Partida Rol por web

Aquel bosque cada vez era mas misterioso y terrorífico. Lo único bueno hasta ahora de haber elegido esta ruta y no las montañas ha sido el reencuentro con nuestros compañeros, pero sobre todo y lo más importante la recuperación de la espada.

De repente una imagen nos impacta, los hombres a los que buscaban los jinetes de Rohan estaban muertos bajo las raíces de los árboles. ¿que habría pasado aquí?

-¿Que demonios ha pasado aquí? Iria, tu que conoces mejor los bosques y sus habitantes y posibles maleficios que se puedan esconder en ellos. ¿Que crees que ha podido pasar? Eomer,  ¿son estos los hombres que perseguiais? Si es así opino que salgamos de aquí cuanto antes y vayamos a ver a Theoden. Vuestra misión estaría aqui finalizada.

Recordaste entonces una leyenda al ver la bella cascada. Creiste estar delante de un cuento de niños que escuchaste en tu infancia, y casi se había perdido de tu recuerdo: la Cascada de la Niebla.

Ésta concernía al Rey Amroth de Lórien y a Nimrodel, su amada. En el año de 1981 de la Tercera Edad, cuando Nimrodel huyó de Lórien temerosa del Balrog, huyó al sur al Bosque de Fangorn, pero le fue impedida la entrada al bosque por unos seres de raíces y ramás, piernas y brazos, todo a la vez: los Ucornos. Éstas criaturas, a las órdenes de los pastores de Árboles (Ents) habían sido mandados por éstos para detener a Nimrodel y entregarla a su esposo Amroth. Una vez que el esposo dio con ella, justo en la Cascada de la Niebla, decidieron viajar a la costa más allá de las Montañas Blancas y navegar al Oeste.

Claro que, otras leyendas sobre la misma historia contaban algo más. Se dice que cuando Amroth murió, muchos años después, Nimrodel volvió a la Cascada y lanzó allí todas sus posesiones mundadas, para dejar poco después la Tierra Media. No son pocos quienes, según los cuentos de viejas, trataron de buscar en el fondo del lago de la cascada los tesoros que la dama arrojó allí.

Están, están debajo de los árboles, de sus raíces.  - Comenté, asombrado. - ¿Qué significa eso? ¿Los árboles han...? 

 ¿...cobrado vida? -acabó la pregunta el Mariscal-. Señor Enano, sospecháis bien: son éstos los hombres a los que habíamos de dar caza... Pero parece que el bosque lo ha hecho antes que nosotros. Tal vez debiéramos aprender más de ellos -dijo en cierto tono jocoso y autoritario-.

Rhoffar se acercó aun más a los montaraces que yacían bajo las raíces de aquellos árboles, vigilando siempre que nada se despertara o se moviera a su alrededor. Si bien el guerrero creía en lo que veía, había oído historias sobre los árboles vivientes: los Ucornos y sus pastores de Árboles, llamados Ents.

Al recordar estos seres, el rohir se volvió y miró a la cascada y la laguna. Algo le vino a la memoria. Una vieja historia que escuchó cuando era solo un niño, la historia de la Cascada de la Niebla, que concernía al Rey Amroth de Lórien y a Nimrodel.

No quiso darle más importancia y siguió acercándose a los dos muertos. Intentaba encontrar entre sus ropajes algo que le diera una pista o una seña sobre quién podría ser su señor, a quién servían y así se lo hizo saber a sus compañeros

-Quiero ver si tienen algún símbolo que les identifique con el señor al que sirven -dijo mientras se acercaba, teniendo cuidado los que pudiera pasar sobre todo después de recordar la historia de los ucornos y los ents.

 ¿...cobrado vida?-acabó la pregunta el Mariscal-. Señor Enano, sospecháis bien: son éstos los hombres a los que habíamos de dar caza... Pero parece que el bosque lo ha hecho antes que nosotros. Tal vez debiéramos aprender más de ellos -dijo en cierto tono jocoso y autoritario-.

- ¿De verdad señor? ¿Los árboles? - De pronto Helmgund se dio cuenta de que las historias de las abuelas de la Marca tenían razón. Desde luego, a ellos no les habían atacado los árboles, lo cual decía que no eran ellos una amenaza, pero si a los numenoreanos negros. Eso le tranquilizaba. Ellos eran buenos, y los árboles les respetaban, por ahora. Les miró con respeto renovado, y se encogió.

Siguió a Rhoffar a examinar los cuerpos de los enemigos caídos, pero con mucho respeto hacia los árboles que los aprisionaban, y casi sin querer tocarlos. El bosque le agobiaba, aunque tenía la intuición de que no les atacaría si ellos no lo hacían. 

- Señor, si hallamos pruebas, con esto podríamos despertar al rey, y demostrar lo que ya vivimos en realidad, una guerra contra Saruman e Isengard, aliados del Señor Oscuro de Mordor. 

Irïa se agachó junto a las raíces de uno de los árboles y la acarició con cariño. 

- Los árboles son criaturas poderosas. Las leyendas de Fangorn siempre estuvieron presentes en el Bosque Negro, donde pasé casi toda mi vida junto al Rey Thranduil. No me extraña nada esto que vemos. - comentó la elfa con ese tono de misterio que suele caracterizar a los de su raza. 

- Balderick, ayúdame a buscar a Ethelback, a ver si ha hallado su destino aquí, entre raíces o ha seguido su camino. - comentó y empezó a buscar entre los cadáveres con mucho cuidado de no molestar a los árboles.

Instintivamente la elfa tocó la espada que le habían dado sus compañeros de Rohan y cerró los ojos para concentrarse en toda la información que habían recibido. 

- ¿Saruman dices? - preguntó casi incrédula - Eso.. entonces, es un gran problema. Pero me extraña que Gandalf no nos dijera nada cuando nos encomendó esta misión, no nos advirtió sobre el mago blanco.

Ningún símbolo que denotara su procedencia o amistad encontró Rhoffar en las prendas o carnes de los mal avenidos hombres de Númenor. Éstos yacían en la orilla, junto al lago de la cascada sin más información que otorgar. Acto seguido se acercó Helmgund tras su amigo para probar suerte. Pero no logró nada que incriminara al habitante de Curunir como sí pasaba con su alianza con los orcos.

Entonces Iriä y Balderick hicieron lo propio. Su camino les había llevado hasta allí para recuperar el presente de Gandalf, pero ya que estaban en la ocasión, tal vez también para dar con su presa. Sin embargo, ninguno de los ensangrentados rostros numeroneanos era como el de Ethelbak.

Entonces el Mago Gris os confió esa espada... -exclamó Éomer-. Mucho tiene que confiar en ambos dos, señores, si ese presente os entregó, y eso me tranquiliz... -entonces el Mariscal miro hacia atrás-, y todos vosotros, estando junto a los cuerpos, también.

Una gran rama azotó a Éomer de Rohan, golpeándole en el rostro y haciéndolo volar a un lado. Quedó pues tendido en el suelo, y el caballo que llevaba consigo trotó espantado entre los árboles.

Estaba allí.

Una criatura que alguno de vosotros conocía (aunque sólo fuera de oídas). Un ser espinoso, puntiagudo y arbóreo, con silueta como humana, pero sus manos, pies, cabellos y espaldas estaban llenas de ramas afiladas, y muy pocas hojas. Una de tales ramas había golpeado al Mariscal, quien yacía ahora inconsciente a un lado. Era un Ucorno, una criatura "salvaje" típica de bosques como esos... o al menos de ese bosque. Entonces corrió hacia vosotros.

- ¡Por Éorl y Felárof! ¡Ha sido un árbol! - Helmgund se quedó totalmente anonadado del ataque y de su origen, y durante unas décimas de segundo, se quedó asustado, como si fuera una de las historias que intentaban asustar a niños delante del fuego en invierno. Eso no podía estar pasando, la verdad. - Pero... ¡Los árboles no se mueven! - Gritó asombrado y totalmente sorprendido.

Entonces, se impuso su entrenamiento, y sacó su arma, colocándose en una posición de combate ofensiva. No pensaba más que en eliminar al enemigo, para que no le pasara lo que a los numenoreanos negros, y además, habían golpeado a su señor Éomer, y eso requería venganza y pelea. No se daba cuenta de la fuerza brutal del Ucorno, pero de todos modos en su ataque mantuvo ciertamente el escudo en posición de intentar detener un golpe. 

Lo que el mago gris nos encomendara nos los lo vamos a guardar Balderick y yo no creo que sea oportuno desvelar detalles... - la elfa interrumpió su frase al ver cómo el jinete era golpeado y caía inconsciente. 

Rápidamente cogió su arco y cargó una flecha. 

- ¡A cubierto! - declaró y trató de coger distancia con aquel ser y poder disparar tras la cobertura de un árbol.

Aquello se ponía feo, esa especie de árbol golpeó a Eomer y vino hacia nosotros. Helmund e Irïa intentan hacerle daño.

- Cuidado compañeros, acabemos con él.

Con mi martillo en mano salgo hacia el Ucorno intentando golpearle lo más fuerte posible. Le golpeo con rabia siendo capaz de hacerle daño, o al menos eso parece a simple vista. 

Rhoffar se levantó cuando comprobó que los cuerpos de los que yacían entre la raíces de los árboles no tenían ninguna marca distintiva. Entonces escuchó como Éomer hablaba a los presentes. Pero algo se movió detrás de él. Era extraño pues parecía com is el bosque se le acercara....hasta que el propio bosque le atacó.

-¡¡El bosque ataca!! ¡Es un Ucorno! -dijo el soldado poniéndose en alerta-. ¡Ataquemos cada uno desde una esquina, así no tendrá un blanco definido y nosotros podremos atacarle con más facilidad! -sugirió el soldado, quien tirando de experiencia en batalla sabía que ante un único enemigo lo ideal era atacarle desde varios lados.

Tras decir esto, el guerrero se aferró su lanza y se aprestó a acabar con la amenza antes de que ésta acabara con ellos, como había hecho de un solo golpe con su mariscal.

Iriä fue la primera en reaccionar. Apenas un segundo tardó en tomar con fuerza su arco y cargar una flecha. Lanzó un par de ellas pero, a pesar de quedarse clavado en su corteza, no penetraron demasiado al no ser incrustadas en un lugar propicio. Acto seguido, el rohirrim Rhoffar saltó un poco hacia adelante con la intención de ensartar su lanza contra el ucorno*. Ésta se internó entre el corcho arruago de lo que debía ser su pecho, provocándole un daño y una herida que exhaló en un grito de dolor terrible:

Daño: 4 puntos.

Entonces Balderick se acercó con su martillo, tratando de impactarle con rabia. Una de las ramas crujió y se quebró, provocándole más daño aún:

Daño: 5 puntos.

Fue entonces cuando Helmgund, espada en mano, cargó contra la criatura, provocándole un daño certero** al clavar su espada justo debajo de lo que parcía ser su cabeza... El Ucorno quedó unos segundos quieto, muy quieto... y no sabíais si ya había perecido o no.

Daño...: Helmgund, lee la parte notas.

Quizás podríamos, entre todos, atar al horno y así no matarlo y ganarnos el beneplácito del bosque de Fangorn. ¿Qué os parece?