Partida Rol por web

Con satisfacción en tus ojos, echas un vistazo a la academia.

Desde que los Migou atacaron, lugares como aquel estaban siempre repletos de jóvenes y entusiastas cadetes que esperaban llegar a ser famosos soldados o grandes guerreros. La guerra los había cambiado... Había cambiado a todos.

Tú no eres muy diferente de ellos. Llegaste aquí con ilusiones y esperanzas de mejorar, de ser un soldado efectivo y así poder ayudar en la guerra o donde se hiciera falta. Por suerte o por desgracia, tu primer año dejó claro que no te parecías demasiado al resto de cadetes.

No tenías amigos y tus habilidades sociales eran inexistentes. Pero esto lo compensabas con otras cualidades que pesaban más en el ejército. En cuento las pruebas fueron más especializadas y reales, tus dotes empezaron a destacar, poniendo bajo tu mando a un pequeño grupo de reclutas. Desde luego te obedecían porque eras su superior, aunque también porque sabían de lo que eras capaz. Aún así, nunca gozaste de mucha fama... 

Tal vez este segundo año cambien las cosas... Tal vez no... Lo que sí es cierto es que, el comienzo, va a ser diferente.

Justo cuando llegas a los barracones y empiezas a deshacer tu equipaje, un oficial te hace llamar. Parece que alguien quiere verte. De manera que, sin hacer demasiadas preguntas, le sigues.

El oficial te lleva a una pequeña sala de interrogatorios, cosa que ya de por sí te pone algo nervioso. 

Es pequeña, sencilla, y sin cosas innecesarias.

Hay una mesa con dos sillas, estando una de ellas ocupada.

Quien te espera es un hombre de claro caracter militar.

Vista fría, distante y expresión seria. Es algo más mayor que tú, aunque tampoco demasiado.

Sin embargo, lo que más llama tu atención es su indumentaria, ya que lleva una especie de traje de combate bastante avanzado. Has visto pocos de aquellos en aquel primer año de academia. A vosotros os daban algo más rudimentario.

También te fijas en que lleva una pistola sujeta al muslo derecho y que tiene una carpeta justo delante de él, abierta.

- El cadete Montoya imagino.

Dice cuando entras. 

Su voz es fría.

- Tome asiento.

Una mirada puede decir muchas cosas. La de ese hombre dejaba claro que era alguien acostumbrado a ordenar y ser obedecido sin cuestionar. Es el tipo de mando que le gustaba a Miguel: hombres con los que no hace falta perder el tiempo, dar rodeos ni hacer preguntas. Las cosas claras, concisas y sin aspavientos, cada cual a lo suyo y poca interacción social.

Con un fuerte taconazo, Miguel se cuadró y se presentó adecuadamente:

- ¡A la orden de usted! -dijo con tono de voz bajo pero claro, mirando al techo y evadiendo nombrar el rango de su interlocutor pues no lo había podido ver al entrar- ¡Se presenta el Cadete Alumno de segundo año Miguel Montoya, encuadrado en la Academia General Básica, Segunda Compañía, Segunda sección, Segundo pelotón!

Tras la adecuada presentación, apartó un poco de la mesa su silla y se sentó, no sin antes solicitar permiso para ello.

Cuando empiezas a decir tu nombre así como las secciones y todo ese tipo de información, ves que el hombre suspira.

- Suficiente cadete. Siéntese.

De nuevo, su voz es cortante.

- Soy el Teniente Tattum.

Al decir esto ves que abre la carpeta que hay sobre la mesa y empieza a echarle un vistazo.

- Estoy bajo las órdenes del Capitán Cruise, encargado de la academia militar de la costa este de Estados Unidos. Concretamente la que se encuentra en Filadelfia. 

Mientras dice todo esto puedes ver como recorre con sus ojos el informe que tiene ante él.

- Mi principal cometido a día de hoy es buscar cadetes que sobresalgan en algún tipo de aspecto.

Tras decir esto, alza la vista de los papeles para depositar sus ojos directamente en ti.

- ¿Cree que usted se encuentra en esta categoría Cadete? 

Y antes de que puedas contestar, vuelve a poner la vista fija en el documento que tiene entre manos, pasando varias páginas.

"¿Sobresalir?", pensó Miguel, "Bueno. Soy buen tirador. No se me da mal el cuchillo. Se sobrevivir en la montaña. Pero sobresalir es un término muy amplio". Las dudas le asaltaron. Giró levemente la cabeza, intentando ver la puerta por donde había entrado con el rabillo del ojo. Las manos le temblaban un poco, notó un sudor frío recorriendo su espalda. Nunca había sido bueno hablando, mucho menos dando explicaciones. Su confianza se reducía a cero cuando lo sacaban de los conductor reglamentarios y la instrucción.

- Con el debido respeto, mi teniente -respondió, mirando al techo intentando mantener la espalda erguida. Sus manos temblaban, así que las juntó tratando de parecer que meditaba la respuesta-, soy bueno disparando y sobreviviendo. Nada más. Si necesitan a alguien bueno en eso, supongo que podría decir que destaco. 

Al escucharte hablar, el teniente alza de nuevo la vista y levanta una ceja. 

- ¿Disparar y sobrevivir?

De nuevo vuelve a los informes.

- Según sus evaluaciones... Sus puntuaciones de precisión con un rifle de francotirador son las mejores de su promoción. Por no hablar que ha demostrado una gran destreza en el uso de armas de combate cuerpo a cuerpo, así como con armas de apoyo.

Pasa una de las hojas.

- A parte de esto... También se encuentra entre los mejores en las prácticas de supervivencia e infiltración... Ha demostrado tener conocimientos de mecánica y armamento, siendo capaz de arreglar, desmontar y volver a montar todo tipo de armas. También sabe conducir un vehículo terrestre y las simulaciones de vuelo son bastante prometedoras. Aunque desde luego lo más peculiar son sus conocimientos básicos en tecnología arcanotécnica...

Después de leer toda esta información, hace un pequeño silencio.

De nuevo, te mantiene la mirada.

- ¿Sigue creyendo que solo se le da bien disparar y sobrevivir?

Miguel trató de aguantar la mirada, pero observar las esquinas de la habitación de repente parecía mucho más importante. Un leve tic en el pie le hizo empezar a moverlo suavemente, sin hacer ruido pero a un ritmo constante. Por el rabillo del ojo seguía mirando a la puerta de vez en cuando.

"Debí mover la silla al sentarme. Podría entrar cualquiera", pensó un par de veces. Llevaba mal lo de que alguien le presionara en una conversación. Quería volver a estar sólo. Una gota de sudor frío le recorrió sien.

- Mi teniente -respondió, titubeando aún un par de veces- sobrevivir en combate sólo es una cuestión de fuego y movimiento. -se planteó gesticular en su exposición, pero sabía que sus manos le traicionarían. Se mantuvo en firmes- Hace falta mantener las armas y saber usarlas para hacer fuego, moverse bien implica que no le vean a uno, hacerlo rápido y en cualquier plataforma y no ofrecer blanco. Así que... bueno, sí mi teniente. Realmente sólo sobrevivo. Disparando. Con el debido respeto, mi teniente.

Se quedó callado unos segundos. Miró su historial de reojo. Luego la puerta. Después el historial.

- ¡Oh! Mi teniente, la arcanotécnica es... bueno... -Miguel se sentía algo avergonzado de lo que iba a decir- Quiero ser piloto de Mecha. Por eso empecé a estudiar algo por mi cuenta y voy algo adelantado. No es algo especialmente impresionante, cualquiera con un libro habría podido hacerlo.

El teniente te vuelve a mirar.

- Con que piloto, ¿eh?

Te examina de arriba a abajo con la mirada.

- No sé si ha podido ver de primera mano la variedad  de Mechas que hay a nuestra disposición. En caso afirmativo, ¿se decanta por algún prototipo en concreto?

Tras esto cierra el informe.

- Sé que en la academia no os dejan probar ningún mecha, aunque sí os dejan entrar en los simuladores... Aunque desde luego no son nada parecido con la realidad... 

Los ojos esquivos de Miguel se encuentran un instante con los del teniente. Muestran determinación.

- Sueño con pilotar un Claymore, mi teniente -responde, serio. De repente, las manos no tiemblan tanto, el pie se ha detenido. Sólo parece incómodo por estar de espalda a la puerta-. Sé que puedo mejorar esa joya. Es una plataforma estable, precisa y resistente. Pero hay algo dentro de mi que me dice que puedo hacerla más poderosa. Se que puedo hacerlo, mi teniente.

Separa los ojos inmediatamente. La puerta y las esquinas de la habitación parecen de nuevo mucho más interesantes. Pero hay algo que susurra de nuevo: "Se que puedo hacerlo"

- ¿Un Claymore?

Pregunta claramente sorprendido.

También para tu sorpresa, ves como suelta una rápida carcajada.

- Desde luego tienes unas miras altas... ¡Un Claymore!

De nuevo se ríe y, por un momento, el soldado que tenías ante ti desaparece, para dejar ver a lo que es: un chico de menos de treinta años. Pero este momento apenas duro unos segundos.

- Seguro que a Morse también le hace gracia... Bien cadete... Como ya le he comentado, mi cometido es encontrar cadetes en las diferentes academias que sobresalgan de alguna manera. Y creo que desde luego usted estaría dentro de esta categoría.

De nuevo hace una pausa.

- El objetivo de reclutar a gente como usted es formar un equipo especial de respuesta táctica, preparado para responder ante cualquier tipo de situación. Y, en dicho equipo, como es evidente, habrá personas que se sientan igual de cómodas en una armadura gigante como fuera de ella. Desde luego, hasta llegar a este objetivo, los candidatos tendrían que pasar por numerosas pruebas... De dificultad razonable.

El teniente te mira fijamente.

- Así que la siguiente pregunta es obvia, ¿estaría interesado en formar parte de dicho proyecto?

Sólo dura un instante. Un segundo en que Miguel también se transforma en un hombre de 21 años normal y corriente. Sin expresión huidiza en el rostro, sin tics, sin mirar a la puerta de rojo. Sin miedo. Es sólo un momento, como el del teniente, pero es suficiente para dejar a ver al soldado resuelto y con ilusión que hay bajo el SPT. Una sonrisa tímida florece en sus labios.

- ¡Si, mi teniente! - Responde claramente- ¡No se arrepentirá de esta oportunidad!

El teniente asiente.

- Bien cadete. Tiene diez minutos para recoger sus cosas y presentarse en el helipuerto norte de la base. 

El hombre coge tu informe y se levanta mientras se acerca a la puerta.

- Y no se equivoque cadete. Yo no me tendré que arrepentir de nada, sino usted. Va a ingresar en un programa donde, lo mejor que le puede pasar, es que le expulsen. 

Tras esto abre la puerta y sale de la habitación.

10 minutos.

Sin apenas esperar a que el teniente saliera de la habitación, Miguel se levantó de un salto, tirando la silla al suelo de puro ímpetu. 10 minutos eran pocos, pero su habitación tenía poco que recoger. Corrió como una exhalación hasta el módulo de cadetes de su compañía, entró en su cuarto y arrasó literalmente con todo.

Una de las cosas buenas de vivir con miedo es que uno siempre tiene todo dispuesto para la huida. El petate de Miguel reposaba dentro de su taquilla, al lado de la cama perfectamente hecha de la camareta que compartía con otros tres cadetes. Perfectamente hecha, con la ropa limpia, planchada y plegada en su interior. Sólo tuvo que recoger su neceser con los productos de higiene personal, sacar su pistola del pequeño armero que había en su taquilla, depositarla junto con todo en el petate y salir de nuevo corriendo. 

Lo bueno de ser un inepto social es que no tienes que despedirte de nadie. Sus compañeros de camareta solo lo vieron entrar y salir sin más interés que una ceja alzada. Sin saludos, sin despedidas. 

Cargado con su petate, Miguel corrió cruzando el patio de armas de la Academia hacia el norte. Llegó sin aliento al helipuerto, aunque intentando mantener la espalda recta y respirar por la nariz para intentar que no se notase demasiado, para darse cuenta de que había llegado... 

Casi sin tiempo a respirar, coges todas tus cosas y, sin necesidad de despedirte de tus compañeros, sales corriendo hacia el helipuerto.

Y en cuanto llegas, lo ves.

Un avión completamente aerodinámico y muy diferente a lo que estás acostumbrado. 

Diferente pero desde luego muy futurista y de última tecnología. 

Aunque lo que más te llama la atención es la falta visible de armas... ¿Será un transporte de civiles? 

Mientras te acercas, en la compuerta trasera ves al Teniente, que te hace una señal para que te acerques, y justo a su lado ves a una mujer.

- Hola cadete.

Dice ella al verte.

Al igual que él, también lleva un traje diferente. Aunque el de ella no tiene tanta pinta de armadura reforzada, sino más bien tiene pinta de ser más parecido a neopreno o algo así.

- con que un Claymore. - Y te mira de arriba a abajo. - Ya lo veremos... 

Tras esto te sonríe durante unos segundos.

- Soy la Teniente Morse, Bobby Morse. De la división Mecha. 

En cuanto dice esto último un resorte inteerno parece reaccionar... De la División Mecha.

- Sube.

Y se da la vuelta y empieza a subir a la nave. 

El interior es un pasillo con asientos a los lados, donde ves gente ya sentada.

- Miguel Montoya. - Dice la mujer mientras avanza por el pasillo. - Le presento a los cadetes Jena Malone, Liam Hemsword...

Ella te sonríe abiertamente y hace incluso un leve gesto de cabeza. Se encuentra sentada bastante recta, aunque no para de darse pequeños golpecitos con los dedos en las rodillas, señal de que está nerviosa.

Él, también tiene una postura recta, aunque parece más controlado que ella. Simplemente te saluda con la cabeza.

- Y Evan Peters.

El tercer cadete se encuentra más recostado en su asiento, con la mirada perdida y más ausente. De todas maneras te saluda con la cabeza al verte.

Los cuatro lleváis el mismo uniforme aunque, por una insignia en la solapa, ves que ellos son de otras academias del estado.

Aunque no son los únicos que están en el avión.

Al fondo, practicamente recostado en dos asientos y con los pies subidos a un tercero, hay otro hombre.

En primer lugar no lleva vuestro uniforme, sino vaqueros y una sencilla camiseta, por lo que no debe ser un cadete. No lleva ningún tipo de insignia, ni identificación, ni nada que te pueda dar alguna pista sobre quien es o que es.

Aunque, eso sí, ves que lleva una pistolera en el muslo, con una pistola mediana en ella y, enganchada con una pequeña cinta, un cuchillo militar. Un armamento peculiar para tratarse de un mero civil...

Tiene los ojos cerrados y no hace el más minimo movimiento o gesto al escuchar a la mujer presentaros.

- Tome asiento Cadete Montoya. Despegaremos en diez segundos. 

Y ves como la mujer se adelanta hasta la cabina. 

Las presentaciones se suceden a toda velocidad. Miguel es incapaz de hacer mucho más que mascullar susurros incomprensibles bajo el sonido del motor y hacer leves inclinaciones de cabeza a todo el mundo. Obviamente, salvo a la teniente, a quien saludó de la misma forma que el teniente Tattum con una presentación completa y protocolaria.

Se dirige directo al asiento que esté más cerca de cualquier forma de salir del vehículo, buscando por el camino con la mirada cualquier armamento que la nave pudiera tener integrado de forma oculta a la vista. Con el cuerpo inclinado reduciendo silueta, como aprendió en su entrenamiento, se dirige directo al asiento seleccionado, lo ocupa, deja su petate entre sus piernas y se ata el cinturón de seguridad comprobándolo varias veces. Nunca está de más ser precavido. 

Finalmente, apoya la cabeza en el asiento y cierra los ojos durante un instante. Nunca le ha gustado ir de pasajero en un medio de transporte que no pilote personalmente. 

Apenas te has sentado, notas como la nave se empieza a elevar al mismo tiempo que la compuerta se cierra. 

En un momento sientes una extraña sensación en el estómago y notas como la nave se eleva con rapidez. Tras esto pasan unos pocos segundos de silencio, que rapidamente son interrumpidos:

- Miguel, ¿verdad?

Te pregunta la chica con una sonrisa.

- Yo soy Jena, ¡encantada! - Ves como sus dedos siguen moviendose nerviosos. - ¿Qué tal? ¿Nervioso? Yo llevo aquí ya un buen rato... Viajando de un lado para otro... Fui la segunda en subir. El primero fue ese tipo.

Y señala al de la camiseta blanca que está dormido.

- Aunque no han dicho como se llama... Mi academia estaba en la costa Oeste... Mucho sol durante todo el año practicamente... Aunque también hacía frío a veces... ¿Sabes si hay que recoger a alguien más?

Pero antes de que puedas contestar, sigue hablando.

- Aquí hay muchos sitios vacíos... - Y mira los asientos a su alrededor. - ¿Crees que los llenarán todos de cadetes?

Una de las cadetes se acercó a Miguel. Y empezó a hablar mucho y muy seguido. Montoya no era hombre de muchas palabras y sinceramente lo apetecía poco interactuar con nadie, mucho menos alguien a quien acababa de conocer. Pero suspiró internamente y se dio cuenta de que tal vez el cambio de Academia podía suponer una buena oportunidad para dejar de ser un miserable. Es cierto que no le gustaba relacionarse, pero tener la espalda cubierta parecía un buen plan...

- Pues... -empezó Miguel, pero pronto se quedó sin palabras. Echó un ojo alrededor. El muchacho de la pistola al cinto estaba dormido. El arma parecía fuera de srvicio por el momento. Tocó el bulto en su bolsillo que denotaba la ubicación de su cuchillo. Todo seguía en orden- No lo sé. No creo que vaya mucha gente más si esto es algo tan... especial como me ha dicho el teniente Tattum.

Miró a la chica unos segundos. No con intenciones, sinó una mirada analítica, intentando ver si su físico era muy potente y si más bien parecía una persona dada a otros campos de la milicia. No puedo evitar acabar preguntando:

- ¿En que eres buena, Malone? - el tono sonó despectivo, aunque en absoluto era su intención-. ¡Quiero decir! Perdón. El teniente me dijo que esto era un grupo de gente prometedora. Yo soy un completo inútil, así que supongo que los demás debéis ser buenos en algo... Creo

La chica se queda un momento con cara de sorpresa, pero es el chico el que responde.

- No puedes empezar diciendo que los presentes somos gente prometedora, para terminar la frase diciendo que tú eres un completo inútil.

El chico suena seguro, aunque sin llegar a parecer prepotente.

- Si estás aquí será por algo. No creo que el Teniente Tattum te haya traído solo por hacer bulto. De manera que... ¿Qué se te da bien?

Pregunta casi más para si mismo que para el resto. Notas perfectamente sus ojos como van pasando y escaneandote de arriba a abajo. Se detiene en tu petate, que tienes en el suelo entre tus piernas... Mira tus manos... Tus botas... Tu postura...

- Supongo que el tiempo lo dirá.

La chica se le queda mirando.

- ¿Cómo hacéis para estar tan tranquilos? Yo estoy que me subo casi por las paredes... - Y ves como la chica se asegura que tiene el cinturón de seguridad bien puesto. - Yo creo que se me da bien pelear, ¡no con pistolas y eso! Bueno, a ver, sé usar una pistola, claro. ¿Quién no sabría? Se me da mejor luchar con dagas, cuchillos y esas cosas... No sé si será por eso por lo que me han traído o seleccionado... 

De nuevo mira al que parece dormido.

- ¿Qué creéis que hará aquí? 

- Se me da bien sobrevivir -responde simplemente Miguel-. Y no es nada especialmente impresionante, todos hemos sobrevivido hasta este momento, así que es algo que haría cualquiera.

Le devuelve la mirada escrutadora a Hemsword, aunque no de forma demasiado obvia. Lo principal es que no parece armado, con lo que su atención vuelve a Malone. Ha dicho que es buena con los cuchillos y eso seguro significa que lleva uno encima. Oculto en algún lado. Dedica un buen rato a mirarla de arriba a abajo, con intensidad.

- Si se puede permitir dormir tan tranquilo, es que es muy bueno en lo suyo - le responde, mientras sigue buscando en sus curvas un indicio de un arma-. Sólo la confianza te deja dormir de esta manera. Y más dormirte rodeado de desconocidos con un arma cargada encima. Aunque también puede ser que tenga un sueño increíblemente ligero y nos esté escuchando ahora mismo. 

Total. Que Malone es buena con los cuchillos. ¿Que hay de ti, Hemsword?

El Coma de tu padre... La muerte de tu madre... Aquel incendio... Por no hablar de la Guerra...

Muchas cosas habían pasado en tu vida, y muchas cosas faltaban por pasar...

Nunca habías sido una persona que se quedara con los brazos cruzados. Siempre habías sido capaz de defenderte, mejorar, aprender e ir por el camino que querías tomar, aunque esto último no siempre se producía de la manera más sencilla. Por esta razón, habías dejado la universidad y dirigido a la ciudad: era hora de empezar a aportar algo a este planeta.

Concretamente habías decidido centrar tus esfuerzos en la Oficina Federal de Seguridad (FSB).

Ellos tenían unos recursos que dificilmente obtendrías en la Universidad o por otro tipo de métodos. Y eso es lo que necesitas ahora, recursos e información para saber más sobre el incendio que mató a tu madre.

Por eso estabas allí.

Aquel edificio era una de las sedes de la FSB en la ciudad y, por lo que sabías, estaban haciendo entrevistas para reclutar a nuevos miembros. Desde luego, no admiten a todo el mundo e, incluso, no todos pueden conseguir una entrevista. Por suerte para ti, tu intelecto y tu expediente parece que han sido suficientes para conseguir lo primero. De lo segundo, conseguir que te admitan, iba a depender de ti.

Al entrar y dar tus datos, una secretaria te había llevado a una pequeña sala de espera donde había varias personas más esperando. 

tras tus palabras, todos miráis al hombre dormido, analizándole. 

- Es un piloto de Engel.

Dice el tal Evan Peters.

Ha permanecido todo el tiempo quieto en su sitio y ni siquiera a levantado la vista del suelo al decir esto último.

- Su pistola está modificada para ser más aerodinámica y fácil de llevar. Al igual que llevar el cuchillo ahí es para ahorrar espacio. Al igual que su pistolera no es de las que se pueda conseguir en una tienda. Es especial y adaptada. Los pilotos de Mecha suelen cambiar de mecha, por lo que no llevan equipo adaptado. Los de Engel siempre van en el mismo y están completamente personalizados. Seguramente sea la misma pistolera que lleva dentro del Engel.