Partida Rol por web

En cuanto la posadera vio que la mujer estaba en buenas manos, se puso en pie para dejarla algo de espacio y entonces se dedicó a atender a los recién llegados. Pensaba que eran unos insensibles, pues no habían tenido contemplaciones con lo que acababa de pasar y solo les preocupaba ser atendidos. A pesar de ello, Risonda hizo caso de sus obligaciones y se dispuso a atender a sus clientes.

Gracias a los cuidados de los clientes del Dragón Borracho, Anna Arryn recuperó la conciencia, sin poder evitarlo se llevó la mano a la cabeza y se quedó mirando a Ser Mordred. Ese caballero le parecía extrañamente familiar, pero no sabía de qué, muy probablemente se habría paseado por el castillo de su señor, o mejor dicho, su antiguo señor. Luego miró directamente a los ojos a Oberyn y le sonrió. ¡Oh! ¡Usted es...! Dijo sin poder evitar sus malos modales. Con el golpe se había sentido desorientada y no se había percatado de su expresión. Soy yo, Anna Arryn, la antigua ama de llaves de la Casa Vaelys ¿me recuerda? Le preguntó a Oberyn y luego lanzó una mirada a Mordred. Él también debía saber quién era. ¿Van a la fiesta que organiza Lady Vaelys?

Ser Mordred no lo recordaba, pero esa mujer debería sonarle.

- ¿Quiere que la acompañe al Castillo? Risonda, sírvele algo caliente, a ver si le sienta bien.

Indicó con la cabeza que también asistiría a la fiesta de Lord Vaelys.

Ser Edric miró a la mujer con interés una antigua ama de llaves de los Vaelys. ¿Entonces ya no lo era?, ¿Quizás la habrían echado? Estaba seguro que esta sabría algunos secretos del lord. Y aquello le interesaba en sumo al joven. 

Se acerco a la escena, y le tendio un pequeño pañuelo de tela a la mujer. 

-Buenas noches lady-Anna, ¿Como se encuentra? se dio un buen golpe.-dijo mirando la marca que habia dejado en su rostro.-Espero no sea nada. Y si yo mismo voy para esta fiesta. ¿Decis que trabajabais alli?

Semejante cambio sorprendió al príncipe, aunque no era la primera vez que veía a alguien saliendo de un golpe con tanta energía. Sonrió a su interlocutora y la tranquilizó, no fuera que volviera a desvanecerse.

Siento no recordarla- respondió mientras la ayudaba a levantarse y le ofrecía una silla-. He visto demasiados rostros en mi vida como para ser capaz de retenerlos todos. Aunque sí recuerdo vuestro desempeño como ama de llaves cuando estaba allí hospedado. Eráis una persona muy amable y diligente. ¿Cómo fue que os fuisteis del castillo? Recuerdo que las niñas os tenían en gran estima.

Se retiró para darle un poco de sitio mientras daba un trago al aguardiente. Era costumbre probar el alcohol que se te ofrecía, especialmente cuando era personal de un hombre de armas. El brebaje le quemó en la garganta, pero no era lo más fuerte que había probado en su vida, aunque no estaba muy lejos de los puestos más altos. Tras catarlo se lo entregó al gigantón con una palmada.

Buena mezcla- le felicitó-. Digno de un hombre de tu tamaño.

¡Oh, ni por todos los dioses volvería allí! Dijo respondiendo a Ser Mordred, que a juzgar por su mirada no la había reconocido. No pasaba nada, era normal. Los caballeros que solían ir al castillo no tendían a fijarse en el servicio. Y mucho menos en ella, que tampoco es que los atendiese como tal.

En cuanto Risonda le puso un caldo caliente, Anna se sentó en la misma silla con la que se había golpeado y colocó las manos sobre la taza para calentarse. Estaba helada, empapada por la lluvia y todavía seguía algo mareada por el golpe.

Luego miró al rubio, a juzgar por sus cabellos parecía un Lannister, pero ella también era rubia y podría haber pasado por uno de ellos. Había aparecido como por arte de magia, no le había visto al entrar y tampoco había visto como llegaba a la posada. Pero era normal, pues había llegado de forma muy abrupta y accidentada. Le lanzó una mirada y asintió. Así es. Trabajé allí hasta hace unos días. Dijo muy seria. Luego miró a Oberyn y le contestó. Es una larga historia. Dijo recordando a las hijas de los Vaelys.

- ¿Hace unos días? ¿Es que el servicio de Lord Rhys ha vuelto a cambiar? ¿Y esta vez porqué?

Miró a la antigua ama de llaves con ojos distintos. Determinados detalles de su historia encajaban con noticias que ya había recibido. Parecía aterrada y muy posiblemente con buenas razones. El dorniense se sentó cerca de ella.

No tenemos ahora mismo muchas ganas de pasear por el bosque en mitad de la noche- comentó a nuestra nueva invitada-. Contadnos.

Alester se sorprendió por la rápida recuperación de la mujer. Se alejó un par de pasos, para dejarle espacio y que no se sintiera tan agobiada, pero no le quitó los ojos de encima ni se perdió ni una palabra de lo que estaban diciendo.

- Me parece que casi todos lo que estamos en esta taberna vamos a la fiesta de Lord Vaelys, mi señora –añadió, asintiendo al mismo tiempo cuando la mujer hizo la pregunta.

Frunció el entrecejo ante la vehemente exclamación de la antigua ama de llaves. ¿Por qué se fue? ¿Qué habría pasado para que no quisiera volver al castillo? Por lo que escuchaba, a Alester le había quedado claro que esa mujer había estado durante bastantes años trabajando para los Vaelys. ¿A qué se debía ese cambio?

La información de la que disponía Marbrand era bastante vaga y estaba deseando saber algo más al respecto-. Si no os importa contárnosla, mi señora, estaremos encantados de escucharla. Aunque quizás prefiráis secaros bien antes. O, al menos, acercaos más a la chimenea, por favor. A mí me ha secado las ropas en cuestión de pocos minutos  –sugirió, pues acababa de caer en la cuenta de que se habían estado centrando en la herida en la cabeza y no en sus prendas empapadas-. No queremos que enferméis. 

Sonrio amablemente a la Vibora Roja, las historias sobre el eran populares en el pequeño territorio perteneciente a los Grizzli, ademas de que le encantaba que la gente comentara con amabilidad sobre su tamaño, como si lo vieran como alguien normal. Toda su vida habia sido tratado con temor, como si de un monstruo se tratase.

-Destilación propia- Comento sonriente. Luego miro a la dama, inflo los pulmones de aire como si fuera a soplar tan fuerte como para derrumbar una casa de ladrillos y dijo en un tono medianamente autoritario, lo suficiente como para hacer que la gente pensara que era una decision tomada mas que una propuesta. Pero no tanto como para que pareciera una exigencia. Habia practicado ese tono durante años.

-Propongo que la dejen cambiarse de ropas en paz, en caso de que no tenga que ponerse podemos esperar a que lleguen algunos de mis hombres, estan acampando aqui cerca y tal vez traigan a sus mujeres consigo. Seguro tienen un cambio de ropa seca. Despues de todo, la noche es larga y la historia que la dama tiene para contar no ira a ninguna parte.-

Dio la vuelta y volvio a la barra, esperando ser atendido para consultar la cantidad de habitaciones disponibles.

Ulrich empezaba a mostrar algo más de interés por aquella dama ahora que había recobrado el sentido y empezaba a 'cantar'. ¿Qué hacía ella en aquella posada si hacía días que no trabajaba ya para los Vaelys. Desconcertante... Sentía curiosidad por saber más sobre aquella extraña circunstancia pero, ¿no era exagerada la atención que todos querían prestarla? Él no estaba dispuesto a participar en el juego; no de aquella manera.

-¿Qué esperan, caballeros? ¿Que nos sentemos en coro al calor del hogar a contar historias de terror?- inquirió a los presentes con cierta sorna Ser Liechtenstein. -Celebremos que la dama se ha recuperado con esta buena cerveza y dejémosla descansar.

-Posadera, haz el favor de señalarme una habitación que pueda ocupar. No tardaré en retirarme a descansar... El viaje ha sido largo, pero no me ha cansado tanto como la tremenda intensidad que se respira bajo tu techo- añadió Ulrich, ahora en un tono más bajo para reducir el alcance de su audiencia.

Risonda les explicó a todos cuáles iban a ser las habitaciones. Actualmente aún quedaban habitaciones suficientes para todos los clientes. Y aunque todas eran diferentes, al fin y al cabo eran del mismo tamaño y tenían las mismas prestaciones. Así que a todo aquel que se fue acercando a la barra le iba dando la llave de la que sería su habitación. 

Luego escuchó atentamente a la mujer que acababa de llegar, parecía que iba a ofrecerles una épica historia y no había nada más interesante como una buena cuentacuentos.

Anna asintió ante las palabras de los hombres que lo arropaban y se dirigió hacia la chimenea. Se sentó junto a una silla y colocó las manos encima del fuego. La sensación cálida le recorría todo el cuerpo y estaba agradecida de haber llegado hasta allí.

Como bien os he dicho estuve trabajando hasta hace unos días allí. Dijo mirando por la ventana de la posada, por donde se podría ver la Fortaleza de Sangre. No sé si habéis escuchado los rumores que hablan sobre la maldición de los Vaelys. Pero es cierta. Dijo asintiendo ante los presentes. Hay muchos misterios que circulan en torno a la familia. Una extraña enfermedad sobre vuela sus murallas desde hace años. Muchos de los herederos han muerto, algunos sirvientes también e incluso algún que otro caballero. ¡Es aterrador! Exclamó tratando de que aquellas palabras causasen algún tipo de sentimiento entre los presentes. Además, hay un fantasma que se pasea por las cocinas y a veces visita los dormitorios de los sirvientes o incluso de los invitados. 

Pero hace poco descubrí algo que jamás había visto antes. ¡Un cadáver! El cuerpo llevaba mucho tiempo descompuesto, y no pude averiguar de quién se trataba. El muerto había sido ocultado en uno de los pasadizos secretos de la fortaleza. Yo los aprovechaba para moverme de un lugar a otro de la casa para actuar de forma más rápida y poder cumplir mejor con mis obligaciones. Pero un día descubrí un lugar nuevo y me encontré con eso. El rostro de la mujer se había ido descomponiendo con cada palabra. El recuerdo era algo que la apesadumbraba mucho y así lo reflejaba su rostro. Solo sé de una persona que conoce los pasadizos tan bien o incluso mejor que yo. Es uno de los sirvientes, le conocen como Sloth, pero no sé su verdadero nombre. Cuando yo llegué a la Fortaleza, ese extraño ser ya estaba allí. Cuentan las leyendas que es inmortal y que incluso él es el verdadero señor de la casa y el resto son sus títeres o sus señuelos. Me atrevería a decir que él mató a ese cadáver, que podría ser cualquiera. Dijo negando con la cabeza repetidamente. ¡Es aterrador! ¡Aterrador! Ahí estaba la razón por la que Arryn había dejado de trabajar para los Vaelys y aunque no lo dijo claramente, esperaba que el resto lo comprendieran.

Luego dejó otros segundos de silencio. Unas lágrimas empezaron a brotar en sus ojos, y no pudo evitar susurrar un nombre. Sebastián.... 

Cuando los presentes le miraron. Ella comprendió, Sebastián es mi hijo. Lo tuve en la Casa Vaelys y ahora vive allí. Y esa es la razón por la que yo he venido hasta aquí. Sabía que Lady Myriah había mandado invitaciones para celebrar una gran fiesta y esperaba encontrar aquí a algún caballero que fuera a la fiesta. Si algún caballero de bien pudiera hacerme un favor; me gustaría que le dijerais a mi hijo que se marche de allí, que venga junto a mi, que huya. Antes de que le pase algo. Yo estaré en esta posada esperándole durante todo el día. Por favor, que alguien se lo diga. ¡Es un peligro que se quede allí! Sobre todo con ese monstruo deforme entre sus muros.

Lance sonrio un poco por dentro, ¿un inmortal, un fantasma una enfermedad?No podria decirlo en serio. Desde luego la ignorancia de la gente del pueblo lo grande que podria ser.Lo extraño en todo aquello y llamativo era lo del cuerpo encontrado, si aquello era cierto y no solo un rumor vengativo de una ama de llaves despedida era algo que muchos podrian usar contra el señor de la casa.

-¿A que descripcion y edad responde vuestro hijo Anna?Si lo encuentro en la fiesta le hare saber vuestras palabras.

-¡Por los siete, que clase de locura es esta! No creo en fantasmas ni esas cosas, pero tengo uan duda señorita, si no le molesta la pregunta. ¿Hace caunto este ser causa estragos en la Fortaleza?-  Swann pensaba que seguramente era un malviviente acechando a la pobre gente de la Fortaleza, queria estar seguro, aunque no tenia muchas dudas.

-Posiblemente sea algun tipo de indigente asqueroso que aprovecha para matar a la gente cuando esta descuidada, nada que un grupo de caballeros no pueda solucionar, estoy seguro que Lord Vaelys no tendra problemas en permitirnos hacer una excursion, aunque necesitariamos un guia. ¿Como ha dicho que se llama el otro sirviente?- Oso Erguido soñaba con ser recordado por grandes hazañas, y la posibilidad de que un ente asesino rondara por la casa le fascinaba, por lo que penso instantaneamente en la probabilidad de que fuera un verdadero espiritu.

Más sangre que añadir a las cuentas de la casa Vaelys.

Ya había oído antes hablar sobre las cosas que ocurrían en los muros de la fortaleza, muchos de los cuales consideraba poco más que mitos y supersticiones, pero ocurrían. Casi seguro era una cuestión de casualidad. Muchas personas vivían entre esos muros y muchos han llegado a tener una vida plena, pero solo se recuerda a los que fueron golpeados por el infortunio.

No es ningún ente maligno- tranquilizó al enorme guerrero-, solo un jorobado, bastante desagradable a la vista y que sirve a los Vaelys desde hace mucho tiempo.

Uno de sus sirvientes volvió para entregarle un par de notas que leyó con calma antes de devolvérselas y despacharle con un gesto.

Ya puedes irte a dormir- le indicó- no te necesitaré hasta mañana. Dile a Harren que vaya preparando mi cama y mis armas para mañana.

Miró a su escudero.

Ayúdale- le ordeno-. No quiero errores mañana.

¿Fantasmas?¿Enfermedades?¿Cadáver en pasadizos? Me parece un buen argumento para una obra de teatro. ¿Porque creer la palabra de una desconocida que abandona a su señor y conoce los pasadizos secretos de la fortaleza? Bien podrías ser tu la asesina y haber huido por miedo a las represalias. Cedric se levanta de la silla y mirando a su alrededor exclama. Deberíamos llevarla de vuelta para aclarar todo lo que pasa, seguro hay una buena recompensa por esta asesina!

- ¿Asesina? No lo creo... Máxime si sigue allí su hijo. Sin embargo coincido con ser Cedric. Creo que en su situación y estado debería verla el septón o el maestre, y también su hijo. Deberíamos informar a Lord Rhys de su llegada, y que él decida.

El caballero inquirió con una mirada asesina en alguno de los empleados del castillo que estaba por allí, para conminarlo a que fuera a buscar al señor de la Casa Vaelys. Una mirada que haría acojonarse a un perro, enseñando el dorso del guante para batirlo a palazos si se negaba a ello.

- Desde luego si hay asesinatos, no han de quedar impunes. Y si el señor del castillo no hace nada por castigar esos crímenes, será un cómplice directo.

Lo último lo añadió mirando muy fijamente a ser Cedric también. Desde luego, la pulla no era ajena a un caballero ni al otro. Por muchos era conocido que Ser Mordred comandó las huestes Vaelys con desagrado y tildando de cobarde a Lord Rhys, por fingir una enfermedad y librarse de la guerra. Le recriminaba constantemente su falta de mano dura y su cobardía, así como su mala gestión. Pero los Lannister le habían puesto al mando y él no iba a negarse.

Ni una palabra salió de la boca de Alester mientras escuchaba el relato de la antigua ama de llaves. No habló porque no sabía qué pensar aparte de que la pobre Anna Arryn se había llevado un buen golpe en la cabeza.

Se llevó la mano a la frente al tiempo que se paseaba por entre las mesas de la taberna, escuchando las conversaciones. No creía que esa mujer fuera la culpable de las muertes; y Alester era un hombre sencillo en sus creencias: Los fantasmas y las maldiciones estaban solo en las historias de terror que las ayas contaban a los niños. Pero estaba claro que esas fantasías de la mujer estaban basadas en un hecho real. Las muertes habían ocurrido.

En cuanto el siervo más leal de Lord Rhys señaló -o más bien rugió- su sugerencia, Alester salió también a defender a Anna Arryn. No le gustaban las acusaciones vagas. Habló con voz suave y educada, pero firme- La mujer está aterrorizada y no quiere pisar el castillo, así que no la obligaréis, a menos que tengáis pruebas de su culpabilidad. ¿De verdad creéis que esta mujer es una asesina? ¿Qué razón tenéis para acusarla? –Imaginaba la razón: Ese hombre parecía odiar a todo aquel que no adorara a Lord Vaelys como él y esa mujer se negaba a seguir trabajando para él. Alester valoraba la lealtad, pero lo de ese hombre rozaba el fanatismo. Y no iba a dejar que una mujer, que por todo lo que sabían era inocente, sufriera más por ese fanatismo.

Intentó razonar con él, aunque dudaba que este pudiera ponerle las manos encima, habiendo tantas personas a su alrededor-. Pensad bien un segundo y sed justos con la dama. Hasta que no sepamos nada más, ella es inocente. Además, si hubiera matado a alguien, habría huido del reino y no estaría aquí contando la historia a un montón de desconocidos. Pero, por favor, si tenéis alguna información sobre ella que no sepamos, decídnosla.

- Y coincido con este caballero -añadió señalando a Ser Rowain, cuyo nombre desconocía-. Deberíamos buscar a un maestre. No dudo que los cuidados del Príncipe Martell hayan sido los correctos -dijo, inclinando la cabeza con respeto hacia el dorniense-, pero en su estado de ansiedad un poco más de ayuda no le vendría mal.

El joven rubio se giro hacia el tipo que había culpado a la pobre mujer. 

-No seáis inepto. La mujer dijo que hace tiempo estaba descompuesto debe de ser un esqueleto ya. Como va a haberlo matado en tan poco tiempo, y nadie se dio cuenta de que faltaba alguien en el castillo, y además iba a venir a decirlo públicamente? Pensar un poco mas vuestras opiniones, sobretodo cuando condenan a  muerte tan alegremente. -le dijo reprobatoriamente.

Dejen descansar a la mujer y prepárense para la fiesta de mañana. Ya se hizo tarde.-terminó.