Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo VI

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12/06/2010, 21:56

-Pero bueno ¿esos jovencitos no piensan entrar? -preguntó la señora Spooner frunciendo el ceño- La comida se va a enfriar y a nadie le gusta estar comiendo comida recalentada.

Hizo sonar las palmas de sus manos y empezó a ordenar que se sirviera la comida. Daba risa verla ahí dando órdenes como si fuese la dueña de la casa, pero ese era un derecho que se había ganado a lo largo de esos años al servicio de la familia Heddington, en especial al servicio de Francis y su difunto padre.
-Voy a pedir a uno de los muchachos que vaya a buscarlos porque como les sigamos esperando va a dar la hora de la cena.

Notas de juego

Este turno lo puso Hipa, pero lo copio aquí ya que no había sido respondido aún.

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12/06/2010, 22:20
Susanne Cornwell

Ella lo escuchó con atención, la idea de él reincorporándose al ejército no le agradaba y no porque le disgustara que él vistiera de uniforme ni nada sino por lo que vestir ese uniforme implicaba. Patrick, a Dios gracias, era consciente de ello.

Sonrió cuando él mencionó lo de la factoría y no pudo disimular el brillo de sus ojos.

-Pues si me lo preguntas no quiero que vuelvas al ejército -dijo bajando la mirada un tanto avergonzada por lo egoísta de sus razones-, estoy orgullosa de lo que haces, de los logros que obtuviste mientras vestías ese uniforme pero… -se mordió el labio y albergó la mano de él entre las suyas- no me creo capaz de soportar tu ausencia a sabiendas que estás arriesgando tu vida en alguna guerra. No tienes idea de la angustia que siento de tan sólo imaginarlo -respiró profundo porque de verdad que sintió una opresión en el pecho-… No saber si estás bien, si te alimentas bien, no estar para cuidarte si es que enfermas o, ni Dios lo quiera, caes herido.

Parpadeó y lo miró a los ojos un largo instante, en silencio.

-No pienses que soy egoísta -susurró-, pero no soporto la idea de que te ocurra algo y no estar junto a ti para ayudarte.

Respiró profundo y le acarició el rostro.

-Por otro lado la idea de reabrir la factoría me gusta, demasiado me gusta. Esa fábrica significaba mucho para mis padres, por eso mamá se negó a venderla sin importar lo mucho que necesitamos de ese dinero. Si la factoría reabre podríamos pensar luego en ampliar la boutique y por qué no, instalarnos con una sastrería como la que teníamos antes de que… bueno, de que lo perdiéramos todo.

Lo miró avergonzada porque se había dado cuenta de lo emocionada que acababa de mostrarse al hablar. Se puso seria otra vez.

-Esa es mi opinión, pero quien tiene la última palabra eres tú y yo voy a estar contigo sea lo que sea que decidas.

Mientras Susanne preguntaba esto a Collins, se veía a alguien venir corriendo hacia ellos por el prado, lo que se tenía que decir, se dedería definir ahora.

Notas de juego

;) modifiqué un poco lo de hipa para que tengan el turno este, n_n

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13/06/2010, 00:01
Edmund Banks

Edmund se queda paralizado.... ¿Qué hacer: ofrecerse a ir él mismo a buscarlos, volver a la cocina con la señora Spooner, o tratar de hablar con Anabel?

Su mirada se fija en la de la chica, tratando de saber cómo ha encajado ella el cambio de situación.

Notas de juego

Bienvenida de nuevo.

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13/06/2010, 01:25
Patrick Collins

Su respuesta era la que había esperado. Sabía que ella no quería estar tan lejos de sus hermanas, y sabía que tampoco quería estar tan lejos de él. Sus palabras le hicieron reflexionar. Hablaba de su vida militar en pasado, y la verdad es que no terminaba de hacerse a la idea de ser el típico burgués orondo y viejo que habla en las cenas de sus batallitas pasadas con cierto orgullo y petulancia.

A pesar de ello, si que hacía tiempo, mucho tiempo, que había considerado dejar de vivir en el filo de la navaja. Tener una vida tranquila, con problemas sencillos en los que la muerte de otros seres humanos no estuviera involucrada, más allá de las pérdidas personales en el marco de las amistades o la familia.

También pensó que no era incompatible una vida relativamente activa, con vivir en Winfield. Sus campos eran anchos, y sus bosques grandes. Había espacio para cabalgar, para cazar y para hacer deporte. No quería ser una rémora de sillón, acosado por las enfermedades. Entonces, se le ocurrió algo, algo que quizá podía satisfacer a ambos. La miró a los ojos, pensativo.

-Creo que podemos hacer ambas cosas. Me explico. Podemos volver a levantar la fábrica, y que gracias a ella tu y tus hermanas tengáis una pequeña fortuna por vuestros propios medios. Conocí a un hombre, un francés llamado Murville. Él quería comenzar una vida nueva, sencilla, junto a una de las criadas de mi señor. Es un buen hombre, al igual que el señor Banks. Pero necesitan un empleo más digno, y estable. Creo que la fábrica podría proporcionarles ese empleo. El señor Murville, por lo que se, es un hombre ilustrado, que podría hacerse cargo de asuntos importantes. Del señor Banks se menos, pero no parece mal tipo. Tal vez pudiera ser un buen capataz para los trabajadores de la fábrica, o quizá representarla en Londres, York u otras ciudades como viajante o representante, y así poder colocar los productos de lujo de nuestra fábrica allí donde son demandados.

Suspiró luego, mirando los dedos de la mano de ella, entrelazada en la de él.

-Existe una fuerza territorial militar, los yeomen. Se encargan de la seguridad territorial, ayudando a la policía, y controlando disturbios regionales. Winfield fue víctima del engaño del doctor Vintheville, que supo convencer a unos cuantos soldados del ejército regular. Fue algo malo para el pueblo, traumático. Quizá, con la ayuda de mi señor, pudieramos usar los contactos del difunto barón, su padre, en los Horse Guards, para convencerles de que esta comarca necesita una fuerza de yeomen para su protección, y más si vamos a llevar a ella la industria. Con la industria vienen las comunicaciones, más gente, y mayor desarrollo. Pero eso supone también tener más problemas internos, problemas que habría que solucionar.

La miró a ella. No sabía que iba a pensar de todo eso. Quizá quería que, simplemente, Winfield siguiera siendo una comunidad campestre y bucólica, aunque ello supusiera que, nobleza aparte, la gente del común fueran campesinos con unas rentas menores a las de los habitantes de la ciudad.

-Seguiría en el mundo militar, pero viviría aquí. No tendría que irme a lejanas guerras en otros países o continentes, y haría un trabajo que es, realmente, el único que he tenido, y se hacer. Es costumbre que los oficiales del ejército regular, si son destinados a la yeomanry y tienen años de servicio, y más en zonas de conflicto, reciban un ascenso inmediato al entrar en el cuerpo, dada su experiencia. Podría tener el suelo de un capitán, o quizá el de un mayor. Y eso, junto a la fábrica, podría convertirnos en la familia más rica y a la vez respetable de la comarca.

Notas de juego

Y sigue viniendo alguien corriendo hacia vosotros, y perdón porque no había leído la respuesta. Estem, me pondré al día bien bien en la semana :$ perdón...

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13/06/2010, 15:27
Anabel Cornwell

-De acuerdo... Sra. Spooner estaremos en el comedor- informó educadamente a la ama de llaves para después observar a Francis y su hermana, esperando que empezaran a caminar en aquella dirección.

Después se giró hacia Banks y comprobó que todavía estaba más dubitativo que ella misma, ni siquiera se atrevía a pronunciar palabra.
-¿Nos acompañará en la comida?- le preguntó a modo de invitación para facilitarle la decisión. Ahora sólo era menester que aceptara o rechazara la oferta mientras el resto se dirigían al salón.

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13/06/2010, 16:17
Edmund Banks

Con una sonrisa Edmund toma la mano de Anabel, volviendo a ponérsela en el hueco del brazo.

- Será para mi todo un placer acompañarles, por supuesto.

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13/06/2010, 16:16
Francis P. Spencer

-Excelente idea, señora Spooner.

Asiente con la cabeza y dedica una sonrisa cómplice a Elizabeth comprobando las atenciones de Anabel y el señor Banks, quienes parecen haber estrechado lazos. Se dirige sosegadamente al comedor, sin ver necesidad de reforzar la propuesta de la hermana mayor al señor Banks. Al fin y al cabo, probablemente ella resultara más convincente.

No obstante, se sentía algo desconcertado por las miradas de ambos cuando él mismo y Elizabeth habían entrado en la casa. ¿Quizá habían visto algo?

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13/06/2010, 21:25
Elizabeth Cornwell

Liz, aún nerviosa por lo ocurrido antes, comienza a caminar despacio hacia el comedor, sin saber muy bien hacia dónde mirar...

Finalmente opta por mirar hacia "el entorno en general",y avanzar despacio. Se atreve levemente a alzar la mirada hacia Francis, y una leve sonrisa le curva los labios, en respuesta a la suya...

Ella también ha notado cierta afinidad entre Anabel y Edmund, y le alegra profundamente.

Más animada, continúa el camino hacia la sala.

Cuando entra allí, aguarda a que lleguen los demás.

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14/06/2010, 00:41
Susanne Cornwell

La mirada de Sue se iluminó todavía más después de escuchar su respuesta porque Patrick acababa de dar con la mejor de las soluciones misma que, al final de cuentas, dejaba a ambos contentos, porque ni ella tendría que separarse de sus hermanas ni él tendría que colgar el uniforme y, lo que es mejor, seguirían viviendo en Winfield teniendo, además, la posibilidad de contribuir a que la ciudad surja, dando de paso trabajo a muchas familias. La sola idea la hacía henchir el pecho, orgullosa. Las posibilidades eran muchas y todas ellas igual de buenas.

Se mordió el labio, sonriente, jovial y, por sobre todo, con esa naturalidad desenfadada que la caracterizaba.

Posó uno de sus dedos sobre los labios de Patrick, lo hizo con dulzura y sonriendo traviesa pero en seguida se puso seria y le habló mirándolo a los ojos.

-Sepa usted, señor Collins, que soy poseedora de la mayor de las fortunas -sonrió- aunque ésta no es cuantificable en dinero.

Hizo una pausa estudiando la expresión de su rostro que seguramente era cuando menos de perplejidad pues no debía estar entendiendo a lo que ella se refería.

-Sí, ha oído usted bien, mi fortuna es tener la familia que tengo, mi fortuna son mis hermanas, su cariño e incondicionalidad, pero sobre todo lo es usted -besó el dorso de su mano y enseguida se la acarició-. No necesito de una fortuna para ser feliz, me basta con tener un techo sobre mi cabeza, una cama donde dormir, el fuego de una chimenea para no pasar frío en invierno y que no falte la comida en mi mesa… me basta con tener un hogar y una familia a la que querer, pero entiendo que no todas las personas se conforman con tan poco como yo y también entiendo que existen familias con muchas más necesidades de las que puedo imaginar y si en mi mano, en nuestras manos está la posibilidad de ayudarlos no seré yo quien les niegue esa ayuda.

En ese instante se dio cuenta de que alguien venía corriendo hacia ellos e intentó distinguir de quién se trataba.

-Parece que han mandado por nosotros… -musitó divertida.

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15/06/2010, 00:35

Finalmente uno de los criados fue a buscar a Susanne y a Patrick y los acompañó hacia el comedor, antes de que la señora Spooner se volviera loca al comprobar que los platillos se hayan enfriado. Ambos jóvenes entraron y vieron que ya todo el mundo estaba sentado a la mesa. Elizabeth, Damien, Anabel y Francis se hallaban ya allí. La señora Spooner palmeó las manos, con deleite, cuando comprobó que todo mundo estaba sentado.

-¡¡Vamos, vamos!! Que he preparado algo exquisito - carraspeando aclaró -los cocineros han preparado algo exquisito pero yo he dado las indicaciones pertinentes para ello.

La mujer se fue, muy satisfecha de sí misma, dejando a todo mundo con la opción de conversar un poco. Un aroma delicioso provenía de la cocina, parecía ser pollo con patatas y un aroma como de tomates asados, o algo dulce como batatas. Todos tuvieron algo de hambre ni bien sus narices se percataron de los manjares.

Los criados llegaron rápidamente y pusieron bandejas con pan, y algunos quesos, que eran como aperitivos antes de que el plato principal se sirviera. Entonces también trajeron una fina sopa de hierbas y la pusieron delante de cada comensal. Luego se retiraron. Había vino y agua para beber y todo el tiempo del mundo para conversar, hasta que se sirviera lo demás.

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15/06/2010, 04:31
Patrick Collins

Estuvo mirando las velas un buen rato, perdido en sus ensoñaciones. Luego, sintió su mano acariciar la suya, y la miró. Susanne estaba a su lado, mientras el resto de comensales se habían sentado y comenzaban a hablar animadamente. Era algo curioso, casi familiar. Normalmente, una cena protocolaria evadía la conversación hasta la sobremesa, pero estaba claro que ya estaban en familia, o casi. Aquella iba a ser su familia, sus allegados, y cada vez se convencía más de ese sencillo hecho.

Miró los ojos de Susanne durante un largo rato, componiendo una sonrisa clara y afectuosa. Un gesto poco visto en él, por lo demás hombre serio y grave, a veces casi demasiado hosco. Estaba feliz, se sentía en paz. Iba a casarse con ella, con su amor, y con ello iba a romper el maleficio sentimental que había planeado a lo largo de su vida. Lo imposible, ahora se hacía realidad.

Luego, miró a su señor, y como éste parecía seguir interesado en la bella Elizabeth, una chica de carácter. Quizá por eso, suponía, al final acabarían encontrándose con la pasión que solo pueden destilar dos personalidades tan radicales. Quería pensar que eso podía ser así. Reflexionó un momento, sobre si mantener aquello en la esfera privada, o hacerles partícipes a todos de su idea. Quizá era imprudente, pero él no dejaba de ser un irlandés duro, que jamás había mostrado temor ante un trance de igual o mayor gravedad. Después de todo, iba a casarse, y ciertas cosas eran tradicionales.

Así pues, tomó uno de los cubiertos y, carraspeando, chocó un par de veces una de las copas con él, de manera suave. El cristal emitió su resonancia, atrayendo su atención. Luego, despacio, se levantó de la silla con la copa de vino en la mano. Mistela española, a la que su señor se había aficionado desde la campaña de la Península, al igual que otros aristócratas británicos.

Una vez hecho el silencio, les miró a todos con una breve sonrisa. Nunca recordaba que tantas personas, sin vestir un uniforme, le hubieran prestado tanta atención. La sensación podía inducir a la incomodidad y el rubor, quizá, pero de cualquier modo él se sobrepuso enseguida.

-Es tradición en Inglaterra el brindis, en esta clase de cenas -comenzó- Y aunque en el fondo sigo siendo un irlandés, con poca gracia para este tipo de cosas, permitanme que sea sincero en su compañía, una compañía de la que, cada vez más, me precio en sentir como familiar.

Hizo una breve pausa antes de proseguir.

-No voy a hablarles de mi pasado militar, ya que esos cruentos relatos no son dignos de mesa tan pacífica. Tampoco voy a hablarles de chanzas y chismorreos de la aristocracia, de los que procuro mantenerme al márgen. De lo que si voy a hablarles, es de lo que siento.

Miró a Susanne un momento, componiendo una leve sonrisa.

-Y lo que siento es que mi vida ha cambiado por completo desde que llegué a Winfield, y conocí a las señoritas Cornwell. Ellas me han enseñado una lección, y es menester que lo admita en voz alta. Antes, por los avatares de mi vida, me había precondicionado, atribuyendo a las damas inglesas unos valores que, por indignos, no citaré ahora. El dolor me había galvanizado el corazón, impidiéndome ver más allá. Entonces, conocí a la señorita Elizabeth, a la señorita Anabel y a la señorita Susanne. Ellas, tres muchachas casamenteras y solas, habían afrotando la muerte de su madre con la misma integridad con la que habían vivido hasta el momento, negándose a desposar con el primer caballero apto con que se toparan, como viene siendo costumbre del país. Ellas se mantuvieron incólumes, como los soldados ante el fuego de artillería, firmes en sus principios. Unos principios férreos, que evocan viejos y mejores tiempos. Ellas creían en el amor, el amor verdadero.

Asintió un par de veces, como convenciéndose.

-Ellas me enseñaron que el amor es posible en este mundo extraño, a veces cruel y despiadado, y que hay cosas por las que merece la pena luchar. He luchado por ese ideal, y por las señoritas Cornwell. He luchado, y volvería a luchar si fuera necesario, para honrar su ejemplo, aquello que me han enseñado, lo que me han dado. Porque, además, he sido bendecido con el amor de Susanne, por el que sin duda poderosos reyes se harían la guerra, como sucedió en Troya, como ha sucedido en mi corazón. Una guerra que he luchado día tras día, contra la incertidumbre y el miedo, para no perder su amor, para conseguir estar aquí hoy, hablándoles como lo hago. Para, estando en vísperas de mi boda, darles las gracias a todos por lo que han hecho, por lo que me han dado, y por lo que está por venir.

Sabía que era el momento apropiado, al igual que sabía cuando ordenar una carga a la bayoneta cuando el enemigo flaqueaba tras las descargas cerradas de fusilería. Inspiró hondo, y como se decía coloquialmente, se lanzó al estanque.

-Tanta generosidad, tanto amor, necesitan ser correspondidos. Por eso, deseo aprovechar esta ocasión para anunciarles mis planes de futuro: viviré con ustedes, en Winfield. Anuncio, pues, mi intención de vivir en el lugar que cautivó mi corazón, el lugar por el que luché, y el lugar por el que, con la ayuda de Dios, lucharé.

Miró a Francis, ya que él tenía mucho que decir en todo aquello.

-Es por eso, que iba a proponer a mi señor algo, algo que sin embargo me gustaría hacer público. Es mi deseo permanecer en Winfield y ayudarla a defenderlo del peligro. Y no solo eso, ya que también es mi intención ayudar a que la región sea más próspera y pujante. La familia Cornwell poseía una pequeña factoría, en un molino, donde se confeccionaba la ropa que ellos mismos vendían. La industria es el futuro, sin duda, aunque ésta parece haberse ido al norte, siendo sinónimo de opresión y una vida gris con proletarios explotados por sus capataces, para producir telas y acero cada vez más baratos. No deseo esto para Winfield, pero si el progreso. Cuando estuvimos en París, de vuelta de nuestras campañas, mi señor y yo pudimos ver lo que está haciendo la industria francesa: productos de lujo, fabricados de forma semiartesanal, y que siempre encuentran compradores en las clases altas de Europa. Por eso, pienso que el futuro de Winfield debería ser éste. Conseguir conjugar la industria con el trabajo artesanal, la belleza con la producción mecanizada. Y por eso, propongo a mi señor que invirtamos en el resurgir de la industria en esa región, una industria que, en honor a los pioneros Cornwell, sería administrada y dirigida por los aquí presentes, incluyendo a las señoritas.

Respiró hondo, pensando que ya se estaba extendiendo demasiado.

-Y para defender esos intereses frente a la despiadada industria del norte, que solo persigue la rentabilidad a costa del sacrificio del trabajador, y también para que nunca jamás se repita un suceso como el de la fingida cuarentena de Winfield, que alteró a toda la región, he resuelto entregarme a esta comunidad. Llevo toda mi vida siendo un militar, un militar que ha luchado en lejanas guerras por intereses de monarcas y empresarios. Ahora, creo que ha llegado el momento de dar una utilidad más cercana, práctica y humana a esos años de mi vida. Es por eso que, espero que con el apoyo de mi señor, voy a solicitar a los horse guards* la creación de una fuerza de yeomen** en Winfield, para la protección de la región, sus ciudadanos e intereses. Una fuerza que, Dios mediante, espero tener el privilegio de dirigir personalmente como capitán.

Sonrió de nuevo, alzando la copa, como proponiendo un brindis.

-¡Por el futuro, por Winfield!

Notas de juego

*Los Horse Guards es el nombre que recibe la oficina del cuartel general del ejército británico.

**La Yeomanry es una fuerza militar territorial, que se dedica a apoyar a las fuerzas policias y del gobierno para controlar la seguridad de las regiones de Inglaterra. Principalmente se usaron para frenar motines, desórdenes públicos, conspiraciones y apoyar a las fuerzas de policía cuando se veían sobrepasadas por las circunstancias (algo así como la Guardia Nacional estadounidense).

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15/06/2010, 14:55
Francis P. Spencer

- ¡Por Winfield! - Francis alza su copa sonriente, inevitablemente contagiado por el entusiasmo de su amigo. Ha permanecido atento al discurso de Patrick, satisfecho por su sabiduría y por ver sus miedos disipados. Pues Patrick ha anunciado que no abandonaría la región como probablemente tampoco lo harían las tres hermanas, y Francis siente que, de algún modo, esta particular reunión no será sino la primera de muchas otras.

Siendo el anfitrión, ve conveniente levantarse a su vez y dedicar unas palabras a propósito de la ocasión.

- Mi buen Patrick, has hablado tan sabiamente como siempre. Y no puedo expresar más que gratitud, y también alivio, al ver que no tendré que prescindir de tu compañía para los días venideros. Pues de todos es sabido que siempre has sido de mi familia, y que a partir de ahora también las hermanas Cornwell serán como de mi sangre - mira especialmente a Elizabeth - de modo que hay algo que deben saber, y que era el motivo primario de esta reunión: efectivamente, la cuarentena no fue más que un engaño - dirige su vista a Anabel, la mayor, suponiendo que sea la única que aún no lo sabe - un engaño ideado por Charles Patrick Avon en el que también tomo parte el médico que nos visitó. En vista de lo cual pueden regresar a su hogar, y la primera medida que tomaré al respecto será organizar una ceremonia fúnebre digna para su madre, cuyo entierro fue tan vilmente interrumpido.

Deja unos segundos de pausa para volver a hablar para todos.

- Mucho debo a los consejos de mi joven amigo irlandés, y en esta ocasión habla, como siempre, por voz de la razón. Compraré la hacienda de Cornwell, pues es de sentido común que no podré mantener para siempre una fortuna heredada, y ninguno de los presentes deberá preocuparse, por cuanto de mí dependa, de su futuro. Ustedes, señoritas, quedarán a cargo de la hacienda, pues son el más claro ejemplo de fuerza de voluntad, si deciden aceptarlo. Y usted, señor Banks - mira en esta ocasión a Edmund, quien quizá no se sienta aún tan identificado con el trato "familiar" - recibirá un importante puesto en la producción, dado que en los días que lleva trabajando para mí ha demostrado ser un hombre de valía.

- Quizá los comienzos no sean del todo prósperos, y no cosecharemos riquezas inmediatas, pero debo decir que por mi parte estaré encantado de comprobar el valor de las cosas ganadas con esfuerzo, de lo que ustedes, señoritas, ya me hablaron en su día.

Se detiene una vez más. Duda. Seguramente sea demasiado pronto para anunciar nada sobre su encuentro con la joven Liz. Finalmente alza su copa una vez más.

- Pero ante todo debemos preocuparnos de lo inmediato, por lo que propongo en esta ocasión un brindis por el inminente enlace entre Patrick Collins y Susanne Cornwell, a quienes deseo toda la felicidad del mundo y a los que felicito por haber encontrado el amor.

 

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20/06/2010, 20:04
Susanne Cornwell

Lo notó algo distraído, preocupado quizás. Imaginó que podía estar sintiéndose un tanto incómodo, intimidado frente a todos en esa mesa. Aquella idea no dejaba de causarle cierta gracia pues reuníanse a lo menos dos veces por día en torno a esa mesa desde hacía ya dos meses o más. ¿Sería entonces que estaba nervioso por la proximidad de la boda? ¿O era que lo estaba por la conversación que habían tenido en el jardín?

Decantó finalmente por esta última opción. Ella también lo estaba puesto que si Lord Heddington no accedía a su petición sus planes se irían a tierra. Posó entonces su mano sobre la de él, acariciándosela. De buena gana habría sido ella quien planteara el asunto pero entendía que en lo concerniente a ese tema la responsabilidad recaía en él, mas, una vez éste estuviera planteado, ella podría intervenir libremente de ser necesario.

Patrick la miró y sonrió al hacerlo. Sonrisa a la que ella respondió con sincero afecto. Bajó la mirada y asintió de modo casi imperceptible, animándolo a decir aquello que tenía en mente. Pero Patrick no la veía, mas aún sin verla él ya había tomado la decisión y hacía resonar la copa con uno de los cubiertos. Sue apartó su mano y cogió la servilleta que descansaba sobre su regazo para limpiarse la comisura de los labios, centrando toda su atención en las palabras de aquel que, dentro de muy poco, habría de convertirse en su esposo.

Patrick hablaba y la mirada de ella no se apartó ni un instante de él, mas mucho de lo que dijo le resultó inesperado y sintió cómo el arrebol teñía sus mejillas por lo que hubo de apartar un instante la mirada.

El corazón le latía con fuerza, emocionada por las palabras por él pronunciadas. Sonrió y volvió a mirarle, orgullosa y no pudiendo sino sentirse una mujer más que afortunada. La sonrisa no se borraba de sus labios y sus ojos brillaban por la emoción que la embargaba. Porque aún cuando el amor fuese un intangible, él, con sus palabras, con cada atención otorgada, con el modo en que la miraba y comportaba, le demostraba cuan sólido y tangible era ese sentimiento cuando de ellos se trataba.

Pero las cosas no quedaron allí, había pues un asunto muy importante que tratar y ella, tras verle inspirar profundo como quien se arma de valor para hacer una confesión, supo que había llegado el momento y que de lo que se dijese y cómo dependería tanto su futuro como el de todos.

La mirada de Sue, por tanto, no tardó en comenzar a pasearse por el rostro de los comensales, estudiando y analizando sus expresiones, en especial las de Lord Heddington, que era, al final de cuentas, quien tendría la última palabra y de quién dependía que los planes por ambos concebidos llegasen a buen puerto.

Cuando él hubo acabado contuvo la respiración, nerviosa, expectante y respiró aliviada cuando Lord Heddington alzó también su copa coreando el brindis hecho por Patrick. Sonrió, todavía sintiéndose nerviosa, y alzó también su copa uniéndose al brindis y sonrió todavía más después de oír las palabras de Francis, hombre del cual se sentía inmensamente agradecida y a quien había aprendido a querer.

Ahora sólo le faltaba saber la opinión de sus hermanas…

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20/06/2010, 20:32
Anabel Cornwell

Anabel tomó asiento y prestó atención a cada palabra dicho alrededor de aquella mesa. Al parecer lo que se presentaba como un sencillo desayuno iba a convertirse en algo mucho más importante de lo esperado.
Collins ya había dejado claro en más de una ocasión que además de soldado era muy dado a los discursos extensos y un tanto recargados así que la mayor de las Cornwell decidió no interrumpir y contener su aburrimiento hasta que realmente llegó la parte sorprendente.

Su rostro reflejó su perplejidad y tras una mirada a Elizabeth levantó también su copa, todavía un tanto incrédula, mientras Lord Heddington daba su apoyo a la "causa".
Apuró su vaso de un solo trago, un tanto conmocionada, después volvió a dejarlo con cuidado en su sitio.

-Todo eso son grandes noticias, nunca podremos agradecerles lo suficiente todo lo que están haciendo por nosotras- esbozó una sonrisa de conformidad pero no alargó el discurso. No se le daban bien y no se sentía cómoda hablando como si aquello fuera algún tipo de evento social o reunión importante. Prefería tomarse el desayuno como lo que era: un simple desayuno.

-Será estupendo poder seguir viéndonos a diario gracias a la tienda- admitió despreocupadamente mientras observaba de reojo a su hermana menor. ¿Tendría ella algo importante que declarar también? Ya no le extrañaría...

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20/06/2010, 20:48
Hypatia

Notas de juego

Sólo aclarar: Son pasadas las 2 de la tarde, estamos sentados a la mesa comiendo/almorzando no desayunando xDD

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20/06/2010, 20:51
Anabel Cornwell

Notas de juego

es que para mi almorzar es por la mañana no comer xDDDDDD

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20/06/2010, 21:47
Edmund Banks

Me levanto para hablar con los caballeros.

- Les agradezco de todo corazón que se me incluya, señor Spencer. No hace tanto que conozco a las hermanas Cornwell como ustedes.... Tan sólo oí que unas damas estaban en apuros en la iglesia, y acudí a ayudar como buenamente pudiera. No pude hacer gran cosa.... Pero he tenido la oportunidad de conocer a estas tres maravillosas damas, y a ustedes dos.

Me dirijo hacia Specer y hacia Collins.

- Espero que confien en mi palabra si les digo que conocerles también ha sido una gran experiencia para mi. He podido vivir el maravilloso momento de la declaración del señor Collins, hacia Sue.... y viviremos la alegria de su boda.

Nada me agradaría más que quedarme con ustedes, y ayudar en todo lo que pueda. Tienen mis manos para trabajar, y mi lealtad, para con ustedes, y para con ellas.

 

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21/06/2010, 13:22
Elizabeth Cornwell

Liz escuchó las palabras de todos en silencio.

Le alegraba en cierta manera que todos se quedasen allí, realmente estaba segura de que, a fin de cuentas aquéllo sería lo mejor... Pero no podía evitar seguir sintiéndose nerviosa.

Francis no había dicho nada aún de lo ocurrido entre ellos, y la verdad, aún no le apetecía decir nada al respecto. Era el momento de su hermana y del Sr. Collins, así pues, buscaría otro momento para decir las cosas.

Mira a Anabel, quien accede de buen grado a las palabras de los hombres...

No pudo menos que preguntarse si todo aquéllo era real, o... ¿Era un protocolo de algo...? 

En realidad tenía ganas de levantarse y decirles a todos lo que pensaba al respecto, y las noticias que, para ella, eran importantes también. Pero, controlándose muy bien, alzó su copa para "apoyar el brindis de los demás", y sonrió amablemente al respecto.

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22/06/2010, 03:05

Mientras seguían las diferentes reacciones a la noticia, más criados llegaron para llevarse los platos y traer la comida principal: conejo en una salsa verde que parecía muy sabrosa. También había pollo por si algún comensal no gustaba de la carne de conejo. Una mujer llenó nuevamente las copas de vino, asintió y se retiró.

La señora Spooner vino solo un momento, para ver cómo estaba todo:

- Señores, mi perdones, sólo quiero saber si la comida es de vuestro agrado y si necesitáis algo.

La mujer miraba a Francis primeramente, pero también posaba sus ojos en Collins y Edmund. Parecía que según su crianza los señores tenían la palabra en cualquier cuestión. De todas formas la cara buenota de la mujer daba a entender que simplemente fue como fue criada y en esos tiempos, así eran las cosas. Ni más ni menos.

-¿Todo bien? ¿Algo que pedirme? Por favor guarden sitio para el postre!... me he lucido en eso también. Bien, bien, los cocineros pero solo quiero constatar que estuve presente en todo el procedimiento señor Heddington, hasta en el más mínimo detalle.

Notas de juego

Dejo lugar para que alguien piense si tiene algo que decir, o me den pie a ver qué sucede. Si tienen planes de seguir organizando las cosas (boda ejemplo) pueden también informar a la señora Spooner. Tiene muchos contactos.