Partida Rol por web

Miró un tanto sorprendida a su amiga, acaso ¿ella no sospechaba? Movió la cabeza antes de responder.

- Son hechiceras Jorunn, deberías saberlo. Estabas presente cuando fueron entregadas como regalo al jarl, además deberías tener en cuenta lo amigos que son de las brujerías en el país de donde vienen. Por eso no me fío. Son demasiadas coincidencias. Lo encontrado en el bosque, dos brujas gemelas como regalo... No, no me fío. Aunque no sé si conseguiré sacarles algo que nos pueda ser de utilidad.

Las dos muchachas estaban ahí, alrededor del Jarl como se las había ordenado aunque no hablaban ni tampoco hacían nada. O no querían o no sabían que hacer para curarle. La mujer que las acompañaba, una mujer de la aldea, trataba de darle agua e intentaba que se relajara pero Hrolf seguía dando berridos. Vosotros seguíais allí en el pasillo cerca de las escaleras y una sombra de peligro se cernía sobre vuestras cabezas. 

Hild se acercó a las mujeres y a Hrolf con gesto preocupado. Después de saludar con una inclinación de cabeza al jarl, el cual seguía quejándose, se enfrentó a las dos esclavas para hablar con ellas, intentando mantener un tono neutral en su voz. No quería que se dieran cuenta de que sospechaba de ellas.

- ¿Alguna mejoría del jarl? ¿Cuál creéis vosotras que es el malestar que le aqueja y a qué ha podido ser debido?

Con un gesto a los guardias para que estuvieran atentos, Thorgrim se acercó más y más al caballo del viajero.

Cuando estuvo realmente cerca, lo sujetó de las bridas.- Buenos días, ¿Bonita fiesta?¿Verdad?- le dijo trabando conversación con uno de los asistentes como si quisiera comentar los buenos ratos vividos la velada anterior. - Yo me he levantado con todos los Aesir bailando dentro de mi cabeza.- Sonrie.

Las muchachas miraron a la mujer del pelo rojo sin comprender lo que decía.

-¡Por los Dioses!¡Mi barriga!-bramaba el Jarl knudsson maldiciendo-Haced algo, ¡por Odhin!

-En verdad que lo fue-dijo el noruego con una sonrisa- por suerte no bebi demasiado, pues sabía que hoy tenía que marchar temprano y no tenía ninguna gana de que mi cabeza retumbase al ritmo del trote-dijo el hombre amablemente, bajando el ritmo del paso de su caballo pero sin detenerse por completo.

No te preocupes padre—murmuró Jorunn, pálida como la nieve mientras le agarraba del brazo— Hild y el thurl dicen que tan solo es una indigestión...Demasiada comida anoche. Pronto te pondrás bien.

Jorunn no estaba muy segura de si lo que decía era cierto, pero no quería asustar a su padre con ideas que podían no ser verdad. Si había sido envenenado encontrarían al responsable, pero no quería que su padre supiese que aquellos podían ser sus últimos momentos. Si no había sido envenenado no era conveniente que pensase lo contrario. ANtes de dar el siguiente paso, Jorunn hizo salir a la mujer de la aldea y miró fijamente a las gemelas.
Vosotras. Contestadme ahora mismo y cuidad vuestras palabras pues si mentís y os descubro, os quedareís sin lengua. ¿Habeís hecho magia recientemente?

Jorunn trató de mantener un tono que fuese firme e indicase que no mentía. Y sus palabras eran sinceras. Si descubría a las gemelas en una mentira, jamás lo olvidarían.

Las dos muchachas no mentían. O si. O todo a la vez por que en realidad no entendían ni una palabra de lo que Jorunn (ni ninguno decía) y ni siquiera supieron que respnder.
Por otro lado las palabras de calma de su hija no parecían sosegar al jarl que seguía agarrandose la tripa con las manos.

-Jorunn-dijo la mujer que estaba allí con ellos, en voz baja, mirando de reojo a las dos niñas- creo que ellas deberían marcharse a hacer otras labores, limpiar el gran salon o cualquier otra cosa. Aqui no son de ayuda... y no me gusta tener a dos brujas tan cerca...

Tenía que detener aquel caballo como fuera y el ligero dolor de cabeza que aún sentía hacía que pensara más lentamente de lo normal.

- Un buen hachazo en las patas delanteras y el caballo parará su caminar completamente. Sí, esa es una buena idea Thorgrim, una muy buena idea.- pensó el berserk.

No espera, Jorunn dijo discreción. - maldiciendo haber tenido la mala suerte de recordar justamente esas palabras el guerrero trataba de encontrar algo con lo que retener a aquel hombre dentro de la aldea.- ¿Dónde se sentó?¿Con quién estuvo hablando?- haciendo un heroico esfuerzo consiguió sacar de su embotada cabeza un fugaz recuerdo.

¿Marcharte? Imposible, ¿No te has enterado? El Jarl Knudsson y su yerno Herjolf quieren tener una reunión con todos sus hombres antes de que abandonen el pueblo. Mira que Thorgrim pensaba que estar plantado en la puerta por si alguien no era informado era una enorme perdida de tiempo. Estaba claro que se equivocaba.

Yngwe se puso junto a Hild - No tienen ni idea, costó las amenazas y la pérdida de la paciencia de Sigurd que dijeran sus nombres - Yngwe se puso frente a las muchachas y con señas interrogantes y al Jarl, trató de transmitirles la incertidumbre que todos sentían, el hecho que no adivinaran ya qué querían de ellas teniéndolas junto al Jarl, las dejaba entre subnormales y traidoras.

-Oh bueno, es de agradecer que el jarl se haya tomado las molestias de avisar a los hombres que deban asistir a dicha reunión pero yo soy Noruego. No pertenezco ni al pueblo de Herjolf ni, mal que me pese, a éste-dijo amablemente comprendiendo que se trataba de una equivocación por parte del guerrero.

Las dos muchachas miraban al Jarl y a Yngwe indistintamente. Pero seguían sin entender lo que les querían decir, asentían cuando el scalda les señalaba al jarl y acto seguido fruncía el ceño y se frotaba la tripa pero no parecían tener nada claro que podían hacer ellas. Además el hecho de estar frente al jefe de la aldea en aquella situación las asustaba.

Jorunn se sentía realmente inmpotente ante el estado de su padre y luchaba entre el deseo de permanecer a su lado y salir de allí. Finalmente tras unos segundos se volvió a contestar a la aldeana.

Deberías disculparte ahora mismo con Hild por tus palabras. Ella es una völva y merece nuestro respeto. Sin embargo tienes razón. No sirve de nada que estén aquí. Será mejor que vayan a donde puedan divertir a los hombres. Hild...recuerda que tenemos algo más que hacer—dijo refiriendose a su hermana, pues no quería que corriesen rumores alr especto.

Estaba visto que no conseguirían nada de aquellas dos mujeres sin alguien que les tradujera lo que hablaban, así que Hild dio aquel asunto por terminado, por lo menos por el momento, y prefirió encargarse de lo que le había pedido Jorunn.

- Está visto que no conseguiremos nada por el momento. Y ahora, si me disculpais, voy a ir a mi cabaña a preparar algo para tu hermana. Mmm... de paso quiero consultar de nuevo a los dioses sobre todo lo que está sucediendo.

¿Qué más iba a decirles? Si al jarl le habían envenenado entonces eso significaría que los dioses la habían engañado, ya que fueron ellos los que le indicaron que sólo se trataba de un mal menor producto de tanta comida y bebida. Así que intentaría de nuevo comunicarse con ellos a ver si ahora eran más claros en sus mensajes.

De acuerdo—aceptó Jorunn saliendo de la habitación.—Pero pásate por su cuarto antes para ver si es solo un resfriado común o algo más fuerte. ¿De acuerdo? estoy preocupada por ella y por el niño...Cualquier cosa que pasé avisame. Yo iré a tu cabaña en un rato para recoger las infusiones...así tendrás más tiempo para otras cosas. Pocas veces mencionaba JOrunn las artes de su amiga para comunicarse con los dioses, puesto que era algo que revelaba un increible poder que la joven respetaba sobremanera.

Una vez se despidió de Hild y del scalda, Jorunn se dirigió en busca de Thorgrimm. Quería averiguar si había visto algo raro

¿Puedo acompañarte? - No había nadie ya en presencia, y Yngwe hablaba sin tapujos - No soy un entendido del Sejdr, ni siquiera sé como funciona, pensé que tendríais un idioma universal de runas con el que comunicaros, no creo que debieras volver a preguntar sobre el Jarl, estaría bien seguir la intuición de Jorunn y ver qué puede suceder con su hermana y su marido... tal vez sea cierto que lo que le sucede a nuestro querido Jarl nos esté distrayendo... no creo que los dioses pudieran mentirte a ti Hild

Vaya, eso le pasa a Thorgrim por no hacer caso a su instinto y escuchar palabras de Jorunn.- Piensa mientras por su cabeza vuelve a surgir el plan del hachazo a los cuartos delanteros del caballo.

JO, JO, JO. Vaya equivocación.- Rie sonoramente y mi por encima del hombro comprueba que los otros dos hombres están colocados en su sitio.- Lo que Thorgrim quería decir que tú tienes prohibida la salida de la aldea... Verás, ayer esta hacha acabó con la vida de tres hombres cuyos caballos tenían la misma guarnición que el tuyo. Thorgrim se pregunta si quieres ser el cuarto o serás más inteligente y preferiras hablar con el Jarl.

Sinceramente, yo prefiero que no seas inteligente.

El hombre abre los ojos sorprendido y con algo de temor en ellos. Rápidamente espolea al caballo que se lanza hacia delante empujando a un mercader que ya había salido. Thorgrímm está a punto de saltar sobre él cuando la lanza de uno de los guardias, que había estado atento a tu conversación y había notado tus sospechas, atraviesa el costado del caballo. Con la velocidad del animal la lanza se parte en dos y el caballo avanza unos metros antes de caer al suelo a unos metros del grupo de mercaderes que salía del pueblo. Gunnersson sale despedido del caballo rodando por la hierba húmeda por el rocío. Pero en seguida empieza a incorporarse...

Sin dejar tiempo para que el noruego se recuperara de la caída y pudiese levantarse y huir, Thorgrim se lanzó hacía aquel hombre con la intención de placarlo, derribarlo y cuando lo tuviese retenido en el suelo recordarle a puñetazos por qué huir había sido una mala elección.

- De acuerdo... intentaré hablar de nuevo con los dioses y no tengo inconveniente en que me acompañes. Pero antes quisiera hablar con Gudrid aunque sólo sea para tranquilizarla.

Dicho y hecho, antes de ir hacia su cabaña en compañía del scalda, Hild se acercó para ver cómo se encontraba la hermana de su amiga, prometiéndole que le prepararía unos ungüentos para que cualquiera de las esclavas le pudieran dar una friegas.

Salió, acompañada siempre por Yngwe, en dirección a su humilde hogar y allí, ante la atenta mirada del scalda, se puso a preparar las pomadas que había prometido a Gudrid. Una vez terminadas, cogió sus huesos y, colocándose de rodillas, procedió a tirarlos no sin antes elevar unas plegarias a los dioses para que estos tuvieran a bien indicarle el camino correcto.

En silencio, la völva removió los huesos buscando respuestas a sus preguntas. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Alguien había osado atacar a Gudrid? ¿Acaso eran víctimas de una traición?