Partida Rol por web

Os voy a ir despertando a todos en orden según el tiempo de la narración, no os asustéis si veis mensajes aquí y no tenéis aún nada, ok? ;)

Abrió los ojos, lentamente. El oscuro letargo en el que se había sumido iba desapareciendo poco a poco. En su lugar, desgarrando sus entrañas, pugnando por salir afuera, una bestia trataba de domeñar su cuerpo para campar a placer por su mente y su alma... ¿alma? ¿era posible? Quién sabía...

John abrió los ojos. Aún continuaba tendido en la cama de la habitación de hotel. Lola se encontraba junto a él, sentada en un sofá orejero, mirándolo fijamente con una expresión indescifrable en el rostro. Justo a los pies de la cama, en el suelo, yacía un hombre, parecía ser un empleado del hotel, por las ropas que llevaba, inconsciente. 

Los instintos de John se dispararon. Por un momento la sed lo cegó, el olor fresco de aquel hombre, un olor que jamás había  conocido antes, despertó definitivamente a la bestia de su interior y ésta bloqueó todos sus otros pensamientos. En su cabeza en aquellos momentos no había nada. Nada, salvo beber. 

- Bebe, mi pequeño chiquillo, bebe cuanto ansíes. Has de alimentarte bien -le dijo la mujer, acercándose al cuerpo que yacía en el suelo, levantándolo con una fuerza poco acorde con su constitución y dejándolo suavemente en la cama, junto a él- bebe y saciate, nos espera una dura semana. 

Tras un rato inconsciente al despertar John escucha la voz de Lola bebe?? beber que? a que se refería? y qué había pasado? esas fueron las únicas frases que lograron atravesar su mente cuando una enorme sensación de sed cruzo su consciencia, de allí giró los ojos hacia un olor, un olor que era más dulce y apetecible que cualquier manjar que pudiera recordar, la fuente de ese olor era un sujeto, este fue levantado hacia la cama con una sola mano por Lola y tendido hacia él, al caer los colmillos de John salieron de su boca sin que este apenas pensara en ello, y sólo se dejo llevar hacia ese olor, clavando sus colmillos en el cuello del sujeto y empezó a tomar su vitae poco a poco.

Al verlo dubitar, Lola sonrió. 

-No quieres matarlo, lo entiendo -dijo mientras lo observaba beber-, hice una buena elección contigo parece ser. Será duro al principio, pero tienes que aprender a controlarte tú mismo. Podría separarte yo, pero la próxima vez te volvería a pasar. 

Y dicho aquello, siguió contemplándolo, sin moverse un ápice. 

Lo intentó. Realmente John lo intentó. Cuando vio que ya estaba bastante saciado trató de separarse. En verdad lo intentó con todas sus fuerzas, con toda la fuerza de voluntad de la que fue capaz... pero no lo logró. La bestia en su interior era más fuerte y su instinto no se separaba del cuerpo del hombre, que se estaba quedando pálido por momentos. 

Pero entonces, algo sucedió. Lola se desvaneció y apareció en una esquina de la habitación, exactamente en el mismo momento en que una katana atravesaba el cristal y se clavaba en el suelo y un hombre, vestido con una larga gabardina negra, entraba por el agujero creado por el arma y se lanzaba sobre ella, al tiempo que ella sacaba los colmillos y se lanzaba sobre él. Exactamente en el mismo momento una joven pelirroja entraba por la puerta y saltaba sobre él, dispuesta a separarlo del cuerpo del pobre botones del hotel; sin embargo, su instinto fue más rápido y John, sin apenas darse cuenta, lanzó un zarpazo (porque no podía llamarse de otra forma aquel movimiento) en dirección a la del pelo de fuego que tuvo que apartarse y no llegó a separarlo. 

Pero todo esto no le sirvió a John más que para distraerse un breve milisegundo; suficiente, sin embargo, para que una tercera figura, una mujer que parecía aún más joven, de pelo teñido de negro y morado, apareciera tan veloz por la ventana que parecía como si se hubiese materializado de la nada y la katana, de pronto en su mano, estaba pegada a su cuello mientras ella lo agarraba por detrás del pelo. 

-O te separas, o te mato, neonato -dijo la joven con voz totalmente calmada. 

En ese momento, John se percató de  que su sire, que continuaba peleando en otro lado de la gran habitación contra el hombre de la gabardina, claramente cainita ahora, de pronto se quedaba congelada, mirando fijamente a éste a los ojos. Su expresión se tornó en una de miedo y después una de rabia y entonces volvió la de miedo. El labio inferior le tembló y, con movimientos totalmente pausados, finalmente John vio sorprendido cómo Lola se arrodillaba frente al cainita y levantaba ambas manos, permitiendo que éste pudiese atarla. Todo esto sucedió en unas décimas de segundo y el hombre fue capaz de percibirlo con su mente inconsciente -aunque lo procesaría más adelante-, sólo en un segundo plano, pues la bestia en su interior y la advertencia de la joven que lo había cogido primaban ahora. 

Los instintos de supervivencia de John no fueron capaces de ganar a su sed de sangre y, aunque temía por su vida, no fue capaz de separarse. 

-Verdammt!* -la joven, rápida como el rayo, separó la katana de donde estaba mientras maldecía en alemán y, con la empuñadura de la misma, le dio un contundente golpe en la cabeza (pareciendo que sabía exactamente dónde golpear) y la visión de John se volvió completamente oscura por unos instantes para, después, caer de nuevo en una profunda inconsciencia. 

Voces. Sí, eso que estaba escuchando eran voces. Aunque aún no era capaz de distinguir nada. Tampoco de ver era capaz. Unas siluetas borrosas comenzaban a perfilarse en su cabeza muy poco a poco, pero aún estaba oscuro. Distinguió matices de voces diferentes. Varias de hombre, varias de mujer, entre ellas, el tono suave y grave de Lola era de los que más se escuchaban. 

-..tá a salvo -estaba diciendo una voz de hombre cuando consiguió entender lo que articulaban- en un refugio seguro. 

La voz venía de delante suyo. John trató de enfocar y poco a poco reconoció la silueta del hombre de la gabardina. Tenía el pelo largo y algo de barba incipiente y se apoyaba despreocupadamente contra la pared de ladrillo, con los brazos cruzados. Al fin John fue capaz de mover la cabeza; a un lado, bloqueando la única salida que había en aquella habitación, estaba la joven de la katana. Se trataba de una chica que aparentaba unos veinte años, con el pelo teñido de negro y morado y unos ojos azul cobalto que destacaban sobre la blancura de su liso rostro. Al otro lado del hombre reconoció a la otra mujer de rizos rojos. Vista más de cerca, con sus ojos verdes y sus pecas, era claramente irlandesa. Ésta estaba sentada en una silla colocada al revés, apoyándose en el respaldo. Y en otra silla, cerca de ella, otro hombre de pelo corto y ojos claros miraba fijamente a su sire. 

Ellos por su parte, estaban ambos sentados en las otras dos sillas que había en aquella habitación sin ventanas. Parecía más una sala de interrogatorios que otra cosa, aunque ninguno estaba atado y Lola, con las manos sobre el regazo, se erguía en su silla, orgullosa aunque cohibida. 

-No me gusta la idea, Rafael, sigue sin gustarme -decía el hombre de pelo corto-; es una Lasombra y tiene una manada bastante bien formada aquí, en Madrid. 

La mirada que le dedicaba continua a Lola no era de miedo ni asco ni nada por el estilo, sino de desconfianza. De calculada y metódica desconfianza. 

-Yo la he estado siguiendo mucho tiempo, Aarón -dijo entonces la pelirroja-; no quiere estar con su manada, se le nota a dos leguas.

En aquel momento pareció que su sire miraba a la joven con algo de esperanza reflejada en sus ojos. 

-No le gustan sus maneras ni su proceder, ¿qué más podemos pedir?

-La única razón por la que sigue ahí es la niña... -intervino entonces la de la katana. 

-¡Dejadla en paz! -la expresión de la cara de Lola cambió de pronto- sólo es una niña pequeña e inocente, no ha hecho nada. Por favor, no la hagáis daño.

-No vamos a hacerle daño, ya te lo he dicho -aquel era el de la gabardina; hablaba con una voz sosegada y no parecía nervioso en absoluto-, ésa es la idea: ven con nosotros. La protegeremos. Podremos protegerla mejor de lo que podrías tú sola, ya lo has visto. Además, llevas dudando mucho tiempo. Es hora de dejar de sufrir y empezar a hacer las cosas bien. Con tu ayuda -se acercó entonces a Lola, enfatizando sus palabras con gestos de las manos- podremos recuperarlo, estoy seguro. Y Victoria será capaz de crecer en paz, como una niña normal. ¿Qué dices a eso?

Entonces se giró, notando que John abría los ojos.

-Ya estás despierto, me alegro. Entonces esto también va contigo. Aunque, ya que eres un recién nacido, mejor te vendría escuchar a tu sire y hacer caso a sus consejos. ¿Te encuentras bien? tienes un moretón en la cabeza.

-Ah, sí... lo siento por eso... -dijo entonces la del pelo morado- pero parece que sirvió de algo, el hombre ha sobrevivido.

Sonrió. Era una sonrisa sincera. 

-¿Y bien? -dijo entonces mirando a Lola.

Ésta no respondió. Tenía la mirada fija en algún punto en el suelo, pensativa, dubitativa. Rafael le hizo un gesto a la joven impaciente, debían dejarla tiempo para pensar. Entonces todos focalizaron su atención en John.

A medida que va volviendo en si, las voces se hacen más claras para John pasaban de ser suaves retazos de palabras a sólidas oraciones, 7 personas habíamos en la habitación ahora en algo menos de un parpadeo.

Tras esto un leve dolor se asomaba en la cabeza de John, y al escuchar la pregunta del sujeto de gabardina responde.

-Si, me imagino que ese golpe debo agradecerlo a ella mientras señalaba a la chica con la katana en mano, donde esta el botones? se encuentra bien? pregunto con algo de preocupación en su rostro.

Tras escuchar la respuesta de esta se tranquilizo -Que bueno, no quiero muertos en mi consciencia, pero que me paso en ese momento?

Solo después de esto empezó a recordar lo vivido hace unos segundos sus manos ya no estaban cálidas y al tocar su pecho no sentía su corazón latir, por unos segundos empezó a llenarse de irá al ver a los sujetos sin embargo, al mirar a Lola todo esto se desvaneció, si bien al principio le resultaba atractiva su figura y magnética belleza ahora al verla sentía algo diferente, era como el sentimiento que se tiene frente a una madre, alguien a quien no debes tocar y por encima de todo proteger.

El animo de superioridad se dejo notar al dirigirse a quien le pregunto si estaba bien cuando dijo -quienes son ustedes y que hacen acá? no saben que es propiedad privada? ustedes no deben entrar sin autorización! 

Tras esto voltea hacia Lola y pregunta Que me hiciste?

La joven de la katana se rió, después de escuchar algo que parecía que sólo podía oír ella. 

-Lo siento, Dorothy -dijo con tono irónico- ya no estás en Kansas... Por cierto, la habitación de un hotel no es propiedad privada y no sé si te has dado cuenta pero estas mugrientas paredes de ladrillo con cuatro sillas y una puerta, no son tu maravillosa habitación de hotel. El encargado de mantenimiento está bien sí, algo desorientado pero sobrevivirá, así que puedes vivir con la conciencia tranquila... si es que tienes de eso. Lo que te pasó es muy normal, tenías sed, como la tenemos todos... más te vale que te vayas acostumbrando porque si tu sire acepta nuestra propuesta vas a tener que empezar a comportarte como un cainita civilizado, en la Camarilla no aceptamos bestias. Oh... -añadió, al ver la cara de extrañeza que ponía John cuando ella mencionaba al hijo de Adán y Eva; entonces sonrió malévolamente- aún no sabes lo que eres... vaya, eso sí que no me lo esperaba... a ver, piensa un poquito. De pronto tu corazón no late, tu piel está gélida, estabas muerto, te desangraron, pero ya no lo estás... y por si fuera poco de pronto te crecieron colmillos y comenzaste a beber sangre... ¿de verdad no lo sabes?

-¡No seas tan bestia! -intervino entonces la pelirroja, con voz más dulce y sonriendo- no te preocupes, te acostumbrarás. Tu sire es Lola, la mujer a la que acabas de preguntarle qué te ha hecho; sire es el cainita que te ha convertido, en nuestros términos, te ha abrazado y es algo así como el que te ha dado esta segunda vida... o no-vida, como decimos nosotros. Lo que te ha hecho, básicamente, es convertirte en vampiro.