Partida Rol por web

La residencia de la Tercera Edad Holy Convenant era un lugar bastante agradable. Una construcción cerca de un parque bastante soleado, con unos cuantos pisos y grandes ventanas. Era un edificio bastante antigüo, pero se veía que el dueño se había molestado en tenerlo cuidado, y las instalaciones sin ser punteras estaban muy tenidas en cuenta. Habitaciones espaciosas, plantas decorativas, radios y televisiones. Era una mezcla muy funcional de centro de actividades y casa de abuelo, donde los ancianos estaban más que en su salsa.

Y el servicio, hasta donde había visto Kate en sus visitas, no estaba mal. Un buen número de enfermeras, que además de especializadas eran bastante agradables, unos cuantos voluntarios y un par de buenos cocineros. Bastante más que suficiente para hacer de aquello un hogar. No tanto como con una familia, pero un buen hogar después de todo.

Se notaba que Kate había llegado justo a la hora del bingo. No había nadie por los pasillos y una solitaria enfermera saludó a la periodista a la entrada, mientras en el salón algún joven voluntario cantaba los números en una voz alta que resonaban por gran parte de la residencia. Y aún así alguna abuela preguntaba a su compañera por la confirmación.

Tradición inamovible de los fines de semana, tendría que esperar a que alguien cantase bingo para poder charlar con Derek sobre el tema de las desapariciones, y más entre abuelos. No quería asustar a un par de ancianitas que poco entretenimiento tenían más que escuchar conversaciones ajenas.

Asomándose a la puerta del salón común pudo ver al antiguo policia mirando sus números fijamente, como si eso fuera a cambiar su suerte. Apenas había entrado en la sala una chica que no pasaría de los diecisiete le tendió un cartón con una amplia sonrisa de oreja a oreja.

Al parecer acababa de ser inciada en la vieja tradición...

El resto de la mañana y el principio de la tarde de Kate no hizo nada reseñable que destacar. Empezó a hacer la comida y comió, en la encimera de la barra estilo americano de su cocina como solía hacer. Después estuvo un rato viendo las noticias por si hablaban de las desapariciones o de alguna otra cosa importante y se entretuvo un poco leyendo y entrando en Internet para mirar su facebook. Cuándo se acercó la hora de ir a la residencia, se dio una ducha rápida, nada que ver con el baño relajante de espuma que se había dado el día anterior, y se vistió.

Eligió un pantalón vaquero ajustado y una camisa blanca bajo un suéter a rayas oscuras azul marino y negras. Decidió ponerse unas botas altas de poco tacón, se abrigó con su chaqueta y se echó una bufanda al cuello para protegerse del frío.

Cuando llegó a la residencia tuvo que quitarse la bufanda y desabrochar el abrigo, y se arrepintió de haber elegido un suéter en lugar de una chaqueta que también pudiera desabrochar. Había olvidado lo alta que ponían la calefacción en aquellas residencias. Llevaba el pelo suelto y le caía en bucles largos y rubios hacía los hombros y por la espalda, el flequillo, como casi siempre, formaba una uve invertida sobre su frente.

Se quedó apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados observando la sala y esperando el mejor momento para acercarse a Derek hasta que una chica joven le tendió un cartón para que pudiera jugar, Kate le dio las gracias y lo observó mientras cantaban los números. Si el número que acaban de decir estaba en el cartón igual prestaba atención a los demás.

El número de Kate salió, incluso unos cuantos más, pero una anciana se adelantó a cantar línea y ella apenas había completado dos líneas cuando otro hombre mayor cantó bingo. Comprobaron los números, que coincidian, y los dos ancianos difrutaron del honor de ser reyes del bingo por una semana. Pronto serían destronados por otros afortunados, pero así era la vida. Mejor suerte la próxima vez.

Algunos riendo y otro murmurando, los abuelos comenzaron a abandonar la sala con lentitud, algunos curiosos por saber que hacía alguein tan joven allí. Este era un día de visitar, pero la gente solía llegar más tarde. El bingo estaba reservado para mayores de 60 años, y se veía que Kate estaba bien lejos de pasar el mínimo admisible.

Pero entre ellos salió Dereck, que se acercó a dar un abrazo a la periodista en cuanto la reconoció. Iba vestido con un batín azul marino y unas zapatillas de cuadros marrones. A juzgar por su aspecto el hombre estaba algo resfriado, lo que encajaba bien con la discusión que le había dado la enfermera aquella mañana. La presencia de uno de los residentes hizo que el resto dejase de prestarle atención, mientras se dirigían a continuar con su tarde de juegos y visitas.

- ¡Kate! El hombre le dió una palmada en la espalda con el vestigio de la que tenía que haber sido una fuerza bastante impresionante de joven. ¡Pense que no llegarías al bingo! Se agarró del brazo de la mujer, para dejar que esta le hiciese de apoyo, y asi aprovechar para susurrarla más de cerca. _{Vienes justo a tiempo para salvarme del domino...¿De que querías hablar, niña?}

No hubo suerte con los números, aquellos viejecitos estaban demasiado bien entrenados y Kate no pudo cantar ni una misera línea. No le extrañó, ella seguía el ritmo a duras penas y había abuelas experimentadas que controlaban tres cartones al mismo tiempo. Algunas incluso se hacían las sordas para despistar a sus rivales. El premio que podrían darles por ganar era una minucia pero nadie allí quería perder, era como una prueba de honor.

Finalmente el bingo terminó y los ancianos abandonaron la estancia lanzándole miradas de curiosidad, Kate se apartó de la puerta para que pudieran pasar, pero las miradas la atravesaban preguntándose quien era. Algunos ya la habrían visto medio centenar de veces por allí, pero muchos era la primera vez que veían a la nieta del señor Avner.

Kate recibió a Derek con una amplía sonrisa mostrando los blancos dientes y le abrazó con fuerza. Luego dejó que el ex-policía se agarrara a su brazo para servirle de apoyo y que le resultara más fácil caminar. Aquello también serviría para hablar en voz baja de sus asuntos. Derek era como Kate, más directo que un disparo a bocajarro y a Kate le gustaba aquello, pero en esta ocasión torció el gesto e hizo una mueca. -¿Dónde podemos hablar tranquilamente?. - Le preguntó en un susurro.

El hombre alzó una ceja. Siempre se sorprendía ligeramente cuando Kate le hacía aquellas preguntas, aunque era la mayoría de las veces que le visitaba. Un lugar lleno de ancianas aburridas era el peor sitio para hablar de cosas confidenciales, y ambos lo sabían. Quizás solo le extrañaba que alguien tan joven dependiese ya tanto de esa frase...

- Podemos dar una vuelta fuera o ir a mi cuarto, comentó el anciano, algo pensativo, mientras avanzaba incosncientemente hacia la sala de juegos, ese recorrido que había hecho todos los sabados durante ya hacia seis años. ¿Como de frio hace fuera? preguntó a la periodista.

Kate sabía que el hombre no iba a reconocer que no quería salir a la calle, no con aquel resfriado y no en pleno mes de Noviembre. Derek tenía ya una edad, aunque eso le dolía, y el frio destrozaba sus ahora frágiles rodillas y su garganta. Esperaba que la joven dijese. "Uy, mucho frio" o cualquiera de sus variantes, para hacerle el favor de charlar al calor del hogar sentados en los sillones de su cuarto. Eso es lo que haría un hombre de verdad, y eso es lo que hacía Derek. Sin maldad, de una manera completamente inconsciente, como un tosco pero caballeroso hombre de los que hacía ya cuarenta años que no se fabricaban.

Kate sabía que el cuarto no era solo para él: no tenía tanto dinero para permitirselo, decía, pero ella sabía que tampoco era saludable dejar a un anciano tan solo. Lo compartía con un tal Douglas, un ex-militar que era tal para cual: viudo, bruto y muy chapado a la antigua. Pero al parecer Douglar era un maestro del poker y no dejaba pasar ninguna situación con barajas por alto. Ahora estaría con el resto de ancianos, buscando un entretenimiento para aquella fria tarde de otoño.

Kate entendió lo que realmente significaba la pregunta que le había lanzando Derek y contestó sin herir su orgullo, dejando que él fuera el hombre caballeroso que se quedaba en el interior para que la pobre chica friolera no se enfriara.

-Hace un frío terrible. -Dijo la muchacha alzando para mostrarle el grueso abrigo y la bufanda que colgaban del antebrazo contrario al que Derek iba apoyado. -He venido con esto y aún así tiritaba. -Quizá estuviera exagerando un poco, no era cierto que hubiese venido tiritando pero sí que lo era que aquellas abrigadas prendas no le sobraban para nada en la calle. Además de preocuparse por la salud del ex-policía, a Kate tampoco le apetecía salir al frío exterior pudiendo estar tranquilamente en el cuarto del anciano, más calentitos y cómodos.

Cuando llegaron a la habitación, se alegró de que Douglas estuviera entretenido con las cartas. A parte de que eso le libraba de aguantar las batallitas que le contarían entre los dos hombretones, se libraba también de la incomodidad que supondría pedirle al hombre que se fuera de su propio cuarto. Kate no tenía nada en contra del ex-militar, salvo quizá el hecho de que siempre se la comiera con los ojos, pero lo que tenía que tratar con Derek prefería que solo fuera para sus oídos.

Como buen caballero gentil que era, Derek le ofreció asiento y Kate se sentó en una silla que había junto a una pequeña mesa al lado de la ventana de la habitación. Después rebuscó en su bolso y sacó una petaca y la dejó sobre la mesa con una amplia sonrisa dibujada en su rostro y mirando hacía Derek. -Solo un trago, eh. - Le dijo con cierto tono de advertencia. La había traído por él, sabía lo que le pirraba el viejo whisky de malta y lo poco o nada que lo solía ver. Era su regalo, su forma de agradecerle por adelantado la información que le iba a dar.

Entonces su sonrisa se borró, pasó dos dedos de manera inconsciente por su flequillo para recolocarlo como solía hacer y carraspeó la garganta para aclararla. Era hora de tocar el asunto que le había traído hasta allí.

-Dime Derek. ¿Cuánta gente suele desaparecer en la ciudad, pongamos, en un año?. -Kate se saltó la clase de la facultad que explicaba como dar rodeos a los temas que querías tratar.

- Vamos arriba entonces. respondió el hombre, no sin cierto alivio. Les llevó un buen rato de charla banal el subir las escaleras, en las que el anciano renqueaba de vez en cuando. No es que no hubiera ascensores, pero el antiguo policia se sentía mal si prescindia de la única actividad física que aún le estaba permitida.

Pero al fin estaban en el cuarto, sentados en los cómodos sillones, con su manta de cuadros a juego. Con una risa más propia de un niño pequeño al que la abuela le da un bombón a escondidas, el hombre extendió su mano arrugada hasta la petaca de Kate y dió un trago más que avido, antes de pasarse la mano por la boca con un sonido de satisfacción.

- Tu si que sabes cuidar a este viejo, niña. Si no estuviese con un pie en la tumba, te haría la mujer más feliz del mundo- declaró con una risa que se apagó poco a poco cuando la periodista dejó caer la pregunta. El rostro del hombre se ensombreció por unos momentos, antes de llevarse la mano a la barbilla, pensativo.

- Nunca estuve demasiado en eso, pero...Más de las que se denuncian, pero últimamente muchas denuncias al final son solo padres divorciados tirandose de los pelos. declaró, visiblemente molesto, cruzandose de brazos en su sillón orejero. Chinos y rusos nunca ponen ni un pie en comisaria, y los ilegales tendrán sus chanchullos aparte, pero honestos ciudadanos norteamericanos...quizás ciento y pico. Muchos aparecen luego, claro esta. Vivos o muertos. El hombre, tomando un cariz más paternal, inclinó una de sus cejas antes de preguntarle a la joven con tono preocupado. ¿No te estarás metiendo en nada peligroso, no? Deja las cosas de los agentes a los agentes, Kate. Para algo están...

Kate compuso una mueca con una sonrisa de medio lado en su rostro y soltó un bufido. -Vamos, Derek, como si no me conocieras... -Fue la respuesta de la joven a la pregunta de si se estaba metiendo en algo demasiado peligroso. Lo que no aclaró era si lo decía porque no lo solía hacer o por justamente lo contrario. Aunque conociendo a Kate era fácil intuir la respuesta. Jamás soltaría un hueso por peligroso que fuera.

Por defecto profesional, Kate bajó el tono de la voz y se inclinó ligeramente hacía el ex-policía para darle a la conversación un cariz más confidencial. Sobraba decir entre ellos que lo que allí se mencionaba no podía salir de allí y estaban completamente solos en la habitación así que el gesto tal vez fuera innecesario pero de ese modo remarcaba aquella confidencialidad que quería darle a sus siguientes palabras, como si fueran un secreto que no podía contar. -Me han dicho que en este último mes han desaparecido treinta y cuatro personas. -Miró a los ojos al anciano para estudiar su reacción, quería comprobar si se sorprendía o lo veía como algo meramente circunstancial.

-He estado investigando un poco pero no me aclaro con todo esto. ¿Cuál es el procedimiento cuando os llega una denuncia de desaparición?. ¿Y qué criterio es el que hace que una persona pase a estar considerada como desaparecida, o le hace salir de esa lista?. Supongo que será como dices, después de un tiempo aparecen muertos o son casos de padres divorciados o alguna cosa así, ¿qué porcentaje de las desapariciones acaban resueltas de ese modo y cuántas... simplemente no vuelven a aparecer?.

- Buena pregunta. Se supone que si alguien aparece vivo o muerto, se borra la denuncia. Siempre que alguien se acuerde de retirarlo, que no siempre pasa. El anciano dió un suspiro de resignación. Parecía haber sufrido en sus viejas carnes alguno de esos problemas. Sin embargo si aparece en otro estado no siempre hay suficiente coordinación como para borrarla. Teniendo eso en cuenta y que después de 48 horas críticas, que es básicamente lo que se pide para la denuncia, las posibilidades de aparecer vivo se ven reducidas drásticamente...son muy pocas las que se resuelven bien, y la mayoría las que se resuelven mal, pero muchos de los casos quedan resueltos. El hombre agachó la cabeza, antes de neganr meneandola de un sitio a otro. Más que nada también porque si ha pasado más de ciertos años se puede pasar a considerar a la persona como oficialmente muerta y así mejorar el historial de desapariciones sin resolver. Triste pero cierto.

El anciano dió otro trago al whisky disimuladamente, como si esperase que Kate no fuese a darse cuenta. O al menos que no fuese a decirle nada después de aquella charla legal.

- Para formalizar una denuncia tienes que acudir a la policia, dar los datos y esperar. Y ya cuando tenemos eso se entrevista a la gente cercana, por saber si había algún lio de faldas, de dinero o otro tipo de problema claro, y cuando se tiene esa base se intenta buscar en algún sitio para atar cabos y seguir una linea temporal del desaparecido. Que no es tan facil como suena. Puntualizó el hombre.

- Obviamente se da predilección a niños menores de dieciocho, cuanto más pequeños más, que de putos cerdos pedófilos está lleno el mundo. replicó asqueado, aguantándose las ganas de escupir al suelo. Y se suele poner bastante ojo en los ancianos, especialmente si están ya gaga, pero ahí suele colaborar más la gente de a pie que los agentes. Asintió, como dándose la razón. Como te imaginas, cuanto más se sale una persona de alguno de estos grupos, más dificil poner la denuncia y más dificil que se escuche. Que todos somos mayorcitos para hacer lo que consideremos.

- Luego van los casos más conflictivos, como cuestiones de dinero o posibles ajustes que pongan en peligro la vida del desaparecido. Y yo personalmente siempre pongo los lios de faldas los últimos. A los infieles les pueden dar por culo. Añdió con convencimiento. Allá se pillen algo donde la cintura pierde su casto nombre.

Kate escuchó atentamente, prestando gran atención a cada palabra que salía por los labios del viejo ex-policía. Asentía de vez en cuando con movimientos leves de cabeza y mantuvo el ceño fruncido durante todo el rato que estuvo escuchando. Tan metida estaba en lo que le decían que su boca se había entreabierto ligeramente de manera inconsciente y sus labios formaban un pequeño circulo.

Había acertado en el plan a llevar a cabo para seguir la pista a los desconocidos. Era lo que ella había pensado:  entrevistar a los familiares, atacar cabos y seguir la línea temporal del desaparecido. La única pega es que ella no tenía nombres de los desaparecidos. Al menos mientras Richard Black se negara a dárselos. Esperaba que Scott se encargara de eso.

Las últimas palabras de Derek le sacaron de su estado de concentración y le hicieron soltar una pequeña risotada aunque no tardó en formular la siguiente pregunta que le rondaba por la mente.

-¿Qué departamento se encarga de todo esto?. Supongo que habrá alguna unidad especial ¿no?. -Kate volvía a tener la profunda mirada oscura clavada en los ojos del anciano. Dejó que este contestara y entonces con una enigmática y taimada media sonrisa soltó la siguiente pregunta. -¿Conoces a alguien allí?.

- Algo hay. Conocía a alguien, pero seguramente ya esté muerto. Robert era mucho mayor que yo...Pero las verdaderas unidades especiales de desaparecidos trabajan para el FBI. En la policia local hay algo parecido, gente que suele estar en esos casos, pero tampoco con demasiados medios. El hombre se encogió de hombros. La eterna lucha entre juridiscciones y cuerpos policiales.

El hombre tamborileo los dedos durante un momento, inquieto y pensativo. Sus ojos estaban puestos en la petaca, como barajando la posibilidad de dar otro trago sin represalias, pero decidió que sería mejor no tentar a la paciencia de la joven.

- De todas formas, Kate...Dereck suspiró y clavó las manos en los reposabrazos. Dudo que ese número sea verdad. ¡Vamos, es demasiado escandaloso!- alzó algo la voz, levantando los brazos a juego, pero por suerte poca gente habría en los pasillos que pudiese oirlos. Habría salido ya en todos los medios a estas alturas. No se quién te lo ha dicho, pero me parece que ha patinado demasiado. Toda la ciudad estaría movilizada a estas alturas.

-A menos que alguien trate de ocultarlo.- Dijo Kate con un tono de misterio. - Se acerca la Navidad y estas cosas siempre traen mala prensa. Tú mejor que nadie sabes lo poco que les gusta a los capitanes de policía y a los alcaldes las cifras negativas. Lo que si que te puedo garantizar es que en los medios no saben nada, si no yo llevaría días cubriendo esta noticia.

Kate arrugó la nariz. No le había gustado la reacción de Derek ante la cifra, aunque era lo que se esperaba. Aquel número de personas desaparecidas era demasiado grande. Pero lo que le sorprendía es que Derek lo tomara por un dato no valido. Por un segundo se le cruzó por la cabeza que el dato pudiera estar equivocado. Si la fuente no hubiera sido Scott estaría empleando el tiempo en otras cosas pero confiaba en él, al menos tenía que comprobarlo.

-La fuente que me lo ha dicho es fiable. A él se lo ha dicho otra fuente... -Cerró los ojos al notar lo mal que sentaba decir que se lo había dicho la fuente de otra fuente. Si no podía decirlo delante de Derek era impensable que lo publicara sin contrastarlo. Trató de justificarse rápidamente, más por ella que por su interlocutor. -Espero hablar pronto con esa persona, pero de momento tengo que conformarme con lo que hay. -Miró el móvil mientras hablaba por si hubiera recibido noticias de Scott mientras estaba allí y no se había dado cuenta.

-Treinta y cuatro personas es mucho, si saben esa cifra es porque hay denuncias.- Pensó en voz alta. -Aunque puede haber muchas más personas desaparecidas que nadie haya denunciado aún como tú mismo me has dicho, hay ciertos colectivos que no denuncian nunca. -Casi sintió escalofríos al pensar en la verdadera magnitud de la cifra, pero para Kate todavía no era el momento de pensar en cómo había desaparecido tanta gente. -Bien. Entonces alguien desaparece, un familiar presenta una denuncia, y queda registrada en el archivo de policía de turno. -Kate iba haciendo gestos con las manos mientras hablaba y miraba a Derek para confirmar lo que decía. -Llega final de mes y un capitán de la policía -Richard Black-, pensó aunque no lo mencionó. - mira los datos conjuntos de todas las comisarías y descubre sorprendido que hay un número que sale de lo normal. Va con esos datos al alcalde y el alcalde le dice que los olvide y actúa como si no pasase nada.

Eso podía ser bastante parecido a lo que habría ocurrido. -Dime, ¿puede ser que un policía no sepa el número global de esas desapariciones?. Es decir, si voy a una comisaria y le pregunto a un policía cuantas personas han desaparecido este mes ¿Lo sabrá?. O sólo podrá decirme las de su comisaria como mucho y me dirá que me espere a que el alcalde dé las cifras para saber el total. Unas cifras adulteradas como casi siempre... -Terminó murmurando.

El anciano contempló con mal gesto las palabras del periodista. No por ella o por que estuvieran mal elegidas, sino por lo que significaban. Derek era tan poco ingenuo como Kate, o incluso menos. Años patrullando las calles le habían enseñado la peor cara de la realidad. Pero también era un conservador: en muchos sentidos, un fiel idealista. El sistema podía no ser el mejor, pero estaba ahí por algo. Por que la mayoría de las veces funcionaba. Quejarse estaba bien, porque todo el mundo tiene el derecho a la rabieta, pero con sentido común. 

Y en aquella historia si faltaba algo, era sentido común.

- No te digo que no, pero ni el alcalde podría ocultar algo así. Es demasiado grande. Podría pedir que haya menos bombo mediático, pero aún así toda la policía estaría trabajando en ello. Por meros principios. No puedes dejar que el suelo se coma a la gente. Aunque el comentario pudiese sonar algo ridículo, el hombre parecía bastante serio. Una frase hecha de sus viejos años de policia seguramente. Quizás es así, pero lo desconozco. Admitió el hombre, llevándose una mano a la barbilla. Tenía contactos con algunos miembros del cuerpo, pero nadie le había hablado de aquello. Lo mejor que podrías hacer es comprobarlo. Técnicamente el número de desaparecidos es público, aunque cada distrito suele preocuparse solo de lo que le toca. Pero ya te digo yo que no te saldrán treinta y cuatro ni contándolos dos veces- profetizó Derek, antes de echar mano de nuevo a la petaca.

Lo cierto es que pese a la tranquilidad superficial del hombre, había algo en aquella situación que le escamaba, y Kate podía verlo. No parecía estarle ocultando información, de todas formas. A lo mejor solo era una lucha encarnizada entre aquella actitud que no quería creérselo y la corazonada que le gritaba la verdad.

- Puedes pasearte por allí o puedo remitirte a alguien...comentó tras el largo trago, antes de dar un par de golpecitos con el dedo en el reposabrazos. Si hay alguien metido en algo así por mucho que desde arriba digan que no, es Jackson. Si es que está al tanto, claro.

La periodista juraría que había algo de cachondeo en aquella última frase, pero era indudable que la ayuda que le ofrecía el viejo policía era real. Aceptarla o no, era cosa suya.

Kate sintió como Derek recelaba de la situación, para tranquilizarlo estiró la mano hasta alcanzar su brazo y lo sujetó de manera fraternal.

-No sé si es verdad o no, Derek. Mi fuente es de fiar, y por eso tengo que comprobarlo. -A continuación le mostró una sonrisa y se encogió de hombros. -Igual no es cierto, o igual la policía lo investiga y han conseguido por una vez que no se filtre. -Aquello era más difícil de creer que lo de las treinta y cuatro desapariciones y de hecho no lo creía ni ella pero quería sonar amable con el anciano ya que sabía que no le sentaría demasiado bien que se dudara del trabajo de sus antiguos compañeros del cuerpo. Aunque solo fuera por orgullo profesional.

Derek volvió a echar mano de la petaca y le dio un largo trago pero cuando volvió a dejarla sobre la mesa encontró en Kate una dura mirada reprobadora. Le había dicho un trago, le había dejado un par más, pero no le gustaba que abusara de ello. No porque bebiera más de lo que le había dicho, sino por su propia salud. Ya no era muy recomendable a su edad que bebiera mucho. Afortunadamente Kate había sido previsora y no la había llenado del todo.

Kate decidió ignorar el pequeño torno de sorna que había notado en las últimas palabras de Derek y fiel a su empecinamiento sonrió y se dirigió de nuevo al anciano. -Bueno, si me puedes poner en contacto con el tal Jackson me harías un favor. - A fin de cuentas siempre era mejor ir recomendado por alguien que pasarte por allí, de ese último modo te solían dar con la puerta en las narices, de la otra manera al menos tenían la cortesía de recibirte antes del portazo. - Y esto me lo guardo, -dijo recogiendo la petaca, -ya vale por hoy.

El hombre soltó un pequeño gruñido de disgusto cuando Kate recuperó la petaca, pero con toda la rapidez que le permitía su anciano cuerpo se levantó para acercarse hasta la mesita. Tomando asiento en la cama Derek abrió uno de los cajones, de los que sacó unas gafas de leer, que se colocó en la nariz con esfuerzo. No parecía acostumbrado a gastarlas, pero había veces que no había más remedio.

Del mismo cajón salió una pequeña agenda, cuyas hojas comenzaron a pasar por las manos del anciano, que murmuraba para si mismo el abecedario en busca de la letra adecuada. Al final pareció dar con ella y, con una pluma, escribió los números en un papel. Con el deber cumplido volvió a guardar las cosas ritualmente y le tendió el papel a la periodista.

- Thomas Jackson. añadió el policía, mientras volvía hacia su sillón, para retomar la conversación con la periodista. Hace tiempo que no se encarga de las cosas de la calle, pero está tan enterado como le dejan. Si lo que dices es verdad...el hombre suspiró algo incómodo al pensarlo, mientras se dejaba caer en el sillón. Sencillamente no podía ser verdad. Bueno, que Dios nos pille confesados y a ti te pille cerca de ese hombre. Es un buen profesional con principios, que es algo que no abunda últimamente...

-Thomas Jackson. -Repitió la joven observando el papel que le había dado Derek. -Muchas gracias. Lo tendré en cuenta y hablaré con él, a ver si conseguimos arrojar un poco de luz en este asunto.

Kate estaba bastante contenta por haber conseguido aquel número. Derek siempre sabía de que hilo había que tirar en el cuerpo de policía y le recomendaba visitar al agente más adecuado para los propósitos de la joven. Además esperaba que el agente Jackson pudiera realmente ayudarle a confirmar o desmentir todo aquello. Como siempre se decía a si misma cuantas más fuentes tuviera para corroborar algo mejor sería, y mientras Richard Black no hablara con ella no tendría más remedio que buscar la información de otros lados, cosa que por otro lado haría de todos modos.

-¿Es uno de tus chicos?.- La pregunta fue dirigida con toda la intención del mundo ya que la joven sabía lo orgulloso que estaba el ex-policía de los compañeros que había tenido. Kate ya había conseguido lo que quería de Derek y como premio, aparte del whisky claro está, dejaría que el anciano la deleitase con una de aquellas historias de sus tiempos de policía que tanto le gustaba rememorar. A la chica le gustaba escucharlas, siempre y cuando no se repitiera y contará la misma que ya había escuchado cientos de veces repetida.

- Podría decirse. declaró el hombre, con una sonrisa. Estaba claro que así era, pero parecía no tener todas consigo sobre si Jackson le recordaría. Habían pasado muchos años ya de aquello...Demasiados años en ese pobre cuerpo cascado. El chico era condenadamente bueno en su momento, pero ya sabes que pasa cuando asciendes... hubo una pequeña pausa, pues el policia pensó por un momento que no sería necesario explicarlo, pero acabó cayendo en la queja. Te ponen en una oficina como si fuese un premio. Pst. Te mueven a los barrios tranquilos haciéndote un favor, y solo logran aburrirte. Thomas anda en el limbo de algo verdaderamente gordo y el poli de calle, y ojala salga de ahí pronto. Sea para el lado que sea. 

El viejo se encogió de hombros, como si no supiera si Kate podría entenderlo. Sabía que la periodista era una apasionada de pasear la información, y era capaz de meterse en cualquier nido de ratas, pero aquello era una elección personal. Nadie la obligaba a trabajar o dejar de trabajar así, y con un poco de suerte nunca se vería privada del modo de trabajo que se había convertido en casi su vida.

Se quedó pensativa tras las palabras del hombre, pensó en la suerte que tenía de que le gustara su trabajo y que si no pudiera seguir llevándolo como a ella le gustaba realmente perdería el interés en hacerlo, y también en cualquier otra cosa. Ya que era cierto que Kate era una adicta a su trabajo pero no menos cierto era que su impulso para dedicarle tantas horas a esa adicción era la motivación que sentía por trabajar en lo que le gustaba. Si no tuviera esa motivación, no podría ni de lejos rendir al mismo nivel.

-Sí, tienes razón. -Reflexionó. -Cuando te gusta tu trabajo, por peligroso que sea, se convierte en tu forma de vida y si no puedes hacerlo... supongo que tiene que ser demoledor. Al menos en mi profesión si asciendo todavía puedo escribir mis artículos, aunque también hay un punto peligroso, cuando te conviertes en editor y te quita el tiempo para tus propias noticias, al menos para las noticias que a mi me gustan... Pero -palmeó el hombro del anciano al tiempo que se levantaba de la silla, -hay que ver el lado positivo... Podría ser peor. Podría acabar en la prensa rosa. -Bromeó soltando una carcajada. Y es que, si la conocías, imaginarse a Kate trabajando en ese mundillo del amarillismo y le sensacionalismo era como para troncharse de risa.

Miró el reloj y se dio cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo mientras charlaban. Ya era hora de irse, pues en esas residencias tenían un horario que no era aconsejable alterar. -Bueno, creo que ya es hora de que me vaya. Se acerca la hora de la cena y no quiero molestar. 

Con pena visible Dereck se despidió de la joven, aunque el hombre se empeñó en acompañarla hasta la puerta. Durante el camino un par de enfermeras les miraron con cariño, y todas sonreían a la periodista. Estaba claro que apreciaban su visita casi tanto como el anciano, y es que había pocas cosas mejores para los internos que pasar una tarde con la gente de su familia. O algo parecido, en el caso de Kate.

El viejo policía se despidió de nuevo en la puerta con abrazo, aprovechando para susurrarle a Kate que no se metiera en líos. Al parecer la noticia de las desapariciones había acabado de calar hondo en el anciano, y su incredulidad estaba dando paso poco a poco a la vena policíaca que puede atenuarse tras años de jubilación, pero nunca apagarse.

Solo quedaba el tranquilo viaje de vuelta a casa, de nuevo a solas con su pensamientos...

-Tranquilo Derek, ya sabes que se cuidar muy bien de mi misma. -Dijo con toda confianza, ciertamente Kate era una mujer de armas tomar aunque la advertencia del anciano no estaba de más. -En serio, no me meteré en líos. Nos vemos por Navidad, ¿vale?. - Tradicionalmente Kate solía visitar en esas entrañables fechas a Derek y solía hacerle un regalo.

Antes de salir por la puerta se abrigó con la chaqueta y se enrolló la bufanda al cuello para protegerse bien. Correspondió el abrazo de Derek y le palmeó la espalda amistosamente. -Cuidate mucho. - Le dijo antes de salir por la puerta de la residencia Holy Covenant.

No había andado ni tres metros cuando Kate se colocó un pitillo entre los labios y le dio fuego. No se podía fumar dentro de la residencia y es la única cosa que le llamaba para salir al frío y helado clima del exterior. El humo del vaho que salía de su boca se confundía con el humo del cigarro mientras andaba en dirección a la parada de taxi. Pese al frío no tenía prisa por llegar, prefería disfrutar del cigarro y no tener que tirarlo a mitad.