Partida Rol por web

Ánima:Más allá del bien y del Mal II, Un reino de Pesadillas

Interludio de Quint

Cargando editor
11/03/2012, 15:28
Director

Escena privada para poder poner la historia que pasa durante los tres años, mejorar al personaje y todas esas cosas nazis que requiere el comienzo de una partida.

Cargando editor
11/03/2012, 15:28
Quint

Pues lo primero, hazme un favorcito y quítale la cicatriz a la nueva imagen de Quin *_*

Cargando editor
11/03/2012, 15:33
Director

Notas de juego

Ahí la tienes ^^

Cargando editor
11/03/2012, 15:42
Quint

Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii ^^

Ya tengo avatar nuevo XD

Grax ^^

Cargando editor
11/03/2012, 15:49
Quint

Bueno, vamos a empezar con la lluvia de ideas y tú me vas diciendo qué te parecen o si sigues conque la Inquisición le encuentre me paras y decidimos cuándo y cómo XD

Después del naufragio Quint se despierta con lo puesto en una playa desconocida en las costas de Helenia. Está empapado, no recuerda nada después de caer al agua y a parte de la ropa solo conserva sus armas. Nervioso, pasa el primer día buscando por la playa en busca de supervivientes, pero cuando cae la noche se da por vencido y asume que los demás han muerto. Maldiciendo su suerte busca refugio y llega un par de días después a un pequeño pueblo pesquero, donde al ver las pintas que lleva se tragan perfectamente la historia de un naufragio. Los habitantes le dan algo de comida y un sitio donde pasar la noche, y Quint aprovecha para informarse de su posición y preguntar por la ciudad más cercana.

Al día siguiente se pone en camino hacia la ciudad de Farna, y gasta gran parte del dinero que le quedaba en comida y alojamiento durante el viaje, lo que le obliga a volver a sus viejas costumbres de "tomar prestado" algo de cada persona descuidada que se cruza en su camino.

Una vez en la ciudad busca a diversos comerciantes en el mercado y les vende las espadas y la ballesta para conseguir algo de dinero suelto, junto con un par de anillos que se había "encontrado" por el camino. Compra también algo de ropa nueva, ya que la suya está destrozada, y busca a un herrero para que le arregle la armadura. Quin se toma entonces unos días de descanso en la ciudad e intenta salvar lo que puede de las notas que le iba a mandar a Selten pero que, tras el naufragio, muchas se veían borrosas o se habían perdido por completo. Añadió lo sucedido en el barco, la voz de Émil y el extraño hombre-cuervo, y pidió a un sacerdote local que le hiciera llegar la carta a su mentor.

Cargando editor
11/03/2012, 19:24
Quint

De nuevo Quint se encontraba sin pistas que le guiaran en su camino, así que decidió empezar de cero una nueva búsqueda. Fue por las tabernas y por los mercados escuchando las conversaciones de la gente y preguntó a algunos ancianos por las leyendas locales. Finalmente, encontró una "pista" que le llevaba hacia el oeste.

Uno de los mercaderes le había contado que no hace mucho un hombre había pasado por su puesto preguntando por ciertos objetos poco... habituales. Dijo que ese mismo hombre le había pagado una pequeña suma a cambio de que no contara nada de eso a nadie, pero a cambio de un par de monedas extra el cazabrujas le convenció para que hablara.

En un par de pueblos encontró mercaderes que respaldaban la versión del primero, e incluso cerca de la frontera con Ilmora un molinero le aseguró su hija había desaparecido el mismo día que el extraño se fue. Las coincidencias era muchas, y Quint siguió cada paso del extraño hasta el territorio de Abel, en la ciudad de Tiberias. Allí perdió la pista al brujo, y gastó casi dos semanas dando vueltas intentando localizar a alguien que hubiera visto a un hombre con su descripción. Finalmente, cuando fue a pedir alojamiento en una posada de las afueras y casi había dado al sujeto por perdido, se lo encontró saliendo de la posada a la vez que él entraba.

Quint intentó cerrarle el paso, y el hombre se asustó, empujo al chico y salió corriendo hacia el bosque. Así se inició una persecución entre los árboles a la luz de la luna. El brujo, viendo que no era capaz de dejar atrás al joven lanzó entonces un hechizo intentando acabar con su vida. Para su sorpresa, Quint ni siquiera lo esquivó. Solo se limitó a seguir corriendo mientras la magia desaparecía a su alrededor. Al ver eso el hombre se asustó aún más y se internó en lo más profundo del bosque, llamando con su poder a una densa bruma para que retrasara al cazador. Con eso y un par de trucos más consiguió dar el esquinazo a Quint, que frustrado, siguió buscándole aún durante horas hasta que sus piernas no podían más.

Negándose a darlo por perdido, Quint se quedó un par de días más en la misma posada donde se había encontrado con el brujo, en un desesperado intento por que volviera a por algo que hubiera olvidado. Pero no tuvo suerte. Al menos, no la que esperaba tener. La tercera noche una mujer se acercó a él mientras bebía en la esquina de la posada. Una mujer cuya sola presencia helaba el alma.

Cargando editor
12/03/2012, 18:44
Quint

La mujer se sentó enfrente de Quint sin siquiera presentarse, y mucho preguntar si el sitio estaba libre, y se quedó allí sentada mirando fijamente al chico. Molesto ante esta actitud, finalmente Quint le espetó rudamente:

-¿Puede saberse qué quieres?

Para sorpresa del chico, la expresión de la mujer no varió ni por una fracción de segundo. Se quedó en silencio y siguió mirándole hasta que volvió a hablar.

-No he tenido un buen día. Lárgate antes de que me enf

+Quiero hacerte unas preguntas.

La voz de la mujer cortó la frase del cazador y por poco hace que este de un salto ante la sorpresa. Su voz sonaba sedosa, tranquila, agradable, y a la vez oscura, imperativa y arrogante.

-¿Qué has di

+¿Quién eres?

Esa mujer empezaba a irritar al chico con su manía de no dejarle terminar las frases.

-¿Acaso te importa? ¡Tú ni siquiera te has presentado!

La mujer siguió mirándole, sin mudar su expresión y sin articular palabra alguna. Quint sostuvo el silencio durante cerca casi de un minuto, hasta que se dio por vencido.

-Me llamo Quint. ¿Ya estás contenta? -Suspiró.- Ahora lárga

+¿Y qué hacías la otra noche en el bosque, Quint?

Esta vez sí que faltó realmente poco para que Quint diera un salto. Sus ojos se abrieron y tardó un instante en bajar la mano hacia su cintura.

-¿Qué quieres decir? Creo que deberías marcharte ya.

+La otra noche perseguías a un hombre. Lo ví todo. Dime por qué.

Por un lado era agradable que le hubieran dejado terminar una frase, pero el cariz que estaba tomando la situación era preocupante. Alarmado, Quint miró a su alrededor por si alguien les estaba prestando atención. Luego bajó la cabeza y se acercó lo más que pudo a la mujer para continuar la conversación en voz baja.

-Era un hombre malvado. Secuestró a la hija de un molinero cerca de Ilmora y nunca volvieron a saber de ella. Su padre me pidió que le encontrara. Eso es todo. Y ahora haz el favor de

+Mientes. Y no solo secuestró a una chica; ha asesinado a 6 que yo sepa. La cuestión es que tú sabías más que el padre de la chica. De hecho, parece que sabes muy bien cómo enfrentarte a un mago.

La cosa se había ido de las manos completamente. Con sumo cuidado sacó su daga de la vaina intentando no ser visto.

-¡Se acabó! ¡Dime quién eres ahora mismo o

+¿O me clavarás ese cuchillo que escondes bajo la mesa?

Eso le bajó de golpe los humos a Quint. Sin el elemento sorpresa trató de tranquilizarse, y ya sin recursos acudió a lo último que le quedaba. Mirando fijamente a la extraña acudió a la oscuridad que dormía en su interior y dejó que fluyera por toda la posada. Un frío espectral recorrió de pronto la estancia y Quint se levantó de la silla al tiempo que se acercaba hasta poner su cara sobre la de la mujer, casi rozándose.

-Escúchame bien. Soy Quint, el cazador de brujos, y me da igual quién demonios seas ni por qué sabes los que hice en el bosque la otra noche. He luchado contra todo tipo de aberraciones: magos, monstruos, demonios e incluso semidioses, y no le temo a nada. Ahora mismo vas a contarme todo lo que sepas de ese hombre, incluyendo dónde encontrarlo, o supondré que eres su aliada y que intentas impedir que le atrape. Y nada ni nadie podrá impedirme que atrape a mi presa, ¿ESTÁ CLARO?

Además de con el grito, terminó su intento de intimidación clavando su daga en el centro de la mesa, delante de las manos de la mujer. Durante unos densos segundos toda la posada se giró hacia donde se encontraban. Algunos incluso se levantaron y empezaron a correr hacia la puerta. Esa sensación de frío que les llegaba hasta lo más profundo de su alma y un siniestro hombre gritando y amenazando con una daga no eran presagio de nada bueno. Sin embargo los actos de Quint consiguieron su propósito: al fin la mujer cambió su expresión.

En contra de todo pronóstico, la mujer comenzó a reír. Primero fue una pequeña sonrisa, que lentamente fue creciendo por su cara haciendo que mostrara sus dientes perfectos y comenzara a fluir una risa cristalina entre sus labios, hasta que al final se convirtió en toda una carcajada.

+¡Qué gracioso eres! Hacia tanto tiempo que nadie me hacía reírme tanto...

Para asombro de Quint, la mujer se puso en pie aun riendo.

+El hombre al que buscas se llama Rolf. Es un hombre muy malo, como bien has dicho, pero ya no le hará nada más a nadie. Si aún así quieres encontrarlo, yo no te o voy a impedir. Encontrarás su cadáver en el bosque, poco más lejos del lugar donde lo viste por última vez.

La mujer se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta, dejando a Quint completamente descolocado. Al abrir la puerta, le dedicó una última mirada a modo de despedida y un frío mucho más intenso del que había sentido nunca lo invadió, haciéndole caer sentado en la silla que tenía detrás. Eso no podía ser una coincidencia; tenía que ser cosa del destino. Tan rápido como pudo se volvió a poner en pie y recogió su daga. Sin perder tiempo en guardarla salió corriendo de la posada y con ella de la mano comenzó a perseguir a la mujer que caminaba hacia el bosque. Pero por mucho que corría, no era capaz de alcanzarla. Ella se movía con tranquilidad, como quien camina normalmente, pero su cuerpo de desplazaba a una gran velocidad, como si a cada paso diera en realidad un gran salto. No fue hasta cuando Quint ya no pudo correr más y cayó al suelo de bruces cuando la mujer se dio la vuelta y se paró.

-Es... ¡Espera!

+¿No querías que me largara? Me pareció que me lo dejaste bien claro varias veces, jiji.

-Tú... Tú eres... ¡Tú eres como yo!...

+¿Te refieres a que cazo brujas? ¿Acaso creías que eras el único?

-NO... Me refiero... a la oscuridad... Al poder oscuro que hay dentro de ti... y de mí.

Mientras Quint se ponía en pie jadeando, la mujer rompió a reír otra vez.

+¿Poder? ¿Tú? ¡Jajajjajaja! ¡Sí que eres gracioso de verdad! ¡Pero si ni siquiera eres capaz de usarlo sin pararte a pensarlo! ¿O crees que no noté como fruncías el ceño mientras intentabas concentrarte?

Esas burlas hicieron que Quint bajara la cabeza con su orgullo gravemente herido. Aprovechó que habían dejado de correr para guardar la daga que seguía en su mano y pensar qué podía decir.

-Yo... Descubrí hace poco que era capaz de hacer eso. Hasta hace unos meses no creí que fuera nadie especial, solo alguien que perseguía un sueño guiado por las palabras de un viejo...

+Espera... -Una mueca de sorpresa apareció en la cara de la chica. Sin estar tan seria, ahora parecía más joven- ¿Aprendiste a usarlo solo?

-Sí. ¿Tú no?

+...

-¿Pasa algo?

+...

-¡Vaya! ¿Ahora vuelves a no hablarme?

+Tengo que matarte.

Quint retrocedió un paso.

-¡¿QUÉ?!

+Si eres capaz de despertar un poder como el Némesis por tu mera fuerza de voluntad y sin un maestro, como miembro de la Inquisición no puedo tolerar tu existencia.

-¿Inquisición? -De pronto, Quint comenzó a lamentar no haberse quedado sentado en la posada en lugar de salir corriendo tras ella.- ¡Espera! ¿No ves que los dos estamos en el mismo bando? ¡Los dos cazamos demonios!

+Tú eres un demonio.

Cargando editor
12/03/2012, 20:10
Director

Cargando editor
12/03/2012, 20:31
Quint

Quint retrocedió un par de pasos mientras sacaba sus dagas. Apenas podía dar un paso detrás de otro tras la carrera, y sin embargo su oponente ni siquiera había empezado a sudar.

-¿Demonio? ¡Yo nunca he hecho daño a un inocente! Y de todas formas... ¡Tú eres más poderosa! ¿Por qué soy yo el peligroso?

La mujer comenzó a avanzar con pasos lentos, pero en cuanto Quint parpadeó fue como si se teletransportara. Ya estaba a solo un paso de él.

+Mis poderes son un regalo divino, enseñados por un seguidor de Dios y entrenados durante años.

-¿Y crees que lo mío fue cosa de una noche? ¡Durante más de 9 años medité y entrené cuerpo y mente siguiendo las últimas palabras de un viejo loco!

La mujer lanzó su brazo hacia Quint y del extremo de su mano emergió una cuchilla con mortíferas intenciones. A pesar de intentar esquivarla, esta se hundió en el hombre del cazador y le hizo retroceder aun más mientras dejaba escapar un grito de dolor.

+Sería otro demonio. Después de acabar contigo le buscaré.

-Buena suerte intentándolo. Murió protegiendo un pueblucho de un poderoso brujo justo antes de decirme esas últimas palabras.

La siguiente cuchillada se hundió profundamente en la pantorrila de Quint, y un chorro de sangre salió despedido cuando la hoja salió de la herida. Debido al dolor, el chico cayo al suelo y se mantuvo en guardia con una rodilla en el suelo.

+Entonces alégrate. Pronto te reencontrarás con él en el infierno. ¿Quieres confesar tus pecados antes de morir?

-No tengo pecados que confesar a nadie. Todo lo que he hecho en esta vida ha sido por proteger a los inocentes. Mi alma está en paz.

+Mientes.

En un último y desesperado intento de sobrevivir, Quint liberó toda la energía que le quedaba en el cuerpo y se lanzó contra su rival mientras ella hacía lo mismo. El resultado sin embargo no fue tan simétrico: las hojas de la chica atravesaron el pecho de Quint mientras que las dagas de este cayeron inofensivas al suelo. El sabor a sangre, la dificultad para respirar, la oscuridad... Una vez más Quint volvió a sentir el frío aliento de la muerte a su espalda.

+¿Quieres decir unas últimas palabras antes de que te de el golpe de gracia?

Escupiendo la sangre que le inundaba la boca, casi por instinto le chico reunió fuerzas para decir aquellas palabras una vez más.

-La verdadera fuerza no está en lo que unos tienen por derecho y otros no, ni tampoco en lo que se obtiene explotando las posibilidades de la energía vital. La verdadera fuerza es aquella que reduce a todos al mismo nivel: la muerte. Y solo aquel que sea capaz de superar a la muerte y doblegarla a su voluntad, destruyendo los lazos entre el cuerpo mortal y el alma inmortal, alcanzará el auténtico poder: El vacío. La muerte. La nada. El NÉMESIS.

-Eso... es lo que dijo el "demonio". Y hasta ahora... no se ha equivocado... Matándome solo me harás más... fuerte... Solo espero... usar mi poder para ayudar... a todos... No para matar a otros.

La mujer miró sorprendida de nuevo al muchacho que agonizaba entre sus brazos.

+Esas palabras... Esas palabras significan algo que muy pocos conocen. El mismo significado oculto que me enseñaron a mí... Dime, ¿qué harías si de verdad vuelves con un poder mayor? ¿Vendrías a por mí? ¿Buscarías venganza?

-Si fuera más... poderoso... te daría una lecc... cofcof... lección... Te enseñaría lo ciega... que estás... Y purgaría esta tierra.

Esta vez fue Quint el que sonrió.

-Si fuera más poderoso... mataría al hombre-cuervo... vengaría Corvinus... a sus habitantes... asesinados... y destruiría su reino... de... Vigilia...

Los ojos de Quint se cerraron y la mujer dejó su cuerpo inconsciente en el suelo con mucho cuidado. Las últimas palabras del chico habían sido muy perturbadoras. Era obvio que sabía mucho más que la gente normal, y que su potencial era algo fuera de lo común. Con cuidado vendó las heridas que había infringido al muchacho y una vez cortó la hemorragia lo cargó en sus brazos. No pudo evitar fijarse en las extrañas ampollas que aparecían alrededor de los cortes, y reconoció entonces los rasgos de la verdadera naturaleza de Quint.

Por un breve instante, los ojos de Quint volvieron a abrirse, recuperando la consciencia por unos segundos. Al verlo, la chica sonrió y le susurró al oído.

+Mi nombre es Justina. Cierra los ojos y descansa. Para cuando los vuelvas a abrir Quint estará muerto. Y entonces comenzará tu nueva vida. ¿Cómo te llamas, Duk'zarist?

Y con una voz carente de toda emoción, a la vez que sus ojos se volvían a cerrar y sus cristalinos se volvían negros como la noche, de la voca del chico salió un nombre.

-Tywyll...

+Encantada de conocerte, Tywyll. Vayamos a casa.

Cargando editor
13/03/2012, 15:28
Quint

****************************************************************************************************************

Quint corría a través del bosque. Una herida de lanza en el estómago le dolía a cada paso, y la sangre escapaba de su cuerpo a borbotones a pesar de que presionaba con uno de sus brazos. Era el bosque de Moth, de eso no había duda alguna, pero ni los árboles ni los animales que veía se parecían apenas a los que recordaba. Todo estaba muy cambiado.

No sabía cómo había llegado hasta allí, ni de dónde había salido la espada que portaba en su mano, manchada de sangre hasta la empuñadura. Llevaba también una armadura realmente ligera, que daba la impresión de estar hecha de madera, al igual que el arma, y unas extrañas ropas militares.

Siguió corriendo. Escuchaba a sus perseguidores a sus espaldas, cada vez más cerca. Pero no corría por su vida, sino por otra razón. Una razón que no recordaba y que le hacía seguir en movimiento. ¿Por qué corría? ¿De qué huía?

Finalmente el pantano apareció ante él. Necesitaba un trago de agua, así que se acercó y se agachó para beber. Dejó su espada a un lado e introdujo las manos en el agua para coger el tranquilo líquido que reflejaba el cielo sobre él y dio un trago. Cuando acabó se inclinó levemente sobre el agua para lavar la herida, y entonces lo vio. Sus ojos rojos estaban allí, pero el que se reflejaba en las aguas del pantano no era él. Se apartó el pelo para ver mejor, y un inhumano rostro pálido y afilado le devolvió la mirada. Un rostro que nunca había visto antes y que a la vez le era sumamente familiar. El ser que se reflejaba el el agua tenía además unas orejas mucho más largas y puntiagudas que las suyas, y su cuerpo era mucho más esbelto. Y entonces lo reconoció.

Era como uno de esos seres que veía a veces en sus pesadillas.

Asustado cogió su espada e intentó ensartar al ser, pero como toda respuesta hundió la espada en el agua y se cayó en el pantano. Volvió a emerger chapoteando y volvió a ver al ser en su reflejo. ¿Qué clase de brujería era esa?

Unos pasos pesados y acelerados lo sacaron de esos pensamientos. Sus perseguidores estaban allí, así que salió del agua como pudo y se preparó para plantarles cara, esperando lo peor. Pero del bosque no salió ningún monstruo, si no una docena de pequeñas figuras. Andaban sobre dos piernas y usaban primitivas armas como palos afilados de lanzas, arcos o hachas de piedra, y vestían con pieles. Tardó unos segundos en ver que eran hombres salvajes, aunque nunca había oído de su existencia en esos bosques.

Levantó la espada para defenderse, pero de nada le sirvió. Una lluvia de lanzas y flechas cayó sobre él al instante y atravesaron su cuerpo en todos los lugares que consiguieron burlar la armadura. Derrotado, Quint cayó de espaldas al agua y comenzó a hundirse. Mientras perdía de nuevo la consciencia intentó recordar por qué huía. Por qué le perseguían.

Y de pronto recordó algo.

****************************************************************************************************************

Se encontraba en una cueva, rodeado de montones de seres como el que había visto en el lago. Había muchos guerreros, o al menos prácticamente todos los machos portaban armas. También había hembras y multitud de crías, que se enterraban en los brazos de sus madres, lloraban y se despedían de sus padres.

+¡Tywyll!

Quint se giró al escuchar ese nombre. No sabía por qué lo hizo, fue instintivo, como si se refirieran a él. Una joven estaba tras él, con los ojos llorosos. Sin decir nada más se lanzó sobre él y le dio un fuerte abrazo mientras sollozaba. Sin saber muy bien qué hacer, los brazos dl chico hicieron lo propio y rodearon a la chica para intentar consolarla. Tras un rato que al cazabrujas se le hizo eterno alguien gritó algo en la lengua de esos seres, que por supuesto no entendió. Pero por el tono estaba claro que era una orden para los soldados. La joven se separó entonces y le pasó un colgante por el cuello a Quint. Luego le dio un beso y se separó un par de pasos sin dejar de mirarle. Era realmente bella, más incluso que la media de esos seres.

El resto de los soldados parecía esperar por él, así que hizo un gesto de despedida a la chica y se encaminó hacia ellos. Salieron de la cueva y se repartieron por el terreno para otear mientras las mujeres y los niños cargaban sus pocas posesiones y comenzaban a marchar hacia el horizonte. Horas después, alguien gritó otra orden. Los soldados se despidieron unos de otros, y varios lo hicieron de Quint a pesar de que este no sabía por qué. Y entonces los soldados se separaron en grupos, cada uno marchando en una dirección.

Caminaron durante días, guiados por el que parecía ser el líder del grupo, hasta que vieron fuego tras ellos. Los soldados de su grupo comenzaron a hablar nerviosamente en su extraña lengua y aceleraron a el paso, aunque no se esforzaban lo más mínimo en ocultar su rastro. A veces parecía incluso que querían que alguien les siguiera. Y eso es lo que pasó.

Al cabo de una semana un gran grupo de humanos como los que le habían dado caza en el bosque les atraparon. Eran casi un ejército, y se lanzaron sobre la reducida partida de guerra sin mediar palabra. Los Duk'zarist se defendieron como pudieron, pero estaban cansados y hambrientos, y no tenían esperanzas de ganar. Entonces Quint lo comprendió. Ellos eran el cebo, y su misión era conseguir tiempo para que los débiles escaparan. Sin embargo, ¿por qué les perseguían? ¿Qué habían hecho esos seres para merecer ese destino?

Uno a uno, vio como sus compañeros de armas caían a su alrededor, y cuando ya solo quedaron tres consiguieron hacer que los humanos se retiraran. Tras rematar a los heridos y cerrar los ojos a sus caídos, Quint y los Duk'zarist comenzaron a correr hacia el bosque que se veía desde su posición. Era sin duda el bosque de Moth, pero era su única posibilidad de salir con vida. Los humanos se reagruparon mucho más rápido de lo que habían previsto y empezaron a darles caza. Tendrían que entretenerlos tanto como fuera posible. De ellos dependía el destino de su pueblo...

****************************************************************************************************************

Su pueblo...

Qué sueño tan extraño. Sin embargo Quint seguía hundiéndose en las frías aguas del pantano mientras su sangre se escapaba de su cuerpo. Sus últimas fuerzas desaparecían y sin embargo, no conseguía recordar por qué les perseguían los humanos.

¿Por qué eran ellos los monstruos y no los otros?

Cargando editor
13/03/2012, 16:45
Quint

Todo seguía oscuro. Los sueños se sucedían, cada cual más extraño que el anterior. Los seres que antes veía ocasionalmente en sus pesadillas se fueron haciendo parte de su vida e incluso llegó a aprender algunas de las palabras de su misterioso idioma a base de escucharlo una y otra vez. Y en todos esos sueños él aparecía como uno de esos seres, al que se referían como Tywyll.

Poco a poco Quint comenzó a sentirse incómodo. Su brazo le picaba como si se le hubiera quedado dormido, pero eso era imposible. Estaba muerto, ¿no? Sí, recordaba que Justina le había matado junto a ese bosque sin nombre. Y que también un grupo de extraños le asetearon en un pantano de Moth. Y también cuando la hoja de Émil le atravesó en Corvinus. Y las espadas de los Oscuros. Y en el naufragio también debió de morir. Y también en aquel cementerio hace casi 10 años. Y tal vez también en aquella ocasión cuando....

Pero desde entones también había vivido, aunque fuera en sueños. Había sido una vida extraña, intercalada con recuerdos de su vida real. Durante todo ese tiempo ambas vidas habían ido mezclándose, y poco a poco había ido perdiendo la noción de cual era la de verdad, si tal vez la vida era sueño o el sueño la realidad.

Pero después de tanto tiempo, sentía algo. El brazo le picaba. Podía sentirlo. Intentó moverlo para que dejara de molestarle, y de pronto sintió los dedos. ¡Los dedos de su mano! ¡Y notaba como algo frío y liso se encontraba bajo ellos! Intrigado comenzó a flexionar los dedos, acariciando la rugosa piedra sobre la que se encontraba. Sí, ahora se deba cuenta. Estaba tumbado sobre un frío y rugoso suelo de piedra. Siguió investigando, y descubrió que podía mover un pie. Luego la otra mano. ¡Y el cuello! Probó entonces a mover la otra pierna, y comprobó que su rodilla se flexionaba. ¿Estaba vivo?

¡No! No estoy vivo. Ya que he muerto, y más veces de las que puedo recordar. Pero tampoco estoy vivo. Es obvio, ya que he muerto. Entonces, ¿qué soy?

Siguió moviendo poco a poco las articulaciones, hasta que al final recordó dónde estaban cada una de ellas y cómo se usaban. Se apoyó contra el suelo e hizo fuerza con los brazos. Poco a poco sintió cómo su cuerpo se incorporaba.

¿Qué clase de ser puede volver de entre los muertos una y otra y otra vez? Justina me llamó demonio... ¿Puede ser que esté maldito? ¿O todo ha sido otro sueño?

Palpó con sus manos las orejas. Eran un poco puntiagudas, más de lo normal, pero no eran tan grandes como en sus sueños. Luego palpó su cara, y no encontró ninguna cicatriz producida por un hacha.

¿De verdad todo ha sido un sueño? ¿O de verdad ese poder que hay en mi interior es el de un demonio?

Lentamente se puso en pié. Escuchaba a su lado como alguien se levantaba de golpe también y gritaba algo. Luego tropezaba y salía corriendo dando zapatazos sobre el suelo de piedra.

Pero... ¿Qué es un demonio sino un tipo de ángel? ¿Podría ser yo un ángel vengador? ¿Qué puedo ser? ¿Qué soy? Y... ¿Quién soy?

De pronto, recordó que tenía ojos, y los abrió. Recordó que tenía boca, y sonrió. Recordó que tenía voz, y habló.

Soy Quint. Soy Tywyll. Soy la sombra de la luz, y el brillo de la oscuridad. Soy el Sombrío. Soy el que está más allá de el vacío, de la nada, de la muerte. Soy NÉMESIS.

Soy... YO.

-He... vuelto...

Cargando editor
13/03/2012, 20:40
Quint

Quint miró a su al rededor para intentar situarse, y se encontró dentro de una enorme celda circular hecha completamente de piedra salvo por uno de sus lados, que se encontraba cerrado por unos barrotes de hierro entrecruzados. El techo consistía en una bóveda de medio punto sin ventanas, y por el suelo varias sombras se alzaban entre la oscuridad. Entrecerrando un poco los ojos, Quint distinguió unos cuantos pilares de piedra, postes de madera y argollas de metal de las que colgaban cadenas por doquier. Al otro lado de la verja de hierro había una mesa con algo de comida, una jarra de agua y una silla con una manta arrugada a sus pies donde posiblemente estaría la persona a la que escuchó salir corriendo. También vio al otro lado sus pertenencias, apiladas en una esquina y lejos de su alcance. Entonces paró a mirarse a sí mismo y comprobó que estaba desnudo. Solo unas viejas vendas manchadas de sangre seca le tapaban el pecho, el hombro y una pierna.

Se quitó con cuidado las vendas y encontró debajo de cada una una herida diferente ya cerrada. Eran las heridas que le había infringido Justina en su combate, y al contemplarlas recordó lo que era el dolor. Solo el mero hecho de respirar hizo que la herida del pecho le doliera hasta que pareciera que le iba a estallar. Apretando los dientes intentó ignorar el dolor y dar un paso con la pierna buena. Luego le siguió la mala, y al apoyarla no pudo aguantar más y cayó al suelo dejando escapar un gruñido. A base de tenacidad y varios intentos consiguió llegar hasta la verja de la celda, y al ver de cerca la comida y el agua comprendió que había sido un error. De pronto se sintió increíblemente hambriento y débil, y la boca tan seca que sentía la garganta agrietarse cada vez que tragaba saliva.

Desesperado intentó una y otra vez alcanzar la mesa, pero quedaba demasiado lejos de sus brazos. Tras agotar sus energías,  decidió finalmente sentarse junto a la verja a esperar. Mientras lo hacía, intentó poner en orden sus pensamientos, pero su mente era un caos: el ahora se mezclaba con el pasado o con visiones difusas de cosas que no recordaba que habían ocurrido, y de vez en cuando escuchaba voces en ese extraño lenguaje que hablaban todos en sus sueños.

-¡Cállate! ¡Se que no eres real! ¡Sal de mi cabeza!

Es por la sed.- Se dijo a sí mismo varias veces.- Estoy deshidratado y por eso estoy delirando. Puede que también tenga fiebre por las heridas.

Cargando editor
14/03/2012, 20:03
Quint

El tiempo que pasó sentado en la celda hasta que el guardia volvió le pareció una eternidad. Allí donde mirara veía siluetas que se movían y le hablaban. Incluso si cerraba los ojos seguía allí, en su mente. Veía humanos y seres extraños por igual. Conocidos y desconocidos aparecían de la nada ante él para decirle algo o irse sin más. Y Quint se tapaba los oídos con fuerza para intentar librarse de ellos.

-¡Os he dicho que os larguéis! ¡Dejadme solo! -Gritaba sin parar.

Pero los fantasmas no le hacían el menor caso a sus súplicas y seguían acercándose cada vez más a él. Uno a uno fueron agarrando sus piernas y sus brazos y empezaron a tirar de él hacia el suelo.

Esto no es real... Quieren llevarme con ellos, pero yo no estoy muerto. ¡No estoy muerto!

-¡No estoy muerto!

+Aún. -Le contesto una voz entre el caos.

Quint levantó la vista y entra la multitud de fantasmas reconoció a uno en particular. Se encontraba parado frente a él a una decena de pasos, contemplándole. Vestía con ropas lujosas y un estoque colgaba de su cinturón. Su porte chulesca y arrogante era todo lo que faltaba para delatarle.

-E...¿Émil?

+El mismo.

-Imposible. -Contestó el chico negando con su cabeza, pero sin dejar de mirar al espectro.- Vi cómo Xerine te mataba.

+Y yo vi cómo mi espada te atravesaba. ¿Por qué tú ibas a estar por encima de la muerte y no yo? Pero esto va a acabarse ahora mismo. Tú no te mereces volver de entre los muertos.

Émil desenfundó su arma y se puso en guardia. Quint, por su parte, intentó ponerse en pie a pesar de todas las manos que le agarraban desde el suelo y tiraban de él con fuerza. Le costó varios intentos, el dolor de sus heridas le hizo morderse el labio hasta sangrar para mantener el control y las voces le mareaban. Pero lo consiguió.

+Ja. Si de una pieza no pudiste conmigo, ¿cómo vas a matarme ahora? Mírate, ¡das pena!

Quint no tenía fuerzas para entrar en su juego de insultos y bravuconerías. Estaba herido, desarmado y apenas podía moverse, así que optó por ponerse en guardia y esperar su oportunidad.

+Vaya... Te recordaba más hablador. Parece que mi Amo te bajó bastante los humos... Tranquilo, pronto te reunirás con los demás habitantes de Corvinus y tu panda de heroicos amiguitos.

Esas palabras hicieron enfurecer al cazabrujas, pero aun así no se lanzó al ataque. Lo que sí hizo fue intentar tranquilizarse. Buscó la energía que había dormida en su interior y la intentó liberar. Mientras Émil se lanzaba hacia él cogiendo carrerilla, sintió como la oscuridad del vacío recorría sus venas y se filtraba en cada músculo, cómo rezumbaba por su piel como si fuera un recipiente a punto de estallar. Trató de sacarlas sobre su piel como hizo ya una vez antes en la catedral negra, buscando hasta la última migaja de poder en su interior, y entonces lo sintió. Sorprendido, se dio cuenta que bajo la inmensa oscuridad que se ocultaba en lo más profundo de su ser había una fina y suave barrera. Y que tras ella se encontraba una oscuridad tan fría que no sabría ni cómo describirla. Incluso a través de la barrera un repelús le recorrió la espalda solo con sentirla.

+¡Muere!

El estoque de Émil se lanzó sobre él con un precioso fondo e, incapaz de moverse, Quint recurrió a lo único que podía hacer: arañó la barrera. Por desgracia, eso no fue suficiente para abrirla y el arma de Émil se hundió en su pecho una vez más. Solo que esta vez el estoque no era de metal, si o de algo distinto. Algo... inmaterial. El arma no solo atravesó el cuerpo físico de Quint, sino también su alma. Y al hacer eso, la fina barrera que separaba el núcleo de oscuridad de la superficie se rompió, reventando en pedazos como un globo.

+¿Qué...? ¿Por qué no caes al suelo?

En contra de todo pronóstico, Quint se mantuvo en pie y levantó la mirada hacia Émili. Una mirada inexpresiva, perdida, que le veía sin ver. Sus ojos rojos brillaban con intensidad, pero rodeados de un halo negro que parecía luchar por salir del cuerpo del muchacho y que solo las córneas de sus ojos lo impedían.

-Al fin lo entiendo. Este es el poder del que hablaba la mujer de negro.

+¿Qué...?

-No puedes ganarme Émil. Ya no.

Quint levantó las manos y agarró el estoque por la hoja, a la vez que una oscuridad más negra que una noche sin luna manaba de sus heridas hacia el exterior y le envolvía. Al tocar ese halo negro, las manos que lo sujetaban se soltaban y sus propietarios gritaban de dolor. Y al rodear las manos del cazabrujas la espada de Émil se agrietó.

-No puedes matar a lo que ya está muerto.

De un solo movimiento Quint partió en dos el estoque, dejando la hoja atravesada en su pecho y la infensiva empuñadura en manos del fantasma.

-Y jamás descansaré hasta purgar esta tierra.

Avanzó un paso y se sorprendió: el dolor había desaparecido por completo. Su cuerpo estaba como nuevo a pesar de las heridas. Y tampoco sentía cansancio ni mareos. Con sus nuevas fuerzas levantó las manos y agarró el cuello de Émil para estrangularlo.

+¿Y... Qué vas a... purgar? ¿A seres... sobrenaturales?... ¿Seres... como tú?

-No.

Las imágenes de sus sueños le atacaron la mente. Los Duk'zarist con los que viajaba huían de los humanos que los cazaban sin piedad por ninguna razón aparente. Eran seres sobrenaturales, mucho más poderosos que esos salvajes, pero estaban indefensos frente a su número. Y por otro lado la imagen de los niños y jóvenes de su pueblo que plantaron cara al brujo que les esclavizaba. Volvió a ver cómo uno a uno morían bajo las armas de los soldados que este levantó de sus tumbas y que una vez fueron sus familiares y amigos. Por último, recordó los lujos con los que vivían muchos nobles humanos como los que viajaban en la Dama, y lo comparó con la miseria y penuria en la que hacían vivir algunos a sus siervos.

Las manos de Quint apretaron entonces el cuello de Émil con la fuerza de todas las almas que habían muerto injustamente, y de pronto el cuello cedió con un sonoro chasquido. Al tiempo que la cabeza del fantasma caía colgando a un lado, este se desvaneció por completo junto con todos los demás.

-Purgaré esta tierra de todo mal, sea cual sea su fuente. Seré el castigo de los injustos y el escudo de los débiles. Seré... Un ángel entre las sombras.

Quint miró a su alrededor. Todo había pasado: las voces, los fantasmas, el dolor... Miró de nuevo sus manos, cubiertas de esa energía negra que poco a poco se desvanecía. Y según lo hacía el cansancio volvía y sus ojos le pesaban. Estaba a punto de rendirse al cansancio y desplomarse sobre el suelo de piedra cuando escuchó la cancela de hierro cerrarse de golpe. El chico se giró para ver cómo un guardia retrocedía lentamente hacia las escaleras sin dejar de mirarle. A sus pies, dentro de la celda, había una bandeja con algo de comida, agua y una túnica corta blanca cuidadosamente doblada.

-Tú... -Dijo Quint mientras señalaba al hombre con el dedo del brazo bueno.- ¿Qué te pasa? ¿Qué es lo que te asusta?

El hombre se puso pálido y se santiguó varias veces a toda prisa. Luego se puso de rodillas y se inclinó.

+Disculpadme. Yo... No sabía que estabais hablando con alguien... Y tampoco había visto nunca a un ángel.

Entonces Quint levantó la mirada y se percató de algo en lo que no había caído. Había visto salir energía negra que lo envolvía de las heridas frontales de su cuerpo, pero en ningún momento comprobó si en las de sus espalda pasaba lo mismo. Y allí, donde las cuchillas de Justina le habían atravesado, nacían dos enromes alas negras que se disolvían rápidamente en el aire.

Tal y como le dije a la mujer. He vuelto más fuerte. He vuelto... Como ángel vengador...

Habría contestado algo al soldado, pero sus fuerzas no dieron para más. En cuando el aura negra se disolvió, Quint cayó de bruces sobre el frío suelo de piedra.

Notas de juego

Nota:

No es el verdadero Émi,l a no ser que tú quieras que lo sea para dar más vueltas a la historia. Tampoco hay fantasmas de verdad, ni es herido en el combate. Todo lo que pasa en este post es fruto de su imaginación traumatizada.

El pobre guardia sí es real. Fue a por comida y a por ropa cuando vio que el preso se despertaba, pero tardó más de la cuenta y cuando volvió solo llegó para ver la última frase de Quint, la del ángel de las sombras =P

Cargando editor
14/03/2012, 21:31
Quint

Una vez más sus sueños fuero tan reales que no parecían un sueño. En ellos, Tywyll volvía de su ronda y se encontraba con sus amigos. Juntos bebía unos tragos, hacían bromas y hablaban en su extraño idioma que poco a poco iba entendiendo. Jugaban un rato a un juego de cartas y se despedían para ir cada uno a su casa. Tywyll se dirigía a la suya, pero justo cuando iba a abrir la puerta esta lo hizo sola. Y una joven de mirada alegre le esperaba al otro lado sonriendo. La chica le lanzó un beso y abrió la boca para llamarle.

+Tywyll...

Espera... Esa no es la voz de la chica...

+Tywyll, ¿me oyes?

Yo... Yo conozco esa voz... De quién es esa voz...

La imagen de la puerta comenzó a difuminarse. Tywyll intentó dar un paso y agarrarse al marco, pero este se movió a la vez y quedó fuera de su alcance mientras se precipitaba a la nada. Todo se movía vertiginosamente, y de pronto algo vino muy rápido hacia él. Como acto reflejo, Tywyll cerró los ojos. Y Quint los abrió para ver a Justina sobre él.

+¡Vaya dormilón estás hecho, Tywyll! -Dijo entre risas.- Si yo hubiera estado durmiendo durante más de una semana como has hecho tú mis piernas se habrían fundido con el suelo.

Quint se frotó los ojos. Se sentía débil, y sus heridas aun le dolían al moverse tal y como descubrió instantes después.

-¡Tú! ¿Que...? ¿Una semana? -Levantó la cabeza y miró a su alrededor. Seguía en la misma celda circular de dimensiones colosales.

+Sí, ¡Yo! Podrías al menos darme las gracias, ¿no crees? Tu cuerpo no se ha arrastrado solo hasta aquí, y me retrasó mucho el tener que cargar contigo.

-Espera... ¿Tú me has traído aquí? ¿Dónde es aquí? ¿Y qué ha pasado con toda esa historia de "tengo que matarte"?

Justina soltó una risilla que recordó a la de una niña traviesa.

+Ya lo hice. ¿No te acuerdas, Tywyll?

-¡Basta! ¡Deja de llamarme así de una vez! ¿Quién es ese Tywyll? ¿Y por qué sueño todo el rato con él?

+Jajajja... Sigues siendo igual de gracioso. ¿Cómo que quién es Tywyll? ¡Tú eres Tywyll!

-No, yo... Yo soy Quint.

+Mientes. ¿Acaso no has aprendido nada en esta semana? ¡Tú eres Tywyll! Quint es solo el nombre que un hombre te dió creyendo que eras su hijo.

-Que... ¿Qué quieres decir?

Justina se acercó a uno de los pilares de piedra y se subió hasta él para sentarse en su cúspide con las piernas colgando.

+Anda, come algo. Necesitarás energías para después. Mientras te intentaré meter algo de información en esa cabezota que tienes.

Quint vio entonces la bandeja que el guardia había metido en su celda. Alguien había tenido la amabilidad de acercársela, y al oler la comida se abalanzó sobre ella. Mientras Justina le contaba la historia, él se dedicó a dejar limpia la bandeja y seca la jarra, y después se quitó los vendajes para ponerse la túnica sobre su cuerpo.

+Tal y como dicen las leyendas, antes de que el primer humano pusiera sus pies en la tierra hubo otras muchas razas que la poblaron. Una de ellas, y posiblemente una de las más antiguas y poderosas, fueron los Duk'zarist. Tu pueblo, Tywyll. Durante siglos, los Duk'zarist y los humanos lucharon por la tierra que pisaban, y los enfrentamientos fueron brutales y despiadados por parte de ambos bandos. Pero, por azares del destino un día su especie desapareció de Gäia. Como lo oyes. Los Duk'zarist se extinguieron.

+Sin embargo, sus almas no lo hicieron. Las almas inmortales de algunos de ellos quedaron atrapadas en Gäia sin ser capaces de cruzar al otro lado, y poco a poco fueron olvidando quienes eran. De vez en cuando ocurre que, cuando un bebé nace muerto, el alma de un Duk'zarist perdido o de otra especie ocupa el cuerpo del recién nacido, dándole así una nueva vida. Y aunque el cuerpo sea humano y sea educado como tal, la esencia de su verdadera naturaleza es capaz de trasformar el cuerpo poco a poco hasta adaptarlo a su imagen anterior inconscientemente.

Quint escuchó atentamente lo que Justina le contaba, y cuando terminó el discurso se acercó hasta ella.

-Estás insinuando... ¿Que yo no soy humano?

+Lo estoy afirmando.

-Imposible.

+Dicen las viejas historias que los Duk'zarist eran seres nacidos de la oscuridad, capaces de ver en la noche, versados en lo sobrenatural por instinto, incapaces de caer enfermos y casi imposibles de matar. Pero que en contra tenían una gran debilidad: el hierro les quemaba hasta el punto que una simple flecha con punta de ese metal era capaz de matarlos con una herida superficial. ¿Te suena algo de todo eso?

Quint la miró sorprendido. Que supiera todo eso de él era tan... Improbable.

-Y si, como tú dices, soy uno de esos seres... ¿Por qué permitió Dios que mi alma volviera a nacer?

+Buena pregunta. Algunos dicen que los Nephelim, hombres con el alma de otro ser, nacen porque las almas en pena quieren terminar lo que dejaron a medias. Otros que porque el castigo que les impuso Dios ha acabado y les da una nueva oportunidad. Y otros más dicen que porque en tiempos de necesidad los héroes del pasado vuelven para librar sus batalla de nuevo. Dime Tywyll, ¿cuál es tu razón?

-...

-No lo se. Puede que un poco de las tres.

Justina sonrió y bajó de un salto.

+¡Estupendo! Sabía que no me equivocaba contigo. Ahora ponte eso. -Dijo señalando a unos extraños zapatos que había en el suelo.

Quint se acercó y los examinó. Sorprendido los levantó y agitó un poco, sopesándolos.

-Son zapatos de metal...

+De hierro, para ser exactos. Hechos solo de hierro, sin recubrimiento de ningún tipo, y en exclusiva para ti. Vamos, póntelos.

Quint obedeció extrañado. Al meter el pie en ellos notaba que su piel se comenzaba a irritar. Como bien había dicho Justina, eran de hierro.

-Ya está. ¿Y ahora qué? ¿Me los puedo quitar?

+No hasta que hayas dado... Digamos que 100 vueltas a tu celda.

-¿¿¿Qué???

+¡Oh! Se me olvidó decírtelo. Dada tu naturaleza, no te voy a dejar salir de aquí hasta que controles medianamente bien tus dones. No queremos que le hagas daño a alguien por accidente, ¿verdad?

-Pero esta celda es enrome... Tendrá lo mínimo 50 metros de ancho...

+Entiendo... Necesitas motivación. ¡Ya se! En ese caso, no volverás a comer ni a beber hasta que hayas terminado.

-...

+¿Esperas a que te dé la señal de salida? ¡Qué mono!

-¿Es una broma? ¡Estoy medio muerto!

Justina se acercó con una sonrisa en la boca.

+Permíteme que te corrija. Estás muerto, guapo. Yo te maté. Así que no puedes volver a morirte, ¿no es así?

Ante eso Quint se quedó sin argumentos. Viendo que la cosa iba en serio y que no tenía otra salida, empezó a correr.

 

Notas de juego

Si Justina ha dicho algo que no debería saber o que es anacrónico, dímelo y lo corrijo.

Cargando editor
15/03/2012, 09:34
Quint

Las horas pasaron. A cada paso, los zapatos de hierro pesaban más y más. Las rozaduras que le causaban ardían como si le marcaran con un hierro candente y las ampollas reventaban por todo su pie. Pero se forzaba a seguir, aunque fuera caminando. A fín de cuentas, Justina no había dicho que tuviera que correr todo el rato; solo que no comería hasta que completara las 100 vueltas.

+Parece que estás disfrutando, Tywyll. Te lo tomas con mucha calma. -Dijo Justina con voz burlona desde lo alto de una de las columnas.

Resoplando, Quint se paró y se apoyó en la pared. Buscó con la mirada la fuente de la voz para dirigirse a ella.

-Dime... ¿Por qué me haces esto?... ¿Qué sentido tiene esto?...

+¿No querías hacerte más fuerte?

-Sí, claro... Pero esto...

+¿Y cómo puedes hacerte más fuerte?

-... ¿Perdón?

+Sí, lo que has oído. ¿Acaso pensabas que quedándote sentado o jugando con el Némesis aprenderías a dominarlo? ¿O que tu fortaleza física mejoraría?

-No, pero todo esto... ¡Es excesivo!

Justina soltó un suspiro y volvió a baja ral suelo para acercarse al rubio.

+Un cuerpo puede mejorarse mediante el ejercicio, pero solo hasta un límite, y ese límite es distinto para cada persona. Es un proceso que requiere mucho esfuerzo y sacrifio alcanzar ese límite, y yo no tengo tanto tiempo para malgastarlo contigo. Así que piensa, ¿qué otra cosa puedo hacer para hacerte más fuerte si no es potenciar tu físico?

Quint se paró a pensar. Con esta conversación estaba consiguiendo un descanso maravilloso para sus músculos, aunque el dolor que le causaban los zapatos y sus heridas persistía.

-No se... ¿Estudiar los puntos débiles de los otros?

+Olvídalo, no sabes a qué te vas a enfrentar. Demasaida información inútil. Otra vez.

-Pues entonces... No se me ocurre nada.

+Llevas un rato corriendo. ¿Qué sientes?

-Dolor. Cansancio. Hambre. Sed... ¿Puedo quitarme ya los za

+¿Y no estarías mejor sin dolor, ni cansancio, ni hambre, ni sed?

Quint se quedó mirándola sorprendido. La respuesta era obvia.

-¡Déjame descansar y dame de comer! ¡La solución es fácil!

+O mejor aún... ¡Olvídate de que todo eso existe!

-¿Qué quieres de

+Estás muerto, ¿no? ¿Cuándo has visto a muerto comer, beber, dormir o descansar? Ahora cállate y sigue corriendo. Comienzo a aburrirme.

Cargando editor
15/03/2012, 17:19
Quint

Solo un poco más... Un par de pasos más y... ya habré terminado...

Era la última vuelta a la celda. Quint ya no recordaba cuánto tiempo llevaba moviéndose sin descanso. Las piernas le ardían y dolían a partes iguales por la presión a la que las estaba sometiendo, y las heridas de su cuerpo se habían vuelto a abrir por el tremendo esfuerzo físico. Pero lo peor eran los pies. Los malditos zapatos goteaban sangre a cada paso, y el chico no quería ni imaginar el aspecto que tendrían sus pies cuando se los quitara. Preferiría haber metido los pies en un caldero con aceite hirviendo antes que eso.

Tenía que seguir avanzando. Justina ya se estaba impacientando y sus burlas fueron sustituidas por miradas de desaprobación y suspiros cada vez que el chico se paraba a descansar. Pero no podía más. Quint había llegado a su límite, y no podía dar un solo paso más. A pesar de ello apretó con fuerza los dientes y se forzó a avanzar una vez más. Al apoyar el pie el otro espasmo de dolor le recorrió el cuerpo, y esta vez no pudo aguantarlo. Su cuerpo se desplomó contra el suelo de nuevo.

Tengo que seguir... No puedo detenerme... No ahora...

Los ojos de Quint se cerraban por el cansancio. Un cuerpo humano no podía resistir ese esfuerzo, y mucho menos herido.

Pero estoy tan cerca...

Abrió los ojos una vez más e hizo fuerza con los brazos para levantarse. Y al mirar al frente ya no vio la pared de piedra gris de la mazmorra, si no una verde pared de árboles. Miró de nuevo hacia abajo y vio su sangre... sobre un manto de verde hierba. Juntó todas sus fuerzas y se levantó de nuevo, tambaleándose.

Tengo que seguir moviéndome...

Un grito le hizo darse la vuelta, y pudo ver cómo a lo lejos un grupo de hombres armados le se acercaban corriendo tras él.

No puedo pararme... No ahora..

Tywyll se dio la vuelta y empezó a correr de nuevo. Hacia delante. Siempre hacia delante. Solo un poco más. Solo tenía que perderlos en el bosque. Ignorando el dolor y el cansancio consiguió llegar al linde del bosque.

Debo continuar...

Los hombres gritaban tras él. Cada vez estaban más cerca, y cada vez podía entenderlos mejor.

+¡Tywyll!

No podía ser... ¿Cómo conocían su nombre? Tenía que seguir corriendo. Daba igual lo que pasara, no podían atraparle. Tywyll sacó fuerzas de donde pudo y empezó a esprintar.

+¡Tywyll, para!

Cada vez los podía oír más cerca. Tenía que correr más rápido.

+¡Te he dicho que pares, maldito cabezota!

Y de pronto una rama le golpeó en la cabeza y le hizo caer al suelo. Intentó levantarse, pero la hierba había desaparecido. Volvía a estar en la oscura celda, y una figura se encontraba ante él.

+O sea, que podías correr perfectamente todo este tiempo pero te parecía más divertido hacerme perder el tiempo mientras te dabas un paseo, ¿no?

Quint se levantó del suelo como pudo. Por el tono, Justina estaba bastante cabreada.

-¿Qué...? ¿Qué quieres decir? Yo solo me he caído. ¡No podía más!

+Claro, y por eso mismo has te has levantado y te has dado otras dos vueltas corriendo como loco. ¡Hasta me has hecho correr para pararte!

-No, ese no era yo... Yo estaba agotado, pero Tywyll estaba siendo perseguido. Él tenía que seguir corriendo para...

+¿De qué estás hablando? ¿Tan fuerte te he dado en la cabeza?

Quint se paró a pensar. Cierto, él era Tywyll. Pero Tywyll vivió hace siglos... ¿Qué demonios había pasado? ¿Otra vez estaba alucinando?

-Yo... No sé qué me ha pasado. De pronto podía seguir corriendo, a pesar del cansancio y el dolor. Pero no era yo, o al menos no estaba aquí...

+No te inventes excusas. Acabas de decir que podías seguir corriendo, ¿no? Pues eso significa que el ejercicio ha funcionado. Le diré al guardia que venga a echarte un ojo y que te traiga algo de picar.

-Espera... ¿Te vas? ¿Y qué pasa...? ¿Qué pasa si vuelvo a irme?

+¿A dónde ibas a irte? La puerta está cerrada.

-Me refiero a si vuelve a pasarme lo de hace un momento.

Justina cambió el gesto a escuchar esas palabras.

+En ese caso estarás avanzando. Quédate con los zapatos, son un regalo. A partir de hoy todos los días correrás 100 vueltas con ellos puestos cada vez que quieras comer. Le diré al guardia que cuente las vueltas y que te traiga la comida solo cuando termines el ejercicio.

Quint intentó detenerla poniéndose en su camino.

-¡¿Cómo?! ¿Vas a dejarme aquí? ¿Vas a torturarme de esta manera?

+¿Torturarte? ¿Yo? ¡Jajajjajaj! ¡Menudo chiste! No, yo no voy a torturarte. Para eso ya están los verdugos.

-Entonces... ¿Qué pretendes hacer conmigo?

Justina se acercó hacia él.

+Ayer el pobre guardia vino corriendo a buscarme. Decía algo a cerca de por qué mantenía encerado aquí abajo a un ángel del Señor. -La chica negó con la cabeza.- Pobre idiota. Menudo susto se llevó. Aquí dentro no hay ningún ángel del Señor, ni nunca lo habrá.

Justina se acercó aún más y puso su boca junto al oído de Quint.

+Pero yo te voy a enseñar cómo convertirte en uno, Tywyll. Te convertiré en el ángel de las sombras que quieres ser.

Un escalofrío helado recorrió la espalda de Quint al escuchar esas palabras, y se quedó paralizado por el schock. Justina se separó de él y se encaminó hacia la puerta. Cuando la estaba abriendo para salir, el cazabrujas se dio la vuelta y la llamó.

-¿Por qué ibas a hacer eso?

Justina le devolvió la mirada y cerró la puerta al salir.

+Porque hace mucho que no veo un alma tan antigua y a la vez tan pura como la tuya. Porque un simple hombre no puede matar al hombre-cuervo que mencionaste. Y porque me pareces gracioso. Volveremos a vernos, Tywyll.

Cargando editor
15/03/2012, 18:23
Director

Para que pienses un poco más en la personalidad de Justina:

Justina nació con la terrorífica capacidad de ver los pecados que se ocultan en el alma de los demás, lo que casi la volvió loca cuando no era más que una niña. Tras ser trasladada a la ciudad santa de Albidion para ser entrenada como ejecutora de la Iglesia, se hundió en una profunda desesperación de la que sólo logró salir gracias al afecto y dedicación de Damien, uno de sus compañeros.

Ahora es una solitaria Inquisidora de aterradora eficacia, no sólo capaz de esgrimir una habilidad marcial inhumana, sino también de controlar la maldad que hay en los demás y hacer que los devore por dentro. Encuentra un oscuro placer en la caza, y nada le hace sentir más viva que la emoción de acabar con aquellos que tienen oscuridad en su interior. Desgraciadamente, ante sus ojos malditos, muy pocos son inocentes.

 

Cargando editor
18/03/2012, 17:11
Quint

Los días pasaban, pero para Quint, encerrado en su celda bajo tierra, todo era parte de una misma pesadilla. Al principio intentó persuadir a los guardias para que le dieran algo de comida al día, aunque no corriera, pero ninguno de ellos le hizo el menor caso. Uno de ellos incluso le amenazó con la lanza. 

El único con el que tuvo un poco de éxito fue el pobre Claus, el guardia que le tomaba por un ángel. Al ver las heridas que tenía por todo el cuerpo y el aspecto sanguino de sus pies, cada vez que había cambio de guardia le traía vendas nuevas y una túnica nueva para que la cambiara por la vieja, sucia y ensangrentada. Pero nada de comida. Las palabras de Justina eran la ley.

Para medir el tiempo de su encierro, Quint comenzó a hacer una marca en la pared por cada cambio de guardia. Supuso que habría tres guardias por día, pero pronto cayó en la cuenta que las guardias eran irregulares, lo que tiró por tierra su sistema de control del tiempo. Intentó en varias ocasiones preguntar por noticias del exterior, o que le dijeran la fecha en la que estaban o el lugar bajo el que se encontraba la celda, pero todo era inútil. Tampoco le dijeron cuándo volvería Justina.

Sin otra cosa que hacer, el cazabrujas corría cada vez que su cuerpo se lo permitía con el fin de conseguir algo de comida, y pasaba el resto del tiempo descansando mientras meditaba. Poco a poco comenzó a controlar más sus "visiones", siendo capaz de mantenerse en la realidad cuando Tywyll tomaba las riendas. Sin embargo, cuando dormía era incapaz de descansar. Era como si nada más cerrar los ojos en el mundo real los abriera en el pasado y volviera a vivir episodios aleatorios de la vida de Tywyll, de la suya misma o mezcla de las dos.

La primera vez que intentó correr tras la marcha de Justina le costó más de un cambio de guardia: sus pies le abrasaban a cada paso por los zapatos de hierro,  los músculos y sus heridas le gritaban que se detuviera, y el cansancio tampoco ayudaba. Pero el hambre y su instinto de supervivencia le ayudaban a seguir adelante.

La segunda y la tercera vez fueron similares, y la quinta vez tuvo que detenerse a descansar y se quedó dormido, pro lo que ese día no comió. Pero a la sexta vez lo hizo en menos de un cambio de guardia. Y a la siguiente también. Ya la siguiente. Y la siguiente de la siguiente.

Poco a poco notaba que su resistencia al cansancio aguantaba. Pero no por mejora física, sino que aprendía a ignorar al cansancio y al dolor. También se fijó que los zapatos, aunque le seguía irritando la piel, poco a poco iba acostumbrándose a ellos. Pronto, sin darse cuenta de ello ya que no era capaz de medir el tiempo, comenzó a realizar la carrera dos veces al día. Y luego tres. Y luego...

Luego se dio cuenta de que prefería seguir realizando el ejercicio que descansar. Si dormía corría el riesgo de perderse en los sueños del pasado, mientras que si se mantenía activo le era mucho más fácil centrarse y mantener sus visiones bajo control. Reemplazó poco a poco el tiempo para dormir por tiempo para meditar, y el tiempo para meditar en tiempo para... ¿Para qué? ¿Qué podía hacer en ese lugar para matar el tiempo?

Un día Quint se paró a mirar las cadenas de hierro que colgaban del techo por doquier, y también en que la cúpula de piedra y los pilares estaban tallados toscamente, con grandes grietas entre las piedras. Aburrido, comenzó a trepar por ellos para matar el rato. Al principio lo hacía por la piedra, pero luego decidió probar con las cadenas: agarrarlas era como meter la mano en agua hirviendo, pero una vez acostumbrado a los malditos zapatos ya no era nada que no pudiera resistir. Al final, un día, decidió que correr por el suelo era demasiado aburrido. Así que se puso los zapatos de metal y con ellos trepó hasta lo alto de uno de los pilares, y desde allí comenzó a dar vueltas a la celda: cuando podía, saltaba de pilar en pilar, ya fuera de piedra o madera, pero cuando estos estaban muy lejos usaba las cadenas para columpiarse y alcanzar los más distantes. Cuando se aburría de un camino, lo hacía en dirección contraria o simplemente saltaba al suelo y subía al pilar más cercano para buscar una nueva ruta.

Quint no se percataría hasta días más tarde, cuando Claus se lo dijera preocupado por su salud debido a sus grandes ojeras y a su falta de peso, pero buscando algo con lo que superarse se había concentrado tanto que llevaba días sin comer ni dormir. Ni siquiera bebía ya unas gotas de agua o paraba a coger aliento. Había dominado el entrenamiento que le había puesto Justina y lo había llevado incluso a otro nivel. Y no había pasado más de un mes.

Cargando editor
19/03/2012, 12:29
Quint
Cargando pj

Ahora la historia está atravesando unas pequeñas turbulencias. Creo que calculamos mal el tiempo, ya que para no sentir dolo se necesita una tercera habilidad: Cuerpo de vacío (10CM) para "abrir" la vía + Sin necesidades (10CM) para no necesitar comer ni dormir + Esencia de vacío (20CM) para no tener penalizadores por cansancio, dolor o críticos = 40CM

¿Cuánto se necesitaría en tiempo entonces para aprenderlo?

Y otra cosa: La forma de vacío te hace inmaterial, pero ¿solo frente a ataques físicos o me permitiría atravesar objetos, como por ejemplo la puerta de la celda?

Cargando editor
19/03/2012, 12:37
Director

NO tengo el libro cerca, te lo digo esta noche. En cuanto a lo otro... también te lo digo esta noche ^^

Porque segun estás contando la historia, no tienes realmente un instructor, ni un maestro. Justina pasa de ti :P