Partida Rol por web

Se suele decir que los viajes largos siempre se hacen más amenos si la gente que viaja dentro de aquel vehículo tiende a conversar, pero aquella mañana, cuando el coche de Adolf Von Hausen los había pasado a recoger para llevarlos a la casona que tenía el millonario a las afueras de la ciudad, ni Ian, Nicole o Susan se molestaron para abrir la boca para intercambiar algún comentario.

El viaje era ciertamente tranquilo. Se filtraba por las ventanillas abiertas una brisa fresca mientras que los rayos del sol acariciaban a aquellos que estaban en la ventanilla, pero ni el buen clima ni la perspectiva que llevarse a los bolsillos la suma prometida por el millonario les hicieron charlar.

Los tres estaban muy sorprendidos, cansados o apenados. Eran personas desconocidas que por un destino desconocido, al que podían ponerle el nombre de Adolf Von Hausen, estaban sentadas en aquel carro, con la perspectiva de que un gran viaje cambiaría sus vidas.

Ian había sido el primero en sentarse en aquel vehículo, y desde que había salido de su casa había optado por recostarse contra la puerta derecha del asiento trasero, con la mano en el mentón y mirada que destellaba ira.

¡Por los mil demonios! ¡¿Es que ahora tendría que trabajar con un policía?! A Ian no se le borraba de la cabeza aquel joven que acompañaba al millonario, a aquel sobrino que, si no era lo demasiado cuidadoso, tendría la dicha de meterlo en la cárcel.

Aquella perspectiva no hizo a Ian voltear el rostro para observar a las dos mujeres que se sentaron con él después. Primero había sido aquella señora, Nicole Johnson, de quien no sabía nada y él agradecía que ella tampoco supiera nada de él. La mujer, bastante tímida y preocupada en sus propios asuntos, se puso a ojear una revista. Después había ocupado otro asiento una joven muy hermosa, de cuerpo hecho al deleite de los hombres y con un largo cabello rubio. Aquella era Susan Fox, si recordaba bien; pero incluso aquella belleza tenía sus propias preocupaciones.

Así que pensando en el maldito destino que tenía por delante, Ian se quedó en su posición, estático, hasta que la construcción marrón que viera hace dos días se vislumbro una vez más ante él.

Nicole estaba muy preocupada, pero también entusiasmada. Preocupada porque Daniel se quedaba solo con aquella arpía que era su secretaria, y entusiasmada por la perspectiva de una aventura.

Cuando subió al coche expresamente enviado por Adolf Von Hausen ya había un hombre adentro, aquel que respondía al nombre de Ian Brown. Éste, una persona que se veía peligrosa a leguas y que exudaba peligro, ni se limitó a voltear el rostro, enfocado en la ventana de la derecha, para observarla.

Le deseo los buenos días y aquel masculló un saludo parecido. Ofendida en gran parte, se sentó en el asiento trasero, ocupando el lado izquierdo de aquel, y cruzó las piernas, sacando una revista de su cartera mientras el automóvil volvía a ponerse en marcha.

Seguía Nicole ojeando la revista cuando una joven sumamente bonita, y que le recordaba a ella misma cuando la juventud no era una preocupación en su vida, y que supuso que era aquella chica Susan Fox, se montó en el automóvil. Se corrió al asiento del medio para darle espacio, y cuando ésta terminó de acomodarse el carro volvió a arrancar en dirección a la casa de la familia millonaria.

Mientras que los árboles y el claro del bosque indicaban la cercanía, varios minutos después, de la casa de campo de los Von Hausen, Nicole cerró de golpe la revista ante la visión de aquel dibujo tan grotesco de un ser – si aquello se le podía llamar así – de un ser cubierto de púas y vistiendo una armadura como si estuviera pegada a su piel.

¡Vaya con los artistas modernos! ¡Cada vez más sangrientos y ordinarios!

Susan había dormido poco y mal, a pesar de hacerlo en su propia cama, en la seguridad de una casa vigilada por los secuaces de su ex amante. Miguel le había permitido aquel regalo tras su éxito con Von Hausen, pero no por ello la había dejado completamente libre. La joven, harta cada vez más de aquel secuestro, estaba lo suficiente nerviosa como para sentir una oleada de frío cada vez que alguno de los que la vigilaba hacía algún ruido extraño.

Sintiendo como las ojeras le llegaban hasta el piso, al igual que su misma preocupación, bajo a tiempo para montarse en el automóvil que Adolf Von Hausen había dispuesto para recogerla a ella y a los otros dos seleccionados.

Adentro ya estaba aquel hombre, Ian Brown, que aunque guapo se veía bastante peligroso, y la señora Johnson, quien la saludó someramente, sin por ello pasar por descortés. Ocupó el asiento al lado de la ventanilla izquierda y una vez que se hubo acomodado el auto, el chófer arrancó en dirección a la misma mansión que hubiera visitado dos días antes.

Estaba quedándose dormida cuando minutos después su celular empezó a vibrar. Sacó el aparató de la cartera, pulso el botón para abrir el mensaje entrante y luego lanzó con rabia y fuerza al teléfono dentro de su bolso. Se trataba de Miguel, quien le escribía que le deseaba buena suerte. ¡Maldito bastardo!

Eran las diez de la mañana cuando Leonard abrió sus ojos al mundo. Cansado, amargado, pero embriagado por el aroma dulzón que desprendía la almohada donde Helena había posado su hermosa cabeza, se levantó, agarrándose la cabeza como si sufriera los efectos de una borrachera.

Después de que hubiera estado la mayor parte de la noche caminando por su habitación, despotricando contra Adolf Von Hausen, que lo trataba como quien trata a una mascota, y contra el maldito destino, que lo ponía a trabajar justo con un asesino, aquella calaña de Ian Brown, el policía había decidido hacerle una visita de cortesía a Helena para “ahogar sus penas”.

La visión de la piel de la mujer a la luz de la luna mientras se desvestía que le recibió al entrar no colaboró en bajarle la tensión que embargaba a su ser. Sin mucho cuidado, había atraído a la mujer y la había besado con más rabia que pasión. Ya estaban de camino a la cama de la joven cuando Leonard razonó que aquella no era la manera de calmarse; y se hubiera ido de allí si no fuera porque Helena le hubiese abrazado, consolado y acariciado tal cual niño hasta que se durmió.

El recuerdo de aquello le hizo dibuja una sonrisa de tonta felicidad, que, al recordar lo que pasaría aquel día, se trastocó nuevamente en rabia. Fue a su habitación, se bañó, se vistió rápidamente y bajó a la cocina, donde la mucama le sirvió café.

Sin deseos de comer, tomó la taza y fue tomando su contenido mientras se dirigía al jardín. Allí Helena y Antoniette se afanaban en arreglar unas plantas. Cuando la joven sobrina de la actriz camino hacia la casa cargando una maceta de cerámica llena de flores, aprovechó la cercanía para inclinarse y besarle, beso que Leonard se tomó de muy buena manera.

Su tía le sonrió antes de ponerse a trabajar, pero pronto abandonó las podadoras cuando un automóvil negro, que reconoció como el mismo que había usado su tío para llegar al Rouge Café anoche, se paró cerca de las escaleras de entrada.

Un sirviente bajó rápidamente las escalinatas y abrió una de las puertas del coche. De ella se bajaron una joven muy hermosa, que reconoció como Susan Fox, la señora, Nicole Johnson, y por último el malnacido de Ian Brown.

Cuando Susan, Nicole e Ian se apearon del coche, ya Leonard les esperaba a poca distancia de allí, mirándoles inquiridoramente, estudiando a los que serían dentro de unas horas sus compañeros de investigación.

A pocos metros estaba Antoniette, quien saludó al grupo con una mano enguanta en guantes de jardín.

- ¡Pasen! ¡Pasen! – dijo aquella. – Mi marido ya les va a atender. Sólo está esperando a su abogado.

El variopinto grupo empezó a caminar hacia las escalinatas de entrada cuando un segundo coche negro apareció en escena, como si el hecho de que Antoniette Von Hausen le hubiera convocado con sólo nombrarlo, pues efectivamente se trataba del abogado.

Cuando el coche llegó a destino, un joven hombre, que no aparentaba más de veinte años, vistiendo elegante, ocultando su mirada tras unos lentes oscuros y cargando un maletín que bien valía un platal, se apeó del vehículo.

- ¡Señor Sneider, ha llegado usted! – dijo Antoniette; y no había acabado su frase cuando se escuchó un crash.  

Todos los presentes dirigieron sus cabezas hasta donde se había producido el sonido, observando desde una valiosísima cerámica partida en extrañas formas en el suelo hasta la figura menuda y pálida de la sobrina de la actriz, con las manos aún en la posición de sostener el objeto caído y con la boca abierta como si hubiera visto un fantasma.

Al ver el estado de su sobrina, Antoniette se apresuró a dejar su puesto delante de un jarrón, mientras que el abogado subía ágilmente las escaleras, llegando hasta donde estaban los demás en pocos segundos.

- ¿Qué ha pasado, Helena? ¿Has visto algo? – preguntó Antoniette, agarrando de las manos a su pálida sobrina.

Paso de manera reservada al lugar, me sorprendia la aparente postura de "somos amigos" sí bien es cierto, acudi a esta cita por mis motivos, tampoco me sorprendió que me eligieran, tantas coincidencias en tan poco tiempo significa algo y alguien esta jugando con los hilos. Miro al hombre peligroso, y a la mujer que viste de manera provocadora,  sonrio de manera natural agradeciendo la amabilidad, pero no sin antes preguntarme qué desean de nosotros, y más importante, qué cosa podrida se oculta. En estos dos dias y a lo largo de mi vida, no he podido confiar en nadie, no desde lo de harry, y ahora, estoy metida en un juego, sólamente en memoria de mi hijito.

Gracias. Musite al recibimiento, pero luego miro a Antoniette palida, me acerco a ella, ¿necesita agua?

¿De modo que ése era el abogado? Susan sonrió al ver pasar al Sr. Sneider a su lado. ¡Ese muchacho parecía recién salido de la escuela! Ni siquiera con su traje y maletín caros y sus lentes oscuros hubiese pensado que era él a quien esperaban.

Ver a Antoniette allí fue un relajo para Susan. La mujer le había caído realmente bien y sentía un lazo especial con ella, quizás debido a la relación con sus padres y por la situación de su hijo, situación que ella misma había vivido. Sin embargo se entristeció cuando la actriz la trató como una más. Quizás por ese motivo no se acercó cuando Antoniette corrió al encuentro de su sobrina. No quería ser entrometida y además Nicole ya se encontraba junto a ellas.

Se detuvo Susan en Leonard, en el temible Leonard. ¿Cuál sería su secreto? Por si fuera poco parecía conocer a Ian. ¿Un asesino? La joven se preguntó por qué motivo la habría seleccionado a ella para ser parte del grupo, cuál sería su lugar.

Desde su lugar, entonces, Susan observó el entorno y a Helena, buscando descubrir qué le había ocurrido a la chica.

mmm, esto no lo entiendo. Puse oculta y no salió la tirada pero me parece que la contó. Bueno, si llegó a salir duplicada me quedo con la primera que tiré (la oculta que no veo)

No me muevo durante todo el trayecto y al bajar del coche hecho una mirada furtiva a Leonard, apenas perceptible.
No musito nada cuando la señora Von Hausen nos recibe, simplemente asiento con la cabeza lentamente en gesto de agradecimiento. Luego bostezo levemente y miro a mis otras dos acompañantes parándome más en Susan y su cuerpo sonriendo para mi mismo. Luego ocurre algo que hace que de un leve respingo, algo se había roto y corro a socorrer a la sobrina de la señora.

-¿Estás bien?-Le pregunto a la par que me acerco.

Realmente Leonard no podía creer con la clase de escoria que hacía negocios su familia, de repente se le tornaron ajenos, seres extraños y de la peor calaña. Sabían la clase de mierda que Ian y sin embargo no sólo le daban le protegían sino que además le daban la bienvenida en su hogar.
El sonido de la maceta cayendo lo distrajo por lo que se giró hacia Helena a tiempo para escuchar el comentario de Brown. Acercándose al tipo y clavando sus ojos en los de él dijo.

-Vaya, esto si que es nuevo. ¿Haz cambiado de rubro muchacho? ¿O sólo buscas niños desaparecidos cuando no tienes en tu agenda alguien a quien asesinar?-

Dirijo una mirada cargada de odio hacia Leonard. -¿Y tú no tienes ningún inocente al que pegarle una paliza hoy? ¿O algún politicucho corrupto al que proteger de los más desfavorecidos?- Le contesto en un tono no demasiado agradable, a la par que me pongo frente a él sin desviarle la mirada. -Estamos aquí por lo mismo, ayudar a alguien, cada uno tendrá sus motivos. ¿Que te parece si cierras esa boca y nos encargamos del asunto por el que hemos sido invitados?

Leonard no pudo más que sonreír ante el estúpido comentario de Ian.
-Pensaba que los Asesinos tenía sangre fría- dijo levantando una ceja -Tu en cambio pareces tenerla bastante caliente. Dime ¿Qué tal va el negocio de las drogas y la trata de blancas? ¿Aún sigues cooperando con esa organización centroeuropea que trafica mujeres? Eres un muchacho bastante polifacético- volvió a reír en las narices de Ian y luego se puso serio de golpe -¿Por qué lo haces Ian? ¿Es que todavía no has ganado el suficiente dinero sucio como para retirarte? o acaso será que realmente te gusta asesinar personas.- sonrió y agregó -Lo curioso es que un "tipo duro" como tú necesite de un protector como Christopher. ¿Qué pensarían aquellos que te contratan si te vieran temeroso escondido tras las faldas de un abogado?- hizo una pausa, recorrió a los presentes con la mirada y agregó -Vamos muchacho, no temas. Prometo que no voy a arrestarte hasta que no Asesines al próximo o... mejor dicho próxima. Creo recordar que tienes debilidad por las mujeres en cuanto a asesinato se refiere-

Aprieto los puños con fuerza y me giro por no pegarle en las narices al estúpido policía. Bufo levemente, ni sabía el por qué me encontraba allí, el día estaba yendo demasiado bien y tuvo que aparecer este...personaje.

Vuelvo a agacharme hacia la mujer con intención de ayudarla e ignorando los comentarios de Leonard.

Escucho el comentario de los dos hombres y siento un escalofrío, ¿con que tipo de personas estoy trabajando?. querida, sientate... por favor, ayudenme a llevarla a una silla. digo tratando de llevarla

Ian parecía débil de mente y de carácter por lo que Leonard decidió presionar un poco más. Se acercó por detrás y como restándole importancia dijo.

-Lo que son las habladurías de la gente. ¿Quieres saber lo que dicen algunos? Bueno te lo contaré. Hay quienes dicen que tu y tu socio Chris se andan con algunos problemillas de dinero. De ese tipo de problemas que si no te apuras en solucionar terminan costándote la vida. Bueno, pues resulta que esa gente también opina que ustedes dos montaron eso del secuestro para obtener el dinero que necesitan y un poco más. ¿Qué dices? Verdad que la gente se la pasa hablando tonteras. ¿No crees?-

Señor. Miro a Leonard. No se quien es usted, y por ahora no me interesa, pero,  Respete la casa del señor Von Hausen, sí debe hablar con el señor aquí presente, puede hacerlo en privado, lo miro,  a muchos poco nos importa si tiene o no problemas de dinero, es una falta de respeto y una reacción inoportuna la suya. Digo tratando de atender a la mujer. ¿acaso no ve la situación?... arregle sus problemas en privado...