Partida Rol por web

Debéis, sí. Si queréis que no os pillen, claro.

Antanas se aproximó con cuidado al marco de la puerta. La luz de las farolas iluminaban vagamente la gabardina de una figura alta y corpulenta. Llevaba un borsalino gris ceniza cuya ala ensombrecía sus rasgos, pero logró percibir el reflejo de unas gafas. Debía ser un hombre de mediana edad, sin afeitar pero en forma. Se había quedado inspeccionando los fragmentos de cristal.

El coleccionista se fijó entonces en lo que aferraba el recién llegado en su mano derecha: una FN M1900. Una semiautomática de fabricación belga muy utilizada entre los cuerpos nacionales de policía en Bélgica y Francia. 

Vitauras vio una figura armada con lo que le pareció un Modele 1899, una pistola automática usada por la gendarmería, y también famosa por ser el arma con la que Gavrilo Princip había asesinado al archiduque Francisco Fernando. Un policía hubiera dado el alto, además de que usaría uniforme, pero este no lo hizo. ¿Quien era ese individuo? ¿Un detective, tal vez? Dudó si presentarse o permanecer escondido. No, no era una buena idea hacerse el despistado. Tal como habían ido las cosas alguno de sus compañeros podría hacer el idiota y recibir un balazo. Entonces sí que tendrían un problema. Encendió la luz y se asomó:

—¿Agente?

Tanka se encontraba apresad y reducido, y con un leve forcejeo inútil, pues Desmond había demostrado ser mucho más hábil en combate  cuerpo a cuerpo, cae al suelo de bruces, intentando frenar la caída con la mano chamuscada, y recibiendo mucho más dolor del que en un principio iba a querer soportar. No obstante, pese al griterío y gruñidos del momento, Tanka seguía absorto en su mundo.

—Monsieur Desmond, no, déjem!!!, debo tomar la miel!!! Es la única forma de llegar a Gerard, es la única forma de ayudar a Camille!!!— Con lágrimas en los ojos, suplicante al igual que un mendigo suplica por unas monedas presa de la desesperación por tomar un nuevo trago, Tanka revela una condición que solamente puede tacharse de lamentable, pueril, o vulnerable.

El profesor sigue sujetando la bebida y manteniendo a Tanka suyugado, tratando de no hacerle daño. Por momentos, parece debatirse entre lo que le dicta la lógica y las palabras completamente absurdas de su amigo Patrick.

En otro momento habría apurado hasta la última gota de ese licor, solo por el hecho de experimentar el súbito desvanecimiento de Gascoigne, que a todas luces no estaba muerto, sino dormido. No sin grandes dosis de fuerza de voluntad, consigue imponer la preocupación por su amigo al hastío que azota su existencia y se mantiene firme. Patrick le necesitaba.

Justo a tiempo consigue sacudirse las disquisiciones , para darse cuenta de que no están solos en el edificio.

¿Agente? Imposible que sea la policía, ha sido todo tan rápido que apenas habían podido ni conversar. ¿Alguien les había seguido? Ese vagabundo, sin duda...

"La noche le traerá, arrastrando sus harapos."

Un hombre alto, enfundado en una gabardina y un borsalino de color ceniza, se acerca al marco de la puerta para encararse con Vytauras; pistola en mano. La luz de la calle se refleja en sus gafas de montura metálica.

—Muy bonito —dice con voz algo rota—. Un espectáculo muy bonito, caballeros. ¿Puedo preguntarles por qué están de juerga en una galería de arte a estas horas de la mañana? Tienen suerte de que no se haya presentado aquí todo el departamento de policía con el escándalo que están metiendo.

Cuando la luz le iluminó mejor, vieron que lucía barba de tres días y un aspecto bastante demacrado. A pesar de aquella imagen, no era precisamente un enclenque, por no mencionar que se había lanzado hasta el despacho con una agilidad felina.

El agente examinó la sala de un vistazo, lanzando una mirada feroz a través de las lentes a cada uno de los presentes. Desmond tratando de evitar que Tanka se precipite contra la copa del escritorio, el padre Regnard cuidando de un inconsciente Gascoigne, y Tristan y Vytauras frente a la salida del despacho.

—Verá, agente, siento toda esta confusión. Me llamo Antanas Vytauras, pero puede llamarme Victor. Tuvimos que romper la puerta, porque Monsieur Gascoigne, aquí presente, y propietario, parece que tiene algunos problemas de intoxicación etilica. Yo no soy su médico, pero si un amigo de confianza, y estábamos preocupados por su salud. Me temo que pueda llegar a hacer alguna tontería.

 Cuando Vytauras decidió abortar su magnífico plan de esconderse y saltar frente a la figura desconocida, Tristán dejo salir un resoplido de fastidio. Mas cuando se percató de que era un inspector de la fuerza policial el que procedía a entrar a la oficina, el subastador reflexionó que tal vez su compañero tomó la mejor decisión. Aún así, su gran plan había sido desechado mezquinamente.

 Levantándose mientras se sacaba el polvo de las rodillas con las manos, Tristán se quedó mirando al inspector con una expresión de inocencia en el rostro. Que tan inocente parecía Tristán era otra cuestión.

- ¡Sí sí! Entramos porque nuestro compañero necesitaba asistencia. Usted entenderá, buen hombre...

- ¿A qué se refiere con "el escándalo"? Hemos llegado hace apenas quince minutos y el único ruido fuerte ha sido una puerta rota. ¿Por qué iba a personarse todo el cuerpo de policía por una pierta rota y un galerista ebrio?

Había algo en todo esto que no encajaba y el profesor, presa de una sutil paranoia veía enemigos, peligro y hostilidad por todas partes.

"Es como afirman mis compañeros, señor. Disculpe si hemos generado una molestia, pero creo que no hemos actuado de ninguna forma fuera de lo corriente dadas las circunstancias", explica el sacerdote, coincidiendo con Desmond y compartiendo en parte sus sospechas. "Este hombre necesita ayuda médica en condiciones, como podrá ver. Nosotros hemos hecho lo mínimo para salvarle por ahora, pero sería aconsejable buscar a un profesional o al menos un lugar más tranquilo en el que pueda recuperarse."

—Parece que hoy llevan una noche movidita —dijo con un tono sardónico—. Si su amigo necesita asistencia médica, deberían llamar a una ambulancia de inmediato. A ser posible, sin disparar alarmas ni romper más cristales.

El agente no bajó el arma. Se quedó impasible como una estatua, olisqueando el aire. El hedor a alcohol y a aguarrás inundaban todo el despacho.

De pronto, sin desviar la trayectoria de su semiautomática, les mostró una placa.

—Inspector Xavier Le Grillé. Homicidios.

La silueta espectral de Gascoigne se situó a la vera de Tanka, temblorosa. En su nebuloso rostro se dibujó lo que parecía una expresión de sorpresa. El galerista había reconocido al recién llegado.

—¡Le Grille! ¡Era un viejo amigo de Ambroise y de Camille! ¿Qué hace aquí?

Gascoigne señaló la semiautomática y posó sus ojos sobre Tanka.

—Tienes que beber la Miel de Delfos. Hay algo que debo enseñarte, pero tenéis que deshaceros de él.

- La policía está aquí, Patrick. Compórtate o esta vez sí que voy a tener que arrearte en los morros.

El profesor termina de susurrar a su compañero y lo suelta, mirando al inspector.

- La verdad es que llevamos una larga noche y varios intoxicados, como puede comprobar. De buen grado creo que estaríamos todos descansando ya si no fuese por este caballero que nos tenía preocupado. Ahora parece que duerme, me sabría mal llamar a una ambulancia para que nuestro amigo vaya al hospital a dormir la mona.

Desmond teme que Gascoigne esté sufriendo algún efecto desconocido, pero sabe que la policía movería cielo y tierra si empezase a hablar de una droga desconocida, de chicas desaparecidas y de intentos de suicidio.

- ¿Ha venido quizá con alguna noticia sobre el suicidio de Ambroise Allamand?

—Aurélien, amigo, debes confiar en mí y creerme cuándo te digo que no he visto a ese hombre en mi vida. Se llama Le Grille, y era conocido de Camille, y de ....de...Ambroise también. No se trae nada bueno entre manos, me lo acaba de decir Gerard!!! es una forma que....que... ni yo mismo sé lo que estoy viendo, pero me  ahhhhhh me haces daño!!!! ahhh...... debo beber la miel, la miel te digo!!!!— Tanka estaba empezando a entrar en pánico y lo que parecía al principio una rabieta de niño pequeño malcriado empezaba a escalar hasta algo mucho más crítico. Las venas del cuello de Tanka se estaban hinchando y su cabeza se estaba poniendo roja por la presión de la sangre, la falta de oxígeno, la fuerza aplicada por Desmond y la adrenalina que fluía por el cuerpo obeso y magullado de Tanka.

—Desmond!!! mi mano!!!, ¿qué le habéis hecho a mi mano?, por qué no puedo sentirla? qué eran esas pastillas? acaso me has drogado?? Señor Le Grille, se lo imploro, me hacen daño, me retienen contra mi voluntad, y miren lo que me han hecho!!! Se lo suplico, ayúdeme!!!! La mano agarrotada y ganchuda en la que se habían convertido los tendones aún humeantes se acababa de soltar de la única prenda que había de gasa improvisada. Restos carbonizados de piel no adherida empezaban a caer como costras, penduleantes cuál ceniza de carbón de barbacoa. Los dedos, finos y huesos se parecían más a las baquetas de un baterista, y todo estaba adquiriendo un color verduzco amoratado, tornandose en el más absoluto de los negros allá donde el fuego más daño llegó a hacer. Una escena vomitiva que llenaba el aire de la habitación de un hedor que los presentes pudieron recordar con poco esfuerzo, y que nunca llegarían a olvidar.