Partida Rol por web

Al otro lado del Umbral

Resumen de la partida

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10/01/2010, 19:19
Director

Tanto previo como de lo que pasó y resultados.

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28/01/2010, 23:06
Director

Resumen previo

El invierno ha llegado a las Estepas del Norte, algunos dicen que llega incluso antes que al resto de Pangea, lo que es indiscutible es que llega con mucha más fuerza. Dicen que el Wukran despierta y está más activo en esa época, los aisdwan no dudan que cuando llegue el Fin de Todo será en pleno invierno.

En la ladera oeste de la parte septentrional de las Montañas Grises, tal vez no demasiado lejos del maldito Bosque del Espíritu Oscuro una tribu de casi una mano más una manos de familias aisdwan han encontrado refugio durante varios inviernos en las grietas que el frío ha abierto en el interior de las montañas. Las cuevas son su "grakin", la montaña les protege no solo dándoles cobijo de los fríos vientos y las nieves sino con su calor interior y con diversos animales y hongos que la habitan.

Se han organizado como siempre, el consejo de ancianos rige sus designios aconsejados por el conocedor de los espíritus, Trejor. La época del comercio ha pasado y deben sobrevivir con lo que han atesorado y lo que buenamente puedan conseguir en los fríos tiempos de escasez.

Muchos dirían que esta tribu apenas se diferencia de las numerosas poblaciones aisdwan que pueblan las Estepas del Norte, pero algo les hace especiales. Más que algo, alguien, Aya, la actual aprendiz del chamán; una niña que proclama ser capaz de ver y hablar con los espíritus, y que con el tiempo han aprendido a respetar e incluso temer, como a todo lo que se antoja desconocido y peligroso. Los aisdwan puede que sean los habitantes de Pangea más familiarizados con los espíritus, pero eso no quiere decir que estén deseosos por relacionarse con ellos.

El día que todo empieza no dista de ser otro de los activos días de invierno. Cada cual se dedica a sus tareas, ya sea en solitario o formando parte de un grupo. Los más valientes esperan que el clima se lo permita y salen a cazar a cualquier bestia que salga a su encuentro (probablemente con la esperanza agudizada por el hambre de cazarlos a ellos), los más ancianos simplemente descansan y conservan sus ya escasas fuerzas. La comida y el calor son bienes escasos y cada uno los guarda para sí y los suyos ya que las pepitas de ámbar y las pieles no calman el hambre.

Minua vuelve tras haber caminado durante mucho tiempo por los recovecos de la montaña en busca de cualquier cosa comestible sin demasiado éxito. Decide descansar esperando a su querido Hibu en la oquedad que han convertido en su morada, forrada de cálidas pieles y resguardada de la molesta humedad. Decide comer un poco de los víveres que aún conservan, lo justo para calmar ese rugido que late en su interior. Un trozo de galleta y unas bayas ya resecas, prefiere dejar la carne salada para más adelante y suspira porque su prometido traiga una jugosa presa para poder tener un almuerzo en condiciones. Después agotada se echa a dormir, aunque nunca sospecha que jamás se levantará.

Más tarde un vecino la encontrará muerta y avisará a su familia. Aya no tardará mucho en sentir su presencia y todos sus familiares y amigos tendrán tanto interés como la desdichada Minua en saber cómo y porqué ya no se cuenta entre los vivos.