Partida Rol por web

A medida que se acercaban a Hellmouth, la determinación de Uli se hacía más fuerte. No estaba dispuesto, ni por un momento a resultar una carga para los demás. Había de demostrar que esos viejos huesos todavía podían moverse. Lo que más temía es que por su culpa, por su avanzada edad, retrasase a los demás o no fuera de utilidad para ellos. No iba a permitirlo, de ninguna manera, por ello le gustó tomar el mando, no hacer de seguidor, sino de lider.

Por extraño que resultara, esta pesadilla en la que se habían metido le estaba haciendo sentirse más vivo de lo que nunca se había sentido en años.

Cuando abandonaron Rancho Mirago Richard echó la mirada atrás, viendo cómo desaparecía en la distancia. Al dejarlo abandonado, sintió de algún modo que era como si lo traicionase. Se trataba del lugar al que los últimos años de su vida había llamado hogar, y se sentía responsable por él. Sin embargo, también sabía que lo realmente importante era la gente que vivía allí. Estas personas, que se dirigían ahora hacia Hellmouth eran aquellos a los que tenía que proteger.

Era su responsabilidad. Puede que el resto del mundo se hubiera ido a la mierda, pero los restos estaban bajo su protección. No iba a permitir que nada malo ocurriera otra vez...

El viaje hasta la ciudad fue poco animado, Tim podía sentir la preocupación de los mayores, que en su mayoría permanecían silenciosos. Se alegraba sin embargo de que Kevin siguiera tan animado como siempre, y eso, junto con la compañía de Chispita, que ya se encontraba bien, le hicieron sentir más seguro. A Chispita le gustaba sentir el aire del desierto y sacó la cabeza por encima de la ventanilla.

Poco a poco la nube humo del horizonte se hizo mayor y al fin terminaron viendo su origen, en medio de la ciudad. Tim abrió mucho los ojos, emocionado, ya que jamás había visto una hoguera tan grande, aunque a veces preparaban una en el rancho, cuando hacían como si fueran de acampada. El niño se moría por acercarse a ver qué había pasado y explorar los restos.

Kevin se sentía más vivo que nunca. Si estas personas con las que estaba eran las únicas que quedaban con vida en el mundo, no podría pensar en mejor compañía. Aunque el resto estuvieran preocupados por lo que hubiera podido pasar, él no lo estaba. Acarició con su mano las culatas de sus pistolas y se caló un poco más el sombrero.

Él y su hermano siempre salían de todos los líos. Siempre.

La risa de su hijo hizo a Rebecca volver la cabeza al asiento de atrás. Tim abrazaba a Chispita y jugaba con él. Ella no se atrevió a regañarle. A pesar de la extraña situación en la que se encontraban, el niño seguía siendo un niño. Era increíble como podía mantener la inocencia y la alegría. Ojalá ella pudiera.

A medida que se aproximaban a Hellmouth, notaba como el corazón se le encogía. Rezó por que lo que allí encontrasen no arrebatara a su hijo su inocencia.

Kenneth conducía su cadillac junto a la furgoneta de Uli, para evitar que la polvareda que levantaba les alcanzase.
Pensó en sus compañeros: En Uli, tratando desesperadamente de evitar ser considerado una carga para el resto debido a su avanzada edad; en Richard, profundamente preocupado porque se sentía responsable de todos ellos; en su hermano y Tim, los dos emocionados por lo sucedido, incapaces de ver lo peligroso que podía ser la situación en la que estaban metidos.
Miró a su derecha, a Becca en el asiento de al lado. Quería abrazarla y consolarla, decirle que todo iba a ir bien, pero todo eso tendría que esperar. Todavía sentía el cosquilleo de la sensación que tuvo al despertar, de la pesadilla que no recordaba.

Algo malo iba a suceder... su instinto se lo decía.

La furgoneta y el cadillac recorrieron el polvoriento camino de piedras. Alrededor todo era paisaje desértico, vegetación de matorrales y pedregosas colinas. El único rasgo distintivo era la columna de humo hacia la cual se dirigían.
Entonces, al llegar hasta lo alto de una de esas colinas, divisaron en la distancia el pueblo de Hellmouth. La mañana estaba bien entrada y el sol del mediodía comenzaba a picar en la piel.

Llamar “pueblo” a Hellmouth era ser demasiado generoso. El lugar no tenía más que un par de edificios habitados. Y a medida que se acercaban, parecía que ya ni siquiera eso.
Básicamente, el pueblo estaba formado por un camino de piedra apisonada que llevaba hasta la poco concurrida carretera 87. A ambos lados del camino unos pocos edificios daban la impresión de encontrarse en uno de esos pueblos falsos del salvaje oeste, de esos que eran sólo fachada y decorado.

Uli pisó el freno a la entrada del camino pavimentado y paró el motor. Tras él, Kenneth hizo lo propio con el cadillac. El olor a plástico quemado y gasolina llenó las fosas nasales de todos ellos. El edificio que era tanto la tienda para todo del pueblo como el hogar de los Thompson había ardido hasta los cimientos, y junto con él los dos edificios abandonados que se encontraban anexos. Tal destrucción sólo parecía posible si el fuego se hubiera iniciado en la gasolinera que había enfrente de la tienda.

El silencio más opresivo fue lo unico que les dio la bienvenida a Hellmouth.

—¡Dios mío! —exclamó Uli, al tiempo que detenía la furgoneta, frente al dantesco espectáculo del fuego, que devoraba a la mitad del pueblo—. Vamos, Kev —instó al joven, mientras cogía un pequeño extintor reglamentario y descendía del vehículo.

El resto del grupo ya había salido del auto y admiraba el terrible espectáculo.

—¡Rick, Ken! —llamó Uli—. Kevin y yo iremos a la casa de los Thompson, vosotros id a ver si hay alguien en la estación de radio. No os entretengáis. Todavía puede haber peligro de explosión en la gasolinera. Rebecca, tú y Timmy os quedáis aquí. No te estoy dando un consejo —se apresuró a agregar, atajando cualquier objeción de la joven—. Esta vez, te estoy diciendo lo que harás.

Se encaminó hacia la casa de los Thompson, por la acera de enfrente, tratando de apartarse lo más posible del origen del fuego.

cuanto más nos acercamos más difícil resulta respirar, el denso humo negro y el temor, lo hacen casi imposible. nos detenemos en la entrada del pueblo, todos salen de los coches. tened cuidado! grito por una de las ventanillas bajadas. asiento a uli y me giro para mirar a tim. dejemos que ellos se encarguen de dar el primer vistazo, te parece? podría ser peligroso para los tres, así que les vamos a esperar aquí, de acuerdo?

Pero Chispita estaba demasiado nervioso por la excitación de estar en un lugar nuevo y, sin que Tim pudiera evitarlo, saltó del cadillac descapotable como un rayo. El animal se lanzó corriendo por la calle de tierra y a los pocos segundos desapareció por detrás del edificio de la KMTH.

-Chispita!!!

Timmy se quita el cinturon y sale corriendo detras de su querida mascota.

antes de que pueda darme cuenta, chispita, alterado salta del coche y echa a correr. chispita, no!! me quito el cinturón a la vez que tim sigue los pasos del perro. tim, espera! no vayas!! abro la puerta del coche y salgo corriendo detrás de ellos. volved!!!

Kevin arde de emoción, e incluso aunque el espectaculo es nefasto sonrie de... Felicidad???. Escucha el viejo Uli decir que le siga, y antes de que terminara la frase ya havia salido de la chatarra de furgoneta que tenia Uli. Estoy contigo Uli, vayamos a ver que ha pasado. Empieza a correr hacia la casa de los thompson, aunque se gira cuando oye un pequeño grito. Es chispita que a salido del cadillac como loco y detras de ellos la madre y el hijo. Estaba claro que estos tres no se iban a quedar a esperar sin mas en el coche.

Tim corrió detrás de su mascota, justo a tiempo de verlo desaparecer por la esquina del edificio. Chispita era veloz, pero el niño también podía correr muy rápido. Sin embargo, estaba tan concentrado en seguir al perro que no oyó el grito de su madre detrás.

La parte de atrás del edificio blanco ceniza quedaba a la sombra del sol y a Tim le costó un segundo acostumbrar sus ojos a la oscuridad. Lo suficiente como para perder de vista a Chispita. ¿Dónde se había metido? Entonces lo vió, cómo la puerta trasera del edificio se movía. ¡Había entrado dentro!
Sonriendo ampliamente, como cuando jugaban al escondite en el parking de caravanas, Tim echó a correr de nuevo y entró por la puerta trasera siguiendo al perro.

Rebecca dobló la esquina para ver como su hijo de diez años entraba por la parte de atrás del edificio de la emisora. Lo llamó de nuevo, pero el chaval ya había entrado. La joven madre sintió como el enfado se mezclaba con el miedo en su corazón. ¿Por qué no entendía Tim que no estaban de excursión, que esto no era un juego?
Porque es un niño pequeño, se respondió a sí misma, mientras seguía a su hijo dentro de la casa.

Uli y Kevin fueron los primeros en acercarse al edificio consumido en llamas. Quizás pensaron que alguien podría haber sobrevivido y tal vez necesitara su ayuda. Pero esa esperanza se desvaneció pronto. En cuanto entraron en el lugar quedó claro que si alguien había quedado atrapado allí, no podría haber sobrevivido.
El edificio se había colapsado sobre sí mismo debido al fallo de su estructura por los daños que el fuego había causado. Y no era difícil adivinar que el fuego se había originado en la gasolinera que estaba justo delante del porche de la entrada. Los depósitos de gasolina habían alimentado un infierno que acabó con el hogar y tienda para todo de los Thompson. Había sido una suerte que la noche pasada no hubiera soplado viento, porque si no todo el pueblo se hubiera incendiado.

En cuanto se metieron un poco más adentro de los chamuscados escombros, descubrieron algo sorprendente. Una especie de camioneta se había empotrado contra el porche. No podían decir si era la camioneta de los Thompson o la de Chuck Parker, el tío de la emisora, porque se había convertido en un montón de hierros y chapas retorcidas, pero no había duda que no se había estrellado por casualidad. ¿Habría sido esa la causa del incendio? No parecía probable. A los ojos de Kevin y Uli el desastre tenía aspecto de haber sido intencionado.

Tampoco encontraron restos humanos. Ni un esqueleto ennegrecido. Ni siquiera dentro de la camioneta. O estaban muy debajo de los humeantes escombros o simplemente, no estaban.

Tras bajar de la camioneta, mientras Rebecca corría detrás de su travieso hijo y sus compañeros se dirigían a los calcinados edificios, Richard pudo comprobar la razón por la que no pudo contactar por teléfono con el pueblo. El poste telefónico cuyo cable conectaba el hogar de los Thompson con Rancho Mirago también había ardido. Por supuesto.
Aun así, todavía quedaban opciones de comunicarse con el mundo exterior. La emisora de la KMTH era de hecho una gigantesca antena de radio. Quizás podrían usarla de alguna manera. O si no, siempre quedaba la opción de salir a la carretera y esperar que pasase algún vehículo. No se trataba de la carretera más concurrida, pero camiones de transporte circulaban regularmente por ella para atravesar el desierto.

Kenneth saltó del cadillac para seguir a Rebecca. No le parecía seguro que ella y su hijo anduvieran sólos por el pueblo. Por lo menos no hasta que lo hubiesen asegurado.
Pero algo que captó por el rabillo del ojo le hizo detenerse por un momento. Algo que había pasado desapercibido para los demás.
A lo lejos, a la entrada del pueblo, junto a la carretera 87, había... ¿un vehículo volcado?

Rebecca entró en el edificio por la puerta trasera y la oscuridad del interior la cegó por un momento. Las luces estaban apagadas. Recordó que en una ocasión ya había estado allí. Chuck Parker, el encargado, tenía su hogar en la planta baja y arriba estaba la emisora, de manera que ahora estaba en la parte de la vivienda, en una cocina-almacén de gran tamaño.
¿Dónde estaban Tim y el perro? No se oía nada, tan sólo un opresivo silencio. Una punzada de pánico le atravesó el alma.