Partida Rol por web

Al acercaros comprobais que vuestros temores eran ciertos, y ellos ejercian de músicos y cantantes, de unas tonadas ajenas a vuestro gusto, pero no al de las damas, pues estas andaban como hipnotizadas escuchando tales notas.

Vuestra presencia acercante, no alteraba para nada el panorama, y asi seguian unos con la música, y otras con la escucha.

Ellas:

Ademas de las damas, habian tambien sirvientas y mozas igualmente encantadas ante el recital.

Una vez cerca de las damas y los caballeros occitanos, Cadwallon esperó a que hubiera una mínima pausa en las canciones para intervenir con voz fuerte. - Decidme, caballeros, ¿conocéis alguna canción que hable de grandes hechos de armas? ¿O tratan todas sobre amoríos infantiles y caballeros plañideros?

Si las hube conocido, pero agora son las damas las que eligen tonada est non est de aquellas que vos decis de las que se prestan los oidos dellas a escuchar.

Y dicho lo cual siguen con otra de semejante estilo.

Aquella respuesta de aquel Caballero me dejó descolocado, pues las damas, según mi parecer, estaban de acuerdo con aquél que cantaba. Di varios pasos alrededor del grupo pensando como actuar, pero no se me ocurrió mejor manera de hacerlo que la siguiente. Me acerqué a otro de los Caballeros, pues el que había respondido, parecía tranquilo e inmutable.

- ¡A vos recuerdo del Torneo de Vagón! ¿Es cierto que estuvo allí y perdió hábilmente en un duelo por fortuna? ¡Mas el que te venció lo hizo por amor a una dama! Muy hermosa, he de decir.

Non es cosa grata fablar de las derrotas, et menos lo es delante de aquestas damas. Et si perdi aquel de entonces, fuere a buen seguro por no haber hallado alli, demiselas de tan alta belleza , gracia et donaire.

- Es por tanto seguro, - intervino Cadwallon - que ahora, frente a estas hermosas damas y gozando de su favor, no habría caballero capaz de venceros... ¿verdad? - El guerrero de Catterick, de recia musculatura y gran tamaño, se acercó con aire amenazador hacia los occitanos. - Mas yo digo que esto no es más que farsa y burda manipulación y que vuestros sentimientos no son puros. Digo que mentís y solazáis los oídos de las damas con palabras huecas y falsas, quién sabe con qué impropias aspiraciones... - Se había acercado hacia el último caballero que había hablado, hasta quedar muy cerca de ellos. - ¿Me equivoco quizás?

Vais a asustar a aquestas damas con los vuestros improperios et insidias. ademas sus huele el aliento a hedor nada gueno ni sano.

Aquella respuesta casi consigue que pierda los nervios en lugar de que ellos lo hicieran. Me recompuse, borre el gesto de desacuerdo de mi cara y volví a sonreír.

- Si vos pretende argumental que nuestro aliento es fétido, pudiera ser por varios motivos. Pero no comentaría mucho ese tema, pues las bellas damas aquí presentes, bien pudieran pensar que vos anda besando Caballeros en lugar de hermosas damas. Además, dispuesto estaría yo en probar con cualquiera de las presentes que mi aliento no es fétido ni mal oriente, si no más bien, dulce y sano.

Y miro a las hermosas damas presentes con un gesto sonriente y giro de mi cuerpo acompasado y dramático, moviendo mi mano del Caballero hacia recorrer a todas las presentes.

Sus agradeceriamos, señores cabalieros, que tuvieren a bien separarse unos palmos, para permitirnos que corra el aire corriente, et luzca el de sol, pues desde la su postura nos lo hubisteis impedido.

¿ podrian vuesas mercedes retrocederse a penas 1 milla? 

Cadwallon sonrió, mostrando sus dientes como un lobo. - Caballeros, quizá deberíais ser vosotros los que pusieran millas de por medio de nosotros y no al revés. Pues somos invitados del señor de este castillo y no tenemos intención de abandonarlo sin su permiso ni, por supuesto, porque os moleste nuestra presencia. - Miró a los occitanos, evaluándolos. No tenía en mucha estima su arrojo, pero no dejaban de ser más que ellos en número y aún cuatro perros podían vencer a un oso. Aún así, tenían una misión... - Más si todos tenemos tan claro que la presencia de los otro nos es tan mutuamente desagradable, arreglemos esto como caballeros. - Señaló a Sir Loren. - Mi amigo y yo contra vosotros cuatro, en combate con las condiciones que os parezcan más adecuadas, y el grupo que pierda... abandonará el castillo. Una milla, o las que sean necesarias. 

Asentí a todo lo que decía mi compañero, sorprendido porque al final había sido el quien ha lanzado el desafío. Pero continué con la argucia girando mi cuerpo nuevamente con la mano extendida a los caballeros y mirando a Sir Cadwallon.

- Hermosos Caballeros, se le ha olvidado decir, querido Sir Cadwallon de Catterick. 

No parece que los occitanos hubieran oido nunca palabras tan contundentes. Se incogieron de hombros y asintieron.

Escenificaron una pose más cerca de lo grotesco que de lo sincero, buscando conmocionar a su ya de por si entregado público. No debieron hacerlo mal, a ojos de las damas, pues se les acercaron en tono cariñoso, mientras estos respondian con gestos de afectación y de falso desprecio.

la cosa estaba clara y parecia indicar que iba a ver sangre.

Fue sir Mankas, consultado por los occitanos el que puso las condiciones de la lucha. No quierian ellos luchar 4 a 2 en contra de los desafiadores como bien tenian derecho, y optarón, (u optó el castellano por boca de sir Mankas), por hacer un  desafio vistoso en justas, que seria muy grato para damas y campesinado, pues era aquella ocasión poco vista por aquellas tierras.

Acordose tambien que fuera a mediodia, y qeu los derrotados no pudieran pasar noche en el castillo aun estando graves y con necesidad de curas.

Puesto que "... campo y chozas hay en detras los muros del castello, et  espacio y no poco  para curarse mejorarse et  enmendar las heridas allá fuera."

Al final había resultado sencillo retar a los caballeros y, si alguien se atrevía a acusarlos de haber sido los que iniciaron la pendencia, él objetaría que fueron los occitanos los primeros que dijeron lo de "alejarse una milla", algo que los testigos presentes no podrían refutar.

Cadwallon llamó a su escudero para que tuviera preparada sus armas y armadura y juntos fueron a las caballerizas a ver a su caballo de guerra y asegurarse de que estuviera presto para las justas. Aunque Cadwallon no se sentía incómodo en la contienda a caballo, tenía más esperanza de hacer que esos petimetres se rindieran cuando tocara tirar de espada. 

Visto el éxito de nuestra empresa, llamo a mi escudero a que  me ayude con los preparativos, mientras charlo con mi compañero.

- Creo que no nos hemos ganado el favor de las damas, querido Sir Cadwallon. - Hago una pausa mientras miro a mi escudero preparar todo. - Esta noche nos contentaremos con nuestra compañía, en lugar de con la suya.