Partida Rol por web

Burgi Ambulandi

♦ PRÓLOGO ♦

♦ POR LA TENEBREGOSA ♦

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20/10/2013, 19:48
El Maligno

Año de Nuestro Señor de 1.394.

Corre ya un año desde que el Rey Enrique III de Trastamara reina en Castilla, León, Asturias y Galicia, aunque hace cuatro fue Coronado tras morir su padre, los Condestables de Castilla creados para su consejo y ayuda, lo han tenido alejado del poder hasta que el Rey los ha separado de su lado. Pero avivemos la memoria. Cuando en el año 1.390 falleció el Rey Juan I de Castilla, sucediéndole en el trono su hijo, Enrique III, durante la minoría de edad del joven Rey se formaron varios bandos que disputaron por el control de la Regencia. En uno de los bandos militaban el Conde de Trastamara Don Pedro Enríquez, el Conde de Gijón Don Alfonso Enríquez, el Duque de Benavente Don Fadrique de Castilla y la Reina Leonor de Navarra, hija de Enrique II de Castilla y esposa del Rey Carlos III de Navarra. Durante este período aumentaron el poder y las riquezas de todos ellos, en especial de Don Pedro Enríquez, que formó parte del Consejo de Regencia, y que en mayo de 1.391 pasó a ocupar el cargo de Condestable de Castilla, por designación del Arzobispo Juan García Manrique. No obstante, en 1.393 fue proclamada la mayoría de edad del Rey Enrique III de Castilla y el Consejo de Regencia se convirtió entonces en el Consejo Real. Así Don Diego López de Zúñiga pasó a ocupar el cargo de Justicia Mayor y se nombró Canciller a Don Ruy López de Ayala.

Durante las Cortes de Madrid de 1.393, el Rey Enrique III tras arduas disputas, logró restaurar el poder real, apoyándose en los nobles menores y desplazando así a sus parientes más poderosos, como Don Alfonso Enríquez y la Reina Leonor de Navarra. A Don Pedro Enríquez se le privó de numerosas rentas y mercedes, además del cargo de Condestable de Castilla, que pasó a desempeñar Don Ruy López Dávalos.

En este año que ahora corre, Don Pedro Enríquez ha formado parte de la Liga de Lillo, un último intento de los parientes del Rey Enrique III por recuperar el poder en la Corte castellana. El intento ha fracasado y el Rey ha encomendado a Don Diego Gómez Sarmiento, Adelantado Mayor de Galicia, que confisque en su nombre todos los bienes de Don Pedro Enríquez.

Este joven Rey ha logrado pacificar la nobleza, ha derogado privilegios antes concedidos a las Cortes, como la alcabala y el derecho a asistir al Consejo Real, ha impulsado la figura de los Corregidores en las ciudades, y poco a poco está saneando las arcas del Reino. Ha erradicado las persecuciones contra los judíos con varios edictos contra la violencia, que había sido particularmente grave en 1.391, periodo en la que los Condestables de Castilla ejercieron la Regencia.

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10/11/2013, 11:35
Mateo de Vallejo

¿Donde estaba ahora su desgastada hacha? ¿Donde la máscara que oculta tanto su identidad como la enfermedad que le consume? ¿Donde sus cuchillos con los que arranca de la boca de sus víctimas sus trofeos? ¿Dónde su oscura capa que le convierte en sombra durante la noche?...

Deambulando de un lado a otro de la estancia, no moviéndose más allá que a unos pocos pasos de donde estaba, iban consumiéndose sus días, que se parecían tanto a las noches. Porque por el orificio del techo apenas le llegaba luz. Incluso en eso se hizo fuerte: ya le había perdido el miedo a la total oscuridad. Sólo se escuchaba el sordo rumor de las pieles arrastrarse. Pero sintió que pasaba un poco aquel frío que parecía dispuesto a matarle y contra el que de nada valían todas las pieles, pues lo sentía en los huesos. Pronto oyó nuevos ruidos, que fueron su única compañía. Serían ratas que se habían colado allí a saber por dónde. Al fin las ratas. No le importaban. A más de una tuvo que apartar de sendas patadas. En su absoluto y oscuro silencio hasta llegó a escuchar el sonido neutro de la carcoma devorando la madera del dosel de su lecho, al igual que la lepra devoraba poco a poco la carne de su cuerpo. Oyó a los murciélagos que, uno tras otro, acabaron colándose por la ranura del techo y haciendo de la estancia su habitáculo.

Era tanta la paz que allí tenía, cuando el nunca quiso paz, que se consolaba pensando que afuera todo seguiría igual; el autillo acosando a la oropéndola, la lechuza, su amiga, helando al jerbo antes de acabar con él. Disecándolo en vida, como Bernat estaba...

Caían gotas de lluvia en los días de tormenta, pero tan pocas que parecían evaporarse antes de golpear en su rostro, antes de poderlas recoger entre sus podridas manos, arrugadas por el frió y la mucre y horadadas por la lepra, que avanzaba lenta pero implacable, cual gusano que horadaba la hoja. Hasta eso se le negaba.

Es posible que una mañana, ya pasado lo más virulento del frío, llegase una golondrina a la ranura del techo. Es posible, sí, que durante breves momentos los ojillos de esa golondrina, desconcertados por el súbito cambio de luz, de la claridad total a la negrura absoluta, se movieran inquietos. Entonces es posible que fijaran su atención en aquella figura que la aguardaba allá abajo, que le hablaba. Indecisa, el ave permaneció allí unos instantes. Pero no le gustó lo que vio.

Y huyó también la golondrina. Hasta esto se le negaba.

Allí seguía Bernat, en sus heces. Porque pisaba éstas allí doquiera se moviese. Despedían un hedor enorme, pero incluso a eso se acostumbró.

Llevaba el resentimiento cubriéndole el cuerpo como una loriga, como si fuesen escamas, pero apenas alcanzaba a verse las manos. ¿Cuál sería el modo de ver lo que quedaba de su enjuto y sucio cuerpo, cuál?

Pero Bernat era anfibio y por eso, pese a ser atacado por herpes y pústulas a causa de la suciedad, pese a las liendres y la sarna que se acoplaban a la ya de por si terrible enfermedad que le atormentaba, supo desenvolverse en el líquido amniótico de aquella hedionda penumbra.

- Yo soy la sangre amarga... - Recitaba a modo de anáfora una voz cavernosa en la oscuridad.

Así durante horas, días, semanas, meses. Y de nuevo oraba: - Noche sin fin, noche amiga... - y seguía recitando para un inexistente auditorio, pues nada respondían las ratas, ni los murciélagos, ni los invisibles insectos.

Prohibido tenían dirigirle la palabra quienes una vez cada quince días, según pudo calcular por los cambios de luz que veía en la ranura del techo, le depositaban el pan y el agua. Nada les dijo nunca. Iba a ser "el cortalenguas" hasta el final y ya ni siquiera le amedrentaba aquella total oscuridad. Se había hecho a ésta. Era su imperio. Tampoco le acosaba la claustrofobia, porque seguía haciendo volar su imaginación, que era el mismo de otrora, cuando fue el joven que frecuentaba a la hija de don Inazio.

Aún en la inmundicia, era la luciérnaga que siempre soñó. A fin de cuentas esto no era nuevo para Bernat, aunque este encarcelamiento fue más duro y largo que el primero. Juró arrancar la lengua y además, el corazón, de aquel que le traicionó esta vez.

Y así pasaban los días, y a cada tanto, alguien que debía ser un clérigo le leía algo en latín, preguntándole luego si se arrepentía de sus pecados. A lo que el, escueto, respondía: - Eran mis almas, eran mis lenguas. - Más horrorizado que impresionado, aquel hombre que acudía a hablarle de pecado y perdón, se iba de allí con una nueva derrota. Entonces Bernat, para darse fuerzas, volvía a pensar en su collar de lenguas, e inconscientemente llevaba su mano hasta su cuello esperando encontrarlo allí...

 


 

Y quiso el destino que, cuando ya había aceptado su muerte en aquel inmundo agujero el "bueno" de Bernat, aparecierase en aquel lugar un hombre maduro, entrado en la cincuentena al menos. Vestía ropas elegantes, y portaba espada en su pretina haciendo evidente su condición de noble. En su mano izquierda traía la máscara de Bernat. Un guardia lanzó en el suelo un zurrón y una negra capa de paño antes de abandonar la estancia, dejando solos al noble y al leproso.

Una vez los ojos del cortalenguas se adaptaron a la claridad de la antorcha, por su mente pasaron raudos pensamientos, entre los cuales estaba matar a aquel hombre con sus propias manos y recuperar aquellas prendas que le pertenecían por derecho, y que no eran solo trapos y un trozo de cuero, eran su identidad.

- Vaya, sin vuestra capa et hacha, non pareces agora gran cosa "cortalenguas". - Dijo el noble, con una suave voz casi hipnótica que hizo que Bernat se despojara de los violentos pensamientos que momentos antes acuciaban su mente.

- Mateo de Vallejo vos fabla, viejo et cansado cortesano. - El hombre sonreía maliciosamente. - Et tengo propuesta et trabajo para vos. ¿Que decides?. - La respuesta era evidente, sólo dos opciones tenía Bernat. Servir al extraño cortesano, o morir en aquella hedionda celda. Aunque nunca había que dar nada por sentado cuando se trataba del cortalenguas...

 


 

Bajo los cuidados que don Mateo le proporcionaba, varios días tuvieron que pasar para que Bernat recuperara su forma y si identidad. Finalmente, una vez estuvo listo, el cortesano le explicó el precio que debía pagar por su libertad.

- Non es otro motivo que vuestra habilidad como bandido, asesino et forajido la que me ha llevado hasta vos. Et aunque muchos dineros ha costadome facer que los ojos miraran hacia otro lado et las manos abrieran la vuestra celda, credo que merecerá la pena. - Al parecer Mateo era un hombre de poderosa influencia y contactos. No era fácil que se soltara a alguien como tú, pues además, la duración de tu encarcelamiento se debía a que el propio concejo de Burgos no se ponía deacuerdo en cual sería el terrible castigo que merecías, y mientras debatían dejaban que te pudrieras en aquella celda.

Don Mateo comenta que reside en Vallejo de Mena, un pueblo del Valle de Mena que es zona de paso entre el Valle de Losa y el norte de la península, además de ser una vía secundaria del Camino de Santiago, motivo por el cual hay tanta creación arquitectónica por la zona. Todo esto ha generado que sea lugar de descanso para muchos mercaderes y una cosa ha llevado a otra, gestándose poco a poco un comercio entre los mismos que ha desembocado en la celebración de mercados mensuales de importancia. Además, la zona se precia de su propia tierra cultivable, que aunque algo salvaje, la calidad de los productos son muy apreciados en las buenas mesas. La ganadería no se queda atrás y los caballos de la zona son muy apreciados entre los nobles, pues son buenos ejemplares para la batalla y los menos afortunados, son excelentes para las faenas más duras del campo. Tal es la riqueza que se genera, que desde hace unos años, un maldito bandido conocido por Josu asola el valle matando en sus robos a aquellos que desdichadamente se cruzan en sus tropelías. Los esfuerzos de los más pudientes de la zona por capturarle han caído en saco roto, pues ni los mejores mercenarios han sido capaces de darle muerte.

- El concejo del Valle ha encomendadome la tarea de formar grupo de diestros et capaces hombres que den caza al tal Josu. Et aquí entrais vos, pues ¿quien mejor que un bandido para dar caza et muerte a otro?. - El cortesano saca entre sus ropajes un documento que acredita tu indulto, y despues de dejarte analizarlo prosigue. - Seréis nombrados alguaciles temporales et recompensados con quinientos maravedíes por cabeza al finiquitar el asunto. Cien cuando rubriquéis en el Valle de Mena y los otros cuatrocientos al traer la cabeza del Josu. - Mateo apoya una mano sobre tu hombro. - Et vos recibiréis aqueste documento con el vuestro indulto, más después debéis de abandonar Burgos et sus alrededores. -

 


 

A la caída de la noche acompañas a don Mateo a la taberna de Cesáreo, en la calle Tenebregosa. Allí disfrutáis de un buen vino mientras esperáis que llegue el resto de los hombres que formaran tu grupo. Allí los ha citado don Mateo. Impaciente e intrigado esperas la llegada de éstos...

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10/11/2013, 14:38
Mateo de Vallejo

...Y es que, el destino es así de incierto y juguetón. Tres guardias armados eran en quien Pelayo depositaba su confianza y tranquilidad, y al final, un vagabundo que no tenía ni donde caerse muerto fue quien salvó su vida y probablemente le había dado la clave para aumentar su fortuna y poder...

El vagabundo, de nombre Diego, a quien todos llamaban "el urraca" por su pico de oro, fue quien avisó al bueno de Pelayo que un noblucho del tres al cuarto pretendía acabar con su vida emboscándolo en oscuro callejón de la ciudad. El noble, resentido y arruinado por los prestamos usureros de Pelayo, quien recordaba a un judío por su manera de actuar, decidió que muerto el perro acabaría la rabia.

Y como nunca hay un enemigo pequeño, el noble subestimó al escriba, quien disponía de guardia personal y numerosos contactos en aquella ciudad, y al final, fue el noble quien acabó emboscado por los hombres de Pelayo al adelantarse éste a su jugada. El problema fue que aquello se les fue de las manos, pues en principio no debía haber muerte, pero el noble, orgulloso hasta el final, quiso vender cara su vida, y malhiriendo a uno de los guardias de Pelayo obligó al resto a darle muerte. Así fue como se complicó la vida y el negocio del prestamista, pues con un noble muerto y uno de sus hombres malherido sólo era cuestión de tiempo que la guardia llamara a su puerta. Y aunque Pelayo disponía de recursos, supo que no serían suficientes para hacer que todos los ojos que pronto mirarían en su dirección lo hicieran hacia otro lado.

Y ahí volvió a jugar un papel fundamental el harapiento del pico de oro, y es que días antes, un noble llamado don Mateo de Vallejo se había puesto en contacto con éste, encomendándole la tarea de encontrar a hombres de armas diestros y capaces en Burgos a los que pretendía encomendar una difícil tarea. Al parecer el trabajo había de realizarse en el Valle del Mena, a seis días de viaje desde Burgos en dirección al norte. Perfecta oportunidad para desaparecer un tiempo de la ciudad, pues el horno pronto no estaría para bollos. El urraca, con su pico, convenció a don Mateo de que Pelayo y Tancredo, bandido que trabajaba esporádicamente para el escriba, eran hombres perfectos para el trabajo. Aquella oportunidad vino que ni pintada tanto para uno como para el otro, pues Tancredo había desafortunadamente empuñado el cuchillo que dio muerte al noblucho en aquel oscuro callejón, y en el Valle del Mena se rumoreaba que el puesto de Regidor quedaría libre, pues don Gonzalo, quien actualmente lo ocupaba estaba gravemente enfermo. Aquello podía ser una gran oportunidad para Pelayo, pues de hacerse con tal cargo, su influencia y poder aumentaría exponencialmente, sin mencionar las posibilidades que ofrecería aquella posición para sus "negocios". Y puesto que don Mateo era parte importante del concejo del Mena, sería bueno tenerle a bien...

Y finalmente llegó el día, y a la caída de la noche acudieron a la cita de don Mateo, en la taberna de Cesáreo, ubicada en la calle Tenebregosa. Allí encontrasteis a don Mateo, un cortesano bien entrado en la cincuentena que disfrutaba de un buen vino acompañado por un inquietante personaje, que enfundado en una negra capa ocultaba su rostro tras una escalofriante máscara...

- Tomad asiento. - Dijo el noble.

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10/11/2013, 15:44
Mateo de Vallejo

...Justo ahora, cuando por fin Belarda ha conseguido cuanto se había propuesto; estable negocio donde llevar a cabo sus prácticas, buenos dineros, importantes contactos en la ciudad e incluso un buen amante, rico y de buena cuna...

Pero claro, como todo lo bueno en esta vida, a aquello le llegaría su fin. Y fue más pronto que tarde, y además, de manos de aquel asqueroso, viejo y maltratador comerciante que le había jurado su más puro odio y enemistad a la Belarda.

Amedrentado había quedado por don Juan de Valbuena, pero poco duró el susto, pues el tal Antón de Anzo era hombre sin escrúpulos, y aunque carecía de la posición de Juan, tenía mayor fortuna y mejores contactos que éste. Tras indagar minuciosamente sobre la vida y pasado de Belarda, así como de sus actuales prácticas, pronto pudo intuir que las "artes" de la alcahueta podrían ser tachadas de cuanto menos "inapropiadas" por la Santa Cruz.

Y así, sin saberlo, el pasado de la Berlarda le sirvió en bandeja su venganza. Rápido hizo correr el rumor de que aquella mujer era bruja huida de Dios y la ley, que ahora camuflaba sus oscuras artimañas bajo la apariencia de una simple casamentera, partera y demás menesteres en los que hacía de intermediaria. Mucho costó que aquel rumor calara en la ciudad, pues demasiados nobles y hombres poderosos se beneficiaban de aquellas prácticas, pero finalmente el asunto llegó a oídos de quien más temía Belarda. La Fraternitas Vera Lucis.

Cuando Belarda escuchó que un grupo de aquellos fanáticos se aproximaba irremediablemente a Burgos, decidió que era el momento de cambiar de aires. Casualidad y fortuna se dieron la mano, pues en aquel momento un noble cortesano, de nombre Mateo de Vallejo andaba por Burgos buscando un grupo de hombres diestros y capaces para hacerle no se que trabajo en el Valle de Mena, situado a seis días de camino al norte de la ciudad. No fue fácil concertar la cita, pues el cortesano buscaba hombres fuertes y diestros con las armas. La alcahueta se valió de sus contactos para conseguir finalmente cita con aquel, convenciéndole que podía ser de utilidad en cualquier menester que se propusiera.

Y al fin llegó el día. Con el corazón en un puño al dejar atrás su actual vida, negocio e hijos, Belarda se armó de valor y se dirigió al anochecer a la taberna de Cesáreo, ubicada en la calle Tenebregosa. No le quedaba otra, pues no tenía la más mínima intención de reencontrarse con los portadores de la "Luz verdadera".

Allí encontró al tal don Mateo, un hombre bien entrado en la cincuentena que disfrutaba de un buen vino acompañado por un inquietante personaje, que enfundado en una negra capa ocultaba su rostro tras una escalofriante máscara. Frente a ellos se encontraban sentados tres hombres; un harapiento que pronto reconociste como un mendigo que frecuentaba la calleja de tu negocio, a su lado un hombre bajito con aspecto de maleante cuyas botas gastadas reflejaban una vida de campo y camino, y completando la estampa había un hombre de aspecto inteligente, quizás un comerciante o escriba, que con intrigado rostro te observaba.

- Tomad asiento mujer. - Dijo don Mateo señalando la última silla que quedaba vacía.

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10/11/2013, 16:36
Mateo de Vallejo

La última en llegar fue una hermosa mujer, que aunque entrada en años, aún conservaba unas curvas voluptuosas y unos bellos rasgos. Don Mateo la invitó a sentarse en la última silla vacía, junto a los otros tres; un harapiento de pelo largo y descuidada barba, quien parecía hacer un enorme esfuerzo por mantenerse callado. Un hombre bajito y delgado, aunque de aspecto inquietante cuyas desgastadas botas daban a entender que era un hombre de campo y camino. Y el cuadro lo completaba un hombre bien vestido, de tez morena y ojos profundos que brillan con la chispa de la inteligencia.

Junto a don Mateo estaba sentado un hombre que ocultaba completamente su cuerpo y rostro con una capa de paño negra y una máscara hecha de cuero.

- Bienvenidos. Mateo de Vallejo vos fabla. Viejo et cansado cortesano. - Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de éste.

- Algunos ya sabréis el motivo de haberos mandado a reunir, et otros averiguaréislo agora. -

Comenzando por donde debe, comenta que reside en Vallejo de Mena, un pueblo del Valle de Mena que es zona de paso entre el Valle de Losa y el norte de la península, además de ser una vía secundaria del Camino de Santiago, motivo por el cual hay tanta creación arquitectónica por la zona. Todo esto ha generado que sea lugar de descanso para muchos mercaderes y una cosa ha llevado a otra, gestándose poco a poco un comercio entre los mismos que ha desembocado en la celebración de mercados mensuales de importancia. Además, la zona se precia de su propia tierra cultivable, que aunque algo salvaje, la calidad de los productos son muy apreciados en las buenas mesas. La ganadería no se queda atrás y los caballos de la zona son muy apreciados entre los nobles, pues son buenos ejemplares para la batalla y los menos afortunados, son excelentes para las faenas más duras del campo. Tal es la riqueza que se genera, que desde hace unos años, un maldito bandido conocido por Josu asola el valle matando en sus robos a aquellos que desdichadamente se cruzan en sus tropelías. Los esfuerzos de los más pudientes de la zona por capturarle han caído en saco roto, pues ni los mejores mercenarios han sido capaces de darle muerte.

- El concejo del Valle ha encomendádome la tarea de formar grupo de diestros et capaces hombres que den caza al tal Josu. Et aquí entráis vos, pues rudos hombres han sido enviados sin éxito antes, más credo agora haber encontrado el motivo. - Mientras hablaba el cortesano os observaba detenidamente, sin perder detalle ninguno. Analizaba su "mercancía". - El tal Josu, escóndese bien et debe tener contactos en el Valle, por tanto credo que alguien como Diego et Belarda pudieran ser de gran utilidad si saben aflojar las lenguas adecuadas. Trancredo et el aquí presente enmascarado habrán de facer el trabajo duro, cortando la lengua et la cabeza del bandido. Aqueste inteligente escriba debiere solventar los asuntos en los que primare el uso de la sesera. - En ese momento todos miraron a Pelayo, sintiéndose incomodo este pues al parecer debía ser la cabeza pensante del grupo, cosa que le agradaba tanto a él como al resto.

- Seréis nombrados alguaciles temporales et recompensados con quinientos maravedíes por cabeza al finiquitar el asunto. Cien cuando rubriquéis en el Valle de Mena y los otros cuatrocientos al traer la cabeza del Josu. - Generosa paga sin duda, más teniendo en cuenta que el sueldo normal de un mercenario no llega a setenta maravedíes al mes.

- ¿Alguna duda?. - Aquella era la pregunta final.

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10/11/2013, 23:00
El Cortalenguas

Sin duda alguna que había estado largo tiempo encerrado en la más absoluta de las penurias, tanto físicas como mentales; el ruido de las gotas cayendo sobre mi brazo habíase hecho mi fiel confidente, mientras que el trémulo y convulso viento que se colaba bajo la puerta de mi celda era mi nuevo amante, que me visitaba cada noche... Algún mirlo de día, y las lechuzas de noche. Oía a ambos afuera, mientras mi mente embotada en el hedor propio de los hombres se me enfrascaba en la cabeza como el más pútrido perfume de recuerdo...

¡Cuán sabéis de mi en el eso de matar, y cortar, y sesgar aún! ¡y cuán poco precisa y afable es el fondo de los hombres cuando se trata de estar en otra piel, una piel segura y sin un pasado turbio! ¿Mateo de Vallejo? ¡Qué pretendá ese hediondo farsante! Sin duda la víctima perfecta para darle justo placer a mis sentidos y a los de la gente que seguro que oprime, ¡cuálquier campesino me besaría las manos tras arrancarle la lengua y metérsela por el trasero!

Y ahora... fuera de mi refugio de golondrinas y corrientes heladas... Ahora, en medio de la gente, en medio de una taberna estaba yo. Solo. Desamparado. Más que nunca como siempre, y a la vez ¡Maldito Destino!, ¡aquel sitio lleno de ebrios y comensales y a la vez uno tan bañado en soledad! ¡Aquello no encajaba para mí!

OoOoOo Yo vivo en las alturas, en la sombra -dije tras Mateo-, no me disfrazo de Justicia para caminar como un siervo de la ley reconocido... O han quedado ciegos o es que he sido olvidado -me fijé ahora en el resto de clientes de la taberna, aquellos que seguramente huirían despavoridos al oir mi nombre y que, sorprentemente, no parecían hacerlo ahora-; cuando yo soy, ellos se van -hablaba de la población en general-; cuando ellos caminan tranquilo, yo rompo su descanso, y non pienso en el bien on el mal de violar o robar, apuñalar et matar... Has de estar muy seguro, hombre, en eso de darme manga ancha... -fue un poco irónico, pues fue el noble Mateo quien me dispuso, tras mi cautiverio, de mis ropas y mi máscara-. Yo no trabajo con nadie, yo no hago justicia por encargo... y tampoco llamarlo así querría... vos no lo entiende. Yo mato; así de simple. El que otros lo llamen "justicia" o "asalto" no es cosa mía -me refería a los apelativos que desde hacía tiempo muchos me habían puesto: unos como salvador, pues atacaba mucho a los nobles y ricos, y otros como asaltante y bandido, pues el cortar lenguas y segar la vida tan a la ligeraa non eran cosa de costumbre-. Iré a Valle de Mena, mas en solitario -miré al resto, y aquello parecíame de risa: había dos hombres perfectamente capaces de atrapar a ese tal Josu con una mano tras de sí, pero... ¿una mujer y un escriba? ¿Acaso aquello era una visita de escuela?-. OoOoOoO

¿Aquéstos tiempos habíanse vueltos locos? ¡Y sí! ¿¡Quién dice que no!?

¡¡Uno no se dedicaba a robar carneros por HAMBRE!!
¡¡Uno se dedicaba a despiezar miembros y teñir las hojas por GULA!!

Notas de juego

Las marcas "OoOoOoO" de mi personaje en sus diálogos denotan la voz ronca que posee...

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11/11/2013, 00:20
Diego "el Urraca"

Diego sonreía mientras estaba sentado en la taberna, con la oreja puesta en todas partes. Las cosas habían mejorado para él: huir de Toledo viajar a Burgos era la mejor decisión que había tomado en su vida. Desde que empezase a extender su red por la ciudad (¡Pero qué ilusa podía llegar a ser la gente de Burgos! ¡Jamás en Toledo consiguió tantos contactos et información en tan breve tiempo!), apenas hacía unos meses, su vida había cambiado por completo. El dinero (poco, mas mucho más abundante del que recib¡ría mendigando en la vieja capital castellana durante meses) sonaba alegre en su vieja y amarillenta bolsa e incluso podía permitirse un vinacho en la taberna.

Ayudar a Pelayo fue una decisión fácil. Era un nombre que ya había escuchado en otras ocasiones et al que sabía le convenía arrimarse, pues omne ¡nfluyente era en la ciudad. Además, algún maravedí de más no vendríale mal. Tras evitar su asesinato y acabar con aquel noble de tres al cuarto, la relación "profesional" entre Pelayo y Diego continuó con algún trato que otro más, hasta que poco a poco convirtióse el trabajo que realizaba para el escriba en su principal menester.

Poco trato tuvo con sus hombres, mas el tal Tancredo llamó su atención. Como fiero combatiente le pintaban los rumores, et tras escuchar de la boca del propio Pelayo la historia de cómo acabara con la vida del noble, Diego supo que era omne a quien respetar.

Una mujer llegó entonces et tomó asiento junto a ellos. Diego apartó la oreja de una conversación de borrachuzos (que discutían sobre la mujer de cuál parecíase más a una vaca) para fijar su vista en ella. Non era mujer joven, mas aún conservaba esbelta figura et gran belleza. Algo en ella le recordó a las putas con las que se crió allá en Toledo. No era su aspecto, era su actitud, sus gestos. Mujer astuta debía ser, non cabía duda, et a buen seguro, a pesar de que dudaba que fuese mujer de vender su cuerpo, era mujer que se dedicaba a los tejemanejes amorosos. Una alcahueta, quizá, o la regente de un burdel.

Mateo, a quien conociera días atrás, empezó a exponer la situación. El Urraca siguió mirando a la mujer, quien más tarde supo que llamábase Belarda, mientras el cortesano seguía relatando la historia que él ya conocía (pues habíase encargado de fablarle bien de su amigo Pelayo et el buen Tancredo para esta misión).

Una vez hubo terminado de fablar, el extraño encapuchado que le acompañaba (y cuya presencia tenía al Urraca mosqueado, pues jamás había él escuchado fablar de tal omne, et es extraño que alguien con aquesa apariencia pasase desapercibido...) empezó a relatar un extraño y siniestro soliloquio que púsole los pelos de punta al buen Diego.

-Faced como veáis, buen omne, mas debiérais compartir camino con el nuestro grupo al menos durante un tiempo. Debiéramos ponernos de acuerdo en cómo llevar a cabo la misión antes de partir de aquesta misma taberna, pues asunto fácil non es el que tenemos entre manos.

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11/11/2013, 08:43
Belarda Olayes

Non andaba yo desatiná, que era aqueste arreglo de mala muerte, et non de gentes de bien.

Llegué a la taberna del Cesareu envuelta en paños, non mu bien vestía, que non era menester de llamar la atención, que non pocos andábanse fijando, et en esos barrius a uno le cortan la garganta por menus de lo que vale un majueto*, non digo ya un bienvestir. Allí estábanse ya sentaus los cuatru de marras, et aqueste que nus había de contratar, et yo, que siempre he siu de buen aparecer, sonreí a todus, que bien sabía yo que estos no estaban acostumbraus a que les mirase bien moza sin aflojar la bolsa. Sobre tó sonreí a uno, el que luegu Mateu llamó El Urraca, que tenía pinta de haberse sacau dun estercoleru.
Mas non me hube apenas sentau, que ya estaban reburdiando*, uno que llevaba una máscara, et daba más miedo que otra cosa. Parecíame a mi que habíamos iu a fuñicar* a la taberna, et non andábame yo para aquestas.

- Andaros tranquilo Mateu. - dije al adinerau - Que bien sabéis que podéis contar conmigu. - et sonreí a todus, aunque no al de la máscara, que dábame miedo de solo mirarlu - Bien nus entendemos, que non han de ir los hombres solos, ¿verdad?

Notas de juego

* Majueto: Baya asturiana.

* Reburdiar: Protestar, gruñir

* Fuñicar: Perder el tiempo

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11/11/2013, 08:50
Belarda Olayes
Sólo para el director

Non gustábame aquel asunto un pelu, pero que iba a fazer yo, que en quedarme en Burgos bien podía írseme la vida, et non iba yo a arriesgarme a que aquestos desgraciaus condenasen también a mis fillos, sobre todo a la pequeña Dulia, que tales mañas dábase para los fechizos, que la andaba yo enseñandu. Ya sabía yo las que se gastaban estos asesinus, et más valía salir de Burgos, manque fuese solo por proteger a mis pequeños. Tranquila andaba con Xosé, que don Juan a buen recaudo le tendría, menos con Olay et Dulia, a los que encomendé protegerse el uno al otro, et no andar enseñándose más de la cuenta por las calles en aquestos días, et, sobre todo, non darse a conocer como fillos míos.
En cuanto a Mateu et sus encargus, ya pensaría yo el modo de fazerlos, que non iba yo a convertirme en degüelladora, con lo que había sufriu, sin buena causa (que non me importaban a mi los maravedíes).

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11/11/2013, 11:40
El Maligno

Notas de juego

Un detalle que se me había olvidado mencionar. La posada está vacía, al parecer la ha "reservado" don Mateo para el encuentro. Solo estáis vosotros y el posadero. Disculpas...

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11/11/2013, 13:52
Mateo de Vallejo

La paciencia y los buenos modos del cortesano desaparecieron cuando contestó al enmascarado.

- ¿Habedes olvidado ya como vos saqué de aquella celda? Non erais más que un saco de herpes, pústulas et inmundicia, por non dar mención las liendres et la sarna que acuciaban la vuestra enfermedad. - Tras esas palabras la cara de todos quedó helada, preguntándose asi mismos que clase de enfermedad portaba aquel enmascarado.

- Dame lo mesmo si os llamáis alguacil, asesino o lo que vos queráis. Pero non olvidéis que vos he sacado por un motivo, et puedo asegurarvos que de igual facilidad vos haré volver al hueco. - Poco a poco el tono de voz del cortesano fue bajando en intensidad, y con él, el ánimo de éste.

Unas ultimas frases le dedicó al enmascarado antes de dirigirse al resto: - Llamadlo justicia, encargo, asesinato, o lo que vos plazca, mes lo mesmo. Pero tened claro que lo que si es, es vuestra libertad. Si la queréis, faced el trabajo. No hay nada más que decir del asunto, et si non queréis ir en compaña con el resto, vuestra es la decisión. Pero una última cosa vos digo; si menospreciáis al Josu, seréis esta vez vos quien acabéis con la lengua fuera de la boca. - Y ahí se lo dejo aquel cortesano que no adornaba sus palabras.

Y la lógica primaba, pues un alguacil temporal que antes había sido asesino, era algo realmente difícil de digerir, y con ello quedaba claro el poder y contactos que tendría aquel cortesano para poderse permitir tal locura. Fuera como fuera, aquel enmascarado acompañara al resto o no, haría bien en moverse más bien en la noche, y frecuentar lo menos posible las multitudes. Nunca se sabía como podía reaccionar la gente, o si algún familiar de alguna víctima de aquel, andará resentido y fuera a tomarse la justicia por su mano. "El cortalenguas" era un personaje inquietante y así lo sintieron sus nuevos compañeros...

- Mañana al alba partiremos. Disponéis de lo que resta de aquesta noche para prepararvos. -

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11/11/2013, 18:48
Tancredo

Placeme. ¿ cuanto de dineros danoslos agora? Pues algo necesitaremos para gastar mientras.

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11/11/2013, 21:43
Pelayo Rodríguez

Pelayo llegó a la taberna sin tener muy claro que era lo que se necesitaba de él, pero fuere lo que fuere, cierto es que le venía como agua de mayo, pues peligraba su vida y su modus operandi si no se ocupaba en otros menesteres fuera de la ciudad de Burgos. Necesitaba, lo que los hombres de letras y de leyes como él llamaba coartada.

Llevose este una alegría al entrar en la taberna y enterarse del por qué de la ausencia de parroquianos. Aquel que lo llamaba tenía la misma idea de discreción en los negocios que él mismo. Le gustaba, y en cierto modo le daba seguridad.

Dos de los presentes eran ya conocidos, y una suerte de siervos sullos, a los cuales, aunque jamás lo reconociese, debía bastante, entre otras cosas, la vida. Los otros, todos de su madre y de su padre, no le daban tanta seguridad, una mujer que no hablaba bien el castellano y que parecía una suerte de meretriz por lo que Mateo había dejado entender entre sus palabras, y un hombre enmascarado del que algo había oído hablar. No le gustaba trabajar con alguien sin antes tener un buen informe sobre él, pero las circunstancias y el contexto eran excepcionales, y no se podía permitir poner pegas.

Examinó bien con la mirada y oídos los gestos y palabras de los presentes y no pudo retorcer un poco la cara cuando Mateo lo puso en cierto modo, al cargo de la planificación de la tarea, pero de nuevo, no podía permitirse rechazar el trabajo, más viniendo de un hombre de tan alta posición y buenos contactos.

Esperó a que todos terminasen de hablar antes de pronunciarse el mismo. Fue tras las palabras de Tancredo que Pelayo aclaró su voz:

-Disulpadme Tancredo - hizo una pausa mirando a Tancredo y poniendo una mano sobre su brazo, pero sin tocarlo, y luego dirigiendo su mirada al mendigo-, yo correré con los gastos que no cubran los maravdñies que se os adelantan al trabajo, más los de pico de oro, pues no debéis abusar de la generosidad ni la paciencia de nuestro anfitrión.-Luego, enfocando su mirada al concejal y mostrando su mejor sonrisa y afable tono, continuó la prosa - Pláceme que me hayáis convidado a esta juntanza Don Mateo de Vallejo, y haré todo lo posible para cumplir con la misión que nos encomendáis, tenéis mi palabra y la de mis hombres. Más ya que tócame la parte de planificación, me gustaría poder hablar en privado con vos, no os robaré demasiado tiempo, pues no hay demora en lo que os quiero plantear. Si lo tenéis a bien, claro está.

Mientras decía estas verbas, hizo un gesto al tabernero/a para que se acercase a la mesa.

Notas de juego

Entiendo que uno de mis soldados está herido pero...que hay de los otros dos? Han podido acompañarme al encuentro y estarme esperando fuera?

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11/11/2013, 22:47
Tancredo

Si quereis soledad, que la mi presencia no sus lo impida.

Saldré a echar meada.

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11/11/2013, 22:48
Tancredo
Sólo para el director

salgo fuera a fisgar por los alrededores de la posada, los establos, edificios anexos,,,

Lo mismo hay algo que rapiñar...

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12/11/2013, 00:31
Diego "el Urraca"

Pelayo estaba ya haciendo de las suyas, sin duda buscando sacar alguna tajada mayor de toda aquesta historia, cuando Diego púsose en pie dispuesto a salir a la calle a estirar un rato las piernas et darle a la sesera sobre cómo plantear este asunto. Su mirada cruzóse con la del tipo enmascarado (o eos mismo parecióle, pues imposible era advertir su faz bajo aquella horrenda careta) y un escalofrío recorrió su espalda. Ni una migaja de gracia hacíale aquel extraño omne que la misma encarnación de la muerte parecía. Esperaba tener poco trato con semejante ser, mas de tenerlo, confiaba en que estuviesen en el mismo bando.

El Urraca sentióse un poco más seguro sabiendo que Tancredo también acompañaríale afuera, pues poco confortable seríale estar a solas con "el cortalenguas", de modo que aprovechó la ocasión.

-Diego, para servirla -presentóse a la Belarda tomándola de la mano et plantándole un descarado beso en el dorso de la misma-. ¿Haríame el favor de acompañarme a la puerta? Aquí los omnes de negocios necesitan intimidad, et nada bueno puede pasarle a mujer sola en una puerta de una taberna. Que ya sabe lo que dirían las malas lenguas... Mas no preocupese, Belarda, que la mía es de las buenas-una sonrisa pícara adornó su descuidado pero no desagradable rostro- Permítame que la acompañe... -seguía tomándole la mano conforme fablaba.

Notas de juego

Disculpas. Quizá me adelanté suponiendo que había gente en la taberna...

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12/11/2013, 09:44
El Cortalenguas

El cortesano tenía razón. Me tenía agarrado por las partes bajas... Sin embargo, antes de que me arrancase la lengua la suya estaría fuera con más premura y bien que serviría de guiso en cualquier cocido de la villa... Aun la libertad era más importante que la propia vida, sin duda alguna; y no pensaba yo tal sin haber visto la grandeza y la inmundicia alguna (¡y ojalá hubiera sido a partes iguales...!), por lo que no tuve más que callar mi ronca voz y salir a la calle, no sin antes echar un vistazo al tipo bien vestido, el de los dineros que decíase, pues quería hablar con el Mateo... Ese tal Tancredo, dispar sin duda, quizá sería una buena baza para el que dice el Josu...

oOoOoOoO Voy fuera oOoOoOoO -dije secamente mientras dejaba a las dos parejas de tórtolos peinarse las alas...-.

Rápidamente, subí mi capucha y me la coloqué sobre el rostro. Salí a la calle como si nada, esperando las primeras órdenes. No recordaba haber estado tanto tiempo a plena vista de cualquiera, allí, en la calle, como si nada.

 

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12/11/2013, 10:35
El Maligno

Allí estaban aquellos personajes, reunidos en la puerta de Casa de Cesáreo, y sin saber muy bien como y por qué, el destino les había unido junto a la necesidad de abandonar por un tiempo aquella ciudad. Los unos miraban a los otros, algunos intentaban entablar conversación, otros ya se conocían, y todos miraban con recelo al enmascarado. La capucha negra de éste por suerte cubría bastante bien aquella máscara de cuero, haciendo necesario un buen escrutinio para reconocerle como el infame "cortalenguas". La noche era oscura y poco movimiento se veía por la Tenebregosa, salvo algún esporádico alguacil que en la lejanía caminaba alumbrándose con una tenue lámpara.

El camino de mañana sería largo, y poco tiempo había para hacer los preparativos para el viaje y disfrutar de un buen descanso. Impacientes esperaban que don Mateo y el tal Pelayo acabaran su charla privada...

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12/11/2013, 10:49
El Maligno

Tancredo se separa un momento de vosotros y se adentra en un callejón contiguo, dice ir a "cambiar el agua al canario".

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12/11/2013, 10:51
El Maligno

Te separas de aquellos tres dispares personajes con excusa de vaciar vejiga, pero con la verdadera intención de rapiñar algo. Te adentras en un oscuro y sucio callejón contiguo a la posada de Cesáreo pensando encontrar algo interesante allií. Cuando crees que perdías el tiempo, pues nada interesante ven tus ojos rapaces, escuchas la voz de don Mateo y Pelayo. Quizá si te pegas bien a una ventana cercana que da al interior de la posada puedas entender lo que dicen.