Partida Rol por web

En la más absoluta oscuridad es muy fácil perderse. Estoy algo desorientado y por un momento la claustrofobia me quita el aire. Pero soy un sobreviviente, lo he sido siempre, recupero el aire un momento apoyado en una pared invisible. La pierna me late con fuerza, parece que va a explotar. En ese momento noto unas llamas, están algo alejadas pero las veo claras. En un lugar cerrado como este asfixiarse por el humo es un peligro real, sin embargo debe estar saliendo por algún lugar y esa puede ser mi puerta de salida.

Chequeo el arma en la cintura y me pego el suelo con todo el cuerpo y me arrastro lenta y silenciosamente hacia el destello, mi única referencia fuera de la oscuridad.

Te acercas sigilosamente al fuego, ocultando tu presencia y tus movimientos. Poco a poco comienzas a discernir a dos personas que, sentadas en el suelo, se calientan las manos y algún tipo de alimento con la llama. Conforme reduces la distancia te percatas de que son dos hombres de aspecto desaliñado, frondosas barbas y abrigos sucios y estropeados.

Observo a los dos hombres un largo momento, dudando. Floro me advirtió sobre el tipo de gentes que pedo encontrar en estos túneles. Mendigos, linyeras, pero también dementes y asesinos. Desde mi lugar no pedo saber de qué tipo de personas se trata, pero una vida sufriendo prejuicios me ha enseñado a no hacerlo yo. Entre los pobres no nos mostramos los dientes, al menos no desde el principio.

Llevo mi pistola .38 en la cintura, delante, la desplazo hacia la espalda y la tapo con la remera antes de ponerme de pie y acercarme a los hombres arrastrando la pierna que me duele mucho, pero exagero más aún mi renguera.

- Buenas! No se asusten. Estoy algo perdido – Muestro una media sonrisa y la mirada pícara de quien conoce la calle, el delito y la cárcel, en busca de complicidad.

Nacer se paró cuando era evidente que estaban a pocos metros de la procedencia de los llantos. Volvió a echar mano a su pequeña navaja, la sacó del bolsillo y miró a su compañero. Luego se dio cuenta que estaban en una situación más que particular, seguramente más allá hubiese alguien que necesitase su ayuda.. pero cualquier imprudencia les podía costar caro. Al fin y al cabo... algo muy diferente los había llevado hasta allí. 

Nacer tomó la delantera, guardando la navaja en su mano, sin que estuviese excesivamente a la vista... y se dirigió hacia los llantos con cuidado.

En cuanto escucho la voz siento la urgencia de correr hacia ella, pero hago caso de lo que dice y me detengo.
-Estoy bien -respondo tratando de templar mis nervios-. Por favor, dese prisa...

Tus palabras provocan que ambos hombres te busquen con la mirada al instante, sobresaltados. El más joven de los dos, completamente calvo, se levanta y coge un gran machete oxidado del suelo.

No des un paso más ¿quien eres y de donde has salido?-te pregunta amenazadoramente.

El otro hombre, de avanzada edad, también se incorpora y coloca su mano sobre el hombro de su compañero -Tranquilizate, puede ser solo un hombre que se ha perdido. Tal vez pueda contarnos que ha ocurrido allí arriba.

Poco a poco la luz se acerca pero, aún a unos metros, no consigues ver quien lleva la linterna. Evitas mirar directamente la luz cuando esta se encuentra a poca distancia para no quedar cegada mientras escuchas las pisadas del hombre que se acerca. Sientes como una mano te toca el hombro con cuidado mientras la linterna os ilumina.

No tienes buen aspecto ¿seguro que estás bien? Mi nombre es Rob-se presenta el joven, un chico rubio y atractivo con la ropa sucia con los desechos que inundan el túnel.

La luz del mechero aleja la oscuridad conforme os acercáis al sonido hasta que, finalmente, lográis ver su fuente.

Un niño de seis o siete años llora acurrucado sobre el pecho de su madre, que se encuentra tumbada en el suelo bocarriba. Su mano acaricia el pelo del chico mientras este continúa llorando. Las piernas de la mujer no son visibles bajo la montaña de rocas y techo caído que las aplastan y que impiden el paso por dicho túnel.

Parece que no os han visto.

- Tranquilo, amigo – Digo al hombre más joven – Como bien dice tu compañero no soy más que un tipo extraviado. He conocido hace poco estos túneles y los estaba usando para volver a casa después de unos trabajitos que hago en el centro comercial, trabajitos que necesitan una salida discreta – digo con una sonrisa pícara, tratando de despertar complicidad en los hombres.

- Sobre lo que ha sucedido arriba no tengo la menor idea, esperaba que ustedes me aviven. Estoy en problemas, casi no puedo caminar y estoy a punto de caer de hambre – Digo, mirando con deseo la comida de los hombres. A pesar del tono amistoso que trato de lograr en la charla, me mantengo sin dar un paso más como me sugirió el hombre del machete y estoy atento por si necesito sacar el arma. Es muy común que un maleante te trate amistosamente primero y cuando ha ganado tu confianza se aproveche de ti.

Agradezco tanto la visión de otro ser humano que a punto estoy de lanzarme a abrazarlo. Pero consigo contenerme y en su lugar sorbo por la nariz y me restriego las lágrimas.
-Estoy bien. Sólo me duele un poco en... todo el cuerpo -fuerzo una sonrisa-. Qué ha pasado? Vi una luz y luego todo se vino abajo -explico un tanto titubeante mientras avanzo hasta ponerme a su lado-. Me llamo Gene... Gen -me corrijo. Nunca me ha gustado mi nombre; demasiado largo-. Sabes cómo salir de aquí?

El anciano se acerca al hombre del machete y le susurra algo en el oído. El otro asiente y se vuelve a sentar entorno al fuego.

Acércate y siéntate, llevamos un tiempo sin saber nada de la situación de allí arriba. No solemos ser tan hospitalarios pero, por tu pierna, no puedes ser un policía o alguien del estado-te invita el viejo, explicándose-aquí la mayoría somos personas que no hacen buenas migas con los uniformados.

La escena era desoladora. Aquella madre perdiendo la vida y su hijo viendo como ocurría, sintiendo como su madre lo dejaba solo, completamente solo en aquél desastre de mundo que se les venía encima. Nacer no era una persona excesivamente sentimental, ni se había destacado en su ayuda a los demás.. pero estaba claro que no podían dejar aquello tal cuál y hacer como si no viesen nada... así que se acercó, despacio, tratando de que se percatasen de su presencia y de que iban a ayudar.

Una vez cerca del niño y de la madre la miró a ella, para ver el estado real en el que se encontraba... y si podía sacarla de debajo de aquellos escombros.

- Tranquila.. te ayudaremos. - fue lo único que le salió decir. 

-Bueno, ya tenemos algo en común – Digo ante el último comentario de mis anfitriones. Me siento apoyando la espalda, y el arma, contra la pared, ya no intento ocultarla pero tampoco la exhibo, a esta altura hasta quizás es mejor que sepan que la llevo.

- Gracias por invitarme a tomar asiento. He quedado atrapado y salvé la vida de casualidad. Ahora confieso que estoy algo perdido, por cierto, me llaman Rapaz.

Viktor dio una serie de pasos cortos hasta acercarse a la escena, aquello era jodido...algo feo de conojes, un marrón de los que te marcan de por vida.-Ven aqui, pequeño.- Le dijo al chico con la mayor imparcialidad posible, pero evidenció su pánico por la tremenda mierda que se cernía sobre ellos

El chico parece inquieto ante tus preguntas pero no duda en responder -Parece que la ciudad ha sufrido algún tipo de ataque. Yo tuve suerte, estaba en los túneles cuando todo ocurrió y pude evitar los daños, aunque las paredes a mi alrededor temblaban y casi se me cae una tonelada de cascotes sobre la cabeza. Me imagino que para salir de aquí debemos ascender por algún lado hacia la superficie aunque temo que no conozco el lugar. Por cierto, bonito nombre -termina mostrándote una sonrisa.

Los ojos de la mujer se dirigen hacia vosotros mientras el crío da un salto, asustado, incorporándose y quedándose de pie frente a vosotros, completamente inmóvil. Su pelo moreno está cubierto en algunas zonas con manchas de sangre, al igual que una de sus mejillas, mientras que su rostro está pálido.

La mujer se moja los labios y trata de hablar, articulando al principio palabras en un tono demasiado bajo que, poco a poco y con esfuerzo, aumentan hasta que todos sois capaces de escucharla.

Michael, Michael, no te preocupes, estos hombres van a ayudarte, te van a llevar con papa -le dice al crío, que se gira para mirar a su madre y vuelve a sollozar.

Ibamos a tomar el metro cuando comenzaron las explosiones y huimos por los túneles. Tuvimos suerte y Michael está a salvo. Venid, acercaos -os pide la mujer con un gesto de su mano libre, pidiéndoos que os agachéis junto a ella -soy enfermera en un hospital de la zona y se que estoy jodida. No se siquiera como sigo viva, seguramente por por pura suerte una roca ha impedido que me desangre pero es imposible que salga de aquí -os informa con ojos llorosos pero llenos de determinación -tenéis que llevaros a mi hijo y cuidar de él, por favor, os lo suplico. Su padre tal vez ha sobrevivido, trabaja en los muelles. Su nombre es Charles Blackwater. Si podéis encontrarlo...

El hombre del machete te cede algún tipo de carne que calienta sobre el fuego -Toma esto, es güeno pal cuerpo Rapaz. Los que vivimos en los túneles tenemos que arrejuntar el hombro porque los picoletos y los trajeados nos quieren a tos muertos y eso no pue ser -te comenta el hombre con camadería, cambiando su actitud de forma radical en solo unos segundos -te juro por mi mae que como encuentre un poli en nuestra casa le rajo el cuello aquí mismo con mi amiga -amenaza llevando su mano al machete.

Nacer asimiló todo aquello de forma rápida... aunque no muy convencido. Estaba claro que no iba a dejar tirado a aquél chaval, pero también él tenía mucha mierda encima como para andar buscando a su padre...cuando aún no había dado con los suyos propios. 

Sabía lo que tenía que hacer, cualquiera que no fuese un hijo de puta sádico lo haría... pero miro a su compañero, buscando que fuese este el que dijese las palabras mágicas y los metiera en un marrón más. 

Mientras su mente divagaba con lo evidente... a su vez no dejaba de pensar en el sufrimiento de aquella mujer, y si realmente no había nada que pudiesen hacer por ella.