Partida Rol por web

-Monsieur Tristan, esta caja de cerillas, en concreto su nombre proviene de China. Es común entre la gente que frecuenta estos barrios albergar cajas de fósforos ya que están bastante desarrollados en muchas de las capitales. Lo que esta caja en concreto representa, es lo que más temía Monsieur Desmond, y es que nuestro querido artista tenía tendencias al uso de los opiaceos, y eso no puede traernos nada bueno. Sería una buena idea que en algún momento del día de hoy nos pasáramos por el Tse Yang en la Rue de la pivoine para intentar recabar más información. Si era un asiduo seguramente alguien pueda hablar con nosotros para averiguar el paradero de Camille.-

Patrick mira a Desmond y le pasa la caja de cerillas para que la examine.

El profesor sujeta la nota arrigada entre los dedos índice y corazón en forma de pinza, enarbolándola como parte de su discurso. No es raro ver a gente adicta al opio con mala dentadura. Me aventuro a pensar que el tal Dentpourri es alguien que se ha ganado ese mote a base de castigarse el esmalte con el humo del opio. En cuanto a que nuestro artista fuese un adicto, yo no lo descartaría, aunque tampoco tengo motivos para pensarlo, más allá de que haya pisado los mismos sitios que frecuentan los adictos y que incluso yo mismo he pisado. Del mismo modo, Nicolas D'Allembert puede no ser un adicto, pero puedo decir que ha frecuentado estos lugares más de una vez en las últimas noches.

Quizá la adicción al opio sea, como le dije a Gascoigne, una forma de perderse, más que de encontrarse... Desmond deja que sus ojos vidriosos se posen en la ventana y permanece en silencio, moviendo los labios. Mientras se habla a sí mismo, saca un cigarrillo y se lo coloca en los labios sin encenderlo. poco a poco gira su cabeza hasta encarar el caballete junto a la silla. Quizá Camille no esté perdida de la forma en que nos hemos imaginado, sino perdida de una forma mucho más burda y evidente. Nicolas debe saber, o creer saber algo. En cualquier caso, el señor D'Allembert se ha estado moviendo esta semana por la misma zona de este establecimiento. No me extrañaría que hubiese estado allí también.

El profesor muestra a los demás el resto de cosas que ha estado revisando. Unos documentos de los que se extraen los habitantes del edificio, unas facturas de julio y agosto usadas como papel de boceto y un frasco con restos del mismo líquido ambarino y dorado.

Encontré esa nota bajo el frasco. Seguimos sin saber lo que es, pero a juzgar por lo que observo, Allamand lo usó sobre el libro antes de quemarlo, hay restos en esa hoja de algún tinte ocre y dorado. También intuyo que los reflejos dorados que percibimos en el cuadro aquel día pueden guardar cierta relación con este producto. Puede ser un producto con aplicaciones distintas, incluso como narcótico. Por cierto, ¿alguien más notó el calor en la hoja quemada? Apenas la he mirado unos segundos pero me pareció extraño, y no solo por el texto que contiene.

Tras ver lo que aparece en el estudio y escuchar todo lo que comentan sus compañeros, especialmente las últimas puntualizaciones de Desmond, el Padre Regnard siente como las piezas encajan en su cabeza y asiente con convencimiento. "Sí, parece que esta investigación va por buen camino. Hay ciertas aficiones que pueden ser la perdición de cualquiera, y podrían explicar tanto el comportamiento de nuestro difunto pintor, como el tono de sus últimos textos y esa nota... así como lo de los dientes de ese misterioso individuo que menciona. Pero espero que no sea ese oscuro camino, ni nada relacionado, el que ha seguido Camille."

Niega lentamente ante el comentario sobre la nota. "Yo no noté ningún calor. Tal vez fuera solo una sensación inducida por algo intuitivo, como cuando el miedo o la visión del mal nos hace sentir frío... Y puede que usted percibiera más que yo". Echa un vistazo alrededor antes de continuar. "¿Cuál debería ser entonces nuestro próximo paso? ¿Seguir las huellas de D'Allembert, o esta caja de cerillas? Puede que ambas pistas terminen conduciéndonos por senderos similares, o incluso nos lleven al mismo destino..."
 

Los engranajes dentro de la cabeza de Antanas comenzaron a girar. Era un hombre bastante imaginativo, o más bien abierto, y se había aficionado a las ideas poco convencionales por su acercamiento a la psicología analítica. Cuando pudo observar aquellos frascos con restos de un líquido dorado, las manchas doradas en la obra de teatro, y el recordar el propio color dorado del cuadro, todo le pareció que era lo mismo. De repente interrumpió las conversaciones de sus colegas para lanzar su propia hipótesis:

—No es opio. No sé lo que es esa tintura extraña, pero no es opio, es algo muy diferente, y bastante más peligroso, a juzgar por todo lo que está pasando. Parece que es capaz de afectar al subconsciente de una forma muy poderosa, y de hecho tengo la impresión de que el propio cuadro contiene grandes concentraciones de la tintura, por eso produjo el mismo efecto en todos nosotros, de alguna manera es capaz de afectar a nuestro subconsciente colectivo y provocar sueños y visiones muy similares. Señores, yo no tocaría mucho esos papeles y esos frascos. Si pudiésemos hacer que algún farmacéutico lo analizase, tal vez podríamos tener una idea exacta de su verdadera naturaleza.

El desorden en el dormitorio de Ambroise parece haber quedado allí como un recuerdo para la posteridad. A través del marco de la puerta pueden ver cómo la luz de las farolas se cuela tímidamente a través de las cortinas, arrojando tonos apagados a la ropa arrugada y desperdigada en torno al colchón. En toda la escena se respira una sensación de irrealidad, de caos estático que ha quedado inmortalizado en una fotografía.

Junto a la cama deshecha había una mesita de noche con cajones. Sobre ella no había más que un periódico viejo y una lámpara cuya pantalla que, sorprendentemente, parecía estar más arrugada que las sábanas. A los pies del colchón encontraron un camisón de mujer. A su derecha, mirando fijamente a la cama, un antiguo armario con la cerradura llena de manchas de óxido.

El profesor camina unos pasos por la habitación, rascándose la barba y entrecerrando los ojos. Se para frente al armario y le da un par de empujones con la mano, examinando su consistencia, y asiente en silencio mientras se aleja hacia la mesita de noche. Con las manos a su espalda, se inclina hacia el periódico, sin llegar a tocarlo y lo observa de una forma en que casi parece olerlo. De pronto, casi de un respingo, coge el periódico, da unas zancadas hacia la ventana y corre las cortinas. Apoyando un hombro en el cristal, abre el periódico y lo hojea en busca de texto subrayado, anotaciones, o de alguna noticia que pueda estar relacionada. Casi estaba disfrutando de la experiencia de participar en una investigación tan peculiar.

Era un ejemplar de Le Figaro. Según ojeó las páginas, Desmond comprobó que las únicas noticias que Ambroise tenía en alguna estima eran las de exposiciones, que apenas ocupaban cuatro tristes páginas. Había rodeado algunas columnas, escrito en otras cosas como "farsante", "lameculos", "futura promesa" o "escoria alemana".

En uno de estos artículos, había una foto de Gerard Gascoigne delante de la galería. Luce el mismo traje que llevaba en la inauguración de hace una semana, a juego con su sonrisa radiante. Junto a él hay una hora y una fecha apuntadas en amarillo: 

23:55; 18/09/1925

La fecha del día siguiente*.

Patrick se acercó a ojear el periodico cuándo sus compañeros hubieran terminado con él. 7 días después de la inauguración se encontraban en el piso del artista intentando buscar pistas que les acercaran un poco más hacia Camille. Además, estaba ese líquido amarillento que podría ser cualquier cosa.
-El número siete tiene un significado cultural y religioso muy antiguo. El filósofo griego Pitágoras lo denominó “el número perfecto” y el escritor italiano del siglo XII Dante Aligieri frecuentemente lo usaba en sus obras. El 7 es el resultado de la suma entre 3  denominado lo celeste y 4  cómo lo terrenal. Se considera un número perfecto que simboliza la relación de lo divino y lo humano, cuyo resultado es la creación, llevada a cabo en 7 días. Para casi todas las culturas fue siempre un número mágico.
¿Es posible que tenga alguna relación que justo estemos aquí 7 días después de nuestro primer encuentro? Además, esas anotaciones en el periódico, dejan entrever que no estaba pasando por su mejor momento, o que Gascoigne no tenía tan buena relación con el artista cómo él piensa.-

Desmond parpadea unos segundos, sin creerse lo que está viendo. Se suponía que esto había ocurrido después de la muerte de Allamand. Sin dejarse llevar por pensamientos enervantes, comprueba la fecha del periódico, ya que, de ser una fecha posterior al suicidio del artista, habría sido colocada aquí por otra persona tras la inauguración...

La anotación en amarillo puede haber sido escrita con esta sustancia extraña. Me empiezo a plantear que alguien ha estado rondando la casa tras nuestra primera conversación con Gascoigne. El libro quemado, la sustancia amarilla por todas partes, que Gascoigne no había visto antes... Quizá deberíamos preguntar a los vecinos cuando terminemos aquí. ¿Qué creéis que pasará mañana a cinco minutos para medianoche?

 El subastador, consternado por el extraño contenido del diario, retrocede unos pasos y saca de su bolsillo un pañuelo. El mismo pañuelo con el que se ha estado secando el sudor y tapando la nariz toda la tarde. Su expresión mostraba una considerable confusión, acompañada por un pequeño temblor en sus piernas y una respiración más agitada.

- N-no... no en... no entiendo. ¿Acaso esa fecha esta modificada o algo por el estilo? Debe ser un simp-ple error de... escritura. Ya saben como son esas toscas maquinas de l-la imprenta. ¿Verdad, caballeros? Heh heh...

 Una risa mínima y nerviosa surgió de los labios de Tristán, para que luego su persona se sumiera en un silencio lleno de incertidumbre... y un poco de angustia, como era la costumbre del subastador.

Al ver el periódico, el sacerdote siente que le invade una misteriosa sensación de desasosiego, como si algo maligno emanara del papel o de esa misma habitación. Jadeando, nota como su mano se cierra instintivamente en torno a un crucifijo que siempre cuelga de su cuello, en un intento de refugiarse en la fe que siempre le da fuerzas.

"Esto... esto no está bien, ¿acaso no podéis verlo? Puedo sentir una mano diabólica en todo esto... puedo olerlo, es como si... notara su presencia. Estas notas, esa fecha... Ese inmundo color amarillo... Brujería... Tal vez... No podemos permitir... que nada malo le suceda mañana..."

Respirando agitadamente, se aparta momentáneamente del grupo para sobreponerse. La habitación se ha tornado de pronto algo borrosa, y parece como si a veces pudiera incluso sentir el olor del azufre en el aire cerrado del estudio.

Toc toc.

Toc toc.

Toc toc.

Toc toc.

Escucharon un sonido. Un martilleo rítmico y espeso que resonaba como un eco al fondo de sus cabezas. ¿O se trataba de un latido? Si era así, parecía provenir de una caja torácica gigantesca, palpitando desde la comodidad de la tinta impresa. ¿Era su imaginación o las letras se estaban moviendo? Un beodo podría achacar la vibración de un texto a su afición por la bebida, ¿pero esto? ¿Desde cuándo serpentean así las "erres", las "haches" y las "as"?

Todos ellos habían visto alguna vez las quemaduras de luz en una fotografía. Por eso, cuando se fijaron en la mancha blanca sobre las gafas de Gascoigne no le dieron importancia. Ahora, sin embargo, aquella máscara pálida se extendía, como si el magnesio estuviese abrasando el rostro de su amigo.

La ilusión se evaporó en un parpadeo, antes de que pudiesen decir una palabra o titubear siquiera. No obstante, el espectro de la máscara de Gascoigne tardó todavía unos minutos en abandonar sus retinas.

Antoine apartó la vista y sacudió la cabeza.

—Debe de ser cosa de esa tintura amarilla. Está por todas partes.

Mañana, por si acaso, estaremos con el señor Gaoscoigne. Por ahora centrémonos en este apartamento y lo que podamos encontrar.
El profesor mira unos segundos al armario cerrado, suelta el periódico sobre la cama y se acerca, tratando de imaginar qué podría contener. Husmea y toquetea, buscando un olor característico o signos de uso reciente.
Si nadie tiene ningún inconveniente, me gustaría traer aquí al vecino del primero para que abra el armario. Es cerrajero.

¿Qué es ese sonido? ¿Quizá el golpeteo de mi corazón contra las sienes, acelerado por ese sentimiento de opresión contra mi pecho? ¿O viene realmente de algún lugar, del techo, de las paredes, de ese periódico tocado por el Maligno?

El sacerdote retrocede un par de pasos, jadeando, mientras intenta poner en orden sus pensamientos. Sabe que hay algo diabólico ahí, aunque no pueda jurarlo. Pero ahora las letras han dejado de moverse y serpentear, y la siniestra máscara que cubría el rostro de Gascoigne se ha evaporado como si nunca hubiera existido.

Tal vez solo necesite un descanso. Me estoy dejando dominar por las circunstancias. Puede que sea esa extraña sustancia amarillenta...

Respira hondo, carraspea y vuelve a ser el mismo de siempre. Sigue sospechando que hay gato encerrado en todo ese asunto, pero ha dejado de estar tan dominado por el pánico; si alguien está capacitado para luchar contra algo diabólico, es él, y aún así, lo más probable es que exista una causa mundana y una explicación racional.

- E... escuchan eso... Es como un... golpe. Unos golpes, yo... n-no se de donde viene...

 Tristán se tambalea un poco dando vueltas en la habitación, con un paso que se debatía entre lo dramático y lo cómico; pero que solo mostraba el desvarío de un hombre aquejado por algo fuera de su entendimiento. Recuperando la estabilidad, toma su siempre presente pañuelo y se seca la transpiración, pero la mirada preocupada era visible en su expresión.