Partida Rol por web

Castillos de arena

Tinta tus sueños

Cargando editor
02/02/2016, 16:04
Director

Fue un comentario, una conversación, una recomendación, una historia, un propuesta, una aceptación, una ilusión, y ahora iba a ser una realidad.

Una brillante idea nacida en el Instituto Público de Manhattan de la 51, de ese edificio que la ciudad miraba con desconfianza por no ver retornada en la mirada del mismo el símbolo del Dollar, iba a encontrar su camino al mundo terrenal.

La profesora de tecnología llegaba a la hora esperada al taller y vivienda del monitor de artes, con una decisión por delimitar en contenido. 

Cargando editor
02/02/2016, 22:49
Austin Garret-Jolley

Había pocas cosas que yo me preocupase por esconder de mí. Siempre había hablado con naturalidad de lo que hacía o de lo que me gustaba, y salvo que fuera una conversación realmente significativa no solía esforzarme en recordar los detalles de quién estaba o no escuchando.

Es por eso que ni siquiera era consciente de cuándo aquella profesora se había enterado de que tatuaba, o de si era yo quien se lo había dicho. En cualquier caso parecía maja, así que no había problemas en que se pasase por el taller a en cualquier momento. Por mi parte le habría dado la dirección y listo, sin preocuparme que fueran las tres de la madrugada o las cinco de la tarde cuando se pasase, pero por asegurar que estaba en casa decidí concretar algo.

Cuando se acerca la hora en que supongo que llegará estoy tranquilo: probablemente estará más inquieta ella, si es su primer tatuaje. Me encuentro tumbado sobre la cama, leyendo sin prisa. Sobre mis piernas Federico está estirada, y aunque eso me hace tener las piernas dormidas la idea de apartarme ni se me pasa por la cabeza. Cerca, también sobre la cama, está Clint con la cabeza apoyada sobre un par de libros cerrados. Lo cierto es que ni siquiera tengo claro qué hora es, pero seguro que cuando den las cinco suena el timbre. Y si no ya lo hará más adelante.

Al oír el sonido del telefonillo me estiro un poco, dando a Federico la señal de que es momento de moverse. Camino con pasos precavidos por lo dormidas que están mis piernas hacia la puerta y abro el portal sin preguntar siquiera de quién se trata. Mientras espero a que suba dejo la puerta abierta y me acerco a la zona de la cocina para coger algo para mordisquear durante la espera.

Una vez Nicole llega puede verme de espaldas, con una camiseta cómoda y pantalones de estar por casa. Mis pies se encuentran descalzos sobre el suelo de parquet, y ante ella está un piso amplio y casi sin paredes, que desentona bastante con el quinto con ascensor estropeado desde hace años en que está situado. En su tiempo el dueño había sido joven y había intentado imitar la estética de los lofts del Soho y del Barrio Oeste, pero todo se había quedado en la tentativa. Sin embargo lo que a otros les parecía poco criterio al dejar sólo una habitación de cuatro metros cuadrados y un cuarto de baño aparte del espacio de trabajo para mí era una bendición, regalándome eso que otros llamaban salón como patio de recreo.

La vivienda a la que Nicole llega se puede ver por tanto casi entera desde la puerta. La enorme estancia de ocho por diez metros estaba dividida por secciones, y sólo se llegaban a ver las dos puertas que llevaban a habitación y aseo. Aquellas divisiones eran más ficticias que otra cosa, pues con el paso de los años me había ido organizando conforme lo necesitaba. Una de las paredes estaba surcada por algo que parecía una barra de las usadas en danza y al lado de la de enfrente, que era prácticamente un ventanal, había una zona que estaba claro que era para cosas que hacer con las manos, como pintar o modelar. Esta estab cubierta con varia capas de plástico, pero el resto estaba impoluto. En general el piso podía parecer desordenado o caótico, pero sin duda estaba limpio. La cocina formaba parte del mismo cuarto, y cerca de ella había una mesa pequeña con dos sillas. Siempre que había necesitado más el suelo había sido una maravillosa opción. El único otro mueble - si es que podía llamarse así que parecía pensado para descansar era un futón dispuesto en el suelo, también cerca de la ventana pero en la esquina opuesta. A la vista no había ninguna televisión ni ordenador.

Sin embargo si algo llamaba la atención eran las paredes. Absolutamente todas estaban llenas de dibujos. Algunos eran abstractos o fantasiosos, otros poseían un nivel de detalle que cualquiera podría pensar que eran fotografías. Los colores se mezclaban sin un patrón aparente, y aquí y allá había cientos de frases escritas con esmero. La más cercana a la entrada era la que recibía justamente a aquellos que habían venido a hacer lo que Nicole: Que la tinta haga menos efímera nuestra piel y dibuje un pedazo de nosotros. Aquí y allá había varias estanterías cargadas de libros, aunque ninguna de ellas estaba pegada a las paredes. Y por encima de las estanterías, hasta alcanzar el techo, más libros apilados. En algunos lugares donde no molestaban demasiado había algunas pilas más, estas creciendo desde el suelo. Apenas era consciente de lo inusual que podía parecer la visión para quien entraba por primera vez en casa: yo estaba más que acostumbrado.

- Bienvenida a mi humilde morada. - Le digo de buen humor a la chica mientras me doy la vuelta una vez oigo algo, dando por hecho que será ella. Al darme la vuelta en las manos llevo dos tazas humeantes que no tardo en acercar a la mesa.

Cargando editor
03/02/2016, 04:33
Nicole Nazar

Llego tarde, unos diez minutos después de la hora acordada, pero algo me dice que a Austin le va a importar más bien poco. Aparco la moto delante de la puerta del edificio y me quito guantes y casco. Los primeros los meto a medias en el bolsillo de la chupa y el segundo me lo cuelgo del brazo mientras me acerco a la dirección que me dio el chico. Guardo las llaves de la moto en el bolsillo trasero de mis vaqueros y pulso el botón del quinto.

Cuando la puerta se abre sin que nadie llegue a preguntarme quién soy, una sonrisa divertida asoma a mis labios y enarco las cejas con incredulidad. Me pregunto si ese mal que parece afectar a todos los profesores jóvenes en el instituto será contagioso o si es una de las preguntas que les hacen en la entrevista antes de contratarlos. 

—Perdone, ¿usted pregunta quién es antes de abrir el portal de su casa? Es que si lo hace no podemos contratarlo aquí, ¿sabe?

Divertida entro en el portal y paso dos minutos pulsando el botón del ascensor, mirando con curiosidad a mi alrededor y volviendo a pulsar antes de darme cuenta de que no va a venir por mucho que apriete una y otra vez. Termino subiendo por las escaleras, sin saber si el ascensor está estropeado o si algún vecino se lo ha apropiado poniendo un taco para impedir que se cierre la puerta. No sería la primera vez que veo cosas así. 

Total, que después de cinco pisos entiendo perfectamente por qué el profesor de pintura tiene el culo con pinta de estar tan duro como una piedra. Los pequeños calambres en los muslos me recuerdan que en la última semana no he salido a correr y doy gracias por tener los pulmones sanos y en condiciones. 

Me río entre dientes al encontrar la puerta de arriba abierta. Joder con los profesores inconscientes. Se deben creer que viven en Canadá y no en la Gran Manzana. 

Al empujar la puerta un brillo de curiosidad asoma en mis ojos, como siempre que entro en la casa de alguien por primera vez. Las casas dicen mucho de la gente y al poner un pie dentro y recorrer todo el espacio con la mirada mis labios se entreabren por la sorpresa. Sí, las casas dicen mucho de la gente. Y esta en concreto dice que alguien no está del todo bien de la cabeza. 

Y sin embargo, no puedo evitar verle cierto encanto a todo aquel lugar. Yo no podría vivir sin un sofá en el que quedarme dormida, pero... 

—Tengo que contárselo a Ashton, seguro que le gustaría hacer fotos aquí. 

Al ver a Austin, mi sonrisa se amplía y termino de entrar. 

—Ey, vaya sitio más cojonudo tienes —halago, haciendo un pequeño gesto con la mano hacia... Bueno, hacia todo en general—. ¿Dónde puedo dejar el casco?

Lo elevo un poco al mencionarlo y cambio el peso de una pierna a la otra. No estoy nerviosa por el tatuaje, más bien emocionada y algo inquieta. Me muero de ganas por tenerlo de una vez.

Cargando editor
03/02/2016, 14:59
Austin Garret-Jolley

En cuanto mis ojos se cruzan con los de Nicole y veo su sonrisa la mía aparece de forma refleja. Debajo de mis ojos puede apreciarse la completa ausencia de ojeras y mis movimientos son ágiles y vivaces, aunque no apurados.

—Donde quieras —digo tras asentir a sus primeras palabras—. Como si fuera tu casa. — En realidad hay pocos lugares normales donde pueda dejar el casco: la encimera, la mesa o el suelo. En las estanterías hay poco o nada de sitio, y la gente no suele llegar y dejar sus cosas sobre las pilas de libros, aunque no me importaría que lo hicieran.

—Y este tu chocolate— añado después, quedándome cerca de la mesa pero sin llegar a sentarme—. ¿Te gusta algo? —pregunto con curiosidad no por las obras, sino por ella. En la zona de trabajo pueden verse una pareja de esculturas a medias y un montón de cuadros apoyados unos en otros, además de todo lo que puebla las paredes— ¿Quieres bizcocho? Es de naranja— ofrezco después, hablando como si fuera la consecución lógica a la anterior pregunta aunque no tenga mucho que ver.

Cargando editor
03/02/2016, 18:02
Nicole Nazar

Al escuchar la respuesta de Austin, una sonrisa divertida asoma a mis labios. —Bueno, es que mi casa tiene muebles. —No pongo ese pensamiento en voz alta y en su lugar dejo el casco en la encimera, junto a la chupa que deja ver ahora un jersey gris. Acepto el chocolate y enarco una ceja. 

—¿El chocolate es un truco para que me haga adicta a los tatuajes? —bromeo, entibiándome los dedos con el calor residual de la taza. 

Miro de nuevo a mi alrededor, quedándome con pequeños detalles de ese sitio abarrotado de información a pesar de su escasez de mobiliario. 

—En realidad sí. Me gusta todo —respondo con una risita—. Es muy peculiar, pero bonito de alguna manera. ¿Conoces a Ashton, el profesor de historia? Creo que este sitio le fliparía.

Y después niego con la cabeza a la oferta de bizcocho. —No, gracias. Ya he comido antes de venir.

Cargando editor
03/02/2016, 18:26
Austin Garret-Jolley

Me mantengo un instante observando a la chica con una sonrisa fácil, estudiando su reacción por un momento al ver estas cosas.

—En realidad sí— no tardo en decirle. Entonces hago un movimiento con las manos alrededor de mi cabeza—. Es un nuevo tipo de condicionamiento mental que estoy probando, como los perros de Pávlov —aseguro divertido.

Un instante más tarde, cuando sigue hablando, río con naturalidad al escuchar su de alguna manera, sin ocultar que es ese punto el que me ha hecho gracia, y luego respondo a lo demás.

—No sé si hemos coincidido —comento—. Voy sólo cuatro horitas a la semana, y no paso mucho por la sala de profes. Pero otro día te lo traes si quieres —propongo con normalidad.

A pesar de su negativa no tardo en sacar del horno una bandeja de bizcocho al que le falta algo más de la mitad y dejarla también sobre la mesa. Con un cuchillo hago un par de cortes, dejándolo todo sobre la mesa si al final se anima.

—Y no lleva maría —enuncio sin alzar la mirada, y aunque mi tono no deja claro si eso es algo malo o algo bueno sí doy por hecho que para ella eso será algo normal—. Bueno, cuéntame —le digo luego llevando un brazo a mi espalda ayudándolo con el otro para estirarme. Luego busco sus ojos y me siento en la silla con los pies sobre la madera, mirándola interesado—. ¿Primera vez? ¿En qué habías pensado?

Cargando editor
03/02/2016, 19:04
Nicole Nazar

Me siento cuando él lo hace y me inclino hacia delante, apoyando los antebrazos en la mesa y rodeando la taza con las manos. 

—Es la primera vez, sí. Nunca antes se me había ocurrido, pero ahora me parece una idea cojonuda.

Y es completamente cierto. Desde que escuché a un par de mis alumnos comentando que el profesor de pintura hacía tatuajes se me metió la idea en la cabeza. La verdad es que en aquel momento pensé que trabajaría en un estudio o algo así más serio, pero... Bueno, el piso está limpio. No necesito más.

Entonces hago una pequeña pausa frunciendo la nariz en una mueca divertida. —Me gusta mucho viajar y la mitad de mi familia es francesa, así que había pensado o en un diente de león, o en una torre Eiffel. —Me encojo de hombros y sonrío ampliamente. —Aunque estoy abierta a sugerencias. 

Cargando editor
03/02/2016, 21:52
Austin Garret-Jolley

Asiento a las palabras de Nicole. A algunos el asunto de los tatuajes les llama tarde, pero cuando lo tienen tan claro lo cierto es que no hay mejor idea. Con la gente que quiere ser tatuada tengo dos opciones: ser su herramienta, o que ellos sean la mía. Hay algunos casos, muy pocos, en los que ambas cosas suceden a la vez, y eso es maravilloso, pero es imposible decir si será el caso.

—¿Sabes que dicen que una vez que empiezas no puedes parar, verdad? —pregunto con una media sonrisa, extendiendo el brazo para coger mi taza mientras escucho sus ideas.

Al escuchar que no tiene una imagen clara de lo que quiere mi sonrisa se vuelve más clara, casi traslúcida, y brillante. Abro un poco los ojos con cierta picardía, sabiendo que no estoy ante una de esas personas que quieran imponerse sobre la aguja.

—Bueno, podemos echar un ojo a algunas cosas si quieres —ofrezco poniéndome en pie de manera fluida y acercándome a una de las estanterías. A la vuelta llevo conmigo un álbum de fotos. Está como nuevo, con cada imagen en su sitio y cada imagen está revelada en tienda—. Pero no me pidas que repita algo ya haya hecho —le pido desviando la mirada un instante hacia ella.

En cierta forma me hace ilusión que no esté cerrada, y se nota. Dejo que eche un vistazo al álbum en esos instantes mientras la miro durante algunos segundos, valorando qué podría ser lo que más le pegue. Sé poco de ella, pero aún así algunas ideas me vienen a la cabeza.

—¿Negro, o color? —pregunto de manera escueta.

En el álbum pueden verse muchos de mis trabajos, y aunque la gente suele molestarse al decirlo uno de manera clara lo cierto es que la calidad es extraordinaria*.

—Espera, dame un segundo —pido sin dar tiempo a que responda, y no tardo en traer papel de dibujo y un lápiz— Vamos a hacer una cosa. —enuncio mirándola a los ojos sin perder la sonrisa—. Háblame más de ti, de adónde has ido y de lo que te mueve, y no te preocupes por lo que dibuje. Cuando acabe decidimos —digo incluyéndome en aquella decisión.

Notas de juego

Extraordinaria como de Destreza 4 y Pericias 4, vaya. xD

Cargando editor
03/02/2016, 22:20
Nicole Nazar

—Bueno, todavía tengo mucha superficie que llenar si le cojo el gusto, ¿no? —bromeo como respuesta a su pregunta, acompañando mis palabras de una risa.

Después lo miro con curiosidad cuando se levanta y ese brillo aumenta en mis ojos al ver el álbum que trae de vuelta. Mientras habla empiezo a pasar las hojas, cada vez con más entusiasmo. Los dibujos son una puta pasada y en el primer minuto ya he visto cinco o seis que me haría ahora mismo. Asiento a su petición y sigo pasando las fotos, pero ante su pregunta levanto la mirada, dubitativa. 

Eh... Pues lo cierto es que no lo había pensado. ¿Negro? No sé, lo que quede mejor. —Me encojo de hombros con las últimas palabras, dejando gran parte de la decisión en sus manos. Después de ver sus trabajos casi que me da igual lo que me haga, todo mola un montón.

Dejo el álbum cuando se levanta otra vez y al ver que trae papel y lápiz, mi sonría se amplía con cierta diversión. Todo esto me parece superemocionante y la verdad es que cada vez tengo más ganas de empezar. Lo cierro y lo dejo sobre la mesa, dejando que mi mirada vague por el lugar hasta quedarse perdida en una de las paredes.

—He estado en Francia y en España y bueno... Europa es genial. Tiene todas esas ruinas y edificios totalmente antiguos, aquí no tenemos esas cosas. Me quedé con ganas de ir también a Italia y a Grecia, pero ya lo haré algún día. París huele a café y a croissant. Es mucho mejor que en las películas, todo era como tan bohemio que cortaba el hipo. También he estado en Mexico un par de veces y un verano me fui hasta Cali con la moto. Este verano quiero ir a ver el Gran Cañón —explico con una mirada que se va tornando entre soñadora e impaciente—. O tal vez a hacer una ruta con la moto por Sudamérica. Como el de la peli esa de Diarios de una motocicleta. Aunque también me gustaría volver a Europa o tal vez ir a la India. Llevo un tiempo ahorrando para hacer un viaje grande. 

Al mencionar a mi pequeña mi mirada se centra y lo miro a él. —Me encantan las motos. El aceite, el humo, no hay una sensación mejor en el mundo como la de estar volando a ras de suelo, con el viento en la cara y el mundo a tu disposición. Bah, soy una flipada de la mecánica. Si alguna vez se te estropea el coche, no lo lleves a un taller sin dejarme que eche un ojo antes —añado, ladeando un poco la cabeza. 

—Y bueno, me gustan los críos. Aunque no para tenerlos —aclaro con una carcajada. Hugh estaba empeñado en que formásemos una familia y recordarlo todavía me provoca escalofríos en los brazos—. Me gusta ser profesora, educar sus pequeñas mentes y ayudarles a descubrir su potencial. Doy clase de Tecnología, no sé si te lo dije. Hacemos experimentos y a veces construimos cosas. 

Entonces lo miro y sonrío de medio lado, intentando atisbar lo que está dibujando, muerta de curiosidad. —¿Vale con algo de eso?

Cargando editor
03/02/2016, 22:45
Austin Garret-Jolley

Al escuchar cómo ella se presta al juego y comienza a hablar yo me centro en mi trabajo. La escucho con atención, aunque penetran más en mí las inflexiones de su voz que sus palabras. Me quedo con muchas, claro, pero la mayor parte de las frases ni siquiera tienen sentido completo. En más de una ocasión levanto los ojos del folio, y cuando se cruzan con los suyos no evito cierta complicidad.

Sin embargo y por más que sigue hablando hay una palabra que ha calado más que las otras. Sin embargo sé que no es por ella, sino por mí. Dejo que mi mano dibuje trazos rápidos realizando bosquejos, y en cuanto termina y la encuentro intentando ver lo que hay tras mis brazos lo tapo con el misterio de un niño que esconde algo tan nimio como una piedra.

—Claro que vale, aunque puedes seguir todo lo que quieras —respondo visiblemente satisfecho. Llevo entonces mis ojos un instante abajo, rematando algunas líneas antes de volver a buscarla con la mirada—. Dame un minuto y te enseño.

Dichas aquellas palabras continúo dibujando, pero para que ni la habitación ni mis trazos se llenen de silencio vuelvo a hablar.

—¿Dónde has estado de España? —pregunto— No conocerás Granada, ¿verdad? —insisto, y se puede notar un deje de expectación en mi pregunta. Entonces digo dos palabras más, cambiando de idioma de forma anquilosada, pero sin temor a hacer el ridículo —¿Hablas español?

Notas de juego

¿Hablas español?: Dicho en español.

Cargando editor
03/02/2016, 22:57
Nicole Nazar

Al encontrar el obstáculo de sus brazos, mis ojos se llenan más de curiosidad y tengo que obligarme a mantener la mirada apartada del papel, con dificultades. 

Después niego, con una carcajada. —Qué va. Ya me gustaría. Sólo sé decir "tapas", "más fiesta" y "una cervesa por favor". No me hizo falta mucho más, no estuve mucho tiempo. En realidad sólo me dio tiempo de ver Barcelona y Bilbao. El viaje era a Francia, pero me escapé un par de días así en plan improvisado. 

Me sorprendo a mí misma estirando el cuello para intentar atisbar algo y me obligo a llevar la taza de chocolate a mis labios con el único fin de distraerme de la intriga que me provoca todo ese misterio. 

—Pero algún día volveré y veré el sur. ¿Tú has estado? —devuelvo la pregunta con naturalidad y dejo la taza sobre la mesa—. Como tardes mucho en enseñármelo creo que me va a dar un ataque.

Cargando editor
04/02/2016, 00:08
Austin Garret-Jolley

Al escuchar la respuesta de Nicole no llego a sentirme decepcionado. Que hable de volver e ir al sur demuestra que no es sólo pose, lo cual está bien. La verdad es que ni me lo había planteado. Entonces a pesar de mi formación, de mi conocimiento del lenguaje y de mi capacidad expresiva resumo mis pensamientos en una sola palabra mientras asiento con la cabeza.

—Molas.

Y dicho aquello sigo con lo mío durante unos segundos más, acabando el último esbozo. Niego con la cabeza y de manera inconsciente repito sus palabras, que aún flotan en mi cabeza.

—Qué va. Ya me gustaría —digo, y al darme cuenta de lo que he hecho no tardo en reír. No sé si ella lo habrá notado, pero es igualmente gracioso—. He leído sobre el sur de España y el que le ha dado nombre a mi gata es de allí —expongo hablando como si de manera activa ese hombre hubiera venido y la hubiera bautizado. Luego la miro con franqueza e ilusión en los ojos—. Siempre he querido ir, pero entre unas cosas y otras todavía no ha pasado.

Dicho aquello levanto la vista y emito un suspiro, dejando algunos segundos de expectación. En mi actitud se ve que es el momento en que voy a dejarle ver lo que he estado haciendo, y aunque realmente no creo que sea gran cosa me resulta gracioso verla aún nadando en el misterio.

—Voy a enseñarte la hoja, pero son sólo ideas —le digo—. Si no te gusta ninguna, no te sientas obligada. Podemos probar más.

Entonces aparto mis brazos, mostrando varios esbozos repartidos por la hoja: la silueta de un mapa del mundo hecho con la estela del tubo de escape de una moto, una especie de avión de papel en pleno vuelo, una maleta, una brújula, el indicador de gasolina de una moto medio lleno, unos matasellos de correros, uno muy sencillo sólo con la palabra "GO" y aprovechando la O para esbozar el mundo, la silueta de algunos monumentos que debe haber visto unidos por una línea continua y una torre Eiffel adornada con sencillez.

Notas de juego

Algo como esto:

 

 

(Finjamos que es original, por favor :P)

Cargando editor
04/02/2016, 02:05
Nicole Nazar

Al escuchar su veredicto sobre mí no puedo evitar una carcajada. 

—Gracias, supongo —respondo, de buen humor—. Tú también molas. 

Y después, por fin llega el momento de saciar mi curiosidad. En ese momento tenso en que se dedica a mantener la expectación en alza, lo fulmino con la mirada. Creo que si llega a tardar cinco segundos más, le habría apartado las manos yo misma para poder ver lo que esconde.

—Buaaahhhhh —es lo único que digo en un primer instante. Todo me parece muy genial, aunque mi mirada se detiene en tres más que en los demás y son estos los que finalmente señalo con el dedo—. Me gustan este, este y este. Es decir, todos son cojonudos, pero esos tres... Me chiflan. 

Entonces levanto la mirada y le sonrío con entusiasmo. Estoy deseando que coja la aguja ya, pero algo de lo que ha dicho se me ha quedado dando vueltas en la cabeza, como un eco remanente.

—Ah, si te gusta leer guías de viajes, tengo un montón. Me encanta ver las fotos y leer cosas de los sitios. Te puedo dejar algunos si quieres.

Hecha la oferta, mi atención vuelve al papel y repaso con el dedo las siluetas de algunos de los bocetos. —¿Cuál me vas a hacer? Había pensado que fuera en la espalda, ¿crees que está bien?

Notas de juego

  

Cargando editor
04/02/2016, 02:32
Austin Garret-Jolley

Tras sonreír con naturalidad ante su carcajada y respuesta y encogerme de hombros escucho su emoción desbordando por la boca al ver los diseños. Su alegría es bienvenida, y al ver los tres que escoge la miro con los ojos brillantes.

—Genial —asiento, repasándolos un instante para imaginarlos siendo más que bocetos.

Atrás se han quedado ya todos los desechados, olvidados por completo. Quizá vuelvan más adelante a mi memoria, o quizá se pierdan para siempre. En cualquier caso, no importa: lo relevante es que tenemos tres ganadores. Entonces escucho sus palabras sobre las guías de viajes, y asiento sólo a medias.

—La verdad es que yo leo de todo —le digo—. En general soy más de literatura que de guías de viajes, pero si quieres puedes pasarme alguna a ver qué tal. A lo mejor no he dado con las adecuadas.

Dicho aquello la observo repasar los dibujos y me pongo en pie. Mi rostro resplandece ante la idea de ponernos a trabajar, y apuro el chocolate de un sorbo. Después pego un bocado a uno de los trozos de bizcocho, que al final se ha quedado abandonado, y hago un gesto a Nicole para que me espere.

—Voy a lavarme las manos— le digo mientras la escucho, alejándome algunos pasos y dejándole unos segundos para decidir.

Al escuchar su pregunta la miro desde lejos, aunque ni siquiera estoy seguro de que ella me esté mirando a mí. Es gracioso que me pregunte a mí cuál voy a hacer. Poca gente hace eso, y sobre todo la primera vez.

—Todo depende de cuánto quieras enseñarlo, y de cuanto quieras verlo —le digo mientras abro el grifo—. En la espalda mola, y si no dímelo a mí, pero entonces sólo lo verá la gente que ya te conoce —comento con la puerta abierta antes de girarme para mirarla desde allí y añadir algo con una sonrisa—. Supongo.

Mientras tanto me lavo de manera concienzuda usando jabón de farmacia. Sólo cuando estoy listo cierro el agua y vuelvo hacia el salón.

—A mí ahora a veces me da pena no poder vérmelo yo mismo, pero es verdad que en mi caso no tendría sentido de otra forma —explico, dando por hecho que sabe de qué hablo. Finalmente me acerco donde ella y vuelvo a mirar los dibujos desde mi posición, de pie a su lado—. Yo creo que el del avión mejor en la muñeca, la torre en la espalda y el otro donde quieras —digo antes de dedicarle una mirada optimista, encogiéndome de hombros—. Si lo continuamos cada vez que visites un sitio acabará rodeándote entera.

Cargando editor
04/02/2016, 03:02
Nicole Nazar

El momento se acerca cada vez más rápido y mi inquietud tamborilea con los dedos sobre la superficie de la taza. Empiezo a preguntarme algunas cosas que quizá debería haber valorado antes, como si me va a doler o si tendrá arreglo si después no me gusta. Sin embargo, ninguna de esas dudas es suficiente como para reducir mi entusiasmo al ver que Austin vuelve después de lavarse las manos. 

No tengo ni idea de lo que habla, ni siquiera sabía que tiene un tatuaje en la espalda, pero asiento levemente con la cabeza, suponiendo que si él lo dice, será por algo. Lo que sí que llama mi atención son sus últimas palabras y lo miro sorprendida, aunque no desagradada.

—Ah, ¿me vas a hacer los tres? —pregunto, sin que haya molestia en mi tono, sólo sorpresa y curiosidad.

Empiezo a preguntarme qué habría pasado si le llego a decir que me gustan siete. De todas formas ya he decidido ponerme en sus manos, él sabe lo que hace y yo —según mi familia— siempre he sido una inconsciente, así que tampoco me opongo. 

Cargando editor
04/02/2016, 03:27
Austin Garret-Jolley

Tras dar mi veredicto me quedo mirándola un segundo, esperando a que decida. Sin embargo cuando lo que llega es su pregunta la miro con los ojos bien abiertos y río. Sin pensarlo pongo una mano en su cabeza y la empujo con suavidad, amistosamente desde arriba.

—Yo te lo decía para que escogieras —aclaro—. Pero oye, si lo tienes tan claro son agujas que nos ahorramos —digo con optimismo, encantado con la idea de que se deje hacer de aquella manera.

Es entonces cuando me doy cuenta de que la mayor parte de gente así suele tener ya el cuerpo lleno de tatuajes, y de manera inevitable me hace gracia que haya esperado tanto. Sigo preparando las cosas, poniéndome un par de guantes nuevos, cogiendo agujas estériles de distintos tamaños y enchufando la máquina.

—Es por el chocolate, ¿ves? —le explico entonces con una pequeña sonrisa—. Ha funcionado. Ni siquiera hemos empezado, y ya eres adicta.

Dicho aquello le hago un gesto para que acerque las sillas a la máquina mientras yo termino, y procedo a explicar.

—Bueno, si quieres empezamos por uno y ya lo vemos —le digo sin apartar la posibilidad e aprovechar la visita para hacer más—. Primero podemos empezar por el de la muñeca, que no te dolerá nada, y si te apetece luego nos ponemos con otros —propongo de forma amistosa mientras abro el botiquín que está al lado de la máquina—. Lo primero es que te laves bien la zona. En cuanto estés te la desinfecto y empezamos.

Cargando editor
04/02/2016, 04:30
Nicole Nazar

Cuando caigo en la cuenta de mi confusión, me río con naturalidad. 

—Sí, Pávlov estaría orgulloso de ti —comento, enarcando ambas cejas—. Ya estoy empezando a salivar. 

Obedezco sus indicaciones, acerco las sillas al aparato que atrae mi mirada como un imán, y no dejo de mirar cómo prepara las cosas cuando me acerco a la cocina para remangarme el jersey y lavarme las manos y la muñeca. 

En cuanto estoy lista vuelvo de nuevo y antes de sentarme contemplo la máquina y las agujas. No me dan ningún tipo de respeto. Cuando tengo que sacarme sangre siempre me quedo mirando cómo se clava la aguja y el vial se va llenando. Así que tengo toda la intención de ver todo el proceso con detalle. 

Vale, ¿me pongo aquí? —pregunto, ya sentándome y ofreciéndole la muñeca con el interior hacia arriba.

Cargando editor
04/02/2016, 15:11
Austin Garret-Jolley

Mientras ella acerca las sillas yo voy ocupándome de lo mío, preparando la tinta, enroscando la primera aguja, la más fina en el tubo y demás. Una vez está todo listo me giro en su dirección, asintiendo a su última pregunta.

—Ahí está perfecto —asiento.

Tomo entonces su muñeca entre las manos y la analizo durante unos segundos. Hecho eso la miro un instante, y me inclino para coger gasa y desinfectante. Con cuidado me aseguro de que la zona esté preparada, tomándome mi tiempo, y una vez he terminado llevo mis ojos brillantes a los de la chica.

—Vamos allá —enuncio mientras enciendo la máquina. Dejo cerca un par de gasas humedecidas en desinfectante por si sangrase, aunque no parece probable.

—Es genial que el primero sea este, porque así puedes verlo —le digo animado, sin valorar siquiera que pueda preferir no mirar—. Es como una máquina de coser —continúo, hablando una vez más como si las dos cosas tuvieran relación directa. Llevo mi pie hacia el pedal mientras tomo la aguja, y el familiar zumbido empieza a sonar—. Con el pedal se regula la velocidad, y la aguja entra y sale unas veinte veces por segundo. Si te duele avisa —añado al final, enlazando una vez más oraciones que están unidas por un hilo de plata dentro de mi cabeza.

Me tomo un instante entonces para sujetar su muñeca sobre mi rodilla, y al llevar la aguja por primera vez a su piel alzo la mirada, buscando sus ojos. Sólo al ver que las cosas marchan bien me dispongo a continuar, dibujando el contorno del tatuaje y tirando un poco más de ese hilo de plata enunciando algo que quizá al principio tenga sentido sólo para mi.

—Nunca he conducido, pero seguro que podrías arreglar mejor que yo la máquina cuando le pase algo —expongo—. O construir una nueva en clase. Podríais hacer una entre todos y que se la quede el instituto —enuncio, y no parece que vea nada malo en esa idea. ¿Qué instituto podría ser mejor que uno con una máquina de tatuajes en la sala de tecnología?

Cargando editor
04/02/2016, 15:38
Nicole Nazar

Me coloco emocionada y lo miro todo con una expectación casi infantil. Joder. Adoro esta sensación de adrenalina recorriendo mis venas y el estómago encogiéndose. Dejo que me coja la muñeca y asiento a sus palabras. La verdad es que me muero de ganas de ver cómo funciona el aparato en vivo y en directo. No había imaginado que fuera como una máquina de coser, pero conocer ese detalle sólo lo hace todo más apasionante. 

Cuando la aguja se acerca por fin, siento cómo la piel de mis hombros se eriza, preparándose para la primera impresión. Mis pupilas se dilatan y una sonrisa ansiosa se esboza en mis labios mientras mis ojos muy abiertos tratan de beberse toda la información. 

La primera punzada me hace contener un respingo, pero mi sonrisa se amplía más al ver que no duele. Cuando los ojos de Austin buscan los míos los encuentran brillantes, ansiosos y emocionados al mismo tiempo. Una risa sale con naturalidad de mi garganta, liberando parte de la adrenalina, al escuchar su propuesta para mis clases, aunque me esfuerzo en no mover el brazo. 

—No estoy segura de que el director Higgens aprobase el presupuesto para construir una máquina de tatuar para el instituto. Quizá para una de coser sí, se podría utilizar para hacer los disfraces del taller de teatro. 

Hago una pequeña pausa y vuelvo a dedicar mi atención a su trabajo en mi muñeca. 

—Pero cuenta conmigo si alguna vez se te estropea o necesitas una puesta a punto. Estaré encantada de destriparla.

Cargando editor
04/02/2016, 16:16
Austin Garret-Jolley

Al ver que ella parece no sólo no sufrir, sino estar disfrutando, me pongo al trabajo con una sonrisa. Voy dibujando lo que mi cerebro me muestra delante de mis ojos de manera clara. Y aunque se me ocurre cambiar un par de detalles lo cierto es que tampoco son relevantes, y siendo esta su primera vez está bien que no crea que se la lío.

Al escuchar su risa y su respuesta aparto un instante la aguja para reír también al imaginarme al director disfrazado para el taller de teatro, con un ridículo traje de león hecho con fieltro.

—A mí no me importaría pagarlo —valoro entonces, retomando el trabajo, aunque es evidente que aunque lo hiciera no les dejarían usarla—. Lo que tendría que hacer el director es tatuarse él —expongo después—. ¿Te lo imaginas con un dragón enorme en el brazo? Así a lo mejor los chavales le tendrían más en cuenta.

Dichas esas palabras sigo con el contorno del dibujo, levantando la mirada sólo en contadas ocasiones.

—¿Y cómo ha acabado una media familia francesa en Nueva York? —pregunto mientras tanto, encantado de escuchar todo lo que quiera contarme.