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Black Sails: El Urca de Lima (+18)

Meadhanach

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21/06/2020, 15:29
Meadhanach
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Meadhanach

El origen de Meadhanach es desconocido. Si le preguntas a Richard MacKinnon, éste te dirá que es irlandés. Se cuenta que es hijo de un marinero bretón y que estando su padre en la mar, su madre descubrió que estaba embarazada, dando a luz poco después. Su esposo no regresó, de hecho nunca más se supo de él, quedándose encinta nuevamente Lazue, pues este era su nombre. Para huir del escándalo y salvaguardar el honor de su familia, Lazue se trasladó con su hijo a Cobh, al sur de Irlanda, donde tuvo a una nueva criatura, la cual acabó muriendo poco después. Lazue entró en una gran depresión que acabó finalmente con su vida, dejando al Pequeño huerfano con apenas 3 años.

Pequeño, pues este nombre es el que adoptó, se vio obligado a malvivir, mendigando y robando a partes iguales, aprendiendo desde la cuna todas las artes de obtener lo ajeno sin que el propietario se diera cuenta.

En estos años en Cobh aprendió multiples oficios, aunque ninguno le satisfizo como para echar raices y llevar una vida honrada. Es diestro en carpintería, herrería y orfebrería. Incluso convivió unos meses con un curandero con artrosis que le enseñó alguna de sus artes.

Es rápido, sigiloso y osado como un gato. Un exceso de confianza le hizo cometer un fallo, su único fallo, que le costó caro. Un aristócrata normando le pilló con las manos en la bolsa, literalmente. Se le juzgó de manera sumarísima debido a las influencias de éste y lo condenaron a pagar su deuda trabajando en el Nuevo Mundo, embarcando en Dublin con destino a Port Royal.

En el trayecto hubo un intento de motín, siendo Pequeño uno de los instigadores. De ese modo, acabó en el mercado de esclavos de Port Royal. La Providencia, siempre caprichosa, quiso que fuese Richard MacKinon quien lo comprara, pues Pequeño, en plena subasta, mordió la pierna del tratante que lo quería vender, un embustero y altivo inglés. MacKinon, divertido por la escena, compró al rapaz y, puesto que nadie sabía su nombre, decidió llamarlo Meadhanach, que en gaélico significa “mediano”, pasando a llamarse así desde este momento.

Se desconoce su edad, aparenta un muchacho de 14-15, cosa que a él le interesa. Este hecho hace que se le subestime, al menos la primera vez, pues más de uno que ha tratado de sobrepasarse ha acabado con un tajo en el pescuezo de alguna de sus dagas. Es rápido con los puñales, ágil, escurridizo y despierto. Su verdadera edad es 19, esto solo lo conocen MacKinon y el capitán, y ambos han jurado por su vida no revelar jamás esa información.

Meadhanach es poco conversador, casi se diría que es mudo. Solo con quien crea un vínculo especial suelta la lengua, y no es fácil crear ese vínculo. No le gusta nada el alcohol, lo tolera, pero casi que lo aborrece, cosa que a MacKinon le satisface, pues siempre se queda con la ración de ron de Meadhanach.

En el tiempo que lleva con su amo, ha aprendido de todo un poco sobre la vida en el mar, pues más temprano que tarde acabaría embarcado, y si no era útil en el barco, era un mero lastre. El capitán siempre lo busca para ocupar la cofa, pues goza de una excelente vista, digna de un halcón, y una ausencia total de vértigo, que roza la locura. Trepa por las jarcias como si fuese un mono, es imprudente, y no tiene rival en ese arte. Además, vivir en las alturas le permite tener una vida solitaria, que es lo único que conoce.

Es frecuente verlo por las cocinas... no por ayudar sino más bien por su dominio de "distraer" comida. Una ración extra de pan o carne seca puede suponer no tener que hacer guardia.

Hoy, es un hombre libre, pues en varias ocasiones ha salvado la vida de Richard MacKinon, dando éste fe de ello y otorgándole por tanto la libertad de manera legal. Meadhanach sigue con él, leal como un perro apaleado. Le sigue llamando “amo”, aunque ambos saben que no es así. La amistad que les une va más allá de simple camaradería, son uña y carne. Ambos darían su vida el uno por el otro y eso, en el azaroso mundo de la piratería, no es poca cosa

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21/06/2020, 15:30
Meadhanach
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Richard MacKinnon

Nombre completo: Richard Alexander MacKinnon
Segundo de abordo

Edad, 55 años. Buena forma física, o al menos razonable para un hombre de su edad. Disciplinado marinero, conoce bien todas las artes de la navegación y los nombres de la cabulleria y su laboreo, servicio de gaviero, artillero, calafateador, boga y uso del bichero, rumbos en la Rosa, orientación... El Segundo que todo capitán desea en su navío. Es un hombre que no teme decir lo que piensa, dando su opinión aunque eso conlleve contradecir a su capitán. Esa osadía, no siempre del agrado del capitán, la compensa con una lealtad inquebrantable, es incorruptible, y su capitán puede delegar el mando sin temor alguno.

Historia: nacido en 1660 en Tobermory, en la isla de Mull, la tercera mayor de las Hébridas escocesas. Hijo de pescadores, ha pasado más tiempo sobre la mar que en tierra firme, entrando a servir en la marina de Jacobo VII como grumete y al poco ascendido a guardiamarina tras dar fe de su destreza y valor sobre cubierta. Las hambrunas que asolaron Irlanda y Escocia en 1690 hicieron que Richard perdiera todo nexo de unión con su clan, provocando un total desapego a su tierra natal. Decidió entonces no volver a pisar tierra firme, salvo los breves periodos de fornicio y aprovisionamiento en los puertos del mundo. 

La firma del Acta de Unión de Escocia con Inglaterra provocó un fuerte sentimiento de ira en Richard MacKinnon, pues no aceptaba dicha unión y que Escocia quedara bajo el yugo de un rey protestante, y además medioalemán. Richard es jacobita, aprovecha la azarosa vida de la piratería para ayudar a financiar el alzamiento que acabará deponiendo al usurpador y coronando a Jacobo Francisco Eduardo Estuardo.

 

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21/06/2020, 15:51
Meadhanach
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Ben Gordon, al que todos llaman el Judio.

Natural de Porthsmouth, Inglaterra

Intendente, bitácora y hombre de confianza del Capitán.

Hombre, 57 años, corpulento y de estatura media, alrededor de 168 centímetros. Camina ligeramente encorvado, fruto de las interminables horas que pasaba en esa postura en su taller de Porthsmouth. Su oficio era orfebre. Hoy es el hombre de confianza del capitán, encargado de la intendencia de la nave, documentando los avatares de las travesías, y haciendo las veces de juez y verdugo a bordo. Es un hombre instruido, educado, y de trato agradable. Bajo esa apariencia amable, se esconde un ser vil, taimado, egoista y sádico, que no duda en usar las malas artes si con ello saca beneficio.

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27/06/2020, 18:10
Meadhanach
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Dinero inicial

Los jugadores realizarán una tirada 1d10 para saber cuál es el dinero inicial del que dispone su personaje al inicio de la partida y con el que poder gastarlo para equiparse. Se seguirá la siguiente fórmula:

Dinero inicial = 200 + (30 * 1d10)

Toma ya... un 10... por tanto tengo: 200+(30x10)=500 doblones

 

 

- Tiradas (1)
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30/06/2020, 16:28
Meadhanach
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Jean Jacques Beaumont. Alias, Apuesta. Natural de Marsella. Artillero.

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30/06/2020, 16:30
Meadhanach
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Nick 'Calafate' Morris

Nacido en Newcastle hace más de medio siglo. Es el carpintero del barco. Alto y fuerte, con cierto sobrepeso, rondará los 120 kilos y los 2 metros de altura. Es un coloso al que todos llaman “Calafate”, por su destreza calafateando navíos. Con su aspecto corpulento choca la delicadeza con que trata la madera, pues uno de sus hobbies es la talla, capaz de fabricar todo tipo de pequeños objetos de una trozo de madera. Es uno de los marineros más veteranos a bordo, por ello se le conoce también como el “abuelo”. Es una persona fácil de tratar, muy hablador, aquel que le pregunta algo estará perdido, pues tiende a contar batallas sin parar de su tierra natal.

Pese a ser inglés, tiene buen trato con los escoceses, es lo que tiene ser del norte, casi en la frontera con los caledonios, que es como le gusta llamar a los escotos este hombretón. Es católico, por lo que se lleva especialmente bien con el señor MacKinnon.

Cuando no se requieren sus servicios como carpintero, se le suele ver en la bodega, dando de comer a los animales. 

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01/07/2020, 11:21
Meadhanach
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Jean Jacques Beaumont, alias: Apuesta

Natural de Marsella, ronda los 40 años. 1,78 de altura y alrededor de 80 kg de peso. Complexión fuerte, atlética, rápido de manos y pies. 
Hablador (tiene mucha labia), le pierde el juego, de ahí su apodo. Concibe la vida como un compendio de probabilidades y cotizaciones. 
Es un hombre leal, aunque poco de fiar por su carácter volátil. 
A bordo es uno de los capataces de artillería. Es experto en el uso de la pólvora, sus mezclas y la elaboración de mechas. Excelente apuntando. 
Prófugo de la justicia gala, injustamente condenado según él, ha renegado de su patria odiando todo lo relacionado con la petit Francia

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21/07/2020, 11:57
Meadhanach
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Hola

A ver. Me parece coherente, puesto que vi huir a Irene que una vez en tierra, y librado de obligaciones, decida ir a buscarla o al menos ver que ha pasado con ella. Índicame si lo ves bien. En principio... la vi partir hacia el noroeste, por eso me he encaminado hacia allá. Si no lo ves bien o lo ves razonable, ponme dificultad para encontrar el rastro de ella o no hacerlo.

En tus manos lo dejo ;-)

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21/07/2020, 13:33
Director
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Me parece perfecto y lógico. Subiendo desde la playa, una vez desembarques, deberás lanzar sigilo para desaparecer con disimulo e ir a tu aire :) 

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30/07/2020, 12:39
Meadhanach
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Una sombra rodeo el claro en el que se desarrollaba la acción... Catton miraba a la mujer que manejaba el espadín con soltura... confiado, pero a la vez con cierta duda, un duelo siempre tenía un pequeño componente de incertidumbre... hasta el pero espadachín del mundo podía tener un golpe de suerte, un resbalón... mil cosas... 

En cualquier caso... contaba con su compañero, Beauclerc...

Con lo que no contaba era con lo que ocurrió... una voz... jamás había oido nada similar... le heló la sangre, era totalmente neutra, carente de inflexiones, de emotividad... daba miedo...

Señor me-importa-una-mierda quien sea! - lo primero... ni se le ocurra volverse, arroje su arma al suelo y permita que la señorita se vaya. Después, despacio, túmbese en el suelo, boca abajo... cuente hasta diez y después... bueno, si siguen enteros... pueden irse. Olvidarán lo que aquí ha ocurrido... e irán a follarse a alguna ramera o dejar que los follen a ustedes, según sean sus preferencias.

Catton vio sonreir a la señorita Irene y como ésta enfundaba su sable, sin duda conocía al atacante... ¡joder! - pensó Catton - la maldita sombra que la acompañaba - concluyó con amargura.

Señores... si no siguen al pie de la letra mis indicaciones... morirán...

Y la voz se extinguió...

Notas de juego

Etiqueta a Irene y a Catton. El post de Catton no me etiquetes, ¿Vale? Luego me lo pones aquí mismo, en esta escena.

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01/08/2020, 15:27
Meadhanach
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Asher

Tú ya pones el texto que consideres en el post para Catton, Krane e Irene. Es la única manera de mantener oculta mi identidad. Y ya me posteas la introducción cuando consideres. No recuerdo cual era la taberna y aquí no tengo mucha posibilidad de leer con comodidad, si no te importa, me pones un poco al día, ¿ok?

Un saludo

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01/08/2020, 16:10
Director
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Ni siquiera era consciente de que el viejo Naff me apuntaba, sólo había sitio en mi cabeza para una idea, llegar hasta Irene y aquel pirata corriendo a toda la velocidad que me daban las piernas. Si era capturada por otro grupo, el resultado final sería una lucha abierta que nos dividiría y nos debilitaría aunque no dudaba de la victoria de nuestra tripulación, aunque para ello deberíamos averiguar quienes la tenían... No podía permitir aquello, Irene costó muchas buenas vidas de mis hombres como para dejarla en manos de cualquiera, además estaba el hecho de que correría más peligro en cualquier otra tripulación. 

Los dos disparos produjeron una reacción instintiva de cerrar los ojos y un encogimiento ligero, mi corazón se disparó a un ritmo vertiginoso al sentir condenadamente cerca el disparo del viejo Naff. - Maldito borracho - pensaba para mi... Otra más a apuntar en la cuenta que le debía a Crane, se le perdonabam fácilmente sus excentricidades sólo por lo competente que era como pirata. 

La sorpresa llegó cuando Irene se giró, por favor, aquella noble estúpida realmente creía que podía medirse conmigo, quizás fuera una distracción pero tenía a Beauclerc para encargarse del acompañante. 

Yo tampoco veía al acompañante aunque estaba muy pendiente - De acuerdo, ya es mía tranquilo - comenté con mucha seguridad, a fin de cuentas, que podía hacer una maldita niña pija frente a un experimentado pirata como yo. 

- Señor me-importa-una-mierda quien sea! - se escuchó la voz, dirigiéndose a Catton - lo primero... ni se le ocurra volverse, arroje su arma al suelo y permita que la señorita se vaya. Después, despacio, túmbese en el suelo, boca abajo... cuente hasta diez y después... bueno, si siguen enteros... pueden irse. Olvidarán lo que aquí ha ocurrido... e irán a follarse a alguna ramera o dejar que los follen a ustedes, según sean sus preferencias.

- Señores... si no siguen al pie de la letra mis indicaciones... morirán...

Vaya, así que el pirata era hábil en esconderse, su problema radicaba en que no podría esconderse mientras le miraban...

- Está cometiendo un crimen imperdonable, señor, al robar a otro pirata, mis hombres dieron la vida por conseguir a esta mujer y no vamos a permitir que sea, para que otro grupo pirata se la lleve nada más pisar Nassau - Transgredir las leyes de la piratería era algo imperdonable, a fin de cuentas, el que seamos piratas no quiere decir que carezcamos de honor, por un momento recordé a aquel viejo capitán que me acogió bajo su ala, era un hombre de honor, y aquello lo aprendí, no el honor cortés y estúpido que los nobles imponen a sus hombres para controlarlos. Un honor personal, un honor real y práctico, pero uno en el que no todo vale. - Si dañáis a mi compañero en lo más mínimo me giraré al momento y os atravesaré con mi arma, eso podéis tenerlo claro. Nunca he respondido ante la amenazas, me parece un hábito detestable que no pienso adquirir ahora. Además que tumbarme boca abajo junto a otro pirata dispuesto a traicionar a los suyos no es algo de lo que me podáis convencer - A pesar de todo, quería darle una oportunidad al pirata, si no, estaría condenado y no dejaría que pasara de esta noche - Ahora bien, si decidís dejar a mi compañero y no entrometeros, podéis vos y vuestra tripulación participar de los beneficios de esta empresa, entendiendo que vuestro objetivo no fuera llevar a la mujer para que abusen sexualmente de ella vos y vuestros compañeros. Pues eso está prohibido. No tendréis una segunda oportunidad, ni una oferta mejor - No sabía aún quien era, y no sabía sus intenciones. Posiblemente la pobre muchacha no fuera más que un juguete sexual en manos de la tripulación para la que estaba siendo robada, si no, no tenía sentido que un pirata intentara robar a una joven de otros piratas. Esperaba que la idea de obtener dinero le hiciera entrar en razón, si no, tendría que matarlo y a pesar de todo, prefería evitar quitar una vida si no era necesario. Dejando que aquel encapuchado digiriera las palabras me dirigí con tranquilidad a por Irene, con la confianza de quien se ve superior.

Cual fue la sorpresa cuando apartando su capa y desenvainando con una soltura inesperada su arma, realizó un hábil giro de muñeca prácticamente perfecto que mandó mi estoque a tierra.

Reaccionando con la agilidad que me caracterizaba empuñé con presteza mi Main Gauche, el arma que solía portar en la izquierda y que ahora mismo había pasado a la diestra. Me había sorprendido, pero no me dejaría derrotar. ¡Donde cojones aprendió una cría noble a luchar así!

Los problemas no pararon ahí. Pues a pesar de mi gran habilidad con las armas, tenía que admitir que la dificultad del combate había sido elevada con mucho por la habilidad mostrada por la joven, pero en cuanto me centré en mi oponente, las cosas fueron a peor. La joven estaba semi desnuda, y por todos los dioses que era una muchacha atractiva, probé a desarmarla, aunque era un intento pobre para lo que debería haber logrado con mi habilidad y experiencia. Por desgracia no podía dejar de mirarla, y los movimientos ágiles con los que se desenvolvía la joven no ayudaban a mi concentración, haciendo que la sangre de mi cuerpo se distribuyera guiándose más por los deseos que por la razón. 

El cuerpo de aquella mujer era casi perfecto, no podía evitar mirar como su cuello delgado y tenso marcaba un ritmo que su pecho seguía. Sus pechos moviéndose al ritmo de la respiración eran una distracción permanente, y la ropa que vestía Irene no ayudaba a que pudiera ejercer un control absoluto. Maldito sea yo. Mi negativa a yacer con prostitutas hacía que las opciones de sexo en una isla como esta fueran bastante reducidas y la ausencia de una forma habitual de calmarme hacía que perdiera la concentración como no debería haberla perdido. 

Hubo algo, que me centró, desde luego algo que no tenía que ver con sus pechos, o sus piernas de contorno perfecto y definido... los moratones, unos moratones que reconocería en cualquier situación y lugar, los mismos moratones con los que mi padre me marcaba cada vez que llegaba borracho a casa, lo cual ocurría a diario, los mismos moratones que mostraba mi cuerpo casi de manera permanente hasta que con 12 años abandoné mi hogar, si alguna vez lo pude llamar así. Las emociones resultantes eran una mezcla complicada de digerir. A pesar del largo tiempo de abstinencia, la atracción cedió ante una sensación de ira, no hacia ella, si no hacia quien le había ocasionado aquel dolor... 

- ¿Quien os marcó así? - Destilaba odio cada una de las palabras, un odio hacia el acto no hacia la joven. Un odio, que incluso quizás estuviera destinado a mi padre, más que hacía quien la marcó así. Cavilaba quien podría haber sido, era imposible que fuera alguien del navío en el que viajaba, jamás se hubieran atrevido. Sería su padre posiblemente, dada mi experiencia era lo más posible, además la joven no había hecho más que alabar a su futuro marido como un dechado de virtudes.

No entendía a aquella joven, pero una ligera luz de comprensión surgió en mi mente, ni si quiera tenía claro que fuera cierto... 

- Si quien os ha hecho eso es quien os dice condenada no deberías hacerle caso y si son los demonios con nombre y apellido que os persiguen... - hubo una ligera pausa... lo que estaba diciendo se lo decía a Irene, pero también deseaba decírselo al joven que una vez fui, pues dejé de ser niño cuando murió madre - Entregaros y no dejaré que os dañen esos demonios sin alma - 

Notas de juego

Post de Catton 

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01/08/2020, 16:11
Director
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Irene no parecía ser capaz de imponer su criterio ante el destino. Desde el inicio del viaje todo había sido penurias, como el saber que iba rumbo a España, cuya concreta ubicación prefería ni nombrar, su secuestro por los piratas, la humillación sufrida en la costa, el casi perder su vida por el disparo del viejo Naft y ahora aquel tipo, James Catton, se atrevía a perseguirla para apresarla, como si de una maldita esclava se tratara. No, no pensaba huir, iba a darle su merecido, a demostrar que la sangre española imperaba por sus venas y que no se doblegaría ante él. Su mirada, intensa, segura de sí misma, no dejaba lugar a dudas, no le tenía miedo. Levantó el mentón con altanería antes de dar sus propias respuestas, interrumpiendo a los hombres de mar, sin miedo a represalias o consecuencias.

- ¿Ya soy vuestra, miserable?... Muy prepotente sois, señor mío, tanto que puede que no veáis la luz del sol de un nuevo día como no os arrodilléis y desistáis en vuestro interés por perseguirme. La vida por desgracia os corresponde, no llaméis a la Parca antes de tiempo - le indica la mujer como clara advertencia, eligiendo palabras cuidadas, aprendidas en los duelos, un vocabulario muy poco común para una señorita, pero que mostraba la educación de un caballero español antes de cruzar espadas.

En aquel instante su benefactor habló, la figura encapuchada que le acompañaba y que, de manera habilidosa, había sorprendido a Beauclerc, posicionando su cuchillo en el cuello del desgraciado, solicitando que dejaran marchar a Irene y se tiraran al suelo para perder la ventaja que creían tener de su parte. Estaba claro que había tenido suerte por una vez en su camino, su protector no iba a dejarla sola, permanecería a su lado y la joven no pudo menos que sonreír, confiada.

Catton, aquel perro insensible y desgraciado la trataba como un objeto y ante dichas palabras no podía permanecer callada, por supuesto que no, ella nunca -....¿Robar a otro pirata? Sois un malnacido, me tratáis como un objeto, como si fuera un fardo que pudierais pasar de mano en mano.... - recordó el momento en que le dio la naranja en el barco, no, él no era distinto a los demás, había sido todo un engaño para hacer que se mostrara sumisa y obediente, y por todos los Santos que Irene Córdoba-Lasso de Ortiz sacaría entera su bravura y no se arrepentiría de ninguna de sus palabras -...No tenéis decencia James Catton, sois despreciable, un vil pirata y un.... - no sabía decir "puto" en ingles, confundiendo la palabra fuck con duck -..."pato" inglés despreciable que ojalá la noble Corona Española cuelgue y así los cuervos le coman los ojos... -destilaba furia y un vocabulario sobre excedido -... No soy vuestra, ni ahora ni nunca... No le escuchéis que quiere timaros... No puede ofreceros lo que no tiene ni sabe.... - le dijo al encapuchado.

La mujer desenvainó su arma cuando el contramaestre, seguro de sí mismo, se acercó para aprisionarla, llevándose una no muy grata sorpresa. La joven había hecho una floritura con su espadín, un arma preciosa y ligera, que si era mirada en detalle se sabría que estaba hecha especialmente para ella, equilibrada a sus dimensiones y con las iniciales de la fémina grabadas.

Lo sorprendente no era ya que supiera manejar el espadín, si no que lo usara con tanta presteza como para desarmar a alguien tan ducho y preparado como era James Catton, el cual hizo aparecer otra arma entre las manos, con una agilidad digna de ser valorada, pero Irene no estaba por la labor de halagarle, se mostraba muy disgustada y eso le hacía cometer el error de subestimar al hombre.

- Deberíais tirar vuestro cuchillito.... - sonríe provocadora -... Yo la tengo más larga que vos.... - ¿la lengua o la espada? -... Y está claro que no os servirá más que de mondadientes, sois penoso luchando..., os hubiera desarmado con dieciocho años.... - sentenció con una seguridad aplastante -... ¿Y sabéis qué es lo mejor de todo? Que sé que no vais a dispararme, porque si yo muero, cosa que me importa más bien poco, siempre y cuando sea luchando.... - mintió, el disparo de Naft le hizo apreciar mucho su vida -...Os quedaríais sin nada, oh sí, tendríais algo, vuestra miserable vida y piojos para que os chupara la sangre.... - dijo sacando más furia de dentro, intentando intimidar al contramaestre.

Hubo un momento de distensión en la lucha, la primera batida había sido física donde Irene marcó la diferencia, seguidamente llegarían las palabras, donde la joven se mostraría hiriente, y durante unos instantes, se hizo el silencio entre ambos. Ella miró sus ojos y se ruborizó levemente, estaba claro que estaba mirando su cuerpo y no tenía la capa para cubrirse de nuevo, y poder ocultar la ropa interior pegada, ceñida y prácticamente transparente por estar aún mojada.

- ¿Me estáis mirando?..... - dijo con una clara marca de rubor en el rostro haciendo la pregunta más absurda del mundo, la que cualquier otro hombre habría respondido burlándose de ella y jactándose de sus redondeces, pero no, él parecía observar otra cosa y no tardaría en averiguar qué era. La mujer dudó si marcar su rostro con el filo del espadín, pero había una fuerza invisible que le impedía hacerlo, la que determinaba que por dentro de aquel porte altivo y soberbio se ocultase una dulce criatura que creía firmemente en la vida, y que tenía escrúpulos para dañar a sangre fría a quien no suponía un peligro.

Catton le hizo una pregunta y por su tono de voz imperante la joven denotó furia tras sus palabras, el sentimiento que embargó a su padre cuando mató a Roberto, el ardor de Don Barceló ante su rebeldía, la ira que sentían los piratas cuando la miraban y veían a alguien que había tenido la benevolencia de una buena vida. Si ellos supieran... Pero, ¿para qué?.... Era el algodón para hacer un tejido, el tabaco que acabaría en una pipa de fumar, el alcohol que los sedientos borrachos pedirían en una cantina.... Irene era todo eso, un objeto adicional, el que haría más cómoda la vida de esos hombres de mar, placentera y distendida, lujuriosa y enriquecida. La moneda de cambio que toda Nassau quería tener en el bolsillo. No iba a mostrar debilidad.

- ¿Os preocupan mis marcas?.... Apuesto a que vos os hubiera gustado hacérmelas, pero claro, para eso deberíais ser un hombre y no un niño con vuestro juguete en la mano.... - señaló su Main Gauche, irónicamente situada a la derecha -...Da igual quien las hiciera, cualquiera de vuestra gente, piratas, valéis para eso, sois ladrones, asesinos, maltratadores, abusáis de mujeres y niños, ¿te sorprende ver mi cuerpo? Lo peor está en las zonas cubiertas pero claro, si las miráis, quizás os saque los ojos y perdáis vuestra fea mirada oscura como el diablo.... - Otra mentira, la mirada del hombre era simplemente fascinante, muy expresivo en sus gestos, la joven podía intuir su odio, un sentimiento que ella creía firmemente, era por su presencia -...Pero tranquilizaos, seguro que me lo merecía..., ¿a qué sí?....

Catton la sorprendió rescatando una conversación que tuvieron en el barco, unas palabras que creía, habían volado como el viento perdiéndose en el mar, lo que jamás imaginó es que estás regresaran a tierra, a encontrarlas de boca de su enemigo, el cual volvía a rememorar su cautividad-...Condenada porque tengo destino incierto y no me acompaña la gracia de Dios, maldita porque quienes me quieren a mal no dejan de acosarme, maligna por mis deseos de muerte e impía porque no tengo más fe en nada que no sea en la impureza de mi propia persona y del mundo que me rodea... Id al infierno James Catton, vos no sabéis nada.... - y dicha frase, en algún otro momento de la historia, quizás en la existencia de un mundo paralelo, marcó el antes y el después de un amor prohibido, que trágico se tornó, ante aciago sino -...No sois de fiar, ya lo habéis demostrado, y no voy a ser vuestra propiedad, no podéis protegerme cuando siquiera podéis protegeros a vos mismo.. - señaló su espada caída antes de sonreír -... Pero acabemos ya este baile caballero, vuestra torpeza me aburre y no pienso entregarme, no soy vuestra posesión y jamás lo seré.

 

La joven muchacha tras haber sido clara en sus palabras comprobó que el contramaestre no iba a permanecer quieto e impasible ante aquella afrenta, ya sabía que no era una dama indefensa sin conocimiento alguno de armas, si no una mujer entrenada, una perfecta esgrimista que podría sesgar su vida en un ágil movimiento, así que él, guiado por su instrucción e instinto natural comenzó a utilizar la picaresca de quien había librado ya muchas batallas, moviéndose sobre el escenario, un sitio con piedras, barro y guijarros que bien los pies de la bella dama no conocían, había resbalado un par de veces, parecía cansada, ¿por qué no seguir sus palabras?.... Un baile, sí, eso era lo que necesitaba.

La muchacha descargó un golpe, quizás demasiado alto, luego probó a estocar, él estaba preparado para esquivar con la soltura de que quien se ve con mucho espacio para evitar su gesto, y fue así como pronto Catton supo de las intenciones de Irene, ella no entraba a matar, no peleaba para sesgar su vida, quería desarmarle, humillarle como previamente había hecho, eso reducía sus posibilidades de movimiento a unos pocos y él, curtido por un gran maestro, sabía cada una de las contras que poder ofrecerle. La joven estaba demasiado segura de sí misma, eso era un error, pelear agotada, otro gran fallo, y el terreno, aquel desconocido, no tenía piedad y la agotaba. Su juego era sencillo, no dejar de moverse, acercarse y alejarse, probar a desafiarla como si de un entrenamiento se tratara. En algunas ocasiones rompió el espacio de seguridad corporal, arriesgando mucho en la apuesta, y en otras casi provocando que ella le persiguiera.

Hubo un momento particularmente intenso y digno de mención. Ocurrió cuando James permitió que la mujer pasara por su lado, rompiendo las distancias, consintiendo que su Main Gauche acariciara el filo completo del espadín de la joven, un gesto que podía parecer desesperado para el hombre, como si ella tuviera completamente el control, dándole una renovada confianza a la fémina, ya cansada, la cual entendía que no podía con sus violentos envites, y cuyo fin era provocar el acercamiento de la señorita a su persona. En ese instante la mirada verde de Irene quedó prendida de los ojos negros del pirata y la joven dibujó una sonrisa de suficiencia, Catton sabía que se acercaba el final, uno que le dejaría un sabor muy dulce en los labios, y quizás ni él mismo supiera porqué, no podía dejar de observar los de ella, sonrientes, ilusionados por la idea de libertad, un concepto que bien valoraba y esta vez no obtendría.

Irene hizo lo que él esperaba, ataque frontal, recibiendo la parada del acero de James, girando con habilidad su muñeca, había procedido al desarme, pero esta vez no ocurrió como en la primera ocasión, y fue por un sencillo motivo, él estaba preparado, así que ella hizo fuerza, la verdad que considerable para ser una mujer, pero no lo suficiente pues un furtivo estornudo la pilló desprevenida, era el tercero de la noche, ya no podía dudarlo, se había enfriado, y por su mirada, temía no ser lo suficientemente ágil como para seguir enfrentando al hombre

- Ríndete y vete, maldito bastardo...No voy a decirte jamás nada, antes tendrás que matarme... El secreto morirá conmigo...- le dijo manteniendo con fuerza su espadín, aún en la mano, el cual besaba el acero del hombre, pero bien sabía que las tornas podían haber cambiado. James Catton era un muy digno rival, pero jamás se lo reconocería.

Notas de juego

Post de Irene

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01/08/2020, 16:15
Director
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El genio y las palabras que soltaba la joven española desde luego que eran sorprendentes, parece que no era la noble indolente y de vida fácil que había supuesto. 

- No sois un objeto, "señorita" - afirmó con un claro retintín en la palabra señorita - Pero sois una rehén - la retahíla de insultos que acompañaban la ira creciente de la joven asomó una leve sonrisa al rostro de Catton al escuchar de aquellos labios tales palabras, ni siquiera pudo evitar una breve risa contenida cuando le llamó "pato" 

La mujer se mostraba confiada y en gran parte podía entenderlo, su reacción por sorpresa había cogido a Catton totalmente desprevenido, por suerte aún tenía el fiel main gauche listo para la lucha. El breve momento de pausa en el que los ojos de Catton se perdieron entre la figura y las marcas del cuerpo de la joven tiñeron de un leve rubor sus mejillas, en cierto modo era sorprendente. Se había lanzado al mar medio desnuda, correteaba por una isla llena de piratas cerca del pueblo principal de la isla, empapada y le causaba rubor que la observaran. 

Sus siguientes comentarios fueron duros de escuchar y en especial uno fue más doloroso que aquellas palizas que recibía de su padre... 

-...Pero tranquilizaos, seguro que me lo merecía..., ¿a qué sí?....

La respuesta fue automática, ni pensada ni meditada, no respondía por ella, respondía por aquel joven que olvidó como se lloraba, respondía por aquel joven que nunca fue un niño, respondía a todo el dolor que había sufrido.

- ¡NO! - gritó a la par que hacía un gesto circular y lateral con el arma, sin atacar a nadie en particular, era un gesto y un grito de furia. Al momento se obligó a calmarse, lo último que necesitaba era mostrar la más mínima debilidad y menos delante de aquella mujer tan belicosa - No lo merecíais, a menos que fueran vuestros enemigos quienes lo hicieron - Se obligó a añadir ese matiz, a pesar del inicio del combate, me veía capacitado para darle la vuelta y si la capturaba no podía permitir que se sintiera completamente segura de no sufrir ningún castigo por determinados comportamientos, o alguien con el fuego interior que ardía dentro de la española, sería ingobernable - Pero ningún padre, nadie que os ame jamás debería hacer tal cosa - el odio cargado en la frase era casi hiriente, pero Catton se repetía que debía contenerse. 

Al decir lo de que nunca sería su posesión algo se rebulló dentro de él, sin poder identificar lo que era, fruto del combate y de la sorpresa posiblemente, se dijo para si mismo. 

- Bailemos pues, señorita - Afirmó a la vez que hacía un leve gesto de asentimiento con la cabeza a modo de sutil reverencia. Estas situaciones son las que dominaba, el combate, a pesar de que ella había demostrado una capacidad para el combate muy superior a casi todos los piratas que conocía, Catton siempre había sido un portento en el combate. 

La joven desde luego que tenía fuego, era vivaz, arrojada, valiente y sobre todo testaruda. El baile en el que se había convertido la lucha beneficiaba a Catton, no sólo por luchar en terreno conocido. Catton estaba seco, fresco y equipado con un buen calzado para luchar en ese terreno, Irene, sólo tenía su espadín y las llamas que movían su voluntad de no verse dominada por aquellos piratas, casi era suficiente... 

Catton preparó la trampa a lo largo de los pasos, haciendo los movimientos necesarios, para provocarla hasta el punto perfecto. Tuvo que sacar lo mejor de si mismo, no sólo por no querer causarle daño, si no por el hecho de que su habilidad con las armas, suponían que el más mínimo error Catton podía llegar a perder realmente aquel duelo.

Irene envistió como el pirata había calculado y trabó el espadín con su main gauche, un arma especialmente diseñada para ello, la joven aplicaba toda la fuerza que podía hasta que se le escapó un estornudo. La mirada de la muchacha cambió, parecía temerosa, quizás comenzaba a contemplar la posibilidad de que perdiera. Si además estaba enferma, las posibilidades de la noble por mucho entrenamiento que tuviera eran casi nulas, a fin de cuentas él aprendió en la vida, pero de la muerte nadie regresaba. Nada aviva más las ganas de aprender que el saber que sólo puedes fallar una vez en la vida, pues será la última. 

- Ríndete y vete, maldito bastardo...No voy a decirte jamás nada, antes tendrás que matarme... El secreto morirá conmigo...-

La mirada de Catton le traicionó durante casi un segundo, realmente admiraba su espíritu y sentía cierta compasión por aquella joven. Si realmente el mundo fuera justo, no estaría pasando por esto ella, si no su padre o su prometido, con ellos si que se hubiera despachado a gusto. 

Teniendo las armas besándose aún, el pirata sujetó la muñeca de Irene con su mano izquierda y le hizo girar 180º mientras le sujetaba la cintura con el brazo derecho y la apretaba contra él para inmovilizarla. La cercanía de esta postura que tantas veces había tenido con enemigos de ambos sexos en el pasado, parecía diferente en este momento. El roce de sus cuerpos provocaba en el pirata que todo el vello de su cuerpo se erizara, además no podía evitar que la española notara en la parte baja de su espalda cierta presión adicional. Era estúpido pensar así, pero quería distraerla para que no notara el efecto que causaba sobre él, así que trató de provocarla - Os tengo, ahora si que sois mía - pronunció el británico en el oído de la joven con un leve susurro que pretendía desconcertarla. Por desgracia lo que antes se rebullía en su interior volvió con una intensidad que le subía por la garganta noqueando durante un instante al contramaestre, instante en que la joven consiguió escabullirse de la presa. 

Catton no daba crédito a lo que le estaba pasando, su mente trataba de discernir lo que ocurría sin encontrar una respuesta satisfactoria - habré comido algo en mal estado, es imposible que me hayan envenenado - pensaba para si mientras volvía a mirar a la joven. Catton se obligó a vaciar su mente de todo pensamiento. Realizando un gesto de profunda concentración, totalmente serio, temiendo por lo que fuera que le estaba pasando dentro, no lo alcanzaba a comprender... podría ser por culpa de ella en caso de ser así... ¿Por qué? alguna sustancia de su perfume o había envenenado la hoja de su arma, el corazón le latía más rápido de lo normal. Puede que simplemente necesitará descansar y librarse de la tensión acumulada de los últimos días.

Necesitaba desconcertarla, generar dudas en ella. - Que os hace pensar que vuestro nuevo amigo no es tan pirata como el que más - comentó con una sonrisa socarrona - Lo único que buscará, será llevaros con sus amigos piratas para o bien averiguar lo que sabéis o bien abusar de vos entre todos... quizás ambas cosas... (pausa) probablemente ambas cosas - comentó como si fuera algo evidente. Bah, sólo es una niña estúpida, se obligó a pensar. Realmente no sabía nada del mundo en el que se movía. - Estáis en una isla pirata señorita Irene, aquí todos trabajan por y para los piratas... todos - la tristeza sobre lo que podría pasarle en esa isla empezó a atenazar fuertemente el pecho del pirata, no sabía que demonios le estaba pasando. Pero había una solución clara, no debería ser difícil conseguir que le odiara... bueno, en realidad ya lo hacía, era lo más lógico. 

Manteniendo el gesto de concentración se obligó a difuminar en su mente la silueta de su rival, se obligó a no pensar en su tersa piel, en sus firmes piernas, en su estrecha cintura y en sus perfectos pech... ¡BASTA! tenía que terminar esto cuanto antes, pronunciando con una convicción de la que carecía - Basta de juegos, se acabó la diversión - Pensaba en el viejo capitán Claude, que pensaría de él ahora mismo, cerca de ser derrotado por una noble, criada con todos los privilegios, por mucho que haya entrenado... hasta que la idea cruzó su mente, exacto, el mayor defecto de su rival era su entrenamiento. Había sido entrenada en la lucha honorable, con sus reglas, su falso sentido del honor y sus limitaciones. 

El pirata se lanzó hacia su rival con una velocidad explosiva, llevaba la determinación de atacar con su main gauche. La joven, debilitada y acatarrada se negaba a rendirse a pesar de todo; preparando su arma para bloquear el ataque. En el último momento antes de descargar la estocada, Catton obvió su arma para realizar un barrido con la pierna derecha sobre la pierna de apoyo de su rival haciéndole perder el equilibrio y que cayera mientras su cuerpo giraba. Catton la sujetó antes de que impactara contra el suelo y con un ágil movimiento entrelazó la hoja del espadín con la guarda del Main Gauche y con un leve pero preciso movimiento de muñeca, el espadín salió disparado para caer sobre la tierra que les rodeaba. Aún así Catton no quería tenerla cerca, no sabía qué era, pero algo en ella le sentaba mal. Dejó que recuperara el equilibrio y la soltó mientras le apuntaba con el arma y él giraba lentamente para orientarse a la zona desde la que habían venido acercándose poco a poco a su propio estoque. 

Los ojos de la joven, eran por momentos una ventana a su alma, Catton la miraba fijamente, realmente era hermosa, pero no es eso lo que le llamaba la atención. No conseguía entender que cojones le estaba pasando, desde luego necesitaba una buena noche de descanso, aunque no sería esta... maldita sea. 

- Parece que debéis rendiros y acompañarme por las buenas, o vendréis conmigo inconsciente - Esperaba mostrarse duro y firme con la joven, aún no tenía claro que cojones era lo que le había pasado durante el combate pero tenía claro que no le hacía ningún bien.

- Si venís por las buenas, quizás podáis ver como me cuelgan si no logramos nuestro objetivo, y eso seguro que lo estáis deseando - Comentaba con una sonrisa. Necesitaba recurrir al recurso que mejor le permitía esconder sus sentimientos - en cuanto a lo de los cuervos comiendo los ojos... no os lo recomiendo - comentó el pirata al final, al tiempo que sacaba la lengua y ponía cierta cara de asco como el que acaba de tragar un trozo de pescado en mal estado. 

Necesitaba que le odiara y necesitaba odiarla, era sencillo. Si eso raro que le pasaba era porque sintiera algo por ella debería alejarse de la joven y eso era algo a lo que no estaba dispuesto, así que necesitaba ese odio entre ellos. - Haced el favor de poneros la capa, no necesitamos ir llamando la atención y que os conviertan en la atracción de la noche - dijo intentando sin conseguir del todo cargar de desprecio la frase. La intención de sus palabras era doble, debía saber que en esa isla llamar la atención sobre ella sería peligroso y que se tapara seguro que ayudaba a que el inglés de tranquilizara.

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01/08/2020, 16:17
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Escuchar la palabra "señorita", con evidenciada y marcada sorna, hacía que el ceño de la joven Irene se frunciera, mostrando claro enfado, quizás por ello a Catton le divirtiera no prescindir del vocablo, lanzándolo al aire, con el fin de que los finos oídos de la muchacha fueran de nuevo mancillados, mientras en su fuero interno disfrutaba de aquel momento de molestia que, sin duda, le causaba.

El pirata solo tuvo que hacer una corrección al conjunto de improperios regalados por tan dulce dama, valiera la ironía, aquellos insultos que con destilado veneno le dedicaba. Irene no era considerada un objeto por él, sino una rehén, prisionera, cautiva, alguien que subiría de nuevo a un barco con las manos atadas, privada de libertad, una licencia que conociera de pequeña y aún se manifestaba en sus sueños más anhelados, conservando un espíritu rebelde con el fin de alcanzar un nuevo gobierno para su propia vida.

La risa que asomaba los labios del hombre, un gesto provocado por una mala comprensión del idioma, enervaba su espíritu, considerando que se mofaba de ella y de su situación. Oh, James Catton iba a tener las cosas difíciles para doblegarla, no tenía ni idea de con quien se estaba metiendo, pero lo sabría, solo debía dejar que comenzara la lucha para que fuera mucho más prudente a la hora de tratarla.

Una negación gritada con furia quebró el silencio, el pirata determinaba tras intentar calmarse, que solo los enemigos podían ser dignos castigadores de una piel amoratada como la suya, y ella, extrapolando sus palabras y llevándolas al peor de los sentidos, malinterpretó por completo el mensaje que deseaba transmitirle -... Oh claro, ya estáis vos para hacer lo propio si os desobedezco, ¿verdad?... Azotadme, arrancadme la piel si eso os satisface, pero lo único que lograréis será contener mi lengua... Jamás revelaré lo que de mí pretendéis....

La lucha era entendida por Irene como un acontecimiento social, una fiesta donde quienes interactuaban debían bailar, y cada uno de los pasos que se daban, tenía una clara intencionalidad, la de acercarse a su rival, medirlo, provocarlo, alejarse y disponer de él.

Ella había comenzado el juego, pero no tenía la providencia consigo y, a pesar de estar muy próximos en pericia, los beneficios de Catton decantaron la lucha a su favor en tan conocido terreno, marcando los movimientos adecuados para que su Main Gauche mantuviera firme el filo del espadín de la joven, utilizando en aquellos instantes sus artimañas de pirata, cogiendo la muñeca femenina con presa firme y obligando a la mujer a pivotar, para contener finalmente su cintura contra su propio cuerpo, capturándola.

- ¡¡¡Suéltame!!!.... - solicitó la joven forjeceando, intentando librarse del abrazo masculino para tomar distancia. No quería que sucediera pero aquel roce le estaba recordando a otra cosa vivida no hacía demasiado tiempo, y sintió cómo algo se quebraba por dentro, la sensación de culpa, malestar y profunda vergüenza por las acciones que había desarrollado en pos de la supervivencia, odiándose a sí misma por eso, y odiando a la par al pirata que dejó atrás, así como al que le sujetaba, sobre todo por aquel roce que evidenciaba el placer que sentía manteniendo su contacto, estaba excitado por someterla y eso le indignaba -.... ¡No soy vuestra ni de nadie!...¡Nunca más volverá a pasar!.... - chilló casi como un juramento, antes de comenzar a liberar unas lágrimas furiosas, ardientes y desmedidas, peleando como una verdadera fiera, una felina que se negaba a estar enjaulada.

El hombre le miraba consternado y ella se enjugaba el rostro con el dorso de la mano, respirando aceleradamente, escuchando lo que decía Catton de su encapuchado compañero -... Confío en él porque me ha regalado un gesto que nadie como vos podrá entender jamás,  porque no tenéis alma, solo interés en restregaros sobre mí como si fuera una fulana... - metió la mano en su corsé y sacó una moneda que tiró a los pies de James, no sin antes decir -... Calmad vuestro ardor James Catton, ya he pasado por uno, no voy a aceptar a otro, si tiene que ser por la fuerza, esta vez será así... - miró al encapuchado -...En ti confío, muchacho, estoy en tus manos....

Quizás sus últimas palabras hicieron reaccionar al pirata para que actuara con presteza. El hombre recortó la distancia que la separaba de ella cuando la conversación tenía lugar, pero esta vez el ataque no sería con el estoque, sino haciendo otra jugada que una muchacha entrenada para el esgrima no se esperaría, un barrido con la pierna en su apoyo natural, haciendo un derribe perfecto que, si no fuera porque James la sujetó a tiempo, se habría dado de bruces contra el suelo, perdiendo eso sí, su espadín en el proceso, cayendo el arma a una distancia difícilmente salvable.

La dejó caer con suavidad, y ella, desde la posición de inferioridad que ahora le correspondía, miró a James a los ojos, mostrando una tristeza infinita al saber que sus posibilidades habían sido mermadas casi por completo.

- No habéis aprendido nada de mi, James Catton.... No va a ser por las buenas, será inconsciente o muerta, pero al menos esta vez caeré luchando, no consintiendo... Eso nunca más.... - se le quebró la voz -... No regalaré mis favores como condicionante a mi libertad... Me ha costado mucho obtenerla como para que me sea arrebatada de nuevo... - dicho esto la mujer cogió una piedra, una que cabía en la palma de su mano y que si proyectaba bien, podría darle en la crisma al hombre que la acosaba.

La lanzó con furia, quizás por eso falló en su puntería, aunque había pasado cerca de su objetivo, al menos creó así un momento de distracción para levantarse a correr a por su espadín, una pieza única que portaba su nombre, su mayor posesión, y el recordatorio personal de que podía luchar para cambiar las cosas, a pesar de que en aquel momento, sus opciones eran prácticamente nulas.

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01/08/2020, 16:24
Director
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Tenía bien inmovilizado al tal Beauclerc... no porque estuviese ejerciendo mucha presión sobre su yugular (que también), sino por el efecto sorpresa y el fatalmente conocido afilado-frio-cuchillo-cuello, sensación que era preludio ineludible de sangre goteando en el suelo y el cuerpo que cae sobre el propio charco...

Lo que no esperaba era que la señorita Buenaventura no huyese... vale, tenía dos pares de cojones, más que muchos de los fanfarrones que poblaban estas tierras, pero éramos cuatro contra dos, y en breves instantes perderíamos el factor sorpresa... y estaríamos bien jodidos... ¿por que esa loca no lo veía? Yo era un superviviente... Era algo innato en mi, casi como el respirar... le dije que la mejor opción era correr... ¿por qué no corría? 

Quería ayudarla... pero no iba a dar mi vida por ella... eso lo tenía claro... solo se me ocurrió una última cosa para facilitarle las cosas...

Presioné aun más el cuchillo sobre el cuello del franchute y con la otra mano le agarré los huevos, apretando... la pobre criatura debía de estar pasándolo realmente mal... sigue sin moverte... lo haces muy bien, cariño... - le susurré...

Después... volviendo a hablar más fuerte dije para que me oyesen con claridad Irene, esa tozuda mujer, y el otro pirata al que habían llamado Catton...

Saben que Nassau es pequeño... todo se sabe... está claro que tienen algún tipo de “asunto” con esa mujer... solucionénlo. Si es duelo a muerte entre ustedes dos, bien, es su deseo. Gane quien gane... sin represalias. Si llega a mis oidos que no respetan eso, o que la señorita Irene es forzada de algún modo... pueden darse por muertos... y comidos... nada sacia más el hambre que la carne de la espalda de un pirata malnacido como ustedes... y no habrá mar lo suficientemente grande donde puedan esconderse... 

Miré a Irene y le guiñé un ojo... esperaba que comprendiera que no podía dejarme atrapar... y tal cual había aparecido en la espalda de Beauclerc, desaparecí... en el mismo y preciso instante que llegaron los otros dos desgraciados...

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01/08/2020, 16:51
Meadhanach
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Tenía bien inmovilizado al tal Beauclerc... no porque estuviese ejerciendo mucha presión sobre su yugular (que también), sino por el efecto sorpresa y el fatalmente conocido afilado-frio-cuchillo-cuello, sensación que era preludio ineludible de sangre goteando en el suelo y el cuerpo que cae sobre el propio charco...

Lo que no esperaba era que la señorita Buenaventura no huyese... vale, tenía dos pares de cojones, más que muchos de los fanfarrones que poblaban estas tierras, pero éramos cuatro contra dos, y en breves instantes perderíamos el factor sorpresa... y estaríamos bien jodidos... ¿por que esa loca no lo veía? Yo era un superviviente... Era algo innato en mi, casi como el respirar... le dije que la mejor opción era correr... ¿por qué no corría? 

Quería ayudarla... pero no iba a dar mi vida por ella... eso lo tenía claro... 

Presioné aun más el cuchillo sobre el cuello del franchute y con la otra mano le agarré firmemente los huevos, apretándolos hasta el umbral del dolor insoportable... sigue sin moverte... lo haces muy bien, cariño, esto acabará pronto... - le susurré...

Después... volviendo a hablar más fuerte dije para que me oyesen con claridad Irene, esa tozuda mujer, y el otro pirata al que habían llamado Catton... - ¿un crimen imperdonable? No estoy robando a ningún pirata, solo soy un hombre protegiendo a una bella mujer de un bellaco asqueroso, tripón, sucio, maloliente, terco, putrefacto... fofo, repugnante y seboso, tan ruin que necesita de tres mierdecillas para amedrentarla... eso es lo que soy... y el daño que pueda hacerle a su novia, aquí presente bajo mi cuchillo, quedará entre ella y un servidor... ¿Está de acuerdo, señorita Beauclerc?

No me interesa su oferta, señor Catton, ¿verdad? Pero, puesto que la señorita ha sellado su destino al duelo que se disponen a tener... no puedo oponerme, tan solo me mantendré al margen para que no utilice malas artes con ella... ni lance a su comepollas franchute por la espalda de la señorita Irene...

Y en ese momento susurré al señor Beauclerc que lo iba a soltar...

Señor Beaucler, voy a soltarlo... recuerde que los rencores se los puede mandar a su puta madre en una jodida botella de ron... ya lo sorprendí una vez... le advierto que no subestime mis... habilidades...

En ese momento salí de detrás del pirata que mantenía retenido, mostrándome al resto... mientras hacía una reverencia...

Bien, señorita Buenventura, pese a todos mis intentos, no se ha dejado ayudar, sino que se ha guiado por algún tipo de orgullo que la gente de bien tiene... yo he sobrevivido al mundo solo, desde los tres años que perdí a mi madre, mi única familia y cuya imagen no consigo llegar a recordar. Soy poco menos que inmortal... así que les ruego, por su bien, que me consideren como tal. Tengan su duelo... yo tan solo seré un mero espectador.

Pero... recuerde esto, señor James Catton... no permitiré que fuercen a la señorita... 

Y me senté indolente en un borde del claro... como quien no teme a nada ni a nadie... o estaba totalmente loco o era un inconsciente... ellos jamás lo sabrían...

Notas de juego

Jefe, ahora lo pego en el post etiquetando a Catton. Cuando ya entren en escena de nuevo Crane y tal, pues lo dices o lo dirán ellos.

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10/08/2020, 20:00
Meadhanach
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Asher, cuando me crees al pnj (no hace falta bio, ni historia, ni ficha ni relaciones... con solo el avatar y el nombre me vale) hago nuevo post privado, como te dije, de lo que ocurre en la alcoba durante toda la noche o hasta que me reclamen en el salón de abajo.

A ver si te luces... que por el cacho tirada, merezco una mezcla de Megan Fox y Scarlett Johanson jejeje

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08/09/2020, 15:33
Meadhanach
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Hola Asher, tengo un par de dudas para preparar mi respuesta al post.

Asunto 1: al esconderme en el post anterior, y antes de tratar de escabullirme hacia el granero, cebé el arma... ¿debo hacerlo de nuevo? ¿es un error tuyo o ha sido deliberado? Puedo entender que con la caída el arma se ha vaciado o algo así.

Cosa 2: ¿puedo negociar? Quiero hacerme el sueco, es mi primera opción, pero para eso necesito saber el tema de la pistola. Trataré de liarlos. 

Si debo de cargar de nuevo la pistola, indícame si debo de hacer tirada para hacerlo sin que se den cuenta de ello. Es decir, mientras subo a la bala de paja y hablo con ellos, distraigo su vista y cargo la pistola... (en ese caso, en el turno 1 no atacaría, solo intentaría encontrar cobertura y cargar la pistola)

Ya me dices.

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08/09/2020, 19:01
Director
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Hola crack!

Pues con total sinceridad, no leí bien tu post y es cierto que cebaste el arma previamente. Sin embargo, con tu "perfecta" pifia, creo que es lícito que el arma se te haya caído al suelo y vaciado la pólvora, jaja.

Puedes tratar de convencerlos usando persuasión o intimidar para amenazarles de que llegan más, y ver si resultas creíble, aunque la tirada es jodida dadas las circunstancias.

Tal y como mencioné en el post, si no optas por el cuerpo a cuerpo, tu mejor opción es buscar ventaja en alto y tratar de escapar por la ventana trasera. La bonificación de +2 es para asestarles golpes con el alfange o cuchillo en caso de lograr subirte a la bala de paja, pero también podría servirte para cargar el arma ese turno sin que te liquiden.

Espero haber aclarado tus dudas!