Partida Rol por web

El paisaje está cubierto por una fina capa de nieve. El cielo nublado se cierne sobre el páramo y las suaves colinas que rodean Rohald. Algunos cuervos y gaviotas buscan en las tierras en barbecho su pitanza. Al oeste el mar está tan tranquilo que enseguida se escucha la resaca incesante de las olas que lamen los muelles de la aldea. Un humo perezoso se eleva de algunas granjas visibles, aún más cercanas al bosque. Todo está tranquilo. Acaba de transcurrir la mitad de la jornada.

Los héroes, que van a caballo, rodean el linde del bosque y persiguen un ciervo que huye de ellos se han separado del resto de cazadores dispuestos a cobrarse una pieza para el banquete del día siguiente. No quieren defraudar ni a Hrolf Knudsson, el Jarls de la aldea, ni a los dioses. El rastro del ciervo se aún sigue fresco y se adentra en el sotobosque...

Mi piel está tirante y un bosteza absurdo quiere salir de mi garganta pero consigo mantenerlo escondido pues no quiero molestar a mis acompañantes. No hay nada interesante en perseguir un ciervo, salvo el suculento sabor de su carne entre mis dientes, cuando está bien cocinada, frente a esa buena cerveza burbujeante que se escurre del borde de la jarra.

Nunca he sido buen cazador, poco importa el cómo he llegado a la situación el la que me encuentro, pero mi estómago pide clemencia y debo darle ese pequeño capricho. Además, Hrolf Knudsson espera cobrar la pieza de caza que debemos llevarle y, con un poco de suerte, la comeremos entre todos y me dejará contarle aquella vez que acompañé a aquel guerrero a la que parecía una muerte segura. 

Suspiro una vez más y trato de encontrar de nuevo el rastro de ese ciervo, aunque parece fácil seguirlo me cuesta horrores mientras imagino al espuma cremosa de una buena jarra de cerveza fresca. Miro una clara señal del camino que ha seguido el ciervo y les hago señales a los que me acompañan mientras sigo el rastro que la bestia a ido dejando.

"Amiguito, si no quieres que te cacemos no te escondes muy bien" pienso mientras trato de caminar sin hacer el más mínimo ruido.

Jorunn hizo girar rapidamente a Astrid, la veloz percherona gris para esquivar al scalda que parecía haberse quedado ensimismado pensando en algo. Conociendole o bien mujeres o bien cerveza. El ciervo se alejaba veloz y la hija del jarl sentía deseos de azuzar a Astrid para adelantarse a toda velocidad y poder alcanzarla. ¿Debería hacerlo? ¿O quizás sería mejor que se quedase atrás?

—Piensas demasiado las cosas— se dijo a si mismo la chica mientras hacía ir más rápido a la yegua, pero sin hacer una escapada demasiado notoria. Jorunn soltó durante un instante las riendas para apuntar con el arco. La joven era muy buena jinete, pero el arco y ella no se llevaban demasiado bien...y lo sabía. Finalmente y sin detener la montura, dentensó el arco con el que había apuntado a la pieza ya que era poco probable que consiguiese acertarla.

—¡Cansémoslo!— sugirió finalmente la chica.

Seguramente ninguno de los componentes de la comitiva quería que el thurl, con su habitual gesto hosco y su palabras generalmente incomprensibles, fuese en la partida de caza. Ni siquiera el propio Thurl. Pero el Jarl sabía que, una vez dado caza a la presa, había que apaciguar a los dioses y derramar a Midgard lo que le correspondía.

Por no hablar que Klemet aseguraba que no había nada mejor para atisbar el futuro en las nieblas del tiempo que las entrañas de una criatura recién abatida y cuanto mayor su tamaño, mejor.

Así que portaba al cinto, claramente a la vista de todos, su cuchillo ritual que formaba junto al bastón de madera con runas que llevaba sobre las piernas todo el armamento que portaba. Casi parecía, allí, alzado sobre su caballo mirando el follaje, que él no se iba a rebajar a disparar para cazar.

De vez en cuando hasta había detenido la marcha para recojar unas hojas de un árbol o raspar un musgo de una roca rodeada de setas.

No entenderías las palabras de Midgardr, los susurros de la noche o los lamentos del bosque ni aunque compartieran el lecho con vosotros y os lo gritaran al oído. - dio como única explicación cuando el resto le urgió so pena de perder la pieza.

Y ahora la joven alocada decidía seguir corriendo por los bosques en vez de abatir la pieza... él no sería quien le replicase, sabía de sobra cómo era la hija del Jarl, por lo que simplemente dejó que su montura siguiese al resto mientras seguía contemplando la verde piel de la Madre Tierra.

El Hirdman ha llegado hasta aquí bromeando amistosamente con los demás. Es un hombre alegre y despreocupado cuando se trata de cosas fuera del deb, diestro en el manejo de los caballos, espolea al suyo mientras lo dirige hacia un semicírculo para llegar al ciervo por un lateral, haciéndolo huir, siguiendo el consejo de Horunn.

"Lo asustaré desde ese lado" -dice mientras marcha-

Yo no optaría por cansarlo pues eso nos llevaría demasiado tiempo y a saber hacia donde huye el pobre animal, pero parecen decididos así que simplemente los sigo esperando una pronta finalización del asunto.

Espoleo a mi caballo de la manera que me han enseñado.

-Separemonos y cubramos todos los flancos de huída del animal-les digo mientras me dirijo a uno de los posibles caminos que pueda tomar al bestia.

Os adentráis en el bosque separados los unos de los otros por unos metros para ocupar el mayor espacio posible. Pero pronto os dais cuenta de que por culpa de la densa vegetación debéis dejar los caballos si queréis seguir el rastro del ciervo.

Jorunn desmontó de un salto de la yegua, decidida a dar caza a aquel ciervo. Al fín y al cabo era la hija del jarl y tenía que demostrar su valía. Por no hablar de lo excitante que era la caza, con el olor del bosque penetrando en sus pulmones y el viento golpeando su rostro.

—Espera aquí, Astrid—murmuró a su montura mientras con el arco en la mano se internaba entre los árboles lo más deprisa que podía. La joven tenía la sensación de que no tardarían demasiado en disfrutar de un delicioso banquete mientras Gilsursson contaba alguna de sus magnificas historias. Un principio perfecto para el comienzo de Jöll.

Ah, la sangre joven, cree que nunca se cansa y que puede correr para siempre... murmuró Klemet viendo a Jorunn echar a correr entre la vegetación.

Se bajó con calma, resoplando porque ninguno ayuda al Thulr a descender de la montura. ¡Cómo se estaban perdiendo el respeto y las tradiciones!

Se aseguró el cuchillo ceremonial, de piedra y grabado con extrañas runas, y empezó a avanzar por donde se había internado la jovenzuela, ayudándose con su bastón de madera.

La vegetación, ese regalo de la naturaleza, no nos permite pasar con el caballo, y no será porque no lo intento pues la idea de meterme en el bosque no es algo que me guste demasiado. Desanimado bajo del corcel y poso mis pies en tierra firme. La seguridad del suelo hace que me sienta tranquilo de repente y sin pensarlo comienzo a caminar en silencio, rompiendo algunas ramitas con cada paso que doy, tratando de hacer el mínimo ruido posible y asegurando cada paso sobre la fría nieve. Pronto el frío comienza a entrar en mis pies y es que ese día no me puse las mejores botas para andar por un bosque con una capa de nieve, fina al fin y al cabo, pero nieve. Suspiro abatido y sigo mi camino sin pensar en el frío que siento. 

Sigurd desmonta del caballo con una sonrisa. Se siente más seguro sobre sus piernas. Se siente aún más seguro cuando saca su largo cuchillo de caza y se dirige lo más silenciosamente posible en dirección del ciervo. Acabar con un enemigo es mucho más satisfactorio cuando es en combate cuerpo a cuerpo.

Seguía sin tener claro qué hacía en aquella cacería. Jorunn la había convencido diciéndole que pasarían un día entretenido pero para la völva perseguir animales hasta su extenuación para acabar abatiéndolos no le parecía la mejor manera de divertirse. Sintió el arco entre sus manos nerviosas mientras seguía a la partida de caza por el bosque hasta que la misma vegetación fue la encargada de detenerles.

Desmontó en silencio de su caballo y procuró situarse a una distancia prudencial. Hild no tenía intención de disparar al pobre ciervo pero sabía que no podía impedir que el resto lo intentara, así que se alejó un poco de los demás para dejarles el camino libre y no estropearles la obtención de su trofeo.

El camino se hacía cada vez mas complicado. La densa vegetación hacía difícil el camino entre los arboles. Un techo poblado de hojas dejaba pasar la luz tenue del sol creando esa atmósfera especial que tienen los bosques de la isla d Fynn. Caminabais separados tratando de buscar al ciervo, aquella noche demostraríais que erais miembros completos del clan Kjari.

Jorunn corría entre la maleza, ajena a las señales que el ciervo podía haber dejado en el camino. Para ella, el sentimiento de libertad que otorgaba la caza era tan satisfactorio como la caza en si misma. Por otra parte, la joven no estaba acostumbrada a rastrear animales, por lo que en pocos minutos se dio cuenta de que había perdido el rastro del animal y freno en seco, con las mejillas sonrojadas por el aire frío mirando alrededor.

El Thurl se agachó y tocó lo que parecía ser una rama aplastada, señalándola al resto del grupo.

Madre Tierra no aplasta las ramas y menos de una forma tan característica como los ligeros cascos de un animal. - cogió la rama y la olfateó - La sabia aún está fresca, ha tenido que pasar hace escasos instantes...

Todos perseguimos al animal con más pena que gloria. Aun así, parece que Klemet ha visto algo que nos indica que vamos en la dirección adecuada. Agudizo más mis sentidos y trato de ver algo que pueda llamar mi atención tratando, como antes, de no hacer el más mínimo ruido.

Sigurd avanza lentamente hacia la dirección indicada por Klemet. Olfatea y se da cuenta de que, efectivamente, por ahí parece estar el ciervo, así que se prepara para lanzarse a por su presa.

Os dais cuenta de que el ciervo se ha escondido pues las huellas se ven difusas pero algo os llama la atención. Observáis que también hay huellas de botas. Parece que alguien ha recogido madera en este lugar. Sin embargo, la granja más cercana se encuentra a más de quince minutos de camino y el lugar es bastante agreste. Además, este nuevo rastros se dirige hacia el interior del bosque.

Pero claro. - añade Klemet alzándose con la rama aún partida en la mano - Creo que los ciervos tampoco calzan botas. - su mano señala una huella.

Teniendo en cuenta que la granja más cercana se encuentra a una buena caminata de aquí y que estas huellas se adentran en el bosque, - mira a toda la partida de caza - tendría cuidado con la peor bestia que habita sobre Midgard...

Tras ello, buscó la posición intermedia en la partida, dejando la vanguardia y retaguardia a los que eran más duchos en el combate.

El hombre parece inteligente y, no es que cuestione sus ideas, sino más bien que podría ser alguien que se nos adelantó o nosotros mismos que igual damos vueltas hacia el mismo sitio.

-Esto... no quiero parece descortés, ni mucho menos, pero seguramente sea que alguien trata de adelantarse a nosotros con la caza de ese animal, o, tal vez, sean nuestras propias pisadas que vuelven por el mismo camino. Disculparme, pero mi sentido de la orientación es pésimo-digo con algo de aflicción mirando lo que el hombre nos ha mostrado.