Partida Rol por web

La invitación era clara al respecto:

20:30 en el palacio del duque Johannes von Meister

Se requerirá vestido de gala

Abstenerse modales rudos y malcarados

Napi miraba el papel, subido sobre los hombros de Buark, que era el que sostenía la invitación.

Que pone, que dice ahí?, que pone, habla de mi? que pone, que pone? contezta maldito cegato,que pone!

Buark era más listo que todos aquellos bárbaros, analfabetos, incultos, maleducados, catetos e iletrados goblins, orcos y trolls. Y así se lo hizo saber descriptivamente de camino al campamento que el equipo tenía por "base". Eso sí, Buark, en un dechado de elocuencia y facilidad de palabra se limitó a gritarle improperios a aquel que intentaba quitarle la invitación de la mano.

Cuando todos tuvieron claro que iba a ser él, que era el único que sabía leer, el que iba a explicarles qué ponía aquel papel formaron un ansioso círculo a su alrededor. A excepción de Trikki, que nadie sabía donde estaba y de Nappi, que se había encaramado a la espalda de Grok, de Grokul, Borzag y Buark consumido por la ansiedad.

- A ver... - dijo, imitando el tono que ponían los emisarios imperiales en los mercados. Entrecerró el ojo bueno y leyó:

- "Veinte o treinta"... Esos somos nosotros - dijo sonriendo a todos los miembros del equipo congregados. Siguió intercalando lo que leía con las explicaciones para aquellos más necios, que no entieran, que no supieran "leé entre lineaz", como siempre decía el Entrenador.

- "Al palacio del duque"... ya sabeís, ahí es donde hay que ir. Yo creo que lo mejor sería ir a media tarde, que es un buen rato después de comer y antes de hacer la cena, así podremos ponernos morados de gorra.

- "Bla, bla, bla". Aqui no poné ná. Cozaz de humanoz que siempre andan perdiendo el tiempo hazta en el ezcribir.

- Requisar veztidoz de gala. Ya zabeiz... hay que hacerse con unos vestidoz buenoz y elegantez. Supongo que habrá que llevarlos allí, quizá como un regalo... Ez algo de buena e-du-ca-zión.

- Abstraerze... Ezto quiere decir, no penzar en ná, vamoz, relajarse, rollo zen, como los elfos del bozque o cuando Gork se pee y zi entras en el vestuario te quedaz mareao - hubo algunas risas entre los novatos, los veteranos que sí que habían disfrutado de tal experiencia se limitaron a esbozar un sonrisa y cruzar los dedos para no repetirla. Nunca.

- Modalez duroz... - sonrió con la boca desdentada - ezto es lo mejor hacemos ¿no? zer duroz, ya sabeís, quizás nos pidan una ezibición de como jugamoz o algo azí. Llevaos los casos, las hombreraz y las nudilleraz por zi acaso.

- Malcarados... ¿malcarados? - torció el gesto dubitativo, sin entender... - ¡enmazcaradoz! ezo ez ¡en-maz-ca-radoz! ¡Fiezta de disfracez! ya zabeis, tenemos que ir con la cara tapá, para que no ze zepa quién ez quién.

- ¿Lo habeís entendido o tengo que explicarlo otra vez? - puso su mejor ceño fruncido, que la verdad desmerecía un poco al hacerlo sólo con un ojo, pero parecío ser suficiente para que nadie levantara la mano para preguntar nada. Seguramente la mitad de ellos no había entendido nada, porque no eran nada listos y harían lo que siempre hacían en los partidos... ir a su bola. ¿Pero hasta ahora eso les había ido bien no?

Absortos alrededor de Buark, el resto de compañeros de equipo no se ha fijado en la llegada, entre las sombras, de una ranquenate sombra, amplia de hombros, fuerte y compacta como un músculo de orco negro. Unos ojos rojos como ascuas, observan desde las sombras al viejo lanzador, y un tercer punto rojo, la llamita de un grueso puro, apunta directamente al viejo jugador tuerto. Una nube de humo invade el entorno cuando la voz atronadora del entrenador orco se dirige al grupo.

- ¿Ze puede zaber qué hacéiz? ¿Buark, qué diabloz eztáz tramando de nuevo? Como mañana perdamoz por no eztar entrenando la culpa va a zer tuya y zolo tuya.

Gorkul presto atencion a las palabras de Buark, al fin y al cabo era cierto que solo el sabia leer, por lo que era mejor atender sin abrir la boca

Cuando termino de describir los simbolos que estaban escritos en aquel papel a Gorkul se le vino a la cabeza una de sus viejas historias en las guerras

Recuerdo cuando dezpuez de una batalla contra loz enanoz en la que ganamoz pero zufrimoz muchaz bajaz, noz invitaron a una fiezta en el torreon del baztion que gobernaba el zeñor Graznul el terrible, zalimoz de alli cuatro diaz dezpuez zin zaber cazi ni nueztroz nombrez JAJAJAJA!!!

Gorkul se inclino hacia atras cuando solto aquella tremenda carcajada, la cual fue interrumpida casi de sopeton por el vozarron del entrenador que habia llegado sin que le vieran

Buark los había juntado en las instalaciones del equipo para explicarles los poderes que ocultaban aquellos papeles. El lanzador era el único, que conocía la magia detrás de los jeroglíficos, que decoraban los papeles. Grok le escucho atentamente y volvió a reforzar su imagen positiva del orco tuerto. Realmente era mucho más listo, de lo que el trol llegaría a ser nunca. Por lo menos tras explicarles Buark a todos lo que ponía en las notas, Grok seguía sin saber lo que se suponía, que debían de hacer ahora. Levanto un dedo para preguntar, si eso de la e-du-ca-ción incluía poder dar unos sopapos a la anfitriona si la comida no estaba rica. Pero, pensándolo mejor, decidió bajar la mano y probarlo sin más, en cuanto se diera la ocasión. Se río con los demás, cuando Buark contó la anécdota del cuesco, que había soltado en los vestuarios cuando...¿? Bueno. Realmente lo hacía después de cada partido y le alegro saber, que estaba permitido hacerlo también en la fiesta. Y entonces apareció el entrenador, esa persona que intentaba explicarle desde hace años sin exito las reglas del juego, y les aguó la fiesta.

- Pero ‘trena. Zi ezo también zer ‘trenamieto. Vamoz, damoz tortaz y komemoz mucho para eztar fuertez mañana. Todo bueno. – Se le ocurrió entonces, que el entrenador quizás también quería ir a la fiesta y darles instrucciones durante el entrenamiento. ¿Como no se les había ocurrido antes? – Tu benir y dezir noz ke azer, ¿zi? Noz tener muchoz papelez. 

El viejo Piezplanoz estaba en el campamento orco, aquello si que había sido mala suerte - maldita zea - escupió Buark, pero se cuidó mucho de decir nada en voz alta. Puede que Piezplanoz ya no fuera lo que había sido, pero seguía siendo un orco negro y un orco negro muy grande para más señas. La cresta, la barba y los colgante de oro sólo servían para darle un aspecto ridículo. Ridículo y amedrentador. Pues desde el último cadáver, nadie se había atrevido a volver a decirle nada.

Si Buark odiaba a alguien, ese era Piezplanoz, tan viejo como él y mucho más gruñón - maldita zea - volvió a escupir Buark - ojalá el Entrenador ze lo hubiera llevado por delante cuando correspondía - y escupió una tercera vez.

Buark puso su mejor sonrisa, que quedó bastante torcida y carente de dientes y se encogió de hombros con gesto inocente

- Claro, claro M.A. tienez razón, entrenar, claro, culpa mía, zólo culpa mía - dijo, en tono amistoso.

- Menoz mal que te tenemoz a tí para hacernos entrar ziempre en razón - ensanchó su sonrisa. Bendito Entrenador, como odiaba a aquel orco. - Ya os estaíz marchando - susurró a los jugadores que tenía a su lado - noz vemoz en la fiezta, llevaz ropa bonita y mázcaras.

- ¿Qué eztaz tramando? ¿Qué zuzurraz? - dijo Piezplanoz entrecerrando los ojos intentanto lanzar una mirada de "aztuzia".

- Nada, nada - sonrió Buark inocentemente - zólo lez decía a loz muchachoz que cogieran suz cascoz y nudilleraz, que loz van a necesitar - y volvió a susurrar poniendo la boca de lado - que oz marcheís ya.

Napi saltó de los hombres de Buark. Echo una mirada entrecerrada a M.A, aunque este no lo vio ya que estaba con la vista fija en el lanzador.

Tras eso, el goblin se encamino al poblado, a requisar un vestido y a encontrar una mascara.

Napi ira a algún tipo de granja. Con una calabaza se hará la mascara y con un saco de patatas embarrado dirá que ha encontrado un vestido de gala, ya que es lo ultimo en moda Goblin (o eso cree el)

Disfrazarse. Buark les había dicho que, para que les dejaran entrar a aquella fiesta, tenían que disfrazarse. Eso era vestirse de otra forma, ¿verdad? Para que la gente no te reconozca y eso. No entendía porque querían hacer una fiesta y que la gente no se reconociera. ¿Aunque quizás…? Claro. Ahora lo entendía. Con lo feos que eran los humanos era normal que prefirieran disfrazarse. Bueno, pues entonces tocaba seguirles el juego a esas criaturas tan extrañas y ponerse ropas raras.

Pero ahora venía la parte difícil. ¿De qué iba a disfrazarse? ¿De mediano? No. El era un troll bien educado y su madre le había enseñado que no se debía de jugar con la comida. ¿Quizás de elfo? No. Esas criaturas del bosque y su proximidad a las plantas le daban alergia. ¿O de enano? Tampoco. ¿Como pensaba meterse él en una de esas armaduras tan estrechas? Era más complicado de lo que creía. De repente le paso una idea por la cabeza. No fue difícil reconocerla como tal, pues era más bien extraño, que algo más que el vacío llenará su mente. Se vestiría de humano. Iría a la ciudad. Allí no debería de ser difícil encontrar alguna de esas ropas tan aberrantes. Una sonrisa le iluminó el rostro. Era una idea perfecta. Esos humanos tan feos no querían ir a la fiesta vestidos de si mismos y Grok les gastaría la broma de disfrazarse de uno de ellos.

- Boy a ziudad. Yo gran idea. ¿Alguno benir? – comento a sus compañeros de equipo, antes de girarse para salir del vestuario con ganas de llevar a cabo su plan.

Buark se iba quedando sólo con Piesplanos y aquello nunca le había gustado demasiado. Ni a él, ni a nadie, claro, menuda leche gastaba aquel tipejo. Lo mejor sería desacerse de él lo más rápido posible y reunirse con los demás.

- M.A. ez buena idea eza de entrenar antes de la final. Muy buena idea. Vamoz a ir calentando nozotroz doz, que no zé tú, pero yo tengo las articulaciones cada vez máz frias y me cuezta hacer que entren en calor.

- Voy a ir a por unos cuantos balonez y te haré unoz cuantoz tiroz largos. Azí no tendráz de moverte mucho. Ya zabez que zoy el mejor - no había ni una pizca de gracia en su voz. Nadie, ni siquiera él se permitiría ni una brizna de sorna al hablar con M.A. pero al menos Buark podía tratar el tema, siempre y cuando no fuera más que muy de pasada y con alusiones indirectas. Quizás el orco medio no entendía todos estos conceptos gramaticales, pero la selección natural una serie de orcos y goblins estrangulados a lo largo de los años, habían convertido a Buark en todo un experto de la semántica, al menos en lo que tratar a M.A. se refería.

Sin esperar siquiera al gruñido confirmatorio del orco negro Buark se marchó corriendo al extremo opuesto del campo mientras imaginaba un plan para despistar a su vigilante compañero. Ojalá el Entrenador pudiera soplarle que aprovaba su plan... 

Atardece en la ciudad. Recorriendo las calles de la ajetreada vida urbana, un troll con cara de pasmo, un orco tuerto y.. ¿!¿!¿!un goblin con una calabaza metida en la cabeza?!?! ¿Qué deberían buscar aquellos tipos?

Grok caminó de forma errática por la ciudad. La idea de disfrazarse de humano le había parecido muy buena al principio, pero mientras daba vueltas por las calles de la villa, sin saber muy bien por donde podía empezar la búsqueda, comenzó a tener sus dudas. Cuando por fin se canso de dar vueltas, se detuvo un momento en la que debía de ser la calle principal, para observar las idas y venidas de los pasantes. Algunos salían de las casas con armas. Ese tipo de tienda no era la que buscaba. Otros entraban y salían después con bolsas de comida. Esas tiendas le interesaban mucho. Y de hecho caminó hacia una de ellas con claras intenciones, hasta que recordó la intención, que le había traído hasta allí. Tuvo que hacer un gran esfuerzo, para volver a retomar su búsqueda y dejar de lado aquella casa, que parecía esconder comida entre sus paredes. Pero buscó un hueco libre en su cerebro (cosa nada difícil pues, a pesar de haber pocos huecos en un cerebro tan pequeño, la mayoría de ellos estaban en desuso) y guardó allí la dirección para más adelante.

Siguió observando al grupo de humanos con creciente desinterés, hasta que por fin vio lo que buscaba. En una de aquellas casas entraba la gente y, pasado cierto tiempo, volvían a salir vestidos de forma distinta. Estaba claro. Allí encontraría el disfraz, que necesitaba.

Dando un golpe nada suave, abrió la puerta de par en par y, tras agacharse para poder pasar su enorme corpachón por el umbral, su vozarrón resonó en el hall de entrada, dirigiéndose a un sorprendido hombre, que temblaba detrás de un pequeño mostrador sin saber donde esconderse, al ver llenarse el recibidor de su tienda de una masa musculosa, verde y, sobre todo, nauseabunda.

- ¡Kiero ropa humano! – Más no hacía falta decir.

El tendero está claramente acojonado, tiembla como una hoja y señala con un dedo un lado de la tienda. Allí ves varias ropas colgando de percheros: túnicas, camisas y pantalones. No hay mucha variedad, de hecho podrías decir que hay un modelo de túnica, un modelo de camisa y un modelo de pantalón, repetido varias decenas de veces y en diferentes tallas.

Aquello era perfecto. Las caras, que iban a poner sus amigos cuando le vieran. No le iban a reconocer. Fue directo hacia la esquina de la tienda, que le había señalado el tendero, y empezó a buscar algo, que pudiera ser de su talla. Esto no fue tan fácil. Tuvo que desechar casi toda la ropa que cogía tirándola al suelo, mientras seguía buscando. Después de mucho buscar y rechazar, y habiendo dejado el suelo, como un mar de pantalones, camisas y túnicas desperdigados, por fin encontró algo más o menos de su talla.

Se quitó primero los pantalones raídos, que llevaba encima, y dejo a la vista del tendero un espectáculo, que este no podría olvidar en su vida. Sin preocuparse por el ruido del hombre desplomándose, se puso los nuevos pantalones de humano. Eran holgados en la zona superior, lo cual posiblemente hizo, que no se rasgaran del todo, como habría sido de esperar. La camisa tuvo menos suerte, rompiéndose en varios sitios mientras el trol pasaba los brazos a través de las mangas. Cuando también hubo terminado de ponerse esta, echo mano de una túnica con un bonito bordado en el pecho y se la puso por encima, no sin cierta dificultad.

Por fin había terminado. El nuevo y elegante Grok estaba preparado para acudir a la fiesta de los humanos, disfrazado de humano. Volvió a reírse de su ocurrencia. Si el espejo de pie de la tienda no estuviese ahora tapado por varios pantalones y túnicas, posiblemente le habría desvelado la horrible imagen que daba con esos atuendos. Aunque Grok tampoco es que supiera mucho de moda y seguramente lo hubiera ignorado o incluso le hubiera gustado.

Acercándose donde el tendero, que seguía yaciendo en el suelo, le tiro su antigua ropa como trueque. Esa era la forma de hacer negocios entre troles. Se cambiaban unas cosas por otras. Y, pensándolo bien, aquel tendero había hecho un buen negocio con él. Se llevaba el equipo de un jugador de BloodBowl, que estaba a punto de ganar la final.

- ¡De nada! – le dijo antes de salir, sin esperar respuesta.

Ahora sólo quedaba ir a la casa del Duque, como les había dicho Buark que hicieran. Miro a su alrededor en busca de una casa grande y que estuviera en lo alto de alguna cima o algo por el estilo. Cuando por fin vio una, que le pareció una pequeña mansión, se dirigió hacia allí, apretando fuertemente en su manaza la invitación a la fiesta.

Sin esperar un gruñido confirmatorio del orco negro, Buark se marchó corriendo al extremo opuesto del campo... Allí donde se guardaban los balones, las protecciones y demás enseres del equipo, en un gran cajón sin candado, pues a fin de cuentas poco había que robar y además, robar a una panda de salvajes pieles verdes enloquecidos. Quienes, puestos a elegir, eran el peor objetivo para encontrarse cabreados si te cogían en pleno acto de latrocinio.

Así pues, Buark abrió el cajón y sacó unos cuantos de los balones. En el fondo del cajón pudo ver aquello que realmente buscaba, quizás la más preciada posesión del equipo. Con los balones en los brazos volvió hasta el borde del campo, el contrario a aquel en el que se encontraba M.A. Dejó varios en el suelo y lanzó con todas sus fuerzas uno hacia M.A.

Era un tiro difícil a tal distancia, a pesar de que Buark fuera un buen lanzador, habría hecho falta un alto elfo para completar con precisión un pase así. Tampoco era ese su objetivo. El balón calló algo lejos de M.A. que se acercó renqueante a la posición donde éste dejó de rebotar. Cuando estaba cerca el lanzador le gritó:

- Perdón M.A. ha zido un mal tiro. Ezte zerá mejó - volvió a lanzar y una vez más el balón erró su blanco por unos metros. M.A. hizo el gesto de ir por él pero cuando no había renqueado más que un par de pasos Buark volvió a lanzar esta vez más hacia la otra banda... sólo un poco más.

- ¡Maldita zea M.A.! Deja de moverte. ¡Azi no hay forma de acertá! - y lanzó el último balón que le quedaba con todas sus fuerzas con la intención de hacerlo llegar más allá de M.A. Lo que los humanos llamaban una bomba larga.

- Iré por máz balonez. Zi vaz recogiendo ezoz luego loz volveré a tirar - esperando que el orco negro se dirigiera a por los balones, se volvió hacia el arcón, donde había más pelotas y... algo más. Pero no lo cogería hasta que aquel se diera la vuelta y estuviera bien lejos.

Algunos minutos tras la marcha del troll de la sastrería, el pobre hombrecillo, sastre de profesión, levanta su aturdida cabeza del suelo. Recuerda vagamente la presencia de un ser espantoso. Pero tratándose de la situación en que estaba... seguro que era una pesadilla. Hasta que un terrible hedor le alerta. En medio de la tienda hay unos raídos pantalones que rezuman moscas, la ropa esparcida por el suelo y el espejo roto de la simple visión del horror que unos momentos antes se contoneaba ante la fría superficie.

Grok es un troll con recursos. Encuentra pronto la mansión del duque, una engalanada casa repleta de luz y pompa. Varias carrozas van trayendo la flor y nata de la ciudad al interior del edificio: reconocidos deportistas, gente bien que se codea con la alta sociedad cargados de lentejuelas y sonrisas brillantes.

Napi corre detrás de Grok, alcanzándolo un par de calles antes de que llegase a la mansión

Ezpera, Idiota enorme, ezpera! 

Se para a un par de metros del troll a recobrar el aliento, prefiere no tragar tanto aire más cerca de su enorme compañero

No llevaz la mazcara! No te dejaran entrar azí! 

Napi mira a su alrededor, y ve a un tonelero acabando un barril. Napi se acerca a el hombre, y le agarra el martillo, un clavo, y la tapa del tonel conforme puede. Cuando el hombre va a quejarse, Napi se limita a señalar a Grok para dejarle claro con quien va acompañado. Acercándose al troll, deja la tapa en el suelo, se pasa un dedo por el trasero y dibuja una cara sonriente con... pintura... marrón. 

Agáchate, Grok. Cuando el troll lo hace, Napi coloca la tapa del barril frente a su cara y comienza a martillear el clavo para clavarlo en el cráneo del gigantón piel verde.

Cuando la mayor parte de los balones de los que disponía el equipo estaban esparcidos alrededor de M.A. que renqueaba hacia el más cercano de ellos. Buark volvió a gritar.

- ¡Voy por maz! ¡Ve cogiendo ezoz! ¡A ver donde loz ha puezto Trikki! - gritado esto, echó a correr hacia el cobertizo que hacía las veces de almacén y rebuscó hasta el fondo del gran baul. Sacó la preciadísima posesión de los Malazpulgaz. La enrolló y se la metió bajo el brazo. Salió por la parte de atrás del cobertizo y aunque M.A. no debía poder verle, por si acaso gritó de nuevo.

- Voy a poner ezto en zu lugar. Ahora vengo - salió como alma que lleva el diablo camino del palazio, sólo lo desenrollaría justo al llegar, para que no ze manchara. Aquel gesto de Buark zeguro que era lo que el Entrenador quería. Ezo lo zabía bien Buark. El Entrenador, en su Divinidad ze vería complazido y zonreiría a Buark y al equipo al día ziguiente.