Partida Rol por web

El taxista, después de una charla digna de pertenecer a un documental del Animal Today, al fin dejó a Violet frente a un enorme edificio. Aquella zona, aunque adinerada, no era la más posh de Nueva York. Era en realidad una zona de antiguas fábricas, que habían sido abandonadas y remodeladas para convertir aquel antiguo polígono industrial en un barrio bastante alternativo.

Más dedicada a artistas algo más cercanos a la esfera cultural y más apartados de la esfera del famoseo, aunque no tan alejados de las implicaciones económicas de esto. El gran tamaño de las naves hacía que tras su remodelación los edificios estuvisen formados por gigantescos lofts, perfectos para mantener un taller en la tranquilidad y discreción del hogar.

¡Cuantos jovenes bohemios poblarían aquel edificio! Sin embargo apenas pudo comprobarlo, pues en la puerta el portero paró a la joven bailarina. Tenía un aspecto bastante moderno, con sus gafas de pasta y una barba arreglada, pero no dejaba de ser mucho más serio que los habituales treintañeros que poblaban la sección de firmas de libros de poseia contemporanea americana.

- Disculpe, usted no es una vecina del edificio. ¿A quién viene a visitar?

Así que se así se protegía aquella gente de los paparazzis... Bueno, era lógico: uno no se convierte en la presa más deseada de los periodistas si no se esconde un poco. Aunque lo cierto es que Violet no había visto ninguno al bajarse del taxi.

O estaban escondidos u hoy habían encontrado algo nuevo para hacer.

¡Todo esto es taaaaaaaaaan underground y alternativo! Violet estaba realmente impresionada con la gran remodelación que habían llevado a cabo en aquel barrio, que había pasado de ser una anodina y gris área industrial a un crisol de cultura. 

Se bajó del taxi con andares de modelo y, tras pedirle al conductor que la esperara, se encaminó al edificio irradiando un aura  de sensualidad y determinación. Por fin vería ese oscuro objeto de deseo que la tenía tan intrigada. 

Pero, como si de un videojuego se tratase, un nuevo enemigo se interpuso en su camino. ¡Ojalá el vestido no estuviera en otro castillo!

- Disculpe, usted no es una vecina del edificio. ¿A quién viene a visitar? -Gafas de hipster, ropa de hipster, barba de hipster... Estas monjas cada vez se visten más raro... ¡Ah, no!¡Es un hipster!

La muchacha se sintió ofendida por el hecho de que aquel hombre no pudiera apreciar el halo de magnificencia y exclusividad que desprendía, pero decidió responderle amablemente por precaución: aquel hipster seguramente tendría una cámara Réflex y no quería que le pegase con ella. 

- Vengo a ver al señor Brawl. Me está confeccionando uno de sus exclusivos vestidos -Violet se apartó el pelo a un lado, dejando que el portero pudiera ver todo su marfileño cuello- ¿Sería tan amable de indicarme?

Hipster salvaje apareció. Hipster enemigo usó BLOQUEO. Violet usó AMABILIDAD Y SUFICIENCIA ¿Sería efectivo?

El hombre inclinó una poblada ceja con escepticismo. Claro, el Sr. Brawl. Como que nadie venía a ver al Sr. Brawl...

- ¿Me podría decir su nombre, por favor? preguntó, dirigiendo la mano a un pequeño intercomunicador. Al parecer, iba a comprobarlo llamando al propio Brawl. Desde luego aquel hombre se tomaba su trabajo en serio...

¡Abre ya, condenado!

- ¿Me podría decir su nombre, por favor? -Al parecer el Señor Brawl se tomaba la seguridad muy en serio. No era de extrañar, ya que en un taller almacenaba verdaderas joyas de la confección. 

- Mi nombre es Violet Carson -respondió la muchacha moviendo la lengua sensualmente. 

A ese paso iba a tener que usar un Max Repelente. 

Cuando al fin la bailarina pronunció su nombre, el dedo del portero cayó acusador sobre el telefonillo, que vibro un par de veces hasta que una voz grave de hombre se puso al aparato.

- ¿Si?

- Señor Brawl, le visita Violet Carson.

Por un momento el silencio inundó la sala, y el portero ya estaba clavando su mirada acusadora en Violet. ¡Si, lo sabía! ¡Maldita periodista encubierta intentando engañarme y...

- Que suba.

La cara del hombre pasó a ser un poema. Los ojos se le abrieron y por un momento miro con total incertidumbre al telefonillo, como si acabase de decir que Yoko Ono era lo mejor que le podía haber pasado a los Beatles. La bailarina se dió cuenta de que había estado a punto de hasta balbuceer, y, después de mirarle con cierta incredulidad, salió con rapidez de la portería.

- Sigame por favor. pronunció, casi tartamudeando. Verguenza o que, quizás, ni siquiera él había visto aún al Sr. Brawl. El joven guió a Violet hasta un ascensor gigantesco, un montacargas que seguramente llevase allí casi desde la creación de la nave. Girando una llave marco el cuarto piso, y de nuevo un silencio incómodo se hizo en un ascensor. Esto le sonaba de algo, solo que esta vez su acompañante de verdad estaba aturullado por su presencia.

Con un pitido el ascensor paró y se abrió, dando directamente a la casa de Brawl. Un enorme piso sin apenas paredes, separado casi todo por biombos en un ambiente diafano y lleno de luz por unas gigantescas y alargadas ventanas industriales. Los muebles, una mezcla de diseño y puro ikea, brillaban por su ausencia, y salvo una cocina américana y unos cuantos sillones junto a una gran televisión y un gigantesco escritorio al fondo, el espacio estaba prácticamente vacio: solo paredes blancas y dibujos y fotografías de diseños.

En uno de aquellos sillones azul marino estaba el diseñador, vestido en un pijama a cuadros comprado en cualquier tienda de ropa de barrio, que se levantó para acercarse hasta Violet en cuanto estos habían llegado.

- Hola. saludó a la joven, apartándose el pelo de la cara con gesto incómodo, antes de girarse hasta el portero con cierta seriedad, aunque aparentemente amable. Gracias, Tom.

El joven asintió nervioso, tragando saliva, antes de volver de girar la llave con rapidez. Pues quizás no era admiración lo que había sentido el joven, sino puro terror. Pero ¿Que terror podía dar aquel modisto, que más bien parecía un soltero más de los muchos que habítan Nueva York?

Las puertas metálicas del ascensor se cerraron y, tras ellas, Tom bajó hasta su puesto de trabajo, echando una última mirada de algo parecido a compasión a Violet. ¿Que coño le pasaba a ese chico?

- Sientate. dijo el hombre, señalando uno de los sillones. Distaba mucho de ser la mitad de confortable que las sillas del Misterioso Señor, pero mejor que no tomase eso como referencia o iba a vivir defraudada toda una vida.

Dicen que, entre las cosas importantes que hay que hacer antes de morir, se incluye plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. En aquellos instantes Violet añadiría a la lista el verle la cara de imbécil que se le queda a un modernillo de medio pelo  cuando lo contrarían. 

-El Señor Brawl es muy atento, ¿verdad? -comentó Violet como si conociera al modisto de toda la vida. 

- Sigame por favor -la muchacha tuvo que contenerse para no acabar cantando el chincha rabiña, pero ella era una señorita muy bien educada. 

Aquel enorme elevador les llevó directamente al apartamento del Señor Brawl. Todo era tan cool...

Qué fashion. Qué flow. Qué luminosity. Seguro que sigue el feng-shui...

Ante ella se abría un maravilloso loft decorado con un gusto exquisito, no esperaba menos de aquel gurú de la confección. Violet estaba realmente emocionaba, un sentimiento comparable con el que podría sentir un cristiano en el Vaticano, un amante del Señor de los Anillos en Nueva Zelanda o un anciano en las urgencias de la Seguridad Social. 

Allí estaba, con un pijama a cuadros de aspecto retro. Todavía recordaba la gran sorpresa que se había llevado al conocerlo ya que aquel hombre podía parecer cualquier cosa menos un diseñador de su categoría. 

- Siéntate -Violet tomó asiento de forma tranquila y recatada. Hubiera hecho casi cualquier cosa con tal de conseguir su vestido. 

-Buenos días, Señor Brawl -la voz de la joven era débil y cargada de emoción, como la de una niña pequeña al hablar con Santa Claus-. Es un placer volverlo a ver. Le traigo una invitación para la gran fiesta de inauguración de Electrosand. Nos honraría que alguien de su categoría asistiera -las palabras de Violet fueron más sinceras que en cualquier otra ocasión, sentía verdadera devoción por aquel hombre. 

¿Y el vestido?¡Pregúntale por el vestido! Todo a su tiempo, Violet, todo a su tiempo.

- ¿Una entrada? preguntó sorprendido, aunque su cara no parecía reflejar del todo el sentimiento. El hombre cogió el sobre y lo contempló un buen rato, antes de mirar en su interior como si le estuvieran gastando una broma. Pero no. Ahí estaba su entrada, en su sobre, con su nombre. Oh, vaya.

La dejó sobre la mesita con el interés que uno suele poner a la publicidad, pero dada la habitual frialdad del hombre (que parecía tener horchata en las venas), era dificil tomarselo como algo ofensivo. Casi daba hasta pena.

- Pero pensé que venía a por su vestido, Sra. Carson. Parecía contrariado por haberse equivocado, o pensando que la bailarina se habría olvidado de su trabajo. Cruzó las piernas, visiblemente incómodo, antes de buscar una nueva posición en el sofá. Eso no le pasaría si tuviera sillas ergorgásmicas...Quería hablar con usted el contrato que se forma entre comprador y artista cuando alguien encarga uno de mis diseños, y comprobar que lo tiene en cuenta...Aún así, no creo que vaya. Declaró, echando una mirada incómoda por la ventana. Los periodistas me acosan y no quiero volver a salir en una de sus revistas, y la discoteca estará llena de periodistas. Dígale a Asthon que lo siento. No sonaba muy convencido, pero si llamaba a su jefe por el nombre de pila, se conocerían. Quizás era más sincero de lo que parecía y todo era culpa del supuesto asperger que le atribuían...

El Señor Brawl no parecía muy emocionado por recibir aquella entrada. ¡Pero si era tan extraordinario como los billetes dorados del excéntrico Willy Wonka! Bueno, quizás no tanto, pero también eran valiosos. 

-Pero pensé que venía a por su vestido, Sra. Carson -Violet se tensó. El modisto parecía decepcionado con la poca importancia que la muchacha parecía prestarle al vestido y la muchacha no podía permitirlo. Aquel vestido lo era todo para ella en ese momento, de hecho era lo mejor de la inauguración de Electrosand.

-Por supuesto que  he venido por el vestido, Señor Brawl -respondió con emoción mal contenida-. Pero quería tratar el asunto de la invitación en primer lugar para poder prestarle, después, toda la atención que merece a la pieza tan maravillosa que seguramente habrá creado -en la lista de "Cosas por las que babear" de Violet, aquel vestido le disputaba seriamente la primera plaza a su Gastón.

Tras explicarse, Violet pareció volver a relajarse un poco, aunque temía la reacción del modisto. 

-Quería hablar con usted el contrato que se forma entre comprador y artista cuando alguien encarga uno de mis diseños, y comprobar que lo tiene en cuenta... -Violet se imaginaba a qué se refería Peter Brawl. El diseñador había conseguido un gran prestigio y seguramente quería asegurarse de que su vestido era tratado como se merecía y que Violet actuaba de manera correcta mientras lo llevaba puesto-.Aún así, no creo que vaya -la decepción de Violet fue más que notable, pero no fue capaz de interrumpirle-. Los periodistas me acosan y no quiero volver a salir en una de sus revistas, y la discoteca estará llena de periodistas. Dígale a Asthon que lo siento -ya eran dos los invitados VIP que confirmaban que no iban a asistir. Violet esperaba que no la reprendiese por aquello. 

-Es una verdadera pena, Señor Brawl. Me hubiera encantado que me viese lucirlo esta noche -la joven suspiró con resignación-. Es un evento muy sonado y es cierto que habrá mucha prensa. De todas formas, si decide cambiar de opinión, le estaremos esperando con los brazos abiertos. Y ahora... -Violet intento contenerse para no parecer demasiado ansiosa, pero una sonrisa de alegre excitación iluminó su rostro- ¿puedo ver el vestido?

¡POR FIN!¡ESTABA A PUNTO DE TENERLO EN SUS MANOS! Violet no estaba tan deseosa de que llegase un momento como aquel desde la transformación de Bety la Fea.

- Si, eso creo...la vista del hombre se había perdido en algún lugar alejado en el suelo, su voz apagándose poco a poco. No sabía si llevaba asi de pálido desde que había entrado o es que aquella gigantesca araña le había...

¡GIGANTESCA ARAÑA!

Un monstruoso insecto como salido de lo más profundo de las pesadillas de cualquier mujer correteaba libre por el suelo del loft, haciendo pequeños ruidos similares a los de un lapiz golpeando una superficie cada vez que una de sus patas golpeaba el parquet. Violet podía ver sus pequeños y brillantes ojos negros, y aquel desagradable pelaje pardo que recorría su cuerpo. ¡Por lo más sagrado, el mordisco de esa cosa tenía que dejar un grano terrible! Correteaba hacia ellos como si fuera un toro cargando, hasta que tomó un rápido cambio de dirección antes de acercarse demasiado.

No se podía saber que le había asustado, si la fija mirada del modisto o la terrorifica imagen de la bailarina subida a un sillón, enarbolando uno de sus manolos, pero el animal corrió por su vida bajo uno de los pocos muebles. Probablemente había sido esto último, porque lo cierto es que el modisto no resultaba impactante en ninguna de sus facetas.

El hombre había comenzado a farfullar algo, visiblemente afectado. ¡Un insecto como aquel, perturbando la tranquilidad de su taller! Brawl nunca se había preocupado por la fama, pero si Violet hubiera tenido una cosa asi de asquerosa pululando por su zona de baile se hubiera sentido más sucia que los calcetines de un vagabundo. De reojo echó una mirada a la mujer, como si esperase su reacción.

¿Que dirían del gran modisto si supieran lo que recorría el suelo de su taller?

La mirada del modisto se perdió en el suelo. 

¿Ha puesto mi vestido en el suelo?¿Será un vestido-alfombra de tigre blanco?

Pero no... era algo mucho menos innovador. 

¡Qué monstruo!¡Qué engendro!No había visto nada peor desde las sandalias con calcetines. ¿Cómo podía existir un bicho tan grande en medio de una gran ciudad? Las únicas explicaciones posibles eran que se hubiera escapado del zoo o que en Central Park hubieran empezado a enterrar residuos nucleares. 

En menos de lo que tardaba en distinguir un vestido color salmón de otro rosa palo, Violet se subió al sofá con los zapatos en la mano, así no mancharía la tapicería y, además, podría utilizarlos como armas. 

Un escalofrío recorrió su espalda a lo largo de toda la espina dorsal, aquella araña era realmente horrible y ¡corría hacia ella! Mientras tanto, el Señor Brawl permanecía en estado vegetativo, aunque la joven no podía decir si era debido al miedo o era su estado de ánimo habitual.

-Señor Brawl ¡Corra!¡Salve su vida! -Violet golpeaba con los zapatos en el aire, como si quisiera golpear al arácnido a distancia- Sálvese usted, el mundo le necesita. Si me ocurre algo, quiero que me recuerden como la bailarina con el culo más prieto de todo Manhattan.

En esos instantes, la araña pareció asustarse por los gritos de la joven y se escondió bajo un mueble. Violet bajó de un brinco del sofá y se acercó al mueble, aunque manteniendo las distancias. Con gran espanto, comenzó a aporrear el suelo cercano al hueco con los zapatos, esperando que los golpes hicieran salir a la araña. En cuanto asomase alguna de sus peludas patas, se convertiría en un revoltijo de vísceras pegado a la suela de sus botines. 

La araña, que sería asquerosa pero no tonta, se quedó en el refugio que le proporcionaba aquella fortaleza de madera ante ese gigantesco ser armado con una terrible arma. Brawl parecía haber salido por fin de su catarsis y se levantó del sofa, antes de acercarse a la joven y colocar con algo de reparo su mano en el suave hombro de la bailarina.

- Dejelo, Sra. Carson. Seguro que prefiere ver su vestido a aporrear a un pobre insecto. ¿Pobre insecto? ¡Pero si de aquel cadaver podría comer una familia subsahariana! Yo me haré cargo, pero...una importante seriedad se marcó en su gesto, con confidencia. Me gustaría que esto quedara entre usted y yo.

¿Quién querría que se supiese que un mounstruo paseaba por su casa, y más si el mundo quería saber hasta su talla de calzoncillos?

Retirando la mano del hombro de la mujer, Brawl señaló un espacio tras el biombo y con la otra mano apoyada en la cintura de Violet la comenzó a acompañar hacia lo que tenía que ser el sanctasantorum del modisto. Su taller, allí donde se obraba el milagro del momento. Violet casi podía oir el sonido a música celestial, olvidando por un momento el desagradable escalofrio producido por el insecto, un dulce coro de voces que sonaba como...

Mierda, el movil.

Nada, que no sale la condenada...

Los golpes de la joven eran cada vez más espaciados y desacompasados.

- Dejelo, Sra. Carson. Seguro que prefiere ver su vestido a aporrear a un pobre insecto -aquellas palabras la sobresaltaron, no esperaba que el Señor Brawl estuviese tan cerca.

-Pero, la araña... Es fea y no conjunta con nada... -la visión de aquel engendro había dejado a Violet en estado de shock.

-Yo me haré cargo, pero... Me gustaría que esto quedara entre usted y yo -pobre, no quiere que se entere la gente de que está tan absorto en su trabajo que no tiene tiempo ni para limpiar...

-Por supuesto, Señor Brawl, mis tiernos labios están sellado -acompañó la frase con un gesto de cremallera sobre su boca.

Sin articular otra palabra, el modisto agarró a la joven por la cintura y la condujo hasta el lugar donde se crean todas las cosas bonitas. Se sentía flotar en un mar de nubes de caramelo y algodón de azúcar.

Por fiiiiiiiiiin... El vestidoooooooooooo... El ganchoooooo... (¡Ah no! ¡Eso es de otra peli!)

Pero... ¿Qué era aquella pegadiza canción que le provocaba ganas de bailar guarrona y hacer el paso de la gallina de Mike Jagger? ¡Su móvil! No era posible... 

-Discúlpeme Señor Brawl, será sólo un momento -se excusó la bailarina al tiempo que descolgaba-. Violet Carson al habla, antes de nada, sepa usted que acaba de interrumpirme un orgasmo modístico.

Pocos amantes habían dejado tan a medias a Violet como se sentía en aquel momento. 

Edward enarboló una sonrisa que dice "vaya, que picarón que soy", y que Violet no pudo ver por razones obvias mientras formulaba su respuesta.

- Nada más lejos de mi intención, le ruego me disculpe pero le llamo por un asunto importante. Mi nombre es Edward Bradley, y represento los intereses del diario Day of New York. Me han informado de que usted actúa como principal responsable de relaciones públicas para el local Electrosand, así que no dudo ni un instante que es usted la persona apropiada para tratar la propuesta que me hace llamarle. - Edward comenzó a juguetear con un boli, una manía de los tiempos de la facultad. - Verá, desde el Day of New York están muy interesados en el Electrosand y en su próxima inauguración, hasta tal punto de dedicarle un buen espacio en la sección de ocio y variedades de la edición de mañana a las virtudes de la fiesta inaugural de esta noche, así como de todas las personalidades invitadas, quizá hasta haya lugar para una entrevista con el Sr. García si el mismo accede, seguro que quedará encantado. Por desgracia resta el asunto del acceso al local, así que me pregunto si estaría dispuesta a ceder un pase VIP en concepto de pase de prensa para nuestra representante - espera a que Linda se entere de que la he llamado "representante" - como incentivo para la documentación de la misma en aras a un reportaje más fidedigno. Pero no quiero interrumpirle más de sus actividades, ¿qué le parece? - finalizó el abogado.

Violet lanzaba de vez en cuando alguna rápida mirada al escondite de la araña, no iba a dejar que la pillase desprevenida. 

- Nada más lejos de mi intención -respondió educadamente una voz masculina- le ruego me disculpe pero le llamo por un asunto importante. Mi nombre es Edward Bradley, y represento los intereses del diario Day of New York. Me han informado de que usted actúa como principal responsable de relaciones públicas para el local Electrosand, así que no dudo ni un instante que es usted la persona apropiada para tratar la propuesta que me hace llamarle.

-Así es, Señor Bradley, pero dígame, ¿qué tipo de propuesta tiene?- la joven comenzó a jugar con un mechón de su cabello distraídamente. Asthon era el dueño de la discoteca, pero Violet era el bello rostro que la representaba. 

- Verá, desde el Day of New York están muy interesados en el Electrosand y en su próxima inauguración, hasta tal punto de dedicarle un buen espacio en la sección de ocio y variedades de la edición de mañana a las virtudes de la fiesta inaugural de esta noche -¡Eso es genial!Con un reportaje así Electrosand correrá de boca en boca como la pólvora, pensó la muchacha mientras en su cara se reflejaba la excitación- así como de todas las personalidades invitadas, quizá hasta haya lugar para una entrevista con el Sr. García si el mismo accede, seguro que quedará encantado -Violet se imaginó a su jefe apareciendo a toda plana, vestido únicamente con una hoja de parra bajo el titular: "Adán nos abre las puertas del paraíso". Se le hacía la boca agua-. Por desgracia resta el asunto del acceso al local, así que me pregunto si estaría dispuesta a ceder un pase VIP en concepto de pase de prensa para nuestra representante como incentivo para la documentación de la misma en aras a un reportaje más fidedigno. Pero no quiero interrumpirle más de sus actividades, ¿qué le parece?

Violet caviló durante unos segundos. Era una petición más que razonable. A cambio de un pase VIP conseguirían una publicidad excepcional que les costaría muschísimo dinero en otras circunstancias. Además, la joven todavía tenía el pase que Señor había rechazado. 

-Será un placer invitarles a la fiesta de esta noche -respondió Violet con cordialidad-. Espero que el reportaje esté a la altura del gran espectáculo que su representante contemplará -con aquellas palabras, la tailandesa quería dejar entrever que esperaba que el reportaje hablase bien de la discoteca y no escatimase en alabanzas-. Precisamente tengo un pase en mis manos. Hoy, como comprenderá, tengo un día realmente ajetreado, por lo que lo dejaré en la recepción de su periódico, a su nombre. ¿Podría darme el nombre y la descripción de su representante? También me gustaría que, cuando llegue a la fiesta, se presentase ante mí para charlar sobre el evento y poder resolverle cualquier duda que pueda tener -Y controlarlo para que no moleste mucho a los invitados, aunque esa parte no la dijo en voz alta-. Por otra parte, ha dicho usted que representa al periódico, pero no me ha dicho su cargo. Me gustaría asegurarme de que de verdad tiene usted potestad para hacer eso, no sería la primera vez que alguien recurre a engaños para conseguir un pase para una de las fastuosas fiestas de Electrosand - Violeta rió, todavía recordaba haber sido cortejada por algún que otro muchacho deseoso de conseguir uno de aquellos preciados pases. 

La araña seguía sin salir. Esperaba no encontrársela encima de su cabeza en el momento más inesperado.

Me encanta mi trabajo. Ojalá todas las conversaciones fueran así de fáciles. - pensó el abogado mientras abría su segundo paquete de Treasurer Black de este mes. Estaba bastante sorprendido de la fluidez y la rapidez con la que había conseguido una respuesta afirmativa.

Por un lado el abogado quería ahorrarle molestias a la representante, por otro, tenía ganas de soltarle con tono melodramático "¡¿Cómo que duda usted de mi identidad?! ¡Pensé que éramos amigos!", ofenderse un montón y colgar el teléfono con dramatismo. Pero eso no sería nada bueno para su trabajo.

- Se lo dejo más fácil - comenzó el abogado - Usted encárguese de que cuando llegue Linda Chalmers esta noche al Electrosand pueda pasar sin problemas y pueda acceder a ustedes para documentarse. Así podrá continuar con su trabajo sin tener que dar paseos sin sentido por la gran manzana. En cuanto a mi identidad, soy el abogado del director del Day of New York. Mi nombre le dirá poco pero si quiere cerciorarse cualquier persona del periódico corroborará mi historia. Me llamo Edward Bradley, a su servicio - en realidad, al servicio del dinosaurio y de la princesita mimada. En ese momento Bradley tuvo una idea. - Si hemos terminado, me gustaría continuar con nuestra recién descubierta relación de negocios. Verá, no me perdería su fiesta por nada del mundo, pero ando bastante ocupado a lo largo del día. ¿Sería mucho abusar de su confianza pedir que deje una entrada estándar a mi nombre? Por supuesto, me encargo de los costes de dicha entrada, no quiero parecer un gorrón... - Edward dejó la propuesta en el aire mientras se encendía un cigarrillo.

Violet creyó ver que la araña salía de debajo del mueble y emitió un pequeño grito ahogado, esperaba que el Señor Bradley no la hubiera escuchado. 

- Se lo dejo más fácil, usted encárguese de que cuando llegue Linda Chalmers esta noche al Electrosand pueda pasar sin problemas y pueda acceder a ustedes para documentarse.

-Espere un momento, que apunto el nombre -interrumpió la joven al tiempo que sacaba un bolígrafo y una pequeña libreta-. Lin-da-chal-mers -murmuró mientras escribía-. Ya está, me encargaré de ello -Violet se moría de ganas de ver su fantástico vestido y deseaba acabar con aquel trámite cuanto antes. 

-En cuanto a mi identidad, soy el abogado del director del Day of New York. Mi nombre le dirá poco pero si quiere cerciorarse cualquier persona del periódico corroborará mi historia. Me llamo Edward Bradley, a su servicio. Si hemos terminado, me gustaría continuar con nuestra recién descubierta relación de negocios. Verá, no me perdería su fiesta por nada del mundo, pero ando bastante ocupado a lo largo del día. ¿Sería mucho abusar de su confianza pedir que deje una entrada estándar a mi nombre? Por supuesto, me encargo de los costes de dicha entrada, no quiero parecer un gorrón... 

Mmm. El fantástico método de ofrecerse a pagar para intentar conseguir que te inviten, muy propio de un abogado. 

-No se preocupe, Señor Bradley, tendrá una entrada para usted en la puerta. Estoy segura de que alguien de su posición puede permitirse pagar por ella -la joven rió, divertida-. Además, si su apariencia es tan interesante como su voz, es posible que le regale una copa y un rato de mi compañía -la tailandesa no tenía remedio, ni haciendo negocios podía evitar coquetear-. Ahora, si me disculpa, tengo asuntos que atender. Ya se podrá imaginar el día tan ocupado que tengo hoy. Ha sido un placer charlar con usted -el tono de Violet fue haciéndose cada vez más profundo y seductor-. Hasta esta noche, señor abogado. 

La joven colgó el teléfono y lo guardó en su bolso, ya llamaría más tarde a las oficinas de Electrosand para reservar las entradas, lo primero era atender al modisto.

-Discúlpeme, Señor Brawl -dijo la joven con apariencia apenada- ya sabe cómo son los negocios... Ahora ya puedo prestarle a su vestido toda la atención que merece. 

Mientras tanto, Peter Brawl seguía con la misma expresión de acelga mustia de siempre. 

El modisto, que se había adelantado y desaparecido tras el biombo durante la llamada de Violet, asomó por uno de los laterales del separador e hizo un gesto con la mano a la bailarina para que se acercase.

- Por aquí. Al parecer la llamada había interferido en su horario, y ahora su voz sonaba algo más autoritaria, como si la visita corriese prisa. Pero no importaba, porque nada podía estropear ese momento para Violet.

El mero de paso de aquel límite hizo que el corazón de la tailandesa se acelerase. No había vivido un momento así de emotivo desde que se despertó tras la operación de creación de pecho. Ante ella había varios maniquís de costura con diseños en proceso de Brawl, la mesa donde había apenas unas tijeras y cientos de papeles desperdigados con bocetos a mano de aquel genio. Pero hasta aquellas minucias pasaron desapercibidas cuando sus ojos se encontraron con él.

Su vestido.

Allí estaba, perfecto en su esencia sobre un torpe maniquí de madera. Si era así de magnifico en un trozo de árbol cortado...¿como sería en su hermoso cuerpo?

De corte clásico, una sola pieza que llegaba hasta algo por encima de la rodilla, el cuello se cerraba por delante para dejar la espalda abierta y los hombros a la vista. El fino tejido creaba sutiles dibujos y texturas por toda su extensión, haciendo que fuese un vestido completamente distinto según la luz que incidía en su superficie. Impolutamente blanco, como todo lo que salía de aquellas frías manos, aquel era un vestido digno de un ángel.

Un ángel que aquella noche se iba a aparecer en medio de la pista de baile...

- Ese es- señaló con obviedad el modisto tras un par de segundos de adaptación. Aunque no fueron suficientes: si por Violet fuera, podría estar horas contemplando aquella maravilla antes de atreverse a poner las manos sobre ella. Me temo que no tengo ningún probador, pero tampoco admito devoluciones, así que...añadió, como si no fuera verdaderamente consciente del amor a primera vista que había surgido en aquel taller...

Me temo que este humilde narrador sería incapaz de expresar con acierto lo que sintió Violet en aquel momento, probablemente algo parecido al éxtasis de Santa Teresa (las malas lenguas aseguran que fue un orgasmo), por lo que, si me lo permiten, utilizaré una imagen para plasmar sus emociones. 

Aquel vestido era, simplemente, PERFECTO. 

Aún en estado de trance, fue deshaciéndose, una a una, de todas sus prendas hasta quedar en ropa interior sin importarle  lo más mínimo que Peter Brawl estuviera allí presente. 

Con cautela, se acercó paso a paso a aquel vestido celestial, temerosa de que todo fuera una ilusión y se desvaneciese si hacía mucho ruido. Alargó lentamente una mano hasta rozarlo. El tejido era extremadamente suave y vaporoso, como si aquel vestido estuviera fabricado con nubes. Con sumo cuidado, lo retiró del maniquí y se lo puso. 

Le quedaba como un guante. La tela se ajustaba perfectamente a cada curva de su cuerpo, abrazándola como un amante apasionado. Todavía con aquella expresión de euforia en su rostro, se giró hacia el modisto. 

-Un espejo -murmuró. Necesitaba admirar aquella obra de arte. 

Electrosand iba a caer rendida a sus pies aquella noche.