Partida Rol por web

Como solo falta Willem por escoger raza, abro el turno 1, por ser el primero, donde surgiran miles de dudas (de los nuevos y los veteranos) alargare el turno 1 hasta el jueves que lo cierro, ok?

Bueno ya veremos! xD.

TURNO 1.

Como regalo de bienvenida, Albur y los grandes señores de las razas, os obsequian a todos con una ciudad de inicio desde la que arrancar, podeis situarla donde sea, siempre que no pise otra ciudad y a mas de un cuadro de distancia de las otras ciudades.

menuda basura de tirada...

Bueno, a lo que iba, en el mapa, el punto rojo de los Sekaar (pone Tagrat) es solo tagrat, o son las 4 ciudades contiguas??

Aunque tengo los Tvus, se me van los ojos a los pedruscos sin querer...

Pues un poco si...

Tienen 4 ciudades ademas de Tagrat? Buscar algo por el Tomo 0 es un poco caotico, sobre todo los ultimos turnos y se me escapan muchas cosas.
La Megapolis de los Tvus, si que estan las 5 y si las otras fueron creadas en la anterior partida (con sus costes y eso) tambien estan, aunque yo no sepa donde estan xD.

Dime los nombres y si tienen coordenadas y no estan tambien para añadirlas xD.

Son 4 ciudades en total, Tagrat en el centro, y como anexadas a ella, otras 3 mas (Como formando un triangulo alrededor)

No son coordenadas en concreto, contiguas a Tagrat y ya esta (Como si pones un punto gordo)

Los demas detalles te los doy mañana que tengo la cabeza como un bombo, voy a planchar la oreja XD

Aaaadios!

Primera tirada de poder XD 

Yupiii, linda tirada!

Era costumbre entre los gigantes, que el nombre de los primogénitos empezara por la primera sílaba del nombre de su padre, cuando el Rey Gigante Loki, hijo del Rey Gigante Oslo, murió en manos del mismísimo dios del asesinato el pueblo se quedó sin guía, jamás se había contemplado la posibilidad de que un miembro del linaje real muriera y la última de las ciudades: Doream Maroon quedó confusa.

Las cámaras de sabios gigantes estaba llenas de disputas, los gigantes eran listos como ninguno aunque les faltaba experiencia y sabiduría, pero eran capaces de mirar por el bien común de su raza entera sin atender a pretensiones personales, asi pues, se hizo lo que no se había hecho durante 3 reinados, se coronó al segundo hijo de Oslo: Lombo, que como tributo a su hermano caído, tomó también el nombre de Loki (uséase su última sílaba). Así fué coronado el cuarto rey gigante: Kilombo.

Su primer mandato, fué construir una enorme galera que volviera al viejo continente, y recuperar Talruum, arrasada por los ejércitos de Yoonel posteriormente al gran cataclismo que provocaron. La vuelta a través de los mares era segura, los gigantes se habían convertido en grandes navegantes, y sus gargantuescas naves eran como gigantescas islas flotantes empujadas por remos de hasta doce metros.

Atravesaron las cordilleras y volvieron a las ruinas, los muertos habían abandonado el lugar, tan solo quedaban enterrados las docenas de cadáveres de gigantes que hubieran caído en aquella ciudad a los pies de las montañas. Pero ahora, tenían la magia de la tierra, gran hallazgo de la raza gigante durante el mandato del segundo rey gigante Oslo.

La ciudad, antaño construida por métodos manuales, fué completamente restaurada por la magia, aunque perdiera la elegancia artesanal de las habilidosas manos de los gigantes, ya tendrían tiempo de refinarla, ahora tenían de nuevo su asentamiento original, reconstruido, el concilio de eruditos se volvió a formar entorno al nuevo Rey Kilombo, y el palacio de piedra pronto volvió a erigirse por encima de los peñascos frente a la gran llanura y dominando el gran lago.

                                        La Ciudad Gigante de Talruum

Era una época convulsa, de guerras en la que los gigantes no habían proclamado su ansia de sangre, y sin embargo, nadie habia tenido piedad de ellos, y nadie habia acudido a ayudarles cuando fueron atacados.

Los gigantes jamás habían adorado a ningún dios, y si bien la diosa Khnoss, señora de la sabiduría tal vez encarnara lo que ellos más anhelaban, la falta de amparo por ella y su raza hacia que los gigantes recelaran de ninguna religión. Aún así, los Tvus o los Kohiri, mantenían los mismos valores que buscaban la sabiduría, por lo que, los gigantes enviaron emisarios a ambos bandos, sin saber que iban a encontrar.

El emisario Todor marcharía por las llanuras en busca de los kohiri, y el emisario Hodrum iría al monte Skraag, en busca de los eruditos Tvus, los gigantes, pese a anhelar la búsqueda de la sabiduría, eran poco pacientes, poco permisivos, y entraban en una furia berserker con facilidad, ello les hacía pésimos habladores.... tal vez fuera esa la maldición que les dejó Pyaray tras abandonarles en el mundo, junto al gran poder que les brindó

5p para comenzar :3

Llewyn, Expedicionaria Jefe de los Vandrer en la estación Hydratan, quemaba ociosamente figurillas en su caldero. Junto con el incienso que perfumaba la tienda-habitación, el olor a papel quemado llevaba sus deseos, sus miedos, sus angustias hasta el cielo.

En el cielo, estos pensamientos viajaban hasta las nubes, y las nubes los llevaban por todo el mundo. Por el mundo, hasta Vandrerfan. La fabulosa Ciudad en el Cielo, maravilla incomparable de Albur.

En un rato, media hora tal vez, tendría que abandonar la frescura de su tienda para enfrentarse otra vez a la húmeda jungla que rodea Hydratan. Hydratan, el depósito de Monstruos. Las Tiendas Multicolores.

Donde Razas venidas de aquí, y de allá, se juntaban para mendigar el oro de los Vandrer por exóticas bestias, especias, todo lo que podían juntar.

Hipocea, hija del jefe Garihon, tercera de su nombre, supero las pruebas de El Camino que le enfrentaron a tres de sus iguales y gano el derecho a dirigir a la tribu del Sol de Oriente

Su primera decisión fue que el campamento de la tribu quedara establecido al pie de Skraag, en el punto en que las cascadas del Kirag formaban el rio del mismo nombre, este enclave semipermanente seria el hogar de los kohiri en los años inciertos que se avecinaban

El suplicio había terminado. Así lo determinó ella, tras vivir como tantos otros en carne propia los caprichos y maldiciones. Ni siquiera podían ser considerados un pueblo en el comienzo y el estado anímico de esa gente se encontraba sumamente mermado, como si la ponzoña no solo hubiese actuado en su forma física.

Mas ella decidió levantar la cabeza. Si nadie de ellos dejaba de auto-compadecerse -aunque realmente tenían motivos para ello-  no habría un porvenir para siquiera un intento de mitigar su dolor. No era que a ella no le aterraran tanto como al resto los sucesos pasados, es mas, quizá había sufrido mas que todos los que caminaban consigo juntos. Pero decidió sacrificar la piedad consigo misma a cambio de mostrar un rayo de esperanza para aquellos que le acompañaban, aquellos de los que el Gran Á se había apiadado.

Su peregrinaje fue largo y agotador, pero finalmente, cuando pasaron mas de dos meses sin ver a ningun otro pueblo, Procellae, ahora también bajo el sobrenombre Viento de Fé dió el visto bueno para asentarse definitivamente. Lejos de molestias mundanas y libres de interferencia de cualquier tipo, empezaron a levantar con su propio sudor los cimientos de lo que sería una de las mas fantásticas maravillas jamás vistas. Porque aún, a pesar de todo tenían consigo la energía de la naturaleza, y esta fue su aliada en todo momento.

Las nubes y la niebla se dieron la mano a la hora de despistar extraños. La roca fue esculpiendose y colaborando en la creación de sus hogares. El magma interno de la tierra fluyó mansamente por puntos predeterminados para brindar calidez a aquellos que la necesitaran. Las aguas se purificaron y cubrieron la parte inferior de la ciudadela, marcando allí el lecho de aquellos que la invocaban. El verde crecía a la par, proporcionando alimentos y aire puro, aunque tuvo que acostumbrarse a no crecer apuntando al cielo, pues el fuerte viento que surcaba la región en todo momento le obligaba a encorvarse y con el tiempo se desarrollaron con las raíces mas robustas y profundas que se hubiesen visto jamás, para evitar ser arrancadas de raíz por el tormentoso clima. Pese a que esto sin dudas a cualquiera le hubiese resultado molesto, a los pobladores solo les llenaba de dicha ya que aquel constante viento vino por primera vez de Procellae como una expresión de libertad y entusiasmo. Y dia a dia seguía con la misma intensidad, reflejando aquel sentimiento con cada soplo.

La Ciudadela, una vez terminada, fue bautizada por unanimidad como la Ciudadela Tempestad, y a la fuerte correntada que allí los había empujado, se le aclamó como emperatriz, con la que comenzaba una nueva era de esperanza. Junto al paso de los años, las distintas energías que confluían fueron consolidando un respetuo mutuo, si bien siempre existía la rivalidad y la competencia por el orgullo de cualquier mortal. Hasta hoy es sana y llevadera, como una pelea entre hermanos pequeños. El motivo de todo aquel aislamiento fue exactamente el mismo por el que un animal se enrrosca sobre una pata herida en soledad: protegerse para sanar. Y finalmente, parecía estar completado. Y trajo aún mas dicha ver que las nuevas generaciones empezaban a adaptarse aún mas a su hogar, pues algunos empezaron a manifestar formas mas concretas que el boceto general. Empezaban a verse identidades asociadas al sol matinal, el hielo que cubría los picos de las montañas, a ominosos relámpagos de neón que dividían el cielo en ocasiones.Asi mismo, también estaba un reducido numero de pobladores, todos jovenes y con deseos diversos que empezaban a plantearse el ver otros lugares, mas allá de las nubes gris-perla y las montañas que les amparaban. Cuando todo esto llegó a oídos de ella, acompañado de preguntas sobre consejo, no hizo mas que aceptarlo con una sonrisa amable. Mas que nadie ella conocía el verdadero significado de la palabra libertad, el viento vagaba por el mundo con espiritu errante y salvaje. Aunque quizá ese era el inicio de la llegada de visitantes a sus tierras, sabía que las cosas debían seguir su rumbo. Intentar lo contrario sería como intentar bloquear una ventisca con las manos.

Fue un periodo convulso, pero al final, tiempo despues de la gran batalla
de la Llanura de las Almas, se volvio a la normalidad... A su normalidad...

A los pies de Skraag, al norte de Naghaurn, habia un pequeño cumulo de
Tvus, entre lago, bosque y montaña, y alli la Secta del Ala Negra podria
aguardar pacientemente...

En un lugar tan prospero, el numero de habitantes crecio rapidamente,
incluyendo a tan oscuros individuos...

La Secta aprovecho el florecimiento para manejar como a titeres los hilos
de la ciudadela, todo iba tan bien que su influencia era mas una ilusion
que un hecho. No obstante, tan solo estaban preparandose...

Aun habia muchas cosas que hacer en Albur...

Ahora mejor organizada, y con una infraestructura optima para sus
intenciones, la Secta volveria al mundo...

Pankheru (51:24) era un lugar apacible y tranquilo, rico en materias
primas, lugar de paso antes de llegar al Gran Mercado de Naghaurn...

Tambien muchos rumores llegaban de la megapolis, camuflados tras
rostros ocultos bajo capuchas en la oscura noche...

Trabajaban para la secta sin saberlo...

Nairreh paseaba por el templo mientras docenas de hermanos albañiles corrían de un lado para otro. El Har-Ail portaba una inmaculada y brillante armadura blanca. Era el símbolo de la paz, del equilibrio, del guardián. Él formaba parte de los Caballeros Blancos, los guardianes de Alharei. Como uno de los miembros de más alto rango de la jerarquía de los leónidos había sido destinado por la Orden del Grifo para establecerse en el continente central de Albur.

Los leónidos habían viajado durante mucho tiempo por el mundo repartiendo la palabra de la justicia y protegiendo al débil, en solitario. La Orden había decidido que era la hora de reunir a todos los viajeros bajo una sola bandera, porque la unión hacía la fuerza.

Todos los Har-Ail que habitaban el gran continente se unirían para cumplir su misión, juntos.

El Caballero Blanco siguió paseando hasta que vio a lo lejos a un hermano que vociferaba mucho más que los demás, dando órdenes y dirigiendo la construcción. Éste se encontraba frente a un enorme plano lleno de dibujos y anotaciones en todos lados.

- ¿Qué tienes para mí, Cicero? – le preguntó Narrieh al maestro albañil.

- Progresos… muchos progresos… - comenzó Cicero.

Cicero era conocido entre los Har-Ail por su increíble inteligencia, su poca mesura a la hora de decir lo que piensa y, sobretodo, por su mal genio cuando las cosas no salen como ha previsto. Sin embargo esta vez se mostraba contento, deseoso de demostrar que sus resultados eran los esperados, incluso más. Cuando todo funcionaba correctamente, cuando cada pequeña pieza de un gran proyecto hacía lo que debía, Cicero se mostraba satisfecho.

- El templo se acabará de construir incluso antes de lo previsto – anunciaba el maestro albañil -. Los hermanos han trabajado bien, muy bien, muy bien.

Cabía decir que era también algo raro en la forma de comportarse.

- Es agradable oír tan buenas noticias – Narrieh sonrió.

- El Templo del Coraje. No es como el de Alharei… ¡pero es mejor! – respondió Cicero, animado -. Un gran punto de reunión para todos los Har-Ail de este continente. Será perfecto, ¡perfecto!

Para el excéntrico albañil una obra suya no podía ser menos que perfecta.

Llewyn descorrió la cortina de su amplia y lujosa tienda. En el exterior, ahora en penumbras, la actividad del día era lentamente reemplazada por infinidad de lamparillas y globos luminosos que preparaban a todos para la noche. El comercio en Hydratan no se detenía; como mucho, era un ciclo.

Y todo esto era posible a los hombres y mujeres, la mayoría Vandrer pero también de distintas nacionalidades, que formaban parte del gobierno del asentamiento. Llewyn saludó con la cabeza a Guirt, un Naya de abultado abdomen, paso dubitativo pero ágiles ojos y dedos. La mente de Guirt era un arma, un arma lista a ser desenfundada, aún más temible que el largo cuchillo curvo que la Jefe Expedicionista llevaba en la espalda.

Al final de la calle, inspeccionando balas de lana ingresadas a un almacén, Yrue'k anotaba en una tablilla los detalles del cargamento. El Vandrer era alto y flaco, un poco lento en sus ademanes y palabras, y considerado por muchos como un patán abusados cuyo único propósito era reclamar el pago de las primas.

Ambos, como una decena de personas en Hydratan, llevaban al cuello el signo de la Hoja. Un círculo de madera tallada con la forma redondeada de una Hoja, partida al medio en dos colores: verde y negro. Verde por la vida de las nuevas tierras, la vida que aportaban a Vandrerfan a su paso; Negro por la muerte siempre presente, la Muerte asechante en cada peligro del camino.

Ellos, juntos, eran los dedos, ojos y oidos de Llewyn. Eran la Cofradía de la Hoja, los Rectores de Hydratan.

Cuando finalizó la construcción de la ciudadela, empezaron a repartirse tareas. Y esto puso bastante nerviosa al recién consumado pueblo. Anteriores experiencias les hacían temer a la ya pasada agonía, causada pir malas decisiones. Confiaban y señalaban a la Ventísca de Fé por su esfuerzo por sacarles adelante, pero no sería la primera vez que varios veían a un monarca justo sucumbir a la negligencia. Viendo esto, propuso algo bastante coherente y tranquilizador. Una asamblea con todos ellos presentes, debatiendo ideas y editando leyes. Tomó toda una noche de vigilia, con una luna nueva como casual testigo de la creación de un sólido y esbelto modo de vida, y de gobierno: El Ojo de la Tormenta.

Acepto la tarea que me encomendáis -La voz de Procellae sonaba sincera y cristalina- Pero me niego a que solo uno de todos nosotros tenga la libertad de decidir temas delicados para el bienestar de todos. De los mas sabios esta noche se escogerán hermanos que juzgarán mis actos, y me ayudarán en todo momento como pilares.

Esto fue aclamado y acogido inmediatamente, a la par que se desataba la catarata de ideas.

Los elementos se respetarán entre si, y cada uno tendría su area en esta tierra. Porque todos provenimos del mismo lugar y queremos lo mismo, la naturaleza.

Cada uno será libre de marcharse si así lo desea.

No podemos tolerar la presencia de nuestros lejanos hermanos, exceptuando que este mas que comprobado que o bien tienen una relación nula con el culto a Luciel, o le han repudiado en su totalidad. Esto ultimo, será juzgado por el emperador o emperatriz y los consejeros que le acompañen.

Esta de sobra decir que la presencia de seguidores de Luciel no será tolerada. Asi mismo, no deberíamos olvidarnos del Gran Á y Elocc´Iso, quienes sanaron nuestras dolencias y nos protegieron respectivamente. Shenkis representa lo que somos, así que tampoco ha de ser omitida. Honrarles es lo menos que podemos hacer.

En caso de que alguien ose amenazarnos, TODOS lucharemos y colaboraremos sin importar nada. La única excepción a esto puede aplicarse a los niños y aquellos que sean incapaces en todo sentido de colaborar.

En caso de que el heredero del emperador o emperatriz presente claros signos de no ser digno de tomar el mandato de estas tierras, se elegirá a uno de los miembros del consejo para llenar este hueco.

Entre otras, estos fueron ligamentos importantísimos para la joven civilización. Fueron escogidos además de la emperatriz, los seis hombres y mujeres que habían sido responsables de las anteriores expresiones como el Consejo de Roca, como fue nombrado en alarde a la estabilidad y dureza de este elemento.

Fue así, como El Ojo de la Tormenta surgió para bien de la Tempestad, impregnado de la justicia y libertad que tanto habían anhelado generaciones anteriores. Por fin, estaban siendo prosperos.

El tiempo pasa y como siempre que una era llega a su fin, numerosos cambios acompañan el comienzo de la siguiente.

Ohh’lp’lh , la Perla de Pyaray, adoptó una pose más relajada en su nuevo trono. La nueva reina de los sirénidos contempló su palacio con satisfacción. Luego de que el abrazo opresor de su dios creador los librara a su suerte, la cantora había luchado por el control y tras un último y sangriento enfrentamiento con otra facción liderada por aquella cuya cabeza adornaba la entrada del salón principal, ahora todo el pueblo respondía al poder que desataba su voz.

Las eras de la supremacía de los dioses han quedado atrás, ahora los mortales tenemos el control del mundo.

La sirénida sabía que su raza debía cambiar y adaptarse a los nuevos tiempos si quería conservar la supremacía de los mares e incursionar en tierra firme. Por eso, como primera medida luego de consolidar su tiránico poder, había creado una orden, Los Hijos de la Sal, quienes serían los encargados de colonizar las costas y empezar las primeras relaciones políticas y comerciales con los habitantes de la superficie.

“-Las órdenes han sido claras. Sabéis lo que tenéis que hacer. Id hacia la bahía de los Corales, allí fundaréis el primer asentamiento. Cuando la ciudad esté levantada, preparad mis estancias. Pasaré un tiempo con vosotros para conocer a nuestros vecinos.”

La primera ciudad de la nueva era ya tenía su emplazamiento. La reina, complacida consigo misma miró por una ventana de la estancia al exterior. Los primeros pasos ya habían sido dados.