Partida Rol por web

New Sydney

Farmacia de Guardia.

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02/04/2014, 20:16
Director

Una bala saca otra bala

Y muchos matan a su media naranja por exprimirla demasiado.

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03/06/2014, 20:49
Director
Sólo para el director

Este tipo de cosas lo pone todo en perspectiva. Es decir… ¿por qué hacemos del sexo un mundo? Si fueras tú me daría igual que azotases a tu secretaria o te follaras a la niñera. Todo desaparece. Sólo me importa que estés bien.

Si hubiera sido más comprensiva con el hecho de que hay algo grave y retorcido en ti, entonces nunca nos habríamos caído por este agujero, para empezar. Aunque te puedas controlar, te guste o no, es la forma en la que estamos conectados.

Si una tía joven y atractiva te pidiera que la azotaras, se te empalmaría, joder, y te harías una paja con eso. Es la puta ley de la selva. Si él me mandase una foto de su polla me pondría un poco cachonda, pero es por puro instinto. Todos tenemos cosas que desencadenan nuestra excitación, y si las reconocemos como algo normal y no las negamos, ¡entonces podríamos seguir con nuestras putas vidas!

Californication – Season 7.

Las luces de aquel hotel eran de lo más traicioneras, dando a pensar que era siempre de día. Hubiese lo que hubiese fuera. Sus luces, camufladas tras el techo y paredes, eran visualmente muy similares a los rayos del sol. Te recordaba a los casinos, sin ventanas ni relojes, para que pareciese que el tiempo no pasaba. Pero allí sí había relojes. Simplemente, era un hotel que se caracterizaba por su privacidad, siendo en consecuencia el favorito para ejecutivos y sus amantes, entre otras reuniones de carácter menos sexual y más ilegal, pero igualmente basadas en el intercambio.

Habías quedado con Faith, al fin. Una mujer que despertaba sentimientos muy contradictorios. Todo el mundo quería matarla, y todo el mundo quería tirársela. Pero los que intentaban lo primero no salían vivos, y nada se sabía de los segundos. Al fin y al cabo, Faith conseguía atesorar la confidencialidad de aquellos con quien se rodeaba. Pero a base de listín telefónico y otros contactos, habías conseguido que ella concertase, al fin, una cita contigo.

Por eso estabas en el hotel. Su suelo de madera, sus paredes de piedra blanca, su techo con agujeros de luz solar pese a ser un piso más de tantas alturas que tenía el edificio. Numerosos espejos, eso sí, sin ninguna ventana. Todo apuntando hacia el interior, recordando quien estaba dentro pero obviando a los de fuera. Y desde luego, las puertas de las habitaciones parecían de lo más seguras... e insonorizadas. Y tú ibas por ahí, con el sonido de tus zapatos rompiendo el clima del suave hilo musical, con la tarjeta magnética en la mano.

Y finalmente, llegaste a la habitación. Una reja de metal azul celeste, y luego un cristal reforzado y opaco. Pasaste la tarjeta por el lector y las rejas se deslizaron hacia los lados. Lo mismo hizo el cristal, pero sólo hacia uno. Entraste y todo se cerró detrás de ti. Desde dentro, aunque también había un lector y tenías la tarjeta en la mano, bastaba un simple panel táctil para abrir la puerta.

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Sólo para el director