Partida Rol por web

Nada más levantar la mesa, Caterina te coge de la manga y te lleva fuera, corriendo. Una vez en su habitación, decorada con un espléndido tapiz flamenco, te dice entre susurros:

- Ven, acompáñame. Te lo presentaré. Vamos al pueblo, será sólo un rato. 

>> Verás que te caerá bien. ¡Nos lo pasaremos en grande!

Me sorprendo ante la reacción de Caterina y me dejo llevar por ella hasta su dormitorio.

- ¿Cómo? ¿Al Pueblo? ¿Nosotras dos solas? ¿De noche? ¿Con los bandidos que parecen estar aquí al lado?  No creo que sea prudente tía... 

Una parte de mí se siente asustada ante esa posibilidad, el salir del hogar de noche, dos mujeres solas con bandidos en los caminos... Pero por otra... Poder salir fuera, conocer como son las cosas por la noche en el pueblo, conocer a esa persona que tanto ilusionaba a Caterina... 

- ¿Estás segura que sería prudente salir ahora tía?

Digo con todo nervioso y algo inseguro pero con una mirada que denota ciertas ganas de salir. 

Caterina sonríe enormemente, y ves que tiene, de hecho, una sonrisa muy bonita. Te mira con ojos pícaros (Buena la he hecho, piensas, ahora explotará estas ganas traicioneras de salir), y te dice:

- No si nos vestimos de hombres. Tengo en el baúl algunas prendas masculinas, y capas. También tengo la vieja espada del tío Gerard, que me regaló mi hermana mayor Joana. 

>> ¿Qué me dices?

Sabía que no era buena idea, sabía que iba a ganarme una gran reprimenda... Especialmente si madre se enteraba... Aún así todas esas cosas hacían que tuviera más ganas de hacerlo... ¿Cuándo sino iba a tener otra oportunidad como ésta? Sabía lo que se jugaba, sabía lo que podía suponer... Miro a su tía aún con ciertas dudas...

- Está bien... Vamos... 

Dice amagando una ligera sonrisa

- Pero tendrás que ser tu quien me ayude a vestirme como un hombre... Yo, de eso, no tengo ni idea... 

https://www.youtube.com/watch?v=YfbuP40bpiU​

Tras un tiempo de risas y bromas (¡qué divertido era ser cómplice de alguien en quien confiabas!), salisteis al galope desde el castillo, completamente disfrazadas. Descubriste que la tía Caterina, aparte de sus bromas, también era una jinete decente.

Llegasteis a la taberna. No tenía cartel, por supuesto (la gente no hubiera podido leerlo en cualquier caso), pero las vides colgadas en la puerta, el sonido cálido de la música y la risa que surgía de su interior y, en fin, la luz cálida y naranja la delataron. Era un ambiente que desconocías por completo (lo más cercano habían sido las fiestas que organizaban de vez en cuando con otros nobles, pero incluso allí faltaba algo). Tras vencer una ligera reticencia, te decidiste a entrar.

En el centro de la taberna, sobre una mesa, un juglar declamaba versos subidos de tono sobre temas que no habías oído mencionar nunca libremente. Los músicos le acompañaban con una tonada pegadiza y suave, con flauta y percusión.

Si el mundo fuera mío,
desde el mar hasta el Rhin,
gustoso lo entregaría
porque la reina de Inglaterra
yaciera entre mis brazos.
 

Caterina, que tenía la voz más grave que tú, ordenó dos copas de vino impostando mucho. Aquello te llenó de miedo: obviamente estaba fingiendo, se darían cuenta en seguida. Pero si se dieron cuenta, no les importó lo más mínimo. Además, el tabernero también estaba borracho.

- ¿Lo ves? Es él.

Te lo dice con una sonrisa cómplice, roja por el vino. Tú no puedes ver exactamente a quién se refiere: ¡no puedes distinguir a un caballero noble entre tanto gentío!

Con el rostro aún algo sonrojado a consecuencia de la tonadilla que se escuchaba en la taberna miraba alrededor intentando descubrir o percibir al hombre del que me hablaba Caterina.

La ventaja de estar en aquel lugar y haber tomado un sorbo de la copa era que los colores que podían haber en mi rostro bien podrían pasar por los colores de alguien que había bebido alguna copa de más.

- No, no lo veo... ¿Dónde? - Le preguntaba mientras intentaba dar con el hombre que me decía... Pero claro... Era muy complicado conseguir distinguir a un noble entre toda aquella gente, quizás por sus movimientos, su piel... Intentaba ver si conseguía saber quien era la persona que ponía a mi tía con aquel buen humor. 

Caterina obviamente no te cree. ¿Cómo puedes no verlo?

- Ahí, ¡ahí! El que está subido en la mesa. El que canta, ese. ¿No tiene una voz maravillosa? ¡Es el mejor juglar del condado! -dice, suspirando.

Miro hacia donde me dice, para fijarme en la persona de la que habla.

Si consigo vislumbrarlo analizo a esa persona que tiene tan encandilada a mi tía... ¿Qué tendrá de especial? ¿Será algún noble específico?

Sentía curiosidad por ese hombre... Un momento... ¿El juglar que cantaba aquella canción subida de tono? Pensé sorprendida e incrédula a la vez. 

No te lo crees. Es más, no te lo quieres creer. Tu tía con... con un plebeyo. Sabes que eso no va a llevar a ninguna parte. En el mejor de los casos.

La miro sorprendia 

- Tía Caterina... ¿De verdad es ese juglar? Pero... Pero no es noble... ¿No? ¿Cómo vas a hacerlo? Creo que no van ni a permitírtelo... ¿Acaso no tienen fama de ir tras cualquier bella dama para seducirlas con sus juegos y cantos? De verdad... ¿De verdad es él? ¿Un juglar?

Mi mirada es sorprendida, no puedo creerme lo que me está diciendo, no puede ser verdad... ¿La estará engañando? ¿Utilizando? Creía que ella era más inteligente que eso... Aunque no nos gusten los matrimonios concertados era nuestro deber como mujeres y nobles... Y debíamos aprender a convivir con ello y sacar el mayor beneficio posible... ¿No?

Las emociones en la cara de tu tía son como dos mares que se juntan violentamente: vergüenza y enfado, unidas y revueltas, en una sola persona. Tú lo notas.

Se levanta y, sin decir palabra, sale por la puerta de la taberna, hacia el pueblo.

Me levanto y voy tras ella, preocupada y avergonzada por mis palabras

- ¡Espera! ¿Dónde vas? Perdón... 

La sigo hacia donde vaya. 

Sales a la calle, fría, muy fría, con la nieve embarrada iluminada por el interior de la taberna. Por desgracia, el resto del pueblo está a oscuras, y no ves a nadie. Sin embargo, a tu derecha, cerca de la taberna, escuchas a una mujer llorar.

Me abrigo más con la cama dejando que el vaho provocado por el frío salga por mi boca, miro a mi alrededor intentando buscar a mi tía. Miro a todos lados desesperada. Todo está oscuro y no consigo verla. El miedo empieza a subir por mi espalda cuando escucho lo que parecen ser sollozos de una mujer que llora... Me acerco hasta el lugar, esperando que sea ella

- Lo siento... No sé por qué pero... Lo siento... Es... Que... Sólo que... No lo entiendo... Es sólo... Que... Que no entiendo... Lo siento... 

Pero no lo es.

Apoyada en la pared hay una mujer que apesta y solloza. Cuando te ve acercarse, se incorpora y puedes verla. Tendrá tu edad, pero Dios mío, qué mal se han portado los años con ella. 

Y no sólo los años. Puedes observar su cara marcada por más de una cicatriz, y los ojos caídos de la gente que ha sufrido tanto que ya no se atreven a mirar a la vida de frente.

Te mira, con los ojos rojos del llanto, y sólo te dice:

- Mi pequeño... se han llevado a mi pequeño...

En ese momento la voz de la mujer se quiebra, y toda la hostilidad que siente hace el mundo se hace añicos. Es la visión terrible que sucede a un incendio; cuando, tras apagarse el fuego, sólo quedan las cenizas. Ves a una mujer destrozada, pegando sollozos mudos, incapaces de elevarse por su garganta.

- No sé dónde está mi pequeño. Se lo han llevado. Se lo han llevado. Se lo han llevado.

Miro asustad ay compungida a la mujer, sin saber qué hacer o cómo reaccionar... Es la primera vez que me encuentro en una situación así, mis ojos se enrojecen más a consecuencia del miedo, la impotencia y el darme cuenta que no sé dónde estoy... 

- Yo... Yo... Lo... Lo siento... ¿Qué... Qué ha pasado? ¿Quién... Quién se lo ha llevado?... Y... Y la guardia... La guardia... ¿No... No pueden... Hacer nada?

Hablo desde la distancia, asustada y temblorosa mientras miro a mi alrededor intentando localizar a mi tía, a alguien o algo conocido... 

A tu alrededor sólo hay oscuridad, salvo el trapecio de luz en la nieve, roto por las sombras de las gentes de la taberna como un teatro de marionetas macabro. La música suena lejana, como si el cristal no separase sólo la taberna del exterior sino un mundo de otro: un mundo cálido y alegre, y luego... esto.

- Allí. Ellos. - dice, señalando un punto sin especificar de la negrura que rodeaba la aldea. Un punto sin especificar en la dirección del castillo.