Partida Rol por web

Tras adentrarme por el distrito comercial y pasar el convento aquel, observé la casa alta incrustada en la estructura de edificios de la ciudad. Debió ser antaño algún tipo de casona grande a modo de castillo, pero que ahora quedóse arruinada y remendada con palos, su fachaca cambiada y tan sólo rastros visibles de lo antes fue a modo de "parches" en su frontal. Arriba veía claramente la habitación donde debía dormitar el dueño del negocio, mas lo que me interesaba andaba abajo. No lo dudé, y dado que era de noche y no veía bien, decidí escalar el edificio, a cara descubierta, y colarde por la dicha ventana. Comencé pisando la lámina de piedra de la ventana, luego las salientes vigas de la ciuda y algún rescoldo en la piedra, justo donde meter los dedos enguantados...

Hacía unos días que, creo recordar que desde lo de la torre de la esposa del de Ortiz, no hacía fuerza con mis músculos para elevarme. Había perdido un poco la costumbre y ciertamente me costó auparme y comenzar a escalar cual gato por la noche. Sin embargo, aquel sitio parecía brindarme un especial carisma, y logré elevarme finalmente.

Una vez dentro, tuve que hacerme la vista a la oscuridad, pues aquel tipo ni con leve candil dormía. Y era normal, cualesquier reflejo emitido para quien anduviere fisgando desde fuera sería una bella proposición para internarse. Et ahí andaba yo, buscando lo que pudiera servirme de máscara.

Y como aquella golondrina que tiempo ha se hubo colado por la ranura del techo de tu celda, te cuelas en la casa con la precisión de una rapaz nocturna. Tus ojos, como los de aquel pajarillo, desconcertados por el súbito cambio de luz de la oscuridad parcial de las callejas burgalesas a la negrura absoluta, se mueven inquietos. Entonces fijan su atención en el bulto que se mueve rítmicamente al son de la respiración sobre el camastro. Allí está el curtidor, dormido. Ajeno a lo que ocurre a dos varas de distancia. Desconocedor de que la muerte, o más bien su portador, se hallabá allí en pie mirándole.

Con sigilosas zancadas bajas las escaleras que, maltratadas por tu peso, crujen tímidamente. No tienes que buscar demasiado entre herramientas, bancos de trabajo, pieles curtidas y también crudas, hasta que encuentras lo que buscas.

Espereme a que saliéremus de la taberna de Cesáreo, de donde habíamus escapau escaldaus e sin techo, para dejar en claro que no fíabame yo daqueste, e que más valía no perderle el ojo.

- Este esconde algo. - dije una vez fuera - E bien puede ser que guárdelo en los cuartos, o en cualquier otro lugar. Quién sabe si el de Vallejo estará aquí esperándonos, e nosotros dejemus pasar la ocasión.

Miré a don Nuño, al que otrora intentare atraer con mis tientos, e agora fazíase dueño de nos, aunque nada debíale yo a él. Pese a todo, hablele con cierto respeto.

- Don Nuño, vos sugiero que esperemos a Bernat. - iba a decir "el Cortalenguas" mas no paresciome menester - E que cuando este llegue, volvamos ahí dentro, mas agora sin llamar atenciones, e que registremos la taberna, por lo que pudiere pasar.

Non mostróse el Urraca partidario de entrar con el Cortalenguas.

-Credo que todos sabemos lo que pasará cuando entremos con el Cortalenguas. Dudo que "fable" precisamente con Cesáreo, mas bien sacarále las palabras et el permiso para registrar la taberna a punta de navaja. Credo que, agora que gozamos del anonimato que proporciona la gran ciudad, más valdríanos non llamar la atención et facer recaer sobre las nuestras espaldas más miradas indiscretas de las necesarias... Que non sabemos los contactos que pudiere llegar a tener el de Vallejo en los alrededores.

Dirigió una mirada pensativa al edificio el mendigo.

-Quizá pudiere yo trepar hasta algún alféizar, et sigilosamente explorar las habitaciones...

Observó el percal que se estaba montando en el portal de la taberna et dábale la intuición al joven castellano que non tranquila noche irían a pasar, que fablaban de esperar a que llegara al que con mal fario llamaban Cortalengüas. -Visto lo visto, et si a vostras mercedes no les importara, también preferiría andar a buscar otro lugar donde cobijo encontrar et dejar cuchillos et mantanzas como farina de otro costal...- Fabló con cierta reticencia, que nin cara de sádico nin curtido el muchacho non parescia aparentar.

Mientras el resto hablaba el de Barriuso miraba la casa desde fuera, como estudiándola, pero non era la su intención atacarla o merodearla. Tampoco iba a impedirsello a aquellos maleantes que parecían el Urraca y, para su sorpresa, la beligerante Belarda. Allá fueran con sus designios cada uno... pero bien cierto era que la sola idea de que el Vallejo estuviese dentro de aquelas paredes le ponía enfermo. 

Dirigiose a todos mientras recogía el su caballo, et díxoles: 

—No es bueno que estemosnos ayuntando et faziendo alarde de maestrías et artes delante de los espías del Vallejo. Recién llegados a Burgos pueden los rumores fazer mucho damno a nuestras pesquisas si no andamos con cuidado; Por el buen entendimiento que vós avedes, es mejor que busquemos fonda en la Viejarrua, en la Casa del que llaman el Loco. Iremos allí... — hizo una pausa, como dando permiso al Urraca, aunque no lo necesitase — pero alguien habrá de quedar aquí aguardando a Bernat. Quizá queráis matar el tiempo faciendo alguna cosa.

Referíase Nuño a andar por las paredes y tejados, pero no quería que se les relacionase con ellos si alguien daba aviso a la guardia. Preparó el caballo y aguardó a Tancredo; una vez descansaran del viaje ya verían que hacer por maitines.

No tenía nada por lo que sentirse amenazado; ni porque estuviera dormido ni, de no estarlo, porque yo estuviera allí mesmo. Que aquel hombre llevaba un negocio lícito y bien que me valían sus cueros por si alguna cualesquier otra vez hubiere de volver. Empero que tras bajar los escalones, encontré el taller donde hacía el negocio, reparaba calzados, telas, componía zurrones y zurcía cerramientos para bolsas, entre otras muchas cosas. Una vez cogí un buen trozo de cuero blanquecino, terso y suave, que comencé a rebuscar entre las herramientas. Me hice con unas tijeras gruesas para cortar pieles, unas tenazas pequeñas y un par de alfileres de gran tamaño, con el que se remendaban piezas más gruesas que el lino o cosas simliares... Decidido a salir de allí con los enseres pertinentes, toqué la puerta de entrada confiando en que se pudiera abrir desde dentro para no tener que saltar en descenso desde el tejado...

Y ya con el cuero elegido y los enseres apropiados para convertirlo en máscara, sales sin más por la puerta del taller, la cual era cerrada por un barrote encajado en dos soportes de metal.

Encaminas tus pasos en pos de la Taberna de Cesáreo, donde han de estar ya tus compañeros llenando panza y mojando gaznate...

-Marchad si queréis pues, que yo quedaréme por aquí. Non pienso marchar si el fideputa de Mateo está durmiendo allá arriba...

Et acercóse el Urraca a la fachada, buscando algún ladrillo o alféizar en el que apoyarse para escalar et observar por las ventanas lo que pudiere estar sucediendo dentro de aquellas habitaciones.

Fízele gesto de asentimiento al Urraca cuando dijo de quedarse por la zona.

- Entrad Urraca, que yo vos guardu las espaldas de indeseables. - ni miré al de Barriuso e tampoco al su seguidor juglar, que nada pintaba en estos asuntos - Si alguien viniere, vos daré aviso como buenamente pueda, e mientras trararé de los distraer a los de dentro.

Exhaló un suspiro ante la tensión del grupo et las dos fuerzas que tiraban de él a cada lado; entre la tranquilidad de pasar una noche más tranquila, descansada et merecida, et la maldita curiosidad et paranoia de que Vallejo se encontrara en su interior. Tal fue el estrés que le entró al chiquillo, que la vejiga comenzaba a a soltarsele. Decidió entonces entrar de nuevo a la taberna et buscar letrina donde aflojar su necesidad.

—Marchemos, buen Tancredo. Non vamos a esperar por las aguas menores del mozo. Las bestias también precisan descanso y hay que llegar a hora decente para Burgos, que somos omnes de buenas costumes.

Nuño montose en el fuerte caballo y tiró calle abajo, hacia la Viejarrua. Aquellos sus acompañantes non tenían mucha disciplina ni formación castrense, pero seguro que querían dormir caliente como el que más después. De momento él seguiría. Aquel tabernero guardábase algo para sí, pero non parecía tan importante como para pasar la noche sin pernoctar.

—Tsk,tsk,tsk— le hizo al garañón para que echase a andar camino hacia la posada. 

Y la compaña, en principio unida en piña, se desbanda ya en la primera noche ante los temores, incertidumbres y sospechas que atañen al de Vallejo y las posibles maquinaciones del Cesáreo.

Antes de que haya vuelto el Cortalenguas, Diego se interna en uno de los oscuros callejones laterales de la taberna con intención de trepar el muro y colarse en su interior. Su compañera de infortunios, la Belarda, se queda en la esquina de la calleja preparada para dar aviso en caso de prever problemas.

El joven juglar hace lo mismo, pero éste prefiere la puerta principal y la excusa o verdad de aliviar vejiga. Y mientras, sin más miramientos o demoras, el de Barriuso y su "lacayo" marchan en pos de la posada del que llaman loco...

Os internáis en el estrecho y oscuro callejón lateral de la taberna donde el viento frío de la noche se cuela con fuerza y parece querer cortar vuestros labios con su gélido beso. La fachada es completamente lisa además de resbaladiza y la oscuridad complica aún más la cosa. Apenas hay puntos donde apoyar pies y manos. Hay que ser, sin lugar a dudas, un escalador experto para conseguir llegar al segundo piso.

Diego, conocedor de sus limitaciones, entiende que es imposible que aquello llegue a buen fin. Y cuando está apunto de volver sobre sus pasos algo llama la atención de su fino oído...

El urraca se acerca sigiloso a un ventanuco, uno que va a dar a la sala principal de la taberna y, casualmente, que está al lado de la mesa de los dos hombres que os miraban fijamente.

...entonces Diego pega el oído.