Partida Rol por web

El crepitar los maderos y el zumbar de las jarcias te desvela en tu profundo sueño. Bajo una ténue luz (justo despunta el día) observas las tablas del techo de tu camarote. Es un espacio pequeño, pero suficiente para poder tener un catre y un pequeño tocado. Otro día de servicio, el decimoquinto desde que te embarcaste en el Santísima Trinidad. Como un diligente oficial, tomas rápido tu casaca y tu sable después de asearte debidamente. Estás famélico. Desde que fondeamos para adoptar posiciones de combate no has comido bocado. Así pues, sales de tu camarote (que está situado en la toldilla, no muy lejos del capitán) y te diriges a través de unas húmedas escaleras hacia la cocina del segundo puente. En la cubierta, que poco a poco se va bañando por los primeros rayos del sol, apenas quedan cuatro marineros despiertos de la última guardia, y ese nombre se va acrecentando conforme vas bajando, farol en mano hacia la primera cubierta.

Sin embargo, apenas has llegado a tocar el pomo de la puerta y a mascar un poco el olor del puchero cuando un pequeño grumete te agarra del brazo y te dice. "Don Arnal! Don Arnal!, Discúlpeme que le moleste pero el capitan os quiere ver en la toldilla cuanto antes"

Lo primero que ves al despertarte es un rayo de sol que te molesta a través de una botella vacía. Vaya resaca... Menuda fiesta se montó ayer en la bodega... No recuerdas apenas nada de la noche a parte de mucho ron, tú tocando hasta las tantas y que llegara el tenientucho ese, Crespo, y os metiera de patitas en la calle de un bastonazo. El sol apenas ha salido y no hay casi nadie en cubierta. Empiezan ya a insinuarse velas blancas en el horizonte. Hoy será un día largo. Será mejor que te prepares. 

Después de pasarte la noche roncando como un bebé en tu litera de la última cubierta (la cual se ha pasado haciendo aguas toda la noche) estás más descansado que nada en el mundo, de hecho hoy no te ha tocado hacer guardia por la noche. Sin embargo, por la sinfonía gutural que te hace vibrar los tímpanos descubres que eres el único que ha abierto los ojos. Alzas la cabeza por encima de la tela de la hamaca que te sostiene y ves toda la retahila de hombres colgados de sus hamacas como murciélagos que se extiende de proa a popa en dos hileras, la una colgando de las bigas y la otra por encima de las cureñas de los cañones. Parece que nada hay que hacer por aquí si no es roncar.

Los rayos del sol que despunta en el horizonte te despiertan de tu lujoso catre en tu camarote en la toldilla. Bostezando, te pones en pie y te preparas para salir a recibir al capitán en su discurso mañanero para el alto mando. Cuidas cada mínimo detalle: corbata bien prieta, zapatos relucientes y bicornio sin una partícula de polvo. Al salir de tu camarote con paso descansado, entrevés a lo lejos, hacia el combés, al teniente de infantería, Arnal de Crespo, que baja las escaleras hacia los puentes inferiores. Parece que se ha olvidado del encuentro con el capitán...

Ya sentía, con ese olor como ese estofado bajaba por mi garganta. Cuando estoy a punto de llegar para llenar mi panza, un maldito grumete, joder. Un mensaje del capitán y parece urgente. Tendré que dejar mi comida para más tarde, aunque es una pena.

Llévame con él, ahora. Me giro y digo con un tono firme, aunque mi mirada parece que voy a fulminarle. A qué esperas, vamos.

Me llevo la mano a las sienes Por Neptuno... Tengo que aprender a no pasarme cuando sé que no debería seguir dejándome llevar por el ambiente. Pero entonces, ¿qué clase de Bardo sería sin historias que contar? 

Salgo a la cubierta mientras me medio sonrío por este pensamiento tan recurrente cuando estoy en una aventura marítima. A ver que historia me espera en este viaje. Siempre que inicio una nueva aventura, estoy emocionado e incluso un poco excitado.

El grumete asiente con la cabeza y te lleva a través de las cubiertas superiores hacia el camarote del capitán, que se encuentra bajo la toldilla. Al abrir la puerta verde que te separa del camarote, (que está iluminado por los rayos de sol naciente que atraviesa el colorido ventanal) ves en una mesa central enorme los prohombres del navío que se giran a tu entrada con caras más largas que un día sin pan. Se encuentran allí el capitán Francisco Javier de Uriarte, el contramaestre, un joven guardamarina y un ayudante de cámara. Al cerrar la puerta, el grumete que te ha acompañado se despide con una leve reverencia. El capitán entonces se levanta: "Parece ser, mi señor, que habéis olvidado por completo el encuentro que teníamos dispuesto desde el día de ayer..."

Feliz como un niño con un juguete nuevo, apareces en la cubierta, donde poco a poco los marineros se van desperezando y van saludando al sol con sus prominentes bostezos. Incluso ves a alguno de tus compañeros de la juerga de ayer abalanzándose sobre la regala para vomitar lo que tomaron ayer. Al otear el horizonte, te impresiona ver toda la armada francoespañola combinada en línea, de la cual vosotros sois justo el medio. Esos colores, esos hierros centelleantes... pero hay una cosa que te llena más el corazón, no tanto con orgullo sino son temor... al girar tu mirada a estribor ves una infinitud de barcos ingleses que se acercan, no tardarán en estar a distancia de fuego... Pero la cosa va de mal en peor... Al mirar al Bucentaure, el buque insignia del generel Villeneuve, ves que tienen izadas algunas banderas con órdenes para la escuadra. Parece que dicen "A toda la armada, virad en redondo de inmediato" pero nadie en el Trinidad las ha visto, el vigía está dormido (lleva una resaca del copón). De repente, toda la escuadra va levando anclas y aproándose hacia el Este para acatar la orden pero el Trinidad permanece quieto. El alto mando no ha recibido la orden y estáis en las imminencias de una batalla... 

Levantando la vista veo toda la cubierta repleta de personas durmiendo, roncando y pedorreando... En estos días de mar movida y vientos racheados la Trini pasea con su ritmo hipnótico y pausado. Las troneras cerradas para evitar embarcar agua de la mar picada hacen que el calor de la cubierta sea insufrible... 

Susurrando a la par que refunfuñando:

- Qué hostias el calor este... Voy a ver si encuentro el cubil del agua...

Sediento y sudoroso, resbalas lentamente por el coy sin apenas dar cuenta de tu presencia a los demás tripulantes. Sin embargo, al dar el último saltito para llegar al suelo, te percatas de que hay un charco enorme en el suelo, en el cual saltas irremediablemente causando un ruidoso "Xaf!". Los tripulantes más próximos a ti se dan la vuelta, medio desvelados, y refunfuñan en sueños. Al final de la inclinada cubierta, hay una puerta que da a la bodega. Chirriando, se abre a tu paso y te descubre un espacio bastante grande, repleto de barriles atados los unos a los otros en pilas, tantas otras cajas de madera y sacos. Sabes que los barriles de agua potable se encuentran en la parte de popa, así que vas para allá, pero te perturba un sonido de líquido cayéndose seguido de otro que parece extenderse hacia babor. 

Mierda mierda mierda mierda, vaya panda de marineros que no saben beber y yo en este barco que parece lleno de incompetentes... ¡¡¡BUCENATURE ESTÁ VIRANDO AL ESTE, NOS ATACAN LOS NAVÍOS BRITÁNICOS!!!!! - grito a más no poder mientras corro por la cubierta en dirección al alto mando saltando entre marineros borrachos. Cuando logro llegar al la altura del alto mando, no tengo mesura ninguna, me importa más mi vida que los modales y sus posibles reprimendas - El Bucenature está virando al este, nos estamos quedando rezagados y vamos a ser el entretenimiento de esos malditos británicos si no nos damos prisa, alto mando. - le indico mientras señalo a los barcos mencionados y le meneo del brazo para que se de cuenta del problema que tenemos encima. - Hay que hacer algo y rápido, no creo que quiera morir en una situación tan lamentable. Yo, al menos, no

Al entrar al camarote y ver al capitán, me cuadro y saludo. Veo los humos, muy mal. Después de que se dirige a mi retiro mi saludo, pero mantengo una postura firme.  Mierda, había reunió. No estoy seguro.

Lo lamento mi capitán por mi tardanza, supuse que todavía era pronto para la reunión. Así que, ofrezco mis más humildes disculpas por este indecoroso retraso.

Dios, espero que cuele las escusas. Mientras hablo bajo la cabeza.

"Lo lamento mi capitán por mi tardanza, supuse que todavía era pronto para la reunión. Así que, ofrezco mis más humildes disculpas por este indecoroso retraso" Ante tales palabras, el capitán responde con un seco "Descuide" y te indica un sitio vacío al lado del joven guardamarina, que te mira con desdén de reojo. Estando todos ya sentados, el capitán, mirando un mapa que está extendido a lo largo de la mesa con miniaturas de barcos en él, empieza de esta manera:

"Pues bien, por lo que hemos podido observar gracias a las embarcaciones de exploración, los buques ingleses están navegando hacia nuestra armada en una única fila, teniendo, por lo que parece, un único objetivo:rompernos la línea defensiva por el medio, es decir, justo por donde nuestro navío se encuentra. Por esa razón, les ruego, señores, que tengan especial atención en preparar bien la zona de estribor del navío. Además de una disciplina como el hierro, necesitaré de ustedes..."

En ese momento, sin esperar nadie de los de la mesa tal suceso, se abre la puerta de un sopetón y entra corriendo y gritando el músico del barco, Gonzalo, al cual ayer por la noche tuviste que echar a patadas con sus amigos de la bodega por estar armando un escándalo sobremanera, diciendo a grito pelado: "El Bucenature está virando al este, nos estamos quedando rezagados y vamos a ser el entretenimiento de esos malditos británicos si no nos damos prisa." Y indicando con el dedo al Oeste a través del ventanal, donde los ingleses parecen estar casi a distancia de tiro, continua: Hay que hacer algo y rápido, no creo que quiera morir en una situación tan lamentable. Yo, al menos, no"

Al golpear con fuerza las puertas del camarote de la toldilla, ves en una mesa central sentados al alto mando del Trinidad, incluyendo al capitán, a un joven guardamarina y a Arnal de Crespo, el teniente que te echó de la fiesta ayer por la noche. Ante tu mensaje, el capitán se queda parado, analizando tu expresión y mirando con fría templanza hacia donde los navíos se aproximan, a través del ámplio ventanal. 

Al entrar el teniente, le miro tajantemente, como alguien que no es capaz de mantener sus promesas. Miro atentamente el mapa mientras acaricio el pomo de mi espada  y asiento a todo lo que el capitán dice. Cuando el músico entra, me levanto y le grito. "Seréis mal educado! Qué forma es esta de dirigirse a vuestro capitán?" 

Seréis mal educado! Qué forma es esta de dirigirse a vuestro capitán?

- Creo, muy señor mío, que las formas ante una muerte inminente, son lo de menos. Somos el único barco que aún no se ha empezado a mover y vamos a tener unos problemas que le preocuparan más el cómo este pobre bardo se dirige a sus personas sin tener en cuenta que al parecer es el único que se puede tener en pie de su tripulación - Le miro fijamente para que note la determinación en mis palabras - Tenemos dos opción, mi lord, o discutimos sobre dialéctica, etiqueta y modales y, por ende, nos matarán los británicos, o bien podemos obviar esto por el momento y hacer lo que sea por salvarnos.

Miro al capitán con mirada inquisitiva, mirando por encima del teniente. ¿No cree, capitán? ¿O es que quiere que se recuerde a su navío por ser una tripulación llena de borrachos e incompetentes que no supieron manejar el barco ante una situación de retirada porque nadie pudo dar el aviso? La de historias buenas que podrían contar mis amigos de dicha situación... Aunque, por otro lado, podrían contar la gran hazaña del capitán y el teniente de dicho navío, que estando solos pudieron manejarlo y huir de una muerte segura. - Digo con voz cantarina mientras muevo los brazos con afán de darle más énfasis a mi historia. Me quedo con mirada pensativa mirando el techo mientras apoyo mi barbilla en la mano, con gesto pensativo - ¿Cuál será la historia que se contará? - y dirijo una última mirada juzgatoria tanto al capitán como al teniente

Al ver como entra el músico, hago una pequeña mueca de desaprobación. Escucho atentamente sus estúpidas ideas y solo se me escapa una pequeña sonrisa.

Yo veo una tercera opción en lo que decís, encerraros en el calabozo y tirar la llave. Pero viendo vuestra estúpida insinuación sobre el navío y sus ocupantes, creo que lo mejor sería tirarle por la borda sin pestañear. A demás todo ese libertinaje y vagancia. A mí me parece que vienen acompañado de cierto flautista de Hamelin.

Yo veo una tercera opción en lo que decís, encerraros en el calabozo y tirar la llave. Pero viendo vuestra estúpida insinuación sobre el navío y sus ocupantes, creo que lo mejor sería tirarle por la borda sin pestañear. A demás todo ese libertinaje y vagancia. A mí me parece que vienen acompañado de cierto flautista de Hamelin.

Estos dos son idiotas. Van a morir por su ego. ¿Cómo un gran capitán o un teniente van a hacer caso a un bardo? Maldita burguesía...

- Si no me creen, pueden salir a cubierta y verlo por ustedes mismos, mis lores. 

Rebuscando por la cubierta...