Partida Rol por web

El día amanece soleado. Las tripas las tienes con esas mariposillas  de nervios, esos nervios mezcla de ansiedad responsabilidad, y por qué no de júbilo y alegría. Este es tu  primer torneo y uno de los primeros de Britania. Estas aquí participando.

Ahora puedes demostrar valor y talento a los demás y a ti mismo, pues nunca te has probado con gente de talento.

Hoy toca, justa y después de comer tiro con arco (habilidad de cacería). Es un buen día para disfrutar, y a fe que tú quieres hacerlo. 

Tu escudero anda ayudandote a vestir y tambien te trajó algo de pan y leche a modo de ligero desayuno.

Aun andas preparandote, cuando un personaje con voz chillona, y de malos modos irrumpe en tu tienda, sin haberle dado permiso. Al paracer cree que  no lo necesita.

¿Acaso sus creéis el rey de Britania? ¿Quién sus vos para fablar a los mi escuderos et amigos  delos  míos con aquel desprecio et soberbia? Sabed sir bellaco, que fabláis a sir Paibol el bello, feroz caballero, del magnánimo reino de Cornualles, y que de andar yo entre ellos tuviera que haber emponzoñado la mía espada con la vuestra sangre roñosa de caballero segundón.

Et dar gracias a los dioses fabernos hayado en un torneo et bajo promesa de hospitalidad que si non ….

Dicho lo cual sale de tu tienda golpeando al aire furioso su espada . No parece muy interesado en oir ni vuestras disculpas ni vuestra replica.

La irrupción has ha dejado un poco bloqueados y en calzas, a medio vestir.

-Esta interrupción, hermano menor, trae consigo dos valiosas lecciones.- Le dijo a Brendelt mientras le animaba a seguir vistiéndole. -La primera que los escuderos copian los modales de aquellos a los que sirven y la segunda, que si sabes preguntar, la respuesta acabará vieniendo a tí.-

Ahora ya sabía quién era su enemigo, sin duda Sir Paibol era arrogante y orgulloso, dos cualidades de las que esperaba sacar provecho cuando se enfrentara a él. Si conseguía enfurecerle lo suficiente, sin duda la rabia le conferiría más fuerza, pero cegaría sus movimientos y tendría menos habilidad.
La inquina hacia Paibol aumentó en Sir Breunís al darse cuenta que el caballero era muy parecido a su señor Eustaquius. Cada vez tenía más ganas de darle una paliza y dejarle en ridículo.

Después de tomar el desayuno. Reacio en un primer momento, pero tras las riñas de mi escudero, no pude hacer otra cosa que aceptar el hecho de que algo de comida en el estómago no me vendría mal. Necesitaría fuerzas para afrontar el torneo, y sobre todo para estar alegre. No había otra cosa que me gustase más que la comida y las mujeres. A pesar de que ciertas comidas me sentaban luego mal en el estómago. Ciertos pescados para ser exacto. No sabía a que se debía.

Después, mi escudero me ayudó a vestirme, ponerme la armadura y me preparó el caballo para la justa. Cuando todo lo tenía listo, salí de mi tienda para ver como estaba mi amigo Sir Breunís. Me acerqué a su tienda.

- Sir Breunís, salid de una vez, no quiero llegar el último a tan magno evento. ¡Hoy empieza el torneo! ¡Disfrutemos pues!

Sir Loren Leblanc va a buscar gentilmente a su compañero a la tienda.Tarda un poco más en salir Sir Breunis, pero ya estan los dos caballeros juntos.

Ambos con  la coraza relucientemente pulida por vuestro escudero, os dirigís protocolariamente hasta el lugar donde tendrá lugar la ceremonia de los yelmos.

Estais en una explanada en la que se justará a  continuación, y ante unas gradas abarrotadas de plebeyos y presididas por el señor organizador y demás ilustres invitados.

Todos los participantes en el torneo posaran con su coraza de batalla y su yelmo en la mano. Con ello se busca además de presentar a los caballeros a la plebe, dar la oportunidad de denunciar a algun caballero que alguien considere indigno de participar en la lucha.

Sir Breunís saludó a su amigo Sir Loren y compartieron impresiones mientras se dejaban llevar por el río de caballeros que se encauzaba hacia la explanada.

Una vez allí, Breunís condujo a su montura hasta la fila que se formaba con los recién llegados, tiró de la rienda hacia su izquierda y acomodó al destrero mientras sujetaba con fuerza el yelmo en el costado izquierdo y la lanza bien recta hacia arriba, esperando la orden de ponñerselo.

Sigo a Sir Breunis comentando lo de la fiesta de la anterior noche. Era evidente que ambos lo habían disfrutado y habían controlado el consumo de alcohol. Cosa honorable. Y ahora los dos andaban animados por el camino. Observo, mientras caminamos, la cantidad de caballos, caballeros, escuderos y estandartes que nos acompañan. Y miro al mío de reojo, orgulloso. Tenía que hacer un buen torneo, por su Señor, por mi tierra y mi familia. 

Voy un poco perdido y a cada paso, tengo que rectificar y observar a mi compañero los protocolos del torneo. Cierto es que estoy acostumbrado a ellos, pero hoy no sabía por qué, andaba distraído. 

- Los nervios. - Me excuso ante Sir Breunis. - Veo que te defiendes bien en los protocolos. 

Sir Breunís y Sir Loren Leblanc fuern presentados en publico y recibieron sus aplausos. Desde que fueron investidos caballeros no habian recibido un reconocimiento público.

 Sir Loren Leblanc, se dejo llevar por los nervios, y saludo un poco antes de que fuera nombrado. La escena quedo un poco rara, pero solo un poco.

En una explanada en la que se justará a  continuación, y ante unas gradas abarrotadas de plebeyos y presididas por el señor organizador y demás ilustres invitados, todos los participantes en el torneo posan con su coraza de batalla y su yelmo en la mano. Con ello se busca además de presentar a los caballeros a la plebe, dar la oportunidad de denunciar a algun caballero que alguien considere indigno de participar en la lucha.

Sorprendentemente hay un caballero que se niega a descubrirse.

Sir,  dadnos el vuestro nombre y quitaros el casco. Todos esperan.

- Llamadme sir ferrum , y el mi yelmo esta bien donde esta.

Los caballeros allí presentes se extrañan y se miran entre sí. El público de las gradas ha cambiado el silencio por los murmullos. El organizador, el conde Roderick, decide intervenir ya,  con voz alta para asegurarse ser escuchado, habla así:

-Sir ferrum, no temais mostrarnos la tu cara, pues si de belleza se tratase no podrían participar ni la mitad de los contigo presentes.

Risas del publico y de los caballeros ante a ocurrencia del organizador.

-Quitaros el yelmo ya y prosigamos con la fiesta.

El caballero no hace gesto de obedecer.

El señor reponde irritado:

-No os lo diré más caballero o quitáis el yelmo de la vuestra cabeza, o ya podeis marchar por donde habéis venido, pa cojones los mios.

Oído lo cual, el caballero marcha, y el publico le premia con pitos y chillos en su contra.

-Prosigamos pues

dice el organizador, cediendo el turno al heraldo.

El heraldo colocándose en mitad de la plaza, con voz fuerte y potente para ser mejor oído dice:

- Sir Roderick, conde de Salisbury , organizador del torneo y señor de aquestas tierra, condesa ellen, la  bella hija de ambos  Lady Jenna , y señoras y señores, damas y caballeros, escuderos, pajes, forasteros y lugareños, bienvenidos al torneo de aquestas tierras.

En primero va la justa, tras esta y el descanso de rigor, la competencia de tiro con arco. Para mañana, Dios mediante, quedara el celebramiento de  la mele, y los desafíos si los hubiere. Pero agora toca la justa:

En la justa vencerá el caballero que tire al oponenete con la lanza de caballería roma. Cada cabellero tiene 3 lanzas por ronda. Si partieralas ambas 3, debería echar pie a tierras y buscarse ganador a espada, a  primera sangre, o al primer derribo.

En aquesta prueba se medirán 104 caballeros apuntados. Que Dios nuestro señor otorgue la fuerza en la mano y el talento en los sesos para aquel señor que asin merézcalo.

Nuestros caballeros, resoplan. se unen juntos para compartir unas palabras antes de la gran competición de justa, su primera justa.

La ceremonia de yelmos acabó y el bullicio vuelve a la explanada. Un oponente no quiso dejarse ver el rostro, pero Sir Breunís presentía que volverian a saber de él. Con la bendición del heraldo los caballeros comienzan a desplegarse cada uno por su lado, buscando un hueco desde donde poder ver la contienda. 

Sir Breunís esquiva pajes y escuderos buscando a su amigo Sir loren, al cual al encontrarlo, le coloca una mano en el hombro.

-Estuvísteis bien Sir Loren, para ser un caballero Francés.- Dijo Breunís con una sonrisa en la boca. -Venid, veamos desde la valla la contienda y observemos los puntos débiles de nuestros oponentes.

- A pesar de rosar el ridículo. 

Me río sinceramente. Aquella experiencia le había servido para calmar los nervios. Era increíble con la experiencia que tenía  y que a pesar de los años asistiendo a los Torneos, todavía era capaz de sorprenderse a sí mismo metiendo la pata. Pero así era yo. Sir Loren Leblanc. 

- Espero que encontremos puntos débiles de los participantes, pues con la lanza soy diestro, pero con la espada soy más. Por cierto, ¿has visto al caballero que no quería quitarse el yelmo? Apuesto a que su cara está quemada por algún motivo. O es un enemigo del reino. - Me paro a pensar. - Que a decir verdad, ¿porque ha de tener un enemigo? ¿A que habrá venido ese caballero si luego iba a volver por donde ha venido? No lo entiendo.

-A fe mía que quería importunar al conde o ganar méritos entre las damas. Ya sabéis, para ellas el descubrir los secretos de un hombre debe ser algo irresistible.- Sir Breunís se acercó a un trozo del vallado que quedaba libre desde donde podían ver cómodamente el espectáculo. cedió las riendas a su escudero y siguió hablando con Sir Loren.
-Pero estoy de acuerdo con vos, ¿porqué hacer largo camino? o incluso si fuera de aquestas tierras, ¿no sería mejor presentarse que darse por vencido?.-

- Por eso mismo no entiendo a ese Caballero. Y si quería llamar la atención de los presentes, lo ha logrado, pues nosotros estamos hablando de él. ¿Quien será? ¿Porque oculta su escudo de armas?

Me quedo pensativo. Aquél caballero estaba ocupando mis pensamientos, pero no merecía la pena ocupar más tiempo en ese tema. Me giré para ver si en las gradas, desde mi posición podía ver a alguna dama de las que anoche estuvieron a nuestro lado.

- ¿Has visto a las damas que tan "alegremente" estuvieron con nosotros en la fiesta? Me gustaría reivindicar mi valor hacia ellas.