Unas huellas que seguir

Fue justo al amanecer. El olor a muerte llenaba el lugar, martilleando en vuestros paladares y anunciando la desgracia. Y, mientras tanto, vuestras consciencias crecían hacia un lugar extraño a medio camino entre vuestras mentes.

De repente, ahí estabais. Ohtar, Guardían del Bosque, guerrero y luchador. Y Aidane, habitante de las Ruinas, temerosa e inteligente. No hizo falta más que una mirada para saber que podíais confiar el uno en el otro. Que Aidane no estaba ahí más que para aprender.

-¿Por qué me has elegido? Francamente desconozco que interés puedes tener en seguir en mi camino. -preguntó.

La fata observó a Ohtar. No comprendía sus dudas, ella quería aprender y le había elegido a él como mentor ¿Qué importaba el motivo? ¿Acaso no era causa de orgullo recibir a alguien dispuesto a seguir tu camino? 

Quizá no. Quizá estaba en un error.

- Te he elegido a ti, Ohtar - Se limitó a decir sin más preámbulos - ¿Me aceptas?

- El bosque siempre acepta aprendices, Adaine. Si eres digna de mi confianza te adiestraré y ayudaré en todo cuanto pueda, pero te equivocas al pensar que una respuesta como esa saciará mi curiosidad-. dijo con el ceño fruncido. -Debes entender que el bosque es receloso. Quedamos muy pocos nativos del bosque, menos aun después de la guerra y tenemos que protegernos a toda costa. 

Ohtar se paseó frente a Aidane con las manos en la espalda de un lado a otro, mirándola con el aspecto duro propio de un sargento. 

- ¿Cual es tu posición para con Azamarac y la mujer misteriosa, mi aprendiz? 

-Desconozco sobre que humano te ocultas, pero has de saber que desconfío plenamente de Samuel, Ivanna y Chris. No solo se pueden en riesgo a si mismos sino que involucran a otros sin aportar ningún tipo de pruebas o motivos. -dijo Ohtar de brazos cruzados.

Aidane podía entender la curiosidad y el recelo del fata, pero a pesar de ello no dijo nada, pues no creyó que hubiera nada más que añadir al respecto; si la aceptaba bien, si no... Suerte y hasta otra (Si es que había otra). La Fata se quedó donde estaba, inalterable mientras Ohtar se paseaba frente a ella, escudriñándola con rostro pétreo y expresión dura. No la intimidaba, Aidane estaba allí por instinto, le había seguido porque en su corazón él había sido el elegido y no creía haberse equivocado. De algún modo sabía que podía confiar en él.

- Azamarac me da escalofríos - Admitió- Es cruel y descarnado. Ella... Ella es distinta, pero no va a permitirnos volver porque sabe que entre nosotros hay quien desea muerte y guerra, y hasta que no nos libremos de ellos, no seremos dignos de regresar a nuestro hogar. 

Hizo una pausa mirando la tierra a sus pies, pensando en lo que estaba sucediendo. Todo había sido tan repentino que aún trataba de encajar las piezas en su cabeza. 

- Puede que esto sea una especie de prueba. Nos expulsaron de Fäe, no sabemos quién ni cómo, ahora se nos da la oportunidad de hacer algo para enmendar lo que sucedió. Aunque bien es cierto que no tenemos demasiadas opciones, al fin esto se reduce a matar o a morir.

Levantó los ojos y los clavó en el fata que sería su maestro.

- Samuel, Ivanna y Chris - Repitió asintiendo despacio sin dar señales de estar de acuerdo, ni de ser contraria a su opinión - Ellos... He percibido algo en su actitud, pero apenas son poco más que desconocidos para mí... 

Se percibía la duda en su tono de voz, para Ohtar fue sencillo comprender que aquello no le resultaba sencillo, todo estaba sucediendo de modo precipitado, y ahora se veían obligados a acusarse sin apenas conocerse. 

Ohthar permaneció atento a las palabras de su nueva discípula, y a medida que hablaba asentía convencido como si él pensase exactamente igual. -Si. ¡Eso mismo pienso yo! Pero mira, de entre todos todos... Yo diría que Chris e Ivanna son los más misteriosos.

-Llegada la hora yo también tendré que luchar como han hecho hoy la gran mayoria, ¿cómo sabré quien eres para no herirte sin querer? -quiso saber Ohtar.

Aidane miró a Ohtar y sonrió de forma cálida, luego inclinó la cabeza a un lado y apartó los ojos en un gesto lánguido, casi infantil.

- Todos tendremos que luchar tarde o temprano, eso es inevitable - Dijo, no lo expresaría en voz alta, pero estaba convencida de que no saldría victoriosa en la extraña y repentina guerra en la que tan repentinamente se habían visto inmersos, su naturaleza no era la de ajusticiar a otros, ni con ni sin motivos y eso al final jugaría en su contra - En cuanto a mí, confío en no darte motivos para que tengas que herirme, maestro. Pero si realmente deseas saber la identidad tras la que me oculto, te la diré: Soy la muchacha que se hace llamar Niba.

-No lo haré, puedes estar segura. Si alguien te hiere buscaré la forma de traerte de vuelta como hicieron con Zaira. -dijo Ohtar relajando su postura y acercándose a Adaine. -Pronto, cuando amanezca y todos despierten tendré que tomar una decisión. Solo espero no equivocarme de persona...

Y si lo hiciera - si la atacara y la matara- Aidane no le culparía por ello, estaban allí para eso, para matarse unos a otros hasta que el bien o el mal ganase la partida. No había concesiones, no tenía que confiar en ella porque lo hubiera elegido como maestro, si lo hacía tendría que ser porque estuviera realmente seguro de que ella no era un enemigo, ni alguien perjudicial para Fäe o para sus habitantes. 

En cuanto a ella... Había tomado su decisión en el mismo momento en que le había distinguido entre los demás y todo su ser había respondido a su presencia. Y que la Bruma se la llevaran si se había equivocado en su elección, no haría daño a Ohtar si podía evitarlo, incluso le protegería por encima de su propia vida, era lo único que tenía claro en medio de toda aquella locura, el resto era un desconcertante y abrumador caos. 

- También yo voy a protegerte en la medida de mis posibilidades - Admitió asintiendo a las palabras de su maestro - Hay muy pocas cosas que tengo seguras, una de ellas es mi plena confianza en ti, y que sea lo que el Gran Bosque quiera.

Hizo una pausa para mirarle a los ojos.

- Todos tendremos que tomar la misma decisión, supongo - Tanteó escrutando la expresión del fata - ¿Cuál será la tuya, si puedo preguntar?

-Estoy cansado de esta guerra absurda, pero más lo estoy de aquellos que envenenan al resto con mentiras y palabras cargadas de odio. -dijo con evidente enfado-. Al alba, cuando todos hayamos despertado me encargaré de hacer desaparecer a uno de esos embusteros. Pero no puedo hacerlo solo, necesito saber tu opinión. ¿Chris, Roger o Ivanna?

La fata no respondió inmediatamente, no era una respuesta fácil la que debía dar, ella no tenía la misma seguridad que Ohtar, admiraba su determinación en ese sentido, Aidane se mostraba mucho más cauta y más prudente, al fin y al cabo, hablaban de matar a otros fata sin tener la completa certeza de que realmente fueran nocivos para el resto, o probadamente culpables. Hablaban claro, eso sí, no tenían problemas en acusar, en poner en entredicho, en señalar a los demás, pero alguien debía hacerlo ¿No? 

- Los tres muestran una actitud abiertamente combativa, pero no estoy segura de hasta qué punto eso sea una señal de maldad... - Exhaló el aire a la vez que dejaba caer los hombros, como si de pronto algo o alguien hubiera cargado un gran peso sobre ellos - Es terrible sentirse responsable del destino o muerte de otros a los que apenas conoces y contra los que te ves obligado a actuar. Los señalamos porque son distintos a nosotros... ¿Pero es ese realmente un motivo? ¿Es siquiera el motivo adecuado?

Suspiró entristecida. Sabía que, más allá de lo que ella pudiera sentir o pensar, a pesar de la crueldad y dureza de todo aquello, tendría que implicarse, dar un nombre.

- I-Ivanna - Musitó bajando la vista.

-Son ellos quienes despertaron la desconfianza, quienes sembraron la semilla de la discordia entre nosotros. -enunció enfurecido-. El resto fuimos condenados a seguir su juego y pelear por nuestra supervivencia.

Fue cuando Adaine dio un nombre que Ohtar dio media vuelta y trató de hacer que aquellas palabras fueran lo menos amargas posibles.

-Sea pues, Ivanna caerá al amanecer. -susurró. -Lo haré en el momento preciso, cuando esté seguro de que no pueda regresar como hizo Zaira.

Las palabras de Ohtar la afectaron profundamente haciéndola sentir verdugo a pesar de la pasividad que mostraba su lado humano respecto a todo lo que sucedía. 

No hablaba, no se pronunciaba, pero como fata allí estaba, confabulando casi a ciegas contra otros. "Que mi familia, amigos y Dioses me perdonen por esto" se dijo "Y que mis decisiones, si son erradas, no traigan la desgracia de mi maestro, sino solo la mía propia. Solo yo debería pagar por mis equivocaciones."

Bajo la mirada y asintió apesadumbrada.

- Por favor, ten cuidado... - Musitó en voz baja - ¿Hay algo más que pueda hacer yo para ayudarte? ¿Para... Protegerte?

Y con la llegada del día, la esencia de Aidane empezó a disiparse de este lugar... Lo hizo poco a poco, lentamente, como si con cada exhalación su forma fuera perdiendo consistencia.

Y sólo unos instantes después de que la Aprendiz de Ohtar desapareciera otra figura comenzó a tomar forma. Elendire, aquella Fata que un día había aprendido de él, volvía una vez más a su lado.

Sin embargo aquello duró sólo un instante. Apenas un suspiro después de que Aidane desapareciera Elendire comenzó a hacerlo también lentamente, como si la vida se estuviera extinguiendo en ella.

La vuelta de Niba a la vida fue haciendo aparecer aquí una nueva figura... Aidane estaba de vuelta.

Aidane estaba excitada, estaba... Envuelta en un remolino tan fuerte de sentimientos que sus ojos rojos refulgían como el puro fuego, casi chispeando. Esas ascuas encendidas se fijaron en el guerrero como si quisieran fulminarlo.

- Ohtar... - Casi exhaló el nombre como si se ahogara, se alegraba de verle, pero también estaba confusa, no sabía si su regreso era algo bueno o por el contrario hubiera preferido quedarse donde estaba - ¿Has sido tú?