Partida Rol por web

Después de que Von Hausen los hubiera despedido en la puerta de su mansión, el variopinto grupo fue conducido, en un viaje que un duró más de quince minutos, hasta una vieja estructura, destrozada por la inclemencia del tiempo, pero, sobre todo, por la del fuego.

Allí se veía a lo lejos, majestuosa aún, con sus amplios muros a modo de cerca que la protegía de los intrusos, con la carpa del circo bailando al fondo por la acción del viento, deshilachada, pero aún llamativa. Aquel debía de ser el viejo teatro-circo donde se encontraba Peter: aquel al que llamaban Carnival.

Susan, Nicole e Ian se apearon del coche cuando éste se detuvo. No habían ni terminado de acomodarse cuando sintieron como sus caras se iluminaban por los flashes de múltiples cámaras apuntadas hacia ellos.

El lugar estaba abarrotado de periodistas, así como de personas. Había en la lejanía una ambulancia, rodeado éste de paramédicos. Las voces se alzaban mientras aquellos elegidos por Adolf Von Hausen se acercaban al comienzo de su tarea.

Sorteando micrófonos y varias preguntas junto a ellos, el grupo avanzado, unos más cohibidos que otros, hasta la entrada del magnífico teatro. Un viento recio se alzó en torno a ellos mientras avanzaban. Sobre sus cabezas, un rótulo pegado a la estructura del teatro, y en que se leía “CARNIVAL”, se hacía más y más grande.

La gente los veía avanzar, cuchicheando. ¿Qué había visto Von Hausen en ellos?, se preguntaban algunos. Otros se interrogaban si encontrarían a Peter en el plazo determinado por el padre. Muchos más observaban pasmados que el sobrino del alcalde no se encontraba entre el grupo que se acercaba al viejo circo. ¿Es qué había deseado hacer una investigación por su cuenta? ¿O también lo habían secuestrado?

Dejando aquello atrás, Susan, Nicole e Ian llegaron finalmente a destino. Se pararon allí, mirando la gran puerta, que daba entrada a Carnival, cerrada; al patio trasero, que se vislumbraba desde allí.

Mientras sus ojos paseaban, la gente que les observaba había guardado silencio. Tal vez se pensará que era por alguna forma de respeto o quizá porque estaban demasiado expectantes, pero la verdad es que no se trataba de ello. Ante los ojos de los presentes una neblina grisácea se empezó a extender desde el edificio hasta los aventureros, envolviéndolos y haciéndolos así invisibles al resto. Un olor a quemado se empezó a sentir al mismo tiempo que aquello ocurría; y cuando ya estaban tan envueltos en aquel fenómeno como para no ser vistos ni ver nada, las letras que dibujaban “CARNIVAL” se encendieron, como si se tratara de un acto de magia.

Pero por si aquello fuera poco, al mismo tiempo de que esto sucediera, las puertas del circo se abrieron, silenciosas; pero por más que quisieran ver, allí no había nadie que las hubiera abierto.

Leonard extendió su mano sobre el barandal de la pequeña escalera suspirando con cansancio. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que se decidiera a acompañar a aquella fémina con tan mal carácter, pero hubiera podido jurar que ya el sol había declinado para dar paso al mediodía.

Había perdido la cuenta de cuántos escalones había subido y no tenía la menor idea de cuántos metros había recorrido ya. Sólo se sabía cansado, pero sobretodo hambriento. Y es que tras irse de la casa de su tío llevado por el impulso de comenzar la investigación por su cuenta no había pensado en la comida. La taza de café que se tomará en la mañana había quedado atrás, y su estómago le pedía algo solido si es que pensaba seguir con el ejercicio.

- ¡Vamos, qué falta poco!

Pero la verdad es que faltaba bastante; y no fue hasta quince minutos después – o al menos eso le pareció al policía – cuando las escalinatas pequeñas y mal apoyadas sobre la tierra dieron paso a túneles amplios, envueltos en cemento, con pequeños ventanales donde podía ver al exterior si así se quería.

Por fuera de aquellas ventanitas se veía un tubo de metal que se dirigía raudo y tenebroso hasta la tierra. A pesar de la distancia, Leonard y Scarlett pudieron ver que éste tenía sangre seca distribuida al azar por su estructura. Seguramente así Gouchet se había deshecho de los cuerpos que se podrían en la sala de tortura.

Avanzando por éste, ahora en una posición más cómoda, Leonard y su compañera caminaron aún más hasta que les pareció sentir un ruido extraño, traído desde tierra y proyectado por el túnel por el que avanzaban.

- ¿Has oído eso? - preguntó Scarlett; y como Leonard negara, contestó: - Creo que son pasos. ¡No debemos estar muy lejos! Además, puedo apostar que los demás ya han llegado. ¡Vamos, que queda poco!

Y sin más, empezó a subir ágilmente por aquel tubo.

Susan trata de ahondar en su observación del lugar y, aunque éxitosamente logra ver ciertos detalles que a sus compañeros se les pasa por alto - como la visible huella de zapatos presionando la tierra bajo ella, un par de carteles de desvaídos colores anunciando espectáculos carnivalescos -, no vio nada de una importancia exagerada.

Frente a ella el hueco que producían las puertas abiertas se extendía negro, infinito, sumamente tenebroso.

Mientras aquellos fenómenos extraños se extendían a su alrededor y las puertas del lugar se abrían por "arte de magia", Ian frunció el ceño ante lo que veía y no tuvo mucho que pensarlo para sacar su arma al exterior, donde las dos mujeres que le acompañaban podían verla claramente.

- ¿Avanzamos?

Leonard intentó aguzar más el oído intentando escuchar los pasos de los que la mujer hablaba. Se preguntó si por "los demás" se referiría al grupo que había reunido su tío. También cabía la posibilidad de que aquellos sonidos fueran hechos por Gouchet y los suyos. Por esta última razón Leonard desenfundó su pistola y se preparó para disparar si fuese necesario.
En un susurro le preguntó a la mujer -¿Quienes son los demás?-

Creo que es buena idea... digo mirando a los demás... vamos

_Avancemos antes de que me vaya corriendo de aquí. Diablos, ésta es la bienvenida a una trampa mortal, y no tenemos otra opción que ir directo a ella...

Susan avanzó, queriendo estar delante de Ian para no ver el arma que éste tenía en la mano. Aún no había logrado superar el mal momento vivido, por lo que el solo ver ese arma hizo que el corazón le palpite más rápido, aunque afortunadamente no fue más allá de eso.

Pues creo que todos somos idiotas, miro a la mujer, es muy seguro que sea esto una trampa, después de que ese abogado de cuarta nos ha dicho lo que nos ha dicho,  no confio en nada  y creo que él esta involucrado en esto, y ahora, niego, me siento en una mala pelicula de Scobbee Doo....

Creo que nos esperan... miro con miedo esa casa..

- Tus compañeros, aquellos que Von Hausen eligió. Tenemos que llegar y ayudarlos. Nosotros sabemos de lo que Gouchet y su gente es capaz, pero ellos no. Podrían caer en una trampa fácilmente encontrando a ese Peter… Por eso, entre más pronto lleguemos, mejor.

Nicole observó el horizonte sin encontrar nada en particular, ni que desencajara con un lugar misterioso como tampoco que se saliera de lo normal en un lugar que ha visto mejores tiempos.

La vegetación estaba marchita y el suelo que pisaban crujía, falto de un buen cuidado. Por aquí y por allá había carteles anunciando eventos circenses – mimos, titiriteros, animales, malabaristas -, así como otros donde se dibujaba un hombre de aspecto llamativo, como si pudiera pasar su propia esencia a través de aquel papel dibujado.

Pero lo que Nicole notó, y que podía apostar que sus compañeros no habían ni visto, eran pequeños montoncitos de tierras acumulados, tapados muchos de ellos por la incipiente vegetación. La señora Johnson no sabía, obviamente, de qué se trataban, pero pensó, tragando saliva, que aquello podían ser rastros de que había cuerpos humanos ocultos bajo ellos.

Mirando con terror la estructura donde el cartel con la palabra “Carnival” todavía brillaba, el grupo decidió avanzar, aunque aquello parecía más una trampa que una bienvenida a una simple búsqueda.

Ian, en un gesto caballeresco – o más bien de hombría -, decidió avanzar primero, teniendo el arma cerca de su cuerpo. Susan y Nicole avanzaron juntas, con el mal presentimiento de lo que pasaría una vez que entraran en el teatro no sería nada bueno.

Adentro, efectivamente, la oscuridad era total. No se veía nada, y hubieran podido muy fácilmente caerse si hubiesen avanzado más. Pero la falta de luz pasó a una preocupación de segundo plano cuando las puertas que les habían dado la bienvenida se hubieron cerrado una vez que los tres estuvieron dentro del edificio.