Partida Rol por web

Pensamiento del día: "El odio fortalece"

El Hermano Cleptus inició el penoso camino hacia la cima de la colina. Penoso hasta para un Astartes, los Mejores del Emperador, especialmente si la armadura está fallando, a tu mano hábil le faltan tres dedos, y la sangre te nubla la vista.

Al llegar tuvo que quitarse el casco... de todas formas el soporte vital estaba fallando, los sistemas de monitoreo no funcionaban luego de haber hecho lo imposible por mantenerlo con vida. Una abominación, tal vez un medio-humano, a Cleptus tanto le daba, inició su carrera colina arriba hacia él... el Marine tomó puntería y arrojó el casco, el pesado casco de su armadura, que reventó el cráneo de la criatura y la mandó nuevamente a la tumba colectiva que era el terreno de este, antiguamente hermoso, mundo.

En su auricular todo era explosiones, disparos, gruñidos de monstruos, y letanías. Los Astartes no gritaban de terror, ni de dolor, solo cantaban a la Muerte, a la Venganza, y al Emperador. Cuando el espíritu de la armadura ya no podía ayudarte, cuando todo lo demás fallaba, seguían combatiendo por la Fe en el Emperador, la Luz que nos Guía.

Salve el Emperador.

Los Astartes no gritaban, pero bien podrían haberlo hecho... los estaban aniquilando allí debajo. Dos cañoneras intentaban descender para dar apoyo, pero fueron tumbadas por unos Tiránidos voladores que Cleptus no había visto nunca antes. Cayeron con gloria, explotando y llevándose un millar de abominaciones con ellos. Un millón tomaron sus lugares... ¿no había fin a esta invasión?

Cleptus buscó a sus Hermanos con la vista, entre el humo. Llamó con la radio, y en pocos minutos los restos de su escuadra, la armadura negra y naranja de los Dientes de Sable un faro de desafío, se juntaron tras él.

¿Cómo llegué hasta aquí? El Hermano Cleptus a menudo se hacía preguntas de este estilo. Su Confesor no lo creía muy correcto, pero Cleptus nunca hubiera cometido Herejía, por lo que lo dejaba ser así... El distante recuerdo de una planicie verde irritó sus ojos, aunque prefirió pensar que el humo había desatado una lágrima.

Amartilló el bolter, levantó el puño cerrado, sus hombres corroboraron sistemas y se reportaron en su vox.

- ¡Por el Emperador! Con un rugido, cargaron colina abajo.

36 horas antes....

Una lanzadera come las distancias hacia el Terrible Providencia, en órbita a Inanna IV. Una nube gigantesca cubre las estrellas y sume al planeta natal de los Dientes de Sables en cósmica oscuridad.

La Flota Enjambre Equidna, una escisión de Hydra, avanza engullendo todo a su paso. Y en el camino, se encuentran los Dientes de Sable. 

Los Hermanos de Batalla de la Cuarta Compañía, escuadras 3, 4 y 5 se observan mientras la modesta Caestus se sacude.

Desde los arneses que los mantienen unidos a la estructura de la nave, algunos musitan una plegaria, otros chequean la munición. La nube en el cielo tiene a todos de mal humor, tanto que se están juntando al grueso de los Dientes de Sable a bordo de los Cruceros Fidelidad, Exterminio y Amenaza. Junto con la flota imperial, esperan diseminar la amenaza Tiránida antes de que entre en órbita cercana del sistema Inanna. Para ello los Astartes deben movilizarse para poder desplegarse donde sean útiles.

Tres escuadras, tres sargentos. Y dos invitados que se han sumado al viaje:
El Hermano-Capellán Litilus, recientemente regresado de su viaje a Terra, donde fue santificado y reconocido como Capellán del Capítulo. En susurros los demás se preguntan si realmente pudo ver al Emperador en su Trono Dorado; aunque nadie se anima a preguntarle. Solo tal vez aquellos que fueron sus compañeros de iniciación puedan arriesgarse a semejante pregunta...
Litilus espera que se le asigne como aprendiz de uno de los Capellanes ya establecidos en las distintas Compañías, si el Emperador le sonríe le tocará como Melchior. La Cuarta es una Compañía de combate, siempre en el frente, y distinguida ultimamente por su ferocidad. No puede dejar de pensar que haber sido designado para abordar su mismo transporte es un buen designio.

El Codicier Czorf observa a sus compañeros de transporte. Solo fue en esta barcaza por falta de espacio en la de su maestro, Aectus, ahora Bibliotecario Táctico al servicio de la Primer Compañía. Espera volver pronto a su lado para continuar su aprendizaje; aunque extraña un poco el ardor de la batalla. En fin, en su mente se libran otros tipos de combates, más misteriosos y muchísimos más peligrosos.

Uno de los Sargentos, el Hermano Cleptus, reprime con una mirada severa un codazo de dos de los Marines a su cargo, en la escuadra cuarta, conocida como los Cuchillos. Los Hermanos en cuestión son Larkin y Rennard, el orgullo de la escuadra de asalto y temporariamente asignados nuevamente con Cleptus por "excesivo entusiasmo en el cumplimiento de sus tareas," según las palabras textuales de Iah. En realidad, Larkin trucó a un servidor para molestar en las cocinas, y Rennard, quien es el segundo al mando de su escuadra, asumió la responsabilidad. Para que digan que los Astartes ya no tienen sentimientos o sentido del humor...

Por otro lado, el Hermano-Apotecario Micah se alegra de tenerlos cerca. Ahora designado a tiempo completo con la escuadra de Cleptus, Micah complementa sus habilidades en el campo médico con las enseñanzas de combate del curtido Veterano, por pedido directo del Apotecario Aektus. Ya lleva dos ciclos bajo el severo sargento, y una cara conocida es algo para alegrarse.

El Sargento Cleptus se inclina para hacerle un comentario al líder de la Escuadra 3, un Astartes de 200 años de servicios llamado Makinos, cuando la poca iluminación externa se desvanece.

Un sonido chirriante recorre el Caestus de punta a punta, estremeciendo los huesos de la nave. Los parlantes de vox chirrían con la voz del piloto: Impacto! Impacto! Imposible contro-- Aaarghhh!!!

Los alaridos continúan y contínuan. Lo que sea que bloquea las ventanillas se aparta y la embarcación parece ser arrojada hacia arriba violentamente. Tras un par de segundos, el sentido de aceleración se invierte y la caida hacia la superficie de Innana es obvia.

Rennard observaba como se reencontraba con alguno de sus viejos hermanos de iniciación, de hecho todos habian cambiado, él se había vuelto mas hablador, Larks más risueño y bromista, Micah más concentrado en su trabajo como apotecario. Estaba a punto de preguntar a Lithius por su visita a Terra cuando la nave se sacudió, girandose con una amplia sonrisa hacia Larks dijo:

¡Eh Larks! ¿no habras tocado los mandos del piloto o algo de la nave? - Grito Rennard por encima del estruendo de la nave saltando por el impacto recibido. - Que sepas que no creo que el Sargento Cleptus crea que yo he tenido algo que ver.

Insinuando un "esta vez".

EL Capellan Litilus ahora mas serio que antes, y mas centrado se mantubo tranquilo por la sacudida y posterior caida en picado y dijo:

- Hermanos, encomendemonos al Emperador pues en el esta nuestra salvacion y con su fuerza, nosotros seremos la mano que aplastara la amenaza. Esto simplemente es la primera prueba que nos muestra el emperador para ser firmes en nuestras Fe,

y seguido fue rezando unos salmos del libro sagrado aprendidos de memoria en tantas horas de estudios, encomendado en ellos a sus compañeros y por ultimo a el mismo para que tubiera fuerzas y les protegiera en la fe y ante cualquier adversidad.

El hermano Micah aguardaba la oportunidad de acercarse a los que habían sido sus compañeros cuando apenas eran unos niños buscando alcanzar su armadura; sin embargo, la brusca sacudida de la nave llegó antes de que tuviera tiempo de hacerlo.

Parece que no podremos contarnos demasiadas anécdotas hoy. Una media sonrisa apareció en su rostro.

-Vaya Litilus, realmente el Emperador te ha tocado- al marine le asombró el cambio operado en su amigo. Litilus irradiaba un halo de fe muy grande.

-Larks, Rennard, Czorf- hizo una inclinación con la cabeza en señal de saludo y respeto -Será un honor combatir nuevamente a su lado.

Hoy es un gran día en la batalla del Emperador contra el Caos. Que estemos todos juntos de nuevo es una buena señal.

El hermano-capellan Litilus se gira hacia Micah despues de terminar sus oraciones y con una sonrisa y unos ojos brillantes fijos en quien sabe donde dice:

- Hermanos, el Emperador toca todo lo que se acerca a el, de un modo que ni te lo podrias Imaginar, confiriendote una fe que va mas alla de cualquiera que hayas soñado, y cuando la tienes no flaqueas, no te derrumbas, no hay miedo, ni pavor, solo FE, Fuerza y determinacion por y para la voluntad del Emperador.

- Estare a vuestro lado cuando flaqueeis, cuando desfallezcais, cuando os acurruqueis frente al enemigo y os levantare, os infundire ese gota que hara de vos otra vez los autenticos Dientes del emperador para zagar y morder al enemigo hasta su exterminio.

despues con una ligera sonrisa y un poco de chisma de Orgullo en los ojos les dijo:

- Aunque claro, por lo que os conozco, se que ninguno flaqueara.

y despues de una pausa vuelve a centrarse en sus plegarias al emperador.

-Mas nos vale no flaquear o entre el Hermano Sargento Iah y el hermano sargento Cleptus nos darán tal paliza que tal vez no nos levantemos.

Por cierto un placer veros hermanos, ¡el que menos mate paga la primera ronda!

Una sonrisa se muestra en mi cara, las bromas de Rennard son muy bien venidas, nada mas lejos que hace unos años, mas de los que una mujer guapa estaria dispuesta ha aceptar. Mirando a los hermanos, solo puedo alegrarme verdaderos dientes de sable quien lo diria, parece mentira, lo que heramos y lo que somos. Solo puedo dar gracias al Sagrado Emperador.

-Tranquilo, si hace falta yo pagare esta ronda!!- digo sonriendo y mirando a todos los compañeros, aun con lo que nos espera parece que venimos animados. La moral es siempre un dato a tener en cuenta.

-!!Un honor!!- digo sorprendido -estaria 100 días de ayuno solo por vivir este momento entre vosotros- digo contento.

En estos momentos de necesidad, a los que vamos a la batalla, no podria imaginar una mejor compañia. ¿Quien seria capaz de pararnos?

La pesada capucha-psíquica oscurecia las facciones de su rostro de una forma tan vivida que se diria que las sombras estaban vivas. Mantenía el rostro vuelto hacia la puerta por la que habrían de desembarcar. Miraba fíjamente, como si pudiese atravesar el metal y ver mas allá. Quién sabe si realmente no era esto lo que hacía en este preciso momento.

Volvió despacio el rostro, siendo cláramente audible el siseo y crujir de los misteriosos mecanismos de la capucha-psíquica y observó a sus nuevos y a la vez antiguos camaradas.

- Las lecturas del Tarot eran confusas, no podía ser de otra forma frente a esta amenaza, pero parece ser que era cierto que Armas, Sangre, Iglesia y Mente estaban desplegadas sobre la mesa. - Su rostro es ahora un tanto mas visible. - Hermanos de Batalla, Hermano-Apotecario, Hermano-Capellán... Es una grata situación volver a vuestro lado.

La sacudida y los gritos interrumpen momentáneamente sus palabras pero no aparece ninguna emoción en su rostro semi oculto.

- Se acerca el momento en que esta escoria aprenderá el significado del miedo y la derrota, ¿no creeis? Lamentará el día en que Su Voluntad nos ha dispuesto en su camino para detenerlos, hermanos. - Apresta con fuerza el largo y estilizado báculo entre sus poderosas manos enguantadas, el áquila imperial que lo remata parece brillar levemente al sentir la corriente de pensamientos de Czorf.

Bueno hermanos, ¿nos vemos abajo? -dijo Rennard mientras sacaba y amartillaba su bolter.

Tenia ganas de bajar a combatir, además se lo pasaba en grande con Larks, con el cual competia por a ver quien la liaba más.

-Seguro Rennard... estoy impaciente por ver como hacemos que Larks termine pagando la ronda a la vuelta- Micah había ganado mucha confianza desde que se convirtieran en marines, tanto tiempo atrás. Ahora se le pedía nuevamente que demostrara por qué había sido elegido para llevar su armadura y esta vez en compañía de amigos que levantaban el espíritu de lucha que con el tiempo había aprendido a cultivar.

Litilus sonrie ligeramente al escuchar bebida y evocar las reuniones que tenian cuando eran Scouts, y marines noveles, ahora eran otra cosa, mas mayores, mas responsables, mas mortales, deberian dejar las bebidas para despues y centrarse en acabar con el enmigo por lo que dijo:

- dejemos las bebidas para cuando regresemos, y recordemos los viejos tiempos, ya que ahora nos espera la mision que nos ha encomendado el emperador, acabar con esa chusma rapidamente y para siempre.

dicho eso cogio su crucis y lo apoyo contra su frente mientras rezaba los ultimos salmos antes de la batalla que les esperaba.

El Sargento no puede creer que los marines a su alrededor se tomen a chanza lo que sucede; aunque es bueno ver que el miedo no anima en sus corazones.

Makinos rápidamente organiza a sus muchachos para un aterrizaje forzoso, y Cleptus les indica que hagan lo mismo.

- Se supone que la Flota Enjambre está a días de contacto de la atmósfera, qué sucede?

El aire fuera del vehículo silba como un demonio del Warp queriendo devorar sus almas, y la temperatura se eleva terriblemente. El Sargento Makinos intenta hacer contacto con la cabina pero sin éxito.

mientras empezaba la actividad al lado del Hermano-capellan litilus, este segui recitando su salmo tranquilamente, cuando termino, retiro con sua lentitud el crucis de su frente como si de una ceremonia se tratase, y posteriormente se levanto, reviso su equipo y lo cogio. miro al resto de hombres que metian cargadores en los Bolters, se revisaban por cuarta vez la armadura, como le recordaban a el antes de estar en terra, ahora era distinto, una paz le inundaba permanentemente, y con una sonrisa recordando lo nervioso que se ponia antes de ser capellan, se acerco a una ventana y miro por ella, para ver el resto de naves y que habia sido lo que habia pasado, ya que seguian callendo sin que nada pudiera remediarlo.

Mientras hacia eso dijo a los demas:

- Hermanos, alguien deberia entrar en la cabina, a ser posible alguien que sepa pilotar, pues creo que hemos tenido un fuerte impacto en la cabina.

y siguio mirando por la ventanilla con una serenidad que le solprendio hasta el.

Rennard sigue las ordenes del Hermano Cleptus y comprueba que su equipo este correctamente, luego mira a Larks y comprueba el equipo de este, cuando ha acabado, hace que Larks revise el suyo y de forma casual dice:

¿Los tiranidos nos disparan?

Despues de comprobar el equipo de Rennard, vuelvo a comprobar el mio, con unas manos expertas, fruto de la practica diaria. Mirando a Rennard:

Con una voz falsa, como compunjida y una mano en el pecho a modo de señorita: -¡No se atreverian!, ... ¡no! - luego aparece una sonrisa de oreja a oreja en mi inmensa cara -comprobemoslo y enseñemosles que no somos guardias imperiales, aqui El Emperador mora entre nosotros - digo alegremente mientras me dirijo hacia un costado del vehiculo, para intentar ver algo. Sea lo que sea, ¡la acaba de cagar!

Ese es el espiritu hermano, vamos alla. -contesta Rennard acompañando a Larks.