Partida Rol por web

Clanmurk es un experimento. Un importante hombre de negocios decidió fundar una pequeña aldea donde invito a científicos, profesores, gente culta, famosos, etc... El lugar no es muy grande, hay alojamiento para solo 25 personas y durante el invierno el lugar queda aislado del mundo. Pero la promesa de permanecer alejados de la humanidad así como el poder compartir conocimientos con otras personas respetables atrajo la atención de muchos interesados.
A la muerte del benefactor, este decidió legar su fortuna al mantenimiento de su sueño.

Ayer tuvo lugar una gran fiesta en clanmurk, la gran fiesta de despedida. El mal tiempo asola esta zona durante el invierno quedando sus habitantes incomunicados por culpa de las nieves. Familiares y amigos acudieron a despedirse pues el lugar quedará aislado a la humanidad dentro de unos días.

Durante el invierno sus habitantes podrán disfrutar del aislamiento para profundizar en sus trabajos y vivir tranquilamente. Estar aislados es un pequeño precio a pagar a cambio del confort y la seguridad que proporciona el lugar. Hoy es el día en el que se recogen los restos de la fiesta y se habla de lo que esta por llegar durante el invierno, los ciudadanos no se conocen demasiado pues es habitual que la gente pase por aquí y no todos se quedan. La mayoría de vosotros no lleva mucho tiempo en este lugar.

Se acerca el invierno*.

Los visitantes se van del lugar. Somos pocos los que quedamos. Confío en poder conocer a la población local mientras permanezco aquí en lo que dure mi investigación para el proyecto y la posterior tesis. Desde luego he visto gente extraña y promete no ser un encierro voluntario aburrido (aunque aún no he visto a ningún hombre guapo y eso siempre es un punto en contra).

Cierro el diario en el que estaba tomando notas. No es que fueran notas que pudieran publicarse sin un filtro previo, ya que eran una mezcla continua y desorganizada entre los ámbitos profesional y personal, pero me gustaba escribir fiel a mi modo de pensar, con constantes conexiones mentales que zumbaban en una y otra dirección.

Levanté la vista y decidí salir a conocer gente. Eso era lo bueno de una socióloga, confraternizar y trabajar eran dos caras de la misma moneda.

Cada segundo que pasa hecho más de menos el barrio de Mayfair, especialmente Bond Street con sus tiendas de ropa y joyerias, sin embargo este aislamiento es necesario para poder hacer un nuevo disco o mi manager me tirará al Tamesis con unos zapatos de plomo nada cool de modo que intento tomarmelo con calma. Aínssss ¿por que dejaría de trabajar con Carlos Jean?

Preocupada por mi fututo veo a un hombre negro de mediana edad entre los asistentes y disimuladamente me pongo a su lado y le doy un ligero codazo para llamar su atención Pssscht, ¿hey niggah, tienes hierba?, a mi me queda poca. ¿A cuanto la pasas?. No me intentes dar el palo dandome jena, se que por estar aqui aislados será cara y tal vez no me muy buena, pero no te pases de listo o traere a mis gorilas de Manchester para que te den un masaje facial. Seguro que es el camellete, siempre hay uno cerca.

La noche anterior la fiesta había sido aceptablemente decente, aunque ninguno de los bonitos rostros que había tenido el placer de conocer se habían quedado a pasar la local festividad.
-Mejor,- Pensó,-no me apetece que todo mi tiempo aquí lo ocupe la misma mujer.- y aunque la de ayer la recordaba agradable, también le vino a la memoria en difuminados flashes, que hablaba sin cesar. Lo que él llamaba, una "lapa".
Echo un vistazo a su alrededor, la gente parecía bastante menos demacrada de lo que habría tocado imaginar, y para su sorpresa, apenas reconocía a nadie.
-Curioso...-Se dijo a sí mismo mientras buscaba en derredor alguna botella del liquido que fuera para llevarse al gaznate.
Se sentó en la primera mesa libre que vio, y vaciando parte de su petaca en un vaso de lo que parecía zumo de tomate, se quedo mirando la sala, evaluando a la gente y pensando si por un azar, el zumo de tomate con whiskey quizá tuviera milagrosas propiedades curativas para con la resaca.

Milos McNamara había llegado a Clanmurk hacia apenas unos tres días. Había permanecido la mayor parte del tiempo centrado en sus investigaciones personales, para las cuales, el aislamiento era fundamental y contaba con esto le ayudara de forma fructífera a su propósito.

El frío, el aislamiento y la calidad de las conversaciones relajantes que habrían de estar por llegar garantizaban a McNamara que aquella decisión, había sido la mas acertada. A la espera de que las ideas frescas llegasen a él tras los acontecimientos intensos del día anterior, Milos había salido de su aislamiento personal en su habitación para respirar el aire helado que se cernía sobre ellos, y para ir dándose idea de con quienes compartiría la existencia durante los próximos días.

Se han saciado de comer y beber… creo que están contentos, en esos momentos Jack dejo de asomarse por el ojo de buey de la puerta de la cocina para volver a sus labores, ayudar a su pinche a limpiar ollas y sartenes y preparar lo necesario para el día siguiente, le gustaba adelantar trabajo de la cocina para no verse metido en algún imprevisto de ultima hora, Hombre precavido vale por dos Louis, vamos a darnos prisas y así tendremos tiempo de hacernos una copita, le dijo con tono jocoso a su ayudante, sus jefes le habían felicitado por sus platos en la fiesta y eso siempre sube el animo de un buen cocinero.

Al contrario que las reclusiones propias de otros residentes en Clanmurk, Angela Merryweather, la dramaturga estaba allí de retiro "espiritual". Tras varios éxitos, necesitaba otra brillante idea que representar en su próxima obra.

Se despidió de su marido la noche anterior, durante la fiesta. Y se había vestido elegantemente con un traje de color crema y un sombrero a juego, para conocer a otros residentes. Quería salir a tomar algo, un café, pero lo importante eran las apariencias.

Siempre había sido una mujer de costumbres, así que exactamente a las 15:35 abandonó su residencia y a las 15:45 en punto tenía su café servido, junto al periódico. Las ventajas de ser un pueblo pequeño, suponía. Se sentó en la pequeña terraza, y se dedicó a leer artículos de actualidad (de hace varios días) entre el dulzor de la galleta, el frío de la calle y la amargura de la taza de café.

La joven Carter fue invitada a Clanmurk para trabajar una temporada en el museo de alli, mientras el pueblo era apenas habitado. Habia mucho que hacer, pero ella amaba su trabajo.

No era del todo afin a las fiestas, pero como inaguracion sabia que debia participar. Trato de trabajar hasta el ultimo minuto para llegar un poco mas tarde. Vestida de forma sencilla y apenas maquillada, procuro buscar algun conocido. Entre los invitados encontro algun que otro personal del museo. Pero antes fue por un trago. 

-Baileys con un poco de leche por favor. 

John era un hombre sencillo y correcto. Se espera del personal de seguridad que pueda estar a mano ante cualquier problema, pero no tan visible como para que su presencia resulte incómoda a los huéspedes. Una parte fundamental del mobiliario para que los intelectuales y artistas pudieran relajarse y desarrollar su creatividad. Era un trabajo tranquilo y eso era agradable.

Atraviesa el salón, dejando que cada huésped se acomode, mientras se familiarizaba con los rostros que los acompañarían en los días de aislamiento. Hacer sentirse acogidos a los huéspedes era una parte fundamental del trabajo de todo el personal.

Mi segundo invierno en Clanmurk, ya no tendré que soportar la inclemencia del frío como la vez pasada, esta vez estoy preparada, valieron la pena esas horas extras de barrer y lavar para poderme hacer de una buena capa. El trabajo es duro, pero al menos la paga no es mala, y Dios me perdone, pero es mas fácil tratar con estos señores estudiosos, que con las monjas del convento que eran tan duras conmigo.

El sitio después de esa fiesta de anoche estaba hecho un desastre, con paciencia he ido recogiendo y limpiando todo hasta dejarlo impecable nuevamente. Los nuevos visitantes han sido amables conmigo y a hurtadillas he podido echarle mano a uno que otro poco de whisky antes de llevar los vasos a la cocina.

En aquel momento la moneda detuvo su continúo giro en su diestra, resbalando entre el pulgar y el índice hasta el bolsillo izquierdo de su camisa café roble. Uno a uno los vio desfilar el día anterior durante la fiesta, su trabajo lo había terminado con antelación suficiente para poder contemplar a los nuevos invitados sin verse interrumpido por alguno de los encargados que necesitara apoyo. Aquel convite le recordó los duros años que acababa de pasar, lejos había estado de la miseria, más por los años de comida gratis que se había ganado que por la buena situación de su economía. Su mano derecha acaricio la frente, justo en el ceño entre sus dos cejas. Tanto potencial y tan poca dedicación, palabras de su padre que se le repetían demasiado seguido en la cabeza. –Sera un nuevo inicio.- Pensó para apaciguar la ansiedad.

Terminó de poner al día sus documentos e ideas e inhalo una última vez de la pipa antes de tirar la cenizas sobre el cenicero, con un golpe seco y medido. La fiesta de anoche había estado bien, pero él sabia que llegaba el momento de conocer a los que se quedaban en el pueblo y planificar los posibles negocios para la primavera. Se puso el abrigo y el sombrero y bajo a tomarse algo, mientras que repasaba mentalmente los papeles.

"Los extraños ya se irán pronto" , con este pensamiento me levanto en esta fría mañana, "ahora viene lo fácil, reunión con el personal revisión final de material, provisiones y nuevos miembros, tengo que recordar hablar con la nueva encargada del museo "Carter" creo que era su apellido, al ser su primer invierno a lo mejor necesita alguna otra cosa, le preguntaré esta noche en la cena"

Me dirijo a mi oficina, y comienzo el papeleo, facturas, petición de días libres, listados de materiales necesarios para experimentos, "cada año lo mismo, siempre alguna petición extraña,  aún no tengo claro para que querría nadie 30 bobinas de teslas pero por ese precio más le vale que sea importante". 

Pasando las horas entre papeleo, el estomago me empieza a rugir y me recuerda que otra vez me olvidado de desayunar, me dirijo hacia las cocinas ha hablar con nuestro cocinero y tomar algo para aguantar hasta la hora de la comida. 

En mi deambular me entero que la noche anterior ha habido una fiesta de despedida.

¿¡Qué!? ¿Es qué en este pueblo a nadie se le ocurre avisar a los recién llegados?¡Probablemente lo más interesante que puede llegar a ocurrir en invierno en este pueblo y me lo pierdo!

Con un poco de mal humor debido a la noticia tardía - Aunque en realidad no tenía nada que ponerme para la fiesta - me dirijo a la cafetería.

Un buen café con un chorrito de alegría no me vendrá nada mal

En la cafetería veo a otra mujer pidiendo un café* y me siento próxima a ella.

Buenos días. ¿Es usted madrugadora o tampoco acudió a la fiesta?

Bernard Quatermass estaba sentado en un sillón acolchado dando tumbos con la cabeza y los con ojos cerrados. En otras circunstancias ya estaría en la cama, pero la obligación de acudir a la fiesta había hecho que esa noche apenas pegara ojo. Ante los ojos de cualquiera, no era más que un anciano, con su jersey de rayas, un vaso del mejor whisky escocés que había encontrado al lado suyo, en una mesita auxiliar y las gafas escurriéndose por su nariz. Apaciblemente parecía que dormía, mas todo lo contrario. El anciano Bernard no perdía ninguna conversación desde su estratégico puesto al lado de un corro de personas. Solo los años de experiencia pueden asegurar la de cosas interesantes que la gente cuenta cuando cree que nadie está escuchando.

La esbelta mujer sonrió ante la pregunta de la pelirroja, se lleva la mano al sombrero a modo de saludo y le estrecha la mano a modo de presentación. 

- Angela Merryweather, mucho gusto. Me temo que no tengo el placer de conocer su nombre.

Sacó una pitillera del bolsillo interior de su gabardina, y ofreció otro a la joven. Después la guardó tranquilamente, con parsimonia, y se encendió el cigarrillo después de dar un sorbo para saborear el café. Era una mujer metódica, y podía observarse en sus rituales. Siempre sacaba la pitillera del mismo modo, como una tradición de años de antigüedad.

- Soy madrugadora, señorita Hamilton. El sueño desaparece por las mañanas, y me gusta aprovechar las mañanas en pequeños placeres como éstos. ¿Qué sería de la vida sin el disfrute de un café calentito cuando la fría calle clarea, dando paso al día?

La mujer se detuvo, por un momento, pensativa. Sí, era un buen comienzo en Clanmurk. Del mismo bolsillo de la americana extrajo una libreta y un lápiz, con la misma parsimonia que había sacado la pitillera. No sabría cómo ni cuando, pero había comenzado a escribir su próximo guión.

Acepto el pitillo y le digo mi nombre a la mujer cuando esta lo pregunta.

Linda Hamilton. De los Hamilton de Yorkshire, amantes de cricket y croquet y con un palo de escoba en su lustroso trasero. - Me presento desenfadadamente dejando claro que, aunque pertenezco a una familia de influencia, reniego del recio y estirado abolengo.

Después de oir la retórica de la mujer contesto.

Así que es usted escritora, ¿no es así? - como si de una respuesta se tratara la mujer saca un bloc de notas.

Si lo desea, la dejo trabajar

Jessica se despertó con dolor de cabeza, la fiesta de anoche había sido larga y los gintonics le estaban pasando  factura de efectos secundarios, se dio una ducha y se arreglo poniendo especial interés en intentar maquillar las ojeras que le salían por la resaca se miro al espejo y dijo querida es la ultima fiesta donde volvemos a tomar ginebra como si fuera acabarse el mundo.

Busco en su bolso una pastilla para el dolor de cabeza y salió a por un café para despejarse y seguir escribiendo su novela.

La fiesta anterior había estado bien, si por bien entendemos al cruce de palabras con gente que espera de ti cosas que no estás dispuesta a dar ó la soledad lejos del conocimiento.

Encima, las dos copas que se había tomado hicieron que Dorothy durmiese un poco de más y se levante con la cabeza muy poco preparada para centrarse en los estudios, así pues decidió bajar al salón principal con un pequeño libro entre los dedos y deambular un poco tras tomar un desayuno ligero.

Pasaron un par de horas hasta que fijó su mirada en un hombre mayor, de aspecto dormido, sentado en un sillón, lo recordaba de la noche anterior. Sacó su libreta con apuntes y buscó su nombre: Bernard Quatermass. Y al parecer la noche anterior había bebido demasiado, por ello se acercó a él y con suavidad tocó su hombro.

Señor Quatermass... señor Quatermass... será mejor que vaya a su habitación... ¿Señor Quatermass?

Preguntó en prácticamente un susurro, temiendo despertarlo con mal humor, su experiencia le hablaba de que muchos hombres mayores tenían un pronto comparable con el de un Doberman.

-¿Que...que...que...?-finalmente Bernard se había quedado dormido. Ante él, una hermosa muchacha le tocaba el brazo y le miraba un poco temorosa.-¡Deje de golpearme, jovencita! ¡Aún no he muerto, aunque haya gente que así lo prefiriese!-dijo elevenado la voz.

En el fondo estaba un tanto abochornado por haberse quedado dormido allí. Paladeó un poco y se golpeó las rodillas mientras miraba un tanto desorientado la sala ahora ya casi vacía. Se serenó un tanto por la brusquedad del despertar.

Volvió a reparar en la muchacha. La recordaba de la noche anterior. Era una estudiante, no muy brillante según había oído. Sí, eso era... Dorothy...algo. El anciano estaba demasiado hambriento para reparar en nimiedades y es que hubiera trasnochado o no, Bernard Quatermass era un hombre de costumbres, y para él, el desayuno era algo sagrado.

-¿Le apetece tomar algo, señorita Dorothy?-dijo mientras se colocaba las gafas en su sitio.