Partida Rol por web

Camináis en silencio durante un rato, disfrutando del rumor del viento, del canto de los grillos, y las luces de las luciérnagas.

Mientras camináis solos por el jardín.

- Lin Wchang, he escuchado a Sui Sixin hablar bastante bien de ti, creo que puedes dar la talla... El camino* que habéis elegido es complicado y duro, y a menudo, los frutos que proporciona tienen un sabor amargo.

Al final llegáis al Palacio Qianlong situado en el interior del jardín.

Esboza una mueca de desagrado cuando llegáis al pequeño palacio y observa el cartel que reza prohibido el paso. Señalándolo.

- Es la única manera.

Accede al interior esperando que le sigas.

Una vez terminado el té, escucho como el Mandarín despide al gaki y me informa de la misión que desea encomendarme. Asiento despacio, ya me lo imaginaba. Una ligera satisfacción por haber acertado pasea por mi interior, pero la reprimo enseguida. Control. Nunca he salido de China y en cierta forma me parece emocionante visitar las islas, pero me termino el té con calma, sin mostrar ningún gesto que revele esta emoción. 

- La lengua del dragón... ¿Seré digna de cabalgarla? ¿Cómo se sentirá hacerlo? - De nuevo la curiosidad, mi mayor pecado, aguijonea el fondo de mi mente. Respiro despacio, apaciguándola. - Todo a su tiempo. Control.

Cuando me invita a pasear, me levanto despacio y lo sigo hacia los jardines. Escucho sus palabras con atención, pues en alguien que no suele hablar demasiado, cada una de ellas es importante y sin todas en su lugar el mensaje sería distinto.

Acepto el elogio con naturalidad. - La modestia es tan mala como la soberbia en la búsqueda hacia el equilibrio. - Si el Mandarín y Sui Sixin lo dicen, por algo será.

- Es un camino arduo, pero precisamente por eso merece la pena recorrerlo. El valor no está solamente en la meta, sino también en el propio camino. Cada paso es un aprendizaje. Incluso los más amargos. - Respondo a sus palabras mientras llegamos a una puerta marcada con un cartel. 

Entro en el lugar detrás de él.

 Sonríe ante tu respuesta.

- Habláis casi, como un ciempiés...

A pesar de estar cerrado al publico el lugar está iluminado.

Camináis por el interior del palacio, que resulta ser mas amplio de lo que aparentaba, hasta que llegáis a una amplia sala.

Acaricia uno de los maderos que sostiene el tejadillo con cierta nostalgia, sabedora de que la estancia ha conocido tiempos mejores. ¿Es posible que la Mandarín sea tan antigua como este palacio?.

Sin mirarte todavía.

- ¿Habéis viajado alguna vez fuera de China?

Sin duda la Mandarín debe saber que no, entonces, ¿por qué formula esta pregunta?, quizás pretende saber por tu respuesta si albergas algún miedo, alguna duda... quién sabe que pensamientos pueblan la mente de un Mandarín*

- No. - Respondo mientras observo el lugar en el que nos encontramos, apreciando su antigüedad. - Pasé mi primer aliento en el Tíbet. Y desde que me llegó el segundo he estado aquí. Nunca tuve la oportunidad, ni la necesidad de viajar. Pero estoy segura de que podré aprender algo durante ese camino.

Mi mente se vuelve de nuevo a la idea de cabalgar el dragón y no puedo evitar pensar en el gaki. ¿Será una persona importante? Debe serlo, si merece escolta. O quizá es que alguien lo está persiguiendo...

Hago una pausa, centrando mi mirada en la Mandarín e inclinando mi cabeza levemente a modo de respeto ante ella antes de seguir hablando. - ¿Puedo haceros una pregunta?

Aunque no te está mirando, al menos no directamente, no te cabe duda de que escucha tus palabras con atención.

Cuando hablas del aprendizaje te parece entrever una leve sonrisa en su rostro.

Tu pregunta le causa cierta sorpresa, resulta evidente que no está acostumbrada.

Enarca las cejas mirándote de soslayo.

Sonríe de nuevo al tiempo que musita.

- Yo también fui joven, pero hace tanto que ya no lo recuerdo.

Te encara entonces.

- Adelante, podéis preguntar.

Me lo pienso durante un segundo. Me he precipitado al preguntar y soy consciente de mi error, me confié durante un segundo y la curiosidad me ganó terreno. Tendré que asumirlo y seguir trabajando en mi control... Pero ahora debo continuar.

De nuevo hago una inclinación con la cabeza, agradeciendo que me permita realizar la pregunta, y después hablo con tono tranquilo. - Me gustaría saber, si os parece oportuno, por qué ese hombre necesita escolta. Si hay alguien que lo persiga. Para saber cómo deberé prepararme.

Te mira con atención y sientes en ese instante como si la Mandarín pudiese leer tus pensamientos, sus siguientes palabras casi te provocan un estremecimiento.

- No os costará demasiado refrenar ese temperamento.

A pesar de la situación puedes darte cuenta de que la Mandarín está complacida contigo, de momento.

- Ese hombre es importante... pero no mas que una gota de agua en el océano, o un grano de arena en el desierto. En esta ocasión es importante por la información que debe transmitir. Nadie debería conocer su cometido, pero en los albores de la Edad del Pesar*, no hay nada seguro.

Se aproxima a ti y en un extraño gesto de cercanía para alguien de su posición, posa una mano sobre tu hombro.

- Hasta donde yo se, no deberíais preocuparos, al menos no especialmente.

Sus palabras tratan de tranquilizarte, pero su último comentario, planta la duda en tu espíritu.

Aún desconoces por qué la Mandarín ha elegido este lugar para hablarte. Quizás ahora después de tu pregunta y de su aparente cercanía suelte su lengua.

- ¿Soy tan transparente como para reflejar mis pensamientos de forma tan clara? - Pienso, frunciendo levemente el ceño, cuando la Mandarín parece saber perfectamente lo que me pasa por la mente. Sin embargo, asiento a sus palabras, esperando que sea cierto.

Después responde a mi pregunta, más extensamente de lo que cabría esperar y cuando termina, de nuevo inclino mi cabeza ante ella, como agradecimiento. 

- Agradezco que os hayáis tomado las molestias de responder mis preguntas, Excelencia. 

Tras estas palabras, permanezco en silencio, esperando que tome la palabra, concentrada en controlar mis emociones, en refrenar mi curiosidad. - Control... - Trato de sentir las hebras de Chi confluyendo por el lugar, buscando en ellas alguna clave, alguna pista para comprender lo que está por venir, pues temo que lo que la Mandarín se guarda no sean buenas noticias.

Asiente con la cabeza a tus palabras. Repara entonces la Mandarín en una hoja de cerezo que reposa sobre el suelo de la estancia, se agacha y la recoge con delicadeza, con el cuidado que emplearía una madre al tomar a un hijo de su mano mientras susurra en voz tan baja que te cuesta escucharla

- Un mundo de gran dolor y tristeza

A pesar

de los cerezos en flor.

Arruga la hoja cerrando el puño en torno a ella, un gesto que contrasta por su agresividad con la delicadeza mostrada anteriormente.

- Eso es todo Lin Wchang, podéis retiraros... quizás necesitéis hacer algún preparativo o avisar a alguien de vuestra inminente partida. En unas horas alguien acudirá a vuestro encuentro, y entonces, deberéis estar preparada.

Tras las palabras de la Mandarín aparece uno de los criados de la Ciudad Prohibida, y te hace un gesto esperando que le sigas.

Mientras te retiras te parece ver una lagrima resbalando por la mejilla de la Mandarín que observa la hoja rota en su mano.

El criado te conduce, en silencio, a la Puerta de la Divina Armonía, invitándote de este modo a abandonar la Ciudad Prohibida. Un escalofrío recorre tu espalda mientras caminas tras el criado, hay diversos rumores acerca de estos, los mas afables, afirman que mediante oscuras Artes Chi, estos han sido privados de la capacidad del habla, los mas oscuros, sostienen que la capacidad del habla les ha sido arrebatada porque los Mandarines, temerosos de que divulguen sus secretos, les han arrancado la lengua.

Asiento a las palabras de la Mandarín e inclino la cabeza como muestra de respeto. - Muchas gracias por todo, Excelencia. Haré todo lo posible por estar a la altura de la situación. No se arrepentirá.

Espero a que aparezca el criado y lo sigo hacia la salida, con mi mente más llena de dudas de lo que soy capaz de recordar ahora mismo. - ¿Por qué lloraba la Mandarín? ¿Y cuál será el peligro que acecha al gaki? - Tengo que hacer alarde de toda mi fuerza de voluntad para calmar mi espíritu y respirar despacio, controlando mi curiosidad.

En la puerta me despido del criado con otra inclinación, más pequeña que la dedicada a la Mandarín, mientras me esfuerzo por mantener calmadas las dudas que me surgen sobre la condición de estos criados.

Empiezo a caminar hacia mi refugio a buen paso.