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Aquelarre: La leyenda de los Maldonado

Escena de juego. Un viaje más allá del Reino

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13/02/2018, 23:39
Director

PRÓLOGO.

Detalle. Casa del Águila. Hogar de los Aldana. Cáceres

Hernán Pérez de Aldana, noble asentado en la casa del Águila en la ciudad de Cáceres, vio su honor y el de su hija mancillado cuando, tras dar hospitalidad a tres caballeros franceses en su propia casa, éstos la deshonraron de mala manera. Después de conocer el agravio, don Hernán enclaustró a su hija en un convento, y luego marchó tras los pasos de los caballeros, que huían ya hacia Francia. Tras alcanzarlos en Perpignán los retó a duelo y les dio muerte sin piedad. Éste acto de justicia llegó a los oídos del Su Majestad Carlos, rey de Francia, el cual mandó a uno de sus súbditos a escarmentar a don Hernán por el agravio a sus congéneres. De igual manera, el padre furioso le dio muerte en combate. El monarca francés lo hizo arrestar y llevarlo a su presencia para deleitarse con otro duelo en vivo; además, le permitió escoger al cacereño el rival a combatir y éste eligió al mismo Rey, quien manejaba con destreza las espadas.

En la lucha Hernán Pérez enfiló su arma hacia el cuello del Rey, y en pos de la rendición don Carlos le comunicó que le concedería la petición que quisiera, y que luego se marchara para siempre de su Reino. Hernán pidió cinco flores de lis del escudo real, y éste se las entregó de mala gana. “Os las concedo mal donadas”. A partir de entonces, Hernán Pérez de Aldana y su familia tomaron el apellido Maldonado en la ciudad de Cáceres.

Notas de juego

Te dejo para que vayas abriendo boca. Ya tienes asignado PJ con breve historia y ficha. En breves subo algo más.

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14/02/2018, 14:32
Director

Cáceres. Año de 1444.

La capital cacereña hallábase en estos momentos dividida en dos concejos. Sí, vuesas mercedes lo han oído bien: el bando leonés poseía un concejo y el bando castellano otro. Ambos decíanse que gobernaban y uno no reconocía al otro estando presente, y los enfrentamientos entre éstos eran muchas veces violentos. Y que de esta guisa muchas familias de uno y otro bando se asentaban en una parte de la ciudad y otros en otra. Tú vivías en un palacio cerca de la Plaza San Mateo, junto a la iglesia homónima, y tu buen señor, Hernán Pérez de Aldana, vivía en la casa de Aldana, fundada por su familia, bajando una gran calleja a partir de dicha plaza. Eras uno de sus amigos personales, aparte de hombre de confianza y mano armada cuando era necesario.

Aún había consternación general por las calles de la ciudad por la afrenta provocada por aquellos tres caballeros franceses (malparidos, más bien), y no habías visto en las últimas semanas a la dulce Milagros, hija de don Hernán. Estaba encerrada en su cuarto, y sólo era visitada por sus criadas y por su madre. La vergüenza de la mancilla era muy grande, y muchos en la ciudad se alegraban. Finalmente, ante tal situación de desamparo, don Hernán te reunió en su palacio y a otros dos sirvientes más.

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14/02/2018, 14:33
Hernán Pérez de Aldana

Señores, os tengo que hacer encargo aun pesándome en demasía -decía don Hernán en su gran comedor. Muchas veces habíais estado allí y siempre te maravillaba su decoración-. A todos vos pongo la vida en ello, y la vida vuestra habéis de poner en lo que os digo. Habéis de viajar por el reino, al convento de las Dueñas -detalló-. Debéis preparar todo lo que necesitéis para ello... -tenía la mirada perdida, como preocupada-.

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14/02/2018, 18:15
Hernando de Castro

De Castro sentía un gran dolor en esos momentos. Ni toda la grandeza y el orgullo que se desprendían de esas viejas paredes eran capaces de sofocar hoy la rabia y la pena que el soldado sentía hacía su señor.

Su buen señor, que había recibido una herida en su orgullo de la forma más ruin que pudiera uno imaginar.

“Nada hay en la tierra cristiana más vil y más traidor que un francés” -pensó Hernando- “O quizás sí -meditó en seguida-, ¡tres franceses!”.

El soldado escuchó con atención las palabras de su patrón, sin pestañear siquiera cuando este les conminó a dar su propia vida si era de menester.

Sabéis mi señor - dijo el soldado con palabras rebosantes de rabia-, que daría mi vida por vos cien veces si Dios Misericordioso me lo permitiese.

Hernando no entendía muy bien qué era lo que su señor caballero pudiera necesitar del Convento de las Dueñas, las instrucciones le sorprendieron por completo.

Así se hará vuestra voluntad.

El soldado reposó por un instante su mirada sobre el noble caballero, que era como un segundo padre para él.

Hernan de Aldana estaba irreconocible en esos momentos. El dolor que padecía era tal que hasta su habitual porte recio y vertical se veía combado por el peso de los pesares.

Hoy mismo partiremos de vuestra casa hacia el norte, y no habrá mujer ni diablura que nos desvíe una sola vara de vuestra meta.

Notas de juego

Bueno empiezo un poco tentativo. Aunque hace tiempo me leí un par de libros de Alatriste, reconozco que el castellano antiguo no lo suelo usar mucho jeje.

Poco a poco iré asentándome en el papel. De momento hablo, pero procurando no decir mucho.

¿Reconozco a los otros dos hombres que hay a mi lado?

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14/02/2018, 23:35
Director

Aún no sabías muy bien los detalles y pormenores de la misión. Eso sí, sabías y comprendías la posición de don Hernán. A tu lado, Julián y Gonsalves, dos criados venidos tiempo ha de la frontera granadina el primero y de la costa portuguesa el segundo, tenían la misma cara que tú (consternación por lo sucedido y sorpresa por aquel repentino encargo). Los conocías, sabías de su buen hacer y buena maña cortando el primero leña y haciendo de comer el segundo... de comer o lo que pusiérese delante (que a cabalgar saliera éste contigo y don Hernán y no le faltaran reaños ni para domar a las bestias, que eran mucho más fuertes que él). Dicho lo cual, asentísteis sobre el encargo del noble.

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14/02/2018, 23:35
Julián

Mi señor, ¿para cuando la partida? -añadió el más joven, Julián, cuyo rostro era de gran belleza-.

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14/02/2018, 23:36
Hernán Pérez de Aldana

En cuanto estéis -añadió-. Decidle a los sirvientes que os proporcionen caballos y viandas. Y ésto es para vos, don Hernando -a tí, pese a que no eras nobles, te trataba de don-. Entonces abriste la bolsita que te entregó, bolsita de cuero personal, y abriste el lazo. Allí dentro había por lo menos doblas de oro (lo que tu podía ganar, con suerte, en un año bajo su servicio). Una parte es para vos, éstos dos y mi hija, y lo que necesitéis en el viaje. El resto entregadlo en las Dueñas, como pago por mi hija. ¡Aprestáos! ¡Preparadlo todo! Voy a despedirme de ella. Éste es el comienzo de mi venganza, ¡Mal hallados en Francia los infames tres diablos que nos afrentaron! -entonces desapareció, subiendo las escaleras de piedra-.

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14/02/2018, 23:36
Gonsalves

¡Señor del Cielo! -dijo santiguándose el portugués al ver aquella cantidad de oro-.

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14/02/2018, 23:37
Julián

No blasfemes, bruto, y quita la vista de ahí -dijo Julián al otro siervo-. ¡Venga!, ¡avisa a los criados, que preparen alforjas y comida y bebida... y caballos! -entonces Gonsalves se esmeró, pese a ser mandado por alguien más joven-. Ehm... eso es mucho, ¿no? El señor don Hernando no escatima en gastos, ¿eh? -decía Julián sin apartar la vista de la bolsa y tu mano, como riendo-.

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15/02/2018, 16:09
Hernando de Castro

No es momento este para la avaricia, mozos. -dijo Hernando con un poco más de dureza de lo que había querido, y es que el soldado aún estaba enrabietado por el dolor que le había causado la visión de su compungido señor.

Gonsalves había salido presto hacia las caballerizas, pero Julián el granadino aún seguía embelesado por el dineral que mecía Hernando.

¡Más contento deberías estar por la confianza que el caballero Hernán Pérez ha puesto en ti que por la visión de una sola moneda!

El soldado cerró de un tirón seco la bolsa de cuero, le hizo un nudo doble y corredizo y guardó entonces el preciado saquito en el interior de su jubón.

Prepárate tú también, Julián. Y no olvides que el viaje puede ser largo y quizás peligroso. Recoge tu arma si la tienes y despídete de tu madre. Y que así haga lo propio Gonsalves también.

En cuánto terminéis id a esperar a la puerta de los establos y allí hemos de encontrarnos.

Hernando de Castro se levantó entonces y se dirigió hacia sus aposentos, dónde llenó con rapidez sus propias alforjas. Era una labor, esta, que había hecho cientos de veces con anterioridad y que no le llevó más de quince minutos.

Salió bien cargado y se dirigió hacia el salón de armas, santiguándose por el camino al pasar por delante de una cruz de madera noble.

Llegado al lugar, se apresuró a recoger las herramientas de guerra que tantas veces habían cabalgado con él, recogiendo así ballesta y maza.

Otra cosa bien distinta fue enfundarse el gambesón y ajustarse las hebillas delanteras. Cuando hubo cerrado cada uno de los cordones habían pasado ya otros treinta minutos y Hernando salió finalmente de la sala de armas sudando.

Ya estaba preparado para afrontar el camino.

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15/02/2018, 22:14
Director

Media hora después estábais los tres preparados en las cuadras. Cada uno de vosotros llevaba un zurrón con pertrechos para el viaje: comida que podría durar una semana, odres de agua, vino y aceite (para cocinar si se diera el caso) y ropajes para cambiarse (aunque ésto más bien era por cortesía de la hija de don Hernán). Además, un grandísimo fardo hacía atraía la vista de cualquiera: era la tienda de campaña para la hija del noble, por si hubiérais de acampar al raso cuando no encontrárais posada. Mientras los tres sacásteis a las bestias ya alforjadas de la cuadras hacia la calle, la joven Milagros aún no había aparecido. Estuvísteis en plena plaza de San Mateos con los "bártulos" preparados durante ese tiempo hasta el punto de pensar que todo aquello se cancelaría. ¿Que haría la pobre hija tanto tiempo arriba? Aún no había salido y rondaba ya cerca del mediodía la jornada...

Finalmente la joven hizo acto de presencia, junto con otra sirvienta que supísteis que la acompañaría (Dorotea, una joven de ojos grandes y de gran belleza). Tras ella apareció su padre. Vosotros aguardábais con su caballo, y el propio don Hernán ayudó a su hija a montar, mientras le tomaba de la mano una última vez.

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15/02/2018, 22:16
Hernán Pérez de Aldana

Éstos hombres te protegerán hasta Dueñas -alegó el noble-. No habréis de preocuparos: allí tendréis todo lo necesario. Id con Dios, hija mía.

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15/02/2018, 22:17
Milagros

Te diste cuenta de que la joven apenas miraba a su padre. En realidad todos los presentes (Julián, Gonsalves y Dorotea se dieron cuenta). Parecía malhumorada y el padre no insistió en sus palabras. Finalmente, con su venia y con una despedida poco efusiva, marchásteis con el saludo de Hernán, a quien dirigiste una última mirada y asentiste, al tiempo que él hizo lo mismo.

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15/02/2018, 22:17
Julián

Finalmente, bajando por la cuesta del Maestre, llegáteis a la parte baja de la ciudad y salísteis de la misma cruzando la muralla romana. Dirección norte, Salamanca.

Don Hernán me ha aconsejado la ruta a seguir. Recorrer la llanura hasta Plasencia, descansar allí y después atravesar las montañas de las Hurdes para cruzar a las tierras del Duero... -añadió Julian mientras salíais de Cáceres-.

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15/02/2018, 22:17
Director

Días después atravesásteis las llanuras del territorio. Aquello duró casi una semana, habiendoos alojado todos por cortesía de las monedas otorgadas a tu persona en un par de alojamientos a modo de posadas: una torre convertida en lugar de descanso para peregrinos de Guadalupe y una solitaria pero bien avenida granja con un edificio de dos pisos. Pronto llegaríais a Plasencia, pues ya habíais atravesado el río Almonte y los impresionantes parajes montañosos del centro de la comarca*.

Notas de juego

* Lo que actualmente es el parque natural de Monfragüe.
Haz una tirada de Empatía y Otra de Conocimiento de Área.

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16/02/2018, 11:44
Hernando de Castro

Hernando impuso una marcha constante y exigente durante esa semana. Al fin y al cabo, el esfuerzo lo hacían los caballos más que los jinetes, y no quería perder ni un solo día de camino antes de poner a la hija de Don Hernán Pérez a buen recaudo.

Por supuesto que los jinetes menos avezados también terminaban las jornadas con buenos dolores de espalda y de piernas, pero esas señoritas tendrían que adaptarse, y para los muchachos también era un buen entrenamiento y una experiencia de las que ayuda a hacerse hombre.

El silencio tan solo era roto por Gonsalves y Julián, que parecían tener un pozo sin fondo en sus lenguas. Las damiselas cuchicheaban de vez en cuando, pero de forma discreta.

Ahora habían pasado el rio Almonte y la zona más escarpa de esas tierras. Habían sido tres días bastante más exigentes que los anteriores para los caballos, pero muy hermosos en cambio para la vista de los hombres y mujeres de esa expedición.

Roquedos, encinares, bosques y matorrales conformaban el paisaje terrestre, de gran variedad de colores y olores, mientras que las bestias que poblaban ese lugar no quedaban atrás en belleza.

Hernando siempre había gustado de observar las aves de los cielos, amante como era él de las rutas de guardia y de la vigilancia de los caminos.

Hasta un minuto se atrevió a parar la marcha cuando pasaron al lado de una torre de avistamiento que había quedado en ruinas. Unas cigüeñas negras habían salido volando un poco antes de su llegada, y Hernando se paró un segundo para observar como esas grandes aves se unían en el cielo a otros pájaros de gran majestuosidad, como sin duda eran también las águilas reales, que anidaban en los muchos acantilados de ese lugar.

El grupo reemprendió la marcha, con la certeza de que pronto tendrían que encontrar un sendero que los llevara hasta Plasencia.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Intuyo que solo tengo 5 y 5 en las dos tiradas que voy a hacer. Intuyo también que... ¡debería de haberme preparado un poco el camino antes de salir!

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16/02/2018, 12:19
Director

En aquellas jornadas llevabas el peso de la comitiva: tres siervos, una personalidad y tú. Todos a caballos. Os cruzábais con peregrinos que bien iban al norte, a ver al Santo Apóstol de Santiago por el camino romano de la Plata o bien se dirigían al este, hacia Trujillo y luego al monasterio de Guadalupe. También arrieros, esportilleros y viajeros sin más eran el pan de cada día. Tras cinco jornadas de marcha (la cosa se retrasó un poco debido a que la joven Milagros no estaba acostumbrada a los viajes largos, imagínese vos si fuera andando) avístáteis a lo lejos la ciudad de Plasencia. Habías oído tiempo ha que aquella ciudad antaño habíase llamado Ambroz, o tal vez Ambracia; y que muchos de sus cimientos habíanse construido bajo un poblado árabe, o váyase usted a saber. Hacía dos años que rey Juan II de Castilla dio la ciudad a la familia de los Zúñigas, concediendo a Pedro de Zúñiga el título de conde de Plasencia (y que en tal nombramiento estuviste presente con tu señor don Hernando).

A la anochecida entrásteis en la ciudad por la puerta de Berrozanas, una entrada enclavada en la muralla y formada por dos torres redondas. No muy lejos, se elevaba también en la muralla la Torre Lucía, una torre en cuya parte superior se encendía antiguamente una hoguera por las noches, usándose como faro para los caminantes que se acercaban a la ciudad. Y aquellos os vino de perlas.

Lo importante ahora era encontrar un emplazamiento para dormir, que por suerte buen tiempo tuvísteis desde vuestra partida de Cáceres hacía ya más de una semana. Atravesásteis la plaza donde se encontraba la catedral, una gran construcción religiosa de gran proeza. Y en un par de callejones más allá vísteis la luz de dos candiles que mostraban una taberna con un piso superior. Recordabas de tu estancia en esta ciudad que aquel sitio podría ser de comodidad y lugar discreto.

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16/02/2018, 12:20
Gonsalves

¿Tendrá establos para nuestros caballos? -dijo Gonsalves-. No quiero dejar en manos de cualquier al bueno de Rúculo -decía refiriéndose a su montura-.

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16/02/2018, 12:21
Julián

Allí se ve, junto a la entrada, ¿veis el tejado rojizo? -señaló con el deo Julián mientras os acercábais-.

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16/02/2018, 12:21
Dorotea

Entonces la joven Dorotea arrimó su caballo al tuyo, estando ya casi a la altura de la posada. ¿Aquí habrá habitaciones libres? Mi señora Milagros necesita descansar en un lugar limpio y seco, y a ser posible... en solitario. ¿Supongo que lo sabéis, verdad? -por lo visto, tras la afrenta recibida, la joven noble había experimentado un miedo atroz a estar en presencia de desconcidos-.