Partida Rol por web

Galfen llevaba esperando desde hace rato en los jardines. Vio al fondo unas siluetas iban en su dirección, al parecer era la reina y la bailarina, que iban hablando entre ellas.

El jardín era amplio y los setos estaban cortados de tal forma que fuera un laberinto, por el que era fácil perderse. Más de una travesura había tenido lugar en ese sitio. La noche hacía que los jardines fueran mágicos, aunque había una ligera brisa fresca que no invitaba mucho a ir muy destapado.

El mago sonríe intrigado cuando ve llegar a la reina con compañía. Él se encuentra al fondo de un callejón sin salida entre los muros de seto del laberinto. De cuando en cuando le gusta venir a este lugar a pensar... y a escuchar, pues entre las paredes vegetales del jardín no es difícil que el oído cace alguna conversación indiscreta si no se va con cuidado.

Cuando la monarca y su acompañante se van acercando Galfen hace un pequeño pase para cerrar los muros tras de ellas, creando un espacio cerrado, donde les sonríe a la par que dice con su voz suave:

- Siempre he apreciado la intimidad como un recurso escaso y de gran valor. Estoy seguro de que mi reina lo ve del mismo modo. - hace una pequeña pausa - Mas no esperaba tan agradable compañía añadida. Veo que el gusto de mi reina es tan impecable como de costumbre... - Y hace una breve inclinación de cabeza hacia Ailara, en señal de respeto.

Mientras el día va muriendo lentamente, dando paso a la noche, el hechicero se considera afortunado de encontrarse tan bien acompañado. Pues, al contrario que muchos hombres que las infravaloran o desprecian, Galfen suele disfrutar más de la compañía de las mujeres que de otros hombres en lo que ha charla se refiere. Las considera más agudas y rápidas de mente usualmente, forzadas por la sociedad a valerse de su astucia y belleza para suplir la fuerza bruta y el manejo de las armas de los hombres. Y es por eso que las respeta... y las trata con cautela.

Cuando llegó a la altura de la reina, no tuvo miedo en hablarle, Ailara no era así, ni fingiría serlo.

-Reina Szvesta, es un honor par mí, haber recibido tal invitación por su parte-

Ailara devolvió la cortesía inclinando la cabeza, junto con una sonrisa, pero se mantuvo aparte, sabía cual era su sitio en todo aquello

-El honor es todo mío Ailara.- Respondió la reina inclinando un instante la cabeza, para luego mirarla con calma.- Si te he pedido que me acompañaras ha sido por dos motivos, uno, mi curiosidad y otro tu seguridad.

La reina se giró un instante para mirar a la bailarina, y le puso su manto encima.

-Aquí afuera refresca y no estarás habituada a climas fríos, yo si.- Comenta mientras le pone la pesada piel de lince moteado encima.- Debes tener cuidado con el rey. He visto como te mira y me apenaría que el hiciera de ti otro de sus caprichos pasajeros. Lo he visto con anterioridad y se como acaban. unas semanas de pasión, unos regalos caros y... Fin. Él vuelve a mi lecho, se olvida de ti y poco a poco tu estrella decae en el olvido.

La reina te mira con tristeza unos instantes de manera fija, con seriedad.- Me apenaría que tu arte se apagara por culpa de que mi marido no sepa controlar su hombría, Ailara. Lo digo por tu propia seguridad, actúa bajo tu propio riesgo.

Tras decir las palabras, la reina avanza hacia el mago unos pasos pero se gira para la bailarina y le tiende la mano para que la acompañe.

Finalmente la reina le da su manto a la bailarina y tras unos pasos se vuelve hacia el mago.

-Lamento haberos echo esperar, Magos Maardan. Me temo que los invitados del rey se muestran muy insistentes en intercambiar las mismas palabras huecas que tanto gustan en este pais.- La reina avanza hacia el mago con los hombros al descubierto, sin verse afectada por la bajada de temperaturas que hay dentro y fuera del castillo.-Sin duda aqui afuera podamos hablar con mas calma y sin tantos formalismos como los hay dentro de esas paredes, ¿no creeis?

Szvesta sonríe de lado al tiempo que le tiende la mano a la bailarina.

-He creído que la atractiva Ailara podría compartir nuestros intereses, al fin y al cabo ella también posee habilidades sumamente intreresantes en las que sin duda os habréis fijado.

Ailara sonrió, divertida.

-Gracias, excelencia, por el aviso, pero debe saber, gran reina del norte, que los hombres son como un libro abierto, les muestras el postre, y ellos solos se delatan-

-No es mi intención yacer con el rey, ni convertirme en un juguete roto, fruto de promesas vanas, le aseguro, Reina Szvesta, que los reyes sureños son aún peores, puesto que intentan conseguir lo que quieren a la fuerza, para despues terminar la aventura con un dulce veneno en la copa de su capricho pasajero-

Algo ya más seria, continuó

-El arte de las Zíngaras está por encima de eso, es como una llama viva, que crece, mengua y luego renace más brillante que el sol, el dia que se apague mi estrella, no será por asuntos de cama, os lo aseguro, mi buena reina-

Dejando atrás aquel momento de seriedad, le dijo unas últimas palabras a la reina

-Si me permite tal indiscreción, mencionó que quería advertirme y que sentía curiosidad, la primer parte está resuelta, pero queda la segunda ¿Que podría resultarle curioso, a una mujer tan versada en muchos campos, de una bailarina errante sin hogar?-

Sangre fría y corazón caliente. Su herencia norteña es más que obvia, piensa Galfen mientras la ve avanzar tan descubierta en un clima en el que él debe llevar su capa encantada para estar a gusto. El brujo asiente ante las pabras de Szvesta.

- Dignas de alabanza sin duda. Hay más poder en lo que hacéis que en las espadas de muchos hombres mi bella dama. Espero que mi regalo os sea de utilidad u os amenice el pasar del tiempo. - Su hablar es calmado y de tono cálido y amable. - Será un placer compartir plática con tan excelentes damas.

 Sus ojos azules se mueven con gran tranquilidad mientras habla, sin asomo de verse afectados por el vino como había dicho en la sala de banquetes. Una mentira piadosa de un hombre que prefiere la soledad del exterior al bullicio de una sala atestada, seguramente.

 - ¿Tenía mi reina algún tema de conversación particular en mente quizás? - mera cortesía. Él sabe que sí.

La dama del norte sonríe con un deje de diversión.

-He visto mundo, quizás no tanto como ambos, pero mi buena parte he visto, y hay pocas cosas que me diviertan lo suficiente como para poder soportar el tedio en palacio.- Comenzó la reina abriendo los brazos.- Una es el estudio de las runas del norte, arte complicado pero con gratos resultados, si se saben interpretar bien, pillar a las amantes de mi esposo es otra, pero ya hablaremos de ellas luego.- La reina baja los brazos. El perfilado negro oscuro de sus ojos contrasta vivamente con la palidez de su rostro.- El último son los patrones. Patrones como el hilo de la araña que forma su red, entretejiendo complejos patrones, marcados senderos como el aparente azar que marcan las formaciones aviarias, patrones como los diseños de Henna de nuestra amiga.

La mujer del norte se gira mirando a la bailarina con ojos brillantes y curiosos.

-En mi tierra los patrones que marcamos con tinta o fuego sobre nuestra piel tienen un profundo significado, muestran una parte de nosotros, cuentan una historia o pretenden proteger de algún mal en particular.- La reina señala las marcas sobre la piel de Ailara con interés vívido.- Hay marcas que encierran poder, marcas que cuentan anécdotas, marcas que solo tapan defectos... Sin duda, vos, Maardan, como hombre ducho en las artes mágicas sabréis mejor que yo de semejantes poderes, aunque quizás para vos, no sean más que una nimiedad.

La reina los mira a ambos con interés mientras su sonrisa decae poco a poco. Su rostro se vuelve serio, inafectado por la emoción que antes teñía sus palabras.

-Me preguntaba, bailarina del sur, ¿Que significan vuestros patrones? ¿Cuentan historias o encierran poder?- Finalmente la dama se centra en la bailarina.- Antes me habéis preguntado que podría resultarme curioso, ahí tenéis la respuesta. Día tras día leo, cabalgo y aguanto las aburridas reuniones de mi marido y sus petimetres, quienes solo se quejan y lloran y se lamentan esperando las migajas de mi esposo. Estoy encerrada en una cárcel de lujo y cuidados que no pedí, no negaré sus ventajas, pero la libertad de la que disponéis, los secretos que encerráis... Me intrigan.

-Cómo usted dice, reina Szvesta, esas actividades tan mundanas para alguien de su categoría, serían la salvación de más de una-

Hablaba como distante, intentando perderse en una maraña de lejanía y misterio

-Una cálida chimenea, abundantes alimentos, animales de paseo y libros, son cosas que más de medio reino desearía para sí-

-Nada interesante, tampoco para una errante como yo-

Se descubrió el hombro, y la reina pudo ver que el Henna le corría todo el brazo y el hombro, bajando por su espalda hasta su cintura, más abajo de ahí no se veía, ocultado por la escasa ropa de la bailarina

-No son patrones, mi reina, estos mehandi solo representan líneas, curvas y espirales, cuentan algo, algo encerrado dentro de tanta armonía y simetría, esconden el caos y la disparidad, si se fija con más detenimiento, verá que nada es igual en el dibujo-

Acercó con suavidad la mano al rostro de la reina, para que pudiera contemplar mejor aquella obra.

-Su buen hechicero Galfen, habrá notado el poder que esconden estos dibujos narradores de historias, pues no están ocultas para aquellos que dominan la magia y hechicería-

El mago asiente a las palabras de la bailarina.

- Los grabados Henna están a medio camino entre el arte y la magia mi señora. Algunos dicen que derivan de la hechicería gitana, otros que proceden de los artesanos de arabescos de las tierras de Oriente. - comenta mientras mira los grabados de Ailara - Este - señala un conjunto de líneas cerca de su cadera - evita que su vientre florezca mientras lo lleve, este la cuida del mal de ojo... Este de la maldición de piel de lagarto... Bellamente elaborados y útiles para su portadora.

Hace una pequeña pausa y la punta de su índice derecho brilla. Comienza a moverlo por el aire trazando runas de hermosa luz tenue.

- El Henna gana poder cuando los mehandi se unen formando esas bellas líneas como ha indicado Ailara. Las runas norteñas tienen poder de manera individual. Riqueza, sol, granizo... - va señalando según las dibuja. Cuando abandonan su dedo quedan suspendidas en el aire y comienzan a girar, siguiendo a la anterior, girando en círculos. Continua con voz sugerente - placer... Cada una añade un valor al hechizo. Es algo mucho más rígido que el Henna.

 Deja los dibujos en el aire, que se van disolviendo poco a poco. Vuelve a mirar a la reina.

 - ¿Buscais algo en concreto de ello mi señora? Sabéis que todo mi conocimiento está siempre a vuestra entera disposición. Todo mi saber y mi persona son... vuestros por derecho.

-Sintiendo mi interrupción, sabio maestro arcano, solo he de decir, que me ha descubierto, como era normal-

Sonrio ante la evidencia

La reina sonrió, viendo algo de diversión en la noche.

-Sois muy amable maestro arcano, podéis estar seguro de que tendremos trabajo antes de que acabe la noche, pues tengo ciertas ideas para llevar a cabo. Pero aun queda tiempo para ello.- La reina se volvió a la bailarina y le tomó las manos entre las suyas.- Muchas gracias por el regalo de tu baile, Ailara. Siempre serás bienvenida a mi casa y siempre tendrás un plato y un lugar bajo mi techo.

Luego miró al mago por encima del hombro y esbozó una pequeña sonrisa.

-En cuanto a vos, encantador de lengua de plata... Bueno, tendréis que ganároslo.- La reina dejó escapar un bufido y se encaminó de vuelta al salón.- Vuelta a la "diversión".

Cuando la reina se gira para retirarse el mago hace un pase con la mano y los setos se abren de nuevo a su paso. Sonríe entre dientes ante el comentario final de la reina.

- Por supuesto mi reina... no soy hombre que guste de perder - juega con la expresión "ganárselo! que ha dicho ella. Observa su andar orgulloso y esbelto alejarse de nuevo hacia el salón de fiestas. Mientras disfruta de las vistas comenta a la bailarina - Quizás el resto debamos retirarnos también, ¿no cree, bella artista? -

Y cuando la reina ha salido de las callejas aledañas del laberinto de setos del jardín, el mago, que parecía retirarse, se detiene y coloca una mano enguantada sobre el hombro de la bailarina con suavidad, apenas rozándola con la punta de los dedos, simplemente para evitar que esta se marchase durante un momento.

- Aunque quizás os apetezca intercambiar algunas palabras más. - dice con tono de ofrecimiento continuando su frase de hace un momento, y en sus ojos brilla una chispa de diversión de dudosa licitez - Pues algo me dice que una bailarina de vuestro talento no se haya por casualidad aquí en una fecha tan especial...

 Y es cierto que eso piensa. Un acontecimiento de esta importancia suele conjurar muchas "casualidades" que hace mucho que el mago ha dejado de ver como azares del destino. Es, como todo lo importante en la vida, una confluencia de ambiciones.

Finalmente, tras no encontrar a tu mujer en vuestra habitación, preguntáis a una de las doncellas su paradero. Ella os indica que la vio pasar dirección a los jardines, así que te apresuras a ir a aquel lugar, aunque fuera solo para despejarte. 

El jardín era amplio y los setos estaban cortados de tal forma que fuera un laberinto, por el que era fácil perderse. Más de una travesura había tenido lugar en ese sitio. La noche hacía que los jardines fueran mágicos, aunque había una ligera brisa fresca que no invitaba mucho a ir muy destapado.

Veis cómo a lo lejos se acerca el Rey, que parece algo preocupado.

 Me adentré en los jardines, buscando a mi esposa, confiando en que estuviera con la bailarina. Si no la encontrase, tal vez mandase ir a busca finalmente a Bennett, esa criada me había fascinado nada más verla...

-Gran hechicero- respondió Ailara con una críptica sonrisa

-Las casualidades siempre ocurren por algo, deje usted el azar para las zíngaras libres, pero algo me dicen sus ojos, ¿sabe?, no domino las artes arcanas como usted, ni siquiera le llego a la suela de esos bonitos zapatos, pero los ojos nunca mienten, incluso los de un mago excepcional como usted-

Se giró para dar frente a su interlocutor

-Usted es sabio e inteligente, así que no me trate como una estúpida, y dígame, ¿por qué entretenerse con una simple plebeya?-

Señaló al rey perdido

-Eso es cosa de su excelencia-

Volvió a sonreir

-Amo los misterios, y el de la pregunta que le he lanzado, lo resolveré, antes de que acabe todo este lujo y pompa que envuelve a toda esta fiesta-