Partida Rol por web

La alarma sonaba un día más, con la pequeña diferencia de que hoy David se despertaría sabiendo que pronto tendría su entrevista de trabajo... Aunque quitando eso, aquello era un día como otro cualquiera. Fuera como fuera aquella entrevista, no cambiaría demasiado su vida, pues aún teniendo un salario suculento, tenía mucho apego a aquella casa tan grande que recibió como herencia, además de ser la casa en la que se crió.

Era una casa bastante grande, con dos pisos y sótano. En el piso superior se encontraba la habitación en la que ahora dormía David, un baño y una habitación de invitados. En la planta baja se encontraban la cocina, dos baños, un comedor, una sala de estar y un recibidor. Por último el sótano lo usaba de trastero... Aunque aún habían algunos trastos que había dejado su padre.

El día empezaba y era el momento de decidir que hacer a continuación.

 David se despierta. Él podía engañarse pensando que era un día como cualquiera, pero el hecho de ir a una entrevista de trabajo le hacía sentirse diferente. Muy diferente. Le hacía correr un cosquilleo a través de su espalda y le ponía una sonrisa boba en la cara, producto del nerviosismo. Porque en efecto, estaba nervioso de lo que pudiera pasar, pero al mismo tiempo había un poco de emoción en todo ello que le hacía estar de buen humor. Sí, definitivamente no era un día como cualquiera.

 David se fija en el reloj para ver con cuanto tiempo contaba* y luego se va hasta el baño del segundo piso para darse un buen baño. Mientras se asea en su teléfono pone un poco de música y lo deja cerca del lavamanos. La música era de un album de The Beatles que el muchacho se había armado personalizado y contenía gemas como "Blackbird", "Do you Want to Know a Secret?" y "Norwegian Wood". Temas que no eran de los más conocidos pero que eran bonitos y tenían acordes hermosos. A David le gustaría saber más de música, pero se daba cuenta de la genialidad en ellos.

I once had a girl
Or should I say
She once had me

David disfrutaba de aquél relajante tiempo, sabiendo que aún tenía dos horas hasta la entrevista. Sabía que una vez vestido y desayunado, solo tenía que coger su coche o el autobús y en unos escasos veinte minutos llegaría a la empresa. Así que de no querer hacer nada más de momento, podría quedarse allí, relajado...

Aunque pronto algo lo sacó de su ensimismamiento, pues el timbre de la puerta de la calle empezó a sonar de manera apresurada. Aunque David siempre podía ignorarlo, o hacer cualquier otra cosa, no podía pasar por alto el hecho de que la puerta sonaba incluso superando el sonido de la música.

 Alguien llamaba a la puerta. Era extraño, porque David no recordaba estar esperando a nadie esa mañana. Antes de las entrevistas de trabajo, quería estar despejado y tranquilo. Sin embargo, tampoco podía darse el lujo de no atender a la puerta. No solo porque era mala educación, sino porque podía ser algo importante respecto a la casa. ¿Quién sabía?

 Poniéndose un par de cosas para no atender la puerta sin ropa (unos jeans y una camiseta blanca), David baja las escaleras descalzo y se dirige a la puerta principal; abriéndola sin pensarlo demasiado.

- ¿Hola?

Al abrir la puerta, David se encuentra con alguien que le sorprendió mucho, pues era ni más ni menos que Vincent Banes, el famosísimo traductor del cual se podría decir que es fan. No solo había seguido alguno de sus trabajos, si no que había incluso acudido a alguna de sus charlas para entender mejor algunos lenguajes y típicos errores de traducción común entre ellos. ¿Qué haría alguien tan importante allí?

 Ahora se arrepentía de atender a la puerta en la forma tan poco presentable en la que se encontraba. Pero en su defensa, David no tenía ni idea de a quién se iba a encontrar del otro lado de la puerta. ¿El gran y reconocido traductor, Vincent Banes, frente a él, horas antes de ir a una entrevista de trabajo? Era tan genial e inconveniente en iguales medidas.

 A David le encantaría charlar y compartir discusiones con aquel hombre, pero tampoco quería ocupar su mañana tanto pensando en que debía prepararse para la entrevista.

- ¡S-s-señor Barnes! ¡Vincent Barnes, el traductor! ¿Q-q-qué... qué hace usted aquí? Quiero decir, u-un placer conocerlo...

 David levanta la mano para estrechar la de Vincent, con una sonrisa en el rostro. Una sonrisa un tanto desconcertada, pero honesta.

¡¿Barnes?! ¡¿Usted?! ¡¿Conocerlo?! - decía desesperado Banes. - ¿Es que todas las mañanas me voy a tener que presentar? - suspiró. Entró en la casa y se dirigió a la cocina, sin preguntar, agarrando una caja de cereales y sirviéndose un bol. - Lo mejor de venir a tu casa, siempre son estos jodidos cereales con miel. - admitió. - Y como siempre vengo sin desayunar por el tema del libro... Aunque bueno, parece que aún no has recordado tus otras vidas. Ve a mirarte al espejo, colega. - comentaba mientras se llenaba la boca de dichos cereales.

 David se consideraba un poco excéntrico en algunos aspectos, pero nunca pensó que una persona tan prestigiosa y famosa como Vincent Banes se pudiera comportar de tal extraña manera. No solo ingresó a la casa sin preguntar, sino que además se hizo con sus cereales y empezó a comerlos. Hablando sobre ya haber estado en aquella casa y de las "otras vidas" que David tenía. Como si todo eso tuviera el más mínimo sentido.

- D-disculpe, Sr. Banes, pero... ¿qué esta haciendo? Y aún más importante... ¿qué esta diciendo? Usted y yo no nos conocemos personalmente. De hecho, la única vez que estuvimos en un mismo lugar es cuando yo iba a sus conferencias. ¿No cree que me está confundiendo con otra persona?

 El muchacho cierra la puerta de la entrada y se dirige a la cocina a confrontar al traductor. Su rostro, más que enojo, mostraba desconcierto. Si hubiera sido cualquier otra persona entrando así a su casa, hubiese llamado a la policía sin pensarlo. Pero el hecho de que aquel hombre estuviera allí era algo... particularmente extraño.

Banes seguía mascando los cereales. Se apoyó sobre la mesa y apuntó con la cuchara hacia el. - Hago lo de siempre, buscar el libro David, el jodido libro que nos han robado y solo tú sabes quien. ¡Al menos eso dijiste! - comentaba a disgusto. - Ve a mirarte en el espejo, lo entenderás todo. - tras eso siguió comiendo, indignado, como si no quisiera hablar más con David hasta que cumplieras sus exigencias.

 La actitud de aquel hombre empezaba a irritar a David, que no disfrutaba de que le invadieran su hogar y lo bombardearan con cosas disparatadas. Por lo menos, hasta el momento nada estaba teniendo sentido. Y lo peor es que el traductor aseguraba que David había dicho cosas de las que no tenía recuerdos. Eso le irritaba aún más.

- ¡Yo no...! Yo no dije nada sobre ningún libro, Sr. Banes.

 Se reservó un poco, intentando no gritarlo a aquel hombre. Le angustiaba que esta fuera la forma en la que conocía a Vincent Barnes. Supuso que el refrán era cierto y lo mejor era no conocer a los ídolos. Lo que empezaba a llamarle la atención a David era la insistencia de Vincent de que se viera en el espejo; como si eso fuera a revelar algo en particular. ¿Tendría algo en la cara? ¿En el espejo encontraría el libro que buscaba el Sr. Banes?

 Para no alargar más la tediosa conversación con el poco colaborativo traductor, Davis se dirige a uno de los dos baños de la planta baja para, efectivamente, mirarse en el espejo. Ya había pasado en frente del espejo antes de bañarse y no había notado nada extraño. No sabía por qué esta vez sería diferente.

- ¿Por qué quiere que me vaya a mirar al esp-

 La oración se queda cortada por la mitad cuando el muchacho ve su reflejo en el espejo. Algo pasó.

Al mirarse en el espejo, el reflejo de David empezó a hablar con él, como si esa persona que hubiera en el espejo fuera otra totalmemte distinta y no el propio David, como si tuviera vida propia.

 Aquella situación era en iguales partes terrorífica y asombrosa. Era como si él mismo se estuviera diciendo cosas de las que no tenía ni idea de qué significaban. Un suceso que trasgredía lo natural y hacía que la cabeza del muchacho diese vuelta. De no haberse agarrado del lavamanos, se hubiese caído para atrás del mareo y el asombro que le provocó todo ello.

- ¿Que lo vea...? ¿Desnudar, olvidarse...? ¿Pero qué?

 Nada tenía sentido. Y aún así, sabía que era él. Que él que estaba dando todos aquellos "consejos" a sí mismo. David cuidando de David. Era irreal; y la única persona que parecía conocer eso y tomarlo con calma (como si no fuera la gran cosa) era Vicent, que aparentemente había tenido contacto con aquellos "Davids". Fue directamente con él, ansioso de poder recibir respuestas o algo más.

- Sr. Banes... usted... tú... tú eres mi amigo, ¿cierto? Eso... eso me dijo el espejo.

 Un ligero temblor se notaba en la muñeca de David. Su mirada era nerviosa, y sus labios temblaban mientras hablaba. Todo ello no le gustaba mucho. No le gustaba nada.

Banes sonrió. - Parece que nos vamos entendiendo, por fin. Aún así pareces algo... Perdido, todavía. Así que te haré un resumen. Hoy tenías una entrevista, en la que ibas a empezar a trabajar junto a mí, para traducir un libro bastante extraño que ni yo soy capaz de traducir en su totalidad. - tragó saliva, seguramente porque aún tenía algunos cereales por su cavidad bucal, para después seguir rememorando. - Resulta que si logras traducir algo de ese libro, lo que sea, como por ejemplo el título, serás capaz de volver al día en que hiciste dicha traducción, día que para ti, es hoy David.

Hasta ahí, todo bien, pero ahora viene la parte que no es tan bonita. - miró al suelo, con pena. - Alguien robó el libro, quizá te lo quitó a ti y me sonsacó a mi la traducción de alguna forma, pero la cosa es que hoy el libro ha sido robado. Por lo que debe ser alguien que haya hecho la traducción el mismo día que tú, es decir, hoy. - siguió comiendo cereales, con calma. - Y ahora mi pregunta es ¿hoy tenemos alguna pista David? - David vio tres nombres en su reflejo, uno el del propio Banes, otro de una persona desconocida llamada J.J. y por último el de su amigo Malcom, el cual no solo le había ayudado mil veces en la carrera universitaria y con sus líos amorosos sino también le había ayudado a conseguir la entrevista de hoy. Era una persona de diez, según recordaba David.

 David se sentó en uno de los taburetes de la cocina y se limitó a escuchar lo que Vicent tenía para decir. No es que creyera ciegamente en todo lo dicho por él, pero había algo en aquel relato que parecía tener sentido. Como si todo ello fuera una buena explicación para aquel fenómeno sobrenatural de las voces hablándole por el espejo.

 La pregunta de Vincent se relacionaba extrañamente con la última pista que había recibido de su "yo pasado", lo que favorecía la hipótesis de que todo lo que decía el traductor fuera verdad.

- Ma... Malcom... ¡Malcom es el ladrón! Eso es lo que me dijo el espejo. Pero él... él es mi amigo. Una de las mejores personas que conozco. ¿Por... por qué robaría un libro con el que estoy trabajando? ¿Tendrá alguna razón? Tú... ¿tú ya lo conociste? En alguna de estas otras... experiencias.

 Todavía no le quedaba claro porque, si David volvía atrás en el tiempo con las traducciones que hacía dle libro, el Sr. Banes era consciente de todo ello y él no.

¿Malcom? No, ni idea de quien es, no conozco a todo el mundo David. - comentó. - Pero si ya sabes quien es el ladrón ¿a qué esperamos para ir a por él? - se rascó la cabeza, mirando al techo. - El libro cambia mucho a la gente, David, antes podría ser la mejor persona del mundo... Pero un libro así, puede volverte horrible. 

Guardó la taza y los cereales. - Bueno ¿cuál es nuestro plan? Te puedo llevar en mi coche, llegaremos enseguida a donde necesitemos ir.

 A David le preocupaba la forma en la que Vincent hablaba del libro. Como algo peligroso, que puede cambiar a la gente de forma terrible. No le gustaría creer que a Malcom le hubiera podido pasar algo como eso. De hecho, no lo creería hasta que lo viera con sus propios ojos.

- Entonces... ¿no habrá entrevista, verdad? Deja que me vista y vamos a la casa de Malcom.

 El muchacho va a preparase para ir a la casa de su amigo. Iba a tener que molestarlo con aquella teoría conspirativa que un famoso traductor le había presentado, pero era eso o estallar de la curiosidad. Se viste apropiadamente (una tanto casual) y come rápidamente algo para no viajar con el estomago vacío. luego se dirige hacía Vincent.

- Okay, estoy listo Sr. Banes... ¿Vincent? Da igual... lo que sea que sea todo esto... tengo que averiguar qué es.

Correcto, capitán obvio. Si no hay libro, no hay trabajo para ti, pero créeme que la entrevista es lo de menos. - concluyó. - No tardes, estaré aquí.

Banes mira con una sonrisa cómplice como David se papea algo también de la nevera, después de todo, grandes mentes piensan igual y no desayunar es algo malo. - Banes o Vincent, como quieras, pero por favor, no uses el señor, me haces sentir terriblemente viejo. - bromeó. - Vamos, te llevo.

Sin tardar demasiado en cerrar la puerta, David se subió al mercedes de Banes, el cual solo por fuera ya parecía terriblemente caro, pero por dentro se confirmaba, con sus asientos de cuero, su cámara trasera a la hora de aparcar y las luces de neón que alumbraban las puertas. - ¿Te importa si pongo algo de música? Bueno, aunque te importe, que te den, es mi coche. - rió mientras encendía el reproductor.

David fue indicando a Banes como llegar hasta la casa de Malcom. Vivía en un edificio bastante antiguo en un barrio no muy agraciado, al borde de la marginalidad. Aparcaron cerca de la entrada al edificio, Banes se quedó en el coche. - Creo que sería raro si tu amigo te ve llegar conmigo a su casa ¿no crees? Estaré aquí, no te preocupes, me he tomado la libertad de enviarte un correo con mi número, por si te hace falta que suba.

David subió hasta la casa de Malcom... Pero al llamar a la puerta, nadie respondía. Pensándolo bien, seguramente andaría en la empresa, después de todo que la entrevista fuera en un rato no significaba que la jornada laboral de la gente empezara a esas horas. ¿Pero y si el libro estaba dentro de la casa?

 David todavía no sabía que pensar sobre Vincent. Al mismo tiempo que seguía siendo un extraño para él, aquel tipo se comportaba de una forma tan natural... como si, en efecto, ya conociese a David. Realmente esperaba que todo ello no fuera un engaño elaborado. David siempre había sido una persona susceptible a ser engañada. Era parte de su naturaleza confiada.

 Una vez frente a la puerta de Malcom, David la golpeó y esperó. Sin obtener ninguna respuesta. Fue entonces cuando se percató de que era probable que su amigo ya se hubiese ido a trabajar. Tendría que encontrar otra forma de entrar a la casa. Pero no quería forzar su entrada: solo usaría formas de entrar que no dejaran rastro de irrupción en la casa.

 Y en caso de no poder hacerlo, se comunicaría con Malcom. Arruinar una amistad por un libro del que no conocía nada era un límite que no quería cruzar.

 A David se le viene un pensamiento a la cabeza: ¡la escalera de incendios! Las viejas estructuras de los edificios para escapar del fuego; muchas de ellas carcomidas por el óxido y rotas por el paso del tiempo. Aún así, fieles compañeras de todo aquel que quisiera subir por el exterior hacia la cima de un edificio. El muchacho no sabía si la ventana que daba hacía la escalera de incendios estaría abierta, por lo que tendría que hacer un salto de fe (o mejor dicho una subida de fe) y empezar a subir.

 Antes de comenzar la odisea, se acerca a Vincent que estaba tranquilo en el auto.

- Vincent, subiré por el exterior. La escalera de incendios. Vuelvo enseguida... o un poco más...

 Habiendo dicho esto, David se trepa hacia la primera sección de las escaleras y se sube complemente. Y luego sube como toda persona normal piso tras piso... tras piso... tras piso. Era una pesadilla no tener el ascensor a disposición.