Partida Rol por web

Nada más acabar el baile, aplaudo la actuación de la bailarina, con una sonrisa de oreja a oreja. Hago un leve movimiento de copa mirando a los ojos a la bailarina.

Rey Tavern, veo que os sabéis rodear de lo mejor. Espero que eso se aplique a la propuesta que os traigo y que, en su debido momento os haré.

 Le dediqué al emisario una sonrisa amistosa:

 - Estoy deseando escucharla, pero hasta entonces, comed y disfrutad de la fiesta, os lo ruego...

 A continuación me incliné a mi reina y le susurré algo al oído...

 - ¿Conoces a esa criada nueva?. ¿Crees que es de confianza...? - Le pregunté a mi esposa, refiriéndome a Bennett.

Las palabras de la reina le vuelven a hacer sonreir. Ella no es una pueblerina cualquiera: tiene astucia y está más que bien instruida en los devaneos de la política, en las palabras dulces, las manos ligeras y las miradas significativas. Con un gesto de cabeza acepta las palabras de Szvesta. Y entra la bailarina.

Los ojos del hechicero brillan y sus labios se curvan en una suave sonrisa cuando ve bailar a la chica hacia la mesa real. No solo por su innegable belleza y su talento artístico, que sin duda alguna son remarcables, si no por un detalle que aprecia y que capta su atención más poderosamente que el erótico danzar de la muchacha... Sí... sin duda alguna... piensa para sí mismo. Cuando la chica lanza su velo al aire hace un gesto con su mano y una suavísima brisa lo lleva hasta sus dedos, donde lo guarda con una sonrisa obsequiosa para la hermosa dama de orientales vestiduras.

Cuando su sugestivo bailar comienza, los ojos de Galfen no se detienen en ella, se mueven estudiando a la audiencia. A fin de cuentas ella está haciendo algo similar a lo que hace él: desviar la atención a donde quiere que se centre, solo que en vez de usar chispas, luces y palabras obsequiosas se vale de su deseable cuerpo y sus más que sugestivos contoneos. 

 Cuando la chica termina no se le pasa inadvertido hacia quien se arrodilla, lo que le parece de lo más interesante. Tras el veredicto del rey Galfen aplaude con cortesía junto al resto del salón.

La reina asiente ante las acciones de la criada, y centra su atención en los asistentes de noble alcurnia otra vez.

-Esposo, no me dijisteis que vuestros parientes tuvieran un hablar tan dulce.- Comenta la reina, modesta ante las palabras de los invitados, pero el comentario del hombre de confianza del rey atrae su atención.- Krag, como siempre traeis datos que me eran desconocidos, me gustaría conocer el resto de la anécdota, si tenéis a bien... En un momento mas propicio ¿Quizás mas avanzada la velada?

Las conversaciones fluían por la sala y Szvesta se abstuvo de participar dirigiéndole una mirada al mago con curiosidad mientras esperaba que la bailarina tuviera a bien comenzar con su danza. Hacía tiempo que seguía la trayectoria de la joven, una belleza con un refinado arte. En cierto modo, su autonomía, y forma de vida libre, alejada de las obligaciones y el peso de las responsabilidades le causaban cierto sentimiento de envidia...

Pero luego comenzó la actuación en sí. La joven, como la reina ya sabía destilaba pasión y profesionalidad. Logró que la reina olvidara incluso los lascivos ojos de su esposo, prendido entre las mujeres del lugar con sus giros y acrobacias, pero lo que mas intrigó a la reina fueron las pinturas que decoraban el cuerpo de la mujer, la reina se vio recorriendo los patrones que surcaban la piel de la mujer con atención, siguiendo cada curva, cada giro... Hasta que la bailarina se detuvo y Szvesta la vió arrodillada ante ella con cierta sorpresa.

- Has superado mis espectativas, Ailara.- Dijo la reina cuando el gentío se hubo acallado, levantándose de su trono y bajando hasta quedar a la altura de la mujer, a la que tomó del brazo para que se levantara.- Posees un talento único y muy, muy especial. Me alegra mucho que nos hayas honrado con tu habilidad.

Para asombro, la reina le hizo entrega de su copa, aun con vino dentro, invitando a beber a la bailarina, quien sin duda estaría sedienta. Dejándola con la copa en las manos, la reina volvió a su asiento sin mudar la expresión, pálida y radiante. Una vez sentada se gira un segundo ante las palabras que el rey le susurra, poniendo su mano sobre el brazo del rey.

La reina escucha las palabras del rey con el mismo gesto, pero la mano aprieta el brazo del varón un instante.

-¿Dudáis de la mujer que elegí para servirme? ¿Tan poco valoráis mi opinión?- Las palabras notan cierto desapego, pero ascienden una octaba haciéndose mas ligeras- Y yo que pensé que su hermosura os mantendría ocupado durante mis... noches de soledad, mi rey...

LA reina se gira mirando un instante al monarca al tiempo que posa su mano sobre el rostro del rey y le mira fijamente.

-Pero claro, quién se fijaría en una doncella tras el espectáculo de la bailarina... Difícil apartar de vuestra mente, amado esposo sus movimientos cadenciosos, sus giros serpentinos, sus pechos, alzándose arriba y abajo...- La reina esboza una sonrisa divertida.- Portáos bien, mi rey. Portáos bien esta velada... Y quizás hable con la bailarina y ambas os demos una sorpresa esta noche.

La reina sonríe una última vez antes de volver el rostro y volver su atención a la fiesta en curso.

Cuando las miradas del mago y la reina se cruzan, esta hace una señal, golpeándose la muñeca dos veces y luego señalándose a si misma y la puerta lateral del banquete que da a los pasillos y finalmente a los jardines, al tiempo que ladea la cabeza esperando una respuesta.

 Me sentí algo cohibido mientras respondí a las palabras de Szvesta, susurrando:

 - No pretendía ofenderos, amor mío, solo quería conocer lo que sabías de ella, nada más...

 La verdad es que su promesa hizo que mi pantalón encogiese, Traté de enderezarme, para que no se notase, y volví a centrar mi atención en nuestros invitados.

Ailara cogió humildemente, con las dos manos, la copa que la reina que servía, y como muestra de gratitud, le dio un sorbo mirándola a los ojos, tras terminar la devolvió a su lugar.

-Humildemente le doy las gracias, Reina Szvesta, por sus palaras, y a su excelencia- mirando al rey -Rey Tavern-

Se levantó de su posición de rodillas

-Y a todos los grandes nobles que a su diestra y siniestra se sientan-

Se dio cuenta de que el hechicero le había recogido el velo, pero apenas movió los ojos para descubrirlo

-Así como a los asistentes a este magnífico evento, ha sido un placer para mí, que hayan disfrutado con este baile-

Hizo una reverencia a la mesa real y dijo unas últimas palabras

-Pedid una actuación, y esta servidora humildemente acatará la petición-

Esta vez se dirigio al rey, tras lo cual, se marchó a una mesa de primera fila, donde estuviera rodeada de más mujeres, para evitar ser asaltada cada dos por tres, por algún hombre pasado de alcohol. Si esta era la noche, sería ella quien elegiría.

Cuando la balarina toma asiento, Galfen moja la punta de su índice izquierdo en vino y traza complejas runas sobre el velo que la muchacha dejó caer antes y que él ahora ha recogido.

- Permitidme devolveros lo que es vuestro, y haceros a la vez un regalo por tan placentero espectáculo que nos habéis brindado, dama Ailara. - dice en voz suficientemente alta como para que le escuche desde su asiento.

 Y sin levantarse de suyo, sopla sobre el velo que tenía extendido en su mano, que se levanta de la misma flotando por la brisa... y comienza a bailar para el asombro de los presentes. La seda roja se dobla, se pliega y se retuerce, tomando la forma de una pequeña mujer de no más de un palmo de altura, que va contoneandose por el aire del mismo modo en el que lo hacía la chica hace pocos minutos, imitando su compleja danza. Poco a poco va acercándose a la chica entre Oes y otros susurros maravillados, y termina posándose en sus piernas, haciendo una reverencia y cayendo inerte, como si nunca hubiera sido más que una prenda más de vestuario. Sin embargo el hechicero añade:

 - Mientras las runas lo adornen será vuestra pequeña danzarina particular, para que podáis disfrutar de la humilde imitación de este hechicero de vuestro más que magnífico espectáculo.- y aplaude para que el resto de la sala haga lo propio, honrando a la artista.

Mientras la audiencia mira la seda danzante cruzar la sala y los ojos están puestos en ella, el mago devuelve la mirada a la reina y hace un leve cabeceo afirmativo, entendiendo la clara señal.

 Veo el baile hipnotizado por la danza de la chica, mi mirada se queda fijamente en cada paso y movimiento que hacía ella. Al terminar me levanto y aplaudo hacia ella, me acerco a la chica que repartía los vasos y anoto mi nombre al lado de una copa. Por favor dele un trago a la señorita Ailara de mi parte. Dije sonriendo.

 En mi mente varias cosas daban a paso en estos momentos y tan solo empezaba la fiesta algo increible, por un lado la reina disfrutaba de muchas cosas tanto como el rey y el resto. Tenía que ser rapido para estas cosas o sino me pondría aburrido cosa que estaba pasando. 

 Me acerco a mi hermana y le susurro varias cosas como siempre era mi unica confidente y todo lo que hacía era con su voto también. Acto seguido vuelvo a levantarme. Fue un gran baile y algo digno para recordar. Me giro a los reyes y luego los miro. Señores mios conocen el paradero de nuestra prima segunda y su hija?, es que es raro no verla por estos lares.

 Al acercarme a mi hermana, por detrás paso un dedo que recorre su espalda suavemente. Al ver el baile nadie miraría para otro lado que no fuera a la chica. Sinceramente querida hermana te mueves mucho mejor tu en la cama que ella en estos momentos. Sonrío ante ese comentario.  Hermana dime a quien quieres matar porque me aburre esto, necesitare tu ayuda para bueno ya sabes doparla... Como siempre seras bien recompensada. Le dejo un beso en su mejilla y sigo viendo el baile.

Tuvo que darse media vuelta para recibir la ofrenda y las palabras del hechicero, mirándolo desde la profundidad de sus ojos verdes

-Pero una vez más, una mente brillante se impone a un cuerpo entrenado- recogió el velo, y tras dedicarle la mejor de sus sonrisas, se marchó.

..........................

Cuando recibió la copa de parte del noble James, Ailara se levantó, alzó la copa, y encarando con el rostro al noble, hizo una inclinación de cabeza modo de agradecimiento, para acto seguido beber de aquella copa. No dejó irse a la copera, y le habló en voz baja, ocultando el movimiento de sus labios con la mano.

Cualquiera podía entender lo que decía con solo verla mover los labios.

-Hola amiga- Comenzó saludando a la copera

-No he pisado mucho estos salones, y tu los recorres cada dia,¿Podrías ilustrarme sobre algunas cosas de las que aquí se dicen o suceden? no me gustaría ofender a nadie en un futuro, así que como una igual, me gustaría recibir tu ayuda-

Su acento del sur era muy fuerte. Se quitó una de sus bellas pulseras

-Una mujer bonita necesita de alhajas bonitas, toma, un regalo sincero-

 Bennett se animó a aplaudir a Ailara una vez que todos lo hicieron, merecidamente. También al hechicero, sorprendida por sus entretenidos trucos y encantamientos, que jamás alcanzaría a comprender. 

 Una vez más llevó a cabo las peticiones de los presentes, y una vez finalizadas intercambió unas palabras en murmuros con la que había sido el centro de atención, la bailarina Ailara.

 Sonriendo, tomó algo que la chica le ofreció, una pulsera, y se la puso en la muñeca. Después de eso continuó hablándole, pero escondiendo también el movimiento de sus labios.

 - Moviéndoos como lo hacéis, estoy segura de que os perdonarán cualquier falta. Después de vuestro espectáculo os bastaría con una sonrisa para engatusar a cualquiera. Tenéis a la corte más hechizada que el propio Galfen. - Observó divertida, pues no era un cumplido vacío, si no más bien, un hecho. - Mis más sinceras felicitaciones, dama Ailara vuestra fama es merecida. - La elogió, ahora más personalmente.

 La doncella entonces abrió ligeramente los ojos ante el ofrecimiento, sorprendida. Asintió con una sonrisa agradecida y la tomó con ambas manos antes de colocarse la pulsera.

 - Sois muy amable, Ailara. Acordaos de mi si precisáis de algo esta noche. Os atenderé personalmente una vez la mesa de sus majestades esté servida. - Aseguró, pretendiendo devolverle el favor.

 Entonces se acercó algo más a su oreja e interpuso su mano entre ellas y los demás para que no pudieran oírla cuchichear, mirando de reojo a la mesa de los reyes.

 - El mago Galfen, además de extravagante, parece un buen hombre. Normalmente tiene reparos a la hora de tratar con gente de menor clase, e incluso se muestra amable y dispuesto. - Miró a los reyes y a su familia. - James, el primo del rey, parece estar de buen grado esta noche, aunque a veces puede violentarse un poco y causar algunas trifulcas. Aunque tu no tendrás problemas con eso. - Sonrió. - La reina Szvesta, como el lugar donde se crió, es fría y seria. También culta. Su actitud y su postura amedrentan a algunos, pero nunca hemos tenido motivos reales para temerla. - Sonrió y miró directamente al rey. - El rey es mucho más... cálido, en varios sentidos. Dicen que puede ser algo mujeriego, pero... Al fin y al cabo, es un hombre apuesto y poderoso. No me extrañaría que sean ellas las que traten de engatusarlo para obtener su favor. - Opinó, y entonces sí, se apartó ligeramente de ella. Tuviera o no razón, tras tan sugerentes movimientos, la bailarina podría estar interesada en esa información para tomar las medidas o las distancias que creyera pertinentes. O no.

 Entonces se percató de algo y volvió a hablar, apurada. - Disculpad, no hago más que hablar y ni tan siquiera me he presentado, qué maleducada. Mi nombre es Bennett Aldrich. A vuestro servicio. - Obviamente la chica, como todos en la corte, ya conocía el nombre de la renombrada bailarina.

- Moviéndoos como lo hacéis, estoy segura de que os perdonarán cualquier falta. Después de vuestro espectáculo os bastaría con una sonrisa para engatusar a cualquiera. Tenéis a la corte más hechizada que el propio Galfen.

-Gracias por tu sinceridad, Bennett, pero ten en cuenta, que nosotras no somos como ellos, que viven enfrascados en sus poderes nobles-

Le hizo un gesto para que se sentase a su lado.

-Nosotras, somos la sangre que da vida a todo esto- Señaló toda la sala con las manos

-Y como siempre pasa, intentarán usarnos, y cuando nos les valgamos, nos desecharán al igual que desechan los restos de comida que no quieren-

-Y muchas gracias por el ofrecimiento, querida, pero no hace falta que me sirvas en particular, solo necesitaré tus oidos y tus ojos, a cambio, más adelante podría usar mis palabras en tu beneficio-

Le guió un ojo, por último.

Mientras hablaba con la sirvienta, le hizo un gesto para que se senatara a su lado, y la conversación pareció animarse.