Partida Rol por web

-NANIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII???????!!!!
-SUGOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOI ^^

No podía esperar "Hmmmm ahora tendré que elegir modelito especial"

-Acbare pronto
-N cuant vacien l botellodrom m mandn a casa fijo
-Pillams ramen?

Lupita prosiguiò en lo suyo, podìa decir Shantal perfectamente pero no le daba la gana y lo hubiera hecho si ella no le hubiera dicho que hablaban mal o al menos eso entendiò. Se terminò de arreglar el rostro y siguiò con los zapatos y cosas asì. Mientras lo hacìa iba entre el arreglo y el mòvil leyendo mensajes de facebook de amigos en el otro lado del mundo, a veces respondìa bien y a veces mejor ignoraba al que le estuviera escribiendo. Con Lupita era asì: un dìa te amaba con locura y al otro te odiaba por la misma razòn.

-Color, se dice color, 'Shantalita'-sonriò divertida.

Se volviò a ella con la exuberancia de la mexicana al aire pero con un bonito sujetador y ladeò la cabeza.

-Wey, ¿vienes conmigo o te vas a quedar todo el dìa parloteando?

El mòvil no paraba de sonar con notificaciones de todo tipo de aplicaciones.

-La cologr...- dijo, tratando de darle la razón y se pasó a mirar por su armario a ver qué tenía. Obviamente debía ir divina, porque iba a tomar muchas fotos e incluso llevarse su canon para hacer un vídeo de las fiestas y luego subirlo a youtube, que todos supieran que se lo estaba pasando fetén... Aunque apenas saliera de la habitación por pasarse el día editando vídeos. ¡Pero es que ser youtuber era taaaan sacrificado!

-J'arrive!- contestó resoplando, y se puso a desvestirse. Levanto el brazo, se olió el alerón y pensó que aquello con un buen chorreón de desodorante podía pasar. Total tampoco te podías duchar a diario porque era malo para la flora de la piel, además que se secaba, se agrietaba y luego salían arrugas. Arrugas, ugg, no, por favor. 

Así que quedó con la ropa interior y de ahí pasó a despelotarse para untarse en crema de arriba a abajo y luego darse una capa de dove por las zonas estratégicas. Tras ello pasó a elegir otras braguitas blanco algodón, con un lacito rosa delante y un sujetador a juego. A eso le sumó un bonito vestido de tirantes azul, bastante sabía ella qué era hacer botellón y que iba a estar en la calle llena de mierda y que encima no haría tanto calor como para ese tipo de vestido. Pero estaba en España y allí tenía que hacer más calor por cojones, como si fuera verano. Se preparó unos taconazos negros y luego sacó su enorme bolsa de aseo de maquillaje para ponerse manos a la obra... Unos retoquitos solo, ya se había maquillado esta mañana. 

-¿Y es cuándo que pagrtimos?- preguntó mientras se volvía a repintar la línea del ojo.

Pelayo: Lo compro en el mercadona antes de bajar. See u!

En la parte de atrás de la facultad, junto a teleco, paraba el SN3, el autobús que solía coger de vuelta a su piso. Al piso de su hermana, mejor dicho, pues era más suyo que de él. William le iba a acompañar allí, y mientras se cambiaba, él iría a su residencia de estudiantes, que no pillaba muy lejos.

De camino, el americano se puso su mp3 y él miraba el paisaje, reflexivo. El recorrido llevaba por el barrio de la Chana, obrero y con el tráfico habitual, y luego recorría Camino de Ronda, una de las arterias principales de la ciudad. De camino, dejó la imaginación volar. Sus empalmes eran juveniles, persistentes. Su pene era un músculo bien entrenado. Sería feo, pero al menos tenía el cipote de un tamaño mayor que la mayoría de españolitos de a pie a su edad. Herencia de su padre, y de su abuelo. Toda la familia era de cargar artillería.

Pero en aquellas circunstancias era difícil de disimular. Aunque él se había convertido en un maestro. Usaba la bandolera del portátil para taparse cuando estaba sentado, y no se le notaba nada. Pero el pene hacía pulsaciones, pim, pam. Era un pene inquieto. La evolución, y todo eso. La edad en que sus antepasados tenían que dejar la semilla, antes de que les matara un tigre dientes de sable de un bocao en el pescue.

No podía quitarse de la cabeza aquella mirada. También veía a las niñas cuando pasaron por la zona de la plaza einstein, bajando con las litronas hacia el botellódromo. Con sus leggins. Benditos fueran. Ya no tenías ni que molestarte en adivinar culo debajo del tejano. El culo se mostraba tal cual, incluso realzado. Las andaluzas quizá no eran mucho de tener tetas, pero vaya culazos que gastaban por norma general.

Pero entre medias, estaban los ojos de Nicky Minaj. Leyó de refilón en una revista de tías cuando esperaba en la peluquería con su hermana para la boda de una prima hermana, que era adicta al sexo. Que le gustaba más una polla que un tonto un lápiz. Se lo veía en la mirada. En su cuerpo voluptuoso, que mostraba sin complejo, como hacían esas niñas que iban de fiesta. Vivía en la era del sexo fácil, y se mortificaba por que él no pillaba cacho. Es como vivir en Arabia Saudí y no usar gasolina. Algo demencial, de locos.

Se notó pegándose al calzoncillo, molesto. Momento papel de magdalena. En sus sueños mojados, él era un fecundador de mujeres, se la metía de a varias, como en esos videos porno de la ristra de mujeres en fila, enseñando el culo y lo que no era el culo, y el tio que iba penetrando primero a una y luego a la otra.

La abuela decía que él estaba enfermo. Quizá lo estuviera. Pero su padre una vez le confesó que, con su edad, era normal. Lo cual quería decir que, a su misma edad, él se estaba pajeando como un mono.

Pasaron delante de la hiperpalería Carlin. Su parada era la siguiente.

Lupita se quedò mirando a la francesa con la boca abierta. ¿Ya? ¿Eso era todo? Le habìa tomado unos pinches minutos y ella ya habìa rebasado la hora.

-Mamita, què pinche ràpida eres... Espera, mierda.

Corriò a buscar unos zapatos altos, amarillos tambièn, se acomodò la blusa dejando el escote en su lugar correcto, tanto que mostraba un poco del encaje de su sujetador y se rociò de perfume, no mucho, uno que olìa a rosas, aunque ya sabìa ella que luego de tanto baile, terminarìa sudada y con menos olor a perfume que cualquier otra.

-Ahora sì, ya estoy lista. Tendrìa que ser como tù, wey. Saliendo que es gerundio!

La sonrisa de Lupita dejaba ver que esperaba divertirse mucho y volver muy pero muy tarde.

Se montó en el SN1, picando el bonobús y sin atender a la mirada del autobusero de la Rober, feo, gordo, borde y con gafas de sol. Con la música a to polla no escuchó su zalamería ni la mirada que seguía su culo por el retrovisor con el cual controlaban las puertas traseras y si alguien esperaba a bajarse.

En un momento, estaba bajando por el parque Fuentenueva y comedores universitarios. Con las nuevas líneas de autobús el trayecto a casa era, al menos, más directo. Como vivía en camino de Ronda le venían bien casi todos los autobuses, y cuando el tiempo se le echaba encima, podía escoger entre el U3 y el SN1 para volver a casa. Los dos pasaban cada 10 minutos o incluso menos. Con la mierda del LAC, Camino de Ronda era ahora un nudo de comunicaciones del copón. A partir de ahí, podías ir donde te diera la real gana.

Se bajó frente al Yo10, la antigua ALSINA. Masticando su chicle, fastidiada por el calor antinatural de aquel día. No había que confiarse. Granada era así. Si abandonabas la chaqueta o la rebequita podía volver el frío de un día para otro y pillabas un costipao del cagarse.

Ella vivía en el piso de la familia, de renta antigua. En el 112 de camino de Ronda, 3ºB. El portal estaba entre el ASEPEYO, el Spormúsculo y la Frutería La Huerta. Era un piso viejo, con un ascensor Otis de los de puerta metálica con rectángulo de cristal en el centro. Los botones estaban algo gastados.

Llegó sin mucha ilusión al portal y abrió con la llave. Dentro estaba silencioso. A esa hora papá estaba todavía en la sierra (curraba en CETURSA), y mamá atendiendo a la gente en la frutería, dos portales más allá. Estaba sola en casa y eso estaba bien. Podía ponerse en bragas y perder el tiempo un rato.

Will se aisló a su mp3 al subir al bus, y yo también me puse mis cascos conectados al movil. Las ventanas del vehículo daban una imagen más que clara de la mercancía que paseaban las chicas. Buen mercancía. Para mí, toda era buena mercancia. Mejor o peor, pero toda era catable. Pero la cuestión es que no me dejaban catar. Como resultado, no me sentía tener una polla, sino un alien en el paquete. Algo con vida propia, que se empeñaba en saludar en los momentos menos oportunos. Como ahora. Vuelvo a mover mi bandolera a la parte delantera de mis pantalones.

Culos, leggins, culos, leggins, vaquerillos apretaos, esas piernas, canalillos...Nicky Minaj. Me aprieto más la bandolera. Un día iba a tener que ir a urgencias con el cimbrel necrosado. Muerte por desuso. No era agradable. Está claro que a todo se hace el cuerpo, pero el pequeño borja cada vez estaba más impaciente. Y eso que en sí, yo ya me había hecho la idea de que soy un mierdecilla pagafantas. No se. Lo veía en las miradas de las niñas. Dejo de ser un ser con polla, para pasar a ser un eunuco a aquien contar las penas o como se follan a otros. Y no cojones, no...

Casi me paso la parada. Pero por suerte, consigo salir de mis delirios febriles a tiempo. Le doy al botón, sino el autobusero no para.

- Eh, Will, tio...Me bajo aquí. ¿Te recojo en tu reshidencia? - le doy un codazo suave, porque si está con los auriculares no se va a enterar.

Las de la Carlos V iban a dar guerra de la buena. Sus compañeras esperaban en una de las salitas de la residencia, arregladas a su manera. La fiesta de la primavera no era de ponerse muy de picos pardos, pues las chavalas de Granada solían bajar al botellódromo vestidas como todos los días. A decir verdad, en ocasiones era "engañoso". Se trataba de tener un look informal, muy casual, y a la vez que estuvieras guapa y guay, con tu minipantalón tejano, tu leggin, la faldita corta o simplemente con los tejanos.

Pero ellas eran divas. Eran LAS NIÑAS. Con mayúsculas. Y las niñas de bien no se visten como cualquier obrera. Faltaría más, joder. Por eso estaban sentadas en aquellos sofás, hablando y riendo. Las vieron aparecer y se las quedaron mirando. 18:00 de la tarde.

La líder estaba allí sentada. La hembra alfa. Vestía informal, con su minipantalones tejanos y las medias negras. Sobre ellas, un top que mostraba ombligo con piercing, y una graciosa chaqueta tejana para cuando refrescara. Las miró de arriba a abajo y sonrió con satisfacción.

-Ya han llegado las tardonas -anunció.

Brittany hizo sitio a su estimada amiga Chantal. Su adorada amiga. La pequeña escocesa apenas medía 1,55. Iba monísima de la muerte con su vestidito de putilla preadolescente y los zapatitos a juego. La miró con una mezcla de amistad y devoción.

-Estás guapísima -dijo en un castellano imperfecto- As always.

La pija no dijo nada. Como siempre, tenía cara de estar oliendo mierda. A decir verdad, envidiaba el cuerpo de aquellas dos. Ella tenía que conformarse con sus genes medio indígenas, que le hacían un culo raro.

La sueca era un amor. Amiga de verdad. Les sonrió. Puta de mierda. Con su cuerpo perfecto, que lucía ahora de la manera más tonta e informal, con sus leggins estampados y la camiseta de rayas con chupilla de cuero.

-Nice to meet you both. Shall we go to the party now? -dijo en un inglés perfecto, de manual.

Hasta en eso era putamente odiosa en su perfección.

Muy andaluza, Carmen se levantó y le dió dos besos a Lupita. Su Lupica, como ella la llamaba. Su mejor puta amiga del mundo mundial. La suya era una amistad sincera y sin gilipolleces. Una amistad más propia de hombres que de mujeres, que se suelen apuñalar por la espalda a la hora de la verdad, sobre todo cuando algún tío se cruza entre ambas.

-Que bonica, niña. Ya verá esta noshe, lo vamo a petá.

El yanki se bajó, por que aquella también era su parada. Desde ahí subía por la calle Virgen Blanca, compraba unas cosas en el Día (consumía Burns que no era ni normal) y tiraba para la residencia. Se despidieron con su golpe de puño y explota.

-Sure, man. Recógeme later.

Se despidió y cruzó el semáforo con un trote ligeramente porcino.

Con su música ir de aquí para allá se le hacía muy agradable, cada canción le hacía imaginar una historia distinta, tenía una imaginación exuberante así que se montaba sus propias pelis mentales. Claro que la banda sonora era digna de Tarantino, solo a ella se le ocurría una historia de personajes saliendo de cuadros del Prado al ritmo de las Perfume XD

Nada más entrar en casa se sacó las All Star y poco a poco fue desnudándose hasta quedarse en braguitas. Si quitarse los zapatos era un placer supremo, quitarse el sujetador con esos melones era el éxtasis de santa Teresa. Tiró la ropa sobre el sillón de su cuarto (que había dejado de ser un sillón para ser una montaña de ropa) y desenterró de entre las sábanas una camiseta enorme de Batman que usaba para andar por casa. Con ese calor no tenía ni putas ganas de hacer nada salvo estar espatarrada, ese curro era una caca enorme, aunque gracias a él había podido comprarse la Wii-U. Se encontró ante un gran debate ¿Ducharse ahora o ducharse antes de salir? Hmmmm Miró al armario, esa noche quería ponerse algo especial, la fiesta de la primavera le parecía un mierdón impresionante pero ya que no podía celebrar el “Hanami”… sí, decidido, esa noche se pondría un look “wa-lolita”, hacía un montón que no se ponía la yukata de mariposas y a Pelayo seguro que le gustaba aunque fueran rojas y no doradas ¿Se fijaría en el detalle? Estaba coladisssima. Con los hombres no tenía tipo, salvo que fueran inteligentes, interesantes y muy frikis, más bien blandicos (de físico y de corazón), los machunos para la panzá de tontas que había sueltas por el país.
Luego miró la consola, la consola le miró a ella… podía echar un ratico de Zombi-U, nada mejor para distraerse de la excitación, puso una alarma en el móvil para marcarse los tiempos y no acabar como siempre con un petardo en el culo. Por suerte vivía al lado del curro.

Después del vicio sacó la ropa: Ropa interior roja de encajito, kimono, falda, panier, calcetines, zapatos, orejitas de gato a juego, pendientes de mariposa,  un cascabel para el cuello y de bolso… una mochila que ella misma había tuneado con unas alitas estilo Clamp (parecía pequeña pero era de las que estiraban un montón).  Luego a la ducha, merendar un yogur con una pera y a maquillarse, le encantaba hacerse dibujitos con el liner, copiaba un montón de tips de Kat vonDi, claro que ella se usaba cosméticos de los chinos y no esos de marca pijotera (caros de cojones).
¡Lista! Tenía hasta unos minutos para saludar a su madre en la frutería de camino al curro. Estaba que daba botes de contenta ¡Ah! La primavera… el amor…

Camino de Ronda 90, el piso de hermanita. Un piso viejo, con ascensor que falla más que escopetilla de feria. Sexto C, girar la llave. Silencio pesado, forzado.

Al cabo de un rato, después de que deje las cosas en su cuarto, oye los gemidos. La zorra de su hermana, con el tío que se tira últimamente. El negrata francés de intercambio. Le dan noche y día, follan sin condón, usando anillo vaginal (lo sabe por que ha visto la caja del nuvaring en la papelera). A veces se la pela escuchándolos. Su hermana es una cerda, a veces le pide al negro cosas como "lléname hasta los topes". Luego se va a fumarse su mierda de droga al sofá, o está fuera en el máster.

La zorra de su hermana, que le está jodiendo la vida. Al cabo de diez minutos de Xbox 360 y una lata de fanta de limón, la ve en el dintel de la puerta, solo vestida con un pantalón corto deportivo y una camiseta holgada. Con su cara de mala leche, despeinada, recién follada.

Poco o nada queda en su hermana del amor de cuando eran niños. De cuando ella paseaba su carrito de bebé y le daba pan y chocolate. De cuando jugaban en el parque y se daban carreras persiguiendo a las palomas. Su hermana creció y se convirtió en una hija de puta aplastacabezas y hedonista. Un ser despreciable que era encantador de puertas afuera, y una guarra ninfómana que no limpiaba el piso en la intimidad. Le tenía de criado, le decía de todo. Le sudaba el coño, por que el niño no tiene cojones ni los tuvo nunca. Él siempre traga.

-¿Que haces ahí con la consola, atontao? -dijo, reprobatoria- Tienes que pasar por el Día y comprar, que no queda casi comida. Y fregar los platos, que hay un montón.

Parpadeó, como si esperaba que la órden fuera obedecida inmediatamente. Podía escuchar al negro moviéndose en la cama del cuarto contiguo.

Ahora se me inflaron los cojones, pero no precisamente por un calentón. Bueno, si. Pero no de uno de tipo sexual. Que guarra era la Patri, hostia. Que ni recién follada cambiaba esa cara de vinagre. Ojalá se quedara preñada de ese negrata, y tuviera que darle luego las explicaciones a la máma. Guarra para todo, hasta para las cosas de casa. Como fuera igual de cerda hasta para su higiene íntima, debía tener un efecto velcro en las bragas. Solté el mando de la Xbox encima de la cama, y tiré la lata de fanta a mi papelera, junto a medio paquete de cleenex que ya reposaba en el fondo.

- Hazhlo tú, no te jode. Que he quedado...Va a sher que no - digo, con las pelotas a flor de piel. Echo mano al armario, para coger lo primero que pille, y meterme a la ducha. Porque el puto negro seguro que acapara el baño ahora, con mi hermana. A rellenarla como un pavo bajo el chorro.

Pero también me enfadaba conmigo mismo, por no tener el valor de enfrentar a la cerda tirana. Temía, quizá, que se inventara algo con la máma, o que me echara del piso, o no se...Que me pegara su novio negrazo. Yo que se.

Se desentendió de la hermana, pero ella le miró, como flipando. ¿Como se atrevía el puto niñato?, ¿a ella, levantarle la voz? Le miró sin creerlo, y al ver que pasaba de sus órdenes imperiales, se acercó y le calzó una patada en el culo, que le hizo darse un topetazo con la cabeza contra el armario, pues estaba agachado.

-¡¿QUE COÑO TE CREES, SUBNORMAL?!

Se giró a mirarla desde el suelo, la espalda apoyada en el armario, cagado vivo. Su hermana tenía ojos de MATAR.

-Ve y le cuentas ésto a mamá. ¿Eh, imbécil?

Le comenzó a pegar guantás con la mano abierta. De esas que pican pero no dejan marca.

-Ya estás tirando para el Día o no te abro más la puerta de ésta puta casa.

Buscó en su mierda de bandolera y sacó su móvil. Así no podía chivarse a los papás mientras obedecía sus órdenes.

-¡Carril!