Partida Rol por web

24 de Noviembre de 1994. Waco, Texas.

La tierra estaba seca esa noche, aunque el recuerdo de los crímenes ocurridos en esos terrenos era tan recientes que creía pisar la sangre de las cientos de víctimas sepultadas, quedándose en simples cenizas consumidas por el fuego.

Si cerraba los ojos podía oler el característico aroma de la carne quemada, escuchar los gritos y lamentos de sus hermanos, inundándolo de una serena paz que calmaba sus nervios. Por suerte no estaba sola, a su lado había un centenar de personas iguales que ella, visionarios de un futuro incierto que buscaban algo más aparte de la mera existencia, más allá de la prisión de carne y hueso en la que estaban atrapados.

El más mayor de esa reunión, un hombre de barba cana y cansados ojos, caminó un par de pasos pisando los restos de un edificio consumido hace años por las llamas, dejando únicamente el recuerdo de polvo y maderos. El lugar había sido saqueado, derruido y perpetrado, pero la importancia espiritual seguía intacta, todos la sentían.

Hermanos, el día del advenimiento ha llegado.- Al igual que todos, llevaba puesta una túnica marrón oscura con bordados dorados que cubría todo su cuerpo, enseñando únicamente las manos al sacarlas de la tela.- Honremos al señor y pidamos misericordia para ser partícipes de la gran transición.- Mientras hablaba, un grupo de varias personas colocaban una cruz de madera a su espalda, tan grande que era del doble de tamaño de todos ellos. Tuvieron que necesitar de soportes para que no cayera, al igual que clavarlo al suelo antes de prenderle fuego.

Uno de ellos se acercó al anciano, una chica que apenas llegaba a la veintena, para tenderle una copa dorada mientras ella sostenía una jarra de oscuro líquido.

Oremos al señor y demos gracias.- Todos se arrodillaron en fila recta delante suya, bajando la cabeza y uniendo sus manos en una oración en común mientras el hombre llenaba la copa con el oscuro líquido para echarlo en la cabeza del primero de ellos, mojándolo por completo. El olor a gasolina inundó el ambiente mientras iba uno a uno, rociando con la copa a todos los que allí estaban arrodillados.- Gracias por guiarnos a la verdad. Por protegernos de todo mal y bajar a vuestras humildes tierras para socorrernos, nuestro Señor.- Terminó por rociarse a sí mismo antes de apartar la copa con cuidado en el suelo y juntar sus manos, colocándose apenas a escasos centímetros de la cruz en llamas.- Entregamos nuestra carne como ofrenda.- Sacó de su bolsillo una caja de cerillas, cogiendo una única cerilla entre dos dedos y encendiéndola al pasarla rápidamente con la superficie de la cajetilla, alzando la mano para que todos contemplaran el fuego.- Amén.

Y dejó caer la cerilla, sobre un charco que comunicaba con todos y cada uno de los presentes formando un camino de fuego que rápidamente se propagó sobre ellos. El olor de la gasolina se alternó de nuevo con la carne quemada, viendo cómo cada uno de ellos ardía como antorchas humanas entre gritos desesperados y desgarradores.

El anciano observó cómo ardían con regocijo en su interior antes de acortar la escasa distancia que le separaba con la cruz, un único paso hacia atrás para que el fuego de la cruz devorara su cuerpo para ser uno más en la masacre.

Uno más entre los cientos de suicidios que se ocurrían esa misma noche a lo ancho del mundo.

Mientras apartaban la nieve, para dar lugar a esa puerta semioculta en ella, Marco no dejaba de pensar en que aquello tenía un tinte siniestro increíble. No creía que alguien que se refugiara del frio ocultara sus huellas, sobre todo si tenía a un herido a cargo. Negó con la cabeza preocupado, moviendo sus cabellos al compás. Intentando no pensar en ello, hallaron al fin la puerta que conducía al interior. Tuvieron que aunar fuerzas para lograr moverla, momento en el que Marco se planteó si en realidad estaba exagerando.

Arrugó el ceño intentando distinguir algo en la oscuridad del pasillo, recordando rápidamente que tenía algo en su bolsillo que podría ayudar. Mientras luchaba con sacar el llavero, el disparo el hizo asustar, retrocediendo y cayendo de culo en la nieve. ¡Ese maldito idiota casi les vuela la cabeza!

-¡Vas a matar a alg…!- las palabras quedaron atragantadas a medio camino, notando el motivo por el que Calvin se había resbalado. Esperaba ver sangre, la descripción de Lars la incluía, pero no esa cantidad, no ese charco espeso y tan brillante al contrate con la nieve. Estúpidamente pensó en lo bien que se vería esa imagen en la portada de algún disco, justo antes que la realidad le golpeara con la frialdad necesaria para recuperarse-. Espero que no sea de Matt- tragó saliva, notando como el frio había penetrado en su cuerpo a pesar del abrigo. La pálida y tímida luz de su linterna, la que estaba adosada al llavero de la van, iluminó el pasillo-. Busquemos a Matt, a Lys y nos vamos. No me importa si tenemos que arrastrarla.

Jamás dejaría a alguien de la banda atrás. Aunque sean un montón de niños llorones y malcriados, prepotentes y testarudos, eran su grupo de niños llorones malcriados y testarudos. Con suerte Matt en verdad se refugió ahí… pasando por algo lo difícil que era ingresar. La esperanza estaba bien, pero el sentido común siempre terminaba pisoteándola. Buscó, con la mano ligeramente temblorosa, si las huellas o rastro de sangre se internaban en ese edificio.

Un oscuro pasillo se cernía sobre nosotros y solo parecía haber silencio hasta que se disparó la escopeta. Sobresaltado doy un par de pasos hacia atrás cubriéndome la cabeza con los brazos instintivamente mientras intento comprender que ha pasado. Calvin está en el suelo encima de un charco enorme de sangre. ─ ¡¿Pero que...!? ─ La visión de la sangre me horrorizó.

Estaba temblando, aunque no sabía si era por el miedo o por el frío, y mi voz, aunque no quisiera admitirlo era trémula e insegura, algo que ni siquiera Marco había presenciado en todos los años que hacia que nos conocíamos. ─ Joder, joder, joderjoderjoder... ─ empiezo a mirar nervioso a mi alrededor, buscando huellas, escuchando alguna presencia, más por miedo que lo que quisiera que había allí que por buscar a Matt, ni siquiera estaba pensando en él cuando me di cuenta de la sangre. Quizá me dejé llevar por las habladurías que había oido en la recepción de un asesino loco suelto, ¿que se yo?

 Espero que no sea de Matt- tragó saliva, notando como el frio había penetrado en su cuerpo a pesar del abrigo. La pálida y tímida luz de su linterna, la que estaba adosada al llavero de la van, iluminó el pasillo-. Busquemos a Matt, a Lys y nos vamos. No me importa si tenemos que arrastrarla.

─ Espero que toda esa sangre no sea de Matt por favor... pero ese tipo no estaba tan herido como para dejar toda esa cantidad de sangre... creo... 

Quería volver a llamar a Matt, pero ya no me atrevía... intentando mantener cierta compostura me coloco cerca de Marco ─ Vamos, Marco, encontremos a Matt y luego ya veremos, todo esto debe tener una explicación perfectamente razonable... espero...

Lo primero que vi al abrir la puerta fue a una chica, sentada en suelo, apoyada contra la balaustrada. Una parte de mi mente reconoció el terror que desprendían sus facciones; el otro, que la chica no estaba nada mal.

El primer lado de mi cerebro dominó la situación, y, siguiendo, la dirección que indicaba la joven, sin mediar palabra, entré en la habitación contigua: la que en mi mente había denominado como «la de los ruidos raros».

Poco a poco fui avanzando, hasta descubrir el aterrador espectáculo que se brindó ante mis ojos.

- La madre que me parió... - fueron mis primeras insulsas palabras no dominadas por mi voluntad - Pero, qué coño es todo esto?

El tipo crucificado, dejaba escapar la poca sangre que, probablemente, le quedaba en su cuerpo inerte. No podía parar de mirar aquel tipo y, de reojo, toda la extraña decoración que le había acompañado en sus últimos minutos de vida.

Recuperé el control de mi mismo y, sorteando a Luca, abandoné la habitación y me acuclillé al lado de la joven:

- Qué ha pasado? Nos puedes contar qué ha ocurrido? 

Pero antes de que llegara su contestación un sonido estridente, que se asemejaba a un disparo, interrumpió la posibilidad de escucharla. Alcé la cabeza intentando localizar la procedencia del mismo y, cuando creí saber de dónde venía, salí disparado en aquella dirección.

Nada más atravesar el resbaladizo y traicionero hielo, al fin logré llegar a la cafetería, a la cual para mi sorpresa en parte me arrepentí de haberlo hecho.

En un principio creí que era una familia normal al solo mirarles de reojo para ir a buscar a Sasha, pero tras mirarles con detenimiento, no lo eran, era más bien una especie de secta la cual me hizo retroceder por duda. ¿Por qué mi curiosidad me haría fijarme en cosas tan extrañas? Si Sasha estuviera aquí, me detendría... pero me impulso me obligaba a saber más lo que estaba ocurriendo.

-¿Antes de tiempo? - pregunté desconcertada mirando a todos los allí presentes - ¿Hermana? - Si ni te conozco de nada... ¿No? - Incluso dudaba de lo que sabía - ¿Cena? - miré al pequeño infante en la mesa el cual parecía estar servido para la cena, y empecé a andar un par de pasos insegura hacia ellos, movida por la curiosidad, por el impulso, por el saber de lo grotesco. No es que aprobara ver a un bebe morir, pero en mi cuerpo algo me llamaba a acercarme y verlo...

Hasta que el disparo me ató al mundo de nuevo.

Una respiración ahogada sonó de mi recordandome a Sasha, y recordandome que el diría que esto está mal, no obstante el no estaba allí, y quizás era eso lo que más me hacía dudar. No sabía si estaba bien, no sabía si estaba mal, y ahora con el disparo quien sabe lo que le podría estar pasando.

Detuve mi avance alzando una mano - L-lo siento... Pero me temo que tendré que unirme más tarde. Necesito ver que cierta persona siga en buen estado. N-no quiero ofenderles ni... que piensen mal... E-es solo que - hasta yo dudaba de las palabras que decía y no podía creer que tuviera una duda tan importante en que era para más importante para mi - S-si me disculpan, volveré. - lentamente retrocedí, sin perderlos de vista hacia la puerta para poder salir y buscar a mi "hermano" por recepción.

Todo aquello se había hecho demasiado absurdo y demasiado deprisa. Y el señor Levesque ni era un cotilla ni tenía la más mínima formación médica que no fuera tratar los problemas respiratorios por experiencias personales que no venían al caso: con esos factores, lo que hizo fue quedarse ahí.

Como un pasmarote.

"Maldita sea mi estampaaaa…"

*BRRRIIIIINGGGGGGG!!!*

El teléfono de la recepción empezó a sonar justo en aquel momento. Aquello era surreal, y de muy mal gusto, pero quizá fuera algo relacionado con todo lo que estuviera pasando ahí fuera: rumores de gente muerta, coches estrellados y una noche de invierno nuclear para aderezar el hecho de que estaba perdiendo una noche de la que podía depender su futuro. Marc no se sentía optimista, y su actitud cuando no se sentía optimista era descargar su frustración con quienes le rodeaban.

*BRRRIIIIINGGGGGGG!!!*

-Sí, ya voy, ya voyyyyy…

Gruñó, y cogió el teléfono.

-¿Dígame?

Felony apenas daba crédito a lo que veía: lo que había salido arrastrándose por ese conducto no era una rata, ni un gato. ¡Era una niña! Y no una niña cualquiera que pudiera haberse colado en el motel porque tuviera hambre o frío, sino que la diva podía observar cómo la pequeña parecía llevar un vestido blanco que casi se asemejaba a un traje de comunión.

-¿Pero qué diantres es esto? -inquirió Felony, quien definitivamente estaba comenzando a pensar que había acudido a un motel de auténticos locos.

No sin cierta dificultad, se incorporó de la cama y echó a caminar en dirección al sacerdote, que sujetaba en esos momentos a la pequeña. La niña estaba pidiéndoles que no dejasen que la encontrasen y que alguien quería matarlos a todos. Casi como si fuera la clara respuesta de que no se trataba de una broma, se escuchó un disparo en la lejanía.

"Ah, no, no, no, no... ¡A mí no me encasquetan niños de nadie! ¡Y menos en las horas de trabajo!" pensó la prostituta para sus adentros, imaginando que ahora les tocaría encargarse hasta que alguien llamase a la policía y estos se ocupasen de averiguar quiénes eran sus padres. No hacía muchas semanas, estando borracha en su apartamento, había visto en la tele por cable una película donde un gabacho con la nariz grande se encargaba de proteger a una niña a la que querían encontrar unos mafiosos. Vista la película, Felony no quería terminar como ese gabacho.

-Vamos a ver, niña -le dice Felony a la pequeña, en tono brusco y con total ausencia de instinto paternal-. ¿Quiénes te están buscando y por qué vas así vestida?

Corrió hacia la chica justo después de Andrea, agachándose por si debía hacer algo. Le bastó oler el ambiente como para girarse y ver aquella escena tan grotesca lo que le hizo sentir un vuelco estomacal aunque consiguió aguantar las ganas de vomitar. - V-ven vamos... No... No mires esto.  A la par que su compañero le hacía preguntas a la mujer, se escuchó un disparo lo que le heló la sangre por un momento, volviendo a pensarse lo peor pero en ese momento debía ser fuerte y paciente, no pensar en que a Cat le hubiera ocurrido nada malo y ayudar a esa mujer, no tenía un gran sentido de la responsabilidad con las personas pero de algún modo esa mujer era importante.  Ayudó a la mujer a levantarse, se estaba congelando pues con las prisas no habían salido con la chaqueta ni los guantes. - Andrea, ¿ Puede quedarse en tu habitación? Es la... más cercana, voy a ir a buscar al dueño. No tenía dotes de conversación, no se sentía cómodo con la gente y ese chico parecía saber mucho más sobre mantener a otros distraídos por lo que era la mejor opción. Para afianzar un poco la cosa decidió intentar persuadirle de que la respuesta fuera diferente. - Y traeré yo esa botella de vodka. 

Si Andrea aceptaba aquello, se iría a por su chaqueta y guantes así como a por el botiquín y marcharía a buscar a Calvin todo lo deprisa que pudo, quizá a la vuelta sabiendo que iría el dueño directamente a la escena pasaría a por su hermana, era lo más importante para el en ese momento pero no podía tampoco abandonar cierta responsabilidad. 

Vera se encogió de hombros bruscamente al oír el disparo. -¡Mierda! Esto no puede estar pasando. -Susurró para sí misma. Se quedó pensativa durante un segundo, pero reaccionó. 

Cruzó la habitación a toda prisa, desde la puerta hasta su cama, para coger el móvil. Nerviosa y con los dedos temblorosos buscó el número de la comisaría y pulsó la tecla de llamada. 

Mientras oía los tonos en el auricular, se acercó rápidamente a la puerta, la entreabrió y se asomó en dirección a donde se oyó el disparo. Atenta, sin dejar de mirar, por si veía a alguien. -Venga, venga... Thomas, dime que podéis venir hasta aquí, dímelo. -Susurraba al teléfono, que aún daba tonos y no había sido descolgado desde el otro lado. Se refería al recepcionista de guardia de la comisaría. Aquel día le tocaba a Thomas. Vera estaba llamando a los refuerzos. 

 Theresa veía el peor escenario imaginable: no estaba. La mocosa no estaba. Emma había desaparecido. El pánico. La imaginación traicionera que pregonaba el peor escenario. Los nervios. Lo que diría Joseph... ¡por Dios! ¡¿Qué diría Joseph?! Tenía que buscarla, encontrarla y asegurarse de que estuviera bien. Simplemente morderse las uñas no la llevaría a ningún lugar. Por lo que se enfocó en todo lo que hubiese en el baño para averiguar la ubicación de Emma.

 Una ventana. Une ventana suficientemente grande para que pasase una niña. Semi-abierta. Pero por supuesto; la mocosa escapó por allí. La niña estaba allí afuera, con la tormenta y los peligros. A Theresa se le paró el corazón al pensar en ello. Que niña estúpida, pensó para sus adentros. No le gustaba pensar así y ver a Emma como una "mocosa"; pero cuando la joyera estaba nerviosa no tenía suavidad para expresar que idiotas eran todos. Era un mal hábito de toda la vida.

- ¡Dios me salve! Ahora como voy a buscarla sin salir de la hab-

 Y ahí escucho el disparo. El disparo en el medio de la tormenta. El sonido más claro que se podía escuchar, y el último que se quisiera oír. Fue entonces cuando le quedó claro a theresa que no podía esperar más. Debía buscarla. Costase lo que costase.

 Theresa salió de la habitación.

La voz de Luca me llegó algo lejana; lejanía que se acrecentaba a cada paso que daba en dirección al lugar del que yo crecía que provenía el ruido.

- Sí, sí! ... Claro!!! - dije mientras los ecos de algo sobre una botella se perdían atrás en el pasillo.

La cara de temor de la chica que habíamos encontrado en el pasillo había quedado relegada inmediatamente en cuanto la escena dantesca que se representaba en el interior del cuarto, había dado paso.

Aquel hombre no se podía haber hecho aquello a sí mismo, necesitaba del concurso de una o más personas para sostenerlo y atarlo en aquella posición.

Maldije mi suerte: por aquella puta tormenta y, sobretodo, por haber caído en aquella mierda de motel.

Aceleraba mi paso preguntándome si los demás también habrían oído aquel ruido. Maldecía las prisas con las que había abandonado mi habitación que me había hecho no coger mi pequeña arma que me acompañaba a todos sitios.. pero.. quién iba a suponer...?

Una sensación de rabia y frustración empezó a crecer en  Melissa cuando, ya preparada para ir a tomar ese trago que tanto deseaba, un nuevo incidente interrumpió de lleno su intención de dejarse abandonar al olvido gracias al alcohol

El grito resonó como un cuchillo en sus oídos y, saliendo al pasillo junto a la niña se encontró de lleno con la misma joven que había acercado al motel temblando como una hoja y un hedor que recorría el ambiente consiguiendo que se le revolviese el estómago. No tenía ni idea qué había sucedido pero Melissa pudo comprobar que  la joven miraba con auténtico terror hacia el interior de una habitación.

¡Señor! ¿Qué coño pasa ahora?

—Menuda peste —dijo arrugando la nariz con asco. Justo en ese momento dos jóvenes salieron para ver qué sucedía y, al igual que Annette, miraban horrorizados hacia aquella habitación.

Melissa reaccionó al ver como la niña a su lado echaba a correr en dirección a los jóvenes e intentó agarrarla para no se acercara, pero no pudo conseguirlo por su tardía reacción. La siguió, dispuesta a enterarse de una vez por todas lo que estaba pasando en aquel maldito motel.

Pero estaba claro que los problemas no venían solos ya que, cuando estaba a punto de llegar junto a Annette y el resto, un disparo resonó por todo el lugar poniéndole los nervios de punta. Aún así, ya delante del cuarto abierto, echó un vistazo para saber qué pasaba mientras se veía obligada a tapar su nariz por el olor tan nauseabundo que había.

Aunque no dudaba de las palabras de Akiko, Matt veía que estaba metido de lleno en algún asunto muy turbio y que no le gustaba para nada. Si, había ayudado de forma altruista a que no muriese tirado en la nieve el supuesto federal, no solo prácticamente arrastrándolo hasta aquel habitáculo, si no ayudando a su amiga Akiko a atender la herida y extraer la bala. ¿No es lo que haría cualquier persona con cierta moralidad?

Al escuchar la voz de Lars afuera, Matt consideró necesario reunirse con su amigo y explicarle todo lo ocurrido desde que se separaran, pero al escuchar también la voz del recepcionista, y observar como el rostro de Akiko palidecía, tuvo serías dudas de cómo sería conveniente actuar. ¿De veras salir por la ventana era la mejor opción? Lo cierto es que al joven australiano no le hacía gracia aquello, y consideró que si Para y Calvin habían llegado hasta allí, era por que habían seguido el rastro en la nieve y la sangre. ¿Que excusa iba a poner llegando desde otro sitio? ¿No le haría incluso verse sospechoso o como un mentiroso? Aunque la visión de Akiko semidesnuda estaba muy bien, Matt no dudó en que debía abrir la puerta y mostrarse tal cual, alegando lo que Lars habría ya explicado, que ambos jóvenes habían encontrado a un tipo herido en la nieve y que había terminado arrastrándolo hasta allí. Estaría pendiente de la reacción de Calvin y no dudaría en golpearle por detrás o lo que fuese menester, si reaccionaba de forma violenta al ver a Akiko y Dorian, pero tampoco tenía la total seguridad de que todo lo que le habían relatado era verdad, y por no ver, no había visto ni la placa que le acreditaba como federal. ¿Quien no le aseguraba que le mentían?

El disparo de escopeta lo dejó en shock. Aquello eran malas noticias viese como se viese, y ya fue el detonante para que Matt abriese la puerta de improviso y buscase a Lars y Calvin. Akiko ya saldría o no detrás de él según considerase...

- ¡Lars! ¿Eres tú? ¡Joder, cuánto te has tardado! - le esperaría nada más abrir la puerta, analizando la situación de lo que ocurría y observando el entorno, pero sin abrirla del todo para que no viesen el interior. ¿Qué ha sido ese disparo? 

¡Es-espera! – La mujer no fue lo suficientemente rápida para detener al joven, quien se había precipitado a abrir la puerta mientras ella buscaba unas mantas para tapar el cuerpo del inconsciente herido, aunque dudaba que eso fuera suficiente para camuflar su presencia.

Sólo necesitó un tirón a la puerta, aunque sin llegar a abrirla del todo para camuflar el interior para observar qué estaba pasando en el exterior: Pudo ver un grupo de cuatro personas en mitad del pasillo completamente oscuro al haberse fundido las luces, siendo la única iluminación la procedente de la propia habitación de Akiko, aunque fuera tenue.

Por un lado estaba Calvin, el dueño del motel, sentado en el suelo justamente al lado del charco de sangre que el agente había dejado cuando lo transportabas, donde le realizaste las curas necesarias para salvarlo. En su mano tenía una escopeta, apareciendo un segundo hombre más fornido y alto para coger el arma.

Por último dos personas que conocía perfectamente, asustados y preocupados por la sangre fresca: Marco y Lars.

Como si de un resorte fuera, una de las habitaciones más alejadas y situadas en el lado izquierdo se abrió, mostrando el único foco de luz que iluminaba con luz tenue el pasillo. Aunque no fuera suficiente para ver con claridad, sí para comprobar que, sujetando el pomo de la puerta sin atreverse a salir del todo y oteando el lugar, se encontraba un confuso Matthew.

¡Lars! ¿Eres tú? ¡Joder, cuánto te has tardado? ¿Qué ha sido ese disparo? – Preguntó, sin atreverse a salir del todo tras el disparo.

¡He sido yo, joder! – Pidió ayuda a Esai para levantarse, dándole un brazo y notando un fuerte dolor en la cadera.- ¿Qué mierdas es eso? ¿Sangre? – Tenía las manos y parte del trasero empapados de sangre fresca, intentando quitarse los restos al restregar la mano con el pantalón.- Me cago en la puta, ¿qué coño está pasando aquí? – Se giró hacia Lars, el causante de que ahora estuvieran ahí.- ¿Es ese tu amigo? – Señaló a Matthew, quien mostraba desde su escondite una camisa con manchas de sangre.- Chaval, ¿dónde está el herido?

Mientras retrocedía de espaldas a la puerta para no perderlos de vista, comprobaste que la sonrisa del extraño hombre no se borró en ningún momento, sino que a medida que te acercabas a la puerta se iba ensanchando. No tardaste en descubrir el motivo, puesto que al creer que tocabas el pomo diste con bruces con un hombre de gran tamaño y peso, cuya tez negra sobresalía de su capa.

Nuestra hermana quería marcharse antes de tiempo y eso, querida, es de mala educación.- Indicó el que parecía ser el líder, extendiendo los brazos mientras seguía sujetando la estaca entre sus manos.- ¿Le harías el favor de enseñarle modales? – Notaste una presión en tu brazo y otra en tu hombro, comprobando que el gran hombre que tenías a tu espalda te hacía una especie de llave a presión para que no pudieras huir, conduciéndote a base de tirones al interior del restaurante.- Toma asiento.- Volvió a repetir señalando a la silla y haciendo que el guardaespaldas obedeciera, llevándote al asiento justo enfrente de la escena para obligarte a mirar, presionando esta vez ambas manos en tus hombros como si fuera un gran peso que te impedía levantarte.- ¿Quieres bendecir la mesa antes de empezar?

La aparente soledad de la recepción fue rápidamente apaleada por el interlocutor al otro lado de la línea, rompiendo ese silencio con una seductora sonrisa que más bien parecía ser fruto de una línea erótica.

Tú no eres Calvin.- Su voz era melódica y atrayente, acordándote de las famosas historias de sirenas que atrapaban a los marineros en alta mar simplemente con un susurro, ahogándolos en las profundas aguas.- ¿Eres un miembro de la Orden o un corderito perdido? – La mujer al otro lado se movía, pudiendo escuchar el traqueteo de sus tacones sobre una superficie dura.- Estoy buscando a mi amigo, ¿serían tan amable de encontrarlo? No lleva bien la soledad.- Antes de que terminara la frase, Marc pudo escuchar un estruendoso disparo proveniente de la parte exterior del motel, por la zona del parking, casi a la par que un desgarrador grito justamente de la dirección contraria, dirección a las habitaciones.

La mujer al otro lado del teléfono soltó una encantadora carcajada, escuchando también el conglomerado de sonidos que había.

Creo que sé dónde está. Gracias.- Lanzó un beso al auricular como si fuera una escena de ASMR, notando los labios en tu cuello antes de colgar el teléfono.

No echó de menos esa soledad, puesto que poco después dos jóvenes apurados y con el rostro descompuesto de horror entraron en la recepción, teniendo uno de ellos entre sus manos un botiquín.

El disparo pilló desprevenido a Berto, quien retrocedió un par de pasos para alejarse de la puerta todavía con la niña en brazos. Empezaba a pensar que no podría consumir su “bonita” velada para ser protagonista de la primera plana del periódico con el titular de “matanza en un motel”.

Tenemos que irnos de aquí en cuanto la tormenta amaine.- Quería salir ahora si por él fuera, pero por desgracia el estado de la tormenta no ayudaba, imaginándose que apenas podrían llegar al coche.- Voy a cerrar las ventanas.- Temía que al situarse la suite en la planta baja alguien pudiera colarse, dejando a la niña con cuidado sobre la cama cuando escucharon un grito femenino justamente sobre sus cabezas, proveniente del piso superior.- Virgen santísima, ¿qué está pasando? – Rápidamente se dirigió a todas las ventanas aunque supiera que estaban cerradas para intentar ponerles un cerrojo o echar las cortinas, intentando no delatar su posición.