Partida Rol por web

- En los últimos dos años el número de atentados del Último Reich ha ido en aumento, principalmente en sitios turísticos... pero sobretodo donde se acumulan los inmigrantes. No les gusta nada los que no son alemanes... no me malinterprete. Soy tan alemán como el que más... pero mi nacionalismo no me impide ver que es una burrada dedicarse a matar a los extranjeros... Algunos tenemos todavía reciente la Segunda Guerra Mundial. -

el hombre menea la cabeza negativamente y su cara muestra bastante pena... tristeza y pena.

Arranca el motor y pone rumbo al Palacio de Charlottenburg.

Muchas gracias, murmuro mientras me atuso en mi asiento. 

Helmuth os guía por las calles de Berlín hasta que llegáis al otrora impresionante Palacio de Berlín. Se encuentra en un lamentable estado, después de haber sido intentado reconstruir varias veces tras la Segunda Guerra Mundial.

El Palacio permanece como monumento turístico pero sólo se puede apreciar en el exterior. Los viandantes tienen vetada su entrada, y durante el día muchos turistas se acercan a hacer fotos.

En la entrada principal podéis observar dos vigilantes de seguridad haciendo guardia incluso de noche.

El chófer para muy cerca de la entrada principal y oís la voz de Helmuth por el interfono:

- Esperaré su regreso para llevarles luego al Castillo de Charlottenburg, señores. -

Tras un rato un poco silencioso en el coche, al fin llegamos a la residencia de Gustav.

-Diablos... ¡es impresionante! -Digo, algo sorprendido -¿En serio vive aquí?

Echo un rápido vistazo a sus alrededores. Parecía cerrado. ¿Y si no nos dejaran pasar? ¿Sería buena idea ir aquí y no ver a Wilhem antes? Reflejo en mi cara una ligera molestia, ya que todos los que están aquí hablan mucho y dicen poco. Me harta tener que preguntar las cosas.

-Helmuth, ¿cómo carajo entramos? -le digo por interfono -¿Vamos a la parte delantera sin más y decimos que buscamos a Gustav o qué?

- Pregunten al vigilante, señor. Es uno de los lacayos de Gustav. Él les indicará. -

-Gracias, Helmuth.

Salí del lujoso coche, como si fuera el dueño de todo cuanto viera. Era una de mis especialidades, hacer como que me acomodaba con todo, aunque me repugnara hasta el máximo. Me doy la vuelta y, mirando hacia el interior de la limusina, le digo a Keyra:

-¿Vamos, querida? Seguramente a nuestro nuevo anfitrión no le guste esperar

Miro algo impresionada el castillo, y pienso durante un segundo que es excesivo, intentando plantearme cómo será su utilidad.

- Seguramente, Gustav tendrá control sobre todo el edificio. - Dije como respuesta a lo de entrar por un lado o por otro. - Vamos allá.

Dispuesta a hablar con el vigilante, me encaminé junto con Fabian hasta el lugar en el que se encontraba.

- Buenas noches, venimos a hablar con Gustav. - Dije de manera desentendida, como si fuera algo habitual.

- Claro señora, - mira un instante a Fabian y luego de nuevo a Keyra. - Utilicen esa entrada lateral. - os indica el guardia.

Veis una puerta a unos 50 metros de la entrada principal. El guardia habla por un pinganillo y a medida que os acercáis a la otra puerta veis cómo ésta se abre y otro vigilante que estaba dentro espera para recibiros.

El guarida de la entrada lateral os recibe y os hace pasar por la puerta, luego entra él y cierra detrás vuestro. El hombre os guía por varios pasillos repletos de cuadros que a muchos ojos podrían resultar artísticos...

Por el camino veis algunos pergaminos y joyas expuestos en vitrinas, parece que estáis siguiendo el recorrido turístico que hacen los humanos durante el día. La mayor parte de cuadros y accesorios son del siglo XVIII. Veis incluso alguna armadura casi medieval.

Después de un largo paseo de unos 10 minutos llegáis ante una puerta doble que da a un ascensor. El hombre abre y os indica que presionéis el único botón que hay para descender.

Por último os hace una recomendación: - Hoy no tiene un buen día, no hagan que el señor se enfade. -

- Vaya... Desde luego, no escatimamos en joyas y decoración. - Susurro... - En fin, estoy lista. - Digo asintiendo, mientras estiro mi vestido y coloco mi pelo de manera sensual y segura, - completamente... lista.

-Desde luego... -Susurro también -Ni que fuéramos un par de japoneses con cámara... -Río por lo bajo, mientras me frustro por la larga caminata... ¿Tanto cuesta tener que ir a ver a este tío?

Al fin encontramos el ascensor que, oh casualidad, es de bajada. Nos introducimos en él, y antes de pulsar el botón, el guardia-guía-probablemente ghoul dice que el príncipe no tiene un buen día. <<Si tiene que recorrer estos pasillos para llegar al despacho, desde luego que no...>>

-¿Problemas en el Paraíso? Aunque hay quien ve esta... vida como una maldición...

Cuando el ascensor para y las puertas se abren,entráis en una amplia cámara acorazada.

El lugar tiene poca decoración, veis una mesa de 10x4 metros en el centro de la sala y varias sillas dispuestas en el centro de la sala. Un enorme diorama de Berlín cubre la mesa, y por lo poco que habéis visto de la ciudad parece bastante detallado.

Cuando entráis en la habitación dos hombres vestidos con trajes de seguridad parecidos a los de arriba se precipitan a tapar el diorama con una tela negra. Al otro extremo de la mesa un hombre sentado, robusto, que aparenta cerca de los 40, con el pelo y ojos de un tono gris acerado conversa con un muchacho y una mujer.

El muchacho y la mujer permanecen de pie a ambos lados del tipo sentado.

La mujer es morena, de cuerpo esbelto y poco desarrollado. Su rostro es vulgar (pero excelentemente bien maquillada) y viste un traje de calle hecho a medida.

El hombre no es más que un muchacho 19 años con el pelo castaño claro, ojos azules, y el físico de un hombre sometido a un riguroso entrenamiento básico. Viste de negro. Lleva un bloc de dibujo y un carboncillo.

El tipo sentado se corresponde con la descripción que tenéis de Gustav. Sus rasgos brutales no revelan nada absolutamente amistoso.

Los tres os miran  con una mezcla de curiosidad y algo que no sabríais definir... Parecen expectantes.

Miro la sala con curiosidad, y pongo mis manos a la espalda, hago una leve inclinación de cabeza en dirección hacia Gustav.

- Es un verdadero placer conocerle, Gustav. Mi nombre es Keyra Sephard, y le pido permiso para quedarme en su ciudad durante un tiempo.

Tras Keyra, yo pongo mi mano izquierda a mi espalda, y con la derecha en mi pecho, hago una reverencia ligeramente exagerada, que no se note el pequeño tono de burla que debería producir en realidad, y al levantarme, ya con los brazos en una posición algo más correcta y relajada, digo:

-Príncipe Gustav, los "hados" han hecho a bien el guiar mis pasos hacia Berlín, y aprecio mucho el que nos haya recibido. Mi nombre es Fabian Leisser, y ruego que me acepte como un habitante más de su ciudad en días venideros.

Me percato con presteza de lo ocurrido, y me extraño, sin dejar que se note. "Cosas que no quieren que nos enteremos, ¿eh? De esto trata la política..." 

El hombre que responde al nombre de Gustav se levanta lentamente de su silla, apoya sus manos en la mesa y os mira fríamente a ambos. Su rostro no deja entrever el menor atisbo de sonrisa o amabilidad:

- ¿Vienen ustedes juntos? - pregunta. - ¿Con qué fin han venido a mi ciudad? -

Levanta las manos y las mete en los bolsillos de su traje mientras comienza a andar lentamente rodeando la mesa en dirección a vosotros. La mujer y el muchacho que estaban junto a él agachan un poco la cabeza y se apartan un par de pasos para dejarle pasar.

- Y lo más importante... - dice mientres sus ojos estudian todos y cada uno de vuestros movimientos. - ¿Para quién trabajan? - su voz potente resuena en toda la sala y parece urgiros a responder. Casi se diría que sentís la necesidad imperiosa de atender a las necesidades de este hombre y si quiere que le respondáis a esas preguntas os veis movidos a ello.

"Dios, acojona solo con su propia presencia. Sin disciplinas. Impresionante." Pienso, mientras intento mantener la compostura. Me recompongo como puedo, y recolocándome el traje y sin mirarle a los ojos directamente, comienzo a decir:

-Si quiere decir que venimos juntos a verle, por supuesto. Mas no llegamos juntos a la ciudad. Yo vengo de Viena, Herr Príncipe. Venimos en misión de investigación. Fue Maxwell Ldescu el que nos ha traído a esta ciudad. Se ve que le interesan nuestros anteriores experimentos.

Volviendo a inclinarme, aunque esta vez mucho menos, prolongo un pequeño silencio antes de que mi compañera hable. Tras esto, continúo:

-Solo trabajamos por y para el bien de la Camarilla y nuestro Clan, Herr Príncipe. No buscamos problemas, solo una estancia durante un tiempo, y vuestro permiso, claro.

Por último, aún con la cabeza inclinada, paso un ojo por los dos acompañantes de Gustav, a ver cuáles son sus reacciones.

Os fijáis en que cuando Fabian nombra la palabra Camarilla, la mujer que está detrás de Gustav, junto al muchacho, da un ligero respingo pero se controla... Parece como si tuviera miedo de que pronunciarais esa palabra en presencia de Gustav.

- Ah, Tremere... - Gustav se lleva un dedo al mentón. - Consultaré luego con su primogénito sus credenciales. Si el señor Himmler está de acuerdo pueden quedarse en Berlín. Siempre que acaten todas las normas claro. -

El hombre pasa a vuestro alrededor como un depredador dando vueltas alrededor de su presa, hasta finalmente seguir rodeando la mesa para volver a su posición inicial en la silla donde estaba sentado. Pero permanece en pie.

Saca las manos de sus bolsillos y os hace una aclaración:

- Respeten las normas. Sean fieles al auténtico poder de Berlín, osea YO. Y no tendremos problemas. Doy por hecho que conocen las normas, el no conocimiento de ellas no les exime de cumplirlas y conlleva el mismo castigo si transgreden alguna: la Muerte Definitiva. - por lo que véis los rumores no eran infundados. Gustav es un príncipe con mano dura... por algo le llaman el Puño de Hierro. - Quitando las normas sólo hay un sitio vetado en Berlín. No se acerquen a Grünewald. Por lo demás son libres de actuar como deseen y residir donde más les plazca. - Gustav hace una leve pausa y os mira - Si tienen alguna duda pueden preguntar lo que deseen. -