Partida Rol por web

Seguimos los pasos de Lao, mientras Viktor parece ir elucubrando algún plan que satisfaga su propia venganza. Sólo espero que no se trate de una venganza autodestructiva que acabe con todos nosotros enterrados.

En cualquier caso, vivir en aquél agujero es vivir de forma constante al filo de la navaja, *mi puta navaja. Aún la tiene ese tal Carlos.

Miro a Viktor y veo ese brillo en los ojos que sólo poseen los que se ven cerca de un ansiado objetivo. Sin duda si está soportando ese ritmo en su estado actual, es por ese motivo.

- No aflojes cuáte - le digo a Lao, dando por bueno su ritmo - te seguimos bien.

Nacer permanecía en silencio y caminaba junto a la joven, que a la postre era la única persona en la que confiaba de todo aquel grupo. Parecía estar observandolo todo...y se limitaba a seguir al tal Arnold.

En un momento dado se acercó un poco más a la joven y dibujó una media sonrisa.

- Todo irá bien - le dijo casi en un susurro.

Las palabras del hombre desarmado parecen hacer mella en el joven de tatuajes. Poco a poco baja su arma y cuchichea algo al oído del hombre de la papada.

Venga, de pie -dice finalmente el más mayor de la pareja armada -decís que os persiguen ¿quienes son? Venga, antes de que os pillen...

Unos tipos armados, unos colgados yonkis de un campamento cercano. Nos encerraron e iban a matarnos -contesta Kaleb mientras urge al niño y a Geneviene a que corran hacia la pareja...

Pese a la cojera de Viktor camináis a buen ritmo, tratando de alcanzar a los reos huidos y a los hombres que ha mandado el Jefazo en su búsqueda. La linterna de Lao os guía hasta que encontráis un rastro de sangre que se pierde en una esquina. Armados y precavidos os acercáis para ver el cuerpo sin vida de Raymond. Al parecer el hombre ha recibido un disparo en la pierna derecha que le ha reventado la rodilla, tiene contusiones en el rostro y le han partido el cuello.

No muy lejos escucháis el retumbar de disparos, un intercambio intenso que resuena entre los túneles.

La joven y el chico se ponen a vuestro lado y el tipo de la chaqueta roja camina tras ellos, cubriéndoles. Una luz le enfoca desde detrás y podéis ver como su cuerpo se retuerce, impulsado por una fuerza extraña, un fogonazo sonoro que enmudece cualquier otro sonido.

El cuerpo de Kaleb, quebrado por unos disparos traicioneros, cae hacia delante, regando el suelo con la sangre que emerge lentamente de su pecho.

La pareja armada devuelve una lluvia de fuego a un enemigo invisible y se parapeta en un par de recovecos del oscuro túnel, dejándoos a Jack, Genevieve y al crío tras su espalda.

Camináis tras Arnold, guiados por su linterna, por la boca del túnel que sale del campamento. No tardáis demasiado en escuchas el retumbar de los disparos, clara señal de que los hombres que envió El Jefazo en primer lugar han localizado a su presa. Sin embargo la tormenta de disparos se mantiene a intervalos, un intercambio extraño teniendo en cuenta que vuestros enemigos solo contaban con una pistola de un solo cargador...

Nacer continúa siempre en la retaguardia. Su intención no es otra que la de pasar desapercibido y esperar el momento adecuado. 

De repente se escuchan unos disparos, parece que no muy lejos de allí. Miro a mis compañeros de grupo y, sobretodo, al tal Arnold. Esta claro que hay algo que no cuadra, dada la cantidad de disparos que oímos.

- ¿ No tenían sólo un arma ? - pregunta con serenidad

Respiro nuevamente al ver que mis palabras ayudan a tranquilizar las aguas. Le guiño el ojo al niño, ensayando una pesima sonrisa. No se me da bien los niños, pero en una situación así, quizás ayude algo.

-¡ABAJO!- grito cuando una luz nos ilumina desde atrás, pero es muy tarde, el hombre que estaba protegiendo a los jóvenes cae abatido, sin poder siquiera decir una misera palabra. Las balas de mis guías iluminan el túnel y el estruendo acalla cualquier otro sonido. Como puedo agarro a los dos jóvenes y trato de ponerlos detrás de cualquier obstáculo que juzgue que sea lo suficientemente fuerte para aguantar una balacera-. NO SE MUEVAN DE AQUÍ- traté de recordar el camino para ir al campamento, mientras intentaba volver hacia donde estaba el tipo de pelo largo, quería ponerlo también a cubierto, para verificar luego su pulso y buscar algún arma. Claro que era mas fácil decirlo que hacerlo, las balas volaban de un lado a otro.

El retumbar de un enfrentamiento a los tiros se puede escuchar en algún lugar de aquel laberinto. Pero algo parece no andar ben, ya me sonaba algo rara la situación cuando el yonkie nos hace notar cual es el problema. Demasiados disparos para tan pocas armas.

Miro a Arnold, muy serio - Creo que si hay alguien más de quien debamos preocuparnos aquí abajo, es un buen momento para que cantes.

Le dediqué a Nacer una sonrisa un tanto apagada y nerviosa cuando me dio ánimos. Podía ser un colgado pero, por lo menos, no parecía mal chico.

—Eso espero.

Caminábamos por los túneles en silencio, siguiendo el haz de luz que portaba el matón que nos había endosado el Jefazo hasta que, oímos el sonido de disparos... de muchos disparos para mi gusto. Eso sólo podía significar que ahí abajo había algo más que unos pocos desgraciados huidos con un arma. Y parecía que no era sólo cosa mía pues las preguntas y comentarios de mis compañeros habían puesto voz a mis preguntas mentales.

Disimuladamente, me acerqué a Rapaz por si, llegado el momento y la cosa se ponía más fea, le tenía que pasar la pistola. Seguro que él sabría que hacer con ella mucho mejor que yo. Mientras tanto esperé que el tal Arnold nos diera algún tipo de explicación.

Arnold parecía realmente incómodo ante la situación. Se suponía que era solo una persecución de unos presos armados con una pistola con un único cargador. Sin embargo el estruendo de las balas refleja una realidad bien distinta, algo más parecido a una batalla.

Cerrad el pico y seguidme -os increpa el hombre armado mientras aumenta el ritmo para alcanzar la zona de donde provienen los disparos.

Tras correr un par de minutos, doblando esquinas, esquivando escombros que cubren el suelo y rodeando zonas anegadas por agua, llegáis al lugar donde se encuentran Ka y Susan, parapetados y cubiertos tras una columna agujereada y una pared de escombros derruida. La pareja de los yonkis armados se cubre mientras lanza salvas de disparos a un enemigo invisible, ocultos por la oscuridad del túnel.

Geneviene y el niño se lanzan por el túnel buscando esquivar el fatídico final que ha experimentado el hombre de la gabardina roja. Jack trata de llegar al caído pero la lluvia de disparos le impide avanzar sin recibir una bala. 

Sus compañeros, los hombres armados que le escoltaban, se parapetan tras una serie de escombros y columnas semiderruidas, tratando de eliminar o, al menos, contener a su enemigo, que se oculta en las sombras al otro lado del túnel. Tras un par de minutos de fogonazos y disparos a un ritmo intermitente, acompañados por los gritos de dolor de desconocidos, escucháis como los enemigos aumentan el número de salvas que os lanzan, como si nuevas némesis se hubieran sumado al combate.

El combate en las profundidades del túnel es lento y sumamente complejo. La oscuridad solo se ve interrumpida con los fogonazos de las armas, que alertan al enemigo de la oposición a la par que lanzan ráfagas de muerte. El eco de los disparos en los túneles os impide saber si los autores son amigos o enemigos. Ni siquiera sois capaces de saber si tenéis a alguien al lado, si hay heridos o incluso muertos. Caos es el adjetivo más adecuado para definir la refiega.

Todo termina con un fogonazo, una explosión que os ciega y os deja completamente sordos. Una lluvia de escombros y polvo cae sobre vuestras cabezas y espaldas, enterrando parcialmente vuestros cuerpos y zanjando con brusquedad el conflicto. 

En vuestros sentidos solo queda oscuridad y un estridente pitido que os aturde. Parece que alguien ha querido acabar el conflicto con algún tipo de explosivo o que alguna bala ha acertado en algún producto inflamable. No sabéis quién ha muerto o si solo seguís vivos vosotros...

No podía hacer mucho, las balas picaban a escasos centímetros de mí y era cuestión de tiempo que una me diera si trataba de hacer el héroe. Cuando más gente empezó a dispararnos me dije a mi mismo que de esa no salíamos. Si tuviera un arma quizás pudiera hacer algo, pero desarmado como estaba apenas podía usar mi cuerpo de escudo para los niños.

-Tenemos que...- no pude terminar la frase, una explosión me aplastó contra la pared mientras miles de guijarros me golpearon por todos lados. No sé si me desmayé o el golpe me desorientó, no escuchaba nada mas allá de una pitido incesante. Creo que he quedado sordo. El polvo en el aire me impide respirar y siento la apremiante necesidad de respirar aire fresco-. ¿Es...Están bien?- me cuesta hablar y el no ver nada hace que me pregunte si no estoy muerto-. Sigan mi voz...- podrían estar inconscientes o muertos. Para no pensar en esa posibilidad, trato de ubicarme, necesito saber la dirección en la que iba para poder escapar de esos hijos de puta que nos acribillaron.

Tus compañeros de equipo te dejan atrás para acercarse con las linternas e investigar el cuerpo caído de Raymond. Los haces de luz desvelan que no son los únicos muertos. Más adelante veis los cuerpos de los hombres del Jefazo aunque tu, dado el estado en que te encuentras, estás demasiado lejos para ver lo que les ha ocurrido.

Tus acompañantes se ponen en alerta y alzan sus armas, buscando a vuestro enemigo con las linternas. Sin embargo el militar, que estaba al acecho en una esquina, oculto entre las sombras, no les da oportunidad de defenderse. Haciendo uso de un rifle, seguramente de los fallecidos, dispara contra Lao y César. Las balas aciertan directamente en sus cuerpos, que caen al suelo de los túneles . Su sangre y vida se derrama y se mezcla con los charcos de agua sucia de los viejos subterráneos.

El militar no parece tener linterna alguna pero escuchas como se acerca a los cuerpos lentamente. Parece que no ha notado tu presencia.

En cuanto empiezan los disparos me acurruco detrás de la cobertura más cercana, con la cabeza entre las rodillas y las manos protegiéndome los oídos. Cierro los ojos y aprieto los párpados, intentando alejarme de lo que está ocurriendo.
No soy consciente de la explosión. Tan sólo siento un fortísimo empujón que me tira al suelo, y un instante después el polvo y los pequeños guijarros que caen sobre mi espalda. El pitido en los oídos me impide escuchar nada. No sé si todavía hay gente a mí alrededor, si siguen vivos o si estoy sola, y me da miedo incluso extender la mano para palpar la oscuridad.

Cuando dimos con los yonkis, las balas comenzaron a silbar por todas partes. No tenía ni idea si nos disparaban a nosotros, si se disparaban entre ellos o había aún más gente en aquellos túneles. Fuera como fuese, prefería no tener ni idea y, a pesar de ser yo la portadora del arma, no hice ademán alguno de usarla. Me quedé agazapada, escondida tras una roca que me servía de parapeto, encogida sobre mí misma para hacerme más pequeña. Y de pronto... la explosión.

El sonido fue tan atronador que mis oídos quedaron tan afectados que apenas era capaz de escuchar con claridad. Vi piedras y cascotes cayendo, golpeando todo lo que se interponía en su camino. Instintivamente me coloqué en posición fetal, cubriendo mi cabeza con mis manos, intentando minimizar los posibles daños. Sentí como algunas piedras me golpeaban pero no me moví.

Cuando todo pasó, creí escuchar una voz. Intenté incorporarme sintiendo todo el cuerpo dolorido, tosiendo sin parar por el polvo que se había levantado y con un molesto pitido en mis oídos. Forcé la vista intentando ver el lugar de procedencia de la voz y, entre la polvareda, me pareció ver que se movía alguien. No tenía ni idea si era amigo o enemigo, no sabía dónde se encontraban los que me acompañaban, no sabía nada... Bueno sí, que quería salir de aquellos túneles de una vez por todas.

Seguí la voz, esquivando piedras, y cuando llegué a su altura, temblando por el susto y el no saber si estaba yendo directa hacia uno de los matones de El Jefazo, me di cuenta que su cara me resultaba familiar.

—Señor... —Hice un esfuerzo por recordar el nombre—. Señor... Warsong, ¿es usted?

La total oscuridad que reina en los túneles os impide ver lo ocurrido en los túneles, las víctimas y supervivientes de la explosión. Solo un par de voces se atreven a romper el silencio impuesto por la defragación. Una pequeña luz brilla muy cerca de vosotros, alumbrando el rostro de un crío, Michael, que se alumbra a si mismo con una linterna que ha debido conseguir en algún momento.

El niño, con lágrimas en los ojos, mira hacia delante sin ver, distrayéndose con la linterna. No trata de buscar a nadie más que a si mismo, guardando un mudo silencio.

-¡Connor!- me alegraba mucho el ver una cara familiar, aunque las circunstancias era muy malas. No podía verla con la oscuridad que había y si tuviera una luz tampoco la vería bien con el polvo que hay en el aire-. Mantente agachada- el niño tenia una linterna, su rostro era una mascara de angustia y temor, me acerque a él tomándolo de la mano-. Tranquilo muchacho, saldremos de aquí- la otra joven parecía estar en estado de shock, así que aferré su mano y la hice incorporar. No podíamos quedarnos allí, quien sea que haya lanzado esa bomba o lo que fuera no tardaría en ir a ver que había atrapado.