Partida Rol por web

Menuda carcinería... -entonces comenzó a moverse, de un lado para otro, rodeando la mesa llena de cadáveres de hombres y animales-. Cuanto creáis ver no es nunca suficiente -dijo en alto, como dándose y dándoos una lección de vida en esos momentos-. ¿Qué habrá pasado aquí? La quema del pueblo, la matanza de este castillo... Me pregunto si don Fedro de Soterraz estara vivo, o si por el contra...

¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!! -una voz, femenina, se escuchó entonces, como con profundidad, señal de que su voz procedía de otra sala-. Y es que pareciera imposible que allí quedara alma viva, en viendo todo aquella orgía de muerte y barbarie. ¡¡AUXILIOOO!! -Parecía que aquellos gritos de socorro procedían del piso superior, quizá de alguna de las torres o habitaciones superiores del castillo-.

Pelayo se giró en redondo aun espada en ristre.

-¡Parece que aún hay alguien vivo aquí!-exclamó sorprendido de tal milagro en un sitio como aquel. Quizás pudiese decirles lo que había ocurrido-¡Prestos!-arengó al resto mientras corría hacia donde procedía la voz de la mujer.

Damián corrió raudo tras su señor, dispuesto a ayudar en lo que hiciera falta. No alcanzaba a discernir, entre aquellos miembros amputados y aquella sangría, cómo alguien había podido salir con vida. Desde luego, los atacantes, fueran quienes o fueran (o lo que fueran), habían puesto empeño en no dejar alma con vida allí, y se habían querido asegurar de dejar muertos y bien muertos a todos.

Se sobresaltó pero en seguida entró en juego su característica cobardía o mejor dicho, instinto de conservación y esperó unos segundos deliberadamente para que fuesen los otros los que corriesen delante por lo que pudiese estar esperando en el piso de arriba y cuando se cercioró de ser el último ahora sí, echó a correr tras los demás para ver qué ocurría con la muchacha.

No sin numerosas dudas, los cinco corrísteis escaleras arriba, las escaleras principales que comunicaban la planta baja con la primera. Subísteis hasta el primer descansillo (que torcía en L ascendente la escalera) con avidez. Empero que tras alcanzar el segundo descansillo, desde el gran hueco de la escalera descendieron dos grandes figuras de alas emplumadas, pero de aspecto humano. Sus ojos blanquecinos y sus dientes afilados, contrastaban con las grandes patas como de rapaz y sus plumas cual ave. Cargaron directamente contra vosotros...

¡Pardiez!-gritó ver como aquellas bestias se lanzaban contra ellos. Cuando se dio cuenta que una de ellas iba a por la presa mas pequeña, Damian, bramó y se abalanzó sobre ella, tratando de salvarle.

No sabría decir ni él mismo si fue la adrenalina o que su mente ya empezaba a cambiar y habituarse a aquel tipo de espantos tras las últimas peripecias de su viaje, pero el aspecto de aquellos engendros no impresionó al joven Damián. Viendo que se le venía encima uno de aquellos seres alados, no dudó en echar mano de su espada para defenderse y acabar con la vida de lo que fuese aquello, sin que el pulso le temblara lo más mínimo. O al menos, no más que si se tratara de cualquier otro hombre mortal.

No se cayó de espaldas de puro milagro. ¡Pero es que se las iban a tener que ver con todas las malditas criaturas del mundo mágico! Tan sólo tuvo tiempo de sacar el terciado y flexionar las piernas. Esta vez no se lanzaría a lo loco a por los estúpidos pájaros humanos, sino que se defendería cuando le llegasen y luego atacaría con el cuchillo.

PNJOTIZADO.

No pude hacer sino guarecerme tras mi hacha, e intentar salir vivo una vez más de aquel tumultuoso viaje, tan lleno de incoherencias y desdichas.

Resumen turno 1:

Jimeno de Arguilla, aún herido de los días anteriores, optó por apartarse un poco y esquivar los ataques que pudieran sobrevenirle. El joven escudero, entonces, logró acertar a una de las bestias en uno de sus brazos, hiriéndole levemente:

Daño: 7 (sin protección) (/2 por brazo): 4 puntos de daño.

Acto seguido, Potencio, cuchillo en en mano, intentó desgarrar alguna parte del cuerpo de aquellos seres voladores, empero que se trastabilló con un escalón, tropezó y cayó de bruces unas escaleras atrás. Cuchillo rodó hasta el descansillo posterior...*. Tras esta pequeña pifia, Tariq cargó su hacha sobre su cabeza, hasta dos veces, intentando acertar a alguna de esas criaturas:

Daño1: 2 (sin protección): 2 puntos de daño.
Daño2: 7 (sin protección) (/2 por brazo): 4 puntos de daño

El caballero Pelayo, en viendo que alguna de aquellas "bichas" íbase contra el suyo pupilo, no dudó en protegerle a toda costa, no sino atacándolas a espada en la medida de lo posible. El primero de aquellos mandoblazos fue devastador para el ente de alas, haciéndole caer inconsciente, y regando el descansillo de sangre negruzca. Una vez en el suelo, Pelayo lo remató hiriéndole en el ala izquierda...:

Daño1: Crítico: 13 puntos de vida. **
Daño2: 8 (sin proteccion) (/2 por ala): 4 puntos de daño: Criatura a -3 (ya está aplicado el malus de -2 RES del ataque anterior).

Tras eliminar a la primera de las criaturas se encaró rápidamente hacia la segunda golpeandola con la espada pero asegurándose de no ponerse al alcance de sus garras.

No podía pensar en pelear con otro arma que no fuese su querido cuchillo. Al fin y al cabo, no tenía destreza ninguna en las espadas, de manera que prefirió hacerse con el terciado y levantarse para continuar peleando después de la caída. Era... vergonzante.

Sorprendido por la velocidad de su señor y por cómo se lanzó así al verle en peligro, Damián no dudó en envalentonarse y lanzarse al ataque.

PNJOTIZADO.

La primera había caído, empero que quedaba otra bestia d'aquellas. Sin duda aquel castillo estaba infestado de maldad...

Resumen turno 2:

Tariq no lo pensó más, et reaccionó el primero. De nuevo lanzó su hacha dos veces cuando tuvo la oportunidad, et que pareció acertar de lleno, aunque sólo el primero de los ataques:

Daño1: 9 (sin protección): 9 puntos de daño.

Tras ello, lanzóse con ferocidad el joven escudero hacia la bestia, en tanto que Potencio se levantaba del traspiés y recogía su cuchillo en el descansillo de la escalera anterior. El joven muchacho parecía decidido a acabar de una vez por todas con aquella criatura. Et pareció que se cebó, pues, con una de las suyas piernas:

Daño1: 11 (sin protección) (/2 por pierna): 5 puntos de daño
Daño2: 13 (sin protección) (/2 por pierna): 6 puntos de daño --> Queda a 3 bajo cero

¡Malditas! -murmuró Jimeno, que no había intervenido en el asalto-. Diéronle ganas al susodicho de clavarle la espada a cada una d'aquestas bestias yacientes en el descansillo, empero que andábanse ya bien muertas cuando recordó que alguien había gritado. ¡Venga, subamos! -os instó-, ¡aprisa!

En su interior, Jimeno se preguntaba si Fedro de Soterraz seguiría aún vivo.
 

Cuando subísteis las escaleras, vísteis la primera planta del castillo. Estaba vacío, sin embargo, la escalera seguía ascendiendo. Una vez arriba, la ruta terminaba en la torre principal del mismo, y esta estaba medio abierta. Tras empujarla ligeramente, vísteis a un tipo como desquiciado en el interior. Lanzaba blasfemias con un rostro desencajado, andando por doquier.

La torre no parecía sino una especie de biblioteca o estudio, pues se componía de varias estanterías con tomos de piel, así como un escritorio y un par de cómodos asientos. Y en un lateral, se encontraba otra de aquellas bestias aladas como las que habíais enfrentado en las escaleras. La criatura custodiaba, agarrando por el cuello, a una mujer maniatada y amoratada, que seguramente era la que gritaba.

Jimeno vio aquel estado y se contuvo al ver a la bestia que oprimía a la mujer, pero en estando allí, que cumpliría el mandato de esta aventura.

¡Fedro de Soterraz, muy gran señor de ésta aldea de Alaurico, de Soterraz y tantas otras!

Fedro se sorprendió, y antes de decir nada, le miró con ojos desorbitados, sin contestar. El enorme "pájaro" permanecía quieto, sin dejar de vigilar a la mujer del noble, que no deja de gritar.

Jimeno de Arguilla se presenta ante vos con humilde sosiego para traerle las palabras de don Bermeo de Alcarrás y Villegas, siervo de Su Majestad Jaime, real adalid y el muy más valeroso hijo del Reino de Aragón... ¡DEPONGA SUS FUERZAS! ¡Rendid vuaced vuestras tierras, para no ser asaltadas ni quemadas! ¡Muchos como vos lo han hecho, rendid honor a Alfonso de la Cerda y su fiel apoyo, su Majestad de Aragón ya mencionado, y vuestra vida continuará a buen seguro!