta surgió de la maleza, apenas a unos metros de donde te habías escondido. Un felino de piel oscura, casi tal alto como un hombre, aun estando a cuatro patas, se movía entre la vegetación cerca de ti. De sus fauces dos largos colmillos sobresalían mas de un palmo. Un poco más atrás, seguían la fiera dos miembros más pequeños de su especie. A juzgar por su tamaño,apenas deberían tener unos meses.

Aquel tigre que parecía ser la madre de los pequeños inspiró fuertemente al pasar mas cerca de ti, moviendo sus fosas nasales en busca de alguna presa. En otras situaciones, aquel felino te habría olido desde casi un kilómetro de distancia, estuvieras escondido o no, pero aquel día parecían ignorarte por completo.

Atónito, los seguiste con la mirada mientras se alejaban hasta un árbol cercano, a unos tres metros de donde estabas. Allí, el cadáver de un hombre empezaba a descomponerse por el calor y la humedad de la jungla, mientras insectos y carroñeros empezaban a devorarlo. Los tigres dientes de sable se unieron al banquete espantando a las criaturas mas pequeñas.

Como podías no haberlo visto antes? Tan absorto estabas en aquél colgante?

Te fijaste, desde una distancia segura, en aquel hombre que devoraban. Las pocas pieles que llevaba para cubrir su cuerpo eran eludas, de un gris claro. Las plumas que colgaban de su cabello se habían teñido ya de sangre, pero reconocías las marcas típicas de las plumas de urraca. Eso y los tatuajes que aun podías observar en su piel lo identificaban como un miembro del clan de los Lobos. Su arco y unas jabalinas yacían sin cuidado sobre el suelo, no llevaba pinturas de guerra, así que seguramente sería un cazador.

Tratando de ignorarlo, retrocediste en silencio para no llamar la atención. Cuando ibas a marcharte de allí, tus ojos de explorador se fijaron en algo poco inusual. Junto al cadáver, un rastro claro y reciente se adentraba en la espesura en dirección al norte. Las ramas de los arbustos habían sido cortadas con un filo muy afilado, inconfundiblemente metálico. Las huellas que había en el lodo y el mantillo de la selva eran muy regulares y profundas, avanzando torpemente entre la espesura. Había dos pares de huellas similares, y otro más ligero y superficial.

Estaba claro que aquel rastro no lo había realizado nadie que viviese en la selva. Nadie sería tan poco cuidadoso, pero lo que realmente llamó tu atención fue un pedazo de tela púrpura, que había sido desgarrado y quedó atrapado entre las ramas. Sin duda, en la selva no se podían encontrar tejidos de aquel tipo.

Notas de juego

La verdad es que no me siento muy orgulloso del nivel de este post, pero aun no hay mucho de lo que tirar. Prometo que próximamente me lo curraré más en tu "hilo argumental"

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25/10/2011, 12:58
Aukan

 El cazador permaneció en silencio, inmovil entre la ufanosa espesura de la jungla. En su sien sentía con violencia el latir de su corazón. Se obligó a serenarse. El no hacerlo podía significar su muerte.

 Poco a poco Aukán fue tomando una respiración más regular y no tan excitada. Poco a poco, su instinto de cazador su fue adueñando de su ser. Sintió la ausencia de aire, la espesa vegetación cortaba la circulación del aire, eso era bueno, a pesar del hedor del cuerpo siendo destripado y comido, una brisa de aire habría podido transportar su olor hacia el depredador.

 Lentamente, recuperando el aplomo a medida que se iba adueñando del miedo, el hombre examinó la escena. Los detalles que le hablaban de quién había sido aquel era devorado. Un cazador, del Clan del Lobo. Estaba muy lejos de sus tierras... como él mismo.

 Luego su mirada se posó sobre los indicios dejados por otro ser, alguien no habituado a los rigores de la jungla. Alguién se había abierto paso por la densa vegetación a golpes, usando algo muy afilado. Las armas tan afiladas y la forma en como se había abierto paso entre la espesura le indicaba que quien lo había echo estaba muy lejos de su hogar.

 Se sorprendió a sí mismo dando un amplio rodeo, hacia el este, dirigiendose hacia el norte, barriendo por aquella zona en busca de el paso abierto por esa persona que vestia ropas moradas. ¿Por qué iba hacia él? Era algo que desconocía, algo en su interior le impulsaba a seguir aquel rastro.

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29/10/2011, 21:54
Anathema

La expedición había resultado ser un maldito desastre. Aún temerosa de que los pictos estuvieran demasiado cerca, bajó del arbol y se acercó a Ser Lordan.
La escena era asquerosa. Parecía mentira que años atrás estuviera acostumbrada a la manera de "trabajar" de los salvajes.

Tenía que reconocer que le caían mal los dos nobles, pero en honor a la verdad no podía dejarlos morir en esa maldita selva. Por Ser Wilthen ya no podía hacer nada, pero tenía que provar de hacer algo por Lordan.

Dejó sus pertenencias al lado del herido y empezó con la tarea de quitarle la armadura del desdichado. Con sumo cuidado. No tuvo ningún reparo de cortar las correas de cuero que unían las piezas de metal.

Nunca se interesó por el arte de curar, era una tarea que siempre dejaba que se encargasen los mejor preparados, pero hoy no tenía a nadie más.
Con ayuda de telas rasgadas de su propio compañero y sin mejor desinfecante que agua, intentó taponar la hemorragia

- Tiradas (1)

Motivo: Sanar

Tirada: 1d20

Resultado: 19(+3)=22

Notas de juego

Hoy no tengo tiempo y no me lo estoy currando mucho. Mañana acabo/modifico el post!

P.D.:Perdona por el retraso...

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31/10/2011, 15:26
Director

Apenas has logrado enebrar el hilo de tripa en la aguja cuando te das cuenta de que ya no puedes hacer nada por salvar a Wilthen. La pérdida de sangre por las heridas en el cuello son mucho mayores de lo que pensabas.

Sus ojos azules poco a poco van tomando la expresión vidriosa e inerte típica de los cadáveres, pero aun se refleja en ellos el terror que ha pasado apenas unos segundos antes.

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31/10/2011, 21:50
Anathema

Al fin y al cabo sentía lástima por el noble, ya había visto demasiada gente caer por las incursiones de los salvajes. Intentó taparlo para protegerlo del frío, era lo único que podía hacer el desdichado aparte de sentarse a su lado y esperar a que hechase el último aliento. Mientras a Lordan le llegaba la hora, Anathema registró los equipajes de sus compañeros en busca de algo útil que el clan lobo no se hubiese llevado. No le habrían dejado casi nada, pero ese "casi" le podía salvar la vida. -Menuda mierda, ¿y ahora qué?- Ahora le tocaba decidir si seguir la expedición ella sola o darla por fracasada. La verdad era que esperaba que sus compañeros supieran algo sobre su destino y el artefacto que tenían que coger. Pero si saba la misión por acabada... Ya podía decir adiós a su suculenta recompensa. Después de calentarse la cabeza llegó a la conclusión que sus dos compañeros no deberían saber mucho más que ella y que sola tenía más posibilidades de esconderse de su enemigo. Cuando Lordan decidiese dejar este mundo ella empezaría su viaje hacia la endemoniada montaña. Y esta vez se harían las cosas a su manera: Sin que nadie viera nada

Notas de juego

¿Hacia qué dirección está la montaña?¿la misma en la que se ha ido el picto?

MASTER:

Norte, No, los "Lobos" van al Oeste

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30/11/2011, 18:37
Kirún
Sólo para el director

Ni aun frunciendo el seño puedo descifrar la conversación de esos individuos.

Aun teniendo la sensación de que no se acercan, me urge la necesidad de encontrar un arma con la que protegerme.

"Quizá mis cosas están por aquí?"

Examino la sala, a gatas, intentando no llamar mucho la atención, buscando cualquier cosa afilada y echando un vistazo a posibles ropajes con los que cubrirme.

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13/12/2011, 22:13
Director

 

Nunca pensaste que pudieras añorar el ruido de las pesadas armaduras metálicas y de aparatosas protecciones que rechinaban al moverse por la selva. Hasta ese momento habías estado preocupara por que los pictos locales os encontraran, pero ahora que ya habían cobrado el premio que deseaban, ya no tenía sentido preocuparse por ello. Ahora, los sonidos de la selva te envolvían y te engullían como una bestia. El canto de las aves exóticas y los monos que brincaban de una rama a otra sobre tu cabeza ahogaba cualquier sonido que hicieran tus botas de piel suave sobre el mantillo.

Discreto, si, pero agobiante. La humedad y el sudor se pegaban a tu cuerpo como una segunda piel de la que era inutil tratar de desprenderse. Cuanto mas te acercabas a la montaña, mas frecuentes eran las lluvias. Las gotas se filtraban entre las hojas de los árboles hasta caer sobre tu cuerpo, ligeras y tenues, pero constantes día y noche. El suelo era una mezcla entre fango, insectos y vegetación putrefacta en la que crecían todo tipo de hongos.

Aquel constante murmullo fue tu única compañía durante los próximos días. Avanzar con cuidado de no ser vista era algo ya tan natural ahora que no tratabas de esconder a ser Lordan y ser Wilthen que apenas te dabas cuenta de que lo hacías, y así, empezaste el ascenso a Jauta-Gutanuk, la madre de las montañas.

El primer día fue el mas fácil. El clima apenas cambió. La espesa vegetación era igual que en el resto de la jungla y la pendiente era fuerte, pero era fácil avanzar trepando por los troncos y ramas, esquivando piedras traicioneras y riachuelos resbaladizos. Dormiste en tu hamaca, colgada entre los árboles para alejarte del suelo y los insectos. Comías lo que encontrabas, lo que podías cazar sin ser cazada, y las hiervas, hongos y frutos que reconocías como comestibles.

Al tercer día en solitariosin mas compañía que tus pensamientos, el terreno cambió gradualmente. Las copas de los árboles dejaron paso a la roca y la tierra desnuda, salpicada aquí y allá con matas de hiervajos salvajes. Las corrientes de agua que bajaban desde la cima nevada grababan profundos surcos en la piedra, barrancos y cañones por los que de tan e tanto, se despeñaba alguna roca peligrosa. La poca comida que podías llevar contigo se te acabaría en pocos días, y en aquellas alturas, sería difícil cazar algún animal sin que tu o la presa cayera montaña abajo.

Los riscos de la montaña eran ya casi verticales. Tenías que usar las dos manos para poder avanzar, a veces, retrocediendo varios cientos de metros para buscar una nueva ruta a la cima. Dormir fue la parte más complicada. Buscar un rincón entre las rocas donde poder refugiarte del viento cruel, dormir sobre la piedra dura y áspera temiendo poder caer montaña abajo en cualquier momento.

Al día siguiente, con el estómago vacío y los labios secos, te replanteaste el sentido de todo aquel ascenso. Las dudas y el temor aparecieron de nuevo cuando el olor a humo desbloqueó tu mente. El viento traía el delicioso aroma de la carne hecha a la brasa desde la cara oeste de la montaña. Alguien estaba asando algún tipo de cerdo, o tapir en una hoguera, y el olor dulzón hizo que te rugieran las tripas de nuevo.

Rodeaste lenta, pero segura la cordillera por un estrecho desfiladero de piedra, saltando de una roca a otra en ocasiones, agarrándote con las manos a donde podías, asta encontrar lo que buscabas. En una irregular meseta de la montaña, tres tiendas de pieles de tapir, mono y jaguar reposaban a cubierto de la ventisca. Entre ellas, un grupo de cinco pictos había encendido una hoguera con leña y estaban asando algún animal para comer.

Estaban a unos doscientos metros de ti a través de las cornisas de piedra, no podrían haberte visto desde esa distancia, pero estaban muy lejos para distinguir sus tatuajes, o reconocerlos como cazadores, exploradores, madres...

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20/12/2011, 16:03
Anathema

Observaba pacientemente la escena mientras se rascaba un brazo, parecía que la había picado un insecto más insidioso de lo normal. No paraba de calcular sobre sus posibilidades frente cinco pictos. Quizás si previamente construía trampas y los atraía a ellas... Pero seguían siendo demasiados para ella sola y, además, el hambre le podía jugar una mala pasada.

Obviamente, podía descender otra vez a la selva y dedicarse toda una semana en aprovisionarse, pero no tenía ni tiempo ni ganas de instalarse en la selva.

Así que al final optó por el robatorio. Era ágil y se le daba bien moverse sigilosamente, pero no se lo podía jugar todo a una sola carta y tenía que prepararse una huída.
Escondió sus pertenencias bajo unas piedras y señaló el lugar rompiendo estratégicamente ciertas ramas de la poca vegetación que había. Y con solo lo indispensable (en esta tierra las armas eran indispensables) empezó a acercarse a los pictos.
Si algo fallaba, correria hacia donde le fuese propicio y luego ya recuperaría sus cosas.

No podía acercarse a la carne que se estaba cocinando, pero estaba convencida que dentro de las cabañas podría encontrar algo nutritivo.

- Tiradas (1)

Motivo: Moverse sigilosamente

Tirada: 1d20

Resultado: 3(+10)=13

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02/01/2012, 13:48
Director

El frio se filtraba a través de tu piel, aguijoneando tus músculos y raspando tus huesos como un punzón de eso a lo que los hombres blancos llaman acero.

Las gotas de sudor resbalaban por tu cuerpo desnudo mientras te sacudías en espasmos y luchabas contra la fiebre. Los recuerdos y los delirios se fundían en una única pesadilla de la que no podías despertar...

 


 

Caminabas entre las penumbras, escuchando tus pasos sin ser conscientes de darlos. Tus pasos sonaban distintos, como dados sobre un lago helado, pero no podías ver aquello que chafaban tus botas.

Empezaste solo, pero a medida que la oscuridad se condensaba en borrones y formas, tus compañeros seguían tus pasos en silencio. Kiath'na, la lider de los cazadores de los Cuervos Fantasma; y  Wajayuto, el viejo guerrero de los Caimán Sangriento. El viaje hacia el sur fue mucho más largo de lo que pensabas y conociste a quien fueron tus compañeros. Todos teníais vuestros propios objetivos, pero vuestrso caminos se unieron y pronto pudisteis llamaros "amigos".

Ante vosotros un brutal estruendo. Un chirrido de piedra quebrándose y truenos sin rallos. Una gigantesca fortaleza de piedra y acero se alzaba a lo lejos, en un horizonte irreal, cortandos el paso, pero eso no os hizo deteneros. Sobre las almenas, la bestia negra os reclamaba, burlona y amenazante.

Fieras y monstruos de pesadillas os atacaban, pero no lograban deteneros en vuestro imparable avance. Los derrotabais sin apenas desviar la mirada. Su sangre se convertía en una película pegajosa en la que os hundíais hasta los tobillos emitiendo un repugnante sonido.

De pronto las bestias ya no eran monstruos peludos y de cuatro patas, sino hombres. De la fortaleza, el fuerte Baltar, salieron docenas de guerreros. No hombres de acero como los que suelen vivir allí, sino salvajes, los clanes primos y hermanos de los tuyos. Hombres de la junga, pictos, pero no podias reconocer sus tatuajes, sus pinturas o sus adornos. Todos eran confusos y oscuros, más un borrón o una sombra. La batalla fue encarnizada, undiendote cada vez mas en la sangre negra de tus enemigos, de tus amigos y la tuya propia.

Un fuerte golpe en la cabeza te hizo pensar que se te rompería el cráneo en mil pedazos. Un guerrero gigantesco, vestido unicamente con un taparrabo te había golpeado con un garrote. Sus brazos eran musculados y duros como si fueran tallados en madera y mas largos de lo que jamás abrías pensado. Tenia la cabeza afeitada y los dientes afilados. Entonces te hundiste en el mar que formaba tu propia sangre y todo se volvió oscuro de nuevo.

 


 

Los días siguientes fueron aun mas confusos, debatiéndote entre la vida y la muerte. Recuerdas pasar frío. No solo por la fiebre. Recuerdas la lluvia cayendo sobre tu cara, el viento cortándote la piel, el hambre en tus tripas. No sabes cuanto tiempo pasaste así, pero si aun no estabas muerto, te faltaría poco.

Notas de juego

Sigue.

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03/01/2012, 15:42
Director

Ahora, con la sed mas calmada, y con las gotas de sangre aun resbalando por tu barba, rebuscaste en la tienda. Tu cuidado era sumo, pero la oscuridad era casi impenetrable en el interior de la tienda. Por lo que decidiste abrir ligeramente la cortina de piel curtida que suponía la puerta de aquella choza para que algo de claridad entrara en la tienda.

Al hacerlo, el olor de carne asada invadió tu nariz, tu estómago y tu cerebro, haciendo que te retorcieras de hambre. Era un olor dulce, de carne de cerdo, tal vez de jabalí o tapir, asándose en un espetón a las llamas. Estuviste a punto de levantarte, salir de aquella tienda para sentarte al fuego, arrancar un pedazo de carne y devorarlo mientras las llamas deshacían el frío enredado en tu cuerpo, pero de pronto, recapacitaste. Allí estaban los pictos. los mismos que os atacaron. Los mismos que os capturaron y os mataron. Preferiste volver a centrarte en el interior, ignorando el delicioso olor del asado.

Un gemido te llamó la atención. Estaba dentro, en la misma tienda. Agarraste rápidamente uno de los cuencos de barro cocido. No era un arma, pero podría propinar un buen golpe. Tus ojos se acostumbraron a la tenue luz y una capa de penumbra tomó forma humana.