Partida Rol por web

Bajo la cabeza, apesadumbrado, las sospechas de que algo terrible ha ocurrido arriba me tiene desolado.

La angustia de pensar en mi familia sobrepasa todos mis sentimientos.

- Oigan, amigos. No puedo esperar realmente. Tienen que ayudarme, por favor. – Estoy al borde de las lágrimas. – Mi mujer y mi hijo pequeño están allí arriba, pueden necesitarme. Este es el lugar donde ustedes viven, deben conocer algún camino para subir. Aunque sea peligroso, no me importa. Yo me las arreglaré sólo, necesito que me ayuden a subir. – Toda mi esperanza está puesta en esos hombres. Ya no puedo esconderme en los túneles. Tengo que saber cómo está mi familia.

Si quieres suicidarte eres libre pero ninguno de mis chicos va a acompañarte-te responde una voz a tu espalda. Lentamente y con tranquilidad se te acerca un hombre de pelo castaño rizado y bigote. En su cinturón guarda una pistola y un cuchillo, manchado de sangre reciente, mientras lleva un par de bolsas llenas de comida. Tras él otros dos hombres lo acompañan cargando a su vez más bolsas.

Allí arriba todo se ha ido a la mierda. Casi nos pillan las bombas -dice pasando a tu lado.

Rob asiente con la cabeza y se lleva una mano a la espalda mientras te habla, también en susurros -No te preocupes, vengo preparado para posibles amenazas -cuando la mano vuelve lleva entre sus dedos una pistola automática de aspecto inmaculado.

El niño os sigue sin quejarse pero su respiración rápida y sus pasos que resuenan sobre los charcos del suelo os pesan como una losa.

¿Por donde vamos?-pregunta dándole la mano a Viktor.

Al ver la pistola se me eriza el vello de la nuca. Ha sido Rob quien ha matado al vigilante? Qué hace si no un chico normal con un arma automática?
Me estoy volviendo paranoica?
Tal vez, pero no me fío.
-Cómo la has conseguido? -sin querer mi mirada se desvía hacia el cadáver, después a la pistola y por fin a los ojos de Rob, al tiempo que trago saliva.
Intentando que no se dé cuenta alzo levemente la linterna. Si hace ademán de disparar le enfocaré directamente a la cara para cegarlo.

Viktor respiraba intentando mantener la calma y de cuando en cuando echaba el ojo por encima del hombro a Nácer con cierto nerviosismo en la mirada, pese a lo escabroso de la situación viktor intentaba mantener la calma.

Eh.-el sonido de cascotes en la distancia lo distrajo un instante de las palabras del chico.-estamos en el cruce de Marygold y Vernon Square*.-Le mintió al chico diciendo el nombre de dos estaciones cercanas al lugar donde ellos habían entrado.

Sabía que la gasolina del mechero no era infinita y que necesitaban encontrar una salida cuanto antes, así que alzó el mechero para poder ver carteles o guías en paredes y techo que lo guiasen hacia la ansiada luz solar o la devastación de las bombas que habían caído...o lo que viktor creyó que eran bombas.-Oye Nácer, mira si ves una salida o un cartel que indique uno...Michael tiene que ir con papá cuanto antes.

La llegada del hombre me sorprende, anda con otros dos de chaperones y parece que han estado de cacería, afuera.

A pesar del dolor en la pierna, que se ha intensificado un poco al enfriarse mientras estuve sentado, me pongo de pie para saludar al jefazo. Cuando no hay reglas ni instituciones el respeto es lo único que legitima al líder y no pienso ser yo quien lo discuta.

- Buenas, sus hombres me hablaban de usted. – Bajo la cabeza con humildad – Le decía a ellos que aunque subir es una locura en este momento, no sé nada de mi familia. Necesito averiguar si están bien. Si la cosa está tan mal como cuentan volvería de inmediato aquí, con ellos. Con su permiso, claro.

La linea del metro era una gran red de túneles que comunicaba casi toda la metrópolis de Vega. Kilómetros y kilómetros se extendían tras décadas de obras y reformas, dando lugar a una extensa red que se comunicaba con la superficie gracias a las numerosas estaciones.

Una de ellas fue la que usasteis para cobijaros cuando comenzaron a caer las primeras bombas. Las explosiones os acompañaban haciendo temblar la tierra mientras bajabais apresuradamente las escaleras, buscando el resguardo de un techo que parecía estar a punto de quebrarse por las constantes sacudidas. La parada del metro estaba repleta de ciudadanos asustados que se preguntaban a voces sobre lo que estaba ocurriendo o guardaban silencio mientras miraban fijamente el techo y el polvo que se desprendía de este.

Unos pocos, no más de diez, decidisteis, tal vez por miedo, puede que por intuición o por simple suerte, bajar a las vías y ocultaros en una zona menos accesible. Iluminados por vuestros móviles de última tecnología comenzasteis a caminar, recorriendo un oscuro túnel cuyo aspecto era mucho más tétrico que el de la estación, la cara oculta del metro. Andábais mirando al frente, sin fijaros en aquellos que os acompañaban, con el único objetivo de sobrevivir al desastre. Un estruendo os encogió el corazón tras avanzar menos de cinco minutos, un sonido estremecedor que provenía de la estación que habíais dejado atrás. Tras el ruido se abalanzó contra vosotros una gran nube de polvo impulsada por un aire antinatural, demasiado cálido. Luego solo quedó el silencio.

Tus superiores te habían degradado a un simple trabajo rutinario, un castigo por tus últimos errores. Tu misión no era más que vigilar y asegurar los medios de transporte de un barrio de los bajos fondos, zona de parias y gente de la peor calaña. Te habían armado con lo mínimo, un simple rifle con dos cargadores de treinta balas y un machete, alejándote de tu inseparable rifle. Pese a ello la noche no podía ser más tranquila y aburrida ya que los individuos de la zona no se atrevían a cometer ilegalidad alguna ante tu presencia, aunque sabías a la perfección que tus balas podían acabar con ellos con la misma rapidez que las suyas podían acabar con tu vida.

Tras dar una vuelta por la estación de autobús te decidiste a ir al metro, zona habitual de camellos y de personas aquejadas por la adicción a las sustancias. La impresión del lugar te cerró el estómago pues la gente parecía totalmente derrotada, incapaz de luchar por nada, meros observadores de un tiempo que se escapaba, simples roedores que huían al escuchar tus pasos.

Las explosiones comenzaron cuando te encontrabas en la vieja y destartalada estación de metro, completamente solo pues tu presencia había actuado como repulsivo de los individuos que se encontraban allí antes de tu presencia. El techo parecía venirse abajo con cada sacudida de las bombas o los misiles, dejándote algo aturdido. Algunas de las detonaciones llegaron a tu zona, arrasando las escaleras y ocultándote bajo una avalancha de polvo y escombro de la que apenas conseguiste escapar con vida. Con la agilidad propia de un soldado de tu rango conseguiste huir por las vías del tren, adentrándote en la oscuridad de los túneles, buscando la protección de las profundidades de la tierra.

Anastazy corrió durante horas, quizás fueran simplemente un par de minutos, pero a el se le hizo eterno. Corrió hasta más no poder, cuando e vio infinitamente cansado se paró, tomo airé y encendió su linterna. Estaba muy oscuro, demasiado para su gusto, paseo la linterna de manera nerviosa por las paredes y el suelo del túnel. ¿A caso pensaba encontrar mutantes? Las explosiones lo habían dejado atontado, no podía pensar con claridad. El silencio del túnel le molesta aún más que la oscuridad, tanto silenció, demasiada tranquilidad. Buscó un rincón en el que se sentó, coloca su linterna en el suelo y se 

aferró su rifle. Tomo la radio, quizás el mando podría aclararle algo.

-Aquí Kilo 2-1, me he visto forzado a reubicarme tras las explosiones en mi sector, repito, aquí Kilo 2-1, esperando órdenes del mando, estoy en el túnel de mi sector, cambio.

Ojalá no tarden en responder, pensó, pero algo le asustaba... Y ese algo era la respuesta que sus superiores le podían dar, decidió no pensar más, estaba agotado de tanta excitación. Después de varios minutos agarrado a su arma se quedo dormido.

El infierno se desató sobre la ciudad, casi sin previo aviso, un día estábamos tomando un café aguado en la oficina y al siguiente me encontraba corriendo por mi vida mientras todo a mi alrededor era destruido en pedazos. Al llegar  al estación pensé que seria buena idea ocultarme ahí hasta que todo pasara. mi idea no era nada original pues veía que muchas personas iban hacia allí y otros ya estaban acurrucados en su interior. El miedo flotaba en el aire y no me avergüenza decir que sentía tanto miedo como los demás. Estaban cayendo jodidas bombas sobre nosotros, el que no sentiría miedo en esa situación era un imbécil.

Respiré hondo y tranquilicé mi corazón todo lo que pude. Tenia que ponerme a hacer algo, no soy un tipo que se deja llevar por sus emociones a menos que sea la ira y la furia. Comencé a caminar, buscando algo para mantenerme ocupado. Las atronadoras explosiones se sucedían unas tras otras, casi parecían truenos aunque muy cercanos. Me adentré más en la oscuridad de los túneles*, sin prestar atención a nadie en particular, solo quería ver que había mas adelante y si era seguro. Según sabia, podía encontrar cualquier mierda de persona por esos lugares.

Pero cuando ya había recorrido una buena distancia, una bomba especialmente poderosa detonó cerca nuestro. Un temblor a nuestras espaldas sacudió mi cuerpo y antes de darme cuenta estaba tosiendo y entrecerrando los ojos a causa del polvo en el aire. ¿Acaso la estación acababa de ser destruida?

-Mierda... toda esa gente...- trague saliva notando la garganta seca. Entonces caí en la cuenta que todo mi jodido vecindario, amigos, trabajo, ciudad, estaban a punto de desaparecer-. ¡Oigan!- grité para hacerme oír en medio de las continuas explosiones del exterior-. ¿Hay alguien herido?- no es que pudiera hacer nada si lo estaban, pero al menos sabría el estado de toda esa gente.

La bofetada de aire caliente llegó inmediatamente después de la explosión. En una de esas absurdas asociaciones que la mente hace me recordó a cuando, en mi infancia, mi madre hacía galletas y nada más abrir la puerta del hombro metíamos la cara para mirar y todo el calor acumulado nos golpeaba en la cara. 

Solo que esta vez el golpe era por detrás y con la fuerza de un ariete. Caí al suelo envuelto en una nube de polvo y cenizas. Podía ver el resplandor de mi teléfono móvil a unos pasos de mi. Me arrastré hacia él como si el tenerlo en mis manos y poseer esa pequeña fuente de luz fuera a solucionar todos los problemas.

_{Oigan..¿hay alguien herido?}

La voz llegó a mi como si viniera desde muy lejos y el viento la hubiera ido haciendo viajar hasta llegar a ese momento. 

Me di cuenta de que mis oídos aun estaban taponados de la explosión. Tragué saliva varias veces para intentar despejarlos. Me fui incorporando poco a poco y entre las partículas de polvo en suspensión se recortaba, a pocos metros de mi una silueta.

Hola..creo...creo que estoy bien.

Me palpo ele cuerpo en busca de alguna herida. Nada grave. Algún golpe que seguro que se transformaría en un moratón, pero poco más. A la vez que me palpo voy sacudiendo el polvo como si, si alguna vez lograba despojarme de todo, pudiera hacer que nada había ocurrido.

Me llamo Raymond. Raymond Brown.

Cuando las explosiones de la superficie aumentaron su intensidad tuve claro que debía salir de ahí.

No pienso morir como una jodida rata

Al ver que un pequeño grupo corría en dirección al oscuro túnel no dudé en seguirlos.

Los cascotes caían del techo de la estación cada vez con mayor frecuencia mientras encaraba ese túnel.

Cuando llevaba ya unos metros recorridos en el interior de ese camino oscuro una explosión brutal hizo que se contrayeran todos los músculos de mi cuerpo.

Me paré de repente, dejé mi móvil en el bolsillo del abrigo y me llevé las manos a los oídos, un maldito pitido estaba taladrando mi cerebro tras la explosión.

Estaba plantado ahí en medio con las palmas de mis manos tapando mis orejas cuando apenas 2 o 3 segundos después del terrible estruendo un torrente de aire me empujó desde la espalda haciendo que la capucha de mi abrigo me cubriera la cabeza.

Apenas pude mantener el equilibrio y la fuerza de ese aire caliente me mandó dos o tres pasos hacia delante.

- jajajajaja - su escandalosa carcajada se mezcló con las últimas ráfagas de aire.

- Eso ha estado muy cerca joder!! - grité dando un salto a la vez que lanzaba mi puño en la dirección de la explosión. Estaba entusiasmado. Sentir la muerte de tan cerca hacía que me hirviera la sangre.

Desde la oscuridad alguien preguntó cómo se encontraban.

Palmeé escandalosamente mi abrigo para comprobar que todo seguía en su sitio y aprovechando para quitar gran cantidad de polvo.

Escuché a un tipo hablar, dijo llamarse Raymond.

- ¡Estoy bien colega!

Intenté orientarme con la voz de Raymond y saqué de nuevo mi móvil, y entonces le vi.

- ¡Joder mírate Ray! - dije entre risas - estás hecho un asco tío.

Le tendí la mano.

- Soy César Mendes. Vamos hacia allá. - dije levantando el móvil frente a mi.

Me encaminé hacia el lugar de donde provino la primera voz que habló.

Joder. Mírate, Ray.

El tipo que decía llamarse César tenia razón, tenía una espesa capa de polvo encima. Pero bueno, estaba de una pieza que es lo que importaba. 

Estrecho la mano de César y oriento la luz de mi móvil hacia la dirección de la sombra que había hablado primero. Camino con César hacia allá. 

Perdona, lo tendré en cuenta. Lo siento.

Con más se alejaban de la mujer que habían dejado tirada, más se alejaba el interés de Nacer en su historia y el compromiso que Viktor y él habían adquirido con ella. Corría detrás de su compañero y de aquél pequeño dejándose llevar, aunque en su mente se arremolinaban un montón de cosa. A fin de cuentas el mundo parecía estar yéndose al carajo y sus padres estaban más que desaparecidos.... 

Estaba envuelto en sus pensamientos cuando la voz de Viktor le devolvió a la realidad. Tras unos segundos asimiló lo que le acababa de decir. Se adelantó y comenzó a buscar una salida. 

Rob te mira sorprendido y algo indignado ante tus preguntas -Gene, si estoy aquí abajo es por simple casualidad. Bajé aquí para tratar de hacer justicia con esto -te dice mostrándote la pistola -aunque tal vez no sea capaz de usarla. Quería acabar con el hombre que mató a mi hermana y quedé aquí para darle su merecido. En el último momento, cuando ya estaba esperándole, me acojoné y decidí darme una vuelta por las vías.

El jefazo te ignora y comienza a dar órdenes a sus hombres que, obedientes, salen de allí cargando con la comida en una dirección desconocida, dejándote solo con él.

Tu familia estaba allí arriba ¿verdad? Entonces está muerta. Si quieres subir a comprobarlo me parece estupendo, suerte con ello -sus palabras son frías, sin sentimiento alguno, como si no le importara en nada tu vida ni la de los tuyos.

El niño asiente, muy conforme con las palabras de Viktor. Sin embargo buscar la salida no es tarea fácil. Los túneles son viejos y las muestras de abandono son más que evidentes. Ninguna indicación o cartel adorna los carcomidos ladrillos ni el frío hormigón, nada que os señale la salida.

El mechero de Viktor os guía muy lentamente hasta que, llegados a un punto, comienza a danzar con más rapidez, empujada la llama por una fuerza invisible.