Partida Rol por web

Con un rugido de rabia y pese a sentir el debilitador veneno de la araña por sus venas Parkoz alzó su guadaña y, furioso, la descargó sobre la cabeza de la monstruosa criatura.

Aún entre el humo y el caos reinante todos los aventureros pudieron ver como la enorme criatura pataleaba en un último estertor y finalmente se desplomaba de la pared sobre la que, hasta el momento, había permanecido atacando al grupo... El semiorco se alzaba triunfal sobre su oponente.

Pero no era el momento de detenerse a escuchar los aplausos del público. Aquello no era la arena de gladiadores sino una caverna en la que el fuego y el humo todavía amenazaban con asfixiar a los aventureros.

En medio del caos todavía quedaba un pasillo por el que, si se daban prisa, podrían alcanzar el túnel de huida...

Los prisioneros rescatados asomaron su cabeza por el túnel inicial, dispuestos a huir siguiendo a los héroes que les habían limpiado el camino. ¿Debilidad o simple cobardía?

El semiorco, con la adrenalina todavía a tope fruto del afortunado golpe, hizo gestos rápidos por la mano para que todos avanzasen.

El mismo reabrió el camino, y sólo cuando hubo avanzado unos metros y el humo quedó atrás, respiró de nuevo, profundamente, agradeciendo el aire limpio de humo aunque viciado.

Una vez que la araña que quedaba decidió morirse, Cristín salio de bajo el humo y siguió al semiorco. Apenas dió unos pasos fuera de la humeante cueva, decidió cuidar su salud.

Acercándose a Suilad le comentó - Amigo. Yo, eh... parece que otra de esas arañas me picó. Me siento un poco debil. Quizás podrías revisar un poco la herida? No tengo muchas fuerzas y temo que sea culpa de ese bicho. Puede ser que sea venenoso? -

Algo asustado por los efectos que ya notaba en su cuerpo y esperando la respuesta del clérigo, Cristín pensaba antes que nada en su propia seguridad. De hecho, ni se le pasó por la cabeza verificar si alguno de sus compañeros también había sido "herido".

Suilad apoyó momentáneamente la espada en el cuerpo de la araña antes de examinar la herida del mediano:

- Veamos que se puede hacer pequeñín... La verdad es que esto tiene mala pinta...

Con un gesto rápido sacó su daga y realizó una pequeña incisión en el brazo de Cristin. Después aplicó con igual celeridad un manojo de hierbas de su bolsa.

- Esto debería llegar. Si notas que te mareas avísanos, pero pienso que es cuestión de descansar para que te recuperes del veneno... Claro que para eso tendremos que salir de aquí.- dijo el clérigo recobrando su espada y siguiendo al enorme semiorco.

El semiorco se detuvo unos pasos por delante del grupo en el interior del túnel. Para su fortuna - y la de sus compañeros - la brisa que venía de delante empujaba el humo hacia atrás, por donde ellos habían llegado. ¡Brisa! ¡Eso quería decir que se aproximaban a una salida!

El semiorco se giró un poco hacia atrás, su rostro de calavera no mostró emoción alguna, aunque su voz se mostraba un atisvo de vergüenza por la debilidad...

- ¿Tienes más hierbajos de esos? -dijo señalando su brazo sangrante, donde se podían ver las claras marcas de la picadura de la araña.

- Si descansar... que agradable. No solo será útil. Lo voy a disfrutar - tras la seguidilla de encuentros y combates que les había deparado el día, el pícaro no veía la hora de poder hacerlo.

Momentáneamente más tranquilo, Cristin aprovechó el tiempo que el clérigo usaba para curar al semiorco. Sin alejarse de la luz que la guadaña del enorme ser, observó con cuidado su entorno.

- Parece que estamos cerca de la salida - sentenció, como si hubiera sido merito suyo. - Espero que no nos encontremos más sorpresas... y que la salida esté libre -

Encabezando el grupo, pero sin alejarse, Cristín usó sus aguzados sentidos, prácticos en la búsqueda de trampas, para asegurarse que nada, ni nadie, se interpusiera entre el grupo y la salida. Aunque después de que aparecieron esos guardias no me extrañaría que nos esten esperando... nuevamente

Mientras el mediano se alejaba un poco del grupo Suilad revisó la herida del semiorco:

- No deberías avergonzarte. Haron estará orgulloso de ti y de tu forma de luchar.

Ante la paciente cura del clérigo el semiorco notó como poco a poco su cuerpo iba luchando contra los efectos del veneno...

Cristin se aproximó cauteloso hacia lo que parecía el final del túnel. En esta zona la caverna ya no parecía tan natural, sino que parecía trabajada por la mano del hombre. Ante este descubrimiento los sentidos del mediano se dispararon: donde la mano del hombre hace escaleras también puede hacer trampas.

Al fondo del túnel se filtraba la pálida luz de la luna ¡una trampilla de metal conducía al exterior! Cristin rebuscó con la escasa luz y tanteo el suelo... Todo parecía correcto, ninguna amenaza... Aguzó el oído... No pareció escuchar nada cerca...

Mientras Suilad curaba a sus compañeros, Elías aprovechó para sacar dos flechas del cuerpo de una de las arañas más pequeñas que anteriormente había abatido. A la vez gritó a los prisioneros: -¡Vamos, seguid avanzando, está despejado!.

Cuando terminó de extraer esas dos flechas, corrió para seguir al grupo cerrando la marcha.

La mampostería que adornaba las, hasta ahora, naturales paredes de la cueva alertó inmediatamente al mediano. - Un momento - les susurró a sus compañeros mientras intentaba calibrar la situación.

Tras una mirada al exterior para ver que nadie los estuviera esperando, se desentendió de lo que pudieran hacer sus compañeros mientras sus dedos palpaban las paredes y sus ojos recorrían las piedras una a una, con cuidado, con paciencia, utilizando toda la experiencia de sus años recorriendo las cloacas para asegurarse que ninguna trampa les impidiera la salida.

Deja que vaya yo, es posible que sea peligroso-Dijo el enano seguramente habremos ido a parar a los muelles

- Espera un momento. Puede haber trampas - le susurró el mediano al enano mientras seguía su afanosa búsqueda. - En cuanto revise te cedo el lugar - le aclaró, sin dudar ni un momento.

Si había problemas su lugar no estaba al frente, sino escondido en las sombras e intentando ayudar con sus métodos, quizás no muy leales, pero no por ello menos efectivos.

Mientras hablaba con el impetuoso enano Cristin echó un vistazo por la rejilla hacia el exterior... Había luz. De antorchas. ¡Y se movía! ¿Les esperaban al otro lado de la rejilla o quizás era solo un paseante casual en la noche? El mediano observó la escalera de nuevo... Para poder echar una ojeada al exterior era necesario subir por ella. Aparentemente no había trampas, pero la situación no permitía buscar con tanta calma como para asegurarse totalmente...

Los aventureros esperaban inquietos a la entrada del pozo mientras el mediano intentaba atisbar desde las sombras hacia la reja del exterior.

El mediano terminó su primer búsqueda sin animarse a subir por la escalera. Girándose hacia sus compañeros, bajó el tono de voz, demostrando que temía que "alguien" lo pudiera escuchar. - Aquí abajo no hay trampas ni nada peligroso. Pero arriba... - la pausa fue, por lo menos, teatral, buscando atraer la mayor atención sobre si. - ... arriba hay alguien. Vi luz. y se movía. Parecen antorchas -

Tras una pausa adicional continuó - Hay una rejilla que no creo que pueda mover. Y menos debil como me siento, pero si les parece antes de que intenten abrirla verifico que no sea peligroso -

Tras sus palabras el mediano ascendió, lentamente y en silencio, por las escaleras. Su cuerpo, instintivamente, buscaba las sombras y sus ojos taladraban el lugar buscando algún disparador que pudiera activar algo que pudiera ser peligroso.

Sin perder la caama, trató de verificar si podía dejar que sus compañeros abriesen la rejilla sin peligro, así como tratar de hacerse un cuadro de la situación, antes de descender y ubicarse a la retaguardia del grupo.

Cristin ascendió por la escalera aprovechando las sombras que le concedía el oscuro túnel donde se encontraban. Era evidente que la zona carecía de trampas defensivas. Alcanzado el borde de la reja comprobó también que no había cerrojo alguno que interfiriese en la apertura de la reja, o más bien en su levantamiento, puesto que era una simple reja de acero de las que habitualmente cubren las entradas a fosos y alcantarillas en las ciudades.

Oyó como pifiaba un caballo y el inconfundible repique de unos cascos inquietos contra el suelo. También se escuchaba el susurro inconfundible de las armaduras cuando un grupo de soldados esperan inquietos. Desde donde estaba podía atisbar tan solo levemente el exterior. No veía al jinete pero si a un grupo de figuras que aguardaban junto a una muralla. Una muralla: estaban en el exterior de la ciudad entonces.

Las figuras, quizás media docena, difícil decirlo con la oscuridad, pertenecían a un grupo de hombres vestidos con armaduras completas. En su pecho y en sus enormes escudos se vislumbraba el símbolo de los Caballeros de Predemia: un dragón dorado rampante sobre un fondo de lys. ¿Qué hacían allí? ¿Aguardarlos? ¿Acecharlos? Era difícil saberlo ya que los semblantes de los caballeros permanecían en las sombras. De cualquier modo sería complicado abrir la trampilla sin ser vistos. ¿Complicado? Más bien imposible.

Con tanto cuidado como había subido, el mediano descendió con sus compañeros. Con la seriedad que ameritaba la situación les explicó lo que había descubierto

- Bien, lo bueno es que no hay trampas y tampoco cerrojos. Lo malo es que resultará imposible salir sin que nos vean. Supongo que alguno de los forzudos podrá levantar la reja sin problemas. -

Tras una pausa para poner en orden sus ideas continuó - La salida da al exterior de la ciudad. Eso es bueno. Lo malo es que parece que nos esperan. Por lo menos un jinete y unos cuantos soldados. Por lo menos vi seis. No se si para apoyarnos o para atacarnos, aunque sospecho esto ultimo - mientras meneaba la cabeza, ante su sospechas trató de dar aún más información - El jinete no lo vi, solo lo oí, pero los soldados están bien armados. Armaduras completas y escudos con un motivo de un dragon dorado. Supongo que son los guardias de Prendemia y, no se porqué, supongo que no están allí para ayudarnos -

Su misión estaba complida. Había investigado. Ahora solo quedaba ponerse a cubierto mientras los combatientes hacían su tarea y dedicarse a ayudar en la forma en que mejor sabía. protegiendose el pellejo en la oscuridad e utilizando su destreza para atacar, rapido y seguro donde no lo esperaban. Aunque había otra opción:

- Dado que nos esperan... no nos convendría volver a la ciudad e ir a buscar al maldito gnomo que, parece, nos traicionó? Quizás sea más seguro movernos donde no nos esperan -

-¿Escudos con motivo de dragón dorado? ¿Sobre Flor de Lys? ¡Ese es nuestro emblema! ¡Los Caballeros de Predemia! ¡Tienen que estar aquí para ayudarnos!- dijo en un susurro uno de los cautivos rescatados.