Partida Rol por web

Sebastian salió a los jardines. Respiró hondo. Un poco de aire fresco después de aquel hedor no venía nada mal.

Miró rápidamente alrededor buscando a Ginevra. Tenía muchísima curiosidad con respecto a lo que ella quería decirle. Todo había sido tranquilo hasta ahora para él, pero estaba claro que para ella la noche había sido más movida. Se acercó al lago y caminó junto a la orilla aguardando a que ella llegase.

No sabia si eran buenas o malas noticias las que daría. Parecía que toda evidencia era esquiva. Pero tenía el amargo consuelo de saber que no era la única que guardaba sospechas. ¡Amargo consuelo, saber que no estaba loca!

Tres veces tuvo que apoyarse contra una pared, antes de seguir caminando. Tarde recordó que no había cumplido la orden de su señora tía, pero ya había pasado demasiado tiempo. Y menos peligro era un regaño o el atisbo de la sospecha, a lo que hubiera pasado si descubrían que buscaba. ¿Y todo para que?

Sus seres queridos le daban vueltas en la cabeza, por el mareo a causa del esfuerzo constante. Recordaba ser inocente a los peligros. Habría deseado que alguien la ayudara. Alguien debió ayudarla. Alguien...

Un nuevo calambre cortó sus pasos en seco, haciéndola caer.

Se giró al oírla caer. Sebastian ya lo tenía muy claro, pero eso despejaba toda duda de que algo le pasaba a Ginevra. ¿Acaso estaba herida? Cualquier persona con un mínimo de moral ayudaría a alguien herido, aunque no lo conociese. Así que con más motivo Sebastian se acercó y le ofreció la mano con intención de ayudarla a levantarse. -¿Estás bien? Vamos a sentarnos- dijo haciendo un gesto de cabeza al banco que había al lado.

Escuchó pasos y sintió una mano. Al sentir el apoyo volvió a levantar la vista y se encontró con su amigo. Por primera vez en el día sonrió naturalmente.

Recordó vagamente el cansancio de Thunderocks, y el hambre. La sombra ayudaría. Apenas había comido, y se sentía tan cansada...

Escuchar la voz de su amigo la regresó d aquel absceso de debilidad. Tuvo que luchar consigo misma, pero era necesario.

- Estaré mejor pronto.

Sintió su pecho, que latía desbocado, calmarse un poco. Fue más consciente no solo de que Sebastian estaba allí, sino que regresó el sentido de urgencia. Al ver al banco negó con la cabeza. Señaló en su lugar a otro más lejano y apartado. Estaba cubierto de musgo, con algo de hierba cubriendo el comienzo del tronco también.

- Entre las hojas, bajo el musgo hay un hueco. - le señaló de nuevo el árbol. - Tenía que estar segura de que fuera real. Y también... Tenía miedo.

Era la primera vez, en mucho tiempo, que admitía tener miedo. Nunca le faltaron ocasiones para sentirlo. Tenía tantas heridas y traumas emocionales a cuestas. Pero siempre llevaba sus cargas sola.

No queriendo cometer una crueldad mayor a la que ya iba a hacer, trató de prepararlo. Tuvo mucho espacio para meditar en la noche. Y las noches anteriores. Quería protegerlo. Pero ahora que sabía que otros sabían, y que había demasiado en juego, tenía que saber de qué tenía que cuidarse.

Tragó saliva, ordenando sus palabras, aunque por dentro estuviera temblando.

- Antes de irse, tu madre dejó un diario. - hice una pausa, para que pudiera asimilarlo en caso de que no lo supiera - Lo encontré hace poco. Está allí... Y hablaba de tu padre.

Sebastian pensaba que Ginevra le explicaría algo que le había pasado a ella, algo que no estuviera directamente relacionado con él. Podría haberse esperado casi cualquier cosa en un día así, menos eso. Se quedó mudo, buscando con su vista el hueco del que Ginevra hablaba mientras su mente le decía que lo evitase. Todas las pesadillas que había tenido desde pequeño pasaron por su mente. No conocía a su padre, y aún así lo odiaba. Lo temía. Si hubiera sido alguien decente su madre le habría hablado de él, pero no fue así. Anna había sido su víctima. 

Siempre se había tranquilizado a sí mismo diciéndose que quien quiera que fuese su padre estaría lejos. ¿Por qué lo nombraría su madre en un diario? ¿Por qué dejar un mínimo rastro de algo que debía ser olvidado? Y en un jardín donde cualquiera podría encontrarlo algún día. Cualquiera. Sebastian se preguntaba por qué no se lo habría dicho a él directamente en lugar de tener que enterarse por un papel. Frunció el ceño. ¿Acaso no confiaba en él? Su rostro dejó de parecer enfadado cuando pensó que quizá intentaba protegerle.

¿Era buena idea leer ese diario? Era algo que debía ser olvidado. Ginevra lo había visto. Tenía muchas preguntas. La miró y tardó unos largos segundos en mencionar palabra. -Entonces lo has leído. ¿Cómo lo has encontrado? ¿Mi madre te dijo algo?- Le molestaba que su madre confiase más en otras personas que en él. -No sé si quiero leerlo- Quería creer que no lo leería, pero su curiosidad era demasiado grande. Las dudas le hicieron mirar de nuevo al hueco. Quizá era el momento de enfrentarse a sus miedos.

Negó de nuevo. Aunque seguía afectada, siguió hablando. Era lo único decente que quedaba por hacer.

- Si no quieres leerlo yo te lo explicaré. - sintió un escalofrío. Se obligó a si misma a seguir. - Tu madre no me lo dejó. No sé si fue por su prisa, o si esperaba que algo sucediera, pero hace poco lo encontré sin planearlo. Ella no dijo nada a nadie. - Pero ayer me confirmaron la historia.

Se enderezó un poco, para ver que no hubiera oídos ajenos... Y prepararse. Pudo ver el flujo de emociones en su cara. Volvió a preguntarse si debía detenerse, pero peor sería el silencio. Y si iba a dejarlo, sería a salvo.

- Quiero que sepas que tu madre hizo todo lo que pudo con todas las cargas que le arrojaron encima. - podía entender en su propio fuero interno lo difícil que tuvo que ser.

Deseó no haberse distanciado de Sebastian y de los demás. Ella misma había tratado de hacerlo lo mejor posible, y también acabó equivocándose. Solo le quedaba esa noche. Sintió una opresiva sensación de pérdida.

Lo tomó de la mano. No iba a ser fácil d escuchar.

- Es importante que nadie sepa que te he dicho nada, y también que ocultes el diario. Si lo necesitaras, podría ser una prueba muy importante. Y quiero que sepas que solo quería protegerte, y si hago esto es por lo mismo.

Le costaba hablar de sus sentimientos. Más cuando podía mostrarla como vulnerable. Inspiró y suspiró para seguir.

- Ese hombre ya está muerto. - Ganada se tenía esa muerte. - Forzó a tu madre, y fue castigado por ello. No quedó impune.

Iba a darle una estocada a muerte. No había forma de suavizar esa información.

- Era Andriu Vaelys.

Trató de dejarle asimilarlo, pese a que tiempo era lo que menos tenían. Sus propios ojos se nublaron por las lagrimas que trataba de contener. Pese a todo el daño sufrido, o quizá a causa de ello, lo que menos deseaba era lastimar a quienes quería. Pero cuando otros planeaban hacer algo más que herir, tenía que sacar las garras de dragón. Y sentía como si se las estuviera clavando a ambos en la piel.

- Y hay alguien en el castillo conspirando para matar a varones Vaelys. - siguió.

Andriu Vaelys. Por un lado le tranquilizó que su padre fuese cosa del pasado. Si él era su padre, todo era diferente a como lo había visto hasta ahora. Había demasiados pensamientos en su cabeza. Empezaba a atar cabos de algunas cosas, pero otras se volvían más confusas. ¿Quién sabía eso? ¿Cómo veían a Sebastian los que lo sabían? Era el hijo de un traidor. Pero eso no le convertía en calaña como Andriu.

Se quedó pensando en las calamidades que debía haber pasado su madre, y lo difícil que tenía que haber sido su vida. Estaba seguro de que ella al menos no lo veía como el hijo de su padre. Lo veía como su propio hijo, Sebastian. No tenía nada que ver con Andriu.

Cuando Ginevra dijo que alguien estaba buscando varones Vaelys para matarlos, se la quedó mirando unos instantes. Por un instante pensó Entonces alguien quiere matar a Lord Rhys. Fue pocos segundos después cuando cayó en que Ginevra se refería a él. Todo cuadraba. Dependiendo de lo que pasase, Sebastian podría acabar siendo el heredero si llegaban a reconocerle. ¿Por ello Ginevra le recomendaba guardarse el diario? Dudaba que quisieran reconocerle sin pruebas. Ya lo habrían hecho en el pasado. Pero eso no le preocupaba demasiado. Nunca había pensado que era un Vaelys, y seguía sin sentirse como uno. Lo que más le molestaba era que hubiera gente tan avariciosa como para querer asesinar por ocupar un trono. Que hubiera gente como su padre. Sebastian no era así. Frunció el ceño y su rostro mostraba claramente lo enfadado y nervioso que estaba. 

Miró a Ginevra. -¿Quién quiere matarme? ¿También pretende matar a Lord Rhys? ¿Quién sabe todo esto?- Quería escuchar las respuestas. Y quería leer el diario. Obviamente lo haría en un lugar seguro.

Tuvo que volver a respirar lentamente, para responder.

- Lord Rhys. Te ha protegido, así que espero que sigas siendo leal.- En el fondo, sabía que lo haría. Y ella misma se sentía traidora hablándole de ello.

Responder a la cuestión de la conspiración era más oscura. Dejó de temblar, pero sus manos se helaron.

- Hasta ayer dudaba, pero hoy estoy segura que alguien lo quiere matar.

Sus ojos brillaron con una ira que podía resultar inusitada para quien no supiera. Hasta el día de ayer, que lo pasó aun repitiéndose que debía dejar de importarle, descubrió que no lo había logrado. Y por ello debía de irse. Pero cuando supo lo ocurrido hace tantos años, y supo más de lo que pasaba, cuando las sospechas pasaron a una temible pero cierta verdad, es que supo que las guerras no se ganaban a solas. Y no se podía proteger a solas.

- Estoy segura que cómplice en la i jura está el maestre. - Rhys se lo confirmó, y un odio personal que sentía contra ese hombre volvió a helar su mirada.

-Quiero hablar con Lord Rhys. Por supuesto soy leal y quiero que sepa que no le quiero ningún mal. Quiero que nos ayudemos mutuamente.-  Sebastian sintió una gran decepción hacia el maestre. Era alguien a quien apreciaba. Por eso debía comprobarlo. ¿Sabía el maestre de quien era hijo Sebastian? Si era así estaba en peligro. Si no, quizá podría acercarse a él. Con suerte el hombre intentaría usar a Sebastian porque tenía la responsabilidad de la comida. Dudaba que el maestre usase la fuerza. Usaría veneno. Se delataría.

Había más gente con la que quería hablar. Tenía que asegurarse de muchas cosas. En principio no contaría esto a nadie más a no ser que fuese extremadamente necesario.

-¿Temes lo que Lord Rhys piense si sabe que me lo has dicho? Pienso que es bueno saber quién es leal y quién no. Y sinceramente, no sé qué piensa Lord Rhys de mí. ¿Sabe lo del diario? ¿Podrías conseguirme un momento con él? ¿Sabe alguien más lo del diario? ¿Fue Lord Rhys quien te lo enseñó o fue otra persona? Podemos decirle a Lord Rhys que lo encontré y no tuviste nada que ver.- hacía tiempo que su aprecio por Ginevra había disminuido mucho. Entre otras cosas, que ocupase el puesto de su madre había afectado a Sebastian. Pero no podía ignorar que era la única que le había dicho la verdad ante un peligro inminente. Esto estaba a otro nivel. No iba a ser tan rastrero como para traicionar su sinceridad a la mínima oportunidad. -Quiero hacer lo correcto. Yo no soy como mi padre. Espero que Lord Rhys lo sepa.-

Tras soltar toda esa retaíla de preguntas miró de nuevo a Ginevra. Estaba siendo demasiado directo sin tener en cuenta los nervios que también estaría pasando ella. -Gracias por contármelo. Perdona, estoy algo nervioso. Ha sido mucha información de golpe.- De veras apreciaba el gesto de Ginevra. No debía haber sido fácil contarle todo eso. Su relación con ella era algo fría desde hacía tiempo, sobre todo si se comparaba con cómo eran de pequeños. Quizá en una situación límite como ésta asomaba un atisbo de aquella antigua amistad -Si no llegas a contármelo habría sido mi último día entre los vivos- sonrió ligeramente. Era una sonrisa sincera, aunque no escondía los nervios que aún tenía. -Espero que ahora pueda evitarlo, aunque signifique que me tengáis que seguir soportando durante algo más de tiempo.-

Sebastian decidió compartir sus pensamientos -¿Sabes que muchos Vaelys y trabajadores de la casa murieron por extrañas enfermedades? No creo que sea una casualidad.

Temía, pero no al daño físico. En una parte, tampoco al emocional. Era aquella recóndita parte, que aun temía perder su confianza, abriéndose paso a través de las capas. Guardó silencio unos momentos, pensando lo que le decía Sebastian. Necesitaban saber cuales eran realmente los que eran leales. Sabía que no era como su padre, pero también que muchas cosas podían salir mal y con solo una todo acabaría en una espiral de mayor destrucción. Escuchó, pensativa.

Su agradecimiento logró conmoverla. Pudo responder a la sonrisa, de manera ligera, pero auténtica, incluso ante la macabra broma. Tomó una de sus manos, apretándola con suavidad. Para alguien que incluso reuhía el contacto físico, era un gesto que decía mucho.

- Hablaré con él, estoy segura de que te escuchará. - lo merecía... y, quizá, eso podía también llevarle algo de paz a lord Rhys.

Se puso, trabajosamente, de pie. Aun le pulsaba la pierna, pero le era más fácil moverse. Miró a Sebastian, aun con pocos gestos, pero la mirada más dulce. Suspiró, bajándola, para ordenar sus ideas y saber que hacer ahora.

- No he mentido, yo lo he encontrado. Él es el único que sabe porque fui con él. No tiene sentido mentir. - Ya no.

Con un inclinamiento de cabeza le señaló al árbol en cuyo hueco había ocultado aquel libro de hojas teñidas por el paso del tiempo, que aguardaba, envuelto en retazos de cuero y oculto bajo el musgo a quien más que nadie tenía derecho a leer. Se sentía más ligera por haber hablado. El peligro se había multiplicado, seguía temiendo por él y por todos, el futuro seguía siendo incierto y aterrador... pero de alguna manera era un poco, minimamente, pero más fácil.

La cuestión sobre los Vaelys muertos se hizo dolorosa.

- Lo sé. Vaya que lo sé. - bajó la cabeza, con el peso de la herida antigua - De una forma u otra. Incluso antes de...

Se interrumpió, incluso de caminar. La sombra de los secretos y palabras no dichas volvía a ella. El dolor, entre más guardado sea, es más pesado, y desgarrador. Su mirada volvía a endurecer, mientras apretaba los dientes. El dolor y la ira volvían a asaltar su gesto, regresando la coraza.

- No, no es casual. Por ello debemos ser cuidadosos. Y descubrir a los traidores. - hacerlos caer.

Volvió a señalar con la mirada al árbol, para que Sebastian tomara el diario.

Sebastian asintió y fue a coger el libro. Sus pensamientos eran un remolino. Respiró hondo. Debía hacer bien las cosas y planificar con cuidado. Un paso en falso significaría el fin. Pasó su mano por la portada y ojeó la primera página, pero no era buena idea leerlo en ese lugar público. Metió el libro en su bandolera, no habría sitio más seguro por ahora.

Se giró para mirar de nuevo a Ginevra -Gracias-. Miró hacia la pierna de la ama de llaves y volvió a mirarla a los ojos. -¿Qué te ha pasado esta noche?-

- De nada. - le sonrió levemente, antes de buscar con la mirada que nadie los estuviera viendo.

La pregunta le hizo mirar a su propia pierna. Le parecía en este punto extraño que sus nervios la hubieran atacado en esa forma. "Tonterías", decía sobre los rumores de la magia Targaryen. Pero...

No había encontrado nada en ese cuarto. Entonces su cabeza comenzó a trabajar. ¿Y si había buscado en el sitio incorrecto? O si...

Ella misma había visto pasadizos. La respuesta a Sebastian tardaba en llegar, absorta en lo que ahora parecía comenzar a tener sentido, tras tantas piezas dispersas.

No había nada en el cuarto de Lenia, a primera vista. Pero si ella misma había escondido el diario en un árbol, en el sitio más seguro, donde no la pudieran relacionar a él y donde a nadie se le ocurriera mirar...

El de la cocina no podía ser el único pasadizo. No creía en maldiciones, pero si sabía por los libros leídos que los seguidores de Rhollor usaban la prestidigitación. Pudieron envenenar fácilmente, incluso provocar accidentes. Ayer ella misma estaba perfectamente sana. Tras encerrar al dragón fue que llegó el malestar.

Si el dragón, tras tanto tiempo ausente tuvo la audacia de romper su palabra y volver...

Todo iba hilandose. Era demasiado loco, pero si esos herejes querían el poder a cualquier coste, y los Targaryen que a pesar del Baelor el Santo no tenían tanto apego a los siete... Si algo había de verdad en los rumores...

Se giró para mirar a Sebastian, ahora con las emociones impresas en la cara. Sentía que todo tenía un nuevo sentido. Un aterrador sentido. Pero podía ser...

Su voz, pese a ser clara, salió con un ligero temblor. Pero firme, con el sentido de urgencia.

- Necesitamos encontrar a lord Vaelys. - De inmediato - no estoy herida. Pero no estoy bien. - sintió un nuevo escalofrío.

Maldición o envenenamiento, pero lo supo. No era natural.

- Te diré mas en el camino. - forzando la pierna, lo más aprisa que podía y con la mirada fija en Sebastian para que la siguiera, comenzó a adentrarse en el Castillo. - ¿Conoces pasillos ocultos?

Negó con la cabeza -No conozco pasillos ocultos-. La pregunta le despertó curiosidad. Siempre había imaginado que podría haber pasadizos, pero seguramente solo los conocía Lord Rhys y algún otro noble. Quizá Sloth o alguno de los más antiguos en la Fortaleza. -¿Conoces alguno que pueda sernos útil?

- No, pero sé de alguien que sí...

Trató de cavilar que era lo que debían hacer, y no tardó en formar un plan.

- Ve al comedor, y busca al lord. Dile si está rodeado de personas en el comedor...

Jhon lo había llamado. Podía estar en el comedor, o no.

- Nadie debe saber que lo estoy buscando. Y debemos de mantenernos apartados de mi señora tía, y de Lenia. - Ellas podían estar involucradas, y parte de su trato diferente a su tía es que nos rumores que tanto desoyó en el pasado ya se veían más factibles. Ya no confiaba en ella. Se acercó a Sebastian y le puso una mano en el hombro. - Busca a lord Rhys, y apartalo con cualquier excusa. Que suene lo más trivial y urgente posible. Pero que solo él escuche que tengo yo que verlo, de inmediato.

Volvió a voltear a todos lados, asegurándose de que nadie escuchaba. Ella se mantendría detrás de sus pasos. Indicándole con un gesto de la mano que la siguiera, fue que lo llevó en busca de lord Rhys.

-Lenia es una chiquilla, ¿cómo iba ella a planear matar gente?- Sebastian no creía que fuese así. Sin embargo, le cuadraba que Lady Myriah quisiese hacerlo. De esa manera se aseguraría de que una de sus hijas heredaba, y no un bastardo que no fuera de su sangre. Por eso hizo la fiesta. Si fuese así, ¿a quién apoyaría Lord Rhys? A Sebastian le entraron las dudas. ¿por qué querría Lord Rhys apoyar a un bastardo antes que a su mujer? Miró a Ginevra. -Si Lady Myriah está implicada, ¿no crees que Lord Rhys apoyará su decisión?- De todas formas, él ya sabía lo de Sebastian. Y quizá él no fuese el único bastardo en peligro.

-¿Qué hay de John? ¿Está implicado? He oído que es un amigo muy íntimo de Lady Myriah- solo era un rumor, pero muchas habladurías acababan siendo ciertas. Seguramente les habían visto juntos varias veces y, aunque no significase que fuesen tan íntimos, se tendrían cierta confianza. Era sospechoso.

-De acuerdo, iré al comedor, pero no sé si será tan fácil sacarlo de allí. Pasé por allí antes de venir y estaba casi toda la familia reunida, además de los Risefeller. Lady Myriah incluída. ¿Dónde quieres que nos reunamos?

John...

Ginevra lo apreciaba. Era una de las personas que ella ayudaba. Y más importante aún, que la habían ayudado, un número mucho más escaso. Adoraba a la pequeña Ingrid casi tanto como a Mira.

Pero por norma general, no confiaba en nadie. Quizá indirectamente, incluso manipulado, porque tenía el raciocinio de un jabalí, pero bien que pudieron usarlo. Y Rhys confiaba en él.

- Los conspiradores podrían ser seguidores de Rhollor... Y si no una asesina, Lenia podría ser de esa fe. Podría ser solo una ficha, pero es parte del juego de ellos.

Nunca, en voz alta, había formulado esa sospecha. Pero ese día no estaban para juegos. Hora de quitarse y quitarle a todos las máscaras.

- Hay rumores mucho más creativos sobre mi señora tía. ¿Qué tan cercanos son? - apretó los dientes.

Había adorado más que nadie a esa mujer. Y no era nadie para juzgarla. Muy en el fondo, no se precipitaba por el deseo de que ella fuera inocente. Pero si era culpable de otras cosas, y todo la señalaba.

Le dolía tener que entrentarla, así fuera en las sombras. Además, si era cierto, entonces podría haber estado involucrada también en...

Las lágrimas se agolparon. Si ella fue quién dio la orden al maestre...

La idea le provocó náuseas. Se le doblaron las rodillas, y estuvo a punto de caer. Se había llevado inconsciente una mano al vientre, demasiado abrumada por aquel traumático recuerdo.

Si ella lo hizo...

Más cosas, ignoradas y sepultadas por mucho tiempo, comenzaron a aflorar.

- Los rumores hablan de que Lenia es en realidad una bastarda. - La voz, esta vez, le salió bastante diferente. Maquinalmente se enderezó, con la espalda erguida y las manos entrelazadas, pese a que no estaba sintiendo sus propios movimientos.

No creía a Lenia capaz de eso, pero no la conocía tanto como otras personas en la casa.

-No sé qué tan cercanos son. Son rumores, podrían ser ciertos o no. Se comenta que tienen un romance, pero ni lo he comprobado ni me interesaba demasiado hasta ahora.- se encogió de hombros. -Se rumorean miles de cosas. Alucinarías.- Dijo sonriente para quitar un poco de tensión. -No quiero ni pensar qué puedan decir de mí o con quién me juntan. Bueno, a decir verdad, tengo curiosidad.-

Vio a Ginevra llevar su mano al vientre y llorar. La miró fijamente mientras lo hacía y las dudas recorrieron su mente. Luego la oyó mencionar a Lenia. ¿Una bastarda? Nunca se lo había preguntado, pero menospreciarla por ello sería menospreciarse a sí mismo. Volvió a mirar a Ginevra. Quizá sería algo violento preguntarle, pero nunca se habían dicho las cosas tan directamente como ahora. Es el momento se dijo. -Ginevra- hizo una pausa, estaba algo serio. Claramente no era una pregunta cómoda, y menos para ella. -Ahora sabes mi secreto, uno que ni yo sabía. Y me estás ayudando- de veras estaba agradecido por ello. De no habérselo dicho, lo más probable habría sido que muriese sin saberlo. Esperó unos segundos más pensando en las palabras que usaría. -Hace tiempo te pasó algo, ¿no es así? Por un tiempo pensé que quizá tu cambio de actitud era cosa de la edad, o que te hubieran asignado tareas de criada siendo familia de Lady Myriah. Pero no es eso.- No dijo nada más. No sabía si estaba preparada para hablar de ello. No le habría preguntado si no fuese un día tan decisivo. Permaneció en silencio dándole el tiempo que necesitase para decidir si quería compartirlo.