Partida Rol por web

La policía todavía no se enteraba de que iba la película. Cerraban filas detrás de los escudos, tirando bolazos de goma. La multitud cargaba contra ellos, amenazando con aplastarles. La imagen acojonaba, el suelo temblaba con sus pisadas.

-¡Firmes, retrocedan en órden!

Aquello era imparable. Simplemente corrían, se les tiraban en plancha encima, no les importaba morir, no les importaba su seguridad. La pared de escudos cayó con el primer embite, y la multitud comenzó a ensañarse con los policías caídos. Les aplastaban a pisotones contra el cuello, les mataban a hachazos. Querían su sangre.

Los vehículos policiales impedían la huída en coche sin tener que dar un gran rodeo. Y los civiles que estaban vigilados bajo la policía supieron que su única posibilidad de salvación era correr. Simple y llánamente, correr. Escapar como pudieran, aprovechando que la rugiente marabunta estaba entretenida con la policía.

El noruego miró las llaves de su coche, ahora inservible. Demasiadas maniobras para salir de allí entre los coches policiales. Luego miró a las chicas y gritó.

-¡¡¡CORRED!!!

Y salió calle arriba como alma que llevaba el Diablo.

El viejo flipaba. Estaba por detrás del muro de escudos, y ahora temía seriamente por su vida. Echó mano a la pistola. En España te metían un paquete de cojones por disparar sin permiso, y solo tenías permiso si tenías la certeza de que te iban a matar a ti o iban a matar a alguien. Preferentemente lo primero. Pero en aquella extraña circunstancia, la primera norma se cumplía.

-¡¡Disparen con las reglamentarias!!

Le pegó un tiro en el pecho a un chaval que cargaba contra él. Pero eso tampoco lo detuvo.

Marqués también flipaba en colores y, al igual que posiblemente todas las personas que conservaban algo de cordura aún, también estaba bastante acojonado. Lanzó sus botes de humo tras la primera carga de los autómatas asesinos, pero al ver que la situación ya se estaba terminando de ir al garete no dudó en sacar su reglamentaria y dispararle al primer autómata drogado asesino que se le acercó. Miró a Padilla con cara de acojone - ¡Hay que ih a por la Chantá y salir de aquí cagando leches, Padilla! ¡Ehta mierda se va'vorvé un baño de sangre en nada!.

Una botella voló, estrellándose cerca de Borja. Le saltaron unos cristales, pero no atravesaron sus zapatillas. Retrocedió unos pasos junto a Alex, a la puerta del Wall Street. La marabunta rugía calle abajo, que es donde había la mayor concentración de pubs.

Los del playmóbil, local que tenían más cerca, estaban descuartizando vivos a una pareja de transeúntes. Sus alaridos de éxtasis helaban la sangre.

-¡CORRED, CORRED, CORRED! -dijo Andrés

-¡HOSTIA PUTA ME CAGO EN LA VÍHEN, LA PUTA Y LA SOTA DE BAHTO!

Aquello era algo nuevo. Algo... acojonante. Brutal, animal. El aire vibraba como electrificado de una energía extraña, un pulso en el aire espeso y denso, extraño, como si una pantagruélica abeja reina estuviera manejando un ejército de hijos de puta hipnotizados, como una colmena de psicópatas respondiendo a la misma llamada. Una marea imparable. Aquello parecía un tsunami de zombis no-no-muertos. Como en las películas, o como en aquella novela del 2006 sobre un apocalipsis zombi en la provincia de Jaén. Pero sin estar muertos.

Esa marabunta venenosa no conocía el dolor ni el miedo. No reconocerían ni a su mismísima puta madre. Hasta ese momento la policía estaba acostumbrada a vérselas con un enemigo que les superara en 1000, 10000 veces... Pero la habilidad, entrenamiento y el terror que infundían los maderos cuando les daban órdenes de defender la democracia suplía con creces cualquier desventaja numérica. Les habían enseñado, y lo había visto, que soltar a diez perros de la unidad canina podía disolver una concentración de 5000 personas en 3 minutos. La policía montaba acojonaba a cualquiera y una de sus cargas mandaba al carajo cualquier defensa de guarros y okupas. Una formación tortuga apoyada por blindados y manguerazos acababa con cualquier cosa. Y todo eso funcionaba por el mero terror, el pavor de la gente al dolor. Eso se acabó. Aquellos hijos de mala madre no tenían miedo, y eso era terrorífico. Era como haber soltado a 25000 mineros asturianos puestos de coca.

Se santiguó y sacó su pistola.

... de aquí no salgo..., pensó ...un día anteh o un día dehpué, tenía que pasar...

Apuntó y tiró.

Y no pudo evitar dar un paso atrás. Repartir justicia siempre le gustó... porque ganaba.

Aquello era una locura. Una jodida masacre. Empiezo a encontrar sentido a las palabras de antes. Esto no es la gracia de alguien…Es un algo terrorista a gran escala…De pronto todo se convierte en una película gore, y presencio como descuartizan a dos personas ante mis ojos…Igual si hubiera sido buena idea quedarme hoy jugando al LOL.

Pieshh en polvorosha, Borja…Piesh en polvoroshha…

No me lo pienso ante las palabras del sueño del Wall Street.

Cundió el terror, ella que no había sentido miedo real en la vida casi se desorina encima. Se puso a grabar aquello con su cámara, hasta perdió la vista a su novio. Manu estaba haciendo cosas de héroe, dejándola detrás para que no lo pasara nada. Suspiró pensando en lo valiente que era, en sus fuertes brazos, en lo bien que le sentaba el equipo antidisturbios, en el pedazo de polvo que habían echado, en el sabor de su¡No, que ella era una chica decente! Si se había acostado con el poli era porque había feeling y ella presentía que él era el elegido. 

Temblaba a la vez que grababa el vídeo de la gente volviéndose agresiva, como si hubieran perdido todo el raciocinio. Hubiera sido mejor si se hubieran quedado todos follando y santas pascuas. Con lo bien que era echar un polvo, toda una revelación de manos del madero, o de su porra más bien. Su compañera de baño parecía haberse librado también. Siguió grabando y comentando. -Everybody is gone crazy... They're so agressive, like fucking animals. The police is trying to calm them down... But it's impossible. I think... I think this is the end... My boyfriend has said is all drugs fault... I think it's true so...

Apagó la cámara cuando aquella marabunta comenzó a atacar al resto, a tirar al suelo agentes de policía y a correr hacia donde ella estaba. Merde ella no iba a quedarse grabando y cuando el rubiales gritó, lo entendió completamente. -Chèrie, mon chèrie, vien avec moi!!!- grito al policía, que sacó su arma para usarla contra aquella gente. Pero ella no podía esperar más, la atraparían. Echó un último vistazo a Manu que parecía estar ocupado y con una lagrimilla en los ojos echó a correr lo más lejos que pudo siguiendo al noruego.

Todo era un horror, todo era un pinche desmadre, todo estaba fuera se sí y sólo ellos quedaban en pie y conscientes de lo que se les venía encima. Era una muerte horrible, ya no por kiki, sino porque les iban a aplastar las cabezas y a sólo Dios sabía qué cosas mas.

-Chantal y las demás?

Gritó a la francesa al tiempo que corría detrás de ellos huyendo de la turba bamboleante y deseosa de carne o de quién sabe qué puta madre, al final de cuentas, lo único que sabía era que debían ponerse a salvo.

-Pinche madre, chingaos... De haber sabido me quedo en México tomando pulque.

Pero luego miró esas espaldas noruegas y esas piernas que la habían ayudado para sentirlo mas y ya se dijo que mejor estar ahí, aunque fuera huyendo. Quería saber a dónde iban, a ver si no caían en una trampa sin saberlo pero no era momento de detenerse, sin embargo, si le preguntó a Björn a voz en grito:

-¿A dónde vamos?(papacito, chiquito, Cosita, cuerísimo)

Aunque todas esas cosas se las reservó para luego, si sobrevivían y si no, para diez minutos de paz que tuvieran y le daban al ultimo gran polvo de sus vidas, aunque estuviera Chantalita ahí.

Los disparos de los policías no frenaban a los chavales. No los frenarían si no los incapacitaban o mataban, y disparando al torso con una 9mm no incapacitas a nadie a no ser que le des en el corazón. El arma no tenía el poder de parada de un calibre mayor y no tiraba al suelo al atacante. Era un arma pensada para tiroteos en los que los atacantes se protegían algo delgado y ligero como la chapa de un coche o un tabique de madera.

El subinspector vacío el cargador rápidamente, matando a dos de los chavales. Pero mientras recargaba, le atacaron entre diez, y daba alaridos de puro pánico, meándose encima mientras lo mataban a golpes. La policía se estaba viendo superada, y ellos retrocedieron instintivamente hacia su coche patrulla.

Dos chavales les cortaron el paso, uno de ellos portando un hacha, cerró distancia tratando de atacarles.

Los supervivientes corrieron calle arriba, como alma que lleva el diablo. Solo un grupo de 3 asesinos atacantes les seguía, tras haber superado a unos policías. Pero era suficiente para matarlas a ambas, claro.

Llegaron a la intersección entre la calle Arabial y la calle que bajaba hacia Hipercor, dos grandes avenidas largas y despejadas. Arabial seguía hacia la izquierda un km más, y hacia la derecha casi tres. Hacia arriba, otra avenida grande que se cruzaba con Camino de Ronda (avenida más ancha de la ciudad) y ascendía hacia el campus de Ciencias. Campus que poseía unas grandes vallas que lo circundaban.

Decidir el lugar hacia donde dirigirse era difícil. Además, el tráfico no se había cortado en aquellas calles, y aunque eran las 12 de la noche, todavía circulaban algunos coches particulares y los autobuses nocturnos de la ciudad, el servicio búho.

-¿¡A donde vais!?- dijo sin poder retener a Alex y Borja. Tenía las lágrimas saltadas y el corazón desbocado, no podía creerse lo que estaba pasando, era como la primera escena de Elfen Lied o como Gantz, una orgía de sangre y violencia gratuita pero sin armas molonas y poderes psicopolléticos, apartó la vista aunque seguía grabando. Le temblaba el pulso. Pelayo le sostuvo la mano devolviéndole una mirada firme, serena y decidida con un apunte de sonrisa, muy “pelayesca” (término que ella solía usar), era tan manly… sabía como confortarla –Hay que salir de aquí, este local no es seguro- comentó su chico a todos los demás será mejor que nos atrincheremos en nuestras casas, lejos de los locales de fiesta- la miró entonces a ella –tengo aquí mi moto- quería llevársela a su casa, aunque la de Chi era más próxima estaba justo en dirección a la marabunta. Asintió con un golpe de mandíbula y un –Hmm- muy anime, recogió unas cuantas cosas y se colgó la mochila –estoy lista-. Miró al resto -¿Vosotros que vais a hacer?-
 

El trote porcino de William era todo lo que daba él. Corría con Borja, le seguía. Pero pensaba en voz alta.

-Borja -resopló, tratando de coger aire- ¿My room or your piso?

Y siguieron corriendo por que allí si no te perseguía uno, lo hacía el otro.

Corría más Elvira que él. Madre mía. Le daba vergüencilla. Pero el pánico es lo que tiene. Corrieron en la misma dirección que los chavales, pues Pelayo había aparcado la moto en la esquina de Pedro Antonio con la frutería y la tienda de discos. Se pararon bajo los soportales un momento, donde estaba la tienda religiosa Peinado.

Comprobó si les seguían y que hacían los demás, y luego siguió corriendo.

Andrés trató de darles alcance. Trató de correr en dirección a su coche, que estaba aparcado en una calle perpendicular. Pero no llegó, no llegó. Le atraparon en la entrada del parking, bajo los soportales. Y le dieron golpes y atacaron con armas improvisadas.

-¡¡¡¡¡NO, NO, NO!!!!!

Trataba en vano de defenderse, pero eran demasiados.

El moro corría que se las pelaba. Estaba a la altura de Elvira y Pelayo, que iban por delante. Él no venía a trabajar en coche, por que vivía en el barrio. A diez minutos de allí, pero en dirección al botellódromo.

No iba a pasar por allí ni harto de uvas.

Madre mía, estábamos apañados. Intenté correr, por mis muertos que lo intenté. Pero Will y yo íbamos a la par en cuento a trote cochinero. Había que atrincherarse en algún sitio ya. Ni muerto me iba a mi piso, porque seguro que la Patri no me habría. La habitación de Will estaba en sentido contrario, y esos locos no nos  iban a recibir a abrazos…De hecho, escucho los gritos de dolor del dueño del Wall Street…Andrés, pobre hombre. Pero no podemos volver, no podemos. Vienen en masa. Me siento como en huyendo de una horda de zombies. A lo Resident Evil, el Dead Island…y su puta madre.

Y entonces…PIM. ¡El Contramano! Calculaba que estaba a menos de un minuto. Escasos segundos…Era un riesgo, porque quizá aquel proxeneta no nos habría…Pero la Carmen, si estaba, seguro que sí. O eso quería pensar. Con el trote cochinero que llevábamos…éramos carne de cañón…Y es que por algo siempre suspendía educación física. Puto potro de saltos.

 - No, tío, no…!Come on! ¡Come on!  ¡Por aquí! - y le cogí del brazo para guiarle.

El resto iba delante, pero el grito va por todos. Si nos quieren seguir bien, si no…pues no. Rumbo al Contramano.

Alex no siguió a los chavales. No creía que la opción del contramano fuera buena idea. El grupo se separó, por que eso iba de sobrevivir. Y sobrevivir a la carrera no conocía de bandos ni afiliaciones. Los dos chavales se perdieron calle abajo y doblaron la esquina donde estaba en club Albarán.

La puerta del Contramano, ahora un paisaje familiar. Llegaron corriendo, echando el bofe. Por doquier, gritos de horror, cosas que se rompían y exaltados afectados por la sustancia que gritaban cosas horripilantes relativas a sus intenciones de matar a todo bicho viviente.

Picaron al timbre insistentemente, y volvió a abrirse la rendija. Reconocieron los ojos de Paco Colubi por detrás.