Partida Rol por web

Hades... la caverna de Perséfone se encuentra en el lugar más recóndito del reino, hay algunos que conocen su ubicación pero nadie en su sano juicio se atrebe a entrar... antaño un puñado de valientes se adentraron en el llamado reino de los muertos movidos por los tesoros que allí se guardaban... pero ninguno de ellos volvió a salir.

 La entrada se situa en una montaña, el acceso a la misma está disimulado por la maleza del lugar. Sólo una señal de piedra advierte sobre la peligrosidad de la caverna... Una vez dentro y tras andar unos pocos metros, una anciana informa a los visitantes que se encuentran en las puertas del Hades, el antiguo dominio del Dios de los muertos y que para poder pasar sólo se puede hacer de dos formas, una muerto y otra pagando una moneda al barquero.

 Una vez echa la advertencia el barquero espera montado en su barca a que le den una moneda por persona, una vez pagado, el barquero los conduce a la otra orilla mientras les relata la historia de Perséfone.

El Dios Hades, al ser el dios más tétrico del Olimpo no encontraba esposa... ninguna diosa o princesa de la época quería contraer matrimonio para convertirse en la señora del reino más inóspito... el de los muertos. Por ello Hades se volvió aún más tacitudo, entonces en una de sus escapadas al exterior descubrió a la mujer más hermosa que había visto nunca... Perséfone. Sin dudarlo decidió secuestrarla y convertirla en su esposa, dentro de toda la monstruosidad de aquel acto, el dios de los muertos quiso complacer en todo lo que pudo a su esposa. Le dió poder, la agasajó con todo lo que estaba en su mano... y durante un tiempo, consiguieron ser felices... o al menos eso era lo que Hades pensaba, pues en realidad el corazón de la mujer era mucho más oscuro que el agua del Tártaro. Perséfone acumuló poder y aprovechando la confianza de su esposo acabó con él sorbiendole la vida y el poder, convirtiéndose entonces en la dueña absoluta del Inframundo.

El semiorco ve partir un héroe tras otro, mientras se rasca su glúteo con uñas roñosas. A veces consigue levantar una bola de mugre que redondea, acerca a su nariz y lanza a algún cliente que le mira mal. Se acerca a la barra y busca la atención del tabernero.

-¿vé usté tó ezos zagale? po´yá ehtán to´s muertoh. No queará niuno en pie. Irán to´s pa´l hoyo.

Coge jarras a medio consumir y prepara un brebaje con todos los restos. Con el primer sorbo pone una mueca rara, no se sabe si es un gesto de rechazo o una sonrisa en la simiesca cara de Mako.

(tabernero)-Entonces todos se reunirán en el Hades. El inframundo, donde los muertos redimen sus vidas, y esos tipos tiene muchas muertes que redimir. ¿pagarás por eso que vas a beberte?

-Déjate de cuentoh para azuztá niñoh. Y no vah a cobrá doh vece por la  mihma bebia. (mientras termina de llenar su jarra con la de otro cliente que aun no empezó la suya) gracia compare.

El tabernero le explica la historia del Hades, de sus tesoros y de los rumores sobre la montaña. Mako escucha atentamente a la vez que sisa aperitivos de aquí y allá.

- po no parece ehtar mu mal ese Hades, y me vendrían bien unah perrah. Ya va ziendo hora de cambia ehte elegante uniforme por otro con menoh gala. ¿no creeh?

Mako toma una bolsa con una gran mancha de grasa en la base que algunos clientes habían tomado por basura y sale de la taberna. Carraspea su gaznate y escupe un gran esputo pegajoso al suelo. Marcha a su destino mirando de reojo al siguiente viajero que entra en la taberna y que en su prisa ha pisado la mancha verde que acaba de dejar el semiorco, y mira con gesto de naúsea sin saber como despegarlo de su suela.

El carro traquetea por el camino en la base de la montaña. Mako apura la últimas sandía y esconde las cáscaras bajo la tela de arpillera. Con destreza ha realizado un orificio en cada pieza y extraído el contenido con su espada para dejar lo más intacta posible la apariencia externa. En un recodo el carro para,  el terreno se eleva en lo que prece un barranco lleno de grava y cascotes arrastrado por torrentes en épocas más lluviosas. Flanquean arbustos y sotomonte.

-Llegamos a tu destino, yo continuo. Baja rápido, no quiero pasar aquí ni un segundo más del necesario. ¿está bien la carga? ¿no se ha caido ni una pieza? aunque te dije que no cogieras nada he supuesto que alguna te habrás comido, ese será tu pago por cuidar de las sandías.

El semioroco baja de la parte de atras haciendo que el carro se tambalee, se limpia sobre su antebrazo y escupe las últimas pepitas. Se acerca al conductor enfundando su espada corta y con la bolsa grasienta en la otra mano.

-má trincao usté. Zi que probao arguna. pero un trato e un trato y yá verá usté cuadno llegue a onde zea que le cuidao bien la carga. Azi que pague lo juhto que acordamo o me cobraré con un tienno pezcuezo la deuda.

Mako sonrie en señal de broma pero al hacerlo asoman sus colmillos negros y amarillos y parece aun más agresivo, el conductor del carro apura a buscar unas monedas y lanzárselas.

-ahí arriba tienes lo que buscas, verás un monolito; detras unos arbustos que parecen quemados. Esa es la entrada.  (y arrea al caballo para marcharse a prisa)

Mako inicia la subida y se percata que no va a ser nada fácil, pues la grava resbala bajo sus pies. Unas horas después, con el cielo encapotado de nubes negras y una gélida brisa arreciante que baja desde los glaciares de la cima, una roca recibe el alivio de la vejiga de Mako, que con un chorro largo y potente  garabatea en la superficie gris del monolito cubierto con la nieves  runas orcas de formas fálicas.

-Andevé, poné la entrá der inframundo en to lo arto de una montaña. Amo allá. ( y decide amenizar con un eructo seguido de un pedo su entrada al inframundo)

La silueta del cuasi-orangután se vuelve difusa en la negrura de la entrada hasta desaparecer.

A Mako no le hizo falta encender la antorcha pues a pesar de la negrura que lo recibió al entrar en la cavidad de la montaña, el trayecto en la barca fue rápido y en general el Hades estaba iluminado por un sin fin de fuegos fatuos.

Una vez en el interior del Hades, lo primero que se encontró el semiroco es un largo y ancho pasillo jalonado por gruesas columnas y estatuas de piedra, cuya mirada parece evaluar a quien camina sobre el suelo de mármol. El suelo en sí está decorado con finas y elaboradas filigranas de oro... como si los grandes maestros orfebres de la historia se hubieran reunido allí para realizar el mejor trabajo de sus vidas... en su muerte... Dicho pasillo en realidad es un enorme patio que se va curvando hacia el interior de Hades.

Si Mako presta más atención, puede ver como aquel camino principal parece desenvocar en múltiples destinos, tantos como estatuas lo adornan, pues detrás de cada una se encuentran una pasarelas que conducen hacia otros pisos, y si se mira hacia el exterior, la vista se pierde en varios pisos hacia abajo y hacia arriba.

Mako camina con aire despreocupado por el pasillo, aparentemente, pues estudia el polvo para buscar patrones de huellas, esnifa las brisas para detectar olores sutiles, se mueve de sombra a sombra y solo hace girar la antorcha, que lleva a modo de garrote, cuando se oculta en una de ellas. La antorcha lleva un mechón de pelos en el extremo ("zi la vieja no zeme hubiera apareció de repente no la habría dejao inconziente de un garrotazo. La prozima vé que quiera dá una avertenzia que avise con un cencerro o argo que va azalí de detrá de un arbuhto, joé.")  La anciana despertó al cabo de unos minutos pero apenas balbuceó unas palabras de peligro cuando al ver la cara de Mako se despejó por completo y con un grito ahogado y arrastrándose sobre su espalda en su huida le decía al semiorco que se marchara de allí.

Luego llegó a dónde el barquero, un tipo poco hablador a su entender, y que tampoco sabía escuchar, por como aceleraba la marcha cuando Mako  cantaba una tras otra sonatas Orcas llenas de improperios y deshonrosas descripciones del trato de doncellas por sus amos.

Admirando la arquitectura en su paseo, Mako no pudo evitar asomarse al pasillo descendente para atisbar en sus profundidades, recolectar moco de su tráquea y soltar una sonora bola verde que se hizo pequeña al hundirse en la negrura.

- oño, zi que é jondo eto. mah vale que no me arrime musho no me vaya a rebalá en un dehcuio.- pero sus pies ancho pisan firme.

Los pasos del semiorco resuenan con fuerza en los anchos pasillos del Hades. Inmerso en una muda soledad, a Mako le daba la impresión de que quizás esa mazmorra no era tan peligrosa como parecía... o quizás sólo fuera la calma que precede a la tormenta. Mientras el héroe elucubra sobre que camino seguir se detiene al lado de una de las columnas y se queda mirándola sin saber muy bien por qué... como si su instinto le dijera que debía mirarla. La estatua en cuestión es un guerrero del pasado armado con una gigantesca maza, cubierto de maleza.

 Tras estar unos momentos mirando la escultura, más aburrido que una ostra... el semiorco decide continuar... pisando las baldosas sin ningún tipo de miramiento, si se rompen a su paso es que son una mariconada bonita... pero una mariconada al fin y al cabo... sin embargo a veces las criaturas más bellas son las más peligrosas, embelesan los sentidos para hacer ver que son inofensivas para en el momento del más leve desliz sacar sus colmillos...

Mako, pisó entonces una baldosa al pasar junto a la estatua, sin caer en la cuenta de que habia accionado algo, sólo se percató de que algo estaba ocurriendo cuando un ruido, como de un gigantesco cascarón y un súbito desprendimiento de piedras, le hace girarse.

¡La estatua había cobrado vida! y la columna que tenía en sus manos era el presente que Hades le brindaba como bienvenida.

El pasillo ahonda más y más. Mako se aburre de tanta filigrana. Que si arabescos allí, que si geometría por aquí, a los semiorcos los únicos adornos que valen son cabezas empaladas, o cuerpos enteros, si no se es tan refinado, las manos en el cinto y los colgantes de orejas incluso pueden tomarse como amaneramientos. Bosteza y hurga entre sus dientes los restos de comidas anteriores. 

-po vaya mierda de mahmorra, ende luego que ehto é er reino der inframundo, zi ej que ehtá to muerto. Ozú que gana de meá me ehtan dando lah zandía.

Se dirige a un lado del pasillo y a los pies de una estatua baja un poco su calzón y desahoga la presión.

- !toma! toooma chorro (va subiendo por la pierna de la estatua) já, zi te llego ar perní parecerá que táh meao encima.

Y da unos paso atrás para hacer ascender el chorro aún más. Pero un "click" suena bajo el pie más atrasado. 

-Oh oh! me dá en la narí que ya la hemo cagao.

Una estatua comienza a agrietarse, caen hilos de polvo del techo pero no se derrumba, la estatua no se hace pedazos,  más bien parece volverse elástica y comienza a moverse levantando un gran trozo de columna sobre su cabeza.

-¡ay copón, no te pongah azi que tengo chorro de zobra pa loh doh!

Pero la estatua hace caso omiso y levanta la columna hasta lo más alto que le permiten sus brazos de mármol. Mako comprende que la prisa no responde a modales y sin guardársela inicia una pirueta para esquivar el lanzamiento.

La columna cayó a plomo haciéndose añicos, pero Mako ya rodaba sobre su espalda, el chorro aun brotaba. La estatua abrió la boca pero no surgió ningún grito, la frente fruncida y el gesto de rabia eran suficientes para evaluar la gran frustración del ídolo de mármol. Mako estaba erguido de nuevo y se concentraba apretando el su bajo abdomen para apurar los restos de orina en un charco frente al gigante. Recogió un trozo de la columna que cupiera en su palma y lo lanzó a la cara con certera maña. La estatua inció la carrera tras el insolente semiorco, pero al aumentar su zancada pisó el charco y resbaló. El golpe quebró la roca animada y la partió en bloques. Las rodillas se flexionaban, la cabeza boqueaba como un pez fuera del agua. Mako agarró una de las manos, la que más dedos conservaba, y la uso para subirse el calzón, pero la mano se cerró se súbito y el semiorco tiró alejándola antes de que pinzara su cuerpo, aunque desgarró parte de la raida cota de piel.

- zi me agarra er nabo me deja bien joio.

Y arrojó la mano a un lado, con el trozo de cota aún preso.

El semiorco continuó su avance por Hades más fresco que una rosa, parecía que el Inframundo no era tan peligroso, si el gigante de las columnas era lo mejor que tenía, Perséfone podía darse por vencida... y meada... ya puestos.

Lo que ahora tenía ante él era un complejo entramado de pasillos, parecían todos iguales, la única diferencia es que unos olían más a podrido que otros... ¿Cual elegir? casi mejor echarlo a suertes o probar en todo caso hacia donde caía su siguiente meada... pues a aquel paso el Tartaro se convertiría en aguas fecales Mako Sociedad Anónima.

Varios pasillos se perdían en el inframundo mientras Mako hurgaba su nariz de nuevo.

- ¿y ahora pa ónde cohones tiro? penzeque ehto era er hade y no er laberinto del termo eze, lo mimmo acabo en er templo del jam-sin como me dehcuide. Tiremo de orfato, que a mi ni loh coshino me ganan buhcando trufa.

Redondea la bolita entre sus dedos  y la lanza con su índice y pulgar en la negrura. Alarga su morro para inspirar y tomar las notas que distinguirían el peligro de un paseo placentero.

- aquí tó me huele a meao. Un momento (coje su cota y la cerca a su nariz) joé, zi zoy yo er que apehta a meao, ioputa la ehtatua, no me dio tiempo a guardarme la shorra.

Ahora inclina su cuerpo estirando su cuello hacia delante y pone la palma bajo la barbilla para evitar en lo posible el sesto de su propia pestilencia. Apreciando el bouquet en el fondo de su epiglotis reconoce aromas de sulfuros, hollín, hongos y mohos, taninos y aceites.

La nariz de Mako... estaba un poco atrofiada, más que nada por que Hades ya olía lo suficientemente a muerto, como para añadirle la fragancia Eau du parrfum du semiorqué... así pues al final decidió echarlo a suerte y tirarse por el pasillo de la derecha, tenía más fango... y el fango molaba.

 Sin embargo, la sensación de ciénaga fue menguando mientras seguía caminando. Al final del tunel una oleada de luz cegó durante unos segundos a Mako, acababa de entrar en una nueva sala, de esas pijas y bien ornamentadas que al semiorco tan poco impresionaban. Aunque su encontró algo que le llamó la atención. Al fondo de la misma había esculpida en la pared el rostro de un humano con unos extraños símbolos, la boca hacía la veces de puerta enrejada, parecía que aquella era la única salida y forma de avanzar.

El semiorco se acercó a la puerta, con tan sólo apoyar una mano la verja se abrió sin dificultad... lo que ya no podría asegurar es si se abrió porque lo estaban esperando o porque Mako olía a perro muerto.

- Pasa... hace mucho tiempo que alguien vivo no me hacía una visita... entra por tu propia voluntad y deja parte de la alegría que traes contigo- lo saludó la voz de un hombre vestido con una túnica, y con extraños símbolos en la cara.