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Según cuenta la Biblia, fue en una época de confusión y caos cuando apareció alguien que lo cambiaría todo. De la oscuridad de nuestra propia historia surgió un joven que mostraría un nuevo destino. Hoy se le llama por muchos nombres, como El Iluminado, Rey de Reyes o Hijo de Dios, pero el primero por el que se le conoció fue Abel. Al parecer apareció en una pequeña aldea llamada Netzath, en la región conocida como El Dominio. Desde ese momento viajó de un lado a otro llevando consigo su palabra. Allá por donde iba, las personas abandonaban sus conflictos en pos de metas comunes, siguiendo las enseñanzas de un Dios desconocido hasta entonces. Tal era su poder. En su filosofía no cabían la magia ni lo sobrenatural, considerados los culpables de todos los males que la humanidad había sufrido hasta entonces.

Se tiene constancia de una guerra que se inició tan solo seis años después de la aparición de Abel. Fue llamada las Guerras de la Cruz. Fue una época donde surgieron los apóstoles, repleto de cambios que afectarían mundialmente y del inicio de una cruzada en pos de la unificación, reuniéndolos a todos bajo una sola bandera, un único sueño y un mismo cielo. No hay muchos registros sobre aquella época, pero se dice que fue un ciclo de fantasía, donde los dioses luchaban sobre la superficie de Gaïa y los temidos dragones sobrevolaban los cielos. Cosas que hoy día son tomadas como puros cuentos de hadas.

Pero fue traicionado, Abel fue traicionado por uno de sus apóstoles: Iscariote. Le condujo hasta la Colina de los Lamentos con la treta de enseñarle algo, y allí una guarnición del poderoso Imperio de Sólomon esperaba impaciente. Lo que ocurrió da lugar a muchas especulaciones, pero la creencia más extendida es que se dejó capturar sin ofrecer resistencia. Se cuenta que en aquel momento derramó una lágrima por nuestro destino y que Iscariote lo besó en la mejilla para secársela. A la mañana siguiente, Abel apareció crucificado en las murallas de Sólomon, no se abrieron los cielos ni tembló la tierra. No llovió sangre, ni se hizo un minuto de silencio en el firmamento. Pero Abel había muerto.

La fecha en la que nace Zhorne Giovanni fue importante para toda Gaïa. El joven heredero de la estirpe del Apóstol Pietro se levantó para llevar el orden y la justicia a una época de caos y oscuridad. Dotado de una aptitud natural para el combate, una mente brillante y un talento innato como líder, consiguió reunir a las fuerzas desmoralizadas de los Reinos Santos, un imperio fundado por Abel. Como suele suceder, hay pocos registros de aquel momento, pero fue una época muy trascendental para el actual Sacro Santo Imperio y su cruento conflicto fue llamado la Guerra de Dios.

Con una historia más clara desde el término de la Guerra de Dios, años más tarde se fundó oficialmente el Sacro Santo Imperio de Abel, proclamándose así mismo Zhorne líder espiritual e imperial. Otorgó el título de Señores de la Guerra a sus cuatro generales más importantes, concediéndoles el control sobre los ejércitos de Abel, y reconstruyó la Iglesia cristiana en todo su esplendor. Fue una época en la que tampoco hubo descanso, pues Zhorne empezó una campaña para terminar de unificar toda Gaïa. También fue un periodo donde se instauró dos de las organizaciones más importantes: la Inquisición, creada con la finalidad de acabar con los peligros sobrenaturales que se ocultaban entre los hombres, y los caballeros de Tol Rauko, cuya misión era proteger y conservar los conocimientos de eras pasadas.

Finalmente, tras décadas de continuas luchas, Zhorne pudo regresar junto a su amada Emperatriz y descansar a su lado. Tal y como deseaba, aunque sus manos se habían teñido de sangre, el legado que dejaría a los hijos de Gaïa sería un mundo muy distinto a los tiempos oscuros que él había tenido que vivir. Y fue así como, al cumplir ciento cuarenta y nueve años, Zhorne Giovanni falleció como siempre había querido: plácidamente, en su cama. Sería su hijo Lázaro Giovanni quien heredaría la Corona de Abel y la pesada responsabilidad que conllevaba. 

Oscura fecha en la que Lascar Giovanni, el último miembro de la estirpe imperial, accede al trono imperial. Un joven que había demostrado una conducta muy distinta a la de sus antecesores. Ya de niño era caprichoso, arrogante y malicioso. Pero cuando accedió al trono demostró que su comportamiento no era más que una sombra de lo que le esperaba a Abel. Empezó una época de depravación y crueldad como nunca se había visto antes en el Imperio. Tomaba a las mujeres que deseaba, ordenaba ejecuciones públicas sin motivo y empezaba guerras por pura diversión. Su esposa se suicidó tratando de evitar que su primogénito diera a luz: Lucanor, pero no lo consiguió. 

La noche del 11 de marzo del año 957, las fuerzas del Señor de la Guerra Elías Barbados atacaron el Castillo del Ángel. Lascar supo que resistirse ante tal ejército era inútil, así que esperó en el salón del trono con una sardónica sonrisa. Poco antes de que Elías llegase hasta él, ordenó llamar a su hijo Lucanor y delante de todos, obligó al pequeño a ensartarle con el Legislador Imperial de Zhorne. En el mismo instante en el que la primera gota de su sangre tocó el suelo, el destino del pequeño como futuro emperador quedó condenado, pues había cometido un pecado contra el Imperio. Ese sería el oscuro legado que Lascar dejó al mundo entero: el fin de su dinastía y el desequilibrio de Gaïa.

La muerte de Lascar a manos de su hijo Lucanor había destrozado por completo los planes de Elías, que planeaba poner al muchacho en el trono. El problema era muy grave y los mayores poderes de Gaïa se dividieron en dos bandos: unos apoyaban a Lucanor como emperador a pesar de su crimen, y otros preferían una nueva dinastía. Irónicamente la respuesta la dio el propio Lucanor cuando declaró abiertamente que, dadas las circunstancias, él no debía acceder al trono. Así fue como Elías Barbados, descendiente más directo, accedería al trono de Abel. La primera decisión del nuevo Emperador, incapaz de culpar a Lucanor, fue enviar al muchacho hasta Lucrecio y concederle el título de príncipe, que le pertenecía por ascendencia de madre.

En comparación con el antiguo régimen de terror que tenía Lascar, el cambio en Abel fue acogido con agrado y optimismo incluso por los sectores más radicales, así que durante décadas el Imperio disfrutó de una época de prosperidad. Por desgracia, la vida personal de Elías estuvo repleta de desgracias y la mayor de ellas fue el nacimiento de su hija: Elisabetta. Su esposa falleció al dar a luz y el Emperador culpó a la niña de lo sucedido, apartándola de su lado. Pero esta fecha se recordaría por otro suceso aún más importante: la subida al poder eclesiástico de Eljared, la primera mujer que ostentaría el rango de Sumo Arzobispo. De alguna manera convenció a Elías y no era raro pensar que tenía sentimientos hacia ella. Comenzó a acumular un increíble poder personal, y el Emperador, cegado por sus sentimientos le cedió casi todos los poderes. 

El comportamiento de Eljared no pasó demasiado tiempo desapercibido para los principados cercanos al Imperio. Pronto, muchos gobernantes empezaron a protestar públicamente por sus actos, advirtiendo que sus decisiones y comportamiento no eran propios de su posición. Todo llegó a punto crítico cuando Maximilian Hess, señor de Remo, la acusó abiertamente de brujería y de tener subyugado al Emperador. Como respuesta, la Sumo Arzobispo ordenó arrasar por completo Remo y reducir a cenizas todo lo que se encontrase allí. En tan solo una semana el orgulloso principado había quedado destruido, y el cuerpo sin vida de Hess colgaba como trofeo en mitad de las ruinas de su capital. La conmoción general fue enorme, multitud de países trataron de cortar lazos con el Imperio, lo que provocó que se declarase la guerra contra todos los insurrectos.

Pero algo sucedió. Fue una noche que llamaron la Ruptura de los Cielos y está presente en la mente de todos hoy día. La tierra tembló, los océanos se oscurecieron y los cielos de Gaïa se tornaron rojos como la sangre.

Todo lo que sucedió a continuación aún son inciertos. Oficialmente, fuerzas comandadas por el Señor de la Guerra Tadeus Van Horsman atacaron esa noche el Castillo del Ángel, tratando de detener la locura del Emperador. Sin embargo, otros informes dicen que Tadeus no fue liberado hasta el día siguiente, haciendo inciertas las versiones anteriores.

La hija de Elías, Elisabetta, trató de acercarse a su padre para hacerle entrar en razón, pero éste intentó matarla. Kisidan, un alto caballero de la Orden del Cielo y protector de Elisabetta, corrió a protegerla y asesinó al Emperador.

La muerte del Sacro Santo Emperador produjo graves consecuencias para el Imperio. Previendo la terrible situación de inestabilidad que se cernía sobre Gaïa, la joven Elisabetta reclamó su derecho al trono y comenzó a trabajar duramente para mantenerlo estable. Muchos se declararon independientes de Abel al negarse a aceptar a la niña como emperatriz. La Alianza Azur se formó en torno a la figura del Señor de la Guerra Matthew Gaul, una fuerza de oposición al Imperio que pretende algún día convertirse en la semilla de un nuevo imperio.

Y Eljared… simplemente desapareció.

La actualidad.

Ahora estamos a mediados de año. Han pasado seis meses desde la muerte de Elías y la tensión entre el Imperio, la Alianza Azur y la Iglesia no ha hecho más que aumentar. Con Abel fragmentado, la Niña Emperatriz se esfuerza por mantener el control de sus restantes territorios para evitar que el mundo entero sea engullido por las llamas de la guerra, mientras otros países se preparan para los conflictos inminentes.