Partida Rol por web

Aquelarre et confidentis

* Isaac Benwalid, judío del Reino de Navarra, Zapatero, hijo de un Siervo de la Corte

Cargando editor
26/05/2014, 00:42
Aquelarre

Introducción

Principios de Siglo XV. Ciertos asuntos te han llevado a viajar cerca de la frontera con el reino de Granada; tierra peligrosa donde las haya, pues en ella moros y cristianos luchan continuamente por adelantar sus fronteras y hacerse con las fortalezas que custodian los siervos del rey nazarí y del monarca castellano. Además, te han contado que este lugar es especialmente propicio para el pillaje, por lo que te alegras cuando, al caer la noche, divisas a lo lejos un caserío dominado por una imponente forteleza que se erige en la ladera de la sierra.

Al llegar al pueblo compruebas que sus gentes, a pesar de vivir casi en constante peligro, son amigables y hospitalarias con los forasteros que comparten su fe; no te cuesta demasiado convencer a una familia de campesinos para que te alojen en su establo junto a los bueyes y te ofrezcan algo de comida (aunque en realidad quien les convence es tu tintineante bolsa, pues vive Dios que no hay mejor argumento ni más universal que el del vil metal).

La familia se compone de un matrimonio y cuatro críos pequeños. El padre, de nombre Tobías, se acerca al establo y te avisa de que su mujer pronto servirá la comida. Entras en la humilde casita hecha de adobe, que solamente cuenta con una habitación. En un rincón hay un gran jergón de paja donde presumiblemente duerme toda la familia, y apoyada en la pared hay una plancha de madera, la cual, llegado el momento, es transportada por la mujer y dispuesta sobre unos caballetes, haciendo las veces de mesa. Es entonces cuando notas en sus rostros una sombra de miedo y preocupación.

Durante la cena, que consiste en unas insípidas gachas, Tobías te informa de que te encuentras en el señorío de Zuheros. Su Señor es el conde Don Pedro, de la casa de Aguilar, que obtuvo hace poco la fortaleza gracias a una merced del rey. Según te cuenta el campesino, los vecinos no vieron con buenos ojos la llegada de don Pedro, pues nadie desea convertirse en vasallo de ningún señor cuando antes ha tenido gozo de no sufrir ese tipo de ataduras.

Y no es que antes estuvieran mucho mejor, pues el concejo de Córdoba, propietario de la villa, les agobiaba con sus cuantiosas rentas, destinadas a costear una guerra interminable contra Granada que ya duraba más de un siglo, sin que ello sirviera para asegurar su bienestar, pues no pocas veces habían sido víctimas los zuherenses de las terribles cabalgadas de los nazaríes. Pero basta con que la figura de autoridad se concrete en una persona palpable para que todas las quejas afluyan en un mismo cauce y puedan concentrarse al unísono en un único culpable.

Notas de juego

Durante este post podrás incluir la historia de tu personaje, indicar cómo y por qué has llegado hasta allí y narrar tus impresiones.

¡Has sido el séptimo en terminar la ficha! ¡Enhorabuena y espero que te guste el sistema!

Como ya dije soy novato, así que espero que sepas comprender mis dudas y mis desconocimientos.

Cargando editor
31/05/2014, 16:54
Isaac Benwalid

Isaac estaba reventado.

Se había pasado el rato entretenido pensando en dolores y molestias y miedos. El pie derecho me arde como su me hubiera echado brasas entre el zapato y la planta. El otro está mejor, porque ya hace buen rato que no lo siento. Temo que haya muerto, Yahvéh lo acoja en su seno. Más miedo me da quitarme las botas y ver cómo han quedado mis pobres pinreles que ser asaltado por unos desaprensivos. La risa me daría, fíjate. Tome, tome, quédese con la manta. Mire, mire cómo se relamen las garrapatas. En serio, mire usted bien.

Decíase que era esa tierra cuna de bandidaje, sí, pero Isaac no se había topado con ninguno todavía. Y prefería no hacerlo, que por muchas garrapatas hambrientas a las que cobijara, la manta bien que le abrigaba cuando caía la noche. Y además llevaba un buen cuchillo y el arco, que le había servido bien para sacarse alguna pieza cuando ya se veía muerto de hambre (por eso seguía tirando para el sur, que al llenarse la panza recordaba lo que le hacían a los furtivos, y casi se le escapaba toda la comida por entre las piernas).

Se encontraba al borde del reino de Granada. Un zapatero sefardí de Tafalla en el mismo sur de la Península, solo. Encima cojo, por amor del cielo. La familia había quedado en casa. La mujer y los hijos morirían de hambre, si no lo estaban ya. Los había tenido que dejar atrás. Y padre y madre, me lagrimean los ojos solo con recordarlos, lo mismo que cuando me viene el olorcillo del cocido después de un día son probar bocado, también debían estar muertos, pero del disgusto.

¡Veleidosa fortuna! Un día te acaricia la polla como una amante complaciente, y al siguiente la puta ladina aprovecha que te ha metido mano a las partes bajas, te agarra de los huevos y los estruja como si quisiera sacarles el zumo en lugar de la leche.

Era todo demasiado hermoso. Zapatos para el Infante, nada menos. Debía haber sospechado, especialmente cuando se enteró de que el zapatero real andaba mendigando, con muñones donde antes había un par de manos y diez ágiles dedos.

Y sí, cierto era que el Infante se había agujereado el pie con un clavo y estaba en la cama medio muerto por la fiebre, pero no podía achacarse la culpa al humilde Isaac. El pobre Isaac, desgraciado Isaac, que había dejado la ciudad tan veloz como si le hubiera sanado la pierna y le hubieran crecido dos más.

No era todavía de noche cuando alcanzó ver un caserío en la lontananza, asomando su tejado entre las ramas de los olivos, a la sombra de una fortaleza de las que parecían hechas para aguantar las pedradas de un jayán. Y hacia allá que marchó, conteniendo de puro milagro las blasfemias cada vez que el pie derecho tocaba tierra, y maravillándose de que su dormida pierna izquierda no se derrumbara bajo su peso. Poco peso, léase, que de tan esmirriado podía entrar por las puertas sin abrirlas.

Llegó al caserío y se las arregló para que le dejaran cenar y dormir bajo techo, en el establo, contándoles unas monsergas en las que se mencionaba de todo menos que era sefardí, que lo reclamaba la justicia en el norte, y que había ejercido la caza furtiva en más reinos de los que hacía meses tenía idea de que existieran. Que durmiera o no era otro asunto. Los campesinos sonreían y parecían amables, pero nada les impedía acercarse con las hoces en mitad de la noche y abrirle los higadillos para quedarse con su bolsa, su manta y sus voraces garrapatas.

Antes de dormir, compartieron su comida con él. No sabía a nada, lo que para Isaac suponía todo un triunfo culinario. Y quizás para darle algo de sabor, decidieron contarle sus penas. No fue sorprendente que fueran las mismas penas que le había contado cada persona con la que había compartido techo y manduca desde que huyera atropelladamente de Tafalla. Ay, los tributos. Ay, el diezmo. Ay, el Señor. Ay, la guerra. Jodida vida cuando eres pobre.

—Estamos todos igual, anfitriones, todos igual —comentó, limpiándose la boca con la manga—. Te aprietan y te aprietan hasta que no das más de ti. Y entonces te agarran de los tobillos, te ponen cabeza abajo y te zarandean hasta que se aseguran de que realmente no queda nada. Pero es lo que nos toca vivir y sufrir.

Al menos él había aprendido un oficio. Y puede que aún pudiera ejercerlo de nuevo, si se daba bien la cosa en algún sitio.

Cargando editor
02/06/2014, 03:09
Aquelarre

El odio entre señor y los vasallos fue creciendo; don Pedro castigaba a los campesinos con el pago de fuertes impuestos y la imposición de nuevas responsabilidades, y muchas veces éstos se resistían a cumplir sus obligaciones. Pero fue hace un par de semanas cuando la cosa se complicó. El hijo de don Pedro fue asesinado misteriosamente, y desde entonces cualquiera queja por parte de sus vasallos se castigaba con torturas y encierros en las mazmorras de su castillo. Algunas familias incluso han optado por huir debido al temor, a la vista de lo que está sucediendo.

Terminada la cena, te marchas al establo y reflexionas sobre lo que te ha contado Tobías. Tal vez sea una buena oportunidad para ganarte el favor de una persona poderosa e influyente como don Pedro, o de probar suerte e intentar encontrar trabajo ahora que se acercan tiempos difíciles y empiezan a faltar manos.

Decidas lo que decidas al día siguiente decidirás presentarte ante el castillo de don Pedro y presentarte a él.

Cargando editor
07/06/2014, 19:50
Isaac Benwalid

Las viejas costumbres de artesano, cultivadas durante años, tardaban en morir. Todavía brillaban las estrellas en la bóveda celeste, como dineros de plata pulidos hasta la obsesión, cuando Isaac abrió los ojos.

No olvidó dar gracias a Yahvhé en sus rezos matinales por los milagros de esa noche. El primero, que había despertado en razonable salud. Le dolían los pies a cada paso como si llevara guijarros en punta dentro de los zapatos, que era un avance indiscutible respecto a la tortura ardiente de la jornada precedente. Incluso le molestaba el pie izquierda, que ya se debía estar recuperando del entumecimiento. El segundo, que había despertado. Los campesinos no le habían desvalijado para quedarse con sus miserables posesiones y usar su cadáver de comida para los cerdos del señor.

Claro que lo mismo se debe no a la intervención divina, que bien es sabido que Yahvéh no te da pan si no te lo trabajas, sino al canguelo que tienen estas gentes metido en eso de que el Don Pedro se dedica a encerrar y torturar porque le duele que se le haya perdido el hijo, y como es de evidente generoso, no le satisface el vivir si no comparte ese dolor suyo con sus inferiores, aunque no se lo hayan ganado.

De ese modo, contagiado del miedo del Tobías, Isaac subía hacia la fortaleza que dominaba el paisaje, gruñendo a cada paso. Más al sur ya no podía ir, así que o se largaba en otra dirección, o se presentaba a Don Pedro. Lo mismo le caía en gracia y no lo tiraba en una mazmorra para prodigarle los gozos del sufrimiento. Que de gozos tienen poco, si he de ser sincero conmigo mismo, y más me vale, que me conozco y me sé cuándo miento.

Cuando ya iba llegando al pie de la fortaleza, pensaba en cómo presentarse, y cómo referirse a los guardias, o quien fuere que estuviese vigilando las puertas.

“Con Dios, buena gente. Soy un zapatero venido del norte llegado anoche. M’han dicho en el pueblo que debía presentarme a Su Señoría Don Pedro, pues tenía, si Su Gracia daba su consentimiento, la querencia de establecerme y ofrecer mis humildes habilidades a las gentes de la zona.”

Cargando editor
08/06/2014, 21:35
Aquelarre

(1) - Capítulo I

Te despiertas temprano a la mañana siguiente, desalojando el establo antes de que comience la jornada laboral. Asciendes por la pendiente que conduce a la fortaleza mientras la contemplas extasiada. Excavada en la roca, dispone de varias torres rectangulares y una central aún más grande que las otras.

El portón de entrada se mantiene abierto, puesto que los campesinos acuden temprano al castillo para cocer el pan en los hornos del señor. Un escalofrío te recorre el cuerpo al ver varias horcas cerca de la puerta, una de ellas ocupada por un cuerpo en descomposición que oscila levemente mecido por el viento.

Un soldado, armado con una lanza y protegido con un peto de cuero, se mantiene erguido a duras penas a un lado de la puerta. No obstante, su cara de aburrimiento se despabila al ver en ti un rostro desconocido. Se yergue cuando le preguntas por su señor.

Cargando editor
08/06/2014, 21:36
Francisco, el Soldado

- Estará en la torre del homenaje, como siempre. Te contesta. ¿Para qué quieres verle?

Le dices que deseas ponerte a su servicio. El soldado frunce el ceño y te examina de arriba abajo, pero tras un instante de profundo escrutinio, te franquea el paso.

- Ve a la torre del homenaje y avisa al capitán. Añade.

Notas de juego

Opciones a tomar en cuenta en este momento, debes rolearlo y en tu post dejar claro una de las tres:

a) Le haces caso. (35)
b) Prefieres seguir hablando (58)
c) Quieres dar antes un paseo por el patio de armas. (76)

Cargando editor
10/06/2014, 22:45
Isaac Benwalid

El soldado era rudo y maleducado. Ni que hubiera nacido y crecido en una aldea de mala muerte y peorvida, donde la supervivencia era un juego amañado.

Si hubiera sido más amable, le hubiera preguntado por los asuntos que le había comentado Tobías, pero con esa disposición se imaginaba que le iba a arrear un zurriagazo con la lanza, y luego inventarse cualquier excusa para echarlo en la mazmorra de Don Pedro.

—Que Dios te guarde en esta bonita mañana.

Y te ponga en las pelotas unas ladillas gordas como ratas por la noche.

Sin más palabras o gestos, entró al castillo, cojeando hacia la torre del homenaje.

Cargando editor
15/06/2014, 15:52
Aquelarre

Estás frente a una gran torre rectangular de tres plantas, cuya puerta es custodiada por un soldado con indumentaria idéntica a la del de la puerta de entrada al castillo. Le pides que avise a su capitán. Éste llama a voces a un soldado que se encuentra en el interior de la torre y le transmite tu petición.

Al poco, aparece en el umbral un hombre alto y fuerte, moreno, calvo y de barba rala, que viste gambesón reforzado y capa de color rojo oscuro. A diferencia de los demás soldados, no lleva casco, pero sí una espada al cinto.

Cargando editor
15/06/2014, 15:53
Capitán

- ¿Quién eres y qué deseas? Te pregunta con una voz grave y potente, típica de un militar.

Te presentas y le informas de tu intención de ponerte al servicio del señor del castillo.

Notas de juego

En este post aclara si eres noble o no o si eres alguna de estas cosas: alguacil, amogávar, bandido, pardo o pirata.

Evidentemente nadie dice que sea obligatorio que digas la verdad...

Cargando editor
17/06/2014, 23:39
Isaac Benwalid

Isaac se quitó el sombrero, que no tenía nada de judío, y lo estrujó entre las manos. La túnica, sin embargo, no podía serlo más. Normalmente no le daba problemas, porque el imbécil medio que no había salido del patio de su casa no sabía lo que era un sefardí, y si se lo hubiera explicado ni se hubiera enterado. Pero Don Pedro, fuera listo o fuera tonto, más posibilidades de identificarle tenía, así que mejor mentir poco, que cuanto más se adentraba en la fortaleza, más pequeñas tenía las pelotas, más seca la garganta y más cerca se veía de las mazmorras y los instrumentos de tortura.

—Verás... —dijo con un hilo de voz. Mierda, joder, que bien está ser tonto pero no parecerlo además. carraspeó antes de continuar—. Soy Isaac, zapatero, y de los buenos. Vengo del norte, y m'han comentao allá abajo, n'el pueblo, que Su Señoría Don Pedro se había establecío ha poco. Así que venía pa ofrecerle mis servicios y pedir permiso pa establecerme.

Cargando editor
23/06/2014, 03:58
Capitán

Bien - Exclama el capitán - Esto es cosa de Gonzalo. Acompáñame.

Sigues al capitán hacia el interior de la torre. El lugar está oscuro debido a que carece de ventantas, aunque tus ojos se acostumbran fácilmente a la falta de iluminación. Te encuentras en un salón rectangular cuyas paredes están cubiertas de bonitos tapices.

Al fondo hay una gran silla ricamente ornamentada que hace las veces de trono, donde se sienta un hombre de pelo entrecano pero de regio porte y vestido con ropas de calidad, que apoya su codo en el brazo de la silla y te observa como si fueras un insecto insignificante. A su lado, de pie, se encuenetra un individuo de edad similar, de escasa barba y largo bigote, también ricamente ataviado, pero no tanto como el otro. A ambos lados de la sala hay sendas mesas de madera con un candelabro como único adorno.

- Este hombre solicita ponerse a vuestro servicio, señor - dice el capitán, cuyo tono enérgico ha pasado de ser de sumo respeto y deferencia, y te deja sola ante ellos.

Cargando editor
23/06/2014, 03:58
Gonzalo

- Acércate - Dice el hombre del bigote. Éste debe de ser el hombre al que el capitán se refirió como Gonzalo. Seguramente se trata del mayordomo del castillo.

Obedeces al instante y te acercas a una distancia prudencial. El conde se limita a escuchar, apoyado en su silla, como si no tuviera el más mínimo interés en ti.

- Dinos - Inquiere Gonzalo - ¿Qué sabes hacer?

Notas de juego

a) Artesano
b) Bufón, cómico o juglar
c) Cazador y llevas arco
d) Barbero-cirujano, curandero o médico.
e) Distinta de las anteriores.

Cargando editor
05/07/2014, 23:00
Isaac Benwalid

El judío se dejó conducir por la fortaleza, de un hombre que daba miedo a hombre que daba miedo. Si hubieran sido niños también le hubieran dado miedo. En un lugar donde podína matar a o torturar a alguien como él, y no por ser sefardí, sino por ausencia de razones para no hacerlo.

El hombre canoso sentado en un trono de mayor valor que el dinero que vería Isaac en toda su mísera existencia debía ser el señor, Don Pedro. Él no hablaba. gastar saliva en un mierdecilla como él no tenía sentido para alguien de tan alta alcurnia. Era el hombre de pie a su lado, quizás el mayordomo, a quien el capitán se había referido con el nombre de Gonzalo.

Isaac se acercó e inclinó la cabeza a modo de saludo cuando se dirigió a él.

—Zapatos —respondió, la vista fija en algún punto del suelo—. Digo... Con Dios. Soy artesano zapatero. Hago calzado, y no del malo, pa caminar por cualquiera parte, y suelas que le duran años. Y también zuecos, sandalias y botas de montar, y hasta calzado más de vestir a gentes de buena cuna, si me se permite la licencia.

Notas de juego

Artesano.

Cargando editor
07/07/2014, 04:19
Gonzalo

No nos vendría mal un artesano. Dice Gonzalo. Bien, dirigirás las reparaciones que se lleven a cabo en el castillo, pero antes, para asegurarnos de que eres bueno en tu trabajo, tendrás que ofrecernos una prueba de tu valía. En los establos hay algunas ruedas rotas. Si las arreglas de manera satisfactoria, pasarás la prueba.

Francisco, llama al soldado que hay junto a la entrada, acompáñale al almacén para que coja todas las herramientas que necesite.

Cargando editor
07/07/2014, 04:20
Aquelarre

Acto seguido, el soldado te conduce hasta un edificio donde se guardan multitud de utensilios. En un rincón de la habitación hay algunos de carpintero. Bajo la atenta mirada del soldado, tomas aquéllos que juzgas necesarios para desempeñar tu tarea, y seguidamente eres conducido al establo.

El soldado ordena al mozo que allí se encuentra que saque fuera las ruedas estropeadas. Éste cumple la orden en un santiamén. De las tres ruedas, una no tiene arreglo, pero las otras dos aún tienen posibilidades. Te pones manos a la obra enseguida.
 

Notas de juego

Haz una tirada de Artesanía. +25% si eres carpintero.

Éxito (33)
Fracaso (22)

Cargando editor
12/07/2014, 13:18
Isaac Benwalid

¿Reparaciones? ¿Rueda de carro? Yahvéh me guarde.

A Isaac le dio un vuelco el corazón recordando todos aquelos terribles años pasados como aprendiz. Haciendo los trabajos más ridículos, duros y estúpidos cuando era todavía un mocoso, con una buena paliza como pago por sus esfuerzos, no cuando los hacía mal, sino cuando el maestro tenía que desahogar sus frustraciones, que tantas debían ser como las de una docena de hombres normales. Y sin apenas ver siquiera al desgraciado en su labor zapato.

Casi se echa a llorar al rememorar los siguientes años, trabajando la piel. Bien sabían las gentes que la curtiduría más valía tenerla bien lejos de uno. Labor horrible e inhumana aquella. Deslomarse golpeando las pieles hasta limpiarlas de carne y grasa. Y luego venía lo peor. El lavado con meados y, tras los meses, el ablandado con mierda de perro. Y el maldito tanino, que hacía a uno enfermar.

Ni siquiera cuando ya era un poco mayor y empezó sus labores de zapatería

Y todo aquello para que le pusieran a reparar unas ruedas. "¡Ah! Eres artesano, haz algo con las manos". Nada más se podía esperar de nobles que solo sabían cazar y dar hostias con sus aceros, pero que sus lacayos tuvieran el seso enmerdado era desasosegante.

Nada podía hacer, en cualquier caso, más que callar y tragar, o largar por patas.

Imagina que son zapatos para carros, se dijo, mirando las ruedas. Zapatos de madera, como los zuecos, pero redondos. Las herramientas al menos las conocía bien, y el cabrón del maestro ya lo había tenido reparando puertas y estanterías algunos cientos de veces, así que no es que le pillara de nuevas. No podía ser tan difícil.

Una de las ruedas estaba para el arrastre. Algún bicho se había comido la madera, y más valdría hacer una nueva que tratar de arreglarla. Las otras dos, sin embargo, solo necesitaban un apaño. Quefueran a resistir el peso, el traqueteo y el roce con los bastos caminos, solo Yahvéh y algún carpintero lo sabrían.

- Tiradas (1)

Motivo: Artesanía

Tirada: 1d100

Dificultad: 85-

Resultado: 16 (Exito)

Cargando editor
14/07/2014, 01:38
Gonzalo

Con tus arreglos, las ruedas quedan perfectas y pueden volver a ser utilizadas. Coges ambas y te diriges de vuelta a la torre del homenaje en compañía del soldado. Una vez en el salón, se las muestras a Gonzalo y a don Pedro.

Muy bien. Exclama Gonzalo, satisfecho. No nos mentías. Eres un buen artesano. Desde ahora pasas a ser siervo del señor don Pedro, lo que significa que deberás obedecerle y rendirle pleitesía.

Don Pedro alarga la mano, dejando ver un magnífico anillo de oro, con la intención de que lo beses. Te acercas prudentemente y pones tus labios sobre él. Don Pedro retira la mano y hace un además para que te alejes.

Como te dije. Continúa Gonzalo. Dirigirás toda reparación que se lleve a cabo en el castillo. Puedes disponer siempre de cuantos hombres necesites; si es necesario, sacaremos de sus casas a los campesinos. Dormirás con los criados, que mañana te ayudarán a construir un pequeño taller. ¿Entendido?

Asientes con una reverencia y te retiras, contento por haber encontrado trabajo.

Notas de juego

En este post narra tus sensaciones, pero no tomes decisión alguna. Para el próximo continuaremos en (10)

Cargando editor
20/07/2014, 11:35
Isaac Benwalid

Isaac se dio cuenta en ese momento de que aquel hombre tenía un trastorno. No era normal que le pusiera a cargo de las reparaciones del castillo. No le conocía de nada, y era imposible que no hubiera alguien más cualificado que llevara años haciendo tareas por el castillo.

Y no es que el judío estuviera inmensamente satisfecho con sus labores habituales. Era lo que había aprendido con esfuerzo y palizas y enfermedades, y había aprendido a enorgullecerse de su habilidad. Si tenía que dedicarse a reparar muebles y mampostería, aprendería de nuevo a sentirse orgulloso. Pero no era una situación fácilmente comprensible para él.

Al menos, y ahí no podía quejarse, había encontrado una ocupación. Punto final a los interminables días de vagabundear por los caminos, muerto de miedo porque le fueran a salir bandoleros al paso, y robar en los huertos o morir de hambre. Ya se las apañaría para que las reparaciones fueran bien, y Don Pedro no tuviera excusas para echarle en la mazmorra.

Cargando editor
25/07/2014, 05:39
Aquelarre

Llevas ya una semana viviendo en el castillo de don Pedro. Para demostrar tu buena disposición y asegurarte un futuro estable, decidiste restaurar todas las secciones de la muralla que presentaban peligro de ruina. Aunque te hubiera gustado contar con una buena cuadrilla, te abtuviste de echar mano de los campesinos; bastante rencor hay ya como para que encima les obligues a trabajar reparando la fortaleza de un señor al que odian.

Has ido conociendo a todos los criados y los soldados y no te ha costado demasiado integrarte. Al final de la semana, Gonzalo te entrega unos maravedíes como pago por tus servicios.*

Estás tranquilamente sentado en tu taller, reparando una cuba de madera, cuando ves correr a algunos criados. Le preguntas a uno de ellos qué ocurre y te dice que traen a un campesino preso al castillo. Dejas lo que estás haciendo y te acercas a curiosear.

Notas de juego

* Divide entre dos tu porcentaje de Artesanía para averiguar cuántos maravedíes has ganado). Apúntatelos en la pestaña de equipo.

Narra tus impresiones y después pasaremos a 37.

Cargando editor
03/08/2014, 01:16
Isaac Benwalid

Durante las siguientes jornadas, Isaac se enseñó a sí mismo a reparar la muralla. No era la tarea más difícil del mundo, aunque la muralla parecía a punto de caer ante algún enemigo invisible en alguno de sus puntos, y hasta resultaba agradable hacer algo diferente, para variar.

Primero se fabricó un andamio con algunos tablones de madera, clavos y unascuerdas. Le llevó un par de jornadas, pero era la única forma de acceder a las peores secciones sin arriesgarse a romperse todos los huesos en una caída. Además, lo podía desmontar en unos minutos, y montarlo de nuevo donde fuera necesario en no más de una hora.

Se encontraba contento después de haber cobrado su primer jornal, tatareando una tonadilla que había escuchado años atrás, mientras tachonaba una barrica que se había roto al caer de una repisa, cuando el ruido de pasos acelerados acercándose provocó que el corazón le saltara a la boca. Volvió a resbalar garganta abajo cuando los pasos pasaron de largo.

Se levantó y cojeó hasta la puerta. Los criados, con quienes ya había intercambiado algunas palabras durante esa semana, se dirigían al mismo lugar, todos. Detuvo a uno y le preguntó lo que pasaba. Traían a un campesino engrillado desde el pueblo. El primero desde que Isaac se había puesto al servicio de Don Pedro, aunque no le sorprendía, tras lo que le había contado Tobías la noche de su llegada.

Dejando un momento su trabajo, se fue tras los pasos de los siervos del castillo, a ver a quién traían.

Notas de juego

85/2= 42,5 maravedíes. Apuntado.