Partida Rol por web

Cuando Marcellette se asoma y ve a su padre aparecer por la puerta, le lanza una gran sonrisa.

- Buenas noches papuchi. ¡Espero que vengas con hambre!

Y se acerca a él para darle un beso en la mejilla. Esa era la Marce habitual cuando su padre estaba cerca.

- Siempre tengo hambre para lo comida de mi querido bollito. - Dice mientras que le un abrazo y un beso en la mejilla, tras lo que también se la aprieta con cariño. - Te veo de buen humor, ¿Ha pasado algo bueno en el trabajo hoy? - Dice con curiosidad mientras que deja su bolsa en una mesa, dónde llevaba lo poco que necesitaba para el trabajo. 

Marcellette se pone colorada y fracasa en su intento de ocultar su boba sonrisa mientras va a buscar la comida a la cocina.

- Pueeede - dice Marcellette desde la cocina. Coge los platos y los lleva a la mesa. - Puede que el sábado tenga una cita en el Club Paraíso. Podría ser.

A Marcellette no le hacía especialmente gracia decir que era una cita. Realmente no lo era. ¿O lo era? Nah, no podía serlo. Pero si lo explicaba así era mucho más impresionante.

- ¿U-una cita? - Dice su padre, que se queda paralizado mirando a Marcellette sorprendido. - ¿Con quién? - Dice mientras que su ceño se frunce levemente, mostrando la típica desaprobación mezclada con preocupación de un padre sobreprotector. 

"Ups. Vale, Marce. Piensa un poco antes de hablar. Te llevas muy bien con tu padre pero... ¡es tu padre! Mejor no intentar hacer un espectáculo de esto."

- Vale, papá, ha sido una mala elección de palabras. - Marce hace un signo de stop con ambas manos - No es una cita, o al menos no en plan romántico. Sí, no pongas esa cara. Es la verdaaaaad.

Marce aún estaba un poco colorada. Si hubiera pensado un poco antes de hablar, ahora no estaría en esta situación.

- Se trata de un chico muy majo que ha venido a la biblioteca, y que parece compartir aficiones conmigo. Una persona muy interesante, realmente. Y como le he ayudado mucho con la información que buscaba ha decidido invitarme a una cena.

"No ha sido totalmente así, pero prefiero omitir algún detalle. Como que salir a tomar algo era idea mía."

Johann levanta una ceja, algo desconfiado.

- Ya veo. - Le mantiene la mirada a Marcellette unos segundos más y entonces suspira, algo arrepentido. - No me malinterpretes Marce, tienes edad de sobra para ir de citas... Siento si he sonado un tanto brusco. - Pone media sonrisa, algo incómodo. - ¿Cómo se llama? 

Marcellette sonríe cariñosamente a su padre. Se preocupaba tanto por ella... realmente no le parecía mal. Siempre le dejaba hacer lo que quisiera, porque sabía que no hacía nada preocupante, así que no había problema.

- Se llama Thadeus.

Marcellette cambia entonces su tono de voz a uno algo más confidencial.

- ¡Creo que debe ser noble! Vestía bastante bien. Y bueno, ya sabes. ¡El Club paraíso!

- Ya, sin duda hay que ser de la nobleza para permitirse algo así... - Dice mientras que se sienta a la mesa. Durante un segundo mira a su bolsa, cómo si se hubiera olvidado algo, pero entonces vuelve a mirar a Marcellette. - Thadeus... ¿Que más? ¿Cómo se apellida? 

Marce mira algo extrañada a su padre por preguntar el apellido. ¿Quizá conocía a algún Thadeus?

- Thadeus Clamfell, si mal no recuerdo - y Marce nunca recordaba mal -. Barbita, algo desgastado... ¿te suena de algo?

- La verdad es que no... Aunque me suena haber escuchado alguna vez el apellido Clamfell. Quizás lo dijera algún pasajero en la estación. - Se encoge de hombros. - En fin, ya me lo presentarás. - Y su tono parecía decir "Y entonces veré yo si me puedo fiar de él". Tras un silencio incómodo, su padre vuelve a hablar. -  ¿Comemos? - Propone mientras que se arma con sus cubiertos. Era evidente de que se moría de ganas de hincarle el diente a lo que había preparado Marcellette.  

Comen en silencio, cada uno con sus propios pensamientos, aunque de vez en cuando Johann intercala el silencio con algún comentario relacionado con lo buena cocinera que era Marcellette, y Marcellette encuentra algún chismorreo digno de compartir con su parte, con lo que lo anima a contarle anécdotas de su trabajo. 

Eventualmente los platos están vacíos y Marcellette está distraída recogiendo cuando de pronto parece que Johann se acuerda de algo por como se levanta a buscar algo a su bolsa. 

- Por cierto, Marce, casi se me olvida. Te he traído una cosa que quizás te puede interesar... Llevaba en objetos perdidos ya bastante tiempo sin reclamar, por lo que si no me lo llevaba seguramente iba a acabar en la basura. - Saca por fin la mano de la bolsa y se acerca a Marcellette. Cuando la abre, Marcellette puede ver un artilugio diminuto y alargado, con varios botones y una cinta para sujetarlo en algún lugar. También una lente en la punta, lo que hacía que pareciera una cámara especialmente pequeña. - Creo que es una cámara, o al menos una especialmente discreta... Aunque no he podido investigar mucho porque parece que no tenga batería, pero se puede conectar al ordenador. - Señala una pequeña clavija en la otra punta del artilugio. -  Lo que si que he visto es esto... - Se acerca un poco más a Marcelette y le quita las gafas. Entonces pasa el aparato por la patilla y ajusta la cinta del mismo. Con lo pequeño que era, apenas se notaba su presencia. - Si de verdad es una cámara seguro que te irá bien. Así fotografiaras justo lo que ves... ¿No? 

Primero Marcellette mira el artefacto con curiosidad, pero a medida que su padre va diciendo sus sospechas, Marcellette suelta un "Ohhh", impresionada.

Cuando su padre le quita las gafas y le coloca el artilugio, ella se las vuelve a colocar con cuidado. Con la mano palpa por las gafas a ver donde estaba el dichoso botón de las fotos. Si era una cámara reconocía que era muy útil y sofisticado, aunque le daría lástima dejar de usar su vieja cámara.

Mientras dice:

- ¡Muchas gracias papi! Intentaré cargarlo o algo y ya te diré cómo funciona. ¡Si esto es una cámara será genial!

Johann parece alegrarse de que a Marcellette le guste el regalo por su amplia sonrisa y le hecho de que asentía satisfecho. Tras expresar esto también con palabras, decide acostarse. No era demasiado tarde, pero era evidente que su padre estaba agotado, además de que siempre tenía que madrugar. Tras darse las buenas noches mutuamente, cada uno se va a su propio cuarto. 

Marcellette enciende su ordenador, que apenas tocaba realmente, y busca uno de los tantos cables que tenía perdidos en su escritorio para su cámara, para conectar el dispositivo. Se sorprende al comprobar que un programa se empieza a ejecutar de forma automática tan pronto cómo el dispositivo se pone en marcha. 

En primer lugar aparece un logotipo, aunque no era de ninguna marca que Marcellette hubiera visto nunca. Parecía un pájaro con las alas cerradas, pero tras darle un par de vueltas se da cuenta de que era especificamente un cuervo. No había letra alguna en el logotipo, sólo el cuervo. 

Tras esta pantalla aparece la interfaz del programa que se había ejecutado. Era bastante simple a nivel de diseño, con un listado de diferentes opciones y sin molestarse a introducir iconos o textos explicativos para ninguna. La primera lista era: Galería, Configuración de Funciones, Asignación de Botones/Comandos, Configuración de Interfaz. En la esquina se veía un porcentaje, que por lo bajo que estaba Marcellette imaginaba que debía ser la batería del dispositivo. 

La Galería tenía un par de fotografías de lugares y de personas. No hacía falta ser un genio para saber que alguien podía utilizar un aparto así para espiar a la gente sin ser vista... ¿Sería el anterior dueño alguna clase de espía? La idea emocionaba y atemorizaba a Marcellette a partes iguales. 

En la Configuración de Funciones se podía ver un listado bastante extenso de funciones que parecía tener esa cámara: Estaban la estándares, cómo fotografía, video y aspectos relacionados con el mismo cómo la calidad, el nivel de zoom, el uso o no de flash, etc... Pero luego había otros un tanto más confusos, cómo "Análisis", que presentaba opciones adicionales para filtrar que era aquello que querías analizar (Materiales, Identidad, Reconocimiento de Imágenes...). Y También había un listado de servicios de la Red a los que se podía acceder, de comunicación, informativos, y otros de los que Marcellette no había oído nunca hablar...  

La Asignación de Botones/Comandos parecía ser simplemente una pantalla para vincular los botones del aparato con las funciones de la pantalla anterior, pudiendo asignar un único botón o una combinación de ambos. Había, sin embargo, una opción más cómoda pero menos sigilosa que era asignar las funciones a un comando de voz, pudiendo asignar un botón a activar o desactivar la entrada de comandos de voz. También se podían vincular dos funciones, pero aquí ya la complejidad comenzaba a escalar y Marcellette no tenía el tiempo de ponerse a investigar eso a fondo. 

Por último, la Configuración de Interfaz permitía ajustar el tamaño de una pantalla... ¿Que pantalla? Y cosas más simples cómo controlar el nivel de sonido. 

¿Era posible que aquel aparato fuera capaz de llegar a hacer todo aquello? [*]

Lo que comenzaba pareciendo un juego de espías con material especialmente sigiloso resulta tomar un matiz algo más serio cuando Marcellette ve todas las funciones que puede hacer.

Este aparato no había sido usado como un juguete, sin duda, y no sería nada barato. Su padre no era consciente de lo que le había regalado.

Aunque una nueva curiosidad asalta ahora a Marcellette.

En un principio no planeaba fisgar en las fotos que estaban hechas pero... ya no podía aguantarse.

Mientras el dispositivo se cargaba, dispuesta a probarlo luego o al dia siguiente, Marce analiza las fotos con cuidado. ¿Quién salía en ellas? ¿En que lugar se hicieron?

En un principio Marcellette no encuentra una relación evidente entre las personas y lugares que se habían fotografiado. Algunos le sonaban, por ser miembros de la nobleza mientras que otros eran totales desconocidos. Los lugares fotografiados cubrían un amplío abanico: Hoteles, parques, callejones... Si había algo en lo que coincidieran todas las imágenes era que todas habían sido hechas a escondidas a juzgar por el plano y a que las personas no miraban al objetivo en ninguna. También había un gran porcentaje que parecía indicarle a Marcellette que lo que fuera que estuviera ocurriendo la imágenes no entraba dentro de la ley, cómo intercambios clandestinos o parejas saliendo de una habitación de hotel mientras en intervalos diferentes 

Esto no tenía buena pinta. Fuera lo que fuera, no era nada que Marcellette tuviera que haber visto.

Durante varios largos minutos, Marcellette sopesa si borrar dichas fotos. Seguramente le ahorre problemas pero... algo le hacía querer quedárselo. Quizá era su espíritu cotilla natural o quizá la sensación de poder al tener algo que le diera tanto poder. La cuestión es que se decide por no borrarlas. En cambio, las almacena en su ordenador y las borra del aparato.

Ahora sí. La batería estaba suficientemente cargada como para poder probar esta genialidad.

Marcellette se vuelve a colocar el aparato en la patilla de la gafa y entonces lo pone en marcha pulsando un botón. No hay indicador alguno de que comience a funcionar... Por lo que extrañada, Marcellette le da otro botón que estaba configurado para tomar fotos. Un pitido, tan leve que seguramente sólo Marcellette pudiera escucharlo es el único feedback de que el aparato ha hecho una acción. ¿Habría hecho realmente la foto? Tendría que comprobarlo luego. 

Finalmente le da al resto de botones. Uno supuestamente grababa un video... Y de nuevo la única indicación de que el video se estaba grabando era un pitido cada 2 segundos. Cuando le vuelve a dar al boton, el pitido se termina. Finalmente el último botón configurado abría la "interfaz" del aparato. Para la sorpresa de Marcellette, la misma no se abre simplemente cómo un holograma frente a ella si que no parece adaptarse a la forma de sus gafas a la perfección. Parecía que la función configurada en ese momento era la de zoom a juzgar por cómo veía todo ampliado. Vuelve a tomar una foto para comprobar si las mismas se hacían con dicho zoom. Y entonces se quita la gafas y comprueba los resultados: Una foto de su habitación, otra ampliada y un video de un minuto. La calidad de imagen era bastante buena, no le tenía nada que envidiar a su cámara. 

Ahora tenía muchos cosas que probar... 

Marcellette prueba diferentes funciones de la cámara para comprobar todas sus posibilidades.

La utilización de palabras o sonidos para activar funciones resulta un proceso bastante sencillo. Desde la interfaz del ordenador tiene que decir la palabra a registrar y repetirla varias veces, sin embargo los sonidos ni siquiera son reconocidos por la aplicación y son descartados directamente. La justificación se la podía imaginar Marcellette, nadie querría un aparato que empieza a hacer cosas sólo porque alguien estornuda, por ejemplo. Una vez configurado no tiene problemas para hacer fotos o videos usando dicha palabra. 

El escaneo de materiales iba por diferentes niveles, y existía lo opción de guardar los datos recopilados directamente en la galería o mostrarlos a través de la interfaz a tiempo real (Que también los guardaba en la galería). Para los niveles más básicos sólo reconocía cosas cómo que un libro era un libro, una lámpara una lámpara, etc. Pero a medio que iba aumentando el nivel podía saber el número de páginas de un libro, todos sus datos (Autor, fecha de edición, etc...) seguramente consultándolo en la Red, e incluso los diferentes puntos de venta del libro en cuestión y el stock disponible (Con lo que Marcellette se sorprende descubriendo que había tiendas de libros en Cele que no conocía).

Cuando se escanea a ella misma es cuando se empieza a preocupar. La interfaz muestra cientos de datos sobre ella misma: Nombre, edad, lugar de nacimiento, dirección, métodos de contacto, lugar de trabajo, información académica, enfermedades conocidas... Toda información que hubiera suya en la Red agrupada. 

Y finalmente la visión nocturna hacía lo que prometía. Marcellette la activa, tras lo que se queda aturdida unos segundos por culpa de la luz, y tras eso apaga la luz y comprueba que efectivamente podía ver la habitación en todo detalle a través de sus gafas. 

A Marce le preocupan varias cosas de ese objeto. Entre otras quién lo había usado y para qué, y si siquiera sería legal. Pero... no iba a devolverlo, reportarlo o no darle uso. Marce se iba a divertir como pocas veces con esa preciosidad. ¿Pero qué cosas sabría este aparato acerca de sus conocidos? Tendría que probarlo con Gregory, Matrika... ¡e incluso con Thadeus! Marce finalmente registra las fotos con la palabra "café", los videos con la palabra "video". ¿A quién le importaría la falta de consistencia? Asigna también el análisis con la palabra "analizar" y la interfaz con "interfaz". Y antes de que se olvide, saca su móvil y manda el mensaje que le prometió a Thadeus, para que tuviera su número. ¡Mira que si se olvidaba! El mensaje consistía de dos simples caracteres y su firma:

:)

-Marce

Marcellette espera paciente a una respuesta pero la misma no llega y ella se resigna a tener que esperar al día siguiente. Sin embargo, cuando estaba a punto de guardar el teléfono porque ya iba siendo hora de acostarse de pronto recibe una llamada. Esperanzada la contesta rápidamente, sin siquiera mirar quién la había llamado.